13. Tormenta eléctrica

—¿Alexander?

Pregunta Arath cuando contesto su llamada. Cómo si dudara que fuera yo quien ha respondido.

—Hola Ari —le saludo calmado.

—¿Puedes abrirme?

Me sorprende por completo su pregunta, ni por un segundo imaginé que Arath pudiera estar parado en la entrada mi casa, pero ahí está, a través de la pantalla del intercomunicador, puedo verlo.

—Adelante. —Presiono el botón y la puerta se abre para que él pueda ingresar. Son casi las cinco de la tarde y falta poco para que empiece a anochecer, realmente me sorprende que haya venido a verme. Luce un poco triste. Viste un chándal y una polera con capucha, además de sus anteojos, que últimamente ha empezado a usar más seguido. Viene desalineado, y pareciera que no ha dormido la noche anterior— ¿Sucede algo, Ari? —le pregunto apenas pone un pie dentro.

—¿Estás solo? —me pregunta a cambio, al parecer no quiere hablar y no voy a presionarlo para que lo haga. Creo que, si ha venido a mí, es porque necesita un amigo.

—Siempre estoy solo —respondo y me encojo de hombros.

—Lo siento... —dice con mirada triste.

—Está bien Ari. Descuida. —Le sonrío y lo invito a seguir hacia la sala— ¿Cómo has estado... TU mamá? —me doy una palmadita mental... por poco lo arruino.

—¿En serio, eso querías preguntar? —Dice ocultando una sonrisa— Bien, ella está bien Alexander.

—Qué bueno. —Perfecto, parezco idiota.

—¿Y tú como has estado?

—Hmm pues bien, estudiando y leyendo un poco.

—Me imagino.

—Estaba a punto de hacer palomitas y ver una película. ¿Me acompañas? —su expresión cambia de pronto.

—Claro, me encanta la idea —dice entusiasmado—. ¿Qué película veremos?

—Te dejaré elegir esta vez ¿te parece?

Eso le alegra visiblemente.

—Me gusta mucho esa idea.

Mientras caminamos hacia la cocina, empieza a soltar algunos nombres de películas de terror y suspenso y por más que quiero mantenerme calmado, los nervios se me notan. Si realmente elige ver una película de terror, voy a pasarlo muy mal.

Como para romper la tensión o quizá para no soltarse a reír en mi cara de asustado, mejor decide hacerme algunas preguntas.

—¿Dónde están tus padres? —me tenso de inmediato y al ver como su expresión cambia de repente, sé que él también y quizá está preguntándose si ha hecho bien al formular esa pregunta.

—Mi padre está en el extranjero. Es militar. Trabaja fuera la mayor parte del tiempo... de hecho no lo veo durante meses... y mamá, pues ella falleció hace algunos años.

—Lo siento, creo que no debí preguntar.

Su semblante vuelve a ponerse triste.

—Está bien, Ari, eres mi amigo —digo tratando de fingir una sonrisa. La verdad es que aún siento la ausencia de mi Madre y extraño a mi Papá, pero no es momento para que ambos nos pongamos tristes.

—¿Sabes? tú también eres mi único amigo. —dice mirándome de soslayo. Tímido.

«Qué mentiroso, pequeño»

—¿Qué? —Pregunto con asombro— ¿Pero qué hay de Tayler y los demás?
—Bueno... Tayler es mi hermano. —Sonríe— y los demás pues, solía pensar que eran increíbles, porque ya no me molestaban, pero conforme fui dándome cuenta de la manera en la que tratan a las personas, me decepcioné. Y es que antes de que me hiciera novio de Vincent, —su mirada se torna triste, otra vez y me inquieta— ellos me molestaban como a ti y eso solo cambió debido a Vincent, pero nunca los he considerado realmente amigos —hace una pausa— bueno, sé cómo se siente que te molesten.

Suspira.

—Maldición... —me lamento, pero sonriendo.

—Doble maldición —dice él riendo otra vez y alegrando mi corazón.

En lugar de quedarnos en el salón de tv en el primer piso, subimos a la habitación de juegos y rápidamente hacemos una especie de nido con almohadones y almohadas sobre la alfombra. Coloco sobre la mesita ratona el bol con palomitas y el mando a distancia. Arath va por las bebidas a la máquina expendedora y en cuanto me distraigo un poco, siento como una almohada aterrizaba en mi espalda.

—¡Hey! —me quejo mientras él ríe.

Tomo una de las muchas almohadas que habíamos regado en la alfombra, y entonces, nos olvidamos de la película y comenzamos una guerra que no termina sino hasta que tropiezo con la pata de la mesita ratona y caigo sobre el bol de palomitas.

—Lo siento —dice asustado, pero yo sigo riendo.

—Fue grandioso —respondo entre risas— Nunca había hecho esto. Gracias Ari.

—Realmente lo fue —dice sin dejar de mirarme, el brillo en sus ojos, causa un escalofrío en mi cuerpo.

Se agacha a recoger el bol, pero no se lo permito, tirado en la alfombra donde me quedé, lo jalo del brazo y lo tumbo junto a mí. Ari no deja de reír y yo me río con él.

Durante un rato nos quedamos así, y cuando nos vamos calmando, me doy cuenta de lo realmente hermoso que es Arath. Comienzo a observarlo detenidamente, cada detalle, y casi sin darme cuenta, mi mano se posa sobre la suya que descansaba sobre su abdomen y una especie de descarga eléctrica nos recorre a ambos, porque quitamos las manos al mismo tiempo.

Arath levanta la mirada y al encontrarse con la mía, puedo sentir como me hierven las mejillas y las de él tienen la misma reacción.

—Eso fue raro —dice medio intentando sonreír.

—Si lo fue —digo— ¿estás bien? —se veía preocupado.

—Sí, claro. —me tranquiliza.

Recogemos el reguero que habíamos armado y entonces se acerca a la ventana y observa hacia afuera.

—Creo que es hora de marcharme, está a punto de anochecer y-

—¿Por qué no te quedas? —Digo rápidamente, negándome a escuchar su adiós— al parecer comenzará a llover en cualquier momento. —digo un poco nervioso.

Y como si el cielo quisiera echarme una mano, vemos a través de la ventana el resplandor luminoso de un rayo acompañado por un muy fuerte trueno.

Decidí salir a caminar para que mi madre no me viera tan triste, había estado preguntando por Alexander, y no quería que pensara que nos habíamos peleado. Resultaba raro que mi madre sabiendo que tengo una relación con Vincent, no preguntara si habíamos discutido —sobre todo porque Vincent no había dejado de llamarme— sino que se preocupaba más por mi amistad con Alexander... pero bueno, lo cierto es que apenas salí de casa, empecé a caminar sin detenerme, y cuando me di cuenta ya había llegado a la casa de Vincent, pero obviamente no quise acercarme, sino que pasé de largo y no me detuve hasta que estuve frente a la enorme entrada de la casa de Alexander.

Creo que apenas me vio, Alexander entendió que, más que hablar, necesitaba su cercanía, porque no hizo preguntas y pasamos juntos un rato muy agradable.

Bueno, casi lo arruino cuando pregunté por sus padres, porque la verdad ignoraba esa parte de su vida, como muchas otras... pero gracias a Dios, su semblante triste y con lágrimas —de cuando habló de su mamá— fue reemplazado por una sonrisa.

Y así que aquí estamos, solo los dos.

Mientras la fuerte lluvia cae fuera de la casa, nosotros estamos tumbados sobre la alfombra.

Al final bajamos por unos sándwiches, tomamos unas cobijas de la habitación que se conecta a la sala de juegos y a la biblioteca —wow en serio esta casa es genial— y prendimos la televisión... Yo quería ver una película de terror, pero a Lex no le gustan, aunque no me lo haya dicho, su rostro de espanto cuando lo mencioné me lo dijo todo. Pero al final, hemos terminado viendo un documental sobre actividad paranormal o algo así, y ninguno de los dos se está quejando, creo que mientras estemos juntos, nada más importa.

A través de la ventana ya no podemos ver la lluvia caer, ya la noche a cubierto todo, pero de pronto un relámpago alumbra a lo lejos y un fuerte trueno retumba por todo el cielo, entonces Alexander se cubre con la cobija y empieza a respirar agitado. Me giro a mirarlo y vaya, su expresión asustada me enternece.

No sé en qué momento, pero el espacio que había entre los dos ya no está, se ha ido, y estamos muy juntos, mi mano junto a la suya y la suya sin retirarse. Más temprano, cuando nuestras manos se tocaron, sentí como un choque eléctrico que inmediatamente me hizo retirarla, pero esta vez eso no está sucediendo. Con el rabillo del ojo veo a Alexander. Está nervioso, y lo poco que puedo ver de su rostro me indica que se está sonrojando. Comienzo a observarlo detenidamente, cada detalle, y sí, es hermoso, es tierno, es dulce, es calma... es paz.

Comienzo a mover mi dedo, rozando el suyo, e inmediatamente él los engancha y pareciera que están abrazándose cálidamente. El cielo nuevamente rompe en un estruendoso ruido y cuando reaccionamos, ya nuestras manos están enlazadas. Ninguno hace nada por alejarse. Nos mantenemos unidos, relajados, mirando la pantalla del televisor sin ver nada en realidad y cuando el programa termina, aún seguimos tomados de la mano.

Alexander se acerca más a mí, se acurruca muy pegadito a mi cuerpo como un cachorrito y yo giro un poco sin separar nuestras manos enlazadas, de manera que éstas quedan en medio de nuestros cuerpos, bajo las cobijas.

—Buenas noches Ari —dice casi en un susurro adormilado mi amigo.

—Descansa bonito —le digo y beso su frente.

Afuera hace frío y la lluvia sigue cayendo, pero aquí adentro, en el piso de esta habitación, sobre una alfombra con muchas almohadas y un par de cobijas, me siento cálido, porque el calor del chico que duerme tranquilamente junto a mí, no solo calienta mi cuerpo del frío que estaba sintiendo, sino que hace sentir cálido mi corazón... mi corazón que empieza a palpitar muy rápido por él, creando su propia tormenta eléctrica.

𝕰𝖛𝖎𝖎 𝕭𝖑𝖚𝖊 ʚĭɞ

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