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• Lunes 25 de Enero 2016
Ubicación: Departamento Alessandra, Condominio Laurel, Culiacán, Sinaloa, México.
Alessandra POV:
3:30 PM
- Sin mas por el momento, solo me queda pedirle que por favor me ponga cien y me de la carta de pasante, gracias. - el rubio hizo una reverencia.
- Créeme que si le dices eso la doctora Gómez te mandara al diablo. - Maximiliano y yo reímos ante las palabras de Leonardo.
Los tres habíamos coincidido en nuestro día libre, Maximiliano debía presentar el avance de proyecto frente a su asesora el día de mañana así que nos encontrábamos escuchando su presentación.
- Por dios soy su consentido, no debería de ponerme tantas trabas. - mi mejor amigo suspiro y tomo asiento en uno de los sofás de la sala abatido.
- El camino es difícil hermano, pero no debes rendirte, al final valdrá la pena. - Leonardo que estaba a un lado de el palmeo su hombro animándolo.
Ellos siguieron con su conversación mientras yo comenzaba a desesperarme, estaba muriendo de hambre y la comida que habíamos ordenado ya había tardado demasiado, así que me disculpe y fui con prisa a mi habitación, al ingresar me dirigí directamente a la mesa de noche donde tenía mi celular, cuando estaba por marcar al local de comida rápida escuche como el timbre sonaba, desistí de mi idea asumiendo que era el pedido llegando.
Mire el aparato que se encontraba en medio de mi cama, comenzaba a debatirme si sería correcto intentar otra vez contactarlo, pero sabía que sería inútil, estaba confiada en que Ovidio me contactaría en cuanto la situación no lo pusiera en peligro, salí de mis pensamientos al escuchas como exclamaban mi nombre desde la sala.
- ¡Alessandra!. ¡Anaya te necesitamos!. - exclamo Max desesperado, rodé los ojos, mi amigo debía estar desesperado por ingerir alimento, de ahí su dramatismo.
Emprendí mi regreso a la sala observando la pantalla de mi celular, tenía un par de mensajes de mi hermana preguntándome si iría a cenar a casa de mis padres, me limite a responder que ahí estaría.
- ¡Anaya!. - la voz de Max volvió a retumbar por el departamento.
- Tranquiliza tus emociones Max, no hay razón para gritar, ya estoy aquí. - mencione entrando a la sala y terminando de escribir. - ¿Dónde esta mi..?. - alce la vista pero de la impresión mi teléfono termino estampando en el suelo, no esperaba encontrarme con esa escena.
En uno de los sofás se encontraba recostado Alfredo, su playera estaba bañada de sangre y su rostro irreconocible debido a los golpes que me imagine había recibido, Serafín se encontraba sentado en el piso a sus pies, su cara presentaba múltiples hematomas pero el si estaba consiente, Mayel miraba a ambos asustado.
- ¿Qué fue lo que sucedió Mayel?. - con prisa me acerque a Alfredo, tomé su muñeca con el fin de palpar su pulso, este latía muy débil.
- Yo no se señorita. - contesto tembloroso. - Fui a hacer un rondín y cuando regrese ambos estaban tirados a los pies de la entrada de su edificio. - mis sentidos se alteraron, Ovidio había salido del país con Alfredo, pero el no estaba con ellos, necesitaba respuestas pero observe ambos hombres y fui consciente de que no era momento de atosigarlos.
- Ok, ok. - inhale y exhale al sentir como me mareaba de la tensión que mi cuerpo comenzaba a crear. - Maximiliano, ¿Dónde esta Leonardo?. - miré a mi amigo, quién ya había traído un par de compresas con las que trataba de limpiar a Serafín quién parecía estar en shock.
- Salió a llamar a uno de sus contactos para poder conseguir una ambulancia que los traslade. - miró a Alfredo. - A el no lo podemos atender aquí, esta muy grave, revisa su abdomen.
Hice lo que me indico, al alzar su camisa note que tenía múltiples hematomas y rasguños, tenía una venda mal colocada rodeando su abdomen, esta tenía en uno de sus costados una gran mancha roja dándome a entender que tenía una herida grande, debíamos tratarla si queríamos detener la hemorragia.
Comenzaba a sentir que la habitación se hacía mas pequeña con el paso de los segundos, debía mantener la cabeza fría para poder ayudar a los chicos, pero al mismo tiempo necesitaba saber donde estaba Ovidio y sobre todo que el estaba bien, sentí como alguien tomo mis hombros regresándome a la realidad.
- La ambulancia ya viene para acá, los llevaremos al hospital...- Leonardo fue interrumpido por Serafín.
- No, no podemos entrar ahí, puede ser peligroso hasta pa' ustedes, y nos pueden agarrar. - exclamo mirando a la nada.
- Tranquilo, me voy a encargar de que ingresen por el sótano del hospital, los atenderemos en la nueva torre, aun no esta habitada, pero ya esta equipada al cien porciento. - asentí a cada una de las palabras de mi amigo. - Ale te necesito aquí. - tomo mis mejillas y me obligo a mirarlo. - Se que debes estar preocupada por Ovidio, pero necesitamos ayudarlos a ellos primero. - asentí .
- Señorita le prometo que movilizaré a la gente pa' saber algo sobre el patrón, uste' quédese tranquila. - Mayel miró a Leonardo. - Traeré dos camionetas con la gente de ellos paque' los vayan cuidando en camino al hospital. - mi amigo asintió y el moreno salió con prisa del departamento.
Decidí tomar parte de las compresas que Maximiliano tenía junto a el, regrese con Alfredo y con cautela comencé a limpiar su rostro, de un momento a otro el abrí los ojos.
- Cuñada, ¿Qué esta haciendo uste' aquí?, se tiene que ir. - trato de levantarse pero comenzó a toser.
- Hey tranquilo, tienes que quedarte recostado. - el negó.
- ¿Qué chingados hiciste Serafín?. - reclamo.
- No podía dejarte así carnal, tenía que hacer algo pa' salvarte. - la voz de Serafín se entrecorto.
La conversación termino ahí gracias a que el equipo medico ingreso, los paramédicos recostaron a Alfredo sobre una camilla, aseguraron su cuello y brazos para evitar cualquier fractura mas, Serafín pudo salir de vivo pie apoyado sobre uno de los mismos asistentes.
Leonardo se aseguro de que los subieran a la ambulancia con cautela, pude escuchar cuando les pidió total discreción, el chico de pecas regreso a mi lado.
- Iré con ellos, Max los espero en el hospital. - Leo tomo mi mano. - Todo estará bien, sabes que estarán en las mejores manos, los veo en unos minutos. - asentí y sin mas el abordo el vehículo.
La ambulancia comenzó a andar fuera del estacionamiento del edificio, me limité a observar como se alejaba, dejándome con un muy mal sabor de boca y una gran opresión en el pecho.
Ubicación: Hospital Angeles, Culiacán, Sinaloa, México.
6:00 PM
Quite los guantes de mis manos, los lance al cesto que se encontraba al lado de la cama, miré a Serafín, la costura sobre su ceja no era tan prominente y lo mas seguro era que no dejará cicatriz, tuve que quedarme con el, mientras Maximiliano y Leonardo se encargaban de Alfredo.
- ¿Cómo te sientes?. - pregunte brindándole una pequeña sonrisa.
- Como si me hubiera pasado encima un chingo de raza. - soltó sin dejar de mirar la pared blanca frente a el.
- Serafín. - pause sin saber si era lo correcto seguir hablando, pero decidí dejar mis dudas de lado. - ¿Cómo llegaron hasta aquí?. ¿Cómo fue que terminaron así?. - su vista se encontró con la mía.
- No sé, ni yo lo entiendo. - con cautela bajo de la camilla donde se encontraba anteriormente. - Solo recibí una llamada de Alfredo pidiéndome que los ayudara por que les habían caído los del ancla en camino a Guatemala, junte a la gente y salimos en chinga a ayudarlos, pero todo resulto ser una emboscada. - me tense al escuchar las ultimas palabras. - En cuanto pusimos un pie ahí, la marina nos rodeó...- su relato fue interrumpido por Leonardo que ingresaba a la habitación. - ¿Cómo esta mi carnal?. ¿Lo puedo ver?. - Serafín al instante se altero.
- Tranquilo, logramos desinfectar la herida y suturarla con éxito, lo tendremos que monitorear para saber si necesita alguna transfusión de sangre. - el chico de pecas se acerco hacia el moreno. - Necesito preguntarte algo, y que seas sincero conmigo. ¿Lograste ver con que objeto apuñalaron a Alfredo?. - Serafín desvío la mirada.
- Fue con un cuchillo, o navaja, pa' serle sincero no vi. - mi amigo asintió.
- Como prevención le administraremos la vacuna antitetánica y estaremos pendientes por si aparece cualquier infección. - Leonardo se dirigió hacía mi. - Vamos a necesitar trasladar a Alfredo a la sala de cuidados intensivos del edificio principal.
- ¡No!. - Serafín se altero al instante. - Mi carnal va a estar bien, Mayel y yo lo llevaremos a la sierra, y...- tuve que interrumpirlo.
- Tranquilo.- me acerque y lo tome de los hombros. - La situación de Alfredo es delicada, no podemos tenerlo aquí.
- Uste' es consiente de como nos traen en la mira, y si trasladan al Alfredo, no nos exponemos solo nosotros, si no toda la raza que este ahí. - suspiré al comprender su punto.
- En eso el tiene razón. - Leonardo tomo el puente de su nariz. - La otra opción es, si tu estas de acuerdo, llevarlo a tu departamento y turnarnos para estar pendientes de el entre guardias.
- Leonardo, no creo que sea conveniente que Max y tu se involucren en esto. - comenté a sabiendas de lo que les podía perjudicar.
- Ale los tres estamos hasta el cuello en esto, no hay marcha atrás, y mucho menos te dejaremos sola, Max y yo lo estuvimos pensando, si se llega a presentar algo simplemente diremos que nos tenían amenazados con nuestras familias.
- El compa tiene razón, sin pedos pueden soltar que nosotros los estábamos obligando a atendernos, y no nos vamos a oponer a eso, hacen mucho con ayudarnos. - nada de esto me convencía, pero la situación no se prestaba para mas, así que solo asentí a las palabras de Serafín.
- Esta bien, llevaremos a Alfredo a mi departamento y ahí nos organizaremos. - los tres asentimos sintiéndonos un poco mas tranquilos, pero no sabíamos que esto solo era el inicio de la gran tormenta que se nos vendría encima.
Ubicación: Departamento Alessandra, Condominio Laurel, Culiacán, Sinaloa, México.
9:30 PM
La taza de té no lograba calmar mis nervios, desde hace un par de horas habíamos regresado a mi apartamento, Alfredo se encontraba descansando en la habitación de huéspedes mientras Serafín estaba en la sala platicando con Leonardo, Maximiliano tuvo que ir a su turno por la noche, pero el sería el encargado de estar pendiente de Alfredo el día de mañana mientras Leonardo y yo comenzábamos con nuestras guardias.
Desde que ambos hombres aparecieron a mi puerta mis nervios no se habían controlado, la ansiedad dentro de mí comenzaba a crecer conforme pasaba el tiempo, y aunque me moría por sacarles información no lo veía conveniente en su estado, termine la bebida y deposite la taza en el lavatrastos, mas tarde me encargaría de eso.
Salí de la cocina hacía la sala, noté como Serafín y Leonardo al notar mi presencia guardaban silencio de inmediato.
- ¿Todo bien?. - ellos simplemente asintieron, no pude preguntar mas por que el timbre sonó.
Con prisa me acerque a la puerta, teniendo la esperanza que tras de esta se encontraba la persona que lograría calmar todos mis pensamientos, pero no fue así, al abrir la puerta Ana Carolina se presento ante mí, su rostro se mostraba enrojecido indicándome que había estado llorando, tome su mano y la hice entrar con prisa cerrando la puerta tras nosotras.
No paso ni un minuto cuando ella se soltó de mi agarre y se adentro hacia la sala, dirigiéndose en automático hacía Serafín, este ultimo se puso de pie de inmediato, y ambos se abrazaron con cariño, mi hermana se separo levemente y ambos se miraron fijamente, el tomo con cautela sus mejillas y dejo un casto beso sobre sus labios logrando que la confusión gobernara mi mente y un fuerte mareo me envolviera.
- Anaya. - Leonardo llego a mi lado y tomo mi cintura, tuve que afirmarme a sus antebrazos. - Estas pálida, ven aquí. - el me guio hacia uno de los sillones y me ayudo a tomar asiento, tome un par de respiraciones tratando de estabilizarme, al parecer mi hermana se percato de lo sucedido y tomo asiento a mi lado.
- ¿Estas bien?. - me limite a negar. - Yo puedo explicarte esto. - comento refiriéndose a lo de ella con Serafín.
- Si ustedes están felices que mas da. - podía sentir mis manos temblar, miré a Serafín. - Lo que necesito es saber de Ovidio, saber que sucedió. - conforme hablaba podía sentir como los ojos me pesaban cada vez mas.
- No puedo decirle nada, perdóneme. - me pare con prisa y encare al moreno.
- No te puedes negar. - lo empuje de los hombros, iba a repetir mi acto pero Leonardo me detuvo.
- Ale tranquilízate. - trato de acariciar mi espalda para tranquilizarme pero me zafé de su agarre.
- ¡No me pidas que me tranquilice cuando no se nada de Ovidio desde hace días!. - grité tratando de liberar algo de frustración. - Serafín no me puedes hacer esto, por favor dime que paso. - Leonardo se posiciono a mi lado, pendiente de mis movimientos.
- No lo se. - soltó de forma seria.
- ¡Como diablos no lo vas a saber!. - le grité con frustración.
- ¡No lo se!. - su semblante se transformo por completo en el momento en que comenzo a llorar. - Quisiera poder darle explicaciones pero no se ni si quiera donde esta. - se sentó derrotado en el sillón.
- ¿Que?. - mis piernas flaquearon, al instante Leonardo tomo mi mano y no hice mas que afirmar mi agarre en este.
- Cuando nos emboscaron nos levantaron a los tres, viajamos los tres juntos por un par de días encapuchados, pero en cuanto llegamos a no se donde vergas nos separaron. - los sollozos le impidieron seguir hablando, mi hermana tomo asiento a su lado y poso su mano en uno de los hombros de el para animarlo a seguir hablando. - De un momento a otro llevaron a el Alfredo conmigo, el bato venía todo ensangrentado, y esa rajada que le curaron le sangraba a chorros, yo pensaba que ya no la contaba. - Serafín hablaba mientras las lagrimas seguían cayendo por sus mejillas, comenzaba a arrepentirme de presionarlo, pero necesitaba respuestas. - Un día solo se aparecieron los wachos, nos encapucharon y nos sacaron del cuarto donde nos tenían, pude sentir como nos subieron a un vehículo pero al hacerlo me dieron un chingadazo atrás de la nuca que me dejo inconsciente, cuando logré reaccionar me di cuenta de que nos habían tirado en una de las orillas de la autopista que va a Mazatlán.
- ¿Ovidio estaba con ustedes en la carretera?. - el no respondió. - ¡Contéstame!. - le grité desesperada.
- No. - susurro pero logre escucharlo. - Perdóneme por no poder decirle mas, pero no sabemos nada de el desde ese día.
Pude sentir como mi corazón se aceleraba, mis oídos se taparon y el sudor frío emanaba de mi piel, no era posible lo que estaba pasando, escenarios inimaginables pasaron por mi mente, y todos resultaban en lo mismo, Ovidio sufriendo a manos de los elementos del gobierno, esa fue la ultima imagen que se quedo en mi cabeza antes de que mi vista se nublara y todo se tornara negro.
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