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3 Semanas Después
• 8 de Diciembre 2015
Ubicación: Colegio de San Ignacio de Loyola Vizcaínas, Ciudad de México, México.
Alessandra POV:
8:45 PM
Tome entre mis dedos el pequeño collar que colgaba en mi cuello, comenzaba a sentir como mis ojos se rozaban, en cualquier momento las lágrimas comenzarían a bajar por mis mejillas.
Aplaudí con euforia al verlo, su rostro era de sorpresa, realmente no lo esperaba, creo que era algo normal al ver al gran amor de mi vida en esta situación.
Me sentí demasiado orgullosa cuando mi padre sostuvo entre sus manos el galardón a mejor empresario del año, estaba de más decir que se lo merecía por completo, era el hombre más honesto, justo y trabajador que conocía en mi vida.
- Agradezco mucho que la sociedad se haya tomado el tiempo de brindarme este reconocimiento. - pausó. - La gente que me conoce sabe que no me gusta ser una persona que se brinda flores así mismo, por lo cual, solo me limitaré a reconocer el trabajo de todas las personas que laboran para mi empresa, porque gracias a ellas estoy ahora aquí. - sonreí. - Claramente nada de esto sería posible sin el apoyo de mi mujer. - señaló a mi madre. - Que en todos estos años de casados nunca me ha soltado de la mano, y que decir de mis bellas hijas. - Ana Carolina y yo nos miramos. - Pase lo que pase ustedes siempre serán mi motor para seguir adelante cada día, muchas gracias.
El lugar volvía a estallar en aplausos, mi padre bajó del escenario y vino directo hacia donde nosotros nos encontrábamos.
- Felicidades vida. - mi madre lo abrazo, ellos se secretearon un par de palabras y después se separaron.
- Felicidades papi. - mencione y al instante lo abrace.
- Gracias princesa, todo esto es por ustedes. - sus brazos me rodearon y yo bese su mejilla.
Me separé de el dejándole espacio a Ana Carolina para que pudiera acercarse a él.
Después de varias semanas la relación entre mi padre y ella mejoró notoriamente, no era igual que antes, pero estaba segura que pronto todo regresaría a la normalidad, me disculpe y fui directo al sanitario, al ingresar a este me mire al espejo, debía admitir que este look me sentaba bien.
Mi hermana se había encargado de arreglarme para esta ocasión y podría confesar que me sentía linda por esta noche, retoque levemente el maquillaje, acomode mi cabello y salí hacia el salón, antes de salir del pasillo que llevaba a los sanitarios me encontré con Mayel.
- Discúlpeme señorita, necesitaba entrar. - mencionó señalando el servicio.
- No te preocupes. ¿Todo va bien?. - cuestione, el solo asintió.
En estas últimas semanas la seguridad que me acompañaba se había reforzado gracias a que varios enemigos del Cartel de Don Joaquín habían hecho aparición en Culiacán, dejando famosas "narco mantas" en las avenidas principales acompañadas de personas que privaban de la libertad así como de su vida, que según los medios tenían notorias señales de tortura.
Agregándole que cada vez eran más frecuentes los enfrentamientos a plena luz de el día en las calles desembocando en balaceras.
Esta situación me tenía muy tensa, no había sabido nada de Ovidio desde la ultima vez que estuvo en mi apartamento, según Mayel mi novio se encontraba bien, me contó que ya habían salido del "encerron" pero el no se había comunicado conmigo, supuse que toda esta situación los tenía muy atareado y decidí no atosigarlo.
- Mayel has sabido algo de...- el solo negó.
- Tengo que regresar a revisar afuera, si necesita algo, ya sabe, con su permiso. - el moreno se retiró sin más.
Seguí mi camino hasta la mesa donde se encontraba mi familia, en esta también se encontraba el doctor Montes junto con su esposa, habían sido invitados por mi padre, cuando tome asiento no entendía hacia donde iba la plática, me limité a escuchar hasta que Ana Carolina habló.
- ¿Te encuentras bien?. - cuestionó por lo bajo.
- Claro, ¿Por qué lo preguntas?. - la mire.
- Bueno desde hace unos días tu seño está fruncido a toda hora y en todo lugar. - relajé mi rostro ante su comentario. - Agregándole que te pierdes muy fácil del mundo real.
- A ti no te puedo mentir. - me acerqué levemente a ella. - Estoy muy preocupada por Ovidio. - sentí como ella se tensó.
- Necesito contarte algo, ¿Vamos afuera para hablar de eso?. - yo asentí.
Ambas nos pusimos de pie, cuando íbamos a disculparnos por retirarnos un grito nos interrumpió.
- ¡El gran Andrés Ochoa en persona!. - mire al dueño de la voz.
Eres un señor de aproximadamente 50 años, venía acompañado de una señora castaña, detrás de ellos venían una chica que debía admitir era muy linda del brazo de un joven bastante apuesto.
- ¡Martín!. - mi padre se puso de pie al instante.
Ambos hombres se encontraron y se estrecharon en un abrazo.
- Es un honor acompañarte esta noche amigo. - mencionó el nombrado Martín.
- Muchas gracias por venir. - mi padre lo guió hasta nuestra mesa. - Renata mi amor, ¿Recuerdas a Martín?. - mi madre asintió al instante y se puso de pie.
- Pero claro que si, es un gusto volver a verlos. - mamá saludo a cada uno con un beso en la mejilla, termino regresando hacia la que resultó ser la esposa del hombre fundiéndose en una platica.
Mi padre presentó al hombre y su familia con el doctor Montes y su esposa, desafortunadamente cuando Ana Carolina y yo planeábamos retirarnos llegaron hasta nosotros.
- ¿No me digas que son tus hijas?. - mi hermana y yo miramos a papá.
- Así es, y mi mayor orgullo. - ambos sonreímos, papá tomó la mano de mi hermana. - Ella es Ana Carolina.
Carolina se acercó y saludó con cortesía, me sorprendió que ella terminó reconociendo a la chica que acompañaba a los amigos de papá.
- ¿Melissa?. - cuestionó mi hermana.
- ¡Caro!. - ellas se abrazaron. - Es una gran sorpresa volvernos a encontrar, supongo que mi madre notó mi cara de sorpresa.
- Ellos son grandes amigos de la familia Ale, viajábamos y convivíamos mucho juntos. - la mire anonadada. - Tal vez no lo recuerdes porque eso fue cuando tú tenías solo cuatro años. - asentí.
- Mi amor ven aquí. - mi padre tomó mi mano y me guio hacia sus amigos. - Ella es Alessandra. - sonreí y me acerqué a saludarlos.
- Mucho gusto. - me acerqué al señor Martín y su esposa dejando un beso en la mejilla de cada uno.
- Hemos escuchado muy excelentes comentarios sobre ti linda, mejor dicho doctora. - me sonrieron amablemente.
- Oh no es necesario que me llamen así. - pause. - Solo Alessandra.
- Lo que tienes de bella lo tienes de humilde.
- Gracias señor Martín. - le brinde una sonrisa.
- Oh tanta formalidad no es buena, llámame Tío Tatín. - rio. - Así lo hacías hace años.
- Lo tomare en cuenta. - reímos.
- Seguro no nos recuerdas, ella es mi esposa Esperanza. - le sonreí a la mujer.
- Sigues igual de preciosa que hace unos años. - agradecí su comentario.
- Ella es mi hija Melissa. - agrego Martín, la chica al instante se acercó a mi.
- Hola Ale. - me abrazo repentinamente y no hice más que corresponder. - Se que te parecerá extraño, pero aún recuerdo cuando éramos pequeñas y junto con Caro jugamos a que tú eras nuestra bebe. - soltó cuando nos separamos, reí ante su comentario.
- Y ahora no queda nada de esa bebe. - comenta mi hermana sonriendo.
- Mas bien no queda nada de esas pequeñas, ahora todas son unas mujeres ejemplares. - comento papá causando que las tres nos sonrojáramos.
- El es mi hijo...- Martín pausó y miro para todos lados. - Este muchacho, una disculpa hija siempre se desaparece.
- No se preocupe. - sonreí.
Luego de la presentación todos regresaron a sus conversaciones normales, busque a mi hermana con la mirada, esta se encontraba adentrada a una conversación con Melissa, olvidándose por completo de nuestra escapada.
Me decidí por caminar hacia la barra de bebidas, llegue a esta y me pedí un vodka con arándano, en estos momentos desearía perder la conciencia con alcohol, pero debía abstenerme por mi padre, una vez que tuve mi bebida en mano, tome un gran sorbo.
- ¿Ya te dejaron de lado cierto?. - comento un chico posicionándome a mi lado.
- Creo que no entiendo.
- Cuando éramos niños siempre sucedía lo mismo, tus padres con los míos, mi hermana con la tuya, y nosotros con la niñera. - pausó. - O en tu caso eras obligada por ellas a disfrazarte de cosas que no te gustaban. - reí cuando señaló hacia donde se encontraba Carolina acompañada de Melissa, caí en cuanta de quién era.
- Tu lograste escapar antes. - hice referencia a que el no estaba presente cuando su padre lo mencionó.
- Siempre que asistimos a este tipo de eventos es mejor desaparecer antes de que comiencen las presentaciones. - me miro. - Aunque de saber que estabas ahí...- dejó la oración sin terminar.
Ambos nos quedamos en silencio, le di un trago a mi bebida y lo observé, era una réplica de su padre, pero con los ojos celestes de su madre, su cabello castaño claro estaba perfectamente peinado, la barba que enmarcaba su rostro se notaba era muy cuidada, y su vestimenta a pesar de ser un simple traje negro acompañado de una camisa blanca a juego con su corbata celeste lo hacían lucir excelente.
- ¿Me seguirás observando toda la noche o prefieres la presentación?. - reí avergonzada ante su pregunta.
- Lo siento. - el sonrió. - Alessandra Ochoa, un gusto. - estire mi mano hacia el, este la tomo al instante y la estrecho.
- Fernando Ruvalcaba, el gusto es mío.
Me brindo una sonrisa que al instante correspondí, después de encontrarnos la noche no fue tan tediosa, ambos nos hicimos compañía y resultó una velada espectacular.
・・・
• 17 de Diciembre 2015
Ubicación: Ahome, Los Mochis, Sinaloa, México.
Ovidio POV:
5:20 PM
- Hijo'e su perra madre. - lance el documento hacia la mesa.
No podía creer que mi carnal fuera tan cabron como para hacer eso.
- Les dije que este traía algo entre manos. - soltó Alejandrina.
Acabábamos de recibir las pruebas de como Archivaldo había dado el pitazo a los del ancla cuando hicimos el trato en casa de el Robe.
Me acerqué al vato de la policía que habíamos agarrado junto con Alfredo, unos momentos antes el tenerlo amarrado como puerco y los golpes que le estaban dando me habían causado remordimiento, pero ahora me valía, iba a chingar a su madre.
- ¿Qué más te dijo ese pendejo?. - le cuestione agachándome y mirándolo fijamente.
- Nada. - contestó en un susurro.
- ¿Tas' seguro mijo?. - Alfredo llegó a mi lado y lo apunto con su pistola.
- Por favor no me haga nada, tengo una familia y...- le solté un puñetazo.
- Yo también tengo una familia cabron y aún así me entregaron en charola de plata. - reí. - Así que hablas o te carga la chingada, tú decide - el vato se quedó mirando al suelo, no quería hablar.
- Cinco, cuatro. - saque el arma de mi cintura, lo apunte. - Tres, dos. - cargue la pistola y posicione mi dedo en el gatillo. - Uno.
- ¡Está bien!. Le prometo que le soltare todo pero por favor no me haga nada . - comenzó a llorar.
- Órale perrillo desembuche. - soltó Serafín.
- El señor Archivaldo nos dio el pitazo cuando usted hizo ese movimiento en la casa de el licenciado Roberto, nos dio hora y lugar para que nosotros avisáramos a los altos mandos. - rasqué mi barbilla.
- ¿Qué más?. - tome un banco y me senté frente a él.
- También nos mandó a quebrar unas propiedades hace unos meses, no sabría decirle a quien pertenecían pero si me enseña un mapa se las señalo. - le hice una señal a Uriel, este en corto se acercó con el mapa. - Eran en este sector, después nos mando para acá. - señaló Guasave y posteriormente Los Mochis. - Luego nos encargo chingarnos unas casas aquí mismo en Ahome, y matar a unos vatos que cuidaban unos terrenos afuera del pueblo.
- Hijo de puta. - mencionó Alfredo al saber que Iván era el que se había chingado a su gente.
Yo estaba que me llevaba la chingada, el había sido quien me había jodido las casas de Ahome y el laboratorio de Los Mochis.
- ¿Tiene algún otro secretito?. - soltó Serafín.
- Pues no se si cuente el informarle que Don Iván tiene nexos con uno de los puestos más altos en el gobierno, la mano derecha de el presidente.
- ¿Gonzalo?. - cuestione.
- Así mero, cada mes le pasa una buena cantidad de feria para que le haga paros cuando se le antoja.
- Cuídalo. - Uriel asintió, Alfredo, Serafín y yo nos reunimos con Alejandrina que se mantenía al margen de todo.
- ¿Qué vamos a hacer con este cabron?. - cuestionó el Alfredo señalando al informante.
- Matarlo que más. - respondió Serafín.
- No. - solté. - Este vato nos puede servir, nomas' hay que tenerlo bien resguardado.
- ¿Estas seguro Ovidio?.
- Claro mija. - respondí a Alejandrina. - Si este se sabe todos los nexos que tiene el Iván ya chingamos, si no con que nos mantenga al tanto la hacemos.
Los tres me miraron y asintieron, me acerqué de nuevo al vato que aún permanecía con los ojos vendados y hablé.
- A ver cabron, ¿Si te das cuenta en la situación que estás?. - el no respondió. - Deja te explico. - tome asiento en el banco de nuevo. - Con toda la mierda que me soltaste, acabas de traicionar a tu patrón, ¿Sabes eso como se paga?. - el asintió. - Pero no todo es malo mijo, porque si tú cooperas conmigo, yo te salvo la vida.
- Usted solo dígame que hacer, pero por favor no me mate soy el único sustento de mi...- lo interrumpí.
- Me vale tu historia de vida plebe, cállate el hocico y escucha. - aclaré mi garganta. - Te vas a desaparecer unos días de tu cargo, vas a inventar que se te murió tu abuelita, tu jefa o el perro lo que se te de la gana, cuando regreses vas a seguir sirviéndole al Ivan como si nada, pero me vas a mantener al tanto a mi de cualquier chingadera que a ese vato se le ocurra hacer, ¿Estamos claros?. - asintió. - No escuche.
- Si.
- ¿Si que?. - lo mire.
- Si patrón. - sonreí.
- Así me gusta. - retrocedí, busque a Uriel con la mirada, le hice una señal y el se acercó al instante. - Sácalo de aquí, llévatelo a la casa tres vendado, que le den ropa pa' que se sienta agusto y aliméntenlo, quiero que lo tengas bien vigilado.
- Claro patrón. - Uriel organizó a los muchachos y comenzaron a sacarlo.
- A este hijo de su bomba madre se le va a venir una grande encima. - soltó Alfredo cuando me acerqué a ellos.
- Va a ver qué nos va a pagar cada una, porque mientras mas mamadas nos haga, más grande va a ser su putiza. - conteste.
- Llévense esto con calma. - hablo Alejandrina. - Voy a hablar con mi papá, le voy a empezar a meter las dudas sobre Archivaldo para que lo comience a vigilar.
- A ver si se da cuenta de la mierda de hijo que tiene. - atacó Serafín. - También debemos de quebrarnos al pendejo de Gonzalo por descarrilarse.
- Ya está, organicen bien ese pedo y al rato nos juntamos otra vez en lo de Alfredo.
Sin esperar respuesta salí de la cabaña y cerré la puerta, me alejé unos pasos, adentré mi mano al bolsillo de mi pantalón para tomar un cigarro, junto con este saque el encendedor que siempre cargaba conmigo.
Lo coloqué en mi boca, acciónenla flama y di una calada, suspiré al sentir como el humo llenaba mis pulmones, autodestrucción pura, pero me valía madre, esto era lo único que lograba relajarme en estas situaciones.
Solté el aire y mire frente a mi, apreté mi mano libre un puño, todos estos días las cosas estaban de la chingada, varios carteles contrarios querían venir a controlar Culiacán, y estaban pendejos si creían que la iban a tener fácil.
Yo ya había tenido dos enfrentamientos con unos del Golfo, y otros con la gente del Mencho, agregándole que los de el ancla cada vez aparecían con más frecuencia pero ahora ya sabíamos de quién era la culpa.
En otros aspectos mi mente era un desmadre, todo me tenía muy confundido, desde hace varios días la perra culpa me carcomía y agregándole que estoy viniendo hacer mis mierdas a la casa donde le prometí a mi chula que todo sería derecho la estaba cagando más.
Avente el cigarro al piso y lo aplaste con la suela de mi tenis, quite la gorra de mi cabello y lo acomode para después volver a dejar esta en su lugar.
- En cualquier momento vas a explotar. - me sobresalte al escuchar la voz de Alejandrina.
- Hija de la chingada no vuelvas a hacer eso. - exclame enojado.
- Discúlpame. - soltó cuando se posicionó a mi lado.
Ambos desde lo lejos estábamos admirando la casa que pertenecía a mi chula, sentí una presión en mi pecho al darme cuenta que varios de los planes que tenia en mi mente con ella y este lugar tal vez no se llevarían acabo.
- ¿Hasta cuando vas a tener el valor de verla?. - cuestionó mi carnala.
- No quiero hablar de eso.
- Ovidio todo esto te está haciendo mal, ¿Acaso no te das cuenta?. - se puso frente a mi.
- Ahorita no tengo tiempo para centrarme en chingaderas. - pase por su lado decidió a irme pero me retuvo de el brazo.
- ¿Te estás escuchando?. - me miro. - Hace unas semanas te desvivías por Alessandra y ahora, ¿Es una simple chingadera?.
- Alejandrina no empieces. - suspiré.
- Claro que voy a empezar, eres mi hermano Ovidio me preocupas. - tomo mis mejillas entre sus manos. - No es justo que estés así, mucho menos que a ella la tengas así, ¿Imaginas lo que debe estar sufriendo al no saber nada de ti?. Más con este desmadre.
En este momento no sabía si su preocupación por mi o todo lo que había pasado estos días era lo que había logrado quebrarme.
- No se que chingados hacer. - hable con la voz entrecortada sintiendo como mis ojos comenzaban a arder.
Cuando las lágrimas comenzaron a resbalar por mis mejillas traté de sacar mi rostro de su agarre para evitar que me viera llorando, Alejandrina al instante afirmó sus manos en mi cara.
- Esta bien llorar de vez en cuando Ovidio, ustedes y su estúpido complejo de machitos. - con sus pulgares limpio las lágrimas. - Sabes que debes hablar con ella.
- Ya lo se mija ya lo sé, pero ni siquiera yo entiendo que ocurrió. - la mire fijamente. - No quiero perderla.
- Debes explicarle todo, si ella decide irse debes aceptarlo hermano, pero si ella se queda es porque en realidad comprenderá la situación y puede que hasta te ayude.
- ¿Cómo chingados me va a ayudar Alejandrina?. Te apuesto que lo primero que va a ser es voltearme el hocico de una cachetada y después me va a largar.
- Pues si eso sucede debes de aceptar tu responsabilidad, guardar los sentimientos y seguir adelante, pero por favor no te debilites, no te dejes vencer así.
Mire a mi hermana, Alejandrina, Griselda, Joaquín y Cesar eran las únicas personas de esta familia que aún tenían el alma limpia y la conciencia tranquila, cuando éramos más morrillos siempre me gustaba hablar con ella, nos contábamos todos nuestros pedos, pero conforme fui entrando más al negocio más nos distanciamos.
Sin pensarlo la abrace, tenía mucho que no lo hacía.
- Gracias por seguir aquí a pesar de todo. - mencione en su oído, al instante sentí como se aferró a mi.
- Sabes que a pesar de que seas un cabeza dura, siempre y sin importar nada estaré para ti. - dejó un beso en mi mejilla.
- Miren que bonito, ¿A mi no me invitan al abrazos perrillos?. - la voz de Alfredo nos sorprendió.
- Ven acá pendejo. - respondí.
El vato en chinga corrió hacia nosotros y se nos unió, los tres nos abrazamos como pudimos, y como no lo hacíamos desde hace mucho tiempo.
- Los amo cabrones. - deje un beso en la frente de cada uno sin importarme sus quejidos.
Así continuamos un rato más platicando entre nosotros, porque a pesar de que tengo uno en el cielo, otros están lejos y uno se me está volteando, si hay algo que amo en este mundo, es a mis hermanos.
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- Fernando Ruvalcaba Alatorre (Interpretado Erik Hayser en este look)
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