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• 08 de Noviembre 2015

Ubicación: Culiacán, Sinaloa, México.


Alessandra POV:


2:30 PM


Sonreí cuando Noel abandonó el consultorio de la mano de su madre, ese pequeño era un remolino a pesar de tener insuficiencia renal, termine de ordenar los expedientes de los pacientes que había tratado hoy para no dificultarle tanto el trabajo a la persona que los recolecta.

Salí del consultorio con dirección a la sala de descanso, aún me faltaban varias horas para salir de mi turno, cuando llegue ahí me deje caer sobre uno de los sillones recostándome por completo y cerrando los ojos, estaba exhausta, las últimas dos noches no pude dormir en lo absoluto, el tema de Ovidio me tenia los nervios destrozados.

Luego de nuestra discusión tome todos los regalos que me había hecho, los coloqué dentro del maletero del auto y le regrese las llaves a Mayel, este último me rogó que no hiciera eso, pero no podía tenerlos después de lo que su adorado patrón me dijo.

En estos días me mente tenía una lucha a muerte entre la idea de confesarle todo a mis padres o dejar las cosas como estaban, y no es que me decidiera por la segunda opción pero dentro de mi no había el coraje necesario para soltar semejante bomba, abrí los ojos cuando la puerta de la sala de descanso era cerrada, mire al chico y le sonreí levemente.

- Vaya ojeras. - soltó al verme.

- Gracias por el alago. - abandone mi posición sentándome por completo y el tomó asiento a mi lado.

- A leguas puedo notar que no estás bien. - pausó. - ¿Hay algo mal con el?. - me cuestionó con cautela.

- Todo, absolutamente todo mal. - suspiré. - En algún momento nos arreglaremos y si no es así, pues que más da. - alce mis hombros tratándome de hacer la desinteresada.

- Supongo que todo es por lo qué pasó en casa de tus padres, agregándole que mi presencia en tu departamento no le debió agradar.

- Así es Leo. - confesé con pena. - El me pidió que me alejara de ti y prácticamente me condicionó para que le confesara todo a mis padres.

Al confesar eso pude sentir como el se tensó a mi lado, ambos duramos unos segundos en silencio hasta que el decidió tomar la palabra.

- Mira preciosa sobre lo primero. - suspiro con pesar. - Planteó las cosas desde la perspectiva de el y puedo entenderlo, a mi tampoco me gustaría que cualquiera quisiera usurpar mi lugar con mi pareja. - tomo mi mano. - Como te lo dije el otro día mi intención no es causarte problemas, así que, yo decido hacerme a un lado y alejarme de ti para que puedas estar bien con el.

- Leonardo no es necesario. - lo mire sorprendida.

- Claro que lo es, mira cómo estás, no soporto verte de esa manera, por lo tanto te prometo que no me acercare a menos que sea necesario o llegues a necesitar algo frente a tus padres. - mire hacia el suelo. - Sobre lo segundo, creo que el debería de ponerse en tu lugar y tratar de entender tu situación, hasta yo puedo imaginar como se pondrían las cosas en tu familia si les revelas algo como eso de una manera tan repentina.

- Es lo mismo que yo pienso, y no es justo todo esto. - pude sentir como unas cuantas lágrimas escaparon de mis ojos.

Al instante Leonardo las seco con uno de sus pulgares y me abrazo.

- Tranquila, lo mejor que puedes hacer es hablar con el ahora que ambos están más tranquilos. - asentí.

Leo se separó de mi y me miro con una sonrisa.

- Gracias por esto, creo que necesitaba desahogarme un poco.

- No agradezcas, sabes que a pesar de todo yo seguiré pendiente de ti, pero ahora de forma incógnita. - sus últimas palabras me hicieron reír levemente.

Note como el se puso de pie y se acercó al compartimiento de Maximiliano para tomar un par de carpetas.

- Tengo que llevarle esto a Max, fue un gusto platicar contigo. - regresó a donde yo estaba y dejó un beso en mi mejilla. - Cuídate. - asentí.

- Tu también. - el me mostró una de sus sonrisas y sin más salió de la habitación dejándome sola.

Era momento de arreglar todo este lío.


9:00 PM 


Apague la camioneta y mire la puerta de entrada a la casa de mis padres, justamente hoy se les había ocurrido invitarme a cenar, pareciera que el destino se confabula contra mi, tome mi bolso del asiento de copiloto, abrí la puerta del vehículo para salir de este, asegure la camioneta y caminé hacia la entrada, estaba por llegar pero unos gritos llamaron mi atención.

- ¡Patrona!. ¡Señorita Ale!. - era Mayel.

Me gire para mirarlo, aun no se cerraba el portón de acceso así que indique se acercara, entro a la propiedad corriendo y llego a mi lado.

- Dispense que la moleste, yo se que no le ha de parecer que entre aquí pero tengo un recado pa' usted. - miro sus manos nervioso.

- No te preocupes, tú si eres bienvenido aquí. - esbozó una leve sonrisa. - Dime, ¿Que pasa?.

- Bueno pos' mi patrón me encargo le avisara que quiere verla ahorita. - asentí.

- Entiendo.

- Entonces vamos. - Mayel se hizo a un lado para cederme el paso .

- No Mayel, te pido que le comuniques a tu patrón que no estoy a su disposición cuando se le ofrezca, yo le aviso cuando tenga tiempo.

- Pero señorita no quiero que...- lo interrumpí.

- No te va a hacer nada te lo aseguro, porque si a ti te pasa algo que no le quepa duda que no me vuelve a ver en su vida, también comunícale eso.

- Pos' si no hay de otra. - asintió.

- Y por favor, tomate la noche libre, te prometo que te aviso si llego a necesitar algo.

- Ta' bueno, con su permiso. - me miro una última vez y siguió su camino a la salida.

Di media vuelta y ahora si entre a la casa de mis padres.

Todo se encontraba en silencio, supuse que estarían en el comedor.

Camine por el lobby en dirección a la cocina pero me detuve al ver tres siluetas en la sala.

- Papa, mamá ya estoy aquí. - avisé adentrándome a la habitación.

- ¿Cómo te fue mi amor?. - cuestionó papá.

- Bien gracias . - ambos solo asintieron.

Iba a preguntarles por la cena hasta que mi mirada viajó hacia la persona que los acompañaba, no lo podía creer.

- ¿Tú?. ¿Aquí?. - cuestione nerviosa, solo asintió.

- Hola. - se puso de pie y se acercó a saludarme con un beso en la mejilla.

Tomó mi mano y me obligó a tomar asiento a su lado, sabía que me necesitaba.

- Ya que estamos todos, te escuchamos. - soltó mamá.

- Yo solo vine porque, quiero aclararles muchas cosas. - suspiro.

- No me interesa escuchar ninguna palabra que venga de ti. - agregó papá.

- Andrés por favor, no seas tan duro. - dijo mi madre mirándolo.

- ¿Y como quieres que me porte después de todo lo que ha pasado?. - atacó papá.

- Creo que se deben de tranquilizar los dos, solo escuchen lo que tiene que decir. - suspiré.

- Adelante Ana Carolina. - acepto papá a regañadientes.

- Primero que nada, quiero que sepan que me alegra demasiado verlos después de tanto tiempo, no saben todo lo que me han hecho falta. - la mire y pude notar como sus ojos estaban cristalizados.

Apreté su mano para tratar de tranquilizarla, ella me miro y me brindó una ligera sonrisa.

- Nosotros también te hemos echado de menos. - mencione ganándome una mirada dura de mis padres.

Ella asintió y se puso de pie, se plantó frente a mis padres observándolos con detenimiento, estos últimos permanecían con un semblante serio.

Note que mi madre estaba por decir algo pero detuvo su habla cuando mi hermana impactó de rodillas frente a ellos.

- Perdónenme por la gran estupidez que hice, ustedes me advirtieron a cada instante que ese hombre no me convenía, pero yo me encontraba enamorada y en un vano intento de intentar cambiarlo deje de lado lo más importante que tengo en esta vida que son ustedes, mi familia.

Al instante me puse de pie y me arrodillé a su lado.

- Caro ponte de pie. - tome su brazo con la intención de levantarla, en su estado no era conveniente que se alterara así.

- No. - se sacó de mi agarre y regreso su vista a mis padres. - Yo se que las cosas nunca volverán a ser lo mismo, pero ya no puedo más con el dolor dentro de mi corazón al saber que les he fallado y qué tal vez los he perdido.

Su llanto llenó la habitación, nadie decía palabra alguna, yo solo me limitaba a acariciar la espalda de mi hermana dándole ánimos.

Pasaron unos segundos antes de que mi madre se arrodillara junto a nosotros y envolviera a mi hermana entre sus brazos.

- No se lo qué pasó, pero al parecer te diste cuenta de la realidad de una forma no muy agradable. - limpio como sus pulgares las lágrimas de Ana Carolina para después tomar la mano de mi padre que miraba un punto fijo a la nada. - Y aunque a veces quisiéramos guardarlas en una caja de cristal para evitar que cualquier cosa las lastimara, tenemos que dejarlas seguir su camino y cometer sus propios errores para que se vuelvan fuertes y aprendan las lecciones que les tiene deparado su destino.

Las palabras de mi madre me hicieron reflexionar rápidamente todo por lo que estaba pasando.

- Por favor discúlpenme, no quiero seguir mal con ustedes hago lo que me pidan con tal de que me permitan acercarme de nuevo a ustedes. - mi hermana comenzaba a darme algo de lástima, aunque en su situación estaría igual.

- No tienes que hacer nada mi amor, a pesar de cualquier cosa está siempre será tu casa y nosotros tu familia, puedes regresar cuando quieras.

Mi madre y Ana Carolina se fundieron en un abrazo que ambas necesitaban desde hace tiempo.

Mi vista viajó hacia mi padre, el seguía sin expresión alguna.

- Papa, ¿En algún momento podrás perdonarme?. - mi vista viajó hacia mi padre que seguía sin expresión alguna, este solo suspiro.

- Aún tengo muy presente lo que hiciste, y como nos diste la espalda solo por...- pausó su hablar. - Mira Ana Carolina como dijo tu madre ustedes siempre serán nuestras pequeñas y aquí siempre tendrán su casa, pero ten bien en claro que una vez que te alejes de ese hombre, no te voy a permitir que regreses a su lado, por ningún motivo y sin excusas. Porque si yo me entero, que lo has vuelto a ver después de todo este teatro, te olvidas definitivamente de que tienes padre.

Mi hermana colocó sus manos sobre su vientre.

- Te entiendo papá, y ahora que mencionaste eso, necesito confesarles algo.

- ¿Ahora con que vas a salir?. - soltó mi padre irónico.

- Yo. - suspiro. - Estoy esperando un hijo de Iván Archivaldo.

No comprendí porque les soltó esa noticia de forma tan repentina, pero pude notar lo arrepentida que estaba al ver como mi padre se levantaba furioso y se retiraba de la sala.

Ahora si las cosas empeorarían.

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