20. ETHAN. Crisis.

«Las crisis pulen tu vida. En ellas descubres lo que realmente eres».

Allan Chalmers.

Ethan todavía continuaba en shock. Había pensado que Madison recobraría la sensatez y que entendería su posición... Si le hubiese permitido continuar explicándose, quizá... Porque se había encerrado en la oficina, negándose a hablar con él. Y no solo esto, sino que le había ordenado al servicio doméstico que lo pusiese de patitas en la calle, obligándolo a devolver las llaves como fuese un intruso.

     Así que, en un santiamén, se había encontrado volando en un avión hacia Ámsterdam por orden de Patrick. Y, después de que se le pasó el jet lag, le habían adjudicado un nuevo servicio. Ni siquiera había tenido tiempo de procesar la ruptura con Madison. Se suponía que todavía deberían estar juntos disfrutando de decenas de sorpresas que él le había preparado para festejar que, pese al fin del contrato, ambos seguirían juntos. ¡¿Cómo asumir tantos cambios de golpe?!

     Por este motivo cuando se reunió con Jade, la primera clienta de esta nueva etapa, aún tenía la cabeza puesta más allá del Atlántico y en una personita que no lo amaba lo suficiente como para admitirlo tal cual era. Para peor, la pelirroja había elegido como punto de encuentro el Hotel Waldorf Astoria, que tantos recuerdos le traía. ¡Qué difícil le resultaba dejar de pensar en la escritora!

     Cuando Jade arribó, tarde como siempre, ya había repasado uno a uno los principales momentos que había compartido con Madison allí, dejándolo inmerso en una mezcla de desazón y de furia, culpándola por ser tan estricta.

—Hola, cariño, ¡qué dicha volverte a ver! —Ethan se levantó de la silla y le dio tres besos, en tanto ella a continuación le daba uno apasionado sobre los labios—. He preguntado mil veces por ti, pero me decían que estabas haciendo un servicio muy largo y me tuve que conformar con algunos de tus compañeros.

     Ethan intentó responder con la misma pasión y similar alegría, pero le costaba lo suyo disimular. Madison, por desgracia, aún se aferraba a sus pensamientos. Comparaba la boca de ella con la de Jade y la diferencia era abismal, no sentía el mismo placer al acariciar su interior con la lengua. ¿Qué le había hecho esa mujer?, ¿acaso lo había embrujado? O, tal vez, la culpa era del poder de los malditos libros, tal como Ferri y Harry les habían asegurado, quienes se hallaban convencidos a pie de juntillas de que eran mágicos.

     Se dijo que, magia o no magia, él estaba trabajando y que sacaría adelante el servicio tal como lo había hecho siempre, con ganas o sin ganas. Seguro que a estas alturas Madison también estaría tratando de volver a la normalidad, y, dado por cómo ignoraba todos sus mensajes y todas las llamadas, no dudaba de que se hallaría buscando a alguien que compartiera con ella las ideas y los objetivos tan anticuados.

     Furioso, en lugar de volverse a sentar cogió a Jade de la mano y la guio hasta la habitación que la mujer había reservado. Cuando traspasaron el acceso, la empotró contra la puerta y le recorrió el cuello con la lengua, mordisqueándoselo.

—¡Ay, Ethan, cuánto me gusta! ¡Se diría que haces magia con la boca y con las manos!

     El comentario, lejos de halagarlo lo entristeció, porque volvió a traerle a la memoria el dichoso libro, La ballena. Y, para su desgracia, las reflexiones volvieron nuevamente a Madison. ¿Y si la chica, ofuscada, en estos momentos estaba haciendo lo mismo que él? Ethan se recordó que estaba trabajando y que no había punto de comparación entre ambas situaciones. Aunque la vocecilla malvada, ese diminuto demonio que se le alojaba en la cabeza, le susurraba que para el caso era lo mismo y que se había comportado con su novia con una falta absoluta de sensibilidad.

     Intentó concentrarse en la tarea y le desabotonó la blusa a Jade. La blanca piel le recordó a la de Madison, pero comprendió que ella lo estimulaba millones de veces más.

—Déjame que lo haga yo primero, cielo —le pidió la mujer interrumpiendo los pensamientos, en tanto le desabrochaba el pantalón y le bajaba la cremallera—. He soñado en millones de ocasiones con volver a hacerte esto.

     Le bajó el bóxer y le liberó el miembro. Empezó a masajearlo con la lengua por la parte de atrás, yendo poco a poco hacia la punta del glande. Tuvo que cerrar los ojos porque se sentía extraño, como si estuviese haciendo algo malo. Y cuando Jade se lo introdujo por entero dentro de la boca y comenzó a comerlo con sensualidad, cerró los ojos e imagino que era Madison quien le efectuaba la felación. La cogió de la cabeza, masajeándole la cabellera pelirroja, y de esta forma el placer lo inundó hasta la última de las células. Pero no le alcanzaba sentirla, sino que también necesitaba verla, y, al abrir los ojos y contemplar a la clienta arrodillada ante él, el hechizo se rompió. Sin embargo, volvió a intentarlo con ahínco. Se recordó que era su obligación darle placer a Jade y volvió a bajar los párpados para concentrarse en el trabajo y liberar sus instintos como siempre lo había hecho. Le costó un triunfo llegar al clímax, la mujer tuvo que empeñarse a fondo para conseguirlo, porque estaba distraído pensando en su ex novia. Cuando acabó, en lugar de desnudarlo y recrearse acariciándolo igual que durante la semana que pasaron juntos, lo observó fijo, lo analizó al detalle, y, luego, caminó hasta el sofá para sentarse.

—¿Cómo se llama? —le preguntó, invitándolo a acomodarse junto a ella.

—¿Cómo se llama quién? —inquirió Ethan, confuso, situándosele al lado.

—Cómo se llama la chica en la que estás pensando y de la que te has enamorado. Se nota que la sientes tan dentro de ti que no puedes disfrutar del sexo con otras.

     En lugar de contestarle que no pensaba en nadie, lo que correspondía si pretendía tener una actitud profesional, se desahogó:

—Se llama Madison... Lo siento, Jade, de verdad he intentado regresar al trabajo y evitar concentrarme en ella, pero es imposible. La ruptura está muy fresca, hace menos de una semana que nuestra relación ha terminado.

—Entiendo. —La pelirroja movió la cabeza de arriba abajo—. ¿Y cuál fue el problema que os separó?

—Estuvimos juntos durante casi un año y hubo un malentendido. Madison pensó que dejaría mi profesión y yo que ella estaba de acuerdo con que siguiera trabajando de escort.

—Imagino que si tú pensabas seguir trabajando le dabas a Madison libertad para acostarse con todos los hombres que ella quisiera. —Y lo taladró con la vista.

—¡Tú también no, Jade, por favor! —se lamentó, soltando un gemido.

—Disculpa, Ethan, pero si esperabas que tu novia te aguardara fiel, mientras tú te tirabas a cientos de mujeres con la excusa del trabajo, tengo que decirte que te has comportado como un capullo y que no me extraña que Madison haya cortado contigo.

—Creo que no entiendes mi posición, Jade.

     Él intentó explicársela, pero ella lo frenó poniendo en vertical la palma de la mano y diciendo:

—Solo alguien que viva en tu ambiente y que desarrolle un trabajo similar podría entenderte. De lo contrario, tal como tú lo planteas, suena a machismo puro y a deseos de seguir comportándote como un hombre soltero y sin compromisos. Tengo la impresión, Ethan, de que te has enamorado y de que el amor te ha hecho perder la brújula, porque la persona que yo conocí y que tanto me ayudó con mis problemas matrimoniales jamás actuaría como tú lo haces. —El tono que Jade empleaba era de reproche, tal como si se hubiese puesto de acuerdo con Madison y también se sintiese decepcionada—. ¿Sabes cuán difícil es encontrar un amor que encaje? Llámalo alma gemela, media naranja o como tú quieras. Con esa actitud y esa prepotencia, Ethan, lo único que has conseguido es acabar solo y estropear una oportunidad perfecta para ser feliz. Porque para mí está más claro que el agua que ahora solo puedes hacer el amor con tu ex novia y para efectuar el acto sexual con otra mujer te ves obligado a cerrar los ojos. ¡Y ni siquiera así logras dar ni recibir demasiado placer! Te lo digo con todo el cariño del mundo, cielo, pero creo que tu tiempo como escort  se ha acabado y da igual que sigas o no sigas con Madison.

—No sé qué me pasa, Jade. Me estás dando mucho en lo que pensar. —Le agradecía las molestias que se tomaba, pese a que le había arruinado la noche—. En mi descargo tengo que decir que mis padres al morir me dejaron una deuda enorme y que este trabajo consiguió ponerme al día. Me da miedo renunciar a él porque nunca se sabe qué nos depara el futuro.

—Si continúas así el futuro solo te traerá soledad, Ethan. Lamento decirte que has estropeado una relación que, al parecer, te hacía feliz.

—¿Y cómo puedes estar tan segura de eso, Jade? —Desorientado, arrugó la nariz como si algo oliese mal.

—Muy simple: porque eres incapaz de hacer el amor conmigo ahora cuando antes lo pasábamos genial. ¿Eso no te dice nada?

—Sé que estaba enamorado de Madison, pero no entiendo su actitud, nuestras diferencias eran irreconciliables —insistió, aunque la vocecilla entrometida volvía a susurrarle si de verdad había hecho todo lo posible para resolver el problema.

—Yo que tú actuaría con humildad y me empeñaría en que Madison me escuchase, pero reconociendo los errores previos. Porque no hay duda de que te has equivocado, cariño, es obvio que ninguna mujer que se precie aceptaría lo que tú propones, algo humillante. Si de verdad la amas reflexiona y reconócelo. Es una pena que el orgullo te haga seguir separado, cuando resulta evidente cuánto te importa.

—Tal vez exageras, Jade. —Pero si era sincero debía reconocer que su clienta tenía razón.

—Prométeme, al menos, que lo pensarás y que actuarás en consecuencia, Ethan —le rogó, cogiéndolo de la mano—. Y recuerda que la vida son dos días y que te lo dice alguien que también desperdició el tiempo al lado de una persona que no la valoraba. Tú me aconsejaste y gracias a ti reconduje el camino. Hoy espero poder devolverte el mismo favor.

—Me has dado mucho en lo que meditar. —Se acercó y le plantó a Jade un beso amistoso en la mejilla—. ¿Y qué hacemos ahora? Porque está claro que no vas a pagar por el fiasco de esta noche. —Le devolvió el dinero que ella le había pagado a la agencia, aunque le costó que lo aceptase.

—¿Te gusta jugar al póker, Ethan? Podemos pedir que nos suban las cartas junto con una buena cena.

     Y lo que iba a ser un intercambio apasionado se convirtió en la mejor reunión amistosa que Ethan tuvo en años.

https://youtu.be/QmrQuBQfFLM


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