2. MADISON. Confusión.
«Si no eres casto, sé cauto».
Refrán popular.
—¡Los hombres dan asco! —exclamó la escritora de improviso, rompiendo el silencio como si este fuese el cristal de una botella.
Trixie se sobresaltó, pues Madison llevaba una hora sin pronunciar palabra. Consideró que su amiga, en otras circunstancias, hubiese disfrutado al alojarse en la suite Brentano del hotel Waldorf Astoria de Ámsterdam, ya que lo integraban seis palacios del siglo XVII y del XVIII. Es más, en lugar de observar con talante retraído el canal Herengracht, dada su creatividad se hubiese dedicado a reunir notas o a empezar a escribir una obra histórica de romance.
¿Una novela con persecuciones en barcos, tal vez? Podría ser, no en vano a la ciudad se la llamaba «La Venecia del Norte». Aunque, en honor a la verdad, tenía muchos más canales que la italiana y multiplicaba por tres los puentes.
—Algunos hombres sí que dan asco —coincidió y se anotó la idea previa en la agenda para sugerírsela a Maddie cuando esta recobrara el optimismo—. Sin embargo, tienes que encontrarle el lado divertido. —Caminó hasta el sillón que su amiga había colocado frente a la ventana y le dio un masaje en el cuello: lo tenía agarrotado de tanta tensión.
—¿Encontrarle el lado divertido? —La miró con cara de perrito abandonado—. No hay nada ahora mismo que me divierta.
—¡Pues muy mal! Con solo recordar cómo Joel, Trevor y Ramsey corrían de un lado a otro de la habitación en pelota picada y bamboleando los diminutos penes, mientras tú y yo les tirábamos las lámparas de las mesas de luz y todos los adornos del dormitorio que pudimos encontrar, me hace estallar en carcajadas. —Beatrix comenzó a reírse sin poder controlarse—. ¡¿Cómo no te da risa?! ¡Los tenían muy pequeños!
Efectuó una pausa mientras la chica se limitaba a esbozar una mueca triste.
—¡Y mira que he visto más de diez veces la grabación que les hizo Charlie! —Intentó animarla, quitándole un par de contracturas de la espalda por medio del suave masaje—. Me guardaré una copia para sobrellevar los días agotadores y estresantes. Estoy segura de que siempre me hará desternillar de risa.
—En realidad no pensaba en Joel, sino en la presentación de mi novela. Parecía que en lugar de interesarles Pasión desatada fueron al evento para tirárseme encima como si fuese un trozo de carne.
—Eres guapísima, cariño, a los hombres les encantas. —Pretendió calmarla, aunque comprendía que el problema solo se corregiría con el paso del tiempo y a medida que fuese cogiendo experiencia.
—Te confieso que hasta prefería no haberme enterado de la traición de Joel. Hay que reconocer que como acompañante se desempeñaba genial, estaba en su salsa... No es que me queje, sabes que me gusta que vengas conmigo, pero juntas atraemos a todo tipo de sinvergüenzas. —Y era cierto, porque la concurrencia masculina intentaba ligarlas sin ningún escrúpulo.
—Pues este inconveniente tiene fácil solución, aunque para ello tengo que revelarte mi mayor secreto. —Se le acomodó sobre el reposabrazos y le levantó el mentón para que la mirase a los ojos.
—¿De esos secretos que si me los cuentas tendrás que matarme?
—No tanto, pero sí de los que no puedes compartir con nadie... Dime, Maddie: ¿no te llama la atención que haya reservado la suite Van Loon? Al fin y al cabo paso el día aquí contigo preparando las presentaciones y aconsejándote en tu próxima novela.
—No demasiado, imagino que prefieres tener vistas a la ciudad y al jardín en lugar de al canal. —Puso cara reflexiva—. Desde allí también accedes al spa privado y a la piscina.
—¿Recuerdas a Maximilian? —le soltó de repente, sin que pareciese lógico.
Madison consideró que era imposible que lo olvidara, pues se trataba de un londinense guapo como ninguno. Medía un metro noventa, tenía músculos de fisicoculturista y ojos azules translúcidos, pelo rubio brillante y podías hablar con él durante horas de cualquier tema sin que te aburriese ni que se quedara en blanco.
—Lo recuerdo, por supuesto. Era tu novio cuando publiqué contigo mi primera novela, un año después de mi paso por las Paid Stories de Wattpad.
—No era mi novio, Maddie, sino un chico de compañía. —El rostro mostraba calidez, como si estuviera concentrada en evocaciones agradables—. Por eso vengo tan seguido a los Países Bajos.
—¡¿Me estás diciendo que le pagaste a Maximilian para que fingiese ser tu novio?! —Y tanto abrió la boca por la sorpresa que no era capaz de seguir articulando palabras.
—¿Acaso crees que hombres así crecen al costado de los pinos igual que las setas? —Lanzó una carcajada escéptica y le dio un pequeño tirón de pelo—. Lo contraté aquí durante un par de meses... Estamos en Ámsterdam, las leyes son permisivas. Para solucionar tu problema podrías aprovechar a requerir los servicios de un hombre atractivo que se haga pasar por tu pareja y que te despeje del camino a los acosadores. De paso aprovecharías para darle una lección a Joel, porque aparecerías en la noticias cogida del brazo de tu nueva adquisición.
—¡¿Quieres que recurra a la prostitución y que contrate a un gigoló?! —chilló, saltando del asiento y poniéndose de pie—. ¡Sería estar demasiado desesperada!... Lo siento, no quería insinuar que tú sí lo estás...
—No me doy por aludida, no te preocupes. Piensa, Madison: ¿dónde vas a encontrar a un hombre que esté cañón, con un cuerpo de infarto, comprensivo, respetuoso, totalmente a tu disposición, apasionado, carismático, con un gusto exquisito, culto y elegante? —repuso Beatrix, alzándose de hombros—. En What Women Want Company todos son modelos o universitarios o profesionales y hablan por lo menos cinco idiomas. ¡Nunca en mi vida me he encontrado con unas tabletas de chocolate como las de ellos! Se nota que hacen pesas y que van al gimnasio.
—Estoy segura de que puedo pasar sin tanto chocolate... ¿Pero no te preocupan las enfermedades de transmisión sexual que puedan tener? —Se horrorizó la muchacha, en tanto se mordía las uñas porque muy dentro de sí percibía que un tsunami la arrastraba a tomar esta medida.
—¿Y las ETS que te podía contagiar Joel al alternar tu cama con las orgías? —le replicó, cogiéndole la mano con cariño para contrarrestar la dureza del tono—. Al menos sabes que los chicos de la agencia practican sexo seguro y que les hacen controles médicos una vez por semana... Lo que pasa, Maddie, es que tienes en la mente la imagen de la esclavitud sexual, pero cuando hablamos de escorts de alto standing nos referimos a hombres preparados, con estudios, que se acuestan por dinero porque les apetece. Maximilian me comentaba que era la única manera de conocer a mujeres bellas y poderosas, porque en la vida diaria no se le presentaban estas oportunidades.
—¡No sé yo! —Al menos ahora Madison dudaba y no se oponía radicalmente a la idea.
—¡Claro que sí, anímate! Lo más importante es que se adaptan a lo que tú buscas. En mi caso, tener sexo sin compromiso con tíos tan atractivos que resulta imposible toparse con ellos en el día a día —recalcó con voz enérgica—. Entiéndeme, Maddie: trabajo catorce o dieciséis horas cada jornada de lunes a domingo, ¿crees que tengo tiempo de buscar a un tío para compartir con él una noche loca de pasión? ¡Es imposible, no me da la vida! En cambio, si estoy en París, en Londres o en Sidney solo hace falta mirar los books, llamo a la agencia y se reúnen conmigo. ¿Sabes cuánta facilidad significa esto para mí? Y, encima, me ahorro los celos, las recriminaciones, las presencias indeseadas. Cuando me aburro, simplemente le pido que se vaya o cambio de compañero sexual.
—Gracias por ser tan sincera, Trixie, entiendo tu posición. —Le apretó el brazo en señal de complicidad—. Te comprendo, pero yo ahora mismo no estoy preparada para iniciar una aventura. De hecho, solo me interesa conseguir a alguien que me acompañe a las presentaciones y a los eventos.
—No necesitas acostarte con él si no te apetece. Hay mucha gente que los contrata para conversar o para no ir solos de viaje o para asistir a espectáculos, a casinos, a yates o a aviones privados.
—Reconozco que sin la presión de la cama sí me atrevería. —Madison suspiró: veía la luz al final del túnel.
—¡Estupendo! Tú tranquila, yo me encargo de pedir cita con el dueño de la agencia para mañana. —Le hizo gracia la prisa porque pretendía hacerlo rápido y así evitar que cambiase de opinión—. Me conoce desde hace muchos años y para un pedido tan especial como el tuyo no es necesario tratar con algún subordinado.
—Pide cita para dentro de tres días, mejor. —Maddie, ansiosa, se apretaba las manos—. Preciso pensar primero cuáles son mis opciones y qué es realmente lo que me interesaría.
Durante este lapso que estableció, al principio estuvo muy inquieta. Recién consiguió sosegarse cuando enfocó el dilema imaginando que tanto ella como el hombre a contratar eran los protagonistas de una de sus historias. Es más, elaboró fichas con el programa informático para escritores poniendo sus condiciones, los proyectos a compartir, el tipo de crecimiento personal que buscaba, y, por otro lado, los requisitos físicos con los que debía contar el escort, qué sensaciones tenía que producirle y cuáles serían los rasgos de carácter. De este modo le resultó sencillo y se halló calmada, setenta y dos horas después, al encontrarse con Patrick Gilmore, el conocido de Trixie que era propietario y director de la agencia.
En primer lugar, la sorprendió que la sede estuviese en un palacio situado sobre otro de los canales y que nada indicara a qué se dedicaban. Por fuera el edificio, asimismo, era casi tan elegante como el hotel en el que se alojaban. En segundo término, dentro ya de la oficina, le resultó bastante complicado quitar la vista del eslogan que ocupaba la pared opuesta a la ventana:
«What Women Want Company: especialistas en lo que las mujeres anhelan».
Luego de las formalidades iniciales, el dueño de la agencia le explicó:
—Dado su trabajo, Madison, esta es la mejor opción para usted. Como puede apreciar, nosotros no somos una página de internet en la que colocar anuncios, sino que hacemos una selección intensiva entre los cientos y cientos de hombres que tienen interés en colaborar con nosotros ejerciendo de escorts. Los elegimos, los entrenamos, les efectuamos un seguimiento psicológico y médico constante. ¿Ha pensado qué es lo que usted necesita? Porque Beatrix me dijo por teléfono que dudaba entre contratar solo compañía o el servicio completo.
—Imagino que Trixie le informó qué sucedió con mi prometido, tal como le solicité. —Patrick efectuó un gesto y se mantuvo callado por delicadeza—. He estado meditando en lo que tengo muy claro y es que preciso a una persona durante un año para que me acompañe en los viajes y que asista conmigo a los eventos y a las presentaciones fingiendo ser mi novio. —Hizo una pausa y respiró hondo para tranquilizarse—. Deseo contratarlo para cuarenta horas semanales y es probable que requiera sus servicios los fines de semana... Estoy dispuesta a pagarle un millón de euros, libres de impuestos. Por supuesto, abonaré aparte la comisión de la agencia. ¿Le parece que es un trato justo y que le pueda interesar a alguno de sus escorts?
Maddie dedujo que no constituía un pedido al que estuviese acostumbrado, pues notó el asombro.
—¡Me parece perfecto! Y estoy completamente seguro de que le interesará a muchos. Se da cuenta, Madison, de que esta opción significa su empoderamiento como mujer. ¿Para qué seguir siendo una víctima de las circunstancias, si usted puede elegir tener la sartén por el mango? —Él movió de arriba abajo la cabeza—. Verá que todos nuestros chicos son profesionales y empáticos, sensibles, confiables, carismáticos. No solo tienen belleza, sino también algo imprescindible: inteligencia emocional.
—¡Exacto, esto es lo que mi amiga necesita! —Trixie juntó las palmas como si fuese a aplaudir, pero se arrepintió y se limitó a cruzar una pierna sobre la otra—. Me costó mucho convencerla de que era lo mejor para ella.
—Por supuesto, el acompañante que usted elija firmará un contrato de exclusividad durante un año y solo se dedicará a usted, no podrá acostarse con nadie más. —Maddie pensó que por un millón de euros no esperaba menos, aunque estuviese condenando al pobre hombre a un celibato forzoso—. Mi consejo es que al establecer las estipulaciones incluya el servicio completo, aunque ahora mismo no esté segura. Tenga en cuenta que usted, Madison, regresará más temprano que tarde a Nueva York y allí no sería posible revisar las cláusulas porque, a diferencia de nuestras leyes, las estadounidenses son mucho más estrictas y consideran ilegales estos acuerdos.
—Sí, póngale el paquete completo, luego ella decidirá qué le interesa y qué no en cada momento. —Maddie asintió en dirección al responsable de la agencia para corroborar el pedido de su amiga.
Resultaba irónico que Beatrix utilizase la palabra «paquete», que significaba al mismo tiempo «genitales masculinos ceñidos por una prenda apretada», porque le estaban poniendo al pobre escort un cinturón de castidad.
—Ahora solo resta efectuar la elección. —Patrick sacó diez carpetas del escritorio y las apiló delante de ella—. Hay modelos, abogados, médicos, economistas. Todos hablan inglés y cuatro idiomas adicionales por lo menos. Por supuesto, todos son heterosexuales también. Algunos admiten hacer tríos con otro chico o voyerismo con la pareja, ambos son pedidos muy demandados.
Maddie consideró que ella existía en un mundo paralelo porque nunca se le había ocurrido invitar a un segundo hombre para practicar sexo y ni siquiera había sido consciente de estas prácticas.
Pensando en el fiasco de su ruptura con Joel, le pidió:
—Por favor, muéstreme fotografías de los que sean heterosexuales y que como mucho hagan tríos solo con mujeres.
El dueño de la agencia retiró siete carpetas y solo dejó tres sobre la madera repujada del escritorio. Luego abrió otro cajón y cogió nueve más.
—Me he tomado el atrevimiento de hacer una preselección, Madison —le explicó con aire comprensivo—. He buscado los perfiles compatibles con la dificultad de la tarea, porque usted necesita un acompañante con habilidades especiales para dejarla en buen lugar. Es una escritora famosa y quien esté a su lado debe tener muchísimo tacto y moverse como pez en el agua ante cualquier situación. He preferido añadir a aquellos que son cinturón negro en artes marciales. No para que sea su guardaespaldas en el sentido clásico, sino para que sea capaz de protegerla ante algún acontecimiento inesperado. Por lo que me ha comentado Beatrix entre sus fans hay varios acosadores.
—Suele haberlos, el hecho de que escriba romance erótico los hace pensar que estaré feliz de fornicar con cualquiera. —Por el tono cínico se deducía claramente cuánto le molestaba.
Si bien al principio se hallaba reacia de acudir a What Women Want Company, con el paso de los minutos y debido al tacto de Patrick Gilmore se había ido percatando de que esta era la única opción viable. Incluso, no comprendía por qué no se le había ocurrido antes.
Cogió la primera carpeta. Se le secó la boca al apreciar al elegante hombre rubio de ojos verdes que le sonreía desde la imagen. Hudson se llamaba. Las fotos eran artísticas, nada de desnudos integrales como había temido al curiosear los ofrecimientos de escorts en internet. Leyó que era modelo profesional y no le extrañó, porque la elegancia en las poses y la naturalidad que desprendía así lo sugerían. Se había graduado en Londres en Ciencias del Deporte y esto se reflejaba en el cuerpo escultural. Amaba viajar, pasión que le haría disfrutar de su año con ella.
Estuvo a punto de quedarse con el primero, pero se lo pensó mejor y siguió mirando: todos estaban cortados por el mismo molde y solo variaban los estudios, las profesiones y el tipo de belleza que poseían. ¡Cuán difícil se le hacía optar por uno, se los hubiese llevado a todos!
Sin embargo, cuando llegó al último book supo que solo lo podía contratar a él: era el único estadounidense, tenía veinticinco años y se había graduado en la carrera de Economía en Harvard (le faltaba presentar la tesis final). Hablaba, además de inglés, español, francés, italiano, portugués, alemán, griego, neerlandés, árabe, ruso, japonés, coreano y chino mandarín y cantonés. «¡¿Cómo es posible que alguien entienda tantas lenguas!?», pensó, noqueada. Y, más curioso todavía que esto, tenía unos hermosos ojos en tono violeta, el pelo de color azabache, era guapo como ninguno y poseedor de un cuerpo que hacía que le diesen deseos de zambullirse dentro de la imagen.
—Tiene que ser él. —Le entregó el álbum al dueño de la agencia.
—Por supuesto, primero debo consultarlo, todos nuestros escorts son libres de elegir. —Patrick pensó que Ethan jamás rechazaba un servicio porque adoraba a todas las mujeres por igual y no le importaba la edad ni el color ni el tamaño—. Tengo que decirle, Madison, que este acompañante ha optado por presentarse ante las clientas con su verdadero nombre: Ethan Walker. Ya ve, todo en él es auténtico.
—Entonces hemos terminado —comentó la escritora, poniéndose de pie.
—Un momento, Maddie. Ahora que hemos resuelto tu tema, quiero buscar uno para mí—. Trixie cogió las carpetas que Madison había descartado y comenzó a analizarlas—. Mientras esté en Ámsterdam necesito encontrar a alguien que me acompañe durante la noche en la suite Van Loon...
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