19. MADISON. Ruptura.
«¿Sabe lo mejor de los corazones rotos? Que solo pueden romperse de verdad una vez». Lo demás son rasguños.
Carlos Ruiz Zafón
(1964-2020).
—No entiendo, Ethan. —Madison puso cara de desconcierto—. Estamos comprometidos, nos amamos y en una semana cuando se venza el contrato, ¡¿piensas seguir con tu profesión?!
—Cielo, creí que esto estaba claro. —Le tocó el turno de asombrarse a él—. Cuando nos enfadamos hace unos meses porque tú me acusaste de haber entregado el vídeo a los medios, entendí que aceptabas mi trabajo y que este no sería ningún impedimento para nuestra relación.
—¡Nunca hablamos de ese tema! —negó ella, mesándose la cabellera—. Es más, lo que yo entendí fue lo contrario, que me amabas lo suficiente como para dejarlo todo por mí. ¡¿Para qué nos comprometimos si vas a seguir acostándote con tu ejército de mujeres?! ¡Es una crueldad sugerir algo semejante!
—No veo donde radica el impedimento, Madison. —Abría los ojos desmesuradamente, como si para él fuese una sorpresa desagradable la conversación que estaban manteniendo—. Muchos compañeros de trabajo y cantidad de actores porno desarrollan actividades en lo suyo y luego regresan con las parejas y con la familia, es solo un empleo como cualquier otro.
—Entonces me exiges que vea con buenos ojos que te vayas a pasar las noches o un par de semanas con otras mujeres, que te las folles y que luego regreses para acostarte conmigo con las babas de todas ellas.
—No es así, solo se trata de un trabajo más como tantos otros —insistió Ethan, desacomodándose los cabellos.
—¿Tendrás sexo con ellas sí o no?
—Sí —reconoció en un susurro.
—Supongo que no esperarás que yo esté tranquila aguardando que vuelvas. —Y, furiosa, enfocó en él la mirada—. Porque si tú tienes sexo con otras mujeres también me tendré que acostar yo con otros hombres.
—No es lo mismo, Madison, lo tuyo sería placer, lo mío es solo trabajo. —Se notaba que la mera idea lo sacaba de quicio.
—Imagino que tú no sientes placer cuando te acuestas con tus clientas, entonces. No entiendo cómo puedes cumplir con los servicios si no se te para la polla. —Sabía que estaba siendo brusca y hasta ordinaria, pero no soportaba la hipocresía de Ethan.
—Bueno... tú me entiendes. Mi gran placer es estar contigo, Madison, yo a ti te amo.
—Al parecer no me amas tanto si estás dispuesto a continuar con tu vida de antes. —No lo decía para hacerlo cambiar de opinión, sino que de verdad se sentía decepcionada y le dolía en el alma que él pensase de esta manera.
—Solo sería durante cinco o diez años, Madison. —La observaba con esa mirada compradora que siempre conseguía envolverla en sus planes—. Tú ganas mucho dinero con lo tuyo y yo también con mi profesión. Sé lo que es estar sin un céntimo y viviendo sin ninguna esperanza acerca del futuro. Ser escort es lo único que me ha ayudado a salir adelante y a dejar atrás los problemas.
—Lo que me estás diciendo realmente, Ethan, es que amas más tu trabajo que a mí. —El dolor le ensombrecía el rostro, al igual que era evidente el gesto de decepción—. Creo que lo tienes tan asumido que ni siquiera te percatas de lo ofensivo y de lo sexista que eres al hablar. Parece que lo único que cuenta es lo que tú sientes.
—Créeme, Madison: tú eres el amor de mi vida y siempre pienso en lo mejor para los dos. —Se defendió, caminando de un lado a otro del dormitorio.
—No, al contrario. Constato que tu manera de querer es muy pobre y que no se aproxima para nada a lo que yo deseo para mí de la vida y del futuro. —Se acercó a la ventana y clavó la vista en el exterior—. ¿Sabes, Ethan? Estás demostrando ser igual a Joel. Él también pretendía lo mismo, fingir ante los demás que el centro de su mundo era yo para luego ir a disfrutar de sus orgías gay. Pones la excusa del dinero cuando tú y yo sabemos que tienes bastante ahorrado, tal vez varios millones.
—Me duele, Madison, que me compares con ese imbécil.
—Resulta inevitable compararos, los dos queríais lo mismo de mí. —Se hallaba a punto de llorar por haberse equivocado tanto, pero todavía lograba contenerse—. Necesitáis una relación marginal, poner en primer lugar vuestras necesidades. Supón que nos casamos, como me decías, y que tenemos hijos. ¿Qué debería decirles cuando tú te ausentes?, ¿que no los llevas al cole y que no vas a las reuniones de padres o de profesores porque estás ocupado tirándote a millonarias? Incluso podría darse que tuvieras que acostarte con la madre de uno de sus amigos.
—No entiendo, Madison, cómo puedes ser tan sarcástica.
—Sarcástica no, Ethan, solo realista —replicó ella con los ojos brillantes por las lágrimas contenidas—. Tú adornas con palabras bonitas una realidad que será desgarradora para mí, y, encima, me exiges fidelidad.
—¡Es que no soporto que te acuestes con otros hombres, Madison!
—¡Y yo no soporto que te acuestes con otras mujeres, aunque quieras darle la apariencia de un trabajo! —le soltó, completamente convencida—. Ya sabes lo que tienes que hacer.
—¡¿Me estás pidiendo que abandone mi profesión si deseo que sigamos juntos?!
—Exactamente, eso es lo que te estoy pidiendo. Porque tendrás que elegir, Ethan.
—¡Nunca pensé que fueras ese tipo de mujer, Madison! Posesiva, celosa y agobiante —se escandalizó, tal como si estuviera reclamándole algo fuera de toda lógica.
—Lamento decirte, Ethan, que soy una mujer muy normal. No sé en qué mundo vives, pero a ninguna le haría gracia compartir el marido con las demás.
—Pues yo no estoy dispuesto a cumplir con ese capricho, Madison, es una niñería. Si lo piensas bien te darás cuenta de que necesito ahorrar dinero para el futuro. No solo para mí, sino también para la familia que construiremos. Las circunstancias pueden cambiar bruscamente y hay que estar protegido. Lo que no tiene sentido alguno es desaprovechar la oportunidad, porque nunca se sabe cuándo se puede precisar.
—Tengo muchísimo dinero, Ethan, no hace falta más. Lo mío es tuyo.
—¿Y si alguna vez te hartas de mí y me pones de patitas en la calle como cuando creíste que te había vendido a los medios? Me quedaría con una mano delante y otra detrás.
—Te das cuenta, Ethan, que volvemos a lo mismo, a pensar únicamente en ti. Te estoy diciendo muy claro que o dejas tu trabajo o esto se acaba. No negocio contigo. Me da igual tu argumentación, no estoy dispuesta a volver a ser infeliz. Por primera vez, pensaré primero en mí.
—Y yo te estoy diciendo, Madison, que no eres quién para exigírmelo. Somos novios, prometidos, yo no soy una simple prolongación de tu personalidad ni de la escritora Madison Newhouse. Soy un ser humano y tengo derechos, entre ellos trabajar en lo que se me da bien. Así me conociste y ahora me pides que cambie, que deje de ser yo mismo.
—Nadie discute eso, Ethan, puedes trabajar en lo que quieras, pero no pienso tolerar que te acuestes con otras mujeres. Quiero un hombre fiel, porque yo también seré fiel. Si no puedes prometerme lo más básico no tiene sentido continuar juntos. Resulta obvio que queremos cosas distintas de nuestro futuro. Hablamos de respeto, no de trabajo.
—¿Y el amor, Madison? ¿Dónde queda el amor, entonces?
—El amor no es suficiente, Ethan. Somos personas con intereses opuestos en lo más importante, se trata de una diferencia en los principios fundamentales. —Le acarició la cara, comprendiendo que era una despedida—. Te quiero, pero no voy a volver a sufrir por un hombre. Me merezco mucho más que las migajas que Joel o tú me podáis dar. Soy joven, estoy convencida de que en cualquier momento me volveré a enamorar y de que ese alguien se enamorará con locura de mí. Y seguro que con él ninguno de los dos renunciará a nada. Porque tú, Ethan, me pides que renuncie al respeto por mí misma y que me conforme con mucho menos de lo que valgo: que te comparta con cualquier ricachona que pueda pagar por ti. Te crees libre, pero eres un esclavo.
—El problema, Madison, es que lo enfocas desde un punto de vista incorrecto, porque yo sí te amo y quiero lo mejor para ti.
—¿Sabes, Ethan? Podría contratarte por otro año o por dos años más, tengo mucho dinero. Pero no lo haré porque a la larga valoras más tu trabajo que esta relación y solo acabaría con más dolor para mí. Pagarte sería la única manera de tener de ti lo que quiero, Ethan, como lo he tenido durante casi doce meses. Si fuese tu clienta me respetarías, pero si fuera tu pareja de verdad debería compartirte con tu ejército de mujeres. Por eso es mejor que cada uno siga por su lado.
—No entiendo, Madison. —Y realmente parecía en shock—. Siempre dijimos que nos veíamos como Ferri y Harry. ¿Ya no te imaginas a los dos envejeciendo juntos? Te repito, cielo, un trabajo solo es un trabajo y no será para siempre, nada más que por algunos años.
—Y yo te repito, Ethan, que no tiene sentido continuar con este debate ni con esta relación. —Le costó un triunfo contener el llanto mientras se quitaba el anillo de compromiso y se lo devolvía: el hombre lo sujetó como si le quemara—. Después de todo, el libro no era tan mágico como Harry y Ferri decían, con nosotros se equivocó... Sé que queda una semana para que finalice el contrato, pero te libero ahora. Haz las maletas y vete.
—No comprendo, Madison. ¡¿Me estás diciendo que todo ha acabado entre nosotros?!
—No, Ethan. Te estoy diciendo que, como clienta tuya, renuncio a la semana que te he pagado. Te regalo ese dinero, que es lo que tú más valoras. Como puedes apreciar, no perderás aquello que más te importa. Me pondré en contacto con Patrick, le diré que has estado genial, que has cumplido con los servicios pactados y te dejaré por las nubes para que te siga dando mucho trabajo.
—Y ya está, Madison, de un plumazo acabas con lo nuestro —la recriminó, con dolor en la mirada violeta.
—Tú te has hecho la cama así que ahora acuéstate a dormir... o a lo que sea. Tienes lo que has elegido, Ethan. —Se dio la vuelta y se encaminó a la oficina—. Cuando termines le pides al servicio doméstico que te cierre la puerta y me dejas las llaves.
Y, de este modo, abandonó la habitación. Completamente segura de que había tomado la única decisión que no la haría tan desdichada.
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