05 | Jungkook.



Mi turno terminó hace diez minutos, pero todavía me encuentro en mi escritorio haciendo el papeleo correspondiente de la jornada. Podría dejarlo para mañana pero, ¿qué gano con posponer algo que puedo hacer ahora?

El caso de hoy fue muy rápido y sencillo: un ajuste de cuentas entre pandillas. Cuando encontramos el arma homicida, pronto dimos con huellas dactilares. El asesino —un pandillero de veintidós años— corrió como si su vida dependiera de ello cuando fuimos a arrestarlo, pero Evan y yo fuimos más veloces y logramos aprehenderlo.

El sargento Kim permanece en su oficina, con la puerta abierta, y puedo escuchar que está hablando por teléfono. No es de mi incumbencia, pero se me hace imposible hacer caso omiso cuando está teniendo una conversación tan amena y en voz alta, al parecer, con su esposa.

De pronto, tres de mis compañeros de trabajo se acercan a mi escritorio. Una de mis cejas se arquea en un gesto confundido, mientras que observo atentamente a Crawford, Skylie y Evan.

— ¿Van a darme una paliza grupal como regalo de bienvenida? —Cuestiono con tono burlón.

La rubia es la primera en reírse.

—No, Jay —contesta divertidamente—. Queríamos invitarte un trago.

No tengo tiempo para replicar nada, ya que Crawford se apodera de la palabra.

—Mi hermano es capitán en la estación de bomberos y también tiene un bar.

Asiento lentamente con la cabeza, en una muestra de aprobación. Dejo que ellos sigan con su discurso.

—Mejor conocido como el bar de policías, doctores y bomberos —es el turno de hablar de Evan.

—Suena bien —puntualizo, comprendiendo las intenciones de mis colegas.

—Si aceptas, yo invito todas tus bebidas —el más joven agrega, y me da una palmada en el hombro.

—De acuerdo —accedo, porque la idea me parece más que buena.

— ¡Te dije que aceptaría! —Skylie le reprime a Crawford mientras carcajea, como si mi respuesta positiva a la propuesta del bar que mencionan fuese una victoria para ella; el rubio y fortachón, por su parte, se limita a rodas los ojos agraciadamente—. Gracias a ti me gané una cerveza, Jay.

Le sonrío con fingida dulzura.

—De nada, Skyler.

—Te vemos allá, Jeon —Vallon espeta y, finalmente, él se marcha junto a Skylie.

Me detengo a mirarlos por un momento y... Sí. Hay algo ahí.

Evan está a punto de hablarme, pero de pronto sus ojos color café se posan en alguien detrás de nosotros. Cuando me giro, veo al sargento Kim de pie en la entrada a su oficina.

—Jungkook, ¿tienes un minuto? —Pregunta, y mi mente automáticamente revisa las acciones que he realizado durante el día, concentrándome en encontrar un error.

Asiento y me pongo de pie con rapidez. Evan, por su parte, me comunica que me esperará abajo para ir al mencionado bar.

—Cierra la puerta, por favor —me pide tranquilamente—. Toma asiento.

Hago lo que solicita y mi ceño se frunce un poco, al mismo tiempo que me ubico en una de las sillas del otro lado del escritorio.

— ¿Qué sucede, sargento? —Trato de sonar lo más relajado posible.

La vacilación que noto en su expresión facial me pone nervioso. Respiro profundamente, viendo cómo mi jefe juguetea con sus pulgares.

—Quiero preguntarte algo... personal —espeta, y finalmente levanta la cabeza para observarme—. ¿Puedo?

—Seguro.

— ¿Cuál es tu orientación sexual?

La incredulidad y el asombro se apoderan de mi rostro, y no puedo hacer nada para evitar aquello. La pregunta me saca de balance totalmente, porque es la primera vez que alguien es tan directo al respecto.

— ¿Disculpe? —Replico, ladeando un poco la cabeza y una risa nerviosa se filtra en mis labios.

—Lo sé, no es una pregunta que esperarías recibir de mi parte —hace una pausa y su rostro adopta un gesto comprensivo desde el otro lado de su escritorio—. Lamento si te estoy incomodando, pero simplemente busco advertirte.

No estoy incómodo, estoy confundido por completo. Él parece estar buscando las palabras adecuadas, pero no está lográndolo.

— ¿De qué se trata? —Suelto, sin rodeos.

En el instante en el que sus ojos oscuros me miran de lleno, sé que él se ha percatado de que no es necesario disfrazar las palabras cuando se dirige a mí.

—Seré franco: Taehyung es un jovencito al que poco le importa lo que el resto piense, y desde hace mucho tiempo aceptó su homosexualidad —reconoce, pero no se ve afectado al respecto—. A lo que quiero llegar, es que me di cuenta la forma en la que te miró. He visto que ha fijado sus ojos en ti.

Oh. Así que se trataba del engendro.

Mi ego necesita reírse en este preciso momento, pero me contengo por respeto al hombre que me supera en rango.

—Señor, es mi turno de ser franco —empiezo a decir—: no tengo interés alguno en su hijo... Puedo garantizárselo.

Una pequeña sonrisa socarrona se desliza en sus labios.

—No eres el primero que dice eso.

—Estoy seguro de mis gustos, sargento —me esfuerzo por sonar convincente—. Honestamente no me interesa el género de una persona, me atraen mujeres y hombres por igual —confieso, encogiéndome de hombros para restarle importancia al asunto—. Pero Taehyung no ha llamado mi atención en absoluto.

—De acuerdo —dice, al tiempo que me regala un asentimiento cortés—. Puedes irte, Jeon. Y te felicito por tu buen trabajo de hoy.

Nos damos un ligero apretón de manos.

—Gracias, sargento Kim. Hasta mañana.

Sin perder más tiempo, me encamino fuera de la oficina. Una vez que logro del distrito en el que trabajo, mis ojos escanean el frío exterior hasta que encuentro la camioneta negra de Evan y avanzo hacia dicho vehículo.

Una vez que cierro la puerta, mi compañero enciende el coche y un silencio extraño se instala entre nosotros.

—Apuesto a que sabes lo que el sargento acaba de decirme —luego de unos minutos de viaje en la carretera principal, decido tratar de romper el hielo y quitarle algo de tensión al momento.

Evan hace una pequeña pausa.

— ¿Cierta cabellera azul está involucrada?

No puedo evitar soltar una carcajada luego de su comentario, y Evan solo se limita a decirme que no debo preocuparme por Taehyung.

De todas formas, no iba a hacerlo.

El olor a alcohol, cigarrillos y humanidad se mezcla con el ambiente relajado en el que todo el bar se encuentra sumido. Debo admitir que no le tenía muchas esperanzas al Scofflaw, pero me ha sorprendido considerablemente; puedo sentir que se trata de un ambiente muy familiar, donde todos se conocen.

Lo primero que ocurrió apenas Evan y yo llegamos, fue que Crawford me presentó a su hermano, Collin, jefe de batallón en la estación de bomberos. A su vez, el bombero me presentó a varios de los integrantes de su equipo... Uno —el más joven— me miró algo mal, pero no me molesté en protestar al respecto.

Comparto con mi compañero el primer trago fuerte de la noche, y luego él me informa que necesita ir al baño.

Encontrándome solo nuevamente, miro por encima de mi hombro para darle otro vistazo al agradable ambiente en el que estoy. Pienso que, luego de un día de labor, me será reconfortante venir aquí.

De pronto, notifico cierta cabellera azul a pocos metros de distancia. Mis orbes curiosos se quedan quietos analizando la situación en la que el engendro se encuentra; al parecer, está siendo encarado por alguien con quien no quiere tratar ahora mismo.

Una risa amarga se me escapa antes de volver a depositar toda mi atención en el trago que tengo frente a mí.

—Estúpido niño —murmuro para mí mismo.

Pero como si yo tuviese un imán para desgracias, no pasan ni dos minutos cuando una mano considerablemente grande, desliza una botella de cerveza hasta dejarla en mi campo de visión.

No tengo paciencia para congeniar con este mocoso hoy.

— ¿Acaso se cayó del cielo, detective? —Dice—. Porque Satanás también lo hizo.

Miles de respuestas se arremolinan en la punta de mi lengua al mismo tiempo, pero me limito a contestar con un movimiento negativo de mi cabeza.

Ignorando por completo su obsequio, continúo degustando el segundo trago que conseguí por mi cuenta. Me tomo mi tiempo antes de hablarle.

—No deberías estar sentado justo aquí —espeto con tranquilidad—. El bar es grande y no quiero problemas con tu padre.

Taehyung se inclina un poco hacia mí y soy capaz de apreciar la mueca divertida que parece estar tallada en sus labios gruesos.

— ¿Le da miedo su nuevo jefe?

—No, simplemente lo respeto —hago una pausa, para acabar con el líquido frío en mi vaso—. Al parecer, tú no.

Mis palabras parecen indignarlo, porque noto que frunce el ceño.

—Respeto a mi padre más que a cualquier persona en este mundo.

Suelto una risa divertida y me permito posar mis ojos en los del mocoso. Ojalá se dé cuenta de que quiero burlarme de él.

—No te enojes, piojo.

Taehyung hace una pausa larga y su semblante se mantiene serio, rozando el enfado.

— ¿Cómo acaba de llamarme?

Las comisuras de mis labios se alzan con picardía.

—Te llamé piojo.

— ¿Por qué? —Suelta, sonando genuinamente indignado—. Los piojos chupan sangre, yo chupo otras cosas.

Es mi turno de guardar silencio, porque definitivamente no esperaba esa clase de respuesta. De hecho, estaba listo para recibir un berrinche del mocoso manipulador.

—Vete de aquí, niño —digo y, aunque no es mi intención, sueno a la defensiva—. Repito, no quiero problemas con el sargento.

El engendro rueda los ojos.

—Su sargento nunca viene a este bar.

—Pero mis compañeros están aquí —me relamo los labios antes de continuar—: Además, no creo que a tu amigo el bombero le guste esto, digo, ahora mismo está mirándonos con mucho odio.

Taehyung mira hacia atrás durante un momento, antes de regresar su atención a mí.

—Ignórelo, apuesto a que es realmente bueno en eso.

— ¿Qué es lo que quieres de mí, piojo? —Espeto, procurando que mi tono sea inexpresivo.

—Conocerlo, detective —contesta, y no me pasa desapercibida la sonrisa amplia y coqueta que me dedica—. Todos los miembros de la unidad de mi padre son como mis tíos..., excepto Evan.

— ¿Quieres que sea tu tío? —El sarcasmo tiñe mis palabras.

El mocoso, con una lentitud que logra inquietarme, vuelve a inclinarse hacia mí. Esta vez más cerca de mi rostro.

Un sutil destello de vileza se ilumina en su mirada. En ese momento, me doy cuenta de que lleva lentes de contacto que se encargan de aclarar el matiz de sus ojos.

—No creo que se anime a más.

Una carcajada divertida se me escapa y, ahora, es mi turno de acortar la distancia entre él y yo.

—He hecho cosas peores —comento en voz baja, para que solo él pueda escucharme... Aunque nadie más está interesado en nuestra charla.

He logrado mi cometido, porque el engendro ha fijado su vista en mis labios húmedos.

«Qué fácil. »

—Me muero por saber, detective —dice; se oye más desesperado de lo que seguramente pretende, y por eso no puedo reprimir la sonrisa victoriosa que se filtra en mis labios.

—Eres un piojo muy temerario, ¿sabías eso? —Mi tono es ronco y cauteloso mientras ladeo levemente la cabeza, con la esperanza de que él se mantenga así de atontado un poco más.

Estoy disfrutándolo.

—Puedo ser muchas cosas —me asegura con aire arrogante—. Y hacer muchas otras.

Odio admitirlo, pero el mocoso sabe lo que hace. Tiene la inteligencia suficiente como para voltear cada conversación, sacarla de contexto y usar las palabras a su favor.

No puedo evitar preguntarme a cuántos policías o detectives —como yo— se ha ligado con esa boca traviesa.

Me aparto, pero mi semblante se mantiene divertido. Esto es entretenimiento puro y del bueno.

—Tus intentos de seducción no servirán conmigo, mocoso.

—Créame, detective... —Inicia, agachando un poco la mirada mientras se humedece los belfos con ayuda de la lengua—. Todavía no he comenzado a seducirlo.

Taehyung presiona las puntas de sus dedos índice y medio sobre la barra de madera, y finge hacerlos caminar hasta llegar a mi mano, para luego regalarme una leve caricia.

Sigo atento cada uno de sus movimientos, preguntándome cuándo va a atreverse a ir más lejos. Amaría lastimar un poco el ego de este piojo perverso, que se esconde detrás de su máscara de simpatía.

— ¿Qué edad tienes, piojo?

—Veinte.

Hago una mueca de desaprobación y le doy un sorbo a la cerveza que me ha traído.

—Eres muy pequeño —afirmo, deseando que él comprenda mi disimulado rechazo.

Pero, en lugar de darse por vencido con este peligroso diálogo, Taehyung sigue.

— ¿Usted es muy grande, detective?

«Mocoso de... »

Enmudezco durante cinco segundos y, aunque mi gesto permanece impasible y mi postura relajada, quiero golpearme por reaccionar de esta manera frente a sus oraciones de doble sentido.

Pero no es lo que ha dicho lo que me saca de balance, sino el cosquilleo que empiezo a percibir en mi entrepierna a raíz de su pregunta atrevida y astuta.

— ¿Para ti? —Lo miro con indiferencia—. Sí, lo soy.

Taehyung se muerde el labio para esconder su sonrisa sugerente.

—Apuesto a que puedo soportarlo.

El gesto inocente que Taehyung esboza me hace enarcar una ceja. De pronto, lo siguiente que noto es que él se levanta de la banqueta junto a mí y se sube el cierre de su chaqueta deportiva.

Sin molestarse en decir nada, se da la vuelta y comienza a caminar hasta la salida.

— ¿A dónde vas? —No puedo evitar preguntarle.

Se gira, y me mira con esa facción bromista que tanto estoy detestando.

— ¿Va a seguirme?

—Depende de lo que tengas en mente hacer —replico.

Me sonríe con desdén.

—Voy a cometer un delito, detective.

Lo observo marcharse y suspiro profundamente; antes de levantarme, le doy un largo sorbo a la cerveza fresca dentro de la botella.

—Sí, voy a seguirte —me digo a mí mismo mientras tomo mi cazadora de cuero negra—. Por supuesto que lo haré.

Evan se ha distraído tanto con una chica, que no me molesto en avisarle que me ausentaré un rato.

Cuando logro salir del bar, el frío y húmedo clima del exterior no me pasa desapercibido y mis manos buscan refugio en los bolsillos de mi chaqueta. Miro hacia ambos lados y reconozco a Taehyung —mejor dicho, a su cabeza colorida— mientras camina en dirección al oeste.

Lo sigo a una distancia más que prudente, pero me permito toser a propósito, para hacerle saber que estoy detrás de él.

La caminata en mitad de la agradable noche de Chicago no dura demasiado, ya que Taehyung abandona la iluminada y vacía avenida que recorremos, para avanzar hasta una tienda de autoservicio al final de la calle.

Apenas ingresa al establecimiento, noto que va directamente a la sección de golosinas.

Una risa silenciosa brota de mis labios y me acerco hasta él.

— ¿Así que este es tu delito? —Cuestiono, situándome a su lado—, ¿comprar un chocolate?

— ¿Quién dice que voy a pagarlo? —Me analiza con picardía—. Voy a robarlo.

Mi mano captura su muñeca derecha con algo de fuerza.

—Vas a pagar eso —espeto firmemente, pero controlando mi tono para que el vendedor no sea capaz de oírnos—, o yo voy a enojarme.

El engendro me mira con una nota de curiosidad.

—Quizás quiero verlo enojado.

—No, no quieres —le afirmo.

—Está bien, usted gana, detective —se encoge de hombros y no puedo evitar sentirme confundido por lo rápido que ha cedido—. Uno para mí, y uno para usted.

Estoy a punto de protestar, pero él me entrega el bombón de chocolate directo en mi mano, sin apartar sus ojos de los míos.

Entonces, me percato de que la golosina dulce no viene sola... Está acompañada por un trozo de papel.

Le doy un vistazo al mismo, y una de mis cejas se alza involuntariamente al encontrarme con un número telefónico... Su número telefónico.

Mis labios se entreabren para decir algo, pero me reservo los comentarios. En cambio, aguardo pacientemente a que Taehyung pague por lo que ha comprado.

—Que lo disfrute, detective —me espeta y, como si fuese parte de su rutina de seducción, me guiña uno de sus ojos antes de salir de la tienda.

Dejo escapar un suspiro y, atentando contra mis principios, me guardo el papel en el bolsillo.

Odio a este peculiar, manipulador y espontáneo engendro.

Pero odio mucho más ser consciente de que nunca he lidiado con un mocoso como él.




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