04 | Taehyung.
Me sorprende que existan tantos tipos llamados Jungkook en Instagram.
Mi pulgar se desliza por la pantalla de mi teléfono, pero no logro encontrar el rostro que espero ver. Un bufido sobrecargado con frustración se me escapa de los labios mientras camino por los concurridos pasillos de la universidad.
Necesito saber su apellido.
Mientras me encuentro inmerso en mis propios pensamientos, percibo que una pequeña figura se me acerca.
— ¿Qué haces, cabeza de cebolla? —Moon, mi mejor amiga –y ex novia–, se une a mi tranquila caminata y entrelaza su brazo con el mío.
—Buscando al nuevo detective de mi padre —le contesto—. Hablo en serio, Moonie, ese hombre es irreal.
— ¿Le gustan los chicos o tendrás que hacer tu magia?
Hago una mueca y me encojo de hombros.
—Necesito más información respecto a eso —reconozco—, solo lo vi una vez.
—Apuesto que conquistar al detective será mucho más fácil que mi examen de Economía —espeta con un puchero, y luego me da una sutil palmadita en el trasero—. Debo ir a clases, ¿ya te vas?
—Gracias al cielo, sí... No te ligues a tu profesor en mi ausencia —le advierto con una expresión seria, pero no puedo contener la burla que se filtra en mi tono de voz.
—Será difícil —me responde con la misma gracia—. Te veo después.
Al mismo tiempo de que Moon desaparece de mi campo de visión, un nuevo mensaje de Evan se filtra en mis notificaciones, donde me pregunta si ya he terminado con mis clases; le respondo que sí y diez segundos más tarde me replica que puede pasar por mí ya que se encuentra a dos calles de distancia, por lo cual accedo gustosamente. Hace mucho frío como para caminar hasta casa.
Estoy a menos de treinta pasos de lograr salir del edificio en el cual estudio, pero mis pies se detienen por sí solos cuando mi mirada se encuentra con la de uno —de tres— gorilas que siempre están detrás del trasero de Carl Kersey.
Detecto algo raro de inmediato. El tipo (llamado Jace, si mal no recuerdo) se encuentra cruzado de brazos a un lado de la puerta del baño de hombres. Su expresión es seria y trata de verse intimidante, pero hay un destello de preocupación en su mirada.
Sin sentirme para nada amenazado por este parásito que es un poco más bajo que yo, intento ingresar al baño. Tal como esperaba, él se interpone, negándome el paso.
—No puedes entrar —dice con firmeza.
—Hazte a un lado —le contesto, pasando por alto sus insignificantes dichos.
—Acabo de decirte que no puedes entrar, asiático —él insiste, y su tono despectivo logra sacarme por completo de mis casillas.
Mi mandíbula se tensa mientras continúo observándolo, midiéndolo. Asiento con la cabeza lentamente y me doy la vuelta, dándole a entender que he comprendido y aceptado cada palabra que acaba de soltar; sin embargo, cuando él se distrae un momento, mi codo se estrella en su cara y lo aparto bruscamente para poder ingresar al sanitario.
Cuando mis ojos barren la extensión de la estancia, una cruda punzada de rechazo me atraviesa el estómago.
— ¿Qué demonios creen que están haciendo, par de basuras? —Gruño.
La cabeza de Asim está hundida dentro de uno de los retretes del baño público, mientras que Carl Kersey lo sostiene junto con sus otros dos gorilas. El chico de cabello negro trata de zafarse, pero obviamente le ganan en fuerza.
—Vete, chino de mierda. Sácalo de aquí —Kersey le ordena a uno de sus cómplices.
El muchacho rubio se incorpora y se acerca a mí mientras me mira. Se muestra inseguro, pero noto que levanta las manos en mi dirección.
—Ponme una puta mano encima y hago que toda la policía de Chicago confisque tu dormitorio —le advierto, y aunque sueno tranquilo, mi lenguaje corporal irradia furia en estado puro—. Créeme, no les gustará toda la droga que tienes escondida ahí.
Se detiene rápidamente y el horror invade su expresión.
— ¡Te está mintiendo! —Kersey le grita—. No creas nada de lo que este payaso diga; se cree muy importante solo porque su padre es un simple policía.
—Lo diré una última vez: suelta a Asim —tengo el control de mi voz ronca, pero hay una nota de dureza y enojo en ella que no puedo manejar—. ¿Crees que todavía estás en la preparatoria? Despierta, imbécil, no vas a llegar a ningún lado fingiendo ser un matón de mierda.
El silencio se extiende, tenso y tirante, mientras Kersey me observa con un gesto de enojo palpable.
Lentamente, el parásito suelta al pobre Asim y comienza a levantarse.
—Es un condenado turco —puntualiza, mientras acorta la distancia entre nosotros—. Tiene que entender que en este país no es bienvenido.
Estoy tan listo para sacarle su mierda por la nariz.
—Suenas como esos imbéciles americanos que dan por asegurado que todas las personas musulmanas son terroristas —me burlo y la tensión en la reducida estancia aumenta otro poco—. Oh, espera, sí eres un imbécil americano.
Yo también soy americano, pero al menos tengo más de una neurona en funcionamiento.
Su rostro se contrae al esbozar una sonrisa falsa y totalmente desagradable.
—Y los malditos maricas como tú tampoco son bienvenidos, Kim —escupe con desprecio al tiempo que se coloca delante de mí—. No creas que te tememos porque tu viejo es policía.
Un centenar de ideas violentas se me vienen a la mente y me inundan los pensamientos en cuestión de segundos; sin embargo, me quedo quieto, mirando con cautela al idiota que se cree superior a mí.
Me parece muy gracioso.
Me permito observarlo de pies a cabeza con desprecio y, cuando nuestros ojos se encuentran nuevamente, efectúo una mueca tan sarcástica como despectiva.
—En primer lugar, mi padre no es un simple policía; es sargento —le aclaro—. En segundo lugar, permíteme tomarte una pequeña evaluación sobre historia, Kersey... —Doy un paso adelante, quedando cara a cara con él—. ¿Sabes lo que sucedió en la masacre de Virginia Tech en dos mil siete? Un surcoreano, como yo, se levantó con ganas de asesinar a todos aquellos que lo molestaban. Treinta y tres personas perdieron la vida ese día.
De repente, una máscara de miedo mal disimulado se apodera de su rostro.
Me percato de que él desea retroceder, pero no lo hace. En su lugar, traga saliva duramente.
—Así que, te recomiendo que dejes de molestar a este chico que nada te ha hecho a ti ni a tu país —continúo, refugiando mis manos dentro del bolsillo central del hoodie negro que traigo puesto—. Porque si mi trasero homosexual un día se despierta de mal humor, vendré por ti y por estos gorilas que festejan tus estupideces... No te olvides que es muy fácil para mí encontrar un arma, ¿sí, amor? —Suelto con un tono dulce y con una de mis manos pellizco tiernamente su mejilla izquierda; él ni siquiera se inmuta—. Eso pensé. Ahora desaparece de mi puta vista.
Carl Kersey no duda ni un segundo en salir a toda velocidad del sanitario; sus dos gorilas lo siguen prontamente, sin decir nada al respecto.
Cuando la puerta del baño se cierra, me acerco al cubículo donde Asim permanece en el suelo y lo ayudo a sentarse. El pobre chico turco —de primer año en la misma carrera que yo curso— se ve totalmente confundido y adolorido por los golpes que recibió antes de mi llegada. Chasqueo la lengua en una negativa furiosa y tomo los pañuelitos descartables de mi mochila para que pueda secarse.
—G-Gracias, Taehyung —pronuncia, con la voz débil y entrecortada.
—Tate. No me agradezcas. Los idiotas como Carl Kersey no tienen bolas, ¿sabes? —Le explico, ofreciéndole la mano para que pueda ponerse de pie—. Se aprovechan de las personas que tienen una apariencia débil. Por eso mismo entran en shock cuando alguien los enfrenta.
Asim suelta mi agarre cuando sus pies encuentran estabilidad y sus –temblorosas– manos se encargan de acomodarse las gafas en su rostro.
— ¿Es cierto lo que le dijiste?, ¿lo del surcoreano que...?
—Sí, es verdad, y no me sorprende que no lo sepas —me encojo de hombros en un gesto despreocupado—. Parece que a este país solo le importan los atentados terroristas a manos de personas musulmanas... Pero, créeme, ser extranjero no tiene nada de malo. De hecho, a veces te da ventaja con las chicas... —Le guiño un ojo con picardía—. En mi caso, con los chicos.
Asim suelta una risa tímida.
—Desearía poder ser como tú.
Por alguna razón, mi pecho se estruja al oír sus palabras.
—No tengo nada especial, Simi —le digo, porque es cierto—. Simplemente soy más gay que Kersey y sus tres gorilas, y paso gran parte de mi tiempo rodeado de policías.
—Pero eres popular —puntualiza—. Todos quieren ser tus amigos.
Niego con la cabeza.
—A la mayoría de las personas no les interesa mi amistad honesta, simplemente quieren que les ayude con los estudios —digo con poco interés, porque de verdad no me interesa ser consciente de ello—. Pero tú, hombre, tú eres mi amigo.
Cuando levanto mi mano para que choquemos los cinco, Asim duda por un momento, pero finalmente su palma golpea suavemente la mía. Una sonrisa me asalta.
—Salgamos de esta pocilga. ¿Necesitas que te lleve a algún lado?
—No, gracias, Tate. Iré a estudiar a la biblioteca.
—Me parece muy buena idea. Llámame si alguno de esos cretinos está cerca de ti y vendré, ¿de acuerdo?
Me despido de Asim cuando noto que él se ha recuperado un poco del violento ataque que sufrió, pero no puedo sentirme tranquilo del todo. Mi mente sigue preocupándose por el chico que apenas conozco, porque deduzco por cuenta propia que la discriminación es el mayor de los conflictos, principalmente por su nacionalidad.
Es jodidamente frustrante. La universidad debería ser un lugar donde todos los jóvenes puedan sentirse a salvo y contenidos, pero él probablemente está pasando momentos horribles aquí. ¿Lo peor? Nadie se hará responsable de nada, ni siquiera los directivos.
Cuando salgo al helado exterior, una brisa fría pero soportable me golpea en la cara justo antes de que me coloque la capucha de mi buzo.
Como el invierno está a punto de llegar a la ciudad, las temperaturas están variando como acostumbran, resultando más inestables que mi buen humor. Además, los vientos son siempre fuertes y fríos, sin importar la sensación térmica o que el día sea soleado.
Una vez que levanto la vista, encuentro a Evan esperándome apoyado contra su camioneta negra mientras bebe café. A medida que avanzo hacia él, noto que frunce el ceño.
—Pareces un modelo posando para una costosa revista de moda.
—Te tomaste tu tiempo —observa en voz alta luego de rodas los ojos—. ¿Todo en orden?
—Sí, me demoré porque tenía que enseñarle modales a un patán.
Como el policía –casi detective– que Evan es, no tarda en comenzar a interrogarme. Entonces, mientras él conduce el vehículo en dirección a mi hogar, le relato absolutamente todo; empezando por los acontecimientos de hoy, hasta concluir con que no es la primera vez que el imbécil de Kersey se mete con Asim.
—Recuerda lo que tu padre siempre nos dice: deja que el otro te golpee primero —Evan dice cuando termino mi desahogo verbal—. Así nos evitaremos suspensiones.
—Estoy deseando que me golpee para poder partirle la cara —confieso, aunque él no se sorprende y se ríe.
Un suspiro profundo brota de mis labios cuando consigo sentirme un poco más aliviado.
— ¿Qué te parece tu nuevo compañero? —Pregunto, poniendo todo de mí para no sonar muy presumible.
—Él es bueno —me contesta, mirando al frente—. Y muy veloz, debo admitir.
Mis cejas se alzan en un gesto pícaro.
—Necesito comprobar eso por mí mismo.
Evan chasquea la lengua en una muestra clara de repulsión.
—No digas esos comentarios de doble sentido frente a mí, por favor —se queja, pero yo no puedo evitar carcajear.
— ¿Mencionó alguna pareja?, ¿una novia, quizás? —Continúo, con genuina curiosidad.
—No. Solo me contó que su hermano es teniente en Corea.
—Y..., ¿cómo es su apellido? —Le pregunto con cautela, pero el bufido que sale de su boca me da a entender que ha notado mis intenciones.
—Su perfil de Instagram es privado —dice—. No vas a poder revisarlo.
Mis cejas se disparan al cielo y giro la cabeza para mirarlo.
— ¿Eso significa que tú lo sigues...?
Evan se queda en silencio unos segundos.
—Algunas veces no sé por qué demonios tengo la lengua tan floja —se lamenta.
Una risa victoriosa se me escapa y vuelvo a tomar mi teléfono. Cuando la aplicación de Instagram se inicia, me apresuro a cambiar a la cuenta de Evan.
Cuando tipeo "Jungkook" en el buscador, finalmente aparece el rostro que tanto quería ver.
—Mucho cuidado, Taehyung —Evan me advierte, y veo que intenta inclinarse hacia mí para vigilar mis movimientos en la pantalla táctil—. No me pongas en vergüenza con el nuevo.
— ¿Te atreves a decir eso, cuando siempre usas mi cuenta para revisar lo que tus ex novias están haciendo? —Mi voz suena como una mezcla de reproche y jocosidad—. Ojos en la carretera, oficial.
—Solo... Solo verifico que no estén en problemas —intenta defenderse y niega con la cabeza tímidamente.
Mientras chequeo cada una de las publicaciones de Jungkook, siento que la baba se me caerá en cualquier momento. Su feed se compone básicamente de publicaciones en blanco y negro, lo cual me parece bastante estético... Y atractivo.
—Se me escaparon veinte me gusta.
Tal como esperaba, Evan reacciona histéricamente.
— ¡Taehyung! —Exclama, y de un movimiento rápido me quita el teléfono para arrojarlo al asiento trasero—. Quédate quieto, me distraes para conducir.
— ¿Vas a arrestarme? —Le pregunto con picardía, ladeando la cabeza hacia él.
—No. Le diré a Tae-shim tus propósitos con el nuevo detective.
—Él ya lo sabe —efectúo un ademán con mi mano, restándole importancia a su amenaza—. Por cierto... Tú me quieres, ¿verdad?
—No —contesta sin vacilar—. ¿Qué vas a pedirme?
—Invítalo al bar esta noche... —Hablo, junto mis palmas en forma de súplica y automáticamente un puchero se forma en mis labios—. ¡Vamos! Eres su compañero, debes ser cálido con el nuevo, él probablemente no conoce nada de la ciudad. Introducirlo al mejor lugar de Chicago es una excelente idea.
—No creas que no descifré tu plan —Evan me apunta con su dedo acusador—: quieres llevarlo al bar porque es el lugar perfecto para seducirlo sin que tu padre se entere.
—No, no. De hecho, pienso que el nuevo detective merece sentirse integrado en su propia unidad. Piénsalo así: él está lejos de casa y no conoce a nadie... Sabes que el bar está lleno de gente de su mismo equipo.
Mi manipulación parece estar dando frutos, porque la expresión harta de Evan se transforma en una pensativa. Él se ve como si no estuviese seguro de qué decir.
Entonces, después de dudar unos instantes, sus labios se separan para hablar nuevamente.
—Lo pensaré.
La pantalla de mi móvil indica que son las nueve en punto de la noche cuando me bajo del taxi que me trajo hasta el centro.
El bar Scofflaw se caracteriza por encontrarse, la mayoría de las veces, concurrido por policías, bomberos y médicos. Luego de un día de trabajo, es una especie de ritual para los trabajadores de titularidad pública ir al bar para beber unos tragos y despejar las mentes... Es un segundo hogar para muchos.
Todavía no he alcanzado la edad suficiente para poder entrar a otros bares o clubes de la ciudad. Siendo completamente sinceros, el ingreso al Scofflaw debería estar prohibido para mí. Pero el hermano de Crawford es el dueño del bar, por ende, desde que tengo dieciocho años soy la pequeña –y única– excepción.
Atravieso las puertas para ingresar a la cálida estancia y me sorprende notificar que esta noche hay más gente de lo habitual.
Sin embargo, consigo reconocer a los rostros familiares de siempre.
Pero cuando me abro paso hasta la barra del bar, mis orbes encuentran a la única persona que deseaba ver hoy.
—Bingo —me murmuro a mí mismo, no molestándome en disimular mi mirada hacia el nuevo detective.
Estoy a punto de deslizarme hasta él cuando un bombero —mejor conocido como estorbo de pene grande, pero mucho mejor conocido como Kane—, se interpone en mi camino.
— ¿Qué tal, nerd?
Él intenta besarme, pero aparto mi rostro rápidamente.
—Cierto. Olvidé que estamos en público —se ríe, pero detecto un poco de molestia en su tono sarcástico.
—No estoy de humor —digo, con la esperanza de que se aleje por las buenas.
—Últimamente nunca estás de humor —puntualiza, aunque no suena como un reproche—, ¿pensaste en lo que te dije?
—Sí, y no creo que sea una buena idea.
—Vamos, Tate. No será nada formal, te lo prometo.
—Quieres llevarme a una reunión familiar —le recuerdo, dándole una mirada severa—. Ellos pensarán que salimos.
—Deja de recordarme que no quieres nada serio conmigo, por favor.
—Entonces deja de ponerme en esta clase de situaciones —suelto con brusquedad, y suspiro cuando me doy cuenta de que fui más grosero de lo que pretendía—. Mira, lo siento, pero no me sentiría cómodo.
—Está bien —se encoge de hombros, como si quisiera restarle importancia a mis vocablos—. No es tan importante.
El rostro de Kane parece iluminarse cuando le pido dos cervezas a Collin, el hermano de Crawford. Una vez que el hombre las destapa y me las entrega, tomo los recipientes que contienen la bebida fría; como acto seguido, le guiño un ojo al bombero con el que tanto he cogido y desaparezco de su vista sin permitirle lugar a sus quejas.
Mientras me acerco al detective, no puedo evitar analizar su impecable y atractivo perfil. La mandíbula angulosa, las largas pestañas, el levemente definido hoyuelo en su mejilla, los rasgos asiáticos que lo hacen destacar más que cualquier persona presente en este bar... Me resulta el tipo más provocativo que he visto en mucho tiempo.
Aquí comienza mi nuevo crush.
Me aclaro la garganta con seguridad, al mismo tiempo que dejo la botella extra de cerveza frente a él.
— ¿Acaso se cayó del cielo, detective? —Suelto y, con lentitud, Jungkook comienza a girar su rostro hacia mí—. Porque Satanás también lo hizo.
taehyung coqueteando is the best taehyung
alguna vez tuvieron un crush con alguien mayor?
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