6-Peligro
Miércoles paseaba por los pasillos y siempre mirando a todos los alumnos, desconfiando de todos los que no conocía. Era extraño que fuera alguien del colegio pero después de haber pasado por tanto, ya casi nada podía sorprenderla.
Euguene había colocado algunas cámaras en la nueva colmena y muchas veces vigilaba desde su ordenador para ver que se encontraban sanas y salvas. Enid que conocía a la gente más chismosa tampoco había encontrado nada. Yo lo único que podía hacer era tratar de encontrar una nueva solución si el plan no funcionaba.
—Venid, he encontrado algo—dijo la gótica guiándonos hasta la nueva colmena.
—¿Qué es?—pregunté.
—Aquí—señaló unas huellas no muy lejanas, idénticas a las que encontraron.
—Eso quiere decir que sabe donde se encuentran. Aunque tampoco es tan grande este sitio para ocultarlo—comenté—y van de nuevo al bosque.
—¿Qué hacemos?—preguntó Enid agarrando mi brazo.
—Sigamos las huellas—propuso Miércoles seria—es hora de darles caza.
Yo asentí pero antes, Enid y Euguene fueron a por ropa por si tocaba transformarse. Miércoles tenía un cuchillo y un taser para defenderse.
—Muy bien, vamos a ello antes de que se haga más tarde—dijo mientras empezamos a seguir el rastro.
—Euguene, no hace falta que vengas—dijo ella—puedes quedarte allí.
—No abandono a mis amigos—replicó serio.
—Así se habla—Enid chocó puños con él.
Seguimos las huellas hasta que se perdieron en un tramo.
—Aquí termina—se levantó del suelo—podemos dar un rodeo y buscar.
—¿Separarnos?—pregunté. Ella asintió. —De acuerdo, yo iré con Euguene, tú Enid ve con Miércoles.
—¿Por qué?—preguntó la rubia queriendo ir conmigo.
—Equilibrio, ambos nos podemos transformar. Es justo que vayamos cada uno en un lado.
—Tiene razón—dijo Miércoles—id por ahí y nosotros por aquí.
Nos separamos y nos deseamos suerte. Euguene el pobre iba algo asustado y miraba a todos lados, por si encontraba algo. Recorrimos todo el sendero en busca de alguna pista pero allí solamente habia maleza y árboles.
Enid me escribió y tampoco habían visto nada. Un par de horas bastaron para darnos por satisfechos y regresar a la academia.
Vi las caras de ambas y noté que Miércoles estaba enojada por no encontrar nada.
—Tranquila, daremos con ellos—le dije.
—Eso espero.
Era como si hubieran desaparecido aunque teníamos que tener en cuenta que era un lugar tan amplío que era probable que algún rincón estuviera sin revisar.
Los siguientes días aparecieron pintadas y otros objetos rotos por toda la academia. Nadie pudo ver nada y eso nos hizo sospechar que se ocultaban en alguna parte dentro de allí.
—Tenemos que hacer algo, pero siempre van un paso por delante—dije maldiciendo nuestra mala suerte.
—Tranquilidad, si nos ponemos nerviosos, nada servirá—la joven gótica tenía razón—ya se me ocurrirá algo.
Una de esas tardes estaba dando una vuelta por los pasillos, no había nadie y decidí regresar para leer un poco ya que estaba algo cansado de tanto caminar. Lo hacia para estirar un poco las piernas. Sentí unos pasos cerca mío y luego noté algo en mi pecho. Un pequeño cuchillo clavado que me hizo caer al suelo herido.
Vi unas piernas correr a toda velocidad y alejarse, la imagen era borrosa y pedí ayuda entre gritos hasta que una persona de limpieza me encontró allí.
Desperté al cabo de unas horas, Enid estaba apoyada en mi cama, llorando a lagrima viva.
—Ey—dije haciendo que levantase la cara—estoy aquí.
Ella me abrazó con fuerza y poniendo su cabeza en mi pecho.
—Creí que te perdía—dijo llorando.
—Estoy bien, aunque he estado mejor. Oh, Miércoles—dije al verla detrás.
—¿Viste al asaltante?—negué con la cabeza y les conté todo—ya veo.
—¡Ese bastardo pagará muy caro!—sacó las garras—¡voy a partirlo en dos!.
Tardé unos pocos días en recuperarme. La enfermera me dijo que había tenido mucha suerte de haber sobrevivido. Pero por fin estaba listo para volver a la carga.
Esa misma tarde, acudí a ver a Miércoles y Enid. Al verme, saltó a mis brazos y me dio unos cuantos besos a los que tuve que despegarme antes de que la joven compañera de ella nos matase a los dos.
—Voy a ir a hacer unas cosas, tengo una idea para atrapar al bastardo—dijo algo emocionada.
—Tengo miedo
—No lo tengas, son ellos quienes deben tenerlo.
Su plan era algo relacionado con las cámaras. Para ello hablaría con Euguene.
—Confío en ella, es bueno tenerla como amiga—dijo.
—Que no te escuche o te sacará las tripas—ambos nos reímos.
Nos quedamos en silencio un rato.
—Ya no estoy en celo...—dijo—ya he pasado esa etapa.
—Lastima, me gustaba esa versión apasionada—comenté riendo.
Ella rugió un poco y se acercó a mí.
—¿Enid?
—Grr
—Enid...me das miedo
—¿Por qué?—preguntó mirándome y luego dando un pequeño mordisco en mi mejilla.
Nos miramos durante unos pocos segundos. Sentía que me quería devorar.
—¿No habías pasado ya esa etapa?—ella asintió—¿entonces?.
—¿Alguna vez has visto a un depredador dejar de cazar?
—¿Soy una presa?
—Si...mi presa—soltó un pequeño aullido antes de abalanzarse sobre mí.
Enid estaba siendo mucho más apasionada y agresiva que de costumbre. Me encantaba que fuera así y yo devolvía todo el amor, pero su fuerza física me dejaba a merced de ella. No sé cuanto rato estuvimos allí, solamente acabé agotado, sin fuerzas y ella sobre mi pecho, dando pequeños besos sobre donde me habían apuñalado.
—Debería...irme—dije cansado—tengo que ducharme y eso.
—Vale, hablamos por teléfono—me mordió la oreja—y recuerda que eres mío.
—Si...
Al salir del cuarto vi a Miércoles y Euguene quienes me contaron que habían instalado con el permiso del director unas cámaras por toda la academia como medida de seguridad y que solamente ella podía tener acceso a las grabaciones.
—¿Qué te pasa?, te ves cansado—dijo inocente Euguene.
—Nada, hoy me siento más cansado
—Tu inocencia Euguene...es divertida—Miércoles me miró antes de entrar al cuarto.
El joven de las abejas y yo nos marchamos a nuestros dormitorios.
Había sido una semana de altibajos, entre Enid y el asesino, estaba agotado.
—¿Quién será ahora?—pregunté.
Al mirar mi teléfono, era Enid sacando las garras y con un mensaje debajo.
—Descansa, necesito verte fresco mi adorable presa.
Yo reaccioné con un corazón.
—Voy a morir antes de lo previsto—dije dejando el teléfono sobre la mesa.
Los primeros días no pasó nada, pero al cabo de poco, fuimos llamados por el director para acudir a su despacho a ver algo que había encontrado.
Enid me miraba y me guiñaba el ojo mientras se mordía el labio.
Yo trague saliva.
—Bien, pónganse cómodos—le dio al play y pudimos ver las imágenes.
Al principio no pasaba nada, pero entonces nos miramos y sonreímos, ahí estaba, o mejor dicho, estaban. Era un grupo de cinco personas y entre ellos, estaba Ajax.
—Ahora queda dar con ellos, y creo que tengo una ligera idea—comentó Enid.
—Adelante señorita Sinclair, ¿cuál es el plan?.
Ella procedió a explicarlo.
Continuará...
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