XIII
El sol brillaba, como dos luceros en su mirada;
su mirada era como dos dagas que me inspeccionaban.
Su amor es tan puro
como el alcohol...
Lo tomaba y
no lo dejaba.
Su voz era como una dulce melodía que hasta
los ángeles bajaban y
le ofrecían compañía.
Pero sus lágrimas...
Eran como dos casacadas
que lograba calar
hasta el ser
más malvado,
en lo profundo
de su alma.
Entre las perlas que adornaban su sonrisa,
sentía que me devolvía
la vida.
El sentimiento es efímero pero prefiero
sentir eso a que
no sentirlo contigo.
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