CAPITULO 9
CHERRY
Bostezando y rascando mi cabeza como si no hubiera mañana, despeinando más mi pelo, intento contra mi flojera despegar mi trasero del calor de mi cama por no reaccionar aún, después de diez minutos estar sentada.
Mi colchón me pide algunos minutos más de pereza arropándome tipo nido con las cobijas, pero mi cerebro me pide el desayuno.
Una pequeña brisa que me sacude, hace que gire hacia la ventana.
Está algo deslizada, entrando por su abertura el aire otoñal, pensando que mamá lo debe haber hecho temprano aprovechando que por más otoño, todavía la calidez del verano nos regala algo de su calor.
Con otro bostezo acompañado de mis brazos extendidos quiero reaccionar, porque mi despertador dice que es pasada la mañana.
Hacía mucho tiempo que no dormía de corrido tantas horas, ya que por lo general estoy levantada a la par de mamá, pero supongo y viniendo a mi mente lo ocurrido, no solo durante el día de ayer, si no y más bien, lo de anoche con el tal Cesar, fue motivo de semejante sueñito.
Ya de pie, caminando a la ventana y deslizando más sus cortinas para que entre en su totalidad el sol y sin dejar de mirar la calle con su movimiento, la pregunta es.
Lo analizo.
¿Si dormí bien tras el fastidioso día de ayer en todo lo que conlleva esa cafetería con dueño incorporado por agotamiento?
Sigo analizando.
¿O por como terminó?
Sin saberlo, me deshago de mi vieja camiseta para dormir y vestirme.
A ciencia cierta no hay mucho decir de lo que pasó anoche y sucedió, ya que tanto él como yo por sobre sus disculpas y cual acepté, ambos disfrutamos se podría decir de un agradable silencio, tomando ese café de la paz con los pedacitos de chocolate y cruzando entre sorbos, alguna que otra frase.
- Alguien dejó algo para ti. - Bajando las escaleras mamá me dice, señalando con su barbilla por atarse un pañuelo al cuello hacia unas cajas que aún quedan de la mudanza y sobre una, una bolsa de cartón.
- ¿Cómo? - Solo pregunto tomándola y mirando en su interior para descubrir otra bolsa con algo dentro. - ¿Te vas? - Viendo que toma su cartera.
Me sonríe.
- Olvidaste que conseguí trabajo?
Cierto, como ayudante de cocina.
- Tengo que estar temprano. - Me señala la mesa. - Tu desayuno, regreso en algunas horas. Si tienes hambre, solo recalienta lo que dejé preparado temprano en el horno para el almuerzo.
- No tienes que cocinarme... - Le reprocho.
- Lo sé, pero mientras pueda, lo hare. - Me sonríe abriendo la puerta de entrada. - Cuando no suceda, dejaré esa magia para ti. - Me hace reír, porque sabe no soy buena en lo culinario, más que mis eternos huevos revueltos y alguna ensalada.
CESAR
Inconscientemente pero reconozco como octava vez mientras preparo un pedido a un cliente, mis ojos vuelven a mirar hacia el rincón de la cafetería, dónde el reloj de pared indica que pasó solo un par de minutos de la última vez que elevé mi vista a él.
- Tranquilo. - La voz de Raquel llegando a mi lado para tomar mis tazas, me dice. - Vendrá.
Y suspiro, reposando mis manos sobre la barra de pedidos.
Abriendo la cafetería, le conté lo sucedido ante esa casualidad nocturna y Raquel a su vez, lo que hablaron con Cherry en la calle, horas antes.
La negociación por parte de Raquel a Cherry por el puesto estaba hecha.
La cosa era.
Mueca mirando el piano de mi hermano.
Si por más disculpas de mi parte anoche, ella diría que sí.
CHERRY
Extiendo frente mío el contenido de la bolsa que me dejaron con expresión de asombro con mezcla de curiosidad.
Porque tengo entre mis manos una blanca como radiante camisa y acompañando este, un pantalón negro de mi talle, seguido a un bonito delantal del mismo color para rodear mi cintura.
No hubo necesidad de llamar por teléfono a mi madre para saber quién fue que lo dejó, porque el pequeño papel agarrado de un alfiler en el uniforme me lo dice.
Raquel.
Cosa que en un principio me hizo preguntar como supo mi dirección, pero recordando nuestra charla y mi vocación, continuo a la necesidad de otro baristo en la cafetería, lo responde.
Huele a jabón y enjuague de ropa, pero cerrando mis ojos, locamente siento mi aroma favorito en las prendas, provocando que sonría.
A café y música, recordando por más dueño.
Ya no hay tanta sonrisa.
Esa linda cafetería de barrio y el maravilloso piano que lo acompaña.
- ¿Debo? - Formulo, ante la posibilidad del trabajo que amo y releyendo el mensaje de Raquel ofreciéndomelo con alegría y mirando la hora de mi móvil.
CESAR
- ¿Le dijiste en el papel que la paga es buena? - Insisto a Raquel, cual esperando que me mande a esta altura su gran mirada de mierda por ser.
Digamos.
Algo insistente, para no decir que su paciencia en mí, la tiene sobre los lindos platos blancos que acomoda.
Solo me mira con aire preocupado y mirando por primera vez el reloj de pared.
Exhala pensativa y apoyada contra el mostrador, saca su móvil del bolsillo de su delantal mirando fijamente la pantalla.
- Agendé ayer su número y dirección... - Duda. - ... Crees que será necesario? - Me pregunta, vacilando por no llegar, supongo que no tener noticias de ella por un texto o llamada y tomando en serio ahora lo de destacar el sueldo. - Y ante mi encogimiento de hombros, sacude la cabeza, tras pensar algo luego de varios segundos, seguido a mirarme con lo que sea que deliberó su cabeza. - Aunque es importante el salario Cesar, creo que y con todo lo sucedido, a Cherry... - Sus ojos van a un sector de la cafetería y mi vista la sigue.
EL rincón donde está el piano de mi hermano.
- ... tentarla para el trabajo no precisamente es monetaria. - Como no hablo, prosigue. - Ama la música y por eso estudió piano aparte de baristo, sus dos amores...
- ¿Dos amores? - Interrumpo y afirma, secándose las manos.
- Lo habrás notado, no? - Continúa y entiendo su punto, pero volteo para preparar otra taza de expreso y no, por un nuevo cliente con un pedido.
Más bien, para mí.
Y para evitar la mirada profunda de Raquel que taladra mi persona y por soltar lo que sé.
Y muy bien.
Va a decir con justa razón, ya que también lo noté por más que lo niegue.
- Tu sulfuro ayer... - Carajo, me lo va a decir nomás. - No fue, porque y aunque te molestó mucho, la muchacha tocó el piano de tu hermano, cuando él fue el último que lo hizo con sus manos. - Ni la miro, sigo con la elaboración de mi café y lentamente.
Muy lentamente como excusa para no voltear y como si fuera que con eso, retrasaría su reflexión.
Estúpido, lo sé.
Pero lo pensé y obviamente, eso no iba a suceder.
- Lo que te irritó Cesar, fue que la chica lo tocó exactamente igual a tu hermano. - Me lo larga y pese a que Raquel no lo percibe.
Eso espero.
Percibo como mis dedos que sostienen la taza ya terminada, levemente tiemblan a depositarla en su platito.
Porque jodidamente, sí.
Sí, sí y sí, las veces que sean necesarias dentro mío.
Mierda.
Porque, cada nota musical.
Forma en que lo hizo.
Y la melodía, invadiendo la cafetería en esos tiempos justos.
No era Cherry tocando el piano al llegar a mis oídos.
No.
Y sé, que para los clientes de años, Pastor y justamente a Raquel.
Sentíamos a mi hermano tocando majestuoso su piano.
Reitero, su piano.
Era él y volver a esa vieja época, regalándonos su don.
¿Pueden dos personas y siendo casi, de dos generaciones diferentes, mundos tales y sin conocerse y locamente, tocar como siendo una misma persona?
Y también.
¿Las emociones como la nostalgia y felicidad, ser un dueto perfecto?
- Cesar. - Que me nombre, hace que gire a ella de mi punto fijo a la taza de café. - Piénsalo... - Solo me dice, antes de atender a unas estudiantes con su pedido.
Y mis labios se entreabren para decir algo, pero en ese momento nuevamente se abre la puerta de la cafetería, notando que Raquel y aunque no la veo, siento que sonríe dando la bienvenida.
No es un cliente.
Eso espero, siento que mi cabeza mentalmente lo dice y rechazo ese diezmo de alegría, asombro o lo que sea que copa una parte de mi cuerpo, observando.
Observándola, sería lo correcto.
A Cherry que al ingresar, pero quedando en ese lugar, se toma unos segundos para mirar bien todo.
La cafetería.
A los clientes y con ello, alisando los lados de su delantal de baristo que rodean su cintura, cual y por demás, perfectamente planchado por llevar como Raquel y yo el uniforme, denotando que lo hace por ciertos nervios, causando que sonría por eso.
Para luego.
Carajo, golpe bajo y no me lo esperaba.
Su mirada por último hacia nuestra dirección, caminando lentamente.
Eso creo o para mí, lo es.
Y sonriendo.
Una gran sonrisa que no tenía idea que era dueña de tal y no me pregunten el motivo, pero me recuerda a sol y praderas, cual lo confirmo con cada paso que da hacia nosotros.
- Alguien se va a venir y no soy yo... - Una voz corta de golpe ese sol con sus praderas, haciendo que jodidamente vuelva a la realidad de la cafetería, para ver.
¿Cómo diablos o mejor dicho, qué macumba hizo Pastor para aparecer y de la nada, verlo sentado en la barra del lado y hasta tomando un sorbo de la dichosa taza de café que me preparé?
Y lo miro raro, siendo su respuesta en señalar con mi café que nunca suelta en dirección a la puerta trasera.
- Es para el personal. - Reniego y solo logro que mi amigo suelte una risa.
Pero en el fondo se lo agradezco por sacarme de esa ensoñación o la mierda que sea y Cherry llegando hasta nosotros y la misma Raquel, no lo hayan notado.
Suspiro profundo...
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