CAPITULO 7
CHERRY
Pasé una noche más o menos.
Digo más, porque resulta que mamá consiguió el trabajo de ayudante de chef en el restaurant, cosa y contagiada por su alegría, lo festejamos las dos con unos buñuelos de una panadería que trajo en su regreso y vasos de jugo de frutas preparados por mí.
Las ganas me podían de contarle que yo también, casi lo hice, pero sería ponerle al corriente de lo sucedido del porqué no, ahora y no quería empañar su alegría.
Y el menos, por la punzada constante de mis manos.
No era fuerte.
Tampoco como sentir que se me iban a caer las muñecas por la presión del idiota y dueño de la cafetería.
Pero sí, consiguió una molestia constante que podía en el silencio de la noche, escuchar el latido de cada latido del corazón, causando que varias veces encendiera el velador junto a mi cama para verificar, palmear y que se fuera.
Que lo hacía, pero al rato y por causa de mi poco sueño, inevitablemente volvía a sentir mis pulsaciones, poniéndome de muy mal humor y con eso, mandar a dos infiernos.
Y hasta tres.
A ese tal Cesar y sarta de familia antepasada que tuvo.
CESAR
Locamente cuando abro la puerta, descubro que la noche es agradable por más inicio de otoño y me recibe como tal, pisando la azotea.
Pensé que iba ser algo gélida, pero haciendo unos pasos y hasta con el impulso de deshacerme del abrigo que llevo, el clima es agradable.
Tal vez el puro invierno soy yo, me digo, por el estado de ánimo que cargo.
Acercándome al límite del muro que limita la terraza, enciendo un cigarrillo y lo fumo lentamente mientras veo el panorama nocturno de la ciudad, cual y por la hora, poca gente o autos transitan.
Algunos edificios con sus pisos, aún tienen las luces encendidas e intento imaginar los motivos.
Cualquier cosa para que el sueño venga.
Alguien llegando recién a su casa.
Algún muchacho estudiando o con tareas por cumplir al día siguiente.
Cena tardía.
Me apoyo con comodidad con mis brazos y sin dejar de fumar.
Lo que sea.
Y pese a que mi mente solo me repite mi compartimiento descarado que Raquel mucha razón tuvo, contra esa muchacha.
Cherry Love.
Comienzo a relajarme y hasta consigo bostezar, mientras aplasto la colilla en el suelo y antes de entrar como sumergirme a mi cama nuevamente, mi vista repara hacia abajo y la calle.
Un taxi circula llevando personas y continuo a este.
Sonrío.
Un hombre con un perro paseando con su correa, cual con cada paso olfatea todo.
Y lo reconozco, ya que sabe venir seguido a la cafetería.
Para luego.
Dejo de sonreír y hasta saco más mi rostro e inclino, para mayor visual.
¿Será?
Veo pasar a la chica.
Sí.
La Cherry Love a esta hora de la noche por la acera y casi frente de la cafetería, cual se detiene unos breves segundos.
Carajo, no puedo escuchar bien por más que me esfuerzo.
Para hablar con el hombre de la mascota.
No tengo idea que le contesta este, pero a lo que sea que ella le consultó, él intangible a mis oídos, pero con su brazo libre mientras ella acaricia el perrito, se lo extiende hacia la esquina contraria, cual y ante una última palmadita a su mascota, esta muchacha camina siguiendo su indicación.
Y yo rasco mi barbilla, pensativo.
CHERRY
Mi cobija vuela encima mío acompañado de un resoplido, destapándome y mirando el techo de mi habitación como si fuera lo más maravilloso del universo.
Maldición, no puedo conciliar el sueño.
He incorporándome, pero tomándome mi tiempo sentada a orillas de mi cama, procuro reactivar mi sistema en la media oscuridad de la habitación por tener la ventana abierta.
Siendo otoño.
Bostezo por más que no puedo dormir.
La noche es bastante cálida por más noche avanzada.
Sacudo mi cabeza para tomar fuerza y en el intento, palpo mis pantalones arriba de la silla como el abrigo deportivo y liviano que usé hoy.
La puerta del refri abierto por mí, y ya en la cocina sin hacer mucho ruido para no despertar a mis padres, me confirma dos cosas que buscaba.
Que no hay hielo para poner un poco sobre mis muñecas.
Vaya a saber en la docenas de cajas aún sin abrir, están las hieleras.
Y lo segundo.
Puchero.
Algún dulcito para disfrutar.
Soy dulcera y aunque no consumo lo que me encantaría por día, no sé si les pasa, pero en el trasnocho me encanta un pedacito de algo y en lo posible que sea con algo de calorías y solo veo sobre un plato, algo de fruta consumida por mis viejos.
Se supone que para estas cosas clandestinas, es gratificante encontrar en el refri o cajones.
Como hurgo al cerrar su puerta, los cajones y gavetas de la cocina.
Galletas, chocolates o caramelos por más que no sean de cereza.
Pero nada.
Ni miguitas.
Y chequeando la hora, noto que no es tan tarde, aunque sí, pisando la medianoche.
Por eso y subiendo hasta arriba el cierre de mi abrigo y tomando las llaves, abro despacio la puerta de casa para buscar una tienda abierta.
La zona es concurrida y comercial cuesta arriba y donde está esa hermosa cafetería musical que resulta que nadie puede tocar un jodido instrumento por su desiquilibrado dueño y agarrador de manos.
Tal vez encuentre alguna 24h o consultando si me cruzo a alguien, por una estación de servicio de combustible, cual siempre tienen su opening abierto.
Y eso hago transitando en la noche y al encontrar un agradable hombre paseando a su perrito, me indica que continúe por la calle, cual y a un par de esta, puede que todavía una tienda esté abierta, ya que es punto de venta por tener parada obligatoria de taxis en su esquina y muchos al detenerse, degustan de café o su cena tardía por su turno nocturno.
Cosa que a medida que que me acerco, sonrío para mí, misma, porque no solo sigue abierta, además, otras de diferentes rubros en esa cuadra y me lo agendo mentalmente para tenerlo en cuenta.
CESAR
Como potente acosador.
Dios, ni yo me la creo.
Resulta que me encuentro siguiendo a la muchacha a una prudente distancia o siendo específico, cuadra anterior.
No sé en que momento me las arreglé tras despedirse del hombre con su mascota, de ir por algo para mis pies y acto seguido de bajar las escaleras, ya encontrarme caminando metros detrás de ella.
Cuestión.
Que ahora sin saber el jodido motivo y apretando más mis manos dentro de los bolsillos de mi abrigo, farfullo por esta decisión estúpida y nada coherente y con cada paso que hago sin perderla de vista, preguntarme.
¿Pero, qué diablos estoy haciendo?
Cuestión, otra vez.
Que y sin recibir alguna respuesta conveniente por parte de mi cerebro.
Traidor.
Continúo con esto, mientras noto que mirando para ambos lados y dar vía a su cruce, lo hace en la calle más comercial de la zona, donde varios comercios siguen abiertos y hasta algunos como en el caso que entra, son de 24h.
Y pese a que dudo de hacerlo detenido frente al semáforo poniéndose en rojo al llegar, yo en cambio deposito mi vista por sobre los coches circulando en otro a algunos metros de esa tienda.
Una farmacia iluminada por estar de turno.
CHERRY
Un surtido de caramelos siendo mayoría sabor cereza, más una barra de chocolate con trozos de almendras es mi trasnocho dulce.
Culpen al ya saben quién.
Y abriendo con ganas el paquete chocolatoso, es lo primero que ataco al pagar como salir de la tienda, pero deteniéndome fuera para una gran mordida.
Sí.
Una enorme mordida para saciar mi deseo y que, imposible que no lo saboree a su vez, despacito con su suavidad y textura.
- Sería grandio...so... - Mastico, hablo y vuelvo a morder con ganas. - ...con café... - Susurro mirando el chocolate y abriendo más su papel para seguir comiendo.
- Así es. - Dice.
O sea, la barra de chocolate, no.
Porque los chocolates no hablan.
Lo dice alguien detrás mío, provocando que me asuste y girando, retroceda unos pasos para encontrarme al dueño de esa voz.
Y ser.
Grandioso, simplemente, grandioso...
Al dueño de la cafetería.
Cual, dos cosas aparte del susto, vienen a mi mente.
La primera y notando que lleva una gabardina, darme cuenta que era él desde la azotea de la cafetería, quién yo miraba esta mañana cuando salí a caminar.
El chico otoño sin ser otoño.
Y lo segundo.
Jodidas casualidades.
Que y siendo muy maleducada por no responder como despedirme y aprovechando la luz verde de peatón para cruzar la calle por donde vine, lo haga para regresar a casa.
Lo siento por él.
Pero el recuerdo de su reacción, sea válido o no.
Las palabras de Raquel, me lo hacen suponer.
Y gracias al dulce estaba en proceso de curación, verlo, lo hizo vigente nuevamente.
Que se vaya al cuerno.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top