CAPITULO 6
CHERRY
- Lo siento. - Raquel tomando asiento a mi lado y acercándome otro vaso de agua, me dice por lo sucedido.
Estoy sentada afuera y a los pies de una escaleras que conectan con la puerta de servicio, cual momentos antes ella salió tras hablar del puesto de trabajo para buscar al dueño.
Cesar.
Tal, que resultó ser el loquito y desvariado que minutos atrás, casi ahorca mis manos y me miraba con odio y fuera la hija del mismo Lucifer.
Y ahora, mientras acepto el agua y miro desde mi posición hacia dentro por estar la puerta abierta, lo veo sentado también, pero en una de las mesas solitarias contra uno de los ventanales.
Elevo una ceja mientras doy un sorbito.
Acompañado de otro chico de origen turco.
Parece, no lo sabría decir bien.
De traje, pero llevando sobre sus hombros ahora y cual capa, banderas de otros países.
No llega a mis oídos lo que le dice, pero capto la repercusión de sus palabras en los movimientos o gestos que hace el tal Cesar.
Algo así y derrumbado sobre la mesa mientras niega en tomar el vaso de agua que a él también, este chico le ofrece.
Lástima, me hubiera gustado que se ahogue y tosa hasta el punto de escupir sus putos pulmones por ser un idiota.
En solo enredar más los dedos de sus manos en su ondulado pelo, negado y creo, que hasta tira de ellos.
¿Por bronca?
¿Por darse cuenta lo mal que actuó?
¿Ira?
- Creo que soy yo y por lo que vi... - Le señalo al tal Cesar. - ...la que tengo que pedir disculpas. No fue mi intención molestar. - Le explico a Raquel, dejando el vaso a medio tomar en un costado y poniéndome de pie. - Amo otra cosa aparte del café, la música. - Murmuro. - Y por eso, aprendí de chica a tocar el piano y verlo después de semanas sin hacerlo, creí como en muchos restos al haber uno, que se podía y ... - Miro con enojo y algo de tristeza hacia el loquito como dueño de la cafetería. - ...no, que solo estaba a modo decoración...
- Es para eso... - Suspira Raquel y la miro por eso.
Se sonríe, pero percibo lo que abunda en este lugar desde lo que ocurrió.
Tristeza y de la mucha.
- ...la cafetería siempre estaba plasmada de notas tocadas por el piano... - Creo que no sabe como seguir. - ...solo, que hace mucho tiempo se dejó de hacerlo, Cherry.
Y las ganas me pueden de preguntar el motivo del abandono de ello, pero no me parece prudente ya que soy una extraña y lo segundo y más importante al mirar otra vez hacia dentro, ver que el dueño de la cafetería y el chico amante de países, deslizando sus sillas para ponerse de pie.
Diablos.
Vienen hacia nuestra dirección.
¿Y sincera?
Demasiadas emociones para este día.
Sin contar que no entiendo nada y mucha información por lo que parece y no es de mi incumbencia.
Aunque reconozco y no comprendo el motivo, cierta ganas tengo de saber.
Pero a la mierda todo eso y el dueño.
La cabeza me retumba por lo que pasó y mis muñecas duelen por su agarre, siendo lo mejor, irme antes de que lleguen.
- Debo regresar a casa. - Me apuro en decirle y mis palabras causan que Raquel se ponga de pie, preocupada.
- Es un jodido, pero prometo hablar con Cesar...
Sacudo mi cabeza.
- No hace falta. - Ni sé, que decir. - Hubo confusión y no debí hacer eso. - Camino hacia la calle y me acompaña.
- Yo creo que sí... - Acota rodeando mi brazo con los suyos con confianza.
¿Qué?
Y no lo digo por esa confianza a horas de conocernos con su acción.
Me agrada.
Lo exclamo por sus palabras.
Llegando a la acera, palmea mi hombro con amistad.
- Nos volveremos a ver, Cherry Love. - Nos despedimos y sintiendo cariño de su parte al pronunciar mi nombre como apellido.
La veo regresar a la cafetería, sin embargo no lo hace por el lateral como lo hicimos.
Lo hace, ingresando por la puerta y entrada principal del local y en el trayecto, sacando el cartel con la leyenda de búsqueda de un baristo, para doblarlo y guardarlo en el bolsillo de su blanco delantal que rodea su cintura.
CESAR
- ¿Se fue? - Pregunto al no ver a la muchacha y encontrar a Raquel en el mostrador como si nada.
Y me gano la peor de sus miradas de mierda.
Tanto, que un cliente que viene hasta la caja registradora por el pago de su consumo para marcharse con su pareja, duda en hacerlo por temor a recibir una zurra como la que me amenaza con su mirada.
Carajo.
- ¿Y qué pretendías, Cesar? - Me dice, pero increíblemente con una sonrisa terrorífica hacia el cliente por más que le pone empeño para disimular su enojo hacia mí, causando que estos retrocedan y más, cuando les dice con esa sonrisa que no abandona su rostro por fingir, que regresen pronto.
Con Madhur nos miramos y sí, ambos asentimos sin dudar.
Esa pareja jamás van a pisar la cafetería, si Raquel parece la versión femenina de Jack Nocholson en el Resplador con esa sonrisa.
Turbio, se los juro.
Cierra de un caderazo furioso la caja registradora y se cruza de brazos.
- Guau. - Exclama Pastor por esa actitud algo fascinado, pero baja la vista y se detiene a la burrada enamorada que iba a soltar, por la mirada de pocos amigos de Raquel, para luego depositar la misma hacia mi persona.
- ¡Esa pobre muchacha se fue con el susto de su vida, con los ojos en compota por retener un llanto y pensando lo peor de nosotros por no comprender tu exabrupto, Cesar! - Me recrimina. - ¡Exabrupto que tú y solo tú, tienes la culpa, pendejo!
Toco mi pecho.
- ¿Yo? Reconozco que me sobrepasé, pero... - Señalo hacia el sector donde el piano descansa, pero notando algo, bajo mi índice. - ahí...ahí dice... decía... - Mi balbuceo se detiene al ver que lo que busco colgado en la pared junto al piano, Raquel lo eleva con uno de sus dedos con suficiencia.
Y mierda con eso, ya que el dichoso cartel.
Me froto la frente, no puede ser...
Haciendo memoria, hoy temprano lo saqué para limpiarlo y lo dejé sobre el mostrador para ayudar a Raquel, olvidándolo.
- Cherry...
- ¿Cherry? - Repite Madhur y Raquel afirma.
- Love. - Sigue.
- Yo también, te love mucho. - Madhur le responde y sonríe feliz, pero Raquel le aplasta esa sonrisa de amor con solo achinar sus ojos.
- ¡Es su apellido! - Desinfla la milésima de segundo y que por tan solo un momento, ilusionó a mi amigo.
Y elevo ambas manos para detenerlos y por no terminar de entender todo.
Focalizo en Raquel.
- ¿La muchacha se llama Cherry y su apellido es Love?
Asiente y rasco mi barbilla ante eso.
- Su madre debe ser Frutillitas y el padre un Osito Cariñosito. - Pastor concluye, cruzando sus brazos y muy serio.
Y lo miro.
Lo hago mucho, ya que no sé, si reír a carcajadas o que mi puño vaya a su hombro como Raquel se contiene de hacerlo.
Opto por la tercera opción y que es, no solo tomar asiento en la barra por algo que mi cerebro no deja de repetir.
Cherry.
Esa palabra o más bien ese nombre de la aludida en cuestión, significa cereza.
Fruta que no soy de comer y si veo en alguna tienda, tampoco compraría.
No es que no me agrade, pero como sucede en muchos productos y uno como consumidor, prefiere otras.
Sin embargo y llamando mi atención sin comprender del todo, al decirlo, es agradable al pensar en este caso, el nombre.
Y procuro analizarlo, pero lo sucedido anteriormente y pese a que no lo demostré.
Mierda.
No soy mala persona.
Sé, que soy el culpable de la brusquedad de mi acto hacia la muchacha y cuando yo mismo, saqué el cartel que colgaba.
La culpa me carcome, pero.
Y mi vista se pierde hasta el rincón donde el piano está.
Estaba prohibido.
Ya no más, mi hermano siendo el último que lo tocó, por estar ahora los dedos de ella.
Dolor.
¿Acaso, nadie entiende que y por más bien ejecutado, yo no quería volver a sentir ese piano?
¿Y mucho menos esa composición?
Dejo caer mi cabeza entre mis manos y sobre la barra por la migraña que me invade y de reflexión inconclusa.
- ¿Puedes cerrar por mí, la cafetería? - Le pregunto.
No veo a Raquel por mi postura, pero siento como afirma y es suficiente para mí, levantarme de la silla y casi arrastrando mis pies y saludando a Pastor, caminar solo.
Lo necesito.
Hacia afuera y escaleras que me llevan a mi departamento en la azotea.
- Ella es baristo, Cesar. - La voz de Raquel escucho a mis espaldas.
Mi turno de asentir.
Ni siquiera respondo como se debe y mentalmente, le pido disculpas por eso.
Pero la fatiga emocional, hoy me supera.
Perdón, amigos.
Y mucho...
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