CAPITULO 27

CESAR

- Las relaciones familiares son difíciles de romper... - La voz grave del hermano de Cherry, me dice por sobre mi hombro al depositarme una taza de café en la mesa. - Perdón, solo bebo del instantáneo. - Me dice ya que no es de granos como de buena calidad y vendo en mi cafetería.

- No lo hagas y sincero, también lo hago. - Respondo, causando que sonría mientras toma asiento frente mío y bebe un poco de la suya. - No soy fan del café, bueno en realidad... - Otra sinceridad, rascando mi nuca. - ... solo lo soy al que hace Cherry... - Y me gano otra sonrisa de su parte. - Supongo que es así. - Retomo a lo primero que dice. - Solo tuvimos a nuestro padre como toda familia. - No hace falta que me extienda porque tengo la certeza que Juan Cruz sabe muy bien por Alejandro nuestra historia. - Y luego a Raquel con la cafetería. - Concluyo.

- No está muy lejos de la nuestra. - Murmura mirando hacia la puerta cerrada de su habitación donde Cherry todavía duerme y dando a entender lo solitarios que siempre se sintieron pese a tener sus padres presente, para luego mirarme con firmeza. - No logro comprender aún esta jodida casualidad que nos unió a todos después de tantos años y siendo la última vez que te vi a poca distancia cuando con Ale... - Menciona y pronuncia con demasiado amor pese al tiempo su nombre. - éramos adolescentes y tu con Cherry unos niños. - Dándome pie a que saque la fotografía que procuro alisar sobre la mesa y con una mano al aplastarla desde mi escondite.

Se la deslizo por la mesa y girándola para que la observe y eso hace, elevándola con una de sus manos a la altura de sus ojos para mirarla.

- ¿Dónde la encontraste?

- En unos de los abrigos de mi hermano, no hace mucho.

Con cierta tristeza por el recuerdo.

- Ale la sacó. - Me lo confirma. - Con una vieja cámara que tenía yo y de mis primeras compras con mis trabajos de verano. - Era nuestro lugar favorito para escapar a la salida del colegio y las de ustedes también. - Me dice.

- ¿Íbamos con Cherry? - Aunque ya sé la respuesta, necesito su revalidación.

- Y con nosotros. Tu hermano no podía dejarte solo y yo a mi hermanita tan pequeña en un hogar roto por mis padres. - Mira con más cariño la fotografía. - Nos habíamos convertido en un gran cuarteto los cuatro. Cherry era muy pequeña pero amaba ese lugar por las flores que copaban la misma para esta época. - Me mira. - Debes saber que ama las cerezas y estas le recordaban a ellas.

- ¿Y juntaba ramillete siempre para regalarme mientras apoyado en el único árbol descansaba bajo su sombra cansado por tanto jugar, no es cierto? - Agrego, causando que se asombre.

- ¿Lo recuerdas?

Niego.

- La verdad, no. Era muy pequeño, pero si me lo mantuvo presente los años mi cerebro con ese sueño recurrente de esa escena siempre perfecta de la niña con su vestido de flores, una capelina que no dejaba divisar su rostro por el tamaño y caminando hacia mi dirección con alegría para regalarme ese ramillete.

- ¿Cherry lo sabe?

Y vuelvo a negar con la cabeza.

- Sabe la historia, pero no que es ella. No lo recuerda, aunque sigue su entusiasmo por esas flores color cereza sin darse cuenta que pertenecen a su pasado e infancia.

- ¿Y se lo vas a decir?

Afirmo, tomando un pequeño sorbo de mi taza.

- Se lo prometí... - Era así y porque la historia de mi hermano ahora encontrada, su piano, la cafetería y Cherry, era lo que me quedaba.

Mi hermano y hasta mismo Juan Cruz frente mío, me lo dieron a todo eso sin sospecharlo.

Sin darse cuenta si quiera y lo iba a a cuidar, mucho.

Mis palabras callan por mi certeza unos segundos y en el medio de este para mi asombro al mirarlo, percato de una paz que invade su rostro y hasta una cierta paz que comienza a trasmitirme al volver a hablar con cada palabra, pese a su historia.

- La vida de por sí, sentí que volvía a terminar al saber la decisión final de tu hermano y que esta vez, definitivamente ya no podía caber una nueva oportunidad cuando regresé sin importarme la consecuencia de mi padre al saberlo. No pude por más que lo intenté, pasar el umbral de su cafetería y siempre me detenía a ese punto. A una cierta distancia desde la acera y conformándome con solo mirarlo desde afuera. ¿Un cierto consuelo en el tiempo y llenando ese vacío? Que mi hermana empezó amar el café haciéndose baristo y que  comenzaba a tocar el piano para convertirse de las mejores y creer cuando pude escucharla, que sus manos como las de Ale, eran guiadas por el mismo ángel de la música. Me fui y me prometí a mí mismo que nunca volvería a esta ciudad, pero tiempo después esa añoranza que no tenía sentido por regresar acá, crecía y no podía detenerlo, para encontrarme otra vez una noche de invierno bajando de una línea de larga distancia con mis pocas pertenencias en un bolso, en su terminal de trenes dándome la bienvenida. - Me relata. - Quise buscarte, presentarme pero mi culpa me superaba y me resigné con solo instalarme definitivamente. - Mira lo que nos rodea, su pequeño hogar como taller de carpintería lindero. - En el mismo lugar que con Ale fui feliz y me conformé con solo en ese mismo espacio de la acera nuevamente, en mirar la cafetería que amó Alejandro y lo hizo también feliz, pero ahora a cargo de su hermano menor cuidándolo como si fuera él. Con el tiempo regresaba, siempre muy temprano o muy tarde en las noches, creyendo simplemente que era más fácil, ya que entrada la noche o comenzando la mañana y sin muchas pocas luces por estar cerrado, me resultaba más difícil distinguir las cosas personales de Ale y componían el interior del local y su presencia que extrañaba y aún sigo extrañando, no era más fuerte. - Solo lo escucho y abandona su taza para mirarme lleno de tristeza. - Yo siempre voy a extrañar a Ale como el gran amor que aún sigue siendo para mí y ese amigo incondicional que creció a mi lado. Me estoy acostumbrando solamente a vivir de nuevo con cada mes que pasa. A cocinar solo, limpiar solo, ducharme solo y a estar solo en mi taller y sin su compañía. La vida para mí, es punto final, pero para ustedes... - Señala con su mirada a su habitación donde Cherry aún descansa. - ... es solo una coma, el tiempo pasa y yo no me la jugué cuando creí que si y ustedes deben luchar por esa errada felicidad que no pude retener y proteger, fui un cobarde, no hagan como yo... - Me lo pide. - ... sean felices con mi hermana, hazla muy feliz por favor... - Es un ruego.

Y yo, enjugo mis ojos con mi puño.

- Te lo prometo. - Le digo sin dudar y me lo agradece con una sonrisa emocionado como yo.

Y se lo digo a mi hermano, también.

Porque y como dije anteriormente, él tuvo mucho que ver y hasta tengo la sensación que está entre nosotros, feliz.

CHERRY

A regañadientes tuve que aceptar lo que César como Juan Cruz me pidieron y era que descanse unos días.

Bueno, un poquito.

Ya que era mudarme tales, en la casa de mi hermano.

Y para mi sorpresa y por falta de mis cosas personales, no solo me encontré que el mismo Juan Cruz fue por ellas a la casa de mis padres cargando todo en su camioncito del taller y que utilizaba para entregar sus pedidos.

Además y que en su segundo viaje por traer hasta mi cama y con ella, vino mamá a visitarme como conocer su hogar.

La abracé con todas mis fuerzas, para luego abrazarnos los tres con esa misma intensidad.

Nos amaba mucho y en ese abrazo que nos fundimos nos pidió perdón por no saber cuidarnos ante nuestro padre, pero que eso estaba cambiando y limpiando sus lágrimas me contó.

Ya que mi hermano lo sabía por verla y ayudarla en estos días transcurriendo.

No solo había decidido divorciarse, también, echarlo de la casa.

Los pocos humos patriarcales que intentó imponer, bajaron al nivel cero frente al pecho imponente de mi hermano atravesó en el momento que que se acercaba amenazante a mamá, seguido a imponer a que tome asiento en uno de los sillones y escuchar todo lo que tenía para decirle en su desahogo Juan Cruz y nuestra madre, para luego obligarlo a que suba las escaleras por su bolso y se marche para siempre.

Esa semana y el comienzo de la siguiente me repuse viviendo con mi hermano, César pasaba en ratitos que podía y todas las noches cerrando a la velocidad de la luz la cafetería cuando llegaba su hora de cierre y cenar siempre con nosotros, según me contaba Raquel en una de sus pasaditas a visitarme haciendo que ría y hasta a mi hermano por hacerlo en su taller, ya que compartía todos mis momentos con su compañía.

Nos compartíamos en realidad y como esos viejos tiempos de niños.

¿Lo más lindo?

Ahora esa sonrisa algo tímida que empezaba a mostrar y antes no se lo permitía, ahora sí, comenzaba a llegar a sus ojos.

Porque ese avellana pálido de antes, comenzaban a brillar al sonreír.

Había luz.

Y con cada día pasando, mucha más luz.

Como en ese segundo portarretratos y cual con el hermano de César están abrazados y sonríen felices los dos.

Que antes estaba en la cocina casi escondido junto al que estábamos con mi hermano de niños, bajo un gran árbol en algún campo y ahora ambos, en una bonita repisa que hizo, fui testigo y hasta ayudé un poco en su construcción, lucen desde una pared y a la vista de cualquiera en el taller.

CESAR

Sus dedos con la nota final sobre el teclado y ponerse de pie sobre los aplausos de todos los clientes, anuncian que Cherry terminó con su pequeño repertorio de varios clásicos tocando el piano para seguir atendiendo en la cafetería, agradece con cordialidad por el cariño como halago mientras una niñita toma asiento en su lugar para seguir tocando ella, ya que es una estudiante de piano mientras sigue recibiendo y al pasar entre las mesas para llegar al mostrador donde con Raquel atendemos y Pastor en su día libre y con la camiseta de otro club de fútbol puesta, mira desde el plasma que cuelga en una de las paredes, las eliminatorias para el mundial 2026.

Ahora resulta, que el piano lo puede tocar estudiantes, no solamente Cherry con sus manos magistrales y tan iguales a mi hermano.

También y por idea de la misma Cherry, de personas como ella y que aman el piano y sin la posibilidad de uno pese a que estudien, en que puedan compartir ese arte con todos nosotros.

Al principio dudé, seguía siendo un puto mezquino con el piano ahora de Cherry y mi hermano, pero la confianza a su idea me terminó convenciendo para darle la razón con el tiempo.

Era agradable escuchar a otras personas que aman tanto o más, el piano como lo hacía mi hermano y Cherry.

Y lo segundo y más importante, eso terminó siendo un negocio redondo a mi placer, ya que al usar el piano otras personas por alguna demanda de los clientes para escuchar una melodía mientras degustaban de su café, yo podía entonces disfrutarla a mi lado y solo para mí.

Como lo hago en este preciso momento cuando rodea la barra y a mi lado mientras ajusta más su delantal, ojea los pedidos anotados y comenzando con el siguiente en la lista, pero antes de comenzar me regala un beso como se escribe su apellido.

Colmado de love.

En mis labios para retirarse al instante y sin esperar a que reaccione o pueda rematar, sin importarme que la cafetería está llena de gente.

- ¿No quieres comer algo para acompañar tu café? - Cherry le ofrece a Pastor, pero niega palmeando su vientre y con su vista fija en Raquel en la caja registradora cobrando un pedido y dando el vuelto.

- Gracias, Cherry. - Murmura. - Ya no puedo seguir comiendo, estoy lleno, lleno de los insultos de Raquel. - Finaliza, haciendo que riamos y se gane la peor cara de mierda de ella mientras se saca el delantal, hoy pidió salir más temprano y obviamente César no dudó por el motivo que es, mientras la vemos buscar su abrigo como cartera que cuelga en uno de sus hombros.

Al ver que Pastor se pone de pie con aire de acompañarla, le señala acusador con su índice.

- Voy sola, pendejo...

- Quiero acompañarte. - Ruega con un puchero, seguido y de forma analítica apoyar un dedo en sus labios, pensativo. - Y creo que tengo que ir también, ahora que lo pienso...

- ¡No vendrás! - No cede Raquel, aunque le alcanza su abrigo para que no lo olvide.

- Venirme es lo que mejor hago. - Le susurra para que solo nosotros escuchemos y otra vez con Cherry reímos, mientras los vemos irse a ambos con esos insultos llenos de amor odioso.

Y se apoya sobre el mostrador como su puño bajo su mentón, sin dejar de mirarlos.

- ¿Crees que llegaran sin discutir y matarse hasta el registro civil y poner fecha a su matrimonio? - Me pregunta.

CHERRY

Porque resulta y bajo nuestras felicitaciones como abrazos y palmaditas entre los cuatro días atrás, ellos van a casarse.

Aunque y siempre, César jamás dudó de el amor entre ellos por más diferencia de edad y esa guerra que entre ambos se disputaban, en realidad, era de tanto amor entre ellos, cual Raquel no quería reconocer y en cambio Pastor.

Me da risa.

Se lo hizo entrar en razón unas semanas atrás y vaya a saber en qué circunstancias que César no me quiso detallar, pero cuando Pastor y ante mi duda le consulté he iba a empezar con el detalle perfecto en su relato siendo en la azotea el día que me encontré durmiendo con ellos en la cama, César inmediatamente y con sus manos, tapó mis oídos para que no escuche, seguido a amenazarlo de hacer una macumba deportiva clavando un gran cuchillo en la tierra para que lo ayude la Pachamama a su equipo favorito para que pierda la liga, si proseguía.

Vemos como Pastor y Raquel entrelazan sus manos antes que él caballerosamente le abra la puerta de la cafetería, salir ambos y ella apoye su cabeza en su hombro con amor mientras caminan juntos.

CESAR

Cruzo mis brazos sobre mi pecho pensativo y ante su pregunta.

Pero, sonrío feliz y divertido.

- Creo que van a ser tan felices Cherry, que se lo merecen tanto el uno como el otro. - Presagio sincero a mis amigos.

CHERRY

- No te vayas aún, Cherry. - Me pide César cuando terminamos de acomodar y limpiar la cafetería tras los últimos clientes.

Apago las luces no necesarias y lo abrazo por detrás al llegar al mostrador.

- ¿Quieres mi café para terminar la jornada? - Ya que se le hizo costumbre esa dulce demanda casi todas las noches en el horario del cierre y disfrutarlo juntos los dos a nuestras tazas de expreso en la terraza de la azotea, pero ahora envueltos ambos con una cobija, porque el otoño con su retraso, ya se puso a la orden del día su frío tardío.

- Sí, pero en la cafetería. - Me pide y comprendo, porque mencionado antes, las noches ya comenzaron a ser bastante frescas.

Y comienzo con la preparación de las tazas mientras César me observa tomando asiento en una de las banquetas y como si fuera un cliente más.

Nada nuevo, ya que también de su parte, un ritual en verme como lo preparo, siguiendo cada uno de mis movimientos, para luego agradecerme al recibirlo y beber con tranquilidad como disfrutar su taza.

Y lo hace con un par de sorbos, pero sin antes aspirar su aroma cerrando levemente sus lindos ojos color castaño.

Y yo lo miro desde el otro lado del mostrador tomando asiento y bebiendo del mío, mientras observo como dejando la suya, busca algo en uno de sus bolsillos traseros de su pantalón para sacar la antigua fotografía de su hermano.

- ¿Recuerdas lo que me pediste si encontraba a la niña de mi sueño recurrente? - Me consulta que y al escuchar eso, mi taza entre mis dedos que viajaba a mis labios para beber otro poco, queda estático a medio camino por la sorpresa y ese cierta presión en mi pecho por mis celos estúpidos por ella. - ¿Te la presentara?

Diablos.

¿Será que la encontró?

¿Y que pasa con nosotros entonces, si es así?

Me empieza a doler la panza.

¿Será bonita?

¿Ya se encontraron?

Tengo ganas de ir al baño.

¿Alta?

Y mi vista baja a mis chicas.

Nunca y ni en mi adolescencia tuve demasiado pecho ni fui tan curvilínea y menos ahora con los años pasando y nunca, hacer deporte.

Ya saben que lo mío fue el café, comer caramelos de cereza y estar sentada por horas, para convertirme en pianista.

- Cherry siento desde acá, como tu cerebro trabaja horas extras. - Me dice alegre, tal que no me agrada ni un poquito, porque parece la dueña de eso, es esa dichosa y ahora en día, mujer que buscó y nunca me lo dijo, haciendo que me enoje muerta de celos.

Y quiero arañarlo, pero no puedo, porque me gusta mucho su lindo rostro, su lunar en forma de cereza en la punta de su nariz, como ojos color chupetín de Coca Cola, maldita sea.

- ¿La encontraste?

- Hace bastante.

- ¿Y me lo dices ahora? - Disimulo mi bronca.

- Esperaba el momento...

- ¿ Y es ahora? - Comienzo a mirar en dirección hacia la puerta de entrada del negocio y esquivando su figura que interfiere, pero no veo nada, ni siquiera un auto estacionado.

¿Vendrá en taxi?

¿Ya le avisó que está en camino?

Y sin recordar siquiera mi taza, me pongo de pie para caminar a la puerta y ver su llegada por más que no quiero y lo más importante...

¿Qué le digo y cómo reacciono al verla?

Pero César llega hasta donde estoy sin notarlo, solo por la calidez de sus manos al adueñarse de las mías para entrelazarlas con cariño y guiarme a un sector de la cafetería.

He intento negarme, pero me pide que lo acompañe con su mirada y esa sonrisa que no abandona su rostro.

Precisamente frente a los ventanales, para luego hacer que gire y enfrente los vidrios.

- No la veo... - Digo, procurando focalizar a través de la ventana hacia su vista a la acera por seguir corrida las cortinas, pero nuestro reflejo me lo impide y los nervios que me carcomen.

- ¿No? - Pregunta.

- No, César... - Respondo mirando como su reflejo suelta mis manos para abrazarme ahora él por detrás sin dejar de observarnos como nos reflectamos al cristal.

Una de sus manos me abandona, pero solo para elevarla frente nuestro y señalar el vidrio.

¿O a mí?

- Cherry, te presento a la niña de mi sueño. - ¿Qué? - La niña que bajo un cielo despejado y siendo testigo de lo nuestro mientras la admiraba bajo la sombra del único árbol, ella con su vestidito de flores y su gran capelina protegiéndola del calor, juntaba un ramillete de flores color cereza para mí, apurando sus pasos para dármelo.

- ¿Tu sueño? - Titubeo.

Y veo como afirma en nuestro reflejo y lo siento, porque sobre mi cabeza está apoyado su mentón.

- Ese era mi sueño recurrente, Cherry.

Y mi mente comienza con secuencias de borrosas imágenes. 

Familiares, pero borrosas.

Como si César al hacer esto y tipo interruptor, provocó a recordar rápidamente por tener dentro de mi cabeza un enorme archivero de datos y ubicado en algún rincón de mi cerebro, muchos recuerdos que no sabía que retenía.

Gramilla como una sábana verde tapizando un campo.

Flash.

Una pradera.

Como diapositiva.

Colmadas de esas flores color cereza.

Risas infantiles por mi capelina y a causa de la brisa, escapando de mi cabeza y corriendo con un niño.

Mi amigo.

¿César?

Más flash de imágenes.

A la par mía para recuperarla.

Mi hermano gritando que tenga cuidado de no caerme y lastimarme que y al voltear, pero sin dejar de correr con mi amigo, verlo a la distancia como él y su compañero de clases nos observan desde el césped donde están echados y ríen.

Más risa infantil.

Más recuerdos.

Es mi amigo que sin abandonar mi mano que sostiene con una de las suyas y al mirarlo mientras corremos, noto su pequeñito lunar en la punta de su nariz con la forma que significa mi nombre.

Cherry.

Una cereza.

 Y volteo hacia a César, ante una imagen que retengo.

Juan Cruz y Alejandro juntos en esa pradera y con nosotros.

Felices, riendo con nosotros y a veces permitiéndose tomarse de las manos con timidez y enamorados en su adolescencia.

- ¿Ellos? - Solo digo y César asiente.

- Sí, Cherry. Ellos también estaban, pese que en mi sueño, no...

Y otro pantallazo pasa por mi mente, pero del taller en tiempo actual de mi hermano, confirmando todo esto.

Las dos fotos que ahora reposan en el estante que hizo y la vista de todos.

Una, mi hermano y yo de niños sentados bajo ese enorme árbol en un campo.

Siendo el mismo que soñaba César.

Y la segunda, nuestros hermanos abrazados en el mismo lugar.

Miro a César, ya que seguro a él le pidieron que la tome.

¿Cristo, puede ser tantas coincidencias?

Y bajo un mismo factor en los cuatro con sus correspondientes anhelos.

Ser libres para vivir.

Afuera y a la vida, solo adquirir aunque sea pequeñas pinceladas de eso nosotros, libertad.



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