CAPITULO 26
CHERRY
Al bajar del colectivo siento el viento en la cara y con ello, su fresco, notando que no es tan cálido como ayer y sus días anteriores.
Y por eso recogí todo mi pelo aún húmedo por temor a un resfrío mientras me encamino a la casa de Juan cruz y en el proceso, abotonando la totalidad del abrigo que llevo puesto, percibiendo si con este repentino cambio del clima y cual para la temporada ya era hora, tiene a su vez, algún tipo señal con la conversación que viene con él.
- Hermano. - Digo con afecto al llegar y asomarme en la entrada de su taller, que y al verme mientras pasaba unas maderas por una máquina, detiene la misma para venir a mi encuentro y debo reconocer, con aire preocupado.
- ¿Pasó algo? ¿Estás bien? - En su abrazo me inspecciona con un ligero escaneo que me hacer reír.
- Si, si... - Lo calmo, aunque sigo entre sus brazos y lo miro. - Quise avisarte pero olvidé mi móvil en la cafetería, murmuro mientras me guía a que tome asiento en una de sus sillas de su taller y que hizo, mientras va hasta la cocina para traer algo de beber con unas galletas dulces, cosa que me hace sonreír con cariño, como si fuera aún una niñita.
- ¿Otra vez papá, Cherry? - Insiste por mi repentina aparición, arrastrando otra silla para sentarse a mi lado.
Vuelvo a negar con mi cabeza y hasta con ademanes de mis manos para tranquilizarlo y aunque lo hace y relaja su rostro, su ceño sigue contraído.
Y suspiro por eso mirando mis dedos entrelazados sobre mi regazo, antes de hablar.
- En casa sigue todo igual. - Le recuerdo ya que se lo comenté. - Y por eso estuve durmiendo este par de días en la cafetería... - También se lo repito y asiente. - ... mi jefe como mi compañera de trabajo fueron muy buenos conmigo y me apoyaron. - Prosigo. - Ofreciéndome pasar esas noches y hacerlo en la azotea, donde tiene su casa y no en un catre en el local. - Me explayo y a su vez, pensando con cada palabra que suelto siendo precavida y midiendo cada frase para llegar al punto.
Cosa que mi hermano lo hace, me escucha atento y notando toda su atención, pero al nombrar una azotea lo hace más.
Lo que no sé, si por hacerlo en la casa de un hombre o por nombrar esta.
Unos segundos dejo pasar por si quiere acotar algo, pero solo entreabre sus labios para beber un poco del jugo que trajo y lo imito, pero lo mío, porque siento la boca reseca por la ansiedad que retengo y disimulo o lo intento al menos.
Y antes de continuar miro, la jarra de jugo como las masas dulces.
Las señalo, sonriente.
- Pese a que te fuiste de casa hace mucho. - Tomo una de las galletitas con amor. - Me sigues cuidando como ese hermano mayor cuando era una niña y por más que ya crecí y soy toda una adulta...
- Siempre vas a ser mi hermanita pequeña, Cherry. - Murmura. - Yo no me perdono haberte dejado en cierta manera. - Triste y poniéndose de pie. - Ni a mamá en el infierno que era ese hogar. - No lo nombra a papá esta vez. - Pero eras una niña y nunca me lo hubieran permitido. - Mi hermano hace una pausa antes de continuar. - Y sin ir más lejos, me sentía tan roto, que necesitaba aparte de irme, mucha cinta adhesiva... - Suelta, procurando ponerle humor a la situación.
Ocurrencia y para variar, a su mirada no llega aunque sus labios dibujen una sonrisa.
Como siempre.
No estoy segura el motivo de esa frase que parece simple pero repercute en mí.
El sentirse roto que y por más que lo dijo en pasado, yo siento que aún sigue vigente en él.
O tal vez, si creo comprender la razón e inconscientemente resulta que lo mantuve en secreto.
Y dudo.
Porque realmente no sé la intención que esconde detrás de esa frase, pero comenzando tal vez a entender la fachada de la misma.
Y bufo, porque carajo, muchas dudas y no sé como seguir.
Mi hermano se da cuenta y sospecho que sabe que esto no es solo una visita casual, su cambio de postura aún de pie lo delata y me sorprende que siendo él ya hubiera tomado una más rígida, como en estos últimos años se convirtió en el límite que nos puso tanto a mis padres como a mí, marcando una frontera imaginaria en su espacio personal de lo emocional.
Sin embargo, su actitud se relaja.
- Si se esconden la preguntas, las respuestas los encontrará. - Me cita, dándose cuenta de mi aturdimiento mientras se apoya con todo su peso sobre una mesa de trabajo y limpiando con una pasada de mano, el aserrín de su superficie y dándome a entender que sin preguntar, él decide al fin hablar.
Pero antes de hacerlo, Juan Cruz mira hacia el exterior y yo también lo hago, brevemente, aunque noto por la ubicación del sol que ya hace rato pasó mi horario de entrada a la cafetería, pero sé que César lo va a comprender, al igual que Raquel cuando sepa el motivo.
- Yo solo quería libertad, anhelaba una porción importante de ella y que es la emocional Cherry. - Me dice. - Nuestro padre depositaba mucho propósitos y metas en mí desde niño, calificaciones perfectas en el colegio, conducta modelo de pequeño como mi ingreso perfecto en la carrera que eligió y sería la consagración al recibirme... - Habla lo que sabíamos y era tema de orgullo de papá por estudiar Medicina y abandonarlo después de cuatro años cursando sobresaliente. - ... causando que me quedara en el tiempo. - Formula y comprende que no termino de entender y se aclara. - El tiempo pasaba Cherry, cada día como cada semana con sus mismos meses, pero, yo solo veía esto desde el otro lado de la vereda que la gente y la vida misma transcurría frente mío, pero yo de pie y siendo espectador de ello, no viviéndolo. La monotonía natural que era normal para todos, tenía algo y cual yo envidiaba, vida... - Pronuncia, volviendo a tomar asiento a mi lado, creo que lo necesita para lo que va a seguir. - ... cosa que me di cuenta o reaccioné en ese momento y sobre las escaleras de la facultad, que yo no tenía eso y hasta creo, que nunca la tuve en realidad o pude disfrutar Cherry, descubriendo que la felicidad como decía y escuchaba de las personas que lo eran completamente en puntos importantes de sus vidas, la mía en cambio, solo era de a ratos. Y decidido quise buscar la mía propia sin importarme las consecuencias, porque quería solamente ser o volver a ser feliz.
- Y te alejaste. - Me corrijo. - Marchaste...
- ...de todo. - Me sonríe. - Comenzar de nuevo para buscar mi felicidad y sintiendo que esa búsqueda estaba en una de las cosas más importantes de mi vida... - Su turno de corregirse. - ... una de las personas para ser exacto...
- ¿Tu cinta adhesiva? - Repito con cariño a su humorada de momentos antes y afirma.
- El amor, Cherry. - Y me sospechas se confirman, pero no emito palabra, solo escucho. - Mi amigo de la infancia cuando nos mudamos acá de niños y me ofreció su amistad incondicional al transferirme a su escuela y con el tiempo transcurriendo, convirtiéndose para ambos en un gran amor entre nosotros. - Mierda, lo sabía. - Convirtiéndose la época escolar en la mejor de nuestras vidas, planeando cada día como el mejor al anterior y soñando con un futuro siempre juntos y alejados de todo mal...
- ¿Papá? - Interrumpo y suspira fuertemente y a modo afirmación, seguido a una triste, una muy triste sonrisa que provoca que mis ojos se humedezcan y entrelace mis manos con las suyas.
- ¿Podría aceptar que su hijo perfecto, de carácter perfecto y con una futuro académico perfecto al terminar el secundario, sea homosexual al descubrirlo sobre sus sospechas por seguirnos a un campo que solíamos pasar las tardes... - El recuerdo lo obliga a una pausa cerrando brevemente sus ojos, para luego proseguir. - ... amenazarlo lleno de odio, pero descargar su ira sobre mi persona arrastrándome mientras me alejaba de él y obligándome a golpes a que suba al automóvil, acusándome de que mi enfermedad podría contagiarte por llevarte conmigo. - Niega. - Amar no tiene color ni género Cherry, es solo amar y siendo tan joven y por miedo a represalias contra él, me alejé para protegerlo y hasta ignorándolo como cambiar de acera si el destino nos cruzaba y mucho más, cuando papá nuevamente me cambió a otro colegio para que finalice ese último año y tal pasó, como otro y otro, hasta que perdí la cuenta por hacer lo que me pedía y cursaba la universidad en otro estado cuando decidió otra mudanza. Soporté hasta que dije basta. - Y es ahí, cuando vuelve al principio. - Quería y anhelaba vivir, reconstruirme y hacer lo que amaba... - Se detiene. - ... recuperar, también lo que amaba...
- ... decidiendo regresar acá y buscarlo? - Interrumpo, sin embargo niega y no entiendo.
Nuevamente hace un intervalo, como un paréntesis obligatorio para pasar una mano sobre sus ojos.
Y sus lágrimas me contagian.
- Lo intenté, lo intentamos en realidad por más tiempo que había pasado entre nosotros y ya adultos, para volver a reencontrarnos en viajes que coincidíamos mediante previos planes por sus obligaciones con su hermano menor al ser huérfanos de padres, ambos. - Jesús de cielos, será? - y yo, aprendiendo como junior en una carpintería la vocación que amo. Pero siempre bajo la sombra de nuestro padre...
- ¿Qué? - No puede ser. - ¿Supo de todo eso?
- Siempre Cherry. Cometí el error de ser visto por allegados de él acá y comentarle que nos vieron juntos como trabajando en mi arte sobre la cafetería que al poco tiempo había abierto para cumplir su sueño. Lo que murmuraba la gente sobre nosotros papá no lo resistió... - Jesús de vuelta, entonces fue él y el hermano de César. - ... apareciendo de la nada y de golpe una noche donde yo en ese momento pasaba mis noches si no lo hacía en su casa para potenciar su amenaza no solo contra él, ahora se metía con su hermanito y la seria posibilidad de separarlos bajo una denuncia legal por esa condición enferma que padecía como yo y no pude soportar la idea de eso al estar solos y que solo se tenían ambos.
- ¿Huiste nuevamente?
Asiente.
- En realidad le hablé antes de marcharme y se negó a eso, porque otra vez volvía a ocurrir todo de nuevo, pero conociendo al ira de nuestro padre quería hacerle comprender que era la mejor salida. - Se sonríe con tristeza pero mucho amor por él. - Fui cobarde, lo sé y me lo dijo, y hasta me lo gritó en plena calle mientras me iba, lo escuché sin voltear jamás y caminando como podía, porque la noche como mis lágrimas no me permitían ver bien Cherry.
- Fue cuando desapareciste completamente por años y nos negaste tu paradero con mamá... - Concluyo y asiente.
- Necesitaba sanar, pero comprendí tarde que escapar no era la solución por más que lo había etiquetado a eso, con protegerlo... - Su voz se entrecorta por la emoción. - ... más, al descubrir que nunca logré eso, porque él cayó en un abatimiento profundo a causa de nuestra separación nuevamente, haciendo que decida por esa melancolía que él... - No lo puede decir en voz alta. - ... él y por mi culpa...él...
- ¡No fue tu culpa! - Exclamo y me gana un llanto nervioso. - ¡Solo querías protegerlo a Alejandro y a César! - Chillo desconsoladamente perdiendo el equilibrio de mi asiento para recibir mi trasero el suelo y en simultáneo, él de su silla se pone de pie por sobresaltarse.
Y no, por mi sollozo que no se detiene y estar tendida en el piso.
Es, porque nombro tanto a César como su hermano.
- ¿Pero...cómo...tu...? - Procura entender mi conocimiento, pero calla y al notar como yo, que alguien ingresa de golpe a su taller para llegar donde estoy y flexionando sus rodillas, la calidez de sus brazos me envuelven.
Es César y no entiendo como cuerno llegó, pero no me importa como lo logró y me permito llorar más y abrazarlo también, hasta el punto de sentir la humedad de mis lágrimas que salen a caudal, empapan esa porción de la camisa que lleva puesta y donde parte de mi mejilla como rostro descansan.
Solo hay silencio.
Mucho.
Y como fondo de todo mi llanto con mi voz que no deja de repetirles a ambos, que mi padre fue el culpable de todo.
No mi hermano.
Y tampoco no, Alejandro.
CESAR
Como potente acosador y fisgón al encontrar la dirección en uno de los mensajes de Cherry con su hermano y con mucha culpabilidad por eso al no tener su permiso, quedo estático a las afuera de su taller pero apoyado contra la pared que da a la puerta abierta al mismo.
Escuchando su conversación.
Mi idea era entrar y presentarme como pedir disculpas por mi presencia sin invitación, pero y ante esa iniciativa, mis piernas se detienen al escuchar claramente la historia que su hermano comienza a contarle.
Primero, por ese desahogo que por fin y tanto deseaba Cherry escuchar después de tanto tiempo.
Y segundo, al prestar atención que en su relato hay muchas coincidencias con la de mi hermano, para luego sentir su propio nombre como el mío.
También estoy llorando en silencio al escuchar el motivo de su depresión con su triste final y la culpabilidad por tal, que atormenta al hermano de Cherry.
Me cuesta creer que Alejandro y esa cierta tristeza que notaba en ese tiempo, realmente ocultaba semejante melancolía para no preocuparme y con gestos cariñosos, atendiendo la cafetería, ayudando con mis tareas escolares, prepararme mis cenas y engañando tanto a Raquel como a mí con habilidad, él no solo sufría callado por ese amor perdido, si no y también, pensaba con acabar con su vida.
Y me culpo también y a la par del hermano de Cherry al no pensar en esa posibilidad, cuando debí hacerlo.
Y mi mano se hace puño ante esa impotencia y con la intensidad sobre mi escondite, hasta el punto de bajar la mirada para ver como mis nudillos se ponen, no solo blancos por la fuerza, además, que y en el proceso, la fotografía de Alejandro se retuerce entre mis dedos.
Y algo me obliga a salir de mi escondite.
El llanto desconsolado de Cherry, continuo a otro sonido y ver cuando entro, que es el desmoronamiento de su cuerpo al caer al piso y no dudo, corro hacia ella y hago lo que mi cerebro me manda, abrazarla e intentar con ello apaciguar su dolor mientras repite una y otra vez, procurando convencer a su hermano y hasta a mí, que no es su culpa, solo del padre de ellos.
Y la abrazo más, bajo la mirada de sorpresa de su hermano, para luego ayudarme en un silencio perpetuo entre ambos al pedirle que se ponga de pie y llevarla hasta su habitación donde la obligamos a que se recueste sobre su cama.
No me pide ninguna explicación por mi repentina presencia, tampoco cuando me quedo con ella y sin siquiera pedir su permiso, solo su mirada completamente sobre mí, me dice que lo aprueba, ya que comprendo y me doy cuenta que me reconoce.
Él sabe quién soy.
El hermano de Alejandro.
Como yo también, al reconocerlo como el hombre que varias veces lo vi en la acera y con su mirada perdida en la cafetería en horas tardías de la noche, como tempranas de las mañanas nostálgico y pensando por una buena taza de café.
Pero en realidad, era una nostalgia por ese amor a mi hermano...
- ¿Supiste la dirección por mi teléfono? - La voz bajita de Cherry, me saca de mi ensoñación para verla con su mirada en la mía. Lágrimas no dejan de deslizarse por su mejillas aunque su llanto ya no está, pero dejó como estrago un hipo nervioso y le pido con un gesto que beba algo del agua que su hermano dejó para ella antes de dejarnos solos mientras intento secar con el puño de mi camisa un poco sus mejillas.
- Sí y lo siento. - Soy sincero.
- ¿Estabas escuchando? - Se corrige. - ¿Escuchaste todo?
- Sí, perdón. - Me disculpo. - Pero iba a entrar a la cuenta de tres si te sentía peligrosamente triste, sin embargo escuchar la historia y que pertenecía a mi hermano también, me hizo permanecer escondido. - Procuro argumentar ya que no estuvo bien y quiero frenar su enojo si ocurre.
Sin embargo me sorprende su respuesta.
Más bien, su pregunta y con los ojos más nublados de lágrimas.
- ¿Entonces, por qué no lo hiciste? Estaba en ese peligro de mucha tristeza todo ese tiempo que estuviste escuchando sin entrar. - Me reprocha con amor.
Sí, con amor.
Y la atraigo contra mí.
Quiero besarla, hacerlo mucho.
Profundo.
Y hasta que el día se haga noche.
Pero me contengo con fuerza que no tengo y me obligo a fabricarla, ya que no es el momento.
La abrazo más fuerte.
Todavía, no.
- No culpes a mi hermano, César... - Me ruega lagrimeando más. - ...él solo hizo lo que creyó...
- ...no lo culpo, Cherry... - La interrumpo y acomodo su pelo hacia un lado de su rostro con suavidad, para luego tomar el vaso de su mano y dejarlo nuevamente en la mesita al lado de la cama. - ... promesa que no siento tal cosa. - La tranquilizo. - Tienes que descansar. - La obligo a que se acomode mejor bajo la frazada y lo hace, pero dejando espacio y comprendo su intención.
Quiere que me recueste a su lado y no me vaya.
Tiene miedo.
Y por eso, me acomodo a su lado y acto seguido, su brazo me rodea por sobre mi pecho para garantizar un posible escape si se duerme agotada por tanto llorar, cual se lo avalo más al darme vuelta y ponerme de lado como frente a ella casi rozando nuestras narices.
- No pienso irme Cherry, te lo prometo. - Lo rectifico y un suspiro que exhala me dice que me cree y cierra sus ojos.
Y la miro con ganas y a puro placer.
Mierda y re mierda, aunque que quisiera, no puedo.
Y con cuidado como lentamente, elevo una mano para acomodar otro pelito que cae sobre su frente sin que logre despertar, ya que percibo por sobre varios minutos que ya pasaron y una respiración tranquila que solo a veces es interrumpida por ese hipo culpa del llanto, acusando un sueño ligero, pero un sueño al fin.
Mis dedos acarician parte de su pelo, para luego y con siempre suavidad, un lado de su rostro dormido percibiendo como una de las comisuras de mis labios se eleva por una pequeña sonrisa que me permito.
- No tienes esa bendita capelina y al fin logro ver tu rostro y con mi mano extendida, poder acariciarte niña de mi sueño recurrente. - Le susurro tan bajito.
Porque ella, es real.
Me acomodo más a su lado y conteniendo las ganas que se quieren apropiar de mí y hacerlo con fuerza.
Cherry resulta ser ese amor infantil de mi infancia sin saberlo, aún.
Y locamente también, la persona quién me enamoró al llegar a la cafetería, años después.
Carajo con el destino y sus hilos.
Mismo que se le fue negado a ambos hermanos, pero a su vez ellos y sin saberlo, fueron conductores en primera persona, de los nuestros.
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