CAPITULO 17

CESAR

Un alivio se había filtrado a través de mí, escuchando a Cherry en el piano.

No entendía mucho el motivo de eso, pero sí, que la paz que necesitaba este día.

Y a lo mejor, la acumulación de otros días.

No tengo idea, si era porque tocaba tan perfectamente igual a mi hermano o era mérito propio.

Cuestión, que solo al hacerlo me invadió bienestar, cual reconozco que la primera vez que lo hizo, me sucedió lo mismo, pero esa clonación de sus manos iguales a las de mi hermano fue como un dulce puñal, que, créanme, eso existe.

Porque duele como el infierno por el recuerdo y a su vez, dicha de volver a sentir esa fortuna que uno creía ya nunca más.

Tocó otras melodías y hasta mi favorito que no sabe de ello, Fantasie.

Para luego marcharse y accedí a regañadientes aunque no lo advirtió, porque faltaba para su hora de entrada a la cafetería.

Mierda.

Por suerte pasaron las horas para el mediodía con rapidez.

La aparición de Pastor y una inusual concurrencia de más clientes hicieron eso.

Cual y para variar haciendo su acto de presencia, tanto él como Raquel se saludaron con su bienvenida típica.

Raquel con ignorancia y mi amigo por poco, haciéndole un fondo de ojo enamorado.

Pastor toma asiento justo en la banqueta desocupada del mostrador donde Raquel va y viene con los pedidos.

Suspira con cierto aire fuerte para llamar su atención, pero mi compañera hace caso omiso.

Como si Pastor no estuviera entre nosotros y sonrío mientras cobro un café.

Lo hace nuevamente, pero esta vez dos tonos más altos y hasta cambiando su postura o mejor dicho, pasando a una pose que Pastor cree que es sexy para acaparar la atención de Raquel.

Pero ella nada, sigue atendiendo cliente que solicita su presencia.

- Nada te cuesta preguntar... - Cuando viene al mostrador, le dice. - ... que te sirvo o como estuvo tu día, que quiero comer con el café, si quiero casarme contigo... - Agrega con énfasis y corazones esto último, haciendo que se me escape una risa detrás de una de las máquinas de café.

Hoy Pastor no lleva una bandera patria o de alguna liga de fútbol, pero el suéter que lleva es de la afición de la selección brasilera.

Raquel lo odia y más que su sincericidio lo pudieron escuchar unos clientes de una mesa cercana y por eso se ruboriza.

Con odio, pero se ruboriza, pero se recompone.

No sería nuestra Raquel.

Y como si nada vuelve a la estación de pedidos y a poca distancia de Pastor sentado ya recibiendo por mí, su taza de expreso con su sándwich favorito.

- Nunca me voy a casar contigo. - Es rotunda y seca.

- Ok. - Pastor la mira con dulzura.

- Me importa tres maples de huevos lo que me digas, siempre va ser un no. - Decidida.

- Bueno. - Pastor, enamorado.

- Y hablo de los grandes. - Le aclara por si había dudas. - De esos blancos que son más caros. - Agrega haciendo que ría más.

- No serías mi Raquel, si no hubiera pensado en esos huevos. 

- No soy tu Raquel. - Lo señala con bandeja en mano y Pastor hace gesto que no habla más, sonriendo alegre y tomando su almuerzo.

- Tenemos que ver que hacer con esas cajas. - Interrumpo esa extraña batalla de amor entre mis mejores amigos.

Raquel mira hacia un lado y cerca de la entrada a la cocina, donde se acumulan una docena de cajas pequeñas con servilletas del local y un distribuidor trajo en la mañana.

Raquel está confundida, ya que sabe como yo, que ya en la cafetería lugar para guardar cosas no sobra.

Hicimos una breve pausa los dos y luego de reflexionar, decidido hablo.

- Está el mueble de mi hermano. - Su armario. - Puedo desocupar algunas cosas para empezar a guardar insumos de la cafetería... - Que diga esto último, ambos, tanto Raquel como Pastor me miran desorbitados.

Y lo comprendo.

Ya que y desde que mi hermano se fue, no he sido capaz estos años de deshacerme de algunas de sus cosas de su habitación.

Todo sigue igual e intacto, limitándome solo a mantenerlo limpio.

Pero la realidad que este último tiempo y como mencioné antes, la cafetería a crecido en popularidad teniendo que aumentar con Raquel más mesas por la demanda de clientes tanto en pedidos para llevar como disfrutar del ambiente.

Y creo que ya es hora de hacer algo con el espacio también, del departamento de la azotea.

Pastor quiere decir algo, pero la mano extendida de golpe por Raquel sobre su boca, se lo niega.

Sabe que esta decisión es un gran paso, como lo fue que Cherry use el piano y pese a que solo voy a remover un poco su armario para armar un espacio para estas cajas, significa mucho para mí.

Y eso hago dejando a mis amigos para tomar las cajas apiladas, caminar en dirección afuera y a las escaleras que me conducen hacia el techo.

Ya dentro y abriendo como puedo la puerta de la habitación.

Mucho que no entraba.

Su cama, ventana y muebles me reciben como la imagen de mi hermano sentado al borde de la misma, cual siempre elevando su rostro al escucharme entrar, me recibía sonriente y sin dejar de golpetear un bolígrafo sobre su cuaderno por alguna partitura escrita o creada por él, para luego tocar con su piano en la cafetería más tarde.

Pero ese recuerdo viviente se borra al focalizar y solo ver su cama vacía, causando que suspire por eso.

Dejo las cajas con cuidado sobre el colchón para voltear al armario.

La habitación no es muy grande, solo y suficiente para la cama, la baja mesa a su lado, una silla y el armario junto a la ventana que abro y deslizo su cortina para que entre el sol a la estancia.

Para luego abrir el mueble sus dos puertas y como siempre en lado, su ropa colgando que también cada tiempo llevo a lavar y del otro sus estantes con libros de estudio de música, algunas revistas de la misma temática y más objetos personales.

Hago a un lado las primeras dejándolas en la silla y comienzo a ordenar las cajas de servilletas y me doy cuenta que hasta sobra lugar.

- Bien. - Digo, retrocediendo unos pasos satisfecho, seguido a tomar asiento en los pies de la cama para mirar todo como afuera, cual siendo cerca del mediodía, la claridad del sol ilumina la habitación completamente.

Ambas puertas del armario siguen abiertas, aún no las cerré y por eso observo largamente su interior.

Sinceramente y más que asear, nunca me dio el corazón por la tragedia y no soportarlo, en mirar las pertenencias de mi hermano.

Y por respeto.

Y comienzo a comprender que así como hice para tener espacio para las cajas de servilletas, no muy lejano el tiempo que otras cosas voy a tener que desechar para más capacidad de cosas de la cafetería.

¿Pero, qué?

Me pregunto poniéndome de pie y poniéndome en frente del mueble con sus dos puertas abiertas de par en par.

Media docenas de perchas con abrigos que le pertenecían cuelgan y me limito a solo correr de una estas, pero sin atreverme a pensar en tirar alguna.

Raquel una vez me dijo que usara alguna prenda, pero mi hermano era como dos tallas más grandes o tal vez donar a alguien que lo necesite.

Suspiro, sin dejar de mirar cada abrigo.

Pero, jamás me animé a soltar alguna.

Mi mano se frena en el viaje de acariciar cada una, para detenerme en la favorita de él.

Un abrigo a cuadros en rojo y negro de franela con botones frontales y notando que un par de ellos están sin cerrar, me ocupo en cerrarlos, pero al tacto.

Guau, no lo había notado antes.

Siento que su interior, tal vez un bolsillo interno, algo guarda.

Y con curiosidad introduzco una de mis manos para sentir un papel resistente por su dureza, pero a la vez suave al tacto.

Lo saco y es una foto.

Sí, una que pese a su buen estado acusa sus años por la tonalidad algo amarilla, observando su imagen.

Nada del otro mundo, es solo un paisaje de algún lugar que supongo mi hermano de puro gusto le sacó foto cuando era adolescente, tal vez.

Miro algo aburrido la fotografía mientras regreso a la cafetería, ya que Raquel me debe necesitar por la demanda horaria.

Definitivamente es un panorama o el horizonte de algún parque o espacio verde bastante grande, analizo guardándolo en el bolsillo trasero de mi pantalón cerrando la puerta y comenzar a bajar las escaleras.

Pensando aún en la imagen sigo dando fe de ello por el sol que ilumina ese día, el pastizal estilo gramilla con lo que aparenta flores coloradas, enumero y con únicamente creo, un gran árbol en su fondo seguí considerando, pero...

Me detengo a mitad de las escaleras, rascando indeciso mi nuca.

¿Por qué y siéndome aburrido la foto, algo llama mi atención?

Seguí hurgando entre mis recuerdos, ya que vagamente sentía que lo había visto en algún lugar a ese paisaje de interés plano supuestamente para mí.

Busqué y rebusqué en vano retomando el bajar las escaleras, cuando de pronto me detengo por un singular fenómeno de mi memoria recordando y apurándome para sacar la fotografía de mi pantalón ya mirarlo con más detención.

La acerco y la alejo para beber cada centímetro cuadrado de su imagen sin poder creer y feliz que es lo que pienso.

Porque es el lugar de mi sueño constante.

Sonrío feliz y hasta se me escapa una carcajada de júbilo.

El lugar existe.

Ese jodido lugar no es invento de mi cerebro con ese sueño constante que jamás me abandona.

Sonrío más.

Y eso quiere decir.

Miro el cielo sin poder creer, para nuevamente la foto.

Que esa chica...

Mierda, sí.

Ella, realmente existe.

Y no puedo perder tiempo y apuro mis pasos para contarle a Raquel como Pastor que saben de ello.

CHERRY

- ¡Uy, que lindas! - Exclamo, al detenerme camino a la cafetería para trabajar y ver unas bonitas flores rojas en una tienda a pocas cuadras.

Las huelo y para mi sorpresa tienen un suave aroma dulzón, parecido a mis adoradas cerezas que tanto me gustan.

No es una florería, pero la dueña desde su mostrador me invita a que tome un manojo si lo deseo, informándome que son de temporada y se encuentra los alrededores de la ciudad atestadas de ellas.

Le agradezco feliz por eso y retomo mi camino con mi ramillete muy sonriente entre mis manos.

Pero me detengo de golpe y no solo por esperar que el semáforo de en verde para que pueda cruzar del otro lado.

También, por el simple hecho que algo fugaz golpea mi cerebro por algo y al oler por segunda vez mi ramillete de flores color y perfume cereza.

- Carajo. - Pienso sin entender. - ¿Qué fue eso? - Suelto por eso.

Cruzo procurando entender ese rápido pensamiento que tuve.

¿ O nostalgia?

Y tomo mi sien sin dejar de averiguar que fue esa sensación.

Pero nada de mi sistema nervioso me ilumina, pero locamente esa especie de impresión persiste ahora en mi cerebro y hasta corazón.

Sin embargo, solo logro expulsar aire contrariado ante mi poca capacidad de resolver esto que va disipando ya llegando a la cafetería por otro aroma que me inunda y amo.

El de café recién hecho.

Y decidiendo al abrir la puerta, regalarle mi hermoso ramillete a Raquel por ser tan buena conmigo y eso hago bien abro la puerta y las campanitas acusando mi entrada, mientras sonriente, feliz y extendiendo mis manos con mi ramillete, camino hacia el mostrador donde Raquel con el chico futbolero están y justamente César llegando apurado y diciéndole no sé qué, de una foto a la vez a ellos, pero notando mi llegada.

¿Por qué me mira raro y hasta asombrado?

Sus ojos van a mi ramillete, para luego hacia mi persona y nuevamente a mi ramillete desencajándose su rostro, continuo...

Santo Dios.

A llevarse puesto una mesa con sus sillas por retroceder de golpe.

¿Asustado?

¿Impresión?

¿Y eso?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top