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Dedicado a Elena_Santos_ ♥
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Me coloca con suavidad sobre la cama y aprovecho el momento en que se endereza para quitarme la blusa y el sostén, hasta quedar ahora sí completamente desnuda. No me pierdo su mirada llena de anhelo cuando recorre cada centímetro de mi piel expuesta. Me recargo sobre los codos y saco pecho antes de tocarme los pezones con suavidad sin quitarle los ojos de encima.
Sonrío complacida cuando cierra los ojos y respira profundo, invocando todo su autocontrol. Sus manos se abren y cierran en puños a sus costados y mueve el cuello de un lado a otro en un intento por librarse de la tensión. Tuerce los labios en una mueca justo antes de elevar los párpados y volver a repasar mi cuerpo desnudo.
—Creo que te sobra un poco de ropa —murmuro sin dejar de tocarme.
Ahueco mis pechos, acaricio mi vientre, llevo una mano a mi entrepierna...
Bennet se saca la camisa de un tirón y la lanza tras él al mismo tiempo que se descalza con un movimiento de sus pies. Me tomo un momento para admirar su torso, su espalda ancha... Dios, tengo una debilidad por esos hombros y brazos bien trabajados.
Me humedezco los labios al tiempo que separo un poco mis piernas y él deja escapar el aliento, excitado, cuando fija la vista en aquel punto. Se apresura a desabotonarse el pantalón y justo en aquel momento, cuando está a punto de bajarlos y desvestirse por completo, le veo dudar.
—Desnudo, Ben.
Traga con dificultad.
—Sigo sin tener condones —murmura.
Me relamo los labios y sopeso la situación. Por un lado, me alegra porque eso significa que no tenía planeado nada. Por otro lado no debería hacerse una costumbre esto de no usar protección. Sin embargo...
—¿Has estado con alguien más este fin de semana?
Me lanza una mirada confundida y sacude la cabeza.
—No...
—Yo tampoco, así que ven aquí.
Una media sonrisa le curva los labios.
—Sí, señora.
Me río. Entonces se baja la bragueta y toda mi atención vuelve a él y la manera en que se desnuda, ahora con calma, permitiendo que mis ojos vaguen por su cuerpo bien trabajado. Mi cabeza sigue un poco embotada por el orgasmo anterior y apenas puedo pensar en algo más.
Entrecierro mis ojos cuando esa sensación de pesada satisfacción comienza a asentarse en mis huesos. Bennet termina de desnudarse y se apresura a colocarse en la cama junto a mí. Pasa su pulgar por mi mejilla, estudia mis facciones y se humedece los labios.
—Pareces cansada.
—Son los orgasmos —confieso—, siempre me dejan medio muerta.
Una sonrisa que puedo calificar como arrogante le curva los labios.
—¿Sabías que al orgasmo también se le conoce como la petite mort?
Parpadeo con sorpresa al escucharlo.
—¿La qué?
Su sonrisa se acentúa más.
—La pequeña muerte. La petite mort.
Dios...
Trago saliva y siento que la sangre se me calienta al escuchar aquel acento con pronunciación perfecta.
—Francés... ¿Hablas francés, en serio?
—Inglés, español, francés... y quiero aprender alemán.
Lo miro sin dar crédito y noto que se abochorna un poco ante mi atención.
—Eso es increíble —susurro.
Desvía la mirada hacia el colchón, avergonzado, y se encoge de hombros.
—Se me dan bien los idiomas.
—¿Hay algo que no se te dé bien?
Vuelve a encogerse de hombros y me río al ver que comienza a enrojecer. Me tiene desnuda y lo que le hace sonrojarse es que alabe su inteligencia.
Tomo una de sus manos y, cuando me mira a los ojos, la coloco sobre mi vientre desnudo. Sus dedos se contraen sobre mi piel y suspiro cuando después de un momento de duda comienza a acariciarme con intención. Su toque es suave cuando rodea mi ombligo y sube hasta llegar a mis senos. Cierro los ojos y suspiro cuando pellizca el pezón entre sus dedos, logrando que se endurezca.
—Dime algo en francés —pido.
Me lanza una mirada que no logro interpretar. Divertida... y extrañada, tal vez.
—¿Qué quieres escuchar?
—Lo que sea.
Abarca todo mi pecho en su mano y, cuando aprieta con suavidad, gimo. Se acomoda de manera que su erección caliente queda presionada contra mi cadera, sus labios contra mi oreja...
—Tu es si jolie.
—¿Qué?
Siento su sonrisa contra mi oreja justo antes de que muerda el lóbulo entre sus dientes, causándome escalofríos y haciéndome gemir. Se separa un poco para mirarme a los ojos, su expresión llena de deseo cuando dice:
—Je te veux si fort.
Aprieto los muslos juntos y dejo escapar un gemido cuando coloca su mano en mi nuca y entierra los dedos en mi cabello para elevar mi rostro. Se acerca con toda la intención de besarme, cierro los ojos...
—Ouvre les yeux, regarde moi.
La manera en que su lengua acaricia las palabras me hace sentir que está diciendo cosas muy sucias y eso solo me revoluciona más. Mis párpados revolotean al abrirse y me encuentro con sus pupilas dilatadas, sus mejillas enrojecidas.
Dios, es tan guapo que duele verlo. Elevo mi mano para acariciar su rostro y suspira al sentir mis dedos fríos sobre su piel caliente. Percibo el rápido latido de su corazón, su respiración acelerada, el ligero temblor debido a la tensión de sus músculos.
—Dime qué has dicho —suplico, a lo que sonríe.
Deposita un beso en la palma de mi mano antes de colocarse encima de mí y presionar su erección contra mi vientre. Mis pezones se frotan contra su pecho cuando se inclina y la sensación viaja hasta el centro de mi ser, encendiéndome. Me acaricia las mejillas con ambos pulgares y su expresión se vuelve seria cuando revisa cada facción de mi rostro.
—Tu ne sais pas tout ce que tu me fais. Tu es la chose la plus jolie que j'aie jamais vue.
—Eso no es justo —me quejo.
—Dije que me gusta aprender contigo.
Una sonrisa pequeña vuelve a su rostro justo antes de bajar su rostro por mi cuerpo y depositar besos en mi mandíbula y cuello hasta llegar a mis pechos y raspar suavemente los pezones con sus dientes. Llevo mis manos a su cabello para acercarlo más y gimo al sentir su erección húmeda contra el interior de mi muslo. Pasa su boca de un seno a otro, besando, chupando, lamiendo y mordiendo hasta que ha encendido todas mis hormonas de nuevo.
Cuando me tiene temblando de nuevo, ansiosa, desesperada, se separa de mí, eleva su torso y se arrodilla entre mis piernas abiertas. Mis muslos quedan sobre los suyos cuando tira de una almohada y la coloca a mi lado.
—Querías saber qué más investigué, ¿no?
Asiento, deseosa de saber qué ha dicho y también qué más ha aprendido. Quiero saberlo todo. Me humedezco los labios cuando me mira de arriba abajo con una expresión hambrienta justo antes de mascullar una maldición y apartar la vista.
—¿Qué pasa?
Sacude la cabeza, cierra los ojos y toma una profunda respiración. Cuando me mira de nuevo, se humedece los labios
—Nada, solo... Pon la almohada abajo de tus caderas. —Cuando enarco una ceja, él se encoge de hombros—. Es para que disfrutes más. O eso leí.
—Me pregunto qué tan cierto es todo lo que leíste.
—Podemos seguir averiguandolo.
Me río justo antes de tomar la almohada y hacer lo que me ha pedido. La coloco de modo que mis caderas quedan inclinadas y, al acomodarme, su pene erecto roza mi entrada. Tomo una respiración inestable cuando él exhala con fuerza.
—Lo siento —susurra en tono grave.
—¿Por qué?
Hace una mueca de pesar.
—No creo durar mucho. Estoy muy... Tengo muchas ganas —ríe sin humor, frustrado.
Se reclina nuevamente sobre mí y deposita un beso en mi hombro. Llevo mis manos a su cuello y le rodeo las caderas con mis piernas, acercándolo más a mi entrada. El gemido que suelta contra mi oído hace que las palpitaciones vuelvan. Siento la entrepierna más cálida y húmeda cuando percibo su erección presionando contra mí. Aguanto la respiración cuando empuja, adentrándose solo un poco, pero se retira jadeando cuando mis músculos internos lo envuelven con ansia.
—Está bien —susurro contra su cuello.
Acaricio sus hombros anchos y percibo el temblor de su cuerpo. Gime contra mi cuello cuando vuelve a hundirse en mí y me muerdo el labio inferior al sentir cómo me estira y me hace palpitar de deseo. Su olor me rodea, llena mis pulmones y contribuye a que mi exitación aumente.
Mis muslos se sienten débiles y temblorosos cuando los separa con sus caderas para abrirse paso en mí, centímetro por centímetro, haciéndome jadear por aire, luchando por respirar. Le encajo las uñas en los hombros cuando la plenitud que siento es excesiva, al igual que la primera vez.
La química, esta conexión que va un paso más allá de lo físico y enciende cada célula de mi cuerpo, me hace consciente de cada roce, de cada lugar donde mi piel y su piel están en contacto. Su boca en mi cuello, su pecho contra el mío, sus manos en mi cintura y caderas, su erección enterrada en mí.
Su respiración errática me golpea la oreja justo antes de que eleve su rostro y se arrodille entre mis muslos abiertos. Siento su pene pulsar dentro de mí cuando toma mis piernas y las coloca de modo que mis talones acarician sus hombros, sus manos rodean mis tobillos.
A la primera embestida, roza el punto exacto para hacerme estremecer y gimo sorprendida, enterrando mis dedos en sus muslos. Mi interior se contrae ante su invasión, lo absorbe, busca introducirlo más en mi cuerpo y sentir aquello le hace quejarse ante tanto placer.
Cuando está completamente enterrado en mí y me llena hasta el punto de locura, fijo mis ojos en los suyos. La boca abierta, jadeante, el sudor perla su piel y sus mejillas enrojecidas de alguna manera resaltan aquellos lunares que tanto me gustan. El cabello le cae sobre la frente y enmarca su mirada llena de agonía con las pupilas imposiblemente dilatadas y los párpados entrecerrados.
Me recargo sobre mis codos cuando echa la cabeza hacia atrás, exponiendo su cuello, y se humedece los labios. Comienza un movimiento de sus caderas, de modo que toca cada punto sensible, enciende todas las terminaciones nerviosas y mis piernas comienzan a temblar. Mis gemidos se vuelven cada vez más frecuentes, suplicantes, y aquello lo vuelve impaciente y deteriora su autocontrol. Sus movimientos se vuelven bruscos y desesperados.
El músculo en su mandíbula salta cuando la aprieta y vuelve a gemir mirando el punto donde nos unimos. Llevo una mano hacia mi clítoris y comienzo a acariciarlo con suavidad cuando percibo un orgasmo acercándose de nuevo. Bennet gime al sentir que mi calidez y humedad aumenta, cuando palpito y me estremezco, tiembla con el clímax aproximándose, a punto a devastarnos. Toma mis muslos y los empuja contra mi pecho para abrirme aún más.
Le pido que continúe, que no se detenga, le digo lo cerca que estoy... y escucharme hablar parece gustarle, porque profundiza sus embestidas y aumenta la fuerza con que sostiene mis muslos.
Me tenso cada vez más y más al tiempo que acelera sus movimientos. Nuestros ojos se encuentran justo en el momento en que retengo el aliento... y eso es todo.
Un rayo de placer corre por mi espalda hasta explotar en mi vientre bajo y hacerme arquear la espalda, tomar puñados de la sábana debajo, gemir, temblar... Hasta que Bennet también llega al punto más álgido, un gruñido grave resuena en su pecho y se corre en mi interior al sentir mis palpitaciones. Hunde sus dedos con fuerza en mis muslos mientras se descarga y toma grandes bocanadas de aire, jadeando, gimiendo por ese último rastro de placer.
Entonces, cuando la sensación remite, se inclina hacia adelante hasta presionar la cabeza entre mis pechos y deja escapar un quejido que me hace sonreír. Abro mis dedos para soltar la sábana y hago una mueca ante el dolor. Ni siquiera noté la fuerza con que la estaba sosteniendo.
Recupero la respiración mientras siento los latidos acelerados de Bennet sobre mí y llevo mis manos a su cabello humedecido por el sudor. Cuando paso los dedos entre sus hebras, suspira. Eleva el rostro y me sonríe con una expresión entre avergonzada y satisfecha.
—¿Estuvo bien?
Le acaricio una mejilla antes de asentir.
—Más que bien.
Besa mi palma una vez más antes de rodar a mi lado y atraerme a sus brazos. Mi mejilla se presiona contra su pecho, sus labios se posan en mi frente...
—Creo que seguiré investigando —susurra, y a pesar de que estoy adormilada no puedo evitar sonreír.
—Sí, por favor.
Sé que tengo que ir a limpiarme antes de hacer un desastre, pero justo en este momento lo único que quiero es quedarme en su abrazo, disfrutar de la manera en que juega con mi cabello y acaricia mi espalda desnuda.
—No tenía esto planeado cuando te invité a desayunar.
Me río.
—Lo sé.
—Me gusta pasar tiempo de verdad contigo. Quiero... conocerte más —continúa.
Me atrevo a mirarlo y el corazón se me encoge al encontrarme con sus ojos llenos de algo que no alcanzo a entender, pero que me calienta el pecho y agita algo en mi interior.
Sin poder emitir palabra alguna, asiento. Llena de temor, de emoción, de nervios... pero digo que sí.
—Está bien.
Intento sonreír cuando sus ojos brillan complacidos, pero en el fondo, una punzada de miedo no me deja disfrutar del momento por completo.
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Hola, ¿qué tal todo por ahí? 🔥
¿Qué les pareció el capítulo lleno de salseo?
Dejen un 🍒 si quieren un Bennet o una Harper para navidad ♥
Dejen un 💣 si les dio miedito la línea final jeje ♥
No creo actualizar el martes porque tengo que terminar de editar el manuscrito antes de enviarlo y no he terminado, así que nos leemos el próximo sábado sin falta (si me desocupo antes les subo capítulo antes) ♥
Gracias por leerme, votar y comentar, les adoro ya saben 🥺 Les mando un abrazo muy fuerte, les deseo todo el éxito del mundo en sus tareas, exámenes, proyectos, trabajos, etc. Tomen aguita y no olviden descansar muy bien. Nos leemos en comentarios y redes sociales ♥
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