Prólogo

Kaoru soltó una carcajada.

–Una guitarra– lo miró –Al atlético Kojiro Nanjo le dieron una guitarra–.

–Déjame en paz ¿Quieres?– se sonrojó.

–¿Ahora planeas ser de esos chicos que tienen una banda? ¿Siquiera sabes tocar?–.

–Un poco, por mi papá– respondió mientras observaba el instrumento. Suspiró –Mamá cree que es algo bueno para mí. Desde que él falleció, ha tenido miedo de que me olvidé de él. Así que espera que la música nos conecte de nuevo– hizo una mueca –O algo así, supongo–.

Su mejor amigo le dio un ligero golpe en el hombro –Oye, no tienes de qué preocuparte. Estoy seguro de que con o sin guitarra seguirás unido a él–.

–Pero ¿Y si no? Tengo miedo, Kaoru. Ya pasaron tres años y estoy empezando a tener dificultades para recordar cuantos lunares había en su rostro–.

Formó una tierna sonrisa –Tenía cinco. Lo sé porque eres una copia exacta de él– se sentó a su lado.

Correspondió la expresión –Gracias– miró al horizonte –A veces pienso que estaría decepcionado de mí–.

–Eres el capitán del equipo de americano, segundo lugar de la clase; después de mí, claro– fanfarroneó –Y eres uno de los estudiantes más valiosos que esta escuela ha tenido ¿Qué más podría pedir un padre?–.

El peliverde no respondió, pero sabía bien la respuesta.

Todos en su familia estaban al tanto de sus sentimientos por su amigo de cabello rosado. Bueno, de hecho todos, menos Kaoru, lo sabían.

¿Pero cómo podría decírselo? Se conocían desde el jardín de niños. Cualquier movimiento en falso y su amistad más querida y duradera se iría al caño.

Miró el instrumento y los sostuvo con fuerza.

–Creo que tengo una idea de que haré con esto– sonrió.

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