Unique Chapter
Si ésto llega a tener éxito probablemente haga un fic más extenso (y distinto) del señor Glendor, bajista de Magna Carta Cartel [MCC]. Y sino... Bueno... Confórmense con ésto solo (?
Otro #datazo: la portada está editada por mí, por ende, no es Pär quien posa. Gracias vuelva prontos.
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Cayó la noche de un sábado primaveral, donde la luna llena era la única que iluminaba el barrio residencial en el que la juventud se hallaba radicada en la madrugada. La fresca brisa y el cielo perfectamente despejado junto con sus estrellas resplandecientes y blanquecinas refiguraban el entorno oscuro y activo, de tal manera que la juventud de los barrios aledaños no dudaron a acercarse a una fiesta pública de uno de los ingenieros más prestigiosos de Suecia en ese momento.
Su motivo de festejo era muy simple: uno de sus últimos proyectos había causado mucha conmoción y éxito en los últimos días, por lo que pareció razonable ostentar aquel logro y, con aquel poder que lo caracterizaba, quería captar la atención de la juventud para encender aquella noche de sábado. Por eso, se decidió prestar su casa al estilo provenzal, bastante espaciosa para sólo un hombre sencillo que vivía solo y con casi 40 años, y trató de organizar lo más que pudo su organización y la difusión de tan altivo evento. Sus colegas y la incontable cantidad de amigos que tenía posibilitaron que tal noticia se esparza con mayor facilidad en el vecindario hasta llegar a otras ciudades que, de esta forma, logró que su casa valuada en millones de dólares quede atestada de jóvenes sedientos de una fiesta en la privacidad de un millonario. Era el tipo de fiestas que nadie en Suecia debía perderse, ya que solían decir que el señor Glendor organizaba las mejores.
Cuando la medianoche llegó discreta, la muchedumbre también siguió su paso hasta hallarse dentro de la celebración con exageradas cantidades de alcohol y algunas sustancias prohibidas para su consumo. Pär solía ignorar todo lo que los invitados traían, en definitiva, no era algo que a él le afectaría. Simplemente le encantaba y le divertía ver cómo un grupo de casi adolescentes se enloquecía con aquellas toxinas. Le resultaba hasta patético, pero al menos eso lo tendría entretenido por el resto de la noche.
El grupo de Lizbeth, quizás el más joven del festejo, tomó sus primeros vasos rojos descartables de alguna mezcla sacrílega de alcohol y bebieron con gusto mientras algunos de ellos se movían al ritmo de la música pop que sonaba en el ambiente.
—Será mejor que te moderes porque tú conduces— exclama Lizbeth a gritos por encima de la música, que no sólo causó que sus amigos la observen incomprendidos, sino que resultó en vano tal esfuerzo.
—¿Disculpa? No te oigo— pronuncia aún más fuerte Calev, su mejor amigo de la secundaria. Aquel chico trigueño de unos ojos cafés penetrantes continuó moviéndose al son de la música mientras alzaba una mano como parte de su baile. —Si son tus consejos o regaños de madre, no me interesan, querida— Lizbeth logró comprender lo que sus labios intentaban decir y rió al respecto.
—Si este engendro continúa bebiendo llegaremos a nuestras casa en una lata con dos ruedas— agrega Taylor moviendo sus caderas de un lado a otro torpemente mientras que con una mano sostiene su vaso con firmeza. Su falta de experiencia en las fiestas daban la pauta de tal actitud introvertida. —Seguramente yo cuide de ustedes, pequeños. Este cóctel no me gusta— dice observando su vaso lleno con disgusto. —Tiene más sabor a alcohol etílico que a zumo de lima— exclama entretanto huele por encima su vaso y ambos de sus amigos ríen.
—Yo lo terminaré por ti, Taylor. El alcohol es algo que no se desecha. O te lo bebes o no lo pides. Así de sencillo— comenta con entusiasmo Lizbeth y Calev le da la razón haciendo un gesto juvenil.
A medida que avanzaban las horas y los cócteles y bebidas iban siendo ingeridas, los efectos se notaban más evidentes, por lo que un grupo reducido, apartado de la zona donde realizaban los cócteles, comenzó a hacer uso de su magia con las sustancias que habían traído como frutilla del postre. Sabían que ya todos los invitados estaban lo suficientemente desenvueltos y con la incapacidad de discernir entre lo que estaba mal de lo que estaba bien, por eso adulteraron algunas bebidas sin contar con el consentimiento de quien iba a beber de aquellos vasos. Calev, quien observaba esta escena por encima de los hombros de sus amigas, optó por hacer ojos ciegos y evitar tal momento. Estaba seguro que si alguna de ellas dos caía en esa trampa sucia quizás podía tener una oportunidad con alguna de ellas... O con las dos a la vez.
Un conjunto de hombres que denotaban ser más mayores que el común denominador de los huéspedes se concentraron en una esquina cerca de las escaleras que daban al segundo piso. Se veía desde la distancia del grupo de tres que aquellos hombres hacían una ronda alrededor de alguien que sólo bebía una pequeña botella de vidrio de una cerveza muy reconocida. No sólo le daban la atención que merecía, sino que era lógico que era alguien que se destacaba en la fiesta.
—¿Ya conocen al señor Glendor?— pregunta Taylor cuando le entrega su vaso a Lizbeth con desgano.
—Pär— corrige Calev evitando las formalidades. —Ha de ser aquel cazador de atención que está allí en un rincón con varias personas.
El grupo se volteó en su dirección y acertaron sus teorías. Pär estaba apoyado en la pared lisa que bordeaba la escalera, pero decorada con varios cuadros abstractos y con características típicas del estilo barroco. Recargado con calma y soltura, llevaba unos jeans azules oscuros ajustados que contrastaban sus botas negras y una remera al cuerpo del mismo tono. Por un lado, sostenía su cerveza, mientras que, con la otra mano cargada de pulseras casi de una manera exagerada, seguía el ritmo de una canción de la década de los ochenta que parecía agradarle. Todo su conjunto de amigos charlaban a los gritos y a carcajadas mientras se movían al ritmo de la música.
—No lo recordaba tan atractivo— comentó Lizbeth dedicándole una mirada que lo podría devorar vivo. —¿Creen que esté casado o algo?
—No. Se rumorea desde hace rato que vive solo para su trabajo— refuta Calev. —No lo juzgo en absoluto, mira toda la fortuna que ha echado sólo por usar una computadora como un friki.
—Oye, eso es ofensivo— reclama Taylor cruzada de brazos. Su vestimenta oscura, que no era más que un vestido un poco holgado al estilo esqueleto y unas botas cortas negras con detalles góticos en plateado, y su pelo negro con pocas mechas verdes a un lado, que enseñaba su cabeza rapada en sólo una parte, la hacían parecer más niña de lo que ya era. Y más aún cuando sus escuálidas piernas se movían desincronizadas con la música. —Estudiaré lo mismo que él— refunfuñó.
—Pues... Nada que agregar, friki— bromea Calev y Lizbeth le otorga un suave golpe en su brazo en desacuerdo. —Lo siento.
Al terminar de pronunciar aquel lamento, un grupo de chicos comenzó a esparcirse en la muchedumbre con la intención de entregar nuevos vasos de alcohol. Un joven rubio de unos 25 años se acercó a su grupo con tres vasos que iban goteando al encontrarse más llenos que lo que solían servir en la improvisada barra. Calev lo aceptó en complicidad pero sin beber ni una sola gota, ya que, a pesar de llevar consigo los efectos indomables del alcohol, recordaba la escena que había presenciado en la penumbra. Lizbeth lo aceptó, por lo que intercambiaron los vasos vacíos por los nuevos, pero Taylor sólo se negó. Aquella pequeña tímida e introvertida nunca le había llamado la atención el alcohol, por ende, sus intenciones allí eran específicamente cuidar de sus amigos e intentar divertirse en aquel ambiente tan fuera de su círculo cotidiano.
Con mucho esfuerzo y algo incómoda, intentó alzar la voz por encima de la música, que parecía retumbar las ventanas y las puertas, para pedir un poco de agua por el simple hecho que sólo había dado un sorbo de su margarita que pasó a manos de su amiga en cuestión de segundos. Aquel muchacho sólo rió alzando los hombros y se alejó a su posición en la barra. Calev la observó con pena al verla tan desanimada y tan desencajada en el ambiente y más aún cuando notaba que Lizbeth ya iba por la mitad del vaso.
—Tranquila, Liz. Despacio— critica observándola con asombro. —Quedarás destrozada mañana, te lo aseguro— Liz sólo rió y bebió un sorbo largo mientras arrugaba la nariz cuando sentía el sabor amargo y fuerte pasar por su esófago.
—¿Qué es esta mierda? Es increíble lo fuerte que es— se quejó. —Creo que ya lo estoy, Calev. Por Dios ¿acaso es de rápida absorción? Porque estoy alucinando cosas— comenta con dificultad y ambos de sus amigos ríen cabizbajos. —¿Qué es tan gracioso? ¿Y tú por qué no lo bebes?— hace referencia a Calev.
—Pues... Creo que...— balbucea. —Creo que prefiero otra cosa— comenta analizando sus palabras y pensamientos. —¿Lo quieres?— preguntó con una pizca de malicia en su mirada. Aquel corpulento pero de baja estatura no iba a desaprovechar tal oportunidad frente a sus ojos. Mientras más ebria esté al menos una de sus amigas, más posibilidades tendría de llevarla a la cama.
Lizbeth casi sin pensarlo hurta su vaso y lo bebe sin interrupción. Aquella acción no sólo causó asombro en su grupo de amistades sino también en los demás conjuntos. Algunos la observaron y otros aplaudían tal rebeldía. En definitiva, se sentía el alma de la fiesta cuando bebía sin moderación.
—¿Recuerdas lo que dije? El alcohol no se desecha— dijo haciendo una pausa entre cada palabra. Su mente pasó de realizar una secuencia rápida de lo que estaba pasando en vivo y en directo a trasmitir todo en cámara lenta y así sucesivamente hasta que la confusión comenzó a llenar su organismo. Se tambaleó en sus tacones negruzcos y tropezó con alguien de espaldas. —¿Qué diablos está pasando? Nunca me había sentido tan idiota antes... Ni tan difusa. ¿Qué me dieron?
—Cuidado, Liz— la sostiene con firmeza Calev. —Una mezcla entre alcohol y... Más alcohol— miente Calev mientras Taylor lo fulmina con la mirada.
—Yo también lo vi, Calev. No me tomes por estúpida también— espeta Taylor. —Liz, en un sector están ofreciendo mezclas de alcohol y drogas o simplemente estupefacientes por sí solos— Liz la observa con la cabeza de lado y con los ojos casi desorbitados del asombro. —Deberíamos ir a preguntarle al señor Glendor si puede conseguirnos agua o algo para bajarle los efectos a Liz.
—¡No!— vocifera la castaña. —Eso nunca. Necesito más— agrega soltándose del amarre de Calev.
—No, Liz. Debes calmarte, sabes que son muy peligrosas esas cosas— dice con suavidad Taylor a su amiga, pero ésta no parecía dispuesta a ceder. —Mejor vayámonos a casa. Es muy arriesgado estar aquí.
Calev se llamó al silencio mientras observaba a su alrededor cómo la gente reaccionaba de la misma forma que Liz o mejor. Algunos se veían más experimentados en el asunto de las drogas que otros, como su amiga, que no se estaba tomando muy bien el efecto de las drogas que le suministraron.
—No— insiste Lizbeth. —Ya saben que no puedo permanecer sobria— se dirige a Calev con desesperación. —Si ya lo sabías de antes... ¿Por qué demonios no habías traído esos tragos en primer lugar?— cuestiona a los gritos y ambos se observan perplejos. —Háganme un favor y tráiganme algo para beber, lo que sea. Estaré en el baño— menciona mientras se aleja entre la muchedumbre.
—No te dejaré sola— se interpone Taylor. —Mira si alguien te sigue en este estado y te lastima.
—Tú luces más vulnerable que yo, Tay... Es sólo un baño, no es la gran cosa— hace una mueca y prosigue su paso. —Calev cuida a nuestra querida Taylor. Ella no bebe nada, así que no seas cretino y no te aproveches.
Liz abandonó a su grupo entretanto se acomodaba su falta ajustada color crema al atravesar la multitud. En cada paso que daba, algunos grupos de hombres la encerraban y le ofrecían sus cócteles adulterados por sustancias desconocidas, pero que serían las causantes de una noche trágica para ella. Comenzó a perder la noción del tiempo y de lugar, todo parecía moverse por sí solo y divisaba que la escalera que era de sendero al segundo piso se movía como si fuese arena movediza. De la misma forma sucedía con los muebles, algunos desaparecían y otros parecían cambiar su tamaño. Todo perdía lógica y sentido bajo los efectos de los cócteles. La mirada de la mayoría se seguía posando en ella en todo su trayecto que se veía obstaculizado por sus propios pies al baño que desconocía su ubicación.
Se detuvo frente al grupo de los hombres veteranos y la melodía pegadiza de Soft Cell poseyó su cuerpo y la comenzó a usar como marioneta en una parte de la pista. Meneó sus caderas al ritmo de la música con soltura. Movió su cabeza al son mientras sus cabellos castaños cubrían su rostro de manera parcial haciendo que su danza sean más sensual que algo improvisado. Aquellos movimientos hipnóticos lograron captar la atención del anfitrión, que sólo estaba un poco más alejado de su círculo social, únicamente para apreciarla en todo su esplendor. La examinó de abajo hacia arriba y viceversa, deteniéndose en su falda algo arremangada, que la hacía lucir unas piernas impresionantes, hasta llegar a su top de manga larga negro, pero que transparentaba sus senos cubiertos por un sostén del mismo color. Mordió su labio inferior al chequear como su trasero se meneaba con precisión cuando la melodía se ralentizaba. Sus deseos y fantasías más oscuras comenzaron a drenar por sus venas hasta que tocaron lo más profundo de su esencia.
Se unió a la muchedumbre, listo y hambriento de cacería. Quitó de su camino a algunos jóvenes ya descolocados por las sustancias y las bebidas y se colocó detrás de Liz, dispuesto a danzar con ella lo que quedaba de aquella canción que lo volvía loco también.
Poco a poco, pegó su cuerpo a su parte trasera igualando el ritmo de los movimientos mientras colocaba sus manos en sus caderas. Liz sonrió ante tal acción y, aún sin conocer la identidad de su nuevo compañero de baile, sujetó sus manos y las aprisionó contra su cuerpo. Ambos se compenetraron con el ritmo que ya parecían estar acostumbrados uno del otro. El movimiento lento de las caderas de Liz causó en Pär un efecto que le pareció erótico y pudo sentir que su miembro se endurecía cada vez más cuando el trasero de su compañera se apegaba más a su pelvis. Sentía que iba a estallar allí mismo detrás de ella.
Estratégicamente, las manos suaves y delicadas de Pär buscaron manosear con cautela la figura de su compañera y ella sólo cedió a su impulso acompañando sus caricias aún sosteniendo sus manos. Ella, a su vez, comandaba el camino que las manos de su compañero debían seguir para que la cautiven lo suficiente, mientras que Pär sólo se dejaba comandar sin cuestionar. Se ubicó en el cuello de Liz y su respiración agitada generó que ella suspire inquieta.
—Mmm, que bien bailas— comenta Liz rompiendo el silencio entre ellos y moviéndose con mayor pronunciación cuando sintió que su compañero estaba excitado.
—Un hombre que baila bien implica que hace otras cosas muy bien también— exclama Pär en un susurro. Su aliento caliente en el cuello de Liz causó escalofríos en sus piernas al descubierto y sentía que estaba a punto de flaquear otra vez, pero su respuesta fue soltar con debilidad las manos de él. —¿Quieres que te las enseñe?— sus dedos juguetones y rebeldes se situaron en el final de su corta falda y comenzó a subirla un poco más como indicando a dónde pretendía llegar. —Pero necesitamos intimidad. ¿Qué opinas?
Liz detuvo sus intentos exitosos de seducirla y se volteó un poco para observarlo en la penumbra y con la necesidad de alzar un poco la vista.
—Wow, señor Glendor. No me imaginaba que era usted— aquellas palabras sólo lograron tensar su miembro mientras se imaginaba un sinfín de escenarios eróticos en su habitación con ella. —¿A dónde me llevará?— pregunta con inocencia.
Él acercó su rostro al de ella y con un leve roce de sus narices logró desestabilizarla de la manera que él quería. Estaban a pocos centímetros de que sus labios se unan en un ardiente beso, pero él prefirió mantener la distancia para tentar aquel ángel de buenas curvas. Sonrió cuando notó que ella intentó establecer aquella conexión que sus labios exigían y que le resultaba imposible ya que no era lo suficientemente alta como para lograrlo.
—Acompáñame, bebé— tomó su mano con cautela y Liz se aferró a su brazo tras la imposibilidad de poder hacer dos pasos sin tambalearse. —Así que ebria ¿eh?— agrega observándola sin importar que pareciera que la estaba devorando con la mirada. —Que niña insolente...— dijo para sí.
La sostuvo con fuerza por la cintura al subir las escaleras interminables a su habitación mientras ella intentaba acomodar su falda para que los demás invitados no espíen intrépidos. Pär al notar esto sólo rió bajo como respuesta.
Cuando atravesaron una pequeña parte del pasillo que conectaba su habitación con otras más, se detuvieron frente a la puerta de lo que parecía ser su lugar e ingresaron con cautela. Liz se liberó de su agarre y el anfitrión se apresuró a cerrar la puerta detrás de ellos. Ella observó el cuarto bien decorado que contaba con esculturas romanas y griegas bastante reconocidas y algunas pinturas renacentistas que ameritaban tal enfoque artístico que Pär parecía reflejar. De manera obligatoria, en el centro del cuarto se hallaba una extensa cama en la que podían caber cuatro personas. Pero todo el ambiente artístico que rodeaba a Liz sólo parecía ser un rompecabezas por completar, ya que la mayoría de las cosas las veía difusas y sin sentido aparente.
—¿Qué es esto?— pronunció alargando las sílabas con exageración en la que hacía referencia a la mayoría del arte que decoraba la habitación. —¿Y por qué hay un hombre desnudo en tu alcoba?— Pär rió situándose a su lado mientras posaba una mano en la zona baja de su espalda.
—El David, princesa. Es una escultura de Miguel Ángel— comentó con estilo.
—Oh... Ya veo— exclama perdida en sus mente aletargada. Pär notó su estado estrafalario y no reprimió el disgusto y la ira que sentía al verla tan destruida.
—Has estado bebiendo demasiado por lo que veo— critica de brazos cruzados y ella sólo permanece cabizbaja mientras se movía como un péndulo. —Espero que sea sólo eso... ¿No es así?— Liz no respondió y su abrumación sólo empeoraba su capacidad de permanecer de pie. —He dicho... ¿No es así? ¿O acaso también tengo que enseñarte a comportarte?— Pär acercó su paso frente a ella y buscó su rostro con deseo.
—¿Por qué habrías de hacer eso? No soy una niña— respondió bajo evitando la mirada penetrante de Pär.
—Mmm, pues ese aliento a alcohol no sólo responde a mi pregunta, sino que además motiva mis deseos de castigarte— pronuncia con la voz ronca, algo que logró estremecer a Liz. Una de sus manos se posaron en la zona baja de su espalda con la intención de apegarla más a él, mientras que la otra buscó su falda y continuó con el recorrido hasta llegar a su intimidad. —Dime, Lizbeth, ¿has estado consumiendo otras cosas?
—¿Cómo sabes mi...— cuando se propuso a pronunciar su pregunta, los dedos largos y finos de Pär se adentraron en ella causando que interrumpa su cuestión. —Oh, Pär, espera...— un gemido se escapa de sus labios como respuesta involuntaria y sus uñas se encarnaron en los brazos tensos y trabajados de Pär.
—Tu profesor de física de la secundaria fue compañero mío en la universidad y ahora somos buenos amigos. Que adorable coincidencia— exclamó entre dientes moviendo sus dedos en perfectos círculos y luego los introducía con frenesí. —Me ha comentado de ti cuando yo no paraba de devorarte en aquella esquina y me imaginaba en las mil maneras en que sería capaz de poseerte en todos los rincones de mi habitación.
—Maldita sea...— gimió Liz cuando un tercer dedo se sumó a los demás y lograron que la conduzcan al camino de la perdición. —Pär, me duele...
—Oh, esa boca sucia... Si tan sólo supieras lo que vengo cargando allí abajo desde que te vi mover ese culo redondo... Creéme, desearás tener sólo tres dedos dentro de ti— pronunció con la voz ronca. —Sigues sin responderme, bebé. Si no lo haces, entonces pararé.
Sus dedos disminuyeron su velocidad e intensidad y ésto generó que la desesperación y agitación de Liz actuaran en primer plano. Ella alzó un poco su pierna dándole mayor acceso pero eso no parecía suficiente para él.
—Por favor, Pär... Sí, me han ofrecido cócteles con otras sustancias, pero por favor, no te detengas— suplicó con la voz entrecortada.
Ésto logró encender la mirada de Pär y lo que quedaba de él para que deje de lado su papel de hombre decente y serio para convertirse en la lujuria y la perversión personificada. Presionó sus labios contra los de ella y la alzó para dirigirla a su lecho lascivo. La recostó con cautela de no aplastarla y sin quitar sus labios de ella.
—Consumiendo drogas que desconoces y encima siento tan joven... Eso merece un castigo, bebé— exclama posicionándose entre sus piernas y coloca su mano en su sexo tórrido. —Papi está enojado contigo por esa rebeldía...— al sentir la humedad de su ropa interior, sonrió con malicia y la observó con un brillo de perversión en sus ojos celestes. —Wow, ya estás húmeda... Perfecta para mí.
Se inclinó buscando sus labios otra vez. Su latente erección presionó contra su muslo mientras sus dedos volvieron a adentrarse en su feminidad. Liz arañó su espalda y buscó quitar su remera que distanciaba el roce de sus pieles ya acaloradas, y cuando lo logró, apreció por esos mínimos segundos su torso voluptuoso que estaba algo poblado por su vello y que creaba un sendero hacia su pelvis. Pär mordió y succionó con deseo las zonas más erógenas de su cuello y ella gemía estimulada por la habilidad de sus dedos y por su insípida lengua.
—Oh, Pär...— dejó escapar a través de un gemido.
—Sh sh. Papi...— corrige susurrando de manera erótica en su oreja. —No me llames Pär esta noche.
—Papi...— pronunció Liz como si estuviera saboreando aquella palabra. De esta forma, Pär tomó su tono como una motivación para proceder rápidamente a lo que tanto anhelaba.
La despojó de su top y su falda con rapidez y apreció desde la altura su cuerpo desnudo y expuesto sólo para él. Sus pechos pequeños, pero firmes, captaron su atención y se centró en besar cada rincón, cada centímetro de aquella piel suave y deliciosa para hacerla disfrutar hasta llegar a su límite. El simple roce de sus pechos con su torso lo encendía cada vez más que sentía su miembro estallar contra su pantalón. La deseaba muchísimo y no podía esperar más para hacerla gritar.
—Dios, no sabes cómo me pones, Lizbeth. Me matas— recorrió su abdomen depositando un camino de sus besos hasta llegar a su pelvis, donde se detuvo para observarla lascivo y le dedicó una sonrisa de lado.
Sin quitar su mirada de ella, comenzó a devorarla mientras sostenía con fuerza enterrando sus dedos en las caderas de Liz, entretanto ella ahogó un gemido de sorpresa. Su lengua trazó largos y pronunciados círculos en su carne y lo succionaba cada vez. Ella tomó de su pelo y tiró de él contra los espasmos que su organismo estaba liberando debido a su tan hábil lengua. Arqueó la espalda cuando el calor de los labios de Pär se iban apoderando de su feminidad y no evitó gemir al respecto. Pär, si bien se desempeñaba causándole placer, también actuaba como espectador y, observar cómo su cuerpo aterciopelado se retorcía por su estímulo lo volvía loco.
—Pä... Papi, por favor, no aguantaré mucho si sigues así— comenta Liz con la voz agitada.
Él no dudó ni un segundo y se despojó de sus jeans liberando a la bestia que dejó boquiabierta a Liz. Ella se alejó un poco arrastrándose en las sábanas cuando Pär posó su miembro erecto en su entrada mientras causaba fricción. Él sólo le sonrió con dulzura cuando entendió de qué se trataba su actitud.
—Tranquila, bebé. Seré suave. Si precisas que pare me avisas ¿De acuerdo?— ella sólo asintió en silencio.
Se adentró en ella con lentitud, cuidando sus formas y asegurándose que no la esté lastimando a medida que su particular miembro penetraba su estrecha entrada. Pär entrecerró los ojos y presionó la mandíbula cuando sentía la presión que ejercía su entrada cuando se iba introduciendo más y más profundo en ella. Exhaló con fuerza y se acomodó cuando llegó a su límite. Esperó unos segundos para que su feminidad ardiente se acostumbre a su tamaño y besó con pasión sus labios para calmar aquel malestar.
—Papi...— interrumpió Liz. —Muévete.
Como si aquella palabra hubiese sido el botón para activar la esencia de Pär, éste comenzó a embestirla con regularidad y de vez en cuando aumentaba su nivel cuando sentía que el organismo de Liz se lo permitía. Ella abrazó su cuerpo con sus piernas y él estimuló la zona de su cuello logrando que de los labios de Liz se escapen gemidos bastante audibles. Las sensaciones que sus cuerpos sudados y acalorados emanaban iban siendo compartidos a través de sus gargantas. Tales eran esas sensaciones que sentían que estaban tocando el cielo con las manos y que en cualquier momento estallarían de pasión.
Pär se incorporó y ayudó a Liz a hacerlo también, de tal forma que ella permaneció boca abajo siendo sostenida por sus brazos apoyados contra la cama, pero sus piernas quedaron extendidas dejando su trasero a la altura de su pelvis. Él acarició su trasero y luego dio una nalgada fuerte descargando una parte de sí.
—Ésto lo disfrutarás al igual que yo, créeme— agregó con la voz ronca. —Respira...
Ella hizo caso omiso al pedido de Pär y él volvió a embestirla en esa posición generando que deje escapar un gemido audible. Pär enterró sus uñas en sus caderas y echaba la cabeza hacia atrás cada vez que aumentaba la intensidad y la velocidad de sus embestidas. La observó a través de la altura y tomó de su pelo haciendo que Liz se eche hacia atrás por tal impulso. Con su mano libre le otorgó otra nalgada, unas tras otra, hasta dejar varias marcas en esa zona. Acarició su silueta completa y se recostó un poco en ella para morder su hombro y subir a su cuello para depositar en él sus besos calientes y el aliento tórrido que emanaban sus gemidos. Aquella sensación de dominación total lo estimulaba y lo hacía sentir potente y lleno de vitalidad.
—Papi... Estoy llegando— dijo entre gemidos Liz.
—Vamos, bebé. Hazlo. Dáselo todo a papi— agregó Pär aumentando la intensidad de sus embestidas y estimulando su feminidad con sus dedos.
Unos minutos después, ambos caen rendidos uno al lado del otro, bañados en su sudor y con los latidos de sus corazones irregulares.
▪▪▪
Lizbeth amaneció con un fuerte dolor de cabeza en la comodidad de su cama. Intentó despabilarse refregando sus ojos para observar mejor el panorama hasta que aquella sensación de neblina desapareció de su visión. La luz de los rayos del sol habían eliminado la oscuridad de su cuarto de tal forma que lucía que ya había entrado la tarde del domingo.
Chequeó la hora en su celular y notó que tenía varios mensajes en distintas aplicaciones. Notó que ya eran las tres de la tarde y que ya era horario para preparar las cosas para volver a clases al día siguiente. Verificó los mensajes y aparentemente Taylor se había encargado de hacerla llegar sana y salva a su casa y se tomó la molestia de vestirla con su ropa de dormir. También tenía varios mensajes de Calev aún sin leer pero prefirió ir a la notificación que más le llamaba la atención. Tenía una solicitud en Snapchat y además un mensaje del mismo remitente.
Abrió la aplicación y esperó con ansias y curiosidad los pocos segundo que le tomaba al sistema para procesarlo. El mensaje provenía de Pär, aquel con el que había tenido su primera experiencia con un adulto mayor que ella, y no era más que un mensaje y una foto de él frente a el espejo enseñando su trabajado físico.
«Espero que hayas pasado una buena noche y que te hayas divertido. Le he dicho a tu amiga que te deje en tu mesa de luz un ibuprofeno y un poco de agua para que no tengas tantos dolores allí... Sé que sucederá. Me conozco. Procura comer bien y tomar mucha agua hoy, lo necesitarás para tratar la resaca. Espero verte pronto, bebé. Papi»
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