REINADO



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Dos semanas después...

Podía sentir su aliento reflejarse por el frío natural del Helheim. Pero en particular, esa noche era más fría de las que había sentido anteriormente. Sin importar nada, siguió su camino, con ese abrigo grueso encima de él, color blanco, que había tomado del armario de su esposo, corriendo descalzo por los pasillos vacíos, donde podía encontrarse con los guardias nocturnos.

Sintió su corazón en la cabeza, corriendo y siendo saludado por los guardias al pasar de la reina, hasta llegar al Tártaro, donde se le permitió el acceso y corría ya con los pies algo lastimados hacia aquella sección, donde se encontraban las celdas de los dioses supremos. Al llegar, no hizo ruido. Pudo ver a los dioses durmiendo, algunos hechos bolita en sus camas, cubriéndose del frío con las cobijas mientras seguía su camino, hasta llegar a aquella celda, y mirarlo dormir. Hades se encontraba pacíficamente durmiendo, mientras el chino entró en su celda, y le despertó con una caricia en su cabellera.

— Qin... — rápidamente el dios fue callado por las manos del humano, impidiendo que hablara.

— Solo guarda silencio, no quiero que despierten. — susurró el humano, refiriéndose a los dioses de las otras celdas.

Hades con la mirada le preguntaba que hacia allí, al no poder hablar, y el humano le miró, dejando caer su abrigo, mostrando que sí, se encontraba completamente desnudo debajo, viendo el rostro del dios colorearse carmesí ante tal acción. El rey del Helheim rápidamente lo cubrió ante la negativa del humano que no quería cubrirse.

— Vas a morir de frío. — susurró Hades.

— Caliéntame. — mencionó Qin.

Ha decir verdad, no hubo que rogarle al dios, trataban de ser silenciosos, pero los besos y las cadenas arrastrando estaban provocando ruido, más cuando el emperador rodeaba sus piernas en la cintura del dios, en señal de que lo hiciera más fuerte, más rápido. Mordiéndose el labio intentando no gemir, pero era imposible, estamos hablando de Hades, la persona entre sus piernas complaciéndolo, era imposible no soltar gemidos, menos cuando el dios sin importar estar drenado de energía lo embestía con tanta fuerza que lo hacía derretirse. Llegó a un punto donde no le importó y comenzó a gemir alto, escondiéndose entre el cuerpo de Hades mientras este le embestía sin parar.

— Qin... Qin... — gemía Hades en su oído haciéndolo derretirse más, quería que siguiera complaciéndolo.

— ¡AH! ¡Hades, Hades! ¡Más! ¡No pares!

Podía escuchar el sonido de su cuerpo siendo embestido por el de Hades, el cómo tenia calor y su sudor se hacía notorio, en como Hades sujetaba con firmeza su cintura, recostándolo en la cama para seguir las embestidas sin parar. Adoraba la mirada de deseo de Hades en él, viéndolo como la criatura más perfecta que ha tenido el placer de conocer.

Ambos escucharon el sonido de una bocina, y no pararon, el rey del Helheim lo había puesto en cuatro ante él, jalándole el cabello hacia atrás, mientras el humano se dejaba, era de Hades, todo su cuerpo y ser siempre han pertenecido al Rey del Helheim desde que lo reclamó como suyo, y le encantaba, solo su cuerpo podía sentir esta clase de placer si era con él.

— Qin, es hora de que despiertes, se acabó el tiempo. — dijo el rey del inframundo cerca de su oreja. — ¡Hngh! Quisiera seguir cogiéndote de esta forma...

— ¿Eh?

El emperador abrió los ojos de golpe, encontrándose en su cama, completamente empapado en sudor. Respiró agitado, mirando debajo de las cobijas y si, efectivamente había sido un sueño húmedo, se sentía pegajoso y tenía que cambiar su ropa interior, además de hacerse cargo de la erección que tenía.

— ¡Maldita sea! — gritó molesto.

Solo pudo cubrir su rostro en vergüenza mientras se levantaba hacia su baño. Este había sido el sueño más vívido que había sentido, claro que después de ser complacido casi diario, a no tener nada actualmente, iba a tener repercusiones, pero no iba a darse por vencido, no iba a correr con Hades solo por sexo, no era tan desesperado para eso. Así que, con el dolor de su alma, tal vez había sacado de entre sus cajones, un dildo que según Nikola era, "el mejor dildo del mundo", ya que había hecho que mejorara sus sensaciones al tacto. Qin solo rodeó los ojos y se metió al baño, desnudándose y notando que estaba mojado, o más bien, lubricaba de su trasero.

Sintió un golpe de molestia al recordar porque tenía tal reacción femenina, y por un momento estuvo a punto de arrojar el dildo contra la pared, pero acabó por detenerse.

— No, no, a ti si te necesito. — dijo el emperador dándole un beso al juguete.

Después de lavar su cuerpo, decidió relajarse en la tina, comenzando a acariciarse con delicadeza, agradeciendo que el dildo fuera a prueba de agua, cuando lo comenzó a meter lento dentro de él. Gimió al sentir tal sensación y al encenderlo fue aún mejor. Era una sensación única, de estar tan caliente y al fin recibir lo que querías era único, más cuando su cuerpo se bañaba en placer al tener lo que soñaba.

"No pienses en él, piensa en cualquier otra cosa menos en él, no lo visualices, no pienses en él." Se gritaba en sus adentros, quería hacerlo sin recurrir a Hades, pero era imposible cuando su cuerpo gritaba por el griego, y su alma estaba aferrada a él.

— Hng... Hades, Hades, Hades... — gemía el emperador, aferrándose con una mano de la bañera mientras con la otra hacia los movimientos de penetración junto al dildo. — ¡AH! Hades, dios, Hades...

Solo podía imaginarse al albino con él en la bañera, con esos ojos violetas intensos, sosteniéndole las piernas y embistiendo con brusquedad contra él. Quería imitar los movimientos, llegar tan a fondo como Hades, pero el maldito dildo era demasiado estándar, "Joder Tesla, si vas a crear el dildo perfecto, al menos hazlo más grande que un maldito pito normal." Se enojaba internamente tratando de realmente visualizar al dios tomándolo.

Quería sentir a Hades besándole el pecho, dejándolo sin aliento, masturbándolo mientras lo penetra con fuerza, pero no, no podía imitarlo, no podía llegar al punto que quería. Y no era el único, porque en el Tártaro, el rey del Helheim despertaba ante la subida de calor. Miró su cuerpo y al encontrarse con una erección sintió mucha vergüenza de golpe. No sabía porque estaba tan excitado o deseoso, lo único que pudo pensar era que Qin lo estaba, y para hacer este grado de conexión, seguro lo estaba llamando con el alma para que estuviera con él.

— Dios, también deseo estar contigo... — soltó el dios suspirando, y ocultando su excitación, no iba a masturbarse frente a las otras celdas y los Shinigamis que los vigilaban.

Mientras tanto, el rey de la humanidad acabó por resignarse, saliendo de la bañera molesto, para secar su cuerpo y ver su reflejo después de estos días tan pesados, en el espejo de cuerpo completo del baño.

Su cuerpo se encontraba bien, pero ya no tenía ninguna marca de Hades en él.

A veces podía notar un chupetón en alguna parte, o una mordida, o lo delicioso que se ven sus manos marcadas en su cintura, o debido a las palmadas que recibía en su trasero, tuviera una marca enrojecida, pero nada, no había algo de Hades en su cuerpo. Eso por alguna razón le hizo entristecer, porque si se ponía a pensar, tampoco había una marca de él en Hades en este tiempo. No había los besos que le dejaba en esa piel blanca, no había las mordidas o los rasguños en su espalda o caderas, seguro no había nada, solo pudo pensar que no había forma de que cualquier gata rompe hogares viera y supiera que Hades tiene dueño y es solo de él.

Acabó por darse una propia bofetada al pensar en cosas tan banales como esa. ¿Qué diablos pensaba? Ese maldito dios tenía que estar siempre en el Tártaro. No podía perdonarlo solo porque se sentía con necesidades sexuales en ese momento. Acabó por suspirar.

Miró su rostro y comprendió lo que Adam le había dicho. "Habrá veces donde no te reconozcas al mirarte al espejo", y era verdad, no conocía al hombre del reflejo. Su rostro estaba desmejorado, triste, y que tuviera un ojo aún morado no ayudaba mucho. Y el ojo sano no ayudaba tampoco porque tenía ojeras, y se le notaba agotado, su apariencia no era la mejor.

Su cabello estaba creciendo, lo mejor era que lo cortara un poco, y había descuidado su alimentación y actividad física, su cuerpo lucía aun igual, pero si continuaba así, perdería su figura. Suspiró agotado para finalmente salir del baño. Acabó por vestirse, colocando su venda en sus ojos y caminó saludando a los sirvientes que le saludaban. Al final agradecía que fuera normal para ellos verlo con esa venda en los ojos, de otra forma, tendría que explicar el ojo morado y no sabría que decirles.

"Mi reina, ¿qué le ha ocurrido?" Comenzarían a rodearlo haciendo esa pregunta una y otra vez, hasta que tuvieran una respuesta. Amaba que la gente del Helheim lo habían aceptado como ahora el encargado del Helheim, pero puede que a veces se fastidiara un poco de cuando lo rodeaban y buscaban ayudarlo en todo. A decir verdad, necesitaba algo de espacio para ordenar su mente, estar a solas y pensar en sus acciones.

Suspiró enfrente de su oficina, sabiendo muy bien que había salido tarde de su habitación. Sabía que le esperaba al otro lado, así que sabía que su día comenzaría con un dolor de cabeza. Y así fue en el momento que abrió las puertas, vio el ceño fruncido, esos ojos verdes molestos, esa cabellera roja alborotada, ese collar metálico que al parecer la diosa lo había adornado con flores para que pareciera más un collar de ella, y no una máquina que le quita los poderes. Si, Perséfone estaba molesta al verlo llegar tarde, sin ni siquiera disculparse, y tomando asiento campante, sin ninguna molestia.

— No soy tu criada, si quieres aprender de esto al menos llega a tiempo, idiota. — dijo la diosa, a lo que Qin suspiró. — ¿Qué te atrasó?

— Solo cállate y dime que tengo que saber con el puesto sur. — replicó el emperador sacando su libreta de notas.

— ¿Y vas a escribir con eso en la cara, imbécil? — preguntó con sarcasmo la diosa, refiriéndose a su venda.

— Tengo habilidades extraordinarias, no necesito ver para saber que escribo, comienza las lecciones.

— Eso, o no quieres que nadie vea tu estúpido ojo morado. — rio la diosa comenzando a escribir en el pizarrón. — Debió ser glorioso ver cómo te golpeaban, ojalá hubiera video.

— Que graciosa, seguro con ese humor consigues marido... oh, espera.

— ¡Maldito hijo de puta tu...!

Claro que el emperador acabó por sonreír, al subir la potencia del collar de la diosa, y hacerla caer de rodillas agotada al sentir sus energías irse. El humano suspiró regresando todo a la normalidad, logrando que la mujer pudiera volverse a poner de pie.

— Como decía, comienza la lección.

— Solo lo diré una vez así que pon atención. — respondió con molestia la mujer.

Esto había sido así los últimos días, Perséfone llegaba temprano, le enseñaba diferentes cosas a Qin y se iba, habían llegado a un acuerdo, Qin prometía ser benevolente con las diosas involucradas en el plan de Hades, y ella ayudaría a enseñarle cosas del Helheim.

Había sido un encuentro pintoresco cuando se vieron de nuevo, y tanto para él como para la diosa, no había sido grato, pero al menos ambos habían encontrado un beneficio mutuo en tal acuerdo. Al menos ambos conocían el mismo dolor, ya que era provocado por el mismo dios del inframundo...

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Semanas atrás...

El emperador tenía claro que cada pieza del tablero de Hades era poderosa a su manera, pero no tenía idea de que tanto. ¿Quién es la persona que se sienta a lado de Hades en el tablero de su mente? ¿Quién ocupaba el lugar de reina en su formación contra la de él? Lo dedujo rápido cuando las noticias volaron en el Helheim, y el rumor llegó a oídos de los Shinigamis.

Los Shinigamis eran criaturas de muerte del panteón japonés, dioses menores que se encargan de recolectar las almas y dar muerte a los mortales. Son criaturas sin un dueño en particular, obedecen el Helheim y sus mandatos, solo se arrodillan ante Hades, cosa que incluso el humano aún no ha entendido como logró hacer que ellos le obedecieran a ese punto. El Helheim tiene una vibra pesada, y es esa misma vibra lo que comanda a los Shinigamis. Si Hades decretó que obedecieran a Qin, es eso el único motivo en la que estos dioses menores le asisten, no por nada más.

Entonces cuando uno de los Shinigamis apareció en su oficina y le dijo la noticia, es que supo que las piezas de Hades van más allá de su tablero. Y quien toma el asiento de reina en su juego, debe de ser alguien muy inteligente para pasar desapercibido hasta ahora.

"La diosa Hestia no está en el tártaro."

Fue lo que declaró el dios volador, mirando al emperador. Después de esa declaración, el chino comenzó a reír sin más, acabando por golpear el escritorio, y después recomponerse, tirando la montaña de papeles, tratando de controlar su pequeña rabieta. Tomó un fuerte respiro para después simplemente mirarse en el reflejo de su propio espejo de su oficina. Cada día estaba más cansado, más drenado de energía. No era el Helheim, los mismos Shinigamis lo estaban drenando.

Era mortal, estar tanto tiempo en la presencia de la muerte sin Hades protegiéndolo en todo momento, o usando su presencia para desviar la vibra del Helheim, lo estaban acabando. Ahora al ser él quien estaba a cargo, el mismo Helheim y sus criaturas buscaban absorber energía de él. Así que trataba de pasar el menor tiempo cerca del tártaro o los Shinigamis, pero a veces era imposible.

Después de la noticia, se arregló lo mejor que pudo, y fue cuando habló con la diosa Hera, la diosa parecía tranquila con la situación, se dejó poner el collar y seguir con su vida, incluso le sonrió y le deseó suerte en el Helheim.

— Me apiado de tu alma, Qin Shi Huang, rey de la humanidad. — sonrió la diosa. — Engañado, ja, creo que tú y yo tenemos eso en común, mucha suerte tratando con todo esto.

Después de eso, supo que este camino que había comenzado a construir iba a ser un martirio. Porque fue entonces cuando estaba a las puertas de la pieza más importante en el tablero de Hades, la verdadera reina de su tablero, aquella que salvaría al rey si este se viera en peligro. Era curioso que no hubiera hecho nada apenas se supo que Hades estaba capturado.

Entonces decidió empujar las puertas y verla, allí estaba, en su trono, la preciosa diosa Atenea.

Era una de las mujeres más hermosas que había visto, con esos ojos dorados, con ese cabello rubio, imponente y perfecta, la hija predilecta de Zeus y la que seguramente tomará su trono apenas el viejo idiota muera. Allí, la diosa de la sabiduría siendo un templo de perfección.

— ¿Rompiste el tablero de Hades, humano? — sonrió la mujer mirándolo. — Me sorprendió viniendo de un mortal, es interesante.

— Lo hice trizas. — respondió el emperador. — Pero romper un tablero, no es nada si sus piezas siguen vivas.

— Tengo que darte crédito, nunca en la vida pensé que un humano lograría romper un plan de un dios, aunque claro, pasó en el Ragnarök, volvería a pasar. — dijo la mujer sin dejar su trono mirándole. — Solo que le tenía más fe a Hades, pero se lo advertí, su corazón es más débil que su mente, elegirte a ti fue su error. Como humano, sé que es difícil entender porque los dioses ven tan minúsculo lo que les hicieron.

— Mi vida era una mierda antes, pero era mi vida, mi historia, y me la arrebató.

— A un dios no le hables de vidas, podrías quitarnos siglos y siglos de vida que ni recordamos, y nos harían un favor. — rio la diosa levantándose, caminando al emperador. — Lo que un dios ve como una simple gota, un humano lo ve como un mar, es su vida minúscula la que le da significado al todo. Por eso están tan afectados, vida pequeña, corazones pequeños.

— Luces muy confiada en hablarme, eres la única que no ha pedido misericordia ni ha tratado de hacer un trato conmigo.

— ¿Por qué he de hacerlo? — sonrió Atenea. — ¿Te crees la gran cosa al vencer a Hades? Por favor, vencer a Hades es fácil, has que su corazón obsesionado por amor persiga algo y listo, lo tienes en la palma de tu mano.

— Subestimas mucho a Hades.

— Él es sencillo de vencer. — Rio la mujer, mirándolo. — ¿Quieres intentar enfrentarte con un verdadero reto? ¿Quieres jugar ajedrez contra mí? ¿Quieres jugar un juego creado por mí?

— No soy tan idiota como para involucrarme en un juego solo por orgullo, al menos no de nuevo. — sonrió Qin. — ¿Ya sabes a que he venido?

— Oh el olor de miedo de un hombre, siempre será uno de los aromas más fascinantes. — sonrió la mujer mirándolo. — Esta bien, esconde el rabo entre las piernas, no pienso obligarte. Y sé que has venido a ponerme ese collar de perro por saber el plan de Hades.

El emperador apretó las manos, ¿debería desafiarla? Él sabía que en una batalla cuerpo a cuerpo, podría vencerla, pero, derrotar a Atenea en un juego mental era prácticamente un suicidio. Estamos hablando de la diosa que sin pelear ha hecho que los demás se maten entre ellos para tomar al final el trono. Lo que le falta de cerebro a Zeus, le sobra a Atenea.

— ¿Será esto por las buenas o por las malas? — dijo el emperador.

— Será por las buenas, humano. — sonrió la diosa. — Porque realmente considero interesante lo que pasará.

— ¿Me dirás que ves el futuro?

— No es necesario cuando todo es deducible. — comentó la mujer inclinándose para dejar que el humano colocara el collar.

— ¿Lo es? — dijo el chino, comenzando a colocarle ese collar.

— Los dioses que traemos conocimiento, ninguno, se verá con problemas de usar un collar, deducimos con facilidad lo que sus mentes piensan, lo que es realmente un juego. Así que, aunque me pongas el collar, aunque me destruyas o me intentes matar, será algo que ya habré previsto, porque personas como tú, como Hades, como el resto de los dioses, son iguales, esclavos a algo, y tarde o temprano, sacaran a relucir eso, para al final, simplemente morir esclavos de sus decisiones.

El emperador sonrió, joder como amaba a las mujeres así, le excitaban demasiado, tal vez tenía eso en común con Hades, entre más retos pongan, más interesante es la cosa, y dios como le encantaría ver a esa mujer suplicando de rodillas, pero no, era involucrarse en problemas por sus propias filias, era mejor dejar eso de lado.

— Con permiso, diosa Atenea. — dijo el humano activando el collar.

— Hasta luego, Qin Shi Huang.

— Por cierto, antes de que me retire. — dijo el humano volteando a verle. — ¿La diosa Hestia porque diosa se encuentra protegida?

— Oh, lo dedujiste bien, bien. — sonrió la mujer. — Sigue las flores niño, ve con Deméter, aunque claro, no puedo garantizarte que sea feliz al verte. Y Qin...

— ¿Sí?

— Luces pálido... — rio la diosa. — ¿El Helheim no es tan agradable ahora?

— No necesito sus burlas.

— Niño estúpido, ¿realmente crees que podrás lograrlo siendo mortal? Ahora la ayuda de Hades no suena tan mala, ¿o sí?

— Estaré bien, gracias por todo.

— Renuncia al cargo de Hades. — dijo la diosa. — Has que pase a un dios del Helheim, y solo queda como auxiliar, eso evitará que mueras en el proceso. O mejor dale el cargo a alguien como tu hermano Grigori Rasputín, un humano que puede recuperarse por sí solo. Has llegado a tu límite, rey humano, acabarás muerto y consumido antes de que puedas crear una ley por ti solo.

Decidió ignorar las palabras de Atenea, no quería que la diosa se metiera a su cabeza. Si había un momento en el que la diosa pudiera meterse en sus pensamientos, habría perdido. Hades era muy listo al tenerla a ella de su lado, pero, aun no encontraba explicación. ¿Por qué la diosa no había intervenido? ¿Era parte de un nuevo plan? No lo sabía, y eso lo estaba frustrando de sobremanera.

Simplemente suspiró y siguió su camino hasta llegar a las tierras de la diosa Deméter. Una mujer de temple fuerte y cabello de un negro verdoso mirándole. El emperador ya había visto a la diosa en el juicio de Perséfone, así que verla de nuevo no era diferente, pero, pudo notar el nerviosismo de la diosa al verle. Por la forma en la que sus ojos lo veían, sabían que la diosa se encontraba asustada de su presencia.

— ¿Vienes a ponerme ese tonto collar?

— Sí, seré directo, sé que sabías todo el plan de tu hermano Hades, por lo tanto, trataré de ser benevolente, y te daré una oportunidad de no encerrarte en el tártaro.

— ¿Y esa es?

— Quiero hablar con la diosa Perséfone. — dijo ante la sorpresa de Deméter. — Si me deja hablar con su hija, prometo que podemos hablar de un trato. Porque usted no solo ha escondido el juego de Hades, ha ayudado a esconder otras cosas, porque al final, ¿quién mejor que usted para esconder los secretos de Hades? Nadie sospecharía.

— ¿Cómo estaré segura de que no dañarás a mi hija? — comentó la diosa mayor.

— Descuide, su hija y yo ahora tenemos algo en común, es lo más cercana a una "socia." — sonrió el emperador. — Me hubiera gustado saber que hubiera hecho ella al conocer dicho plan, estoy seguro de que hubiera evitado muchas cosas. A la diosa Perséfone le reconozco su habilidad de reacción, es una mujer muy inteligente y audaz, en definitiva, alguien con la que puedo conversar abiertamente y nunca en su vida me bajará la mirada, así es ella, y la respeto por eso. ¿Puedo hablar con ella ya? O quiere pelear. — dijo el emperador tomando una pose de defensa. — Hablaré con Perséfone por las buenas o por las malas, usted decida.

No hubo que decir más después de ello, aunque la diosa intentó hacer una movida, el emperador rápidamente la sometió colocando el collar, y abriéndose paso hacia donde se encontraba la diosa que realmente quería ver. Y fue allí cuando lo hizo, allí estaba la mujer de cabello rojizo, a lo lejos, siendo peinada por la pequeña, dulce y amable diosa Hestia. Realmente el emperador quería enmarcar el rostro que hizo la diosa al verlo caminar hacia ella, y como ambas se pusieron a la defensiva de verlo entrar en un lugar tan privado y secreto, el jardín de Perséfone.

— ¿Qué haces aquí? — dijo Perséfone.

— Podría preguntar lo mismo, pero de la diosa Hestia. — comentó Qin. — Sabía que te tenía que tener alguien, ¿cómo escapaste del Tártaro?

— Pffth. — rio la mujer, mirándolo para después negar con la cabeza. — Pasaste meses con él y no lo sabes...

— No puede ser. — dijo Qin sorprendido. — Se te condenó.

— Hades nunca lastimaría a sus hermanos, es extremista y nos ha puesto en peligro, pero nunca nos lastimaría. Cuando me llevaron al tártaro, esperó a que todos los dioses se retirarán de su hogar, y fue por mí, para después utilizar las sombras y llevarme con Deméter. Hades le pidió a mi hermana ocultarme, diciéndole que era importante que no saliera y me mantuviera a salvo. Deméter aceptó. Al final, nadie buscaría con Deméter, Hades y ella no se llevan bien desde que comenzó su relación con Perséfone.

— No digas más, Hestia. — dijo la diosa Perséfone aún a la defensiva. — ¿Vas a meternos en el tártaro por ayudarla? Al final todo esto fue plan de Hades, y jódete Qin, yo no tuve que ver en ese maldito plan, a mi igual me jodió la vida. No voy a dejar que lastimes a Hestia.

— ¿No vas a preguntar por tu madre, idiota? — dijo Qin mirándola.

— Ella incluso en el suelo se levantará. — dijo la mujer. — Es tan aferrada a todo que es imposible que la derrotes.

— Oh, mommy issues, descuida, yo igual los tengo, por eso creo que somos parecidos en ciertos aspectos. — suspiró el emperador. — Vengo a hacer un trato contigo, Perséfone.

— La respuesta es no, lárgate de aquí.

— Te conviene escucharme. — dijo el humano mirándola. — Dejo que la diosa Hestia deje de esconderse, usando el collar por supuesto, pero libre de seguir con sus actividades sin repercusiones, al igual que las otras diosas involucradas como tu madre. Y a cambio de mi benevolencia y nulo castigo, quiero que vengas conmigo al Helheim.

— ¿Eh? — dijo la diosa mirándolo para después hacer una expresión de repudio. — ¡Qué asco! ¡Ni loca te tocaría maldito pervertido!

— No estoy tan desesperado aún para eso. — rio Qin. — No hay ningún dios además de ti que conozca todo sobre el trabajo de Hades. Al final, si Hades se iba del Helheim, tú te quedabas a cargo y todo era perfecto. Ni Beelzebub sabe todo el trabajo de Hades, ni sus hermanos, y los dioses de la muerte no pueden ayudarme, no confió en ellos, solo quieren verme caer y ponerle la corona de nuevo a Hades, así que tú eres mi opción más perfecta.

— ¿Cómo sabes que no voy a usarte, tonto con un trapo en la cara? — rio la mujer. — Apenas tenga oportunidad te haré trizas.

— Tú y yo tenemos algo en común, nos destruyó Hades, como dijiste que pasaría. No tenemos que llevarnos bien, no tenemos que convivir, solo tienes que darme lecciones y te regreso a tu hogar, como un trabajo. Así que hazlo o asesino a todas las malditas diosas.

— ¿Y hacerme la única diosa griega viva? — sonrió la mujer. — Eso suena tentador.

— Ese es el espíritu que busco. — sonrió Qin. — Eres magnifica, ahora, enséñame sobre el Helheim.

— Consíguete a otra para eso.

— Vaya, no creí que tenía que llegar a usar este recurso, pero está bien. ¿Qué es el mundo sin una diosa menos?

El emperador hizo aparecer el vidente atravesando a la diosa Hestia en el acto, ante la mirada sorprendida de Perséfone. La diosa se quedó en Shock de ver a su tía en ese estado, realmente estaba viéndola tan herida y a punto de morir. ¿El humano estaba loco? ¿Cómo puede ir lastimando de golpea a una diosa sin sentir el mínimo remordimiento? ¿Cómo?

— No estoy jugando, niña. — dijo Qin, donde la diosa por primera vez vio esos ojos vacíos. Oh, allí estaba, el emperador Qin Shi Huang, aquél repudiado por su gente, el rey que lo inició todo, pero que al mismo tiempo provocó su propio destino. — No es una petición, es una orden. Dices una mentira sobre el Helheim y juro que las hago a todas trizas, porque no importa cuánto quieras ocultarlo, las amas, puedo notarlo, así que sé que te mataría más perderlas.

— ¡Acepto! ¡Acepto! Suéltala... — gritó Perséfone. — ¡Suéltala!

El emperador sonrió, desencajando el vidente de Hestia, dándole gotas de vida para recuperarla por completo. Y ya que estaba con ella, colocarle el collar en lo que la diosa recuperaba el aliento.

— Espero no tener que recurrir a eso de nuevo, lo lamento. — comentó Qin. — Pero era un mal necesario.

— Jodido humano. — dijo Hestia mirándolo. — Yo los ayudé y así es como me pagas.

— Te estoy pagando con tu liberación. — respondió Qin. — Pero al final, al salir, y estar con Deméter, pudiste hacer más, pero decidiste no hacerlo Hestia. No eres una santa paloma, solo eres alguien que vio que no podría contra Hades y se acobardó quedándose en su zona de confort. Pudiste haber destruido a Hades, pero sentiste miedo, imbécil. Odio a la gente como tú, que creen que por hacer lo mínimo se les debe de aplaudir. Es por ello que respeto más a Perséfone, será idiota pero no tiene miedo de ensuciar sus manos para lograr sus metas. Aquellas que están dispuestas a hacer un camino en un infierno, son las personas que respeto, y tú no eres una de ellas. Así que, en mi benevolencia, ahora trabajas para mí, Hestia, espero que nos llevemos bien.

— Eres igual a Hades, hacen lo que sea necesario para que todo le salga a su favor. — dijo la diosa Hestia mirándolo. — No importa si eso destruye su alma en el camino. Ahora entiendo su obsesión contigo.

— El chiste es para ti, diosa Hestia. — sonrió Qin. — Ni siquiera tengo un camino que seguir... aún no descubro que camino debo seguir, estoy sanando primero.

— ¿Con una tiranía?

— Con poner orden primero. — mencionó el emperador. — Necesito que el Valhalla siga funcionando para que eso no cause conflicto en mi mente y pueda comenzar a sanar correctamente. Ya sabes lo que dice, una casa limpia refleja la estabilidad de una persona. Y sinceramente el Valhalla y Helheim son un asco ahora, tengo que limpiar y hacerlo funcionar primero.

— Oh dios... — rio Hestia mirándolo. — No notas que te estas muriendo en cada paso que das.

— No pienso escucharte.

— Eres igual a Hades, mentes brillantes, pero débiles ante el amor.

Esas palabras golpearon al emperador. ¿Realmente era débil ante el amor? No lo sabía, últimamente no sabía nada de muchas cosas.

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Era molesto.

Definitivamente molesto.

Estar en su trono, mientras Hermes le entrega diferentes papeles, y él los tiene que revisar y firmar. Ser la madre ahora del maldito panteón griego era fastidioso, quería descansar su mente de Zeus, pero no podía hacerlo si todo lo que hace lo involucra en el acto. Ni siquiera sabía porque lo hacía, Qin le había dicho que no tenía que hacerlo si no quería, pero se había negado rotundamente dejar a Qin a cargo del panteón griego.

No era que no confiara en su hermano, pero, la mente de Qin no había sido la mejor en los últimos días, además, de que tiene ese lado hambriento de poder y de ser el rey absoluto de todo. Él sabía que conocía al verdadero Qin, su hermano mayor, que daría lo que fuera por él, pero, con el corazón roto, con su confianza en los suelos, Qin puede parecer tranquilo, pero está a un paso del colapso. No entiende sus emociones, no tiene un camino, está actuando improvisadamente como un animal salvaje herido, que busca de alguna forma recuperarse antes de ser devorado.

"Lo mejor hubiera sido nunca conocer la verdad." Pensaba, y al mismo tiempo se odiaba al pensar eso. ¿Prefería que su vida se basara en una mentira? Quien sabe, si una mentira nunca se sabe, ¿realmente es una mentira? O ¿vive lo suficiente para convertirse en la verdad absoluta?

— Luces estresado, Kintoki—sama. — dijo Hermes archivando los papeles. El joven usaba un collar por igual, claro que Qin no dejaría a ningún dios sospechoso de saber la verdad sin uno.

— No es un gran día hoy. — respondió Kintoki suspirando. — ¿Terminamos?

— Si, así es. Por cierto, la audiencia que pidió con la diosa Hera ya puede comenzar. La diosa ya se encuentra aquí.

— Excelente, hazla pasar.

Entonces allí entró, la hermosa diosa Hera, una rubia espectacular, una divinidad con esa aura divina que comenzaba a desvanecerse, debido al collar que usaba. La mujer entró con la frente en alto al salón, a lo que Hermes saludó, a lo que la diosa le dio una mirada de pocos amigos. A lo que el dios simplemente bufó y se retiró del lugar. La diosa tomó asiento en la silla frente a Kintoki y después le miró.

— ¿Me has llamado para algo particular, Kintoki? — comentó la mujer mirándolo.

— Sobre el trato de almas en el matrimonio que hiciste. — dijo el humano. — ¿Qué tan difícil es romper eso?

— ¿Quieres romperlo?

— Eso es obvio.

— Sabes, no soy la diosa del amor, pero, cuando uno a dos almas en matrimonio puedo ver que tan unidos están realmente. — sonrió la mujer. — Tu alma no ha rechazado por completo a Zeus, es más, ninguno de tus hermanos unidos por mi contrato, ha rechazado a la otra alma, y viceversa.

— No creas que conoces mis sentimientos más que yo, dime como separarnos. — respondió directo el humano, algo molesto de que simplemente dijera que seguía queriendo a Zeus.

— Solo necesito que todos estén presentes. — comentó la diosa sin alterarse ante el comentario. — Puedo romper el compromiso, pero, eso les afectará a ambos.

— ¿Disculpa?

— Tu alma y la de Zeus no quieren separarse. Separarlos a la fuerza solo les provocará dolor eterno. — dijo la mujer. — No me gustan los divorcios, por lo tanto, hago sufrir a todo aquel que va en contra de las reglas del matrimonio. Lamentablemente no pude hacer un contrato de almas con Zeus, así que nunca pude hacer sufrir al maldito hijo de puta, pero tú si puedes, tráelo aquí, y te separo de él. Estas dispuesto, ¿no?

El humano frunció el ceño mientras la diosa le sonreía. No podía tomar una decisión por su cuenta, lo consultaría con sus hermanos y después ellos podían llegar a una solución. Acabó por suspirar frustrado, apretando los puños. ¿Cómo diablos Zeus sin saberlo lo seguía jodiendo? ¿Cómo? Maldita sea, solo quería nunca haber tenido que conocerlo.

— ¿Quieres joderlo? — dijo la mujer mirándolo.

— ¿Eh?

— Te hizo sufrir enormemente. — comentó la diosa levantándose. — Conozco ese sentimiento, es horrible, te sientes humillado y sin poder hacer nada al respecto, porque al final es un dios supremo que hace su voluntad y nunca le ha pedido disculpas a nadie, es orgulloso y solo piensa en sus propios placeres y motivos.

— Bueno, al parecer tenemos algo en común.

— Es por ello que me gustaría proponerte algo. — dijo la mujer. — Estás conectado a él.

— Ajá...

— Lo que sientas, si te concentras, puedes hacerlo sentirlo a él. — sonrió la diosa. — Es por ello que, si tus hermanos estaban perdidos, sus parejas por igual. Lloran sin saberlo, lágrimas de alma. ¿Entiendes?

— Si.

— ¿Quieres tener sexo conmigo? — sonrió la mujer. — Él lo sabrá, y puedes hacer que se revuelque en su celda todo lo que quieras, sin poder hacer nada al respecto, porque lo que más le duele a Zeus, es que no lo obedezcan, no hagan su voluntad. Él puede tener múltiples parejas, puede tener hijos regados por toda Grecia, pero, si yo llegó a mirar a alguien más, él pierde la cabeza, no importa si no estamos juntos, Zeus pierde la cabeza si alguien me toca. Y en tu caso es igual, puedes odiarlo o repudiarlo, y él no te molestará, pero apenas pienses en buscar a alguien más, pierde los estribos, porque para Zeus, una vez suyo, siempre serás suyo... Es como un niño pequeño, se aburre de sus juguetes, pero pobre de ti si intentas tomar uno, hará el berrinche del siglo hasta que se lo devuelvas, y una vez de nuevo en sus manos, lo bota y sigue jugando con algo nuevo.

El humano quedó impresionado con la diosa, por tal declaración, no sabía que pensar, menos cuando la diosa se acercó a él, sentándose en sus piernas, a lo que el humano no supo que hacer, o a donde mirar. No era que nunca hubiera visto a una mujer hermosa, solo que, nunca había tenido una tan cerca. Olía estupendamente bien, su cuerpo era delicado y lindo, con curvas que hacían temblar sus manos, además ese rostro angelical y único, no sabía que decir o hacer. Realmente Adam los había criado con la regla de gustar de alguien sin importar su sexo u apariencia, y así era, todos sus hermanos les gustaba eso, el carácter, la fortaleza, la personalidad de sus parejas más que su apariencia física, que, aclarando, claro que la notaban, pero no era lo más importante para ellos.

— Creo que deberías hacer que grite de dolor, como si estuviera colgado con cadenas de oro desde el cielo. — sonrió la diosa. — ¿Qué dices? Puedo transformar mi cuerpo al de un hombre si eso prefieres.

— No me importa el sexo. — dijo rápido Kintoki.

— ¿Y qué es lo que te importa?

— No pienso darte nada si esto sucede, yo tengo el poder en todo el panteón griego.

— ¿Y quién te lo está pidiendo? No me interesa ser madre del panteón griego, por dios, solo quiero verlo sufrir, saber que sufre, ya después de ello me puedo pudrir en una celda del tártaro y estaré feliz.

— ¿Tanto lo odias?

— ¿Tú no? No me digas que lo perdonaste ya.

— Yo...

— Oh por dios, lo amas, que gracioso, amar al dios más bastardo y mujeriego que hay. Abre los ojos niño humano. — sonrió la diosa. — Si ese hijo de puta no estuviera encerrado, ya estaría follandose a todos los demonios e íncubos del tártaro.

— ¡Él no es así! — gritó Kintoki, pero se sorprendió ante tal declaración.

— ¿No? ¿Sabes cuantos hijos tiene? ¿Sabes cuantas amantes? — rio la diosa. — ¿Sabes cuánto debe haberse reído de ti?

El humano solo pudo apretar los puños, despejando su escritorio y recostando a la diosa.

— Ni creas que esto será lindo. — comentó el humano.

— Nadie te lo está pidiendo, solo hazlo, hazme gemir y que se escuche en el maldito tártaro. — sonrió la mujer, metiendo sus manos por debajo de la ropa del humano. — Porque sé que se enojará por mí, pero, se morirá al saber que toqué a su juguete favorito.

Tal vez el efecto no fue instantáneo, pero, Hades presintió que algo mal estaba pasando con Zeus al ver a su hermano levantarse de golpe de su celda, pegando su frente a los barrotes. Se veía inquieto por un momento, después como un gato enjaulado caminando de un lado a otro, y después soltar un grito de furia, haciendo que todos los dioses le notaran, mientras el dios padre del cosmos comenzaba a golpear con ira los barrotes, sangrando sus manos, queriendo arrancarse alguno de los collares sin éxito, solo debilitándose más y más, se los habían explicado.

"El collar reacciona a su fuerza y poder divino, entre más traten de usarlo, más presión meterá, el collar suprime y se vuelve más peligroso si tratan de quitárselo o usar su fuerza, como Hades, su cuerpo sufrirá las consecuencias."

Y dicho y hecho, Zeus comenzó a sangrar de la boca, nariz y ojos, pero nada podía calmar al dios, tuvieron que ser los Shinigamis, que se acercaron y apretaron las cadenas que sujetaban a Zeus al suelo, para impedirle que se moviera del lugar hasta que se calmase.

— Hermano, ¿qué sucede? — preguntó Hades.

— ... Lo tocó, voy a matarla, voy a asesinarla, voy a disfrutar regar todo el maldito panteón griego con su sangre.

— ¿Qué? — cuestionó Hades. — Oh...

No tuvo que pensarlo mucho. La unión de almas, entre más fuerte uno deseara que se hiciera, más fuerte su otra mitad podía sentirlo. Pero, ¿cómo sabía que había sido Hera? Eso se preguntaba el rey del inframundo, pero un iracundo Zeus solo estaba teniendo que tolerarlo. No había duda, era ella, por la forma en la que podía sentir a Kintoki, podía sentir las caricias de la diosa, eran las mismas, no había duda, era Hera.

¿Cómo se atrevía su ex reina a tocar a su reina? ¡La mataría apenas saliera de allí!

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Estaba algo fastidiado por tanto... brillo.

Con ayuda de la diosa Hestia, Simo estaba recorriendo el palacio de Apolo, uno que ya había conocido, al menos una parte, donde la mujer les explicaba donde se encontraban las cosas tanto a él como a su padre Adam quien lo acompañaba, poniendo atención a lo que decía la diosa. Cuando Simo regresó a casa, junto a sus hermanos, Qin explicó la situación en la que se encontraban actualmente. Adam se negó rotundamente a que Michel, Okita, Grigori y Simo actuaran por su voluntad y quisieran tomar las riendas de responsabilidades de dioses supremos, por lo tanto, después de un debate entre todos los hermanos, se concluyó que Adam estaría involucrado con ellos en todas las tareas de sus hijos menores.

En el caso de Grigori, Nikola y Qin se encargarían de ayudarle en el Helheim, y el joven tenía que reportarse con Adam diariamente, ya que el ruso era el más peligroso de los más jóvenes, si le dejaban solo, estaba seguro que lo vería sentado en el trono de Ra jugando a ser un ser todo poderoso. Y de allí seguía Michel, Loki es extremadamente importante en el panteón nórdico, si lo dejaba solo, su hijo era capaz de ahora sí, destruir el Bifröst por diversión, jugar en los 9 mundos del mundo nórdico y hacer su voluntad solo para fastidiar a Qin y a otros dioses. Por lo que Leónidas dijo que mantendría un ojo en él. Además, Lü Bu, al aceptar hacerse cargo de las cosas de Thor, dijo que podía vigilarlo a que solo cumpliera con las responsabilidades, y a que la gran mayoría de las tareas de Loki, las hiciera junto a Leónidas, él, o Adam.

Con Okita era otro gran asunto, Susanoo es jodidamente importante en el panteón japonés, así que al ver que su hijo menor solo tenía ganas de pelear y actuar como Qin, disfrutando lujos de ser rey, Adam decidió vigilarlo totalmente en sus actividades, y siempre estar con él, o en su caso, si no estaba él, estaría Eva acompañándolo.

Por ultimo quedaba Simo, el que parecía más relajado de los 4 menores. A Simo no le importaba hacerse cargo, pero de igual forma, no le dejaría el poder a Qin, porque, ninguno de los hermanos quería que a Qin se le zafara otro tornillo, menos con las tareas del dios del sol. Así que allí estaba, caminando con su padre mientras la diosa Hestia les mostraba el palacio, y para su sorpresa, aparecía una mujer con un arco.

La mujer miró los ojos del humano, y después sonrió.

— Oh, les presento a la diosa Artemisa, diosa de la caza y hermana de Apolo. — comentó Hestia. — También pueden apoyarse mucho en ella.

— Un placer. — dijo la mujer. Por el nulo collar que tenía, se sabía que la diosa no había estado involucrada en el plan, y si, también le habían lavado el cerebro hasta ahora que recuperó las memorias. — ¿Tu eres Simo?

La mujer era hermosa, de cabello rosado como el de Apolo, de piel blanca y ojos rosado metálico. Tenía un porte fuerte, y una sonrisa amistosa, la mujer se veía interesada en el menor que le devolvía la mirada notando lo parecida que era con Apolo.

— Si, lo soy. — dijo el joven, algo fastidiado por el calor y brillo. — ¿Aquí siempre hace calor?

— No, se siente así porque Apolo no está aquí, y el sol esta intranquilo. — dijo la mujer. — Aprende tus labores y ayúdate de otros dioses del sol para comandarlos a que todo esté bien.

— Convencimos a Ra de hacerse cargo de las tareas de Apolo. — dijo Adam acariciando la cabeza de su pequeño. — Hablando de las tareas que superan a un humano, las otras tareas que si puedes hacer estarán bajo nuestra responsabilidad, así que podemos pedirle a Ra que ajuste la temperatura de este lugar a tu gusto.

— Y veo que te gustan las cosas frías. — comentó la mujer por la ropa del humano, que sí, usaba pantalón y una playera, con una chaqueta encima. — Podemos hacer que el palacio tenga un clima más adecuado para ti.

— Gracias. — respondió Simo.

— Si me siguen, les mostraré la oficina. — dijo Hestia.

El padre de la humanidad comenzó a seguir a la diosa Hestia mientras el hermano menor de los hijos del Edén, paraba su caminar para ver de nuevo a la diosa Artemisa, quien le sonrió para después ladear su cabeza.

— Se parece mucho a usted. — dijo Simo mirando a la diosa.

— Soy su melliza. — respondió Artemisa mirando al humano. — Tienes los instintos al tope solo con mirarme, yo igual siento lo mismo al mirarte. El deseo de no apartar la vista del depredador. ¿Eres bueno con el tiro?

— Si. — dijo el finlandés sin apartar la mirada de la diosa. Ella tenía razón, sentía que si le daba la espalda acabaría con una flecha en su cabeza. Era instintivo, al ser un cazador, era instintivo poner tus alarmas cuando te encuentras con la mirada de un cazador por igual. — Nunca fallo.

— ¿Te gustaría algún día tener una competencia contra mí? — sonrió la mujer. — No soy de rifles, pero puedo hacerlo con mi arco y tú con tu arma.

— Me encantaría. — comentó el humano, para después sentir como Adam tomaba su mano, quien había regresado por su hijo, y lo guiaba con él. — Por cierto, las dagas no son problema para mí, son armas que hacen ruido para un cazador.

— Hasta pronto... — sonrió la diosa.

Ahora entendía un poco a su hermano. Más cuando sacó la daga que tenía de su espalda, esa había sido la razón por la que había volteado ese pequeño humano a verla. Notó el arma solo con su oído, era muy interesante, un depredador con excelentes sentidos.

"Es que es tan diferente, fastidioso y único que me agrada. Todos mueren por mí, eso es seguro, y verlo sin reacción a nada, calmado y sin interesarle en absoluto mi persona, no importándole que gracias a mi veía el sol cada mañana, hace que me den ganas de hacer que me mire y vea una expresión diferente en esos ojos hermosos que tiene, quiero que me vea con cariño, que sienta amor por mí. Artemisa, me atrae un cubo de hielo humano, ¿cómo puedo hacer que se derrita para lograr tocar su corazón?"

— Es hermoso, ¿no crees?

Esa voz sí que la conocía bien.

Más cuando sintió un par de alas rodeándola, y unos brazos recargándose en sus hombros. Allí estaba, Eros mirando en la dirección en la que el padre de la humanidad caminaba con su hijo, siguiendo a Hestia mientras les enseñaba que hacer. La diosa miró de reojo y vio al dios del amor mirando justamente al pequeño príncipe del Edén.

— No te metas con el humano que Apolo quiere. — dijo Artemisa, dándole un golpecito en la frente.

— Ese chico nunca amará a Apolo. — comentó Eros. — Menos ahora que ya todos sabemos la verdad de la mierda que hizo tu hermano.

— Oh por favor, debe haber una explicación a todo eso. — suspiró la mujer. — ¿Qué haces aquí?

— Vi que el padre de la humanidad y su pequeña belleza estaban aquí, así que vine a saludar, además de recuperar mi chaqueta, tu hermano se enojó conmigo y me corrió de su casa, no podía recuperarla.

— Seguro ya la tiró en el Helheim.

— Ese bastardo. — suspiró Eros. — ¿Te enojarías si tu gran amigo y bondadoso, que siempre te ayuda en todo, que siempre está para ti, intenta conquistar a ese humano?

— Si.

— Por favor, vamos Artemisa, ¿no quieres ayudarme?

— No. Deja al humano, se nota que no le interesan las relaciones. Y, a decir verdad, si llegará a tener una, no sería contigo. — dijo la mujer. — Parece ser alguien asexual. El peor match para ti.

— ¿Eh? ¿Enserio?

— Entre castos nos reconocemos. — dijo la mujer. — Tú no podrías con él, Eros. Aunque Simo acepte tener relaciones alguna vez en su vida, solo lo hará porque puede hacerlo y quiere hacerlo. Pero realmente no siente deseos, prefiere la conexión, enamorarse, vincularse y sentir placer propio. Cosa que un dios como tú no lo entendería. Pero... puede que Apolo lo entienda un poco.

— ¿Enserio? ¿El idiota de tu hermano?

— Es un idiota, sí. Pero puede entenderlo más que tú. — dijo la mujer caminando con Eros por el palacio de su hermano. — Apolo es bueno en las conexiones, aunque no lo parezca. Es el dios de la música, de las artes, por dios, deja todo en ellas, no hay mejor Apolo, que aquel que guarda su cosa entre sus pantalones, y comienza a ser tranquilo haciendo cosas que ama. Lo malo es que tiene la sangre de mi padre y es un poco... am...

— Idiota, ególatra, diva y engreído.

— Si, pero mira, yo no controlo la vida de ese humano, ni la tuya, ni la de Apolo, si quieres seducirlo, hazlo, solo digo que no te hará caso. Puede experimentar excitación, sí, pero nunca lo vas a tener como te gustaría tenerlo. Solo te gusta esa belleza misteriosa que tiene, pero cuando veas que no puedes atraparla, acabaras con un tiro en la cabeza por la realidad, de que, a ese príncipe del Edén, nunca lo vas a poder tener.

— Bueno, siempre me han gustado los retos.

— Como amiga tuya, ya cumplí con darte un consejo, ya si acabas con una bala en la cabeza o con el rostro destruido por Adam, es tu culpa. — rio la diosa. — Será interesante conocer al pequeño francotirador de cerca, quiero conocer más de mi futuro cuñado.

La diosa sonrió, al final, tenía cierta conexión con Apolo, y cuando lo vio antes de ser encerrado en el Helheim, en su mirada solo había una cosa. "Por favor, cuídalo de todo." Eso es lo que había dicho Apolo con sus ojos, temiendo que los dioses quisieran darles caza a los humanos. Cumpliría con cuidar al humano, aunque, no parecía necesitar nada de protección.

Últimamente, los dioses necesitan protección de los humanos, ellos son los peligrosos ahora.

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Había recolectado diferentes flores al llegar. Aunque se sintió un poco mal al esconderse, aun no tenía la fortaleza de visitar a Chun Yan. Así que decidió llegar directo a su casa, y al entrar, le enterneció la imagen, cuando se adentró en su hogar y escuchó bullicio en la cocina. Pudo ver a Jack con su mandil, mientras preparaba una tarta, y no era todo, le mostraba a Kojiro como hacerlo, en lo que Eva de igual manera estaba preparándoles algo de comer a ambos.

Sus hermanos parecían ya reaccionar, al menos no estaban en completo pánico o shock, parecían bien, aunque notaba esos ojos rojos, así que seguían derramando lágrimas, pero poco a poco estaban reconstruyendo su corazón hecho pedazos a su manera. Eva le había dicho que Kojiro se dedicaba a entrenar en el patio trasero, y algunas veces, con supervisión de Eva por supuesto, Jack solía jugar tiro con algunos cuchillos. Nunca fallaba, era my bueno decía su madre, aunque, eso era claro, recuperó sus memorias, Jack sabía pelear, sabía destazar personas y sabia como asesinar a medio Londres si era necesario. Pero, con la supervisión de Eva o de Adam, Jack parecía simplemente disfrutar mejorar sus habilidades solo por hobbies, su madre no dejaría que se desviara de eso.

Además, en otras ocasiones, Jack solía hacer repostería, en lo que Kojiro se encargaba de leer diferentes libros de la biblioteca principal. Le había agarrado gusto a la lectura, así que devoraba libro tras libro, al final, su gran habilidad de escáner humano, hacía que pudiera leer en una velocidad impresionante, y no solo eso, que retuviera información y supiera como analizarla. Eva igualmente solía acompañarlo en esos momentos, así que, si Kojiro lloraba, su madre podía sostenerlo y acompañarle, dejando que se desahogara, lo mismo con Jack, poco a poco, el amor de Eva estaba haciéndolos reaccionar, y eso le encantaba.

Pero en definitiva tenía que hablar con sus hermanos, en especial con Kojiro, el mar no podía seguir desprotegido.

— ¡Qin! — gritó Eva acercándose a su pequeño, llenándolo de besos sin parar. — Mi vida, estás aquí.

— Hola mamá, te traje esto.

— Son hermosas mi bebé, muchas gracias. — sonrió la mujer. — Permíteme, las pondré en un florero.

Sus hermanos notaron su presencia, y saludaron con discreción mientras la mujer saltaba de felicidad de tener a otro de sus hijos con ella. No quería arruinar el momento, pero Jack decidió hablar.

— Mamá, la visita de Qin no es familiar. — dijo el inglés. — ¿Qué es lo que realmente quieres?

— Me gustaría hablar con Kojiro. — dijo el chino. — Si mi hermano quiere, claro.

— Esta bien. — dijo el japonés, comenzando a retirarse el mandil.

— ¿Has comido bien? ¿Tus hermanos han comido bien? ¿Necesitas mi ayuda?

— Mamá, siempre voy a necesitarte. — suspiró Qin, disfrutando tener las manos de Eva en sus mejillas, dios el amor de su madre sanaba todo. — Pero, necesito que me dejes hacer todo esto por mi cuenta. Confía en mí.

— No tienes que pedirlo, siempre he confiado en ti. — sonrió la mujer. — Porque Qin es Qin. No necesito más que saber eso, Qin es mi leal, bondadoso y perfecto pequeño. Un digno rey de todo.

Esas palabras de amor, viniendo de una mujer tan maravillosa como Eva lo hacían derretirse, solo pudo abrazarla, sintiendo el amor de su madre mientras acariciaba su cabellera. Dios, sería genial solo pasar sus días entre los brazos de la mujer, sin preocuparse de nada, solo escondiéndose de todo y refugiarse. Pero no, había armado muchos problemas, tenía que comenzar a solucionarlos uno a uno, y no podía esconderse en las faldas de su madre, y fingir que todo se solucionará si permanece allí.

Así que besó la mejilla de su madre, abrazó a Jack, el cual se tensó un poco de sentirlo abrazándolo, pero se lo permitió, para después caminar con Kojiro hacia la oficina de Adam, que sería la más adecuada para hablar en esos momentos. La oficina de su padre era tranquila, sin que pudieran interrumpirlos, y amplia para que ninguno de los dos se sintiera atrapado. No habían hablado ellos dos desde el incidente del plan, así que no sabía cómo todo iba a ser o qué tipo de plática tendrían.

Al entrar, dejó que Kojiro se hiciera paso en la oficina, para después el entrar detrás de él y cerrar la puerta. Pero le hubiera gustado no hacerlo, porque apenas lo hizo, sintió un puño directo a su rostro, le había golpeado tan duro que lo dejó aturdido y en el suelo, sosteniéndose su ojo izquierdo, mientras el japonés le miraba y después soltaba un suspiro.

— Me moría de ganas de hacer eso desde hace mucho. — sonrió Kojiro suavemente. — Maldito idiota.

— Bien, me lo merezco. — comentó Qin. — ¿Tenía que ser en el rostro?

— Tenía que manchar algo que quisieras, tu rostro es tu adoración, así que sí, tenía que ser así.

— Que cruel.

— ¡CRUEL ES HACERME LO QUE ME HICISTE! — gritó Kojiro de golpe. — ¿Te das cuenta de lo horrible que fue para mí esa noche? ¡Te lo puedes imaginar?! Nunca en mi vida había sentido tanto asco hasta ese día, y ahora cuando quiero... cuando quiero recordar algo de él... solo recuerdo que mi última noche fue teniéndote a ti y a tu tonto esposo, en la misma cama que yo y él, y es repugnante.

— Kojiro... Lo lamento, lo siento mucho, te ofrezco mis disculpas.

— Dios como me dan ganas de...

Y si, allí llegó otro golpe, directo al estómago de Qin, que le sacó el aire, pero esta vez no pensaba dejarse. Pueden decirle inmaduro, si, lo era, pero, había aceptado el primer golpe, ya otro era avaricia, y devolvió el mismo golpe, pero el japonés lo esquivó, para después adoptar la posición de defensa de Qin, sí, la misma, mirándolo.

— ¡Copión! — gritó el emperador. — Golpéame con algo tuyo idiota, no con algo que me robaste.

— Soy un escáner, estúpido, aprendo cada técnica de quien me derrota, y eres un imbécil al no recordar que me enseñaste a pelear de pequeño.

— Okey, basta, ya me golpeaste, déjame pedirte realmente disculpas, ya, sin rodeos, déjame hacerlo.

El japonés suspiró, asintiendo a lo que el chino sostuvo su estomago para ponerse de rodillas, haciendo una reverencia en señal de disculpa, al final, ambos asiáticos conocían bien el nivel de perdón que buscaba Qin al poner su frente pegada al suelo.

— Kojiro, lamento todo lo que yo, como tu estúpido hermano mayor te hizo pasar. — dijo el chino, apretando los labios, tratando de que su voz no flaqueara, pero le era imposible, ver a su hermano tan enojado con él le partía el alma, no quería perder su amor, no quería perder a su lindo hermano Kojiro, lo cargó al nacer, no quería que eso se rompiera. — Kojiro...

— Qin...

— Kojiro lo siento. — dijo con la voz rota el emperador. — Lo siento tanto, no pensé en protegerte, pensé en mi propio juego y en como quería que todo saliera a mi favor, maldita sea sigo pensando que hago lo mismo incluso ahora, a veces siento que hago lo correcto y todo resulta mal, me siento juzgado en cada decisión que tomo, ya no tengo una pizca de confianza en mi juicio, y la verdad no sé qué hacer todo el tiempo, solo improviso, soy un maldito desastre, soy una vergüenza como hermano mayor y para el Edén, y nada de eso me duele más, de lo que me duele saber que te lastimé de esa forma. Nunca voy a poder repararlo, nunca voy a poder quitar ese capítulo de tu vida y que todo se desvanezca, soy tan imbécil que nunca voy a poder quitarte ese dolor Kojiro.

— Qin, oye...

— Lo siento, lo siento mucho... — dijo el emperador, ya con las lágrimas cayendo en el suelo. — Puedes odiarme todo lo que quieras, lo merezco, merezco el repudio de todos, ya no quiero seguir haciendo esto, y no sé cómo mierda arreglarlo, cada que hago algo siento que lo arruino más, estoy perdido, no sé qué hacer, soy solo un fracaso, una farsa, solo se ser un maldito tirano, nunca he sido un verdadero...

— El edén late con un mismo corazón. — dijo el japonés interrumpiendo a su hermano.

— ¿Eh?

— El Edén late con un mismo corazón. — dijo de nuevo el japonés. — La única razón de que sea así, es porque te encargaste de unirnos más. Qin, te seguiríamos directo a la muerte si eres tú quien nos guía. Tus errores son nuestros errores, tus victorias son nuestras victorias. Tus caídas las sufrimos igual, y tus ascensos los disfrutamos igual. No has decepcionado a nadie, solo estas caminando a ciegas de nuevo, y sé que te va a costar mucho, lo sé, yo mismo lo estoy viviendo, pero, tienes que aprender a quitarte tu venda. Ten por seguro que estamos caminando también contigo a ciegas, a tu lado, y cada uno encontrará el camino de regreso a casa de nuevo.

El emperador solo pudo levantarse para abrazar al japonés, quien lo abrazó de vuelta. Kojiro Sasaki, la única persona que puede aceptarte con todo, entenderte y volverte a poner de pie. Eso lo había sacado en definitiva de Adam y Eva, el corazón de Kojiro es tan bondadoso que perdonaría un monstruo incluso si este destruye toda una ciudad.

— Kojiro... — sollozó el emperador abrazándolo. — Kojiro, lo siento, lo siento mucho...

— Qin, te perdono. — dijo el japonés acariciándole el cabello. — Ya es suficiente castigo tu tamaño miniatura, no necesitas otro.

Eso hizo explotar de risa a ambos hermanos, bueno, había sacado la complexión de su padre, era algo bajo, y Kojiro alto, aun siendo menor que él, pero no importaba, al menos con esa broma sabía que debajo de ese dolor, estaba su hermano, y que esperaba que ambos volvieran a verse pronto, en el camino nuevo que estaban trazando.

Cuando acabaron de desahogarse, ambos hermanos se sentaron, aunque Kojiro no podía evitar ver como el ojo de Qin se hinchó, y ahora se veía algo gracioso, por lo tanto, el chino se colocó su venda en los ojos para evitar que su hermano viera su ojo morado, y se distrajera de lo que estaba por contarle.

— Koji. — dijo Qin mirándole, tomándole las manos. — Todos los dioses están en el tártaro. Y los involucrados, se les colocó el collar de Tesla.

— Si, me dijo mamá. — comentó el japonés.

— La mayoría de nuestros hermanos se están haciendo cargo de las tareas de sus respectivos dioses. — comentó Qin. — No quiero decir que hagas las cosas de él, solo si me enseñas lo que hacía, lo haré yo y no tienes que acercarte a su palacio. No tienes que tener el más mínimo contacto con él, yo me haré cargo hermano. No tienes que salir o algo por el estilo, puedes solo enseñarme aquí y yo me haré cargo de los mares. No puedo dejar a su gente ni el mar desprotegido, sin Poseidón y su guía, que por más que quiera negarlo, era buena y organizada, el mar puede convertirse en un problema.

El japonés solo pudo mirarlo, no había ninguna expresión en su rostro, ni de tristeza, ni de sorpresa, solo estaba serio mirándole para después soltarle las manos y levantarse, saliendo de la habitación, a lo que el chino le siguió, pensando que lo había arruinado, pero no, Kojiro caminó a su habitación y tomó una maleta empacando ciertas cosas en ella.

— ¿Koji?

— Voy a ir al palacio. — dijo el japonés.

— ¿Eh? No no no, ni lo pienses, no puedes estar allí solo.

— Puedes mandar a papá a visitarme siempre que quiera. — dijo el japonés.

— Kojiro, no estás listo para eso, mamá se va a preocupar, no estás listo para andar tu solo, oye, es...

— Mira Qin. — dijo el japonés. — Papá y mamá pueden irme a ver siempre que quieran, quedarse, tú como los demás pueden ir a verme si lo desean y quedarse. Pero ya me cansé de llorar, y sé que lo voy a seguir haciendo, pero me distraerá tener algo que hacer y quiero ver si la gente está bien. Fueron muy amables siempre conmigo, quiero devolverles el favor.

— Kojiro.

— Déjame tomar mi propio camino, hermano. — dijo el japonés a lo que Qin solo pudo asentir.

— Tengo miedo a que si caes....

— Pues me caeré de cara, a ver si se me arregla. — sonrió el japonés. — Le diré a mamá y a Jack, me haré cargo de los mares, y por cierto, no intentes hacer que Jack se haga cargo de los deberes de Hércules sin supervisión de mamá, él si no está listo para salir de aquí. Así que hazte cargo del Helheim hasta que sepamos que haremos realmente con los dioses.

— ¿Alguna idea?

— Quiero pasar mi duelo antes de pensar en algo. — suspiró el japonés. — Mi subconsciente dice que los dejemos libres, pero, necesito estar en mis cinco sentidos, que tomemos una decisión ahora con que hacerles sería imprudente.

— Si.

— ... ¿cómo los tienes?

— No están siendo lastimado o torturados, solo están encerrados, los cuido del frio y los alimento constantemente. No pienso lastimarlos...

— ¿Es por Hades? ¿Le amas aun?

— No.

— Mentiroso, no sabes cómo ocultar eso ni con la venda en tus ojos. — dijo el japonés.

— ¿Amas a Poseidón? — preguntó el emperador poniéndose a la defensiva.

— Sí, y mucho. — respondió directo el japonés a la sorpresa del chino. — Por eso no puedo tomar una decisión, no hasta que... sepa que mi mente no se ve afectada por mis sentimientos. Si está bien en el tártaro, eso me mantiene tranquilo, así que me haré cargo de los mares estos días.

— ¿Cómo puedes amarle aún?

— Qin. — suspiró Kojiro. — El amor no se borra con borrador. Le amo tanto que me está matando eso, por eso duele tanto, no es como si lo deje de amar de un día para otro, para eso se necesita tiempo, y la verdad necesito tiempo para pensar y ordenar todo dentro de mí. Mamá dice que, si quiero amar a alguien, el amor debe venir primero de mí. Quiero volver a amarme a mí mismo, para saber qué es lo que siento por Poseidón. Si le sigo amando o no, dependerá del tiempo y mis decisiones, pero por ahora solo necesito tiempo para sanar.

— ¿Qué si tardamos más tiempo y no solo semanas? ¿Los dejaremos allí hasta sentirnos listos?

— Si tardamos más de 5 semanas en decidir, los soltamos y que vivan como arresto domiciliario. — suspiró Kojiro. — No quiero que estén allí todo el tiempo.

— Kojiro...

— Es por Jack, y por Lü Bu. — dijo el japonés. — Ninguno de los dos quiere a sus dioses allí. Lü Bu me lo ha dicho abiertamente, y Jack, nunca lo menciona, pero parece siempre esperar que Hércules venga un día por él a la casa. Qin, sé que Jack no está listo para ver a Hércules, pero se igual que Jack desea con el alma volverlo a ver.

— Entiendo.

— Bueno, tengo que hablar con mamá, Qin, confía de nuevo en ti, incluso si te pierdes, encuéntrate y vuelve a confiar en tu juicio. — dijo el japonés saliendo de la habitación. — Porque eres nuestro rey, y siempre sabes que camino es el que hay que tomar.

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Cargaba sus herramientas mientras Grigori lo acompañaba.

Su hermano menor parecía fascinado con el Helheim, y lo entendía, ambos compartían la curiosidad por conocer cosas nuevas, así que, si hoy era día de cuidar a Grigori, haría lo mejor que pudiera, ya que mañana era seguro que le tocaría a Qin y muy probablemente Adam, ya que lleva a Grigori a sus reuniones con el panteón egipcio y que este vaya aprendiendo de todo. Lo que tenía maravillado tanto a Grigori como a él, era esa cabeza de chacal y su funcionamiento.

Parecía una simple artesanía que podías usar como un sombrero, pero era mucho más, permitía a Anubis viajar a donde quisiera, le permitía protegerse del Helheim y tenía la esencia del dios, lo que otorgaba ciertos poderes, diminutos claro si no era Anubis quien lo usaba, pero útiles. Nikola se había pasado estudiando dicha cabeza mientras Grigori leía de sus notas cosas sobre el Helheim.

Había estado tranquilo dentro de lo que cabe, al menos más que sus hermanos, hasta que el ruso hizo la pregunta.

— ¿Por qué algunas de tus notas tienen tinta azul y otras tinta negra? ¿Significa algo? — comentó su hermano mirando su cuaderno de anotaciones.

— Oh... es que... — dijo el científico parando de escribir formulas en su pizarrón. — Ah...

— ¿Nikola?

— Las notas en color negro son de Beelzebub, era mi auxiliar, si había algo que no notaba al momento de formular, lo señalaba y me ayudaba a entender más sobre los poderes divinos y todo en relación al Helheim y el Valhalla. Para que mis experimentos no tuvieran tantos errores. — sonrió suave el científico. — Incluso cuando sé que la única forma de evolucionar es a base de prueba y error, era lindo tener todo bien desde el comienzo, rara vez pasaba, pero cuando éramos dos mentes en lugar de una trabajando, era más fácil lograr el éxito a la primera, incluso cuando era raro eso.

— Oh...

El científico enrojeció sus mejillas para después seguir escribiendo, pero eso no iba a ser fácil. Grigori había visto la manera en la que habló y su expresión, su hermano menor sonrió para después mirarlo. Había algo que odiaba de Grigori y Qin, y era esa mirada pesada que tienen como depredadores cuando ven una situación de la que pueden sacar mucho provecho. Son manipuladores de primera, claro, nunca han usado esa "habilidad" para hacerle hacer algo grave, pero odiaba el interés que ambos tenían en controlar a todos a través de ello.

— ¿Qué piensas de todo lo que pasó, Nikola? ¿Estás realmente molesto con Beelzebub?

— No pienso responder eso. — comentó el científico siguiendo con lo suyo.

— Oh vamos, habla con tu hermano menor. — mencionó Grigori.

— ¿Qué quieres ganar de esto Grigori? — dijo Nikola volteándolo a ver. — ¿Quieres burlarte? ¿Quieres sacarme cosas que puedas usar a tu favor cuando el tiempo lo estipule? ¿Qué quieres?

— No sabía que tenías esa concepción de mi persona. — dijo el ruso sorprendido. — ... Nada, solo quería ver si estabas bien, no sueles hablar de lo que pasó, no hablas nada, pensé que te gustaría desahogarte.

— ¿Contigo?

— Puedes hacerlo con tu hermano favorito, pero no está aquí.

— No tengo favoritos.

— Sí, claro. — dijo el ruso tomando un libro. — Jack no puede escuchar a nadie por ahora, solo digo eso. Si lo que estas esperando es a que este mejor, para que puedas desahogarte con él, te digo que eso no sucederá pronto.

— ¿Cómo es que tú estás tan bien con todo esto?

— Bueno, en mi vida pasada era un manipulador que conquistaba todo lo que quería, puse prácticamente a una nación a mis pies, tuve muchas amantes y morí siendo la mierda que siempre estaba destinada a ser. — comentó el ruso. — No muy diferente a la actualidad. Es más, mira el concepto que tienes de mí, Nikola, piensas que intento manipularte, cuando realmente solo quería dar mi apoyo, lo hice con Jack, lo hice con Kojiro, con Raiden y Lü Bu, incluso ahora lo hago con Qin, pero tú estás a la defensiva conmigo y ni siquiera entiendo porqué, no sabía que me odiabas, eso me duele. Quería en esta vida ser mejor persona de la mierda que fui en mi vida pasada. Pero no lo estoy logrando muy bien.

— No te odio. — dijo el científico parando de escribir.

— Si claro.

— Grigori, no te odio. — dijo el científico volteando a verlo. — Es solo que me lo recuerdas... Odio ese sentimiento, ¿okey?

— ¿Eh?

— Sentarte allí, siguiéndome con tu mirada, vistiendo en tu mayoría negro, tener ese... humor loco y despiadado. Ah... — suspiró el científico sentándose. — No te odio, te amo, eres mi hermano menor, claro que quiero lo mejor para ti, y sé que el verdadero Grigori es el que está frente a mí, no tu pasado, y las cosas que tuviste que hacer para sobrevivir en Rusia. No te considero un monstruo, como no considero a Jack que lo sea, o Qin. Solo...

— ¿Solo?

— Solo no sé cómo debería sentirme. — suspiró derrotado el inventor. — Me siento traicionado, siento que al fin estaba llevando por un buen camino mi relación con Beelzebub, y sucedió esto. Ha decir verdad, si él me lo hubiera dicho, me hubiera explicado todo este juego que tenían los dioses y me dijera que se arrepentía realmente, y no quería que viviéramos en una mentira, estoy seguro que me hubiera molestado, pero, también estoy seguro que lo tendría ahora mismo conmigo. Al final no considero mala esta vida. Siempre fui solitario, solo me interesaba evolucionar, en mi mente había tantas ideas que quería compartir, y con la muerte de Dane, ya no tenía a nadie, no a alguien que entendiera mis locuras, así que me aislé, y me perdí tantas cosas de mi vida, morí pobre y en soledad, y ni siquiera disfrute nunca nada, solo era feliz si tenía razón, pero cuando morí, nunca pude ver una sonrisa en los que ayudé, así que, siempre se sintió vacío todo. Pero en esta vida, los tenía a ustedes conmigo, a Dane, a toda mi familia, hacíamos locura tras locura, y no solo eso, aprendí muchísimas cosas más, a perderme en el bosque con Kintoki, a sostener una Katana con Kojiro, las estúpidas clases de seducción de Raiden. — rio el científico. — Ha pelear con Lu Bu y Leónidas, las travesuras con Qin, a leer cuentos infantiles a Okita y Michel, a ser cómplice contigo de sinfín de bromas, dios, podría enumerar un sinfín de cosas que me hicieron feliz, mi vida es mucho mejor así, no perdí nunca a mi hermano, solo gané a más.

El ruso sonrió, para acabar por acercarse y abrazarse del torso de Nikola, quien le abrazó de vuelta, acariciándole el cabello. No importaba lo duro que quisiese ser Grigori, podía sentir los pequeños sollozos del joven al aferrarse de esa manera de él.

— Nikola...

— No estoy enojado con esta nueva oportunidad, estoy feliz. — suspiró el mayor acariciando el cabello de su hermano. — Pero igual me duele todo, no sé ni cómo mirar a Beelzebub. No tengo idea de que decir, no sé cómo reaccionar, así que creo que para mí lo mejor es dejar que mi mente se calme de este mar de emociones antes de verlo.

Y eso quería, pero no le fue posible.

No cuando los Shinigamis llegaron a su laboratorio donde estaba con su hermano, y dijeron que Zeus había quedado herido al tratar de desactivar los collares. El científico suspiró, tomando sus herramientas y saliendo junto a Grigori para el tártaro.

Así que ahora allí estaba en las puertas donde se encontraban esas celdas. Sintió como el ruso sujetó su mano y le miró, dándole el suficiente apoyo moral para abrir y entrar así, con su hermano menor de la mano, comenzando por atraer la atención de los dioses al entrar. Por supuesto que pudo sentir como Grigori acabó por pegarse más a él al momento que sintió la mirada de Anubis, tal vez Grigori era muy orgulloso para decirlo, pero, si se sentía mal por lo que había pasado, al final, el dios no había hecho nada, sabía el plan, nunca lo dijo, así que merecía el castigo, pero fuera de eso, nunca había intentado acercarse a Grigori o tratar de hacerle algo.

— Vaya, es el científico. — dijo Loki en su celda. — Y el ruso manipulador.

— Ignóralo. — le susurró Nikola a su hermano, quien se sujetaba de su brazo, mientras seguían caminando por el pasillo hasta llegar con Zeus. — Escuché que te lastimaste.

— Suéltame, tengo que ir a matar a una diosa. — comentó Zeus. — Eres un hombre razonable, así que hazlo.

— Voy a subir la intensidad de los collares, para poder entrar con seguridad a tu celda, vas a sentir que te quedas sin fuerzas, pero no voy a matarte. — comentó el científico.

— Oye...

— ¡Zeus! — gritó Hades mirando hacia su celda. — Solo deja que lo haga, estas herido, tranquilo.

El ruso se quedó fuera de la celda mientras Nikola tomaba las precauciones necesarias para entrar. Una vez dentro, se acercó al aturdido dios mientras curaba las heridas y le recuperaba, para después configurar de una mejor forma los collares, en este caso subir la potencia con el dios supremo, para después asegurarse que su celda estuviera bien. Los Shinigamis estaban haciendo un buen trabajo en mantener todo limpio y pulcro, y ninguno de los dioses parecía lastimado o que estuviera siendo maltratado, por lo cual todo estaba bien.

Al terminar, simplemente salió, asegurándose de que la celda estuviera completamente cerrada, y activando el Warp Cube en cada una de las celdas para extra protección, no solo de los humanos, sino de sí mismos, no les lastimaba, pero los restringía más de sus poderes.

— No intentes algo como eso de nuevo. — dijo el científico. — Pudiste lastimarte realmente de gravedad.

— Tráeme por favor a Kintoki, quiero hablar con él, quiero decirle que...

— Si mi hermano va a bajar aquí, va a ser por su voluntad, no por peticiones. — dijo el científico. — Y no soy ningún mensajero, así que, si él no quiere bajar, no esperes a que yo lo convenza. Vámonos Grigori.

El científico había tomado la mano de su hermano, y comenzado a caminar a la salida, pero, algo lo detuvo, y lo hizo sentir terriblemente débil de golpe.

— Niko...

Solo escucharlo lo hizo sentir tan débil que podía sentir como sus rodillas flaqueaban. Volteó a ver hacia la celda que se encontraba a su derecha y lo vio, a Beelzebub, mirándole con esos ojos hinchados, sin poder decir más que solo su nombre.

— Beel... — salió su nombre casi en un suspiro, y para el ruso fue impresionante como el científico casi fue como hipnotizado, a la celda del dios maldito. — ¿Estás comiendo bien? ¿Te lastiman los collares?

— No, descuida. — comentó el dios.

— Niko... — dijo el ruso.

— Antes de que te vayas. — dijo rápido Beelzebub mientras sabía que el ruso quería llevarse al inventor. — Lo siento mucho Nikola, lo siento tanto, debí hablarte de todo esto, no es una mentira lo que siento por ti, tú sabes que me enamoré de ti...

— Yo, no quiero hablar de eso. — dijo rápido el científico.

— Déjame explicarte que...

— No quiero hablar de eso, vámonos Grigori. — comentó rápido el científico tomando la mano de su hermano.

— ¡Nikola!

— Aun no estoy listo para hablar de eso, solo quiero tiempo. — suspiró el científico saliendo lo más rápido que podía de allí con su hermano.

No importaba si su corazón estaba como loco, no importaba, porque su mente solo lo estaba haciendo lagrimear, y si no tenía su corazón y mente calmados aún, entonces no era el momento, no quería caer en la desesperación y melancolía. Necesitaba tiempo.

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No había mayor festejo, que aquel hecho por todos los habitantes de los mares, al ver a Kojiro llegar con una pequeña maleta al castillo de Poseidón. Que ahora oficialmente todos los habitantes habían nombrado el castillo de la reina Kojiro, ellos sabían que de ahora en adelante debían decirle rey, pero les era muy difícil, ya que siempre se habían referido a él como reina, pero harían lo que fuera para que Kojiro se sintiera a gusto allí.

Estaban dispuestos a hacer de todo, cuando lo vieron llegar le prepararon una bienvenida, le hicieron sus platillos favoritos, era prácticamente una gran fiesta, a lo que el humano agradeció, pero se sintió muy abrumado, solo pudo sonreír suave, saludando a todos, acepto la comida y los regalos y después mencionó que tenía que comenzar a arreglar algunas cosas, así que acabó por al fin tener un momento de paz y tranquilidad al entrar en la oficina de Poseidón.

Rápidamente sintió el aroma de su aún esposo, esa suave brisa, tan refrescante, se odio a si mismo por pensar en él con cariño y simplemente suspiró, abrumado de todo. Qin tenía razón, no debería haber venido solo, se siente abrumado por todos, su mente esta como loca, y sin Eva o Adam aquí, siente que cae al fondo de los mares lentamente y había olvidado como nadar.

Pero, la puerta se abrió y vio a Proteus quien le miraba de vuelta, ya que veía como el japonés estaba sentado en el suelo abrazando sus piernas. El mayordomo solo dejó el té que traía consigo de lado, y se acercó al humano, ofreciéndole una mano, a lo que este aceptó y se puso de pie. Después de ello el mayordomo le guío a un sofá y dejó que se sentara allí.

— ¿Cómo está, reina Kojiro? — dijo el mayordomo.

— ¿Por qué no estas odiándome?

— Debería. — dijo el habitante marino, sentándose enfrente de él. — Pero no lo estoy por el simple hecho de que mi rey Poseidón no le gustaría que yo maltratara, o hiciera sentir mal de alguna forma a su reina. Creo que si realmente estimo a Poseidón debería cuidar de usted.

— No necesito el cuidado de nadie.

— Lo sé.

— Y no necesito nada de Poseidón.

— Igual lo sé, perdone por mencionarlo. — dijo el mayordomo. — Solo quiero respetar el amor que le tiene Poseidón a usted.

— No tienes que fingir que Poseidón me ama, no es como si planee quitarle su título, solo me estoy haciendo cargo hasta que ellos se hagan responsables de sus cosas, y...

— No he venido a convencerlo de alguna forma sobre lo que siente Poseidón, no tiene que estar a la defensiva. — comentó el mayordomo tranquilo. — Solo quiero ayudarlo, puede aceptar o rechazar mi ayuda, es libre de ello también. Siempre entre los dos hemos sido directos, yo guardo sus secretos, soy como lo soy con Poseidón, su confidente, me gustaría que eso volviera, pero sé que es imposible, así que, si me necesita sabe dónde encontrarme.

— ... ¿Te lastimaron cuando se supo la verdad? — dijo el japonés mirándolo.

— No, solo me mantuvieron quieto cuando se llevaron a Poseidón, a nadie le interesaba lastimarme ni querían hacerlo, solo que no querían que interviniera en lo que Poseidón era atrapado por tu hermano.

— ¿Fueron violentos con él? — dijo el japonés preocupado.

— No como esperaba que lo fueran. — respondió el mayordomo.

— Oh...

— Mi reina, hay otro asunto que lamento que tenga que tratar tan pronto. — dijo Proteus mirándolo. — El rey Poseidón se ausentó mucho estos días, esto llegó a oídos de diferentes lugares del mar. Así que alguien ha venido a hablar con usted al respecto, ¿puedo hacerle pasar a su oficina?

— ¿Ahora?

— Así es, si lo desea, puedo pedirle que venga en otra ocasión.

— No, eso sería muy grosero. — suspiró el japonés. — Hazlo pasar.

— Esta bien. — respondió el mayordomo.

Kojiro simplemente pudo suspirar, tomando del té que le había traído Proteus para después tomar asiento en el trono de Poseidón, y solo poder recordar al rubio sentado allí mientras leía, o le sonreía cuando iba a visitarlo. Cerró los ojos, tratando de hacer que su mente olvide, pero no, su mente no olvidaba nada, si era un perfecto escáner y con una perfecta memoria, era imposible que olvidara algo.

Entonces escuchó la puerta tocar, y al decir adelante los vio. Había dos figuras con capuchas, donde uno al retirarla, vio a un hombre rubio, alto y con una expresión que se le hacía familiar, además que su cabello rubio tenía destellos azules en las puntas. Era atractivo, y le estaba mirando sin ninguna expresión, pero eso no le sorprendió, lo que le sorprendió más fue cuando el segundo sujeto retiró su capucha, y vio uno de los rostros más bellos que ha visto en su vida. Era una bella mujer, pequeña, delicada, con un rostro perfecto, de cabello azul y piel blanca, parecía una muñeca de porcelana con esos labios rojos, y esa mirada azul suave, como un bello mar del caribe.

— ¿Eres Kojiro Sasaki? — preguntó la mujer. — Lo lamento, es que, recuerdo a un hombre mayor ahora que se nos devolvieron las memorias.

— Sí, soy yo, es que... volví a nacer así que, ya no tengo tanta edad.

— Tienes la misma mirada dulce de aquel hombre, así que estoy segura que lo eres. — dijo la mujer. — Permíteme presentar a Tritón, hijo de Poseidón.

El japonés sintió un golpe en el estómago ante esto. Bueno, sabía que tenía hijos, pero no pensó conocerlos. Poseidón solo los había mencionado en una ocasión, y decía que no eran cercanos, en absoluto, su hijo tenía un carácter como el de él, así que tenerlos más de 5 minutos juntos provocaba una pelea o silencio absoluto. Más cuando Poseidón consideraba a Tritón una completa deshonra, el rey de los mares no consideraba a su hijo apto para tomar su trono, así que vivir con el desprecio de su padre debió haber sido difícil. Pero, por lo que le contó Hermes, el mismo carácter de mierda de Poseidón lo tenía Tritón, así que solo acababan por pelearse y agarrarse a golpes desde siempre, ya que Tritón consideraba las palabras de su padre como mierda hablada, y no lo escuchaba en absoluto.

— Ah...

— ¿No te habló de mí? — dijo el hombre mirando al humano. — Él si te mencionó la última vez que hablé con ese bastardo.

— No es eso, solo que, nunca pensé que...

— ¿Eras el que me ayudaba a darme señales de los problemas en el mar? — dijo el hombre. — Recibía tus señales.

— Pensé que tu padre era quien se hacía cargo de ello.

— Poseidón se encarga de darnos instrucciones y deberes, y vigila de cerca que se cumplan. Pero no es como si él hiciera todo el trabajo. No le des crédito a ese hijo de puta.

— Oh... — dijo el japonés.

En definitiva, quería huir de allí, se sentía nervioso, no quería estar allí, sentía que iba a sofocarse, necesitaba regresar, venir era una mala idea, debió pensarlo más, debió traer a Adam con él. ¿Era muy tarde para llamar a Adam? ¿Lo era?

— Pero veo que su gusto en parejas sigue siendo... — dijo el joven acercándose al japonés, haciendo que este de golpe se sintiera inseguro, haciendo aparecer sus katanas y levantarse en posición de defensa. — ...Sigue siendo interesante.

— Tritón, ¿puedes esperar afuera? — dijo la mujer, a lo que el hombre lanzó una última mirada al japonés. — Tritón.

— Será interesante ver como los mares responden al filo de esas katanas. — sonrió el joven, acabando por retirarse.

Kojiro en definitiva soltó el aire, algo tembloroso de sus manos, para después desaparecer las katanas, asustado. Había entrado en pánico, no debió hacer eso, pero le dio miedo ver de nuevo alguien de cabello rubio acercándose, con esa misma mirada de pocos amigos en él, sintió pánico de ver a Poseidón en él.

— Tome su tiempo y respire, sabía que debía venir sola, pero él insistió para cuidarme. — dijo la mujer. — No es como si sea bienvenida en el palacio de los mares.

— ¿Quién es usted? — dijo el japonés mirando a la mujer.

— Mi nombre es Anfitrite, ex esposa de Poseidón. Un placer, Sasaki Kojiro.

Y en la amable sonrisa de la mujer, el samurái solo quería huir de la situación.

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ACTUALIDAD

Cerró el libro agotado, mientras se tomaba un respiro simple.

No sabía cómo Hades tenía la capacidad de retener tanta información y de manera tan precisa, pero estaba agotado. Solo podía ver como Perséfone utilizando su collar, comenzaba a poner los libros en su lugar y guardaba las plumas que había traído, moviendo el pizarrón donde había hecho anotaciones a su lugar. La mujer estaba lista para irse, como era el trato, solo llegaba a enseñarle y se iba.

— ¿Cómo?

— ¿Eh? — dijo la diosa.

— ¿Cómo aprendiste todo esto? — replicó el emperador.

— Pasé siglos junto a Hades, en algún punto todo lo aprendí. Ese es tu problema. — dijo la diosa. — Quieres aprender en días lo que yo aprendí en siglos y siglos junto a Hades mientras me enseñaba a hacer todo poco a poco. No lo vas a conseguir, solo te vas a freír el cerebro.

— No insultes mis capacidades.

— No las insulto, solo te digo tu realidad, si sigues por este camino, no vas a retener nada, y vas a comenzar a confundir todo, idiota. — suspiró. — Además, no sé porque quieres aprenderlo todo, lo que vimos hoy no vas a poder hacerlo nunca.

— ¿Qué?

— Un mortal moriría si entrara a ese lugar del Niflheim, no importa si estás protegido, ese lugar te hará cenizas apenas pises. No estas conectado al Helheim como lo está Hades, será un maldito suicidio si quieres hacerlo. Deberías darle la orden a un dios de la muerte de que lo haga por ti.

— ¿Nunca podré hacerlo?

— Por el Olimpo. — suspiró la diosa fastidiada. — Eres un mortal idiota, la única razón por la que el Helheim no te ha absorbido es porque Hades te protege, lo mismo con tus hermanos. Pero sigues siendo un mortal humano del Edén. E incluso aunque fueras un dios, te absorbería el Helheim hasta matarte. Tú, Qin Shi Huang, no estas unido al Helheim, tú, imbécil, escucha bien, si tratas de ir al rio de almas por tu cuenta, a hacer el trabajo de Hades que hace allí, morirás.

— Pero...

— ¡Ay, que fastidioso eres! — dijo la diosa. — Sabes que, ve, mátate y así nos libramos de ti. Ya no me importa, si no te encuentro mañana quiero creer que es porque no me creíste y te fuiste a meter allí, por lo tanto, bonita muerte, me retiro.

— Gracias por venir, me has ayudado mucho. — dijo el emperador, sorprendiendo a la diosa de no recibir un insulto después de que ella dijo el suyo.

— ... de nada, con permiso. Hestia me espera en el Bifröst.

— Hasta luego, buen regreso.

Qin Shi Huang dio la orden, y la diosa fue escoltada por demonios menores hasta la puerta, donde Hestia la esperaba acompañada de guardias de Lü Bu, quienes las escoltarían a sus hogares. Mientras tanto, el emperador, solo pudo frotar su rostro en frustración, no importa cuanto lo intentara, necesitaba a Hades libre del tártaro, pero no podía, necesitaba tiempo para arreglar su mente antes de tener al dios aquí. Solo pudo suspirar ansioso, tratando de pensar que podía hacer.

No podía seguir retrasando esos trabajos, si seguía cargando a los dioses de la muerte de las tareas de Hades, acabaría rompiendo la microscópica confianza que tenían en él. Perdería a la gente que ganó en el Helheim si no demostraba que podía hacerlo, que realmente podía con el Helheim. Se levantó de su asiento meditando que hacer, retirando su venda para tallar sus ojos, caminando como león enjaulado de un lado a otro, hasta que una idea vino a su mente.

"Es imposible que pueda medir el impacto de ello sin un sujeto de prueba. Y, a decir verdad, no quiero tener un humano como un ratón de laboratorio solo para saberlo, es cruel y es mejor esperar a que Hades te de la respuesta. Lo que si te puedo decir es que no es algo que contenga veneno, nada de sus componentes implica eso, no debería ser mortal para un humano, pero de nuevo, ni siquiera Beelzebub tiene algo en sus registros sobre ello..."

— Qué mejor ratón de prueba que yo. — dijo el emperador, llegando a la oficina de Hades.

Que mejor ratón de prueba que aquel que estaba decidido a todo. Porque caminó por la oficina hasta llegar al jardín de Hades, donde ese imponente árbol de granadas estaba allí. Usó una escalera y arrancó una granada para abrirla y ver ese rojo intenso de su fruto por dentro. Si lo seguía pensando era peor, así que acabó por recolectar tantas pudo y las comió de golpe todas. Los primeros segundos no pasó nada, su cuerpo estaba bien, así que decidió seguir comiendo, hasta que de pronto, sintió que ya no podía moverse de golpe, su cuerpo se quedó paralizado, y lo último que pudo hacer es ver sus manos, y ver cómo estas tornaban sus venas internas en color negro, para después solo acabar por desmayarse.

En cambio, el dios del inframundo se levantó de golpe de su cama, sosteniéndose su pecho, y gritando de dolor, haciendo que los Shinigamis se alertaran y se acercaran a su celda. Todos los dioses se preocuparon al ver a Hades sudando, sosteniéndose el pecho de golpe, jadeante, como si estuviera experimentado un gran dolor que apenas puede con él.

— Qin... — dijo para después mirar a los Shinigamis. — Alerten a... alerten a los humanos... que vean... que vean a la reina del Helheim, ahora mismo... ¡háganlo!

Fue lo último que gritó el dios antes de desmayarse en su celda.

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Capítulo rapidito.

No sé qué le pasó a mi computadora, pero me eliminó mis archivos y tuve que reescribir este capítulo QuQ. Lamento si quedó como resumido, o apresurado.

El que Qin comiera las granadas era su evento canónico.

La llegada de las diosas, aunque no son aliadas o algo por el estilo, era algo que tenía que suceder. No, no saldrán siempre, pero les ayudarán a los chicos a entender las tareas de los dioses. En cuanto a Perséfone, pues el enemigo de mi enemigo es mi amigo, así de simple, ambos se llevan de la verga, pero al menos trabajan bien juntos.

Por cierto, aviso que, por mi trabajo, es probable que tarde un poco en sacar el próximo capítulo. Esto acabando ciertas campañas que a veces me quitan mucho mi tiempo, no es seguro, pero igual por si me ven retrasarme.

Siento que esta canción define a Qin: 

https://youtu.be/96YeDWnUMw0


¡Nos vemos en el próximo cap! 

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