NOCHE DE BODAS -PARTE 1-


Todo era maravilloso, cielos estrellados, adornos de las más bellas flores, un mundo de fantasía que había en ese lugar, grandes y grandiosos invitados, pero, para Adam y Eva, esto no era más que un fastidio, un día triste, porque no importaba que tan hermoso fuera todo. Al fin y al cabo, nada de esto era real. Sus hijos se casaban para proteger a los humanos, en especial a él, y los dioses, si les creía, se casaban para evitar una guerra y guardar apariencias.

Aunque todo estuviera claro entre ambas partes, el corazón del padre de la humanidad estaba rompiéndose. Se suponía que cuando estuviera en ese lugar en el que está ahora, y estuviera a punto de ver a sus queridos hijos contraer matrimonio, sería por una decisión de amor, no de relaciones falsas. Sentía pesar por sus pequeños, y no era el único, las lágrimas de Eva no eran de una madre alegre y feliz por ver a sus hijos crecer.

Podía notarse eso superficialmente, pero Adam sabía que su bella mujer estaba sufriendo, y no tenía idea si sería buena idea interrumpir todo. ¿Sería bueno?

— Adam. — la voz del dios del inframundo lo hizo despertar, la boda había iniciado, y los dioses que estaban por desposar a sus hijos se encontraban ya en el altar, pero, Hades se había acercado al padre de la humanidad. — ¿Se encuentra bien?

— ... Paremos esto. — dijo el humano mirando los ojos del dios. — No puedo obligarles a hacer esto a mis hijos.

— Entiendo su preocupación. — comentó Hades con una sonrisa amable, por supuesto siendo cubiertos por sus hermanos para evitar que información confidencial se revelara de esa plática. — Pero quiero quitarle un peso de encima, esta decisión no fue tomada por usted, fue tomada por sus hijos, además, le doy mi palabra, nadie los alejará de usted, y si logramos que este matrimonio dure, aunque sea un mes, podemos anularlo después, la cosa es calmar las aguas, una vez calmadas, ninguno de nosotros se opondrá a terminar esta relación. Pero, si aún así decide que quiere interrumpir esto, no voy a detenerlo, usted conoce más a sus hijos, si usted siente que es lo que ellos quieren, puede oponerse y llevárselos con usted al Edén.

— Creo que...

La música que se escuchó en ese momento, interrumpió los pensamientos de Adam, porque su vista fue directa a Hermes, quien comenzaba a tocar el violín, acompañado de un piano siendo tocado por el mismísimo Apolo, quien al parecer se divertía en esa boda, siendo el centro de atención de muchísimas doncellas y dioses. El padre de la humanidad notó la mirada de reojo de su pequeño Simo hacia el dios, y antes de que pudiera seguir notando las miradas que le daba Apolo, las luces se enfocaron a la entrada de ese hermoso recinto, adornado con flores y joyas divinas.

Ya no pudo articular ninguna palabra más, ni una sola, al ver entrar al primero de sus hijos, al mayor de todos ellos, poco a poco. Dos cuervos volaron, jalando consigo telas hermosas que se colocaron en el suelo, como si quien estuviera por entrar, no pudiera tocar el mármol hermoso, y tuviera que ser reverenciado por todos ante su presencia. Su hijo, el más rebelde, apodado por los humanos del Edén como un dios de la guerra y combate, el gran Leónidas.

Llevaba un traje negro, con una gran capa que bordaba en toques dorados diferentes runas nórdicas. Su cabello obscuro era adornado con piezas doradas en forma de plumas, y lucía tan fuerte y varonil, pero al mismo tiempo, tan galante y hermoso que por un momento Adam no reconoció a su hijo. Leónidas era más de estar en bermudas y playeras simples, incluso lo ha visto usar playeras tipo hawaianas y relajarse en su hamaca todo el día, no era un tipo que en algún punto cuidara su imagen al máximo. Su limpieza, siempre la cuidaba, su cuerpo por igual, sus habilidades de batalla era lo que más cuidaba y perfeccionaba, pero ahora, verlo tan galante, como una verdadera persona que quiere destacar, que está a punto de casarse con un dios supremo, caminando al altar, sin un gesto de molestia, más bien portaba una tenue sonrisa en su rostro. Le maravilló.

Adam ni siquiera respondió a Hades, volvió a su lugar maravillado y orgulloso de su hijo, más cuando este tranquilamente se postro a un lado de Odín, sujetando su brazo. Leónidas parecía feliz, tranquilo y cómodo con la situación, incluso había dejado que Odín lo acercará a él al sujetarle la cintura, y Leónidas lo había permitido. Esto era algo de otro mundo, Leónidas hubiera roto el rostro de cualquiera que tan siquiera pensara en tocarlo sin su permiso, menos de una forma tan cercana, pero su hijo se lo permitió al dios.

¿Qué le habían hecho a Leónidas? ¿En dónde estaba su pequeño? Y antes de que estuviera creándose una conspiración, el padre de la humanidad vio cómo su pequeño, miró hacia el pianista Apolo y le dedicó el gesto más vulgar para provocar al dios griego, y este le respondiera de la misma forma.

Si, allí estaba el Leónidas de siempre.

La melodía dio un cambio en el tono, y entonces bajaron las luces, donde ante los ojos de todos, en el sonido de un trueno y con las luces de estos, hizo aparición el segundo hijo de Adam. El nacido después de Leónidas, el gran Lü Bu Housen. Usaba una especie de túnica entre rojo y blanco, con su cabello adornado de runas nórdicas como especiales broches que formaban un maravilloso toque sin ser exageradamente ostentoso. La túnica se amoldaba a su cuerpo, lo que lo hacía ver seguro y poderoso, la cuál era larga y dejaba una cola de tamaño medio, que le daba ese aspecto de divinidad.

Por supuesto que cuando todos quedaron admirando el porte del ex general, fueron sus seguidores — y antiguos miembros de su ejército. — Los que más vitorearon su llegada, como si trajera una propia porra con él. Lü Bu sonrió ante esto, con esa sonrisa particular que tiene, haciendo sonreír a su padre, mientras el dios del trueno, Thor, se acercaba para ofrecerle su mano, y así llegar juntos al altar. Allí se presentaron cosas que nadie sabía que podían ser posibles, uno, ver a Lü Bu tan cooperativo con todo, y dos, ver a Thor sonreír, mientras ambos no dejaban de mirarse.

Adam pudo notar el leve codazo que Leónidas le dio a Lü Bu, cuchicheando levemente entre ellos, mientras que tanto Odín como Thor, les susurraron algo, y ambos humanos voltearon hacia la entrada, con una sonrisa, mientras Leónidas sin saber de dónde, preparaba una cámara hacia la entrada.

Y supo de pronto porqué, ya que las luces se encendieron de golpe, y colores, muchos colores, de los más bellos se posicionaron en la entrada. Diferentes bestias divinas dieron su entrada, dejando caer diferentes pétalos rojos por todo el camino, hasta que apareció el tercer hijo mayor, nacido después de Lü Bu. Con esa particular sonrisa que lo caracteriza y esa enorme estatura. Raiden caminaba viéndose galante usando una Kurta elegante con colores morados y diferentes tonos que lo hacían resaltar. Con un maquillaje leve, pero intenso en los ojos, cosa que hizo sonreír a Shiva, quien parecía divertido con Leónidas y Lü Bu de ver a Raiden entrar.

Más cuando el humano ni siquiera estaba molesto, le gustaba la atención y en como disfrutaba el momento. Hasta llegar a los brazos de Shiva, quien dio una pequeña reverencia a su futura esposa, y se posicionó a su lado. Ambos hombres parecían llevarse de lo mejor, más cuando Shiva chocó uno de sus puños con Raiden y este sonrió devolviéndole el saludo.

Pero, todos supieron que algo impresionante iba a pasar ahora, cuando Hades, rey del inframundo, se colocó en el centro, sujetando su cetro con calavera, dando tres simples golpes con él en el suelo. Prácticamente deshaciendo y quemando cualquier adorno anterior, haciéndolo cenizas que con una ráfaga esfumó, donde el suave violín cambiante de Hermes tocaba dulce, y la mirada violeta estaba puesta directa en la entrada.

Fue un pequeño temblor lo que se sintió cuando rubís, esmeraldas, oro, diamantes, todo tipo de piedras preciosas comenzaban a surgir de la tierra, haciendo un camino hasta llegar al rey del Helheim. Y entonces allí apareció, el cuarto hijo mayor, nacido después de Raiden, el gran Qin Shi Huang.

Usaba algo que todos los dioses reconocieron en el instante. Porque vieron esa vestimenta ostentosa y única en el Ragnarök. Estaba usando el mismo atuendo, el atuendo que conquistó a Hades desde la primera vez que le vio, por supuesto, usando su característica tela alrededor de sus ojos, mostrando esa dulce sonrisa que siempre había enseñado.

Detrás de Qin apareció el fuego ardiente, que tomaba forma de dragón chino y comenzaba a cobrar vida para salir disparado por el camino, hasta el corazón del rey del inframundo y ser absorbido por este, mientras el humano hacia su camino hasta tomar la mano de su futuro esposo. Nadie había dicho nada ante este suceso, había sido tan hermoso y único que todos quedaron pasmados ante la belleza de los futuros gobernantes del Helheim.

— Mi reina. — dijo Hades, con la mirada perdida en todo lo que era Qin.

— Mi rey. — sonrió Qin, caminando con Hades al altar. — Espero con muchas ganas unir mi vida contigo.

— Yo me muero por ello. — susurró Hades, sujetando la cintura de Qin, y este lo permitió, soltando una pequeña sonrisa.

La pequeña plática entre los futuros reyes del inframundo se vio interrumpida por el sonido del agua, un sonido calmo que comenzó a cubrir esas bellas piedras, y las hundió en el camino, dejando que los colores más hermosos de los mares adornaran el lugar. La música se volvió calma, una mezcla de tranquilidad y respiro de una brisa fresca, mientras poco a poco iba apareciendo Sasaki Kojiro, usando ese bello kimono, con su cabello suelto y adornado en diferentes joyas y caracolas preciosas, haciendo que tanto los dioses como sus hermanos se sorprendieran al verlo.

Sasaki nunca en la vida, se vería de esa forma, no cuando se la pasa entrenando en todo momento, viviendo de la naturaleza y prácticamente siendo un alma libre. Pero ahora mismo, estaba arreglado, dejando ver esos rasgos dulces que tiene, engañando a más de un humano y dios, pensando que era una joven doncella asiática, cuando en realidad era el espadachín.

Este comenzó su camino con cuidado por el agua, que, gracias a su futuro esposo, no se hundía, estaba caminando sobre ella, con esa bella cola detrás bordada a mano en honor a Poseidón. Él cuál, le esperaba al final del camino, estirando su mano hasta al fin que ambos se encontraran. Sasaki sonrió, haciendo que más de uno quedará prendado de esa sonrisa tierna y cálida, incluso para Poseidón fue impresionante, lo que hizo cambiar su gesto desinteresado a solo prestarle atención a su futura esposa.

Al fin, estaba a unos momentos de tenerlo siempre a su lado para toda su vida.

— Mi reina. — dijo Poseidón al tomarlo en sus manos.

— Poseidón. — sonrió Kojiro, aceptando su destino. — Llevémonos bien. — susurró, reprimiendo muchas emociones en ese momento.

Pero no había tiempo para seguir reprimiendo cosas, porque el violín se vivió menos tranquilo y más animado, con diferentes luces y colores, donde unos rayos evaporaron el agua, y ahora luz de cosmos y polvo estelar le daban la bienvenida al sexto hijo, aquel nacido después de Sasaki, quien usaba un traje tradicional griego, esa toga y diferentes adornos, que se veía algo tímido con lo exorbitante que era su entrada, pero igualmente divertido, porque esto era algo que no esperaba de Zeus al planear como llegaría al altar ante él. Sakata Kintoki caminaba por aquél camino de cosmos hasta llegar al dios padre Zeus, quien le recibía emocionado, siendo un showman como él mismo, sacándole risas a Kintoki.

El humano sujetó las manos de su futuro esposo, haciendo que este se tranquilizara un poco, y tomara su lugar junto a él, mientras una dulce canción comenzaba a sonar.

El camino se vio adornado de pequeños pétalos de rosa cayendo, para hacer un hermoso lugar para aquel humano albino que había llegado a la entrada. Usaba un traje hermoso, adornado con un león de broche, un perfecto traje que solo resaltaba la belleza de aquel que portaba heterocromía. Jack, el séptimo hijo mayor, caminaba con un leve sonrojo en sus mejillas, siendo guiado por la mirada sonriente y enamorada de Hércules que le esperaba. Apenas se tuvieron cerca, ambos decidieron por lo mismo, abrazarse con tanto amor que Adam y Eva quedaron impresionados. Jack no permitía que nadie le tocara fuera de su familia, se ponía alerta e incluso llegaba a ser violento si alguien se atrevía a tocarlo, pero no lo hizo con Hércules, dejó que el dios le abrazara, dejó que este lo cargara y lo llevara a su lado.

Eso era algo que el padre de la humanidad nunca pensó que vería.

Solo luz y amor se podía ver entre ambos sujetos que no dejaban de sonreírse el uno al otro. Pero, la luz de ese amor se vio opacada cuando todo se volvió obscuro de pronto. Y flamas infernales como niebla negra comenzaba a surgir. Era la llegada del hijo menor entre los mayores, Nikola Tesla.

Quien apareció desde las sombras, solo usando un traje completamente negro, algo confundido de lo que hacia allí, pero, a sorpresa de todos, incluso de su futuro esposo Beelzebub que lo esperaba al final del camino, todas las sombras, todo el miedo, toda la incertidumbre se desvaneció cuando ese humano sonrió de golpe, con una sonrisa que iluminaba el mundo.

No hizo ni una caminata nupcial, solo caminó entre toda esa obscuridad, como si su propia luz pudiera iluminar el mundo, hasta llegar con Beelzebub quien dio unos pasos hacia atrás por instinto ante la cercanía del humano. Este incluso sorprendió aún más a todos los presentes, incluso a sus hermanos, cuando sujeto ambas manos del dios maldito y las besó.

— Mi amado esposo, he llegado. — su mirada, su sonrisa, realmente era un hombre enamorado, eso era lo que se veía ante todo el mundo, eso era lo que se podía percibir.

— Nikola... — Beelzebub solo pudo quedarse en shock ante tal comportamiento. — Mi.... mi futuro esposo, que bueno verte.

— ¿Comenzamos? — sonrió Tesla, sujetando la cintura de Beelzebub y que este quedara de piedra ante tal acción.

— Si.

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La mente de Hades estaba al mil por hora mientras Hera realizaba la ceremonia. Le había comentado a la diosa de la unión de almas, y también le había dicho que tenía que hacerlo sin que nadie lo notara. Por supuesto que recibió las quejas de Hera, al mencionar que unir almas no es algo que se pueda hacer de manera discreta, pero, el rey del inframundo lo tuvo cubierto. En el momento de que Hera estaba por hacerlo, minutos antes Apolo había caminado hasta Simo, y había estado coqueteando con él, lo que, por supuesto no pasó desapercibido por ninguno de los hermanos, ni por Adam.

El dios era tan descarado que usaba sus poderes para brillar y llamar la atención de todos, cosa que llevó al límite a Leónidas, — como era costumbre. — Y que este le gritara que estaba dañando la ceremonia. Adam también se molestó regañando al dios, y en ese momento, cuando todos los ojos, de dioses o humanos lo tenían en el pleito, fue cuando Hera lo hizo, luces se encendieron en el pecho de los dioses y humanos, y se unieron por un segundo, formalizando el lazo de almas.

Hades acabó por acercarse a Apolo, hablando con él, donde el dios asintió y pidió disculpas, volviendo a su asiento. No sin antes susurrar algo al rey de Niflheim.

— Estoy esperando mi turno, no olvides eso, Hades. — comentó el dios, sin hacer nada más que regresar a su lugar.

La ceremonia finalizó, y todos se vieron envueltos por la celebración, incluso Poseidón estaba cooperando en eso de convivir con los demás, no hablaba mucho, pero al menos no quería matar a quien se le acercara, y eso era mucho si hablamos de ese dios. Se sirvieron grandes bebidas, se bailó disfrutando la música, se sonrieron con felicidad entre todos, pero, había una prueba que tenía que pasar el rey de los mares en ese momento, cuando su ahora esposa, Kojiro, se vio distraído al mirar a Musashi de lejos. Trataba de controlar su rabia, así que, por un minuto, solo uno, decidió imitar un poco a Hades.

— Si necesitas hablar con él, hazlo, Kojiro. — comentó el rey de los mares, haciendo que un rostro de sorpresa enorme dejara casi sin habla al japonés. — Sé que tienes algo que quieres decirle, hazlo, no disfrutaras nada de esto si sigues pensando en aquello.

— ¿En serio quieres que me aleje de ti y hable con él?

— Si, lo prometí, como tu esposo, no pienso obligarte a nada. — respondió el dios de los mares gritándose internamente.

Su verdadero él quería gritar y amarrar a Kojiro a él, quería ser posesivo y alejarlo de todo, solo teniéndolo a él de cerca, no sería nada más que eso, pero, por esta ocasión, solo por esta, dejaría que el humano probara un poco de libertad antes de que lo obligara a olvidarse de ello.

Sasaki sonrió, y se levantó de su lugar, para caminar directo a Musashi Miyamoto. El dios del mar pudo ver como su esposa le saludaba y hacia algunas señas con sus manos de irse a un lugar más privado a hablar. Por supuesto que el dios de los mares no se quedaría allí sin hacer nada, les siguió con discreción hasta que se encontró en un buen lugar, donde miró a ambos japoneses con un trago, mientras estaban en un salón conjunto, disfrutando de una plática amena.

No se dijeron mucho, al menos no algo que Poseidón no supiera. Sabía de su rivalidad, de cómo Musashi le enseñó muchas cosas de pelea a Kojiro, de que a pesar de todo suelen llevarse de maravilla y tienen muchas cosas en común. Musashi hablaba y el dios de los mares podía ver la expresión de Sasaki, una expresión que le gustaba y no le pertenecía. Era ver a Sasaki enamorado, mirándolo con amor, escuchando cada palabra, mientras el otro humano hablaba de las cosas más idiotas del mundo, y aún así, eso hacia feliz a su ahora esposa.

— Realmente me sorprendió saber que te casarías. — dijo Musashi mirando a Kojiro. — No pensé que fueras alguien cortejado por un dios, y menos por uno como ese.

— Poseidón es dulce. — comentó Kojiro rascando su nuca. — ¿Qué puedo decir? Me gustó eso.

— Bueno, quitando la sorpresa de que decidiste decirle que si a un hombre, me alegra que lo hicieras por amor, Kojiro, no hay nada mejor que eso. — sonrió Musashi.

— ... Miya.

El rostro del japonés miró el rostro de Sasaki, detectando algo que no necesitaba palabras para saber que pasaba.

— ¿Tú lo quieres, verdad Kojiro?

— Lo quiero. — respondió seguro el japonés. — No hay nadie quien quiera más en este mundo, que a Poseidón. Nunca cuestiones mis sentimientos hacia mi esposo.

Sabía que era falso, el dios de los mares estaba consiente que la razón por la que Kojiro mentía era para seguir por la farsa, pero, que lo defendiera, y defendiera su unión, le había gustado, eso no podía negarlo.

— ¿Por qué siento mentira e incertidumbre en tus palabras? — comentó Musashi.

— Porque una charla social no es lo que estaba esperando cuando te traje aquí, quería sacar algo de mi pecho primero.

— ¿Y eso es?

— Me gustas.

El rostro del espadachín mayor fue de confusión absoluta, mirando a su joven pupilo a los ojos, y que este le estuviera mirando de manera tan atenta a cada movimiento, que fuera un reflejo de lo que pasaba por su mente.

— ¿Qué? Estás casado Kojiro, ¿cómo te atreves a decir eso?

— No estoy diciendo que quiero estar contigo. — Kojiro tuvo que hacer un enorme esfuerzo para decir eso. — Solo que era un secreto que ya no importa, asi que decidí decírtelo y poder dejar ese lado de mi vida atrás.

— Kojiro...

— Desde que comencé ir a entrenar al dojo, desde que tuve mi primera lección contigo, siempre, me has gustado. Comenzó como admiración, pero cuando me di cuenta, ya eras lo único en lo que pensaba y acabé enamorándome demasiado pronto por nada.

— ...

— Musashi, no te estoy pidiendo que lo comprendas, pero, tenía que sacarlo de mi pecho.

— Lo sabía.

— ¿Eh?

— Ya lo sabía Kojiro, eras muy obvio realmente. — comentó el espadachín mayor rascando su nuca. — Solías seguirme a todos lados, y mirarme con esos ojos, no soy idiota como para no notarlo.

— Lo sabías... — Sasaki en ese momento dio algunos pasos hacia atrás. — ¿Lo supiste todo este tiempo?

— Si.

— ¿Y no dijiste nada?

— Pensé que solo era el típico enamoramiento adolecente, y que se te quitaría en unos meses, pero, no sabía cómo lidiar con ello, así que simplemente decidí ignorarlo. Además, no importa ahora, ya estas casado, te casaste con alguien que puede amarte, ¿no es eso genial?

— ... ¿Si no estuviera casado, que hubiera pasado si te lo hubiera dicho?

— ¿Por qué tienes que crear una realidad alterna de todo? ¿Por qué quieres escanearme?

— Contesta.

— Por dios Kojiro, no puedes controlar la realidad, no son más que batallas en tu cabeza, deja ir las probabilidades y concéntrate en el ahora.

— Merezco, aunque sea una respuesta decente, maldito hijo de ... — tanto el espadachín como el dios de los mares se vio sorprendido ante las palabras de Kojiro en ese momento. — Perdona.

— Te hubiera besado. — comentó Miyamoto. — Eres joven, es común que quisieras experimentar, un juego de niños entre nosotros, y ya, solamente eso podría darte, tener sexo, jugar a ser pareja, lo que quisieras, es estúpido, pero fortalece la relación pupilo/maestro. Así que eso hubiera pasado. Mi esposa estaría bien con ello y pues, siempre y cuando solo fuera por un momento, no tendría problema.

Esa declaración se había sentido como un balde de agua fría. Raiden y Leónidas tenían razón, y eso le ardía más que nada, si no hubiera estado pensando tanto las cosas, si no hubiera tenido tanto miedo, si no se hubiera rendido antes de tiempo, ahora mismo tal vez, si hubiera podido enamorar a Musashi, y estaría en el altar con él. Eso le ardía y le llenaba de ira por alguna razón, pero suspiró, apaciguando su enojo, mirando los ojos del espadachín.

— Bueno, gracias por escucharme, me saque un peso de encima. — mencionó la ahora reina de los mares. — Espero sigas disfrutando la fiesta, y espero muy pronto poder seguir visitando el dojo, y que me acompañe mi esposo, creo que podrían llevarse bien.

— Claro, ambos son bienvenidos. — sonrió Musashi. — Kojiro, ¿realmente estamos bien?

— Si mi amigo, realmente, incluso, puede que este vestido así, pero aún así tengo una Katana y voy a patearte el trasero en nuestro próximo enfrentamiento.

— ¡Ya quisieras! — rio Miyamoto y ambos se dieron un abrazo.

El abrazo fue corto, mientras ambos reían y se sonreían. Kojiro fue el primero en soltarse y dio una señal que tenía que regresar con su esposo, y que esperaba que Musashi se siguiera divirtiendo. Ante esto, Poseidón regresó a la fiesta, y momentos después, sintió la presencia de Kojiro, quien se puso a su lado, sin decir nada, encogiéndose de hombros. Ante esto, el dios de los mares le dio unas palmadas a el humano en su espalda, y este acabó abrazándose del dios, quien sorprendido y sin saber qué hacer, poco a poco cerró sus brazos alrededor de él, abrazándole de vuelta.

No dijo mucho, y el humano tampoco, no vio ninguna lagrima correr, pero, podía sentir el dolor que estaba sintiendo Kojiro, así que no dejo de abrazarlo. Tener el alma unida, tenía algunas desventajas, más para el dios que para el humano, pero al menos, pensó, que, si su reina tenía dolor en ese momento, él se quedaría a su lado, tratando de que las aguas se calmaran de nuevo.

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Los primeros en llegar a su habitación habían sido Leónidas y Odín. Esto fue porque el dios padre de todo ya no quería continuar celebrando, y Leónidas aceptó a irse con él. Allí no se dijeron mucho, Leónidas se recargo en la puerta después de cerrarla, y vio cómo su ahora esposo retiraba su capa y desamarraba su cabello, dejándolo libre.

— ¿Por qué tienes una rivalidad con Apolo? — cuestionó de golpe Odín.

— ¿Eh?

— Puedo notarlo.

— Oh, bueno, le di una paliza hace tiempo y desde entonces, pues me odia y yo lo aborrezco, además, se acercó demasiado en la boda a mi pequeño y lindo hermano Simo, no puedo permitirlo. — suspiró el humano retirando su capa y saco. — ¿Por qué preguntas?

— Parecías conocerlo con todos esos insultos y señas. — respondió el padre de todos.

— Oh, no me digas anciano, ¿estás celoso? — rio el espartano. — Descuida, no tengo tan malos gustos para acercarme a tremendo afeminado hijo de puta como es...

Leónidas no pudo terminar esa frase cuando tenía de golpe a Odín a centímetros de él, atrapándolo contra la pared. No se dijeron nada, era más una batalla de miradas en ese momento, cosa que sorprendía a Odín, incluso cuando era más alto que Leónidas, el rey espartano ni siquiera se veía sorprendido o asustado, le miraba de la misma forma, eso hizo sonreír al nórdico, quien deslizó sus manos levemente por la cintura del humano y este lo permitió, dejándolo que lo acercará a él.

— Entonces si eran celos. — dijo Leónidas, acercando su rostro más a Odín. — ¿Tienes celos que tenga a más dioses cerca de mí?

— No pienses en tonterías.

— Tú no me dices que hacer, idiota. — sonrió el rey de Esparta, sintiendo las manos de Odín deslizándose por debajo de su ropa, acariciándole el abdomen. — ¿Quién te dio permiso de andar de mano larga?

— Yo me lo di. — respondió Odín.

— A pues que enorme hijo de puta. — sonrió Leónidas, apartando un poco las manos de Odín. — Tendrás que hacer mejor que eso, si quieres tocar mi cuerpo.

Odín sonrió ante esto, Leónidas era aquella criatura salvaje que no importa si él declaraba que la había domado, Leónidas se desataba y hacia lo que quería, podría alguna vez actuar como que te escuchaba, pero en el fondo, solo cumplía su propia voluntad. Odín le sujeto de su playera, impidiendo que se alejara, y tuvo que esquivar el golpe directo que fue hacia él, empujando a Leónidas a la cama mientras este en una sonrisa le dio una clase de luz verde de continuar.

Apenas Odín cruzó el territorio de la cama, el humano le jaló de las ropas besándole, nada tierno, nada que demostrara amor, era simple juego y algo de lujuria en él, donde seguía besando al nórdico, dejando que este se posicionara encima por un momento, disfrutando de los besos que quitaban el aliento de ambos. Odín pudo sentir mejor el cuerpo de Leónidas, mejor que la última vez, podía notar ese fuerte pecho, ese torso tallado por dioses, esas piernas gruesas, ese trasero bien trabajado y redondo, ese enorme cuerpo perfecto para él, con el gusto de salvajada que lo vuelve loco.

Decidió que, si tenía una bestia salvaje sin domar en su cama, le trataría como tal, por lo cual acabó por arrancarle la camisa y romperle el saco a Leónidas, viendo como este soltaba un suave jadeo de sorpresa, pero el humano no se quedaba atrás, acabó por romper la ropa del dios, jalando con sus piernas sus caderas para que ambos bultos se rozaran entre sí, sacándole por primera vez un jadeo a Odín.

— Vemos que aún sientes abajo, anciano. ¿Todavía se para o necesitas una píldora azul? — y el espartano sonrió.

— Creo que tú la vas a necesitar después de esto. — respondió Odín, no dejándose intimidar.

— Crees muchas cosas, que nunca se harán realidad, no pienso dejarte tenerme. Si me quieres, que te cueste, jodido idiota. — comentó Leónidas, usando sus piernas para cambiar posiciones, ahora poniéndose arriba para seguir besando a Odín, besarle el cuello, el pecho, apretárselo y claro que frotándose contra él.

El dios estaba perdiendo la calma ante ello, definitivamente era una bestia salvaje con la que había unido almas. Sus esposas u amantes siempre eran sumisos, el aura de Odín de por si era intimidante, por lo tanto, nunca luchó para llevar a alguien a la cama, pero ahora, estaba siendo torturado por este humano, que se frotaba de manera tan lasciva contra él, sacándole gruñidos y jadeos mientras no dejaba de besarlo.

Sus manos no pudieron contenerse, se deslizaron por esa suave curva de su espalda hasta llegar a esos trabajados glúteos y amasarlos un poco, deseando que no hubiera un centímetro de tela entre ellos. Necesitaba verlo desnudo, necesitaba poder sentir su piel rozando con todo de él. Si lograba desnudarlo hoy, se daría por bien servido.

— No toques. — dijo Leónidas retirando las manos del dios de su trasero. — ¿Quién te dio permiso?

— Ya veo, ¿estas asustado? Descuida, se cómo lidiar con vírgenes.

— ¿A quién llamas virgen, hijo de puta?

— Pues pareces por como actúas. — respondió Odín con una sonrisa.

— ¿Crees que así me vas a abrir las piernas, padre de todos los hijos de puta? — sonrió Leónidas.

— Si. Porque eres tan hijo de puta que te gustan los retos.

— Uff, bueno, en eso tienes razón. — comentó Leónidas desabrochándose el pantalón.

Entre besos las manos de Odín siguieron deslizándose por el cuerpo del espartano, donde ambos deslizaron esos pantalones, y con ello los interiores del mayor de los hermanos, dejándolo completamente desnudo en el regazo de Odín. Y allí el padre de todos pudo ver la belleza exótica que tenía entre sus manos, esa piel blanca, esos ojos marrones intenso, ese cabello obscuro, esa sonrisa de un tremendo hijo de puta, y un cuerpo que le estaba quitando el aliento.

Tenía todo lo que le gustaba.

Más cuando apretaba esos glúteos mientras seguía los besos, peligrosamente acercando sus dedos a aquella entrada oculta, motivado por la falta de resistencia de Leónidas quien mordía su cuello, apegándose más a él.

— ¿Te va a tomar milenios tocarme? Ya usa tus putos dedos en mí. — burló Leónidas mirando de reojo a Odín. — Si sigues de inseguro, creo que yo te coger a ti, anciano. Quería darte tu regalo de bodas dejando que dominaras, pero eres muy mal ¡Ah!

El rostro de Leónidas fue un poema cuando los dedos del padre de todos acariciaban su entrada, en círculos, haciendo reaccionar el sistema nervioso del espartano, quien frunció el ceño, realmente lo había tomado desprevenido allí.

— Para el culo, Leónidas. — le susurró Odín. — Si me vas a dar este regalo, hazlo bien, virgen.

La palmada fuerte y certera al trasero del espartano hizo al rey de ellos soltar un jadeo, y hacerlo sonreír. Eso se había sentido delicioso para él, más de lo que había pensado, así que decidió ceder, alzando sus caderas, dejando que los dedos de Odín siguieran acariciándolo mientras seguían sus besos apasionados. Un leve pensamiento de tener al dios supremo dentro de él apareció en la cabeza del mayor de los hermanos, más cuando tenían todo para hacerlo.

"Al carajo, dejaré que me folle." Pensó el espartano, soltando su primer gemido, cuando ahora no solo le acariciaban la entrada y los glúteos, una de las manos de Odín había viajado a su miembro, frotando de la punta a los testículos.

— ¡Ah! Mierda sigue así. — sonrió el espartano, ante ser masturbado de manera exquisita.

— ¡Tío!

En ese momento, tanto Leónidas como Odín, quedaron en shock, cuando de pronto, sin aviso, sin razón, había entrado en su habitación el dios Loki, mientras ambos estaban compartiendo un momento íntimo. En definitiva, la noche de bodas se había arruinado para el espartano.

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Cuando Sakata Kintoki llegó a su habitación con su esposo, estaba muriendo de nervios. Era la primera vez que compartiría la cama con Zeus, y conociendo el historial del dios, este se transformaría en su calzoncillo si así podría meterse entre sus piernas. Sintió más nervios cuando el dios supremo griego cerró la puerta tras de él y bostezó, quitándose el adorno de truenos de su cabello.

— ¿Tú primero? — dijo Zeus mirándolo.

— ¿Eh? ¿Primero en qué?

— La ducha. — comentó Zeus. — ¿Quieres darte un baño?

— Ah... sí. Sí yo primero.

— Seguro, esperaré mi turno. — comentó Zeus aflojando su toga para después sentarse en el sofá mirando su celular.

— Ah...

— ¿Pasa algo?

— ... No, nada. — comentó Kintoki, caminando rápido al baño, encerrándose allí.

Esa acción tan infantil no pasó desapercibida por Zeus, quien sonreía ante ello. Al parecer tenía razón, Kintoki no confiaba en absoluto en él, es más, tenía miedo de él, de esta noche, de que él intentara hacerle algo. No podía leer su pensamiento, pero, con la conexión de alma, si se concentraba, podía sentir lo que él otro sentía. Suspiró mirando el techo, nunca en su vida hubiera pensado que haría eso, amarrar su alma con alguien más, si alguna vez sucedía, pensó que la persona sería Hera, y que se quedaría así, en ese matrimonio disfuncional, porque Hera era tan fuerte y dominante, que solo ella podría soportarlo por toda la eternidad.

Pero, de pronto llegó un humano, sin pena ni gloria, tomando el lugar de Adam, y por alguna razón le comenzó a interesar.

No era el humano más hermoso, ni el más elocuente, ni siquiera entraba en el top de las cosas que le gustan, pero, sin embargo, no dejaba de pensar en pequeños detalles de él. Por ejemplo, no había tenido necesidad de sexo últimamente, no porque quisiera complacer a Hades y su extraño plan, era porque Kintoki no parecía cómodo con la idea, pero no se negaría a que lo hiciera. También comenzó a interesarse un poco en la cultura japonesa, solo para entender un poco más al humano y sus gustos, además de que planeaba visitar a Adam, y preguntar más cosas sobre Kintoki.

Al inicio, lo eligió para fastidiar a Buda, quitándole un buen amigo, haciéndolo suyo, y si en algún momento ese idiota dios indio volvía a recuperar su memoria, vería que ahora tiene a su amado humano ayudante entre sus garras y no se lo devolvería. Se lo merecía por traicionarlos.

Pero, al momento de ver a Kintoki, se le olvidaba eso, y comenzaba a pensar en que era un sujeto algo gracioso e interesante, era tímido con los dioses, pero era capaz de destruir criaturas con sus propias manos. Era alegre, pero podría poner a Grecia de cabeza si se lo propusiera estando enfadado. En realidad, tenía las características que le gustaban de Adam, pero de una mejor forma.

Y ahora, cuando lo vio salir del baño, usando su pijama, un simple pantalón negro y una playera blanca, secando su cabello con una toalla, lo hizo sonreír ante la simpleza de imagen.

— Esta libre, es tu turno. — dijo Kintoki a lo que Zeus reaccionó.

— Gracias.

Trató de no seguir pensando en él, mientras se duchaba trató de no imaginarlo, se concentró en su cuerpo, en lavarlo adecuadamente y solo relajarse para meterse en la cama y dormir. Si, solo saldría y se metería en la cama junto a Kintoki, él seguramente dormiría dándole la espalda, una espalda grande, que acaba en una pequeña cintura. Seguramente se vería genial su cabellera rubia recargada en la almohada, seguramente olería genial, él siempre olía bien, olía fresco como los bosques.

Seguramente nunca ha sido tocado por nadie, así que nadie ha podido experimentar lo que él podía dar. Él era alguien demasiado inocente, que en sus pensamientos solo quería manchar, le encantaría verlo gimiendo, aferrándose a las almohadas, mientras no puede dejar de temblar por los estragos de los orgasmos y...

Tuvo que detener su mente, más cuando su cuerpo comenzaba a reaccionar ante tales pensamientos. Y una ducha pacífica se había convertido en una ducha fría. "Hades te matará, Hades te matará, le prometiste que no presionarías por sexo al humano, nadie debe presionar por sexo, al menos que el humano lo pida."

Cuando salió, pudo verlo, Kintoki estaba en la cama, ya dentro, jugando con su celular, pero apenas lo vio, lo guardó y le dedicó una sonrisa nerviosa.

— No quería dormirme sin desearte buenas noches, Zeus... no, digo, esposo. — comentó Kintoki. — También pensaba en que quería hablar contigo.

— ¿Conmigo? — sonrió Zeus, solo usando el pantalón de su pijama, adentrándose en la cama para recostarse a un lado. — Cuéntame.

— No piensas... ¿no piensas usar camisa?

— Hace calor. — respondió el griego mirando a Kintoki. — ¿Te molesta ver el torso de un hombre? El tuyo es igual de grande que el mío.

— ¡No, no, no! Solo que, olvídelo, eso no es lo que quería hablar con usted.

— ¿Usted? — comenzó a reír Zeus. — Ya no soy ajeno a ti, soy tu esposo de papel, por favor, solo dime Zeus, o esposo, o si sigues los consejos de Hera, "maldito hijo de puta, ojalá te mueras."

Kintoki no pudo contener la risa de eso último, así que rio, dejando que Zeus disfrutara ese lindo sonido que era natural, y no del nervioso Kintoki que no sabía cómo tratarlo.

— ¿Qué querías hablar conmigo? — preguntó Zeus, saliendo de esa linda ilusión.

— Oh, quería que me hablaras de ti. — sonrió Kintoki. — Soy ahora tu esposo, y además de lo que me pediste que hiciera, me gustaría conocerte, así podré responder correctamente si alguien me pregunta de ti. Por ejemplo, cuáles son tus gustos, que no te gusta, color favorito, lo que sea, la cosa es que sepamos de nosotros como si fuéramos realmente un matrimonio.

— Me gusta ganar. — sonrió Zeus. — Sea lo que sea, no importa si es algo que apoye o no, me gusta ganar, me gusta pelear, me gusta el color dorado, me gusta comer, tengo un gusto por las cosas dulces, me gusta ser él más fuerte y me gusta mucho el sexo y todo lo que conlleva, desde besos hasta la penetración. ¿Te sirve eso?

— Creo. — sonrió Kintoki. — Un hombre de gustos simples.

— De gustos simples y fácil de complacer. — respondió Zeus. — Ahora tú, cuéntame de ti, ¿qué te gusta?

— ¡Oh! Bueno me gusta estar en el bosque, me gusta mucho luchar con monstruos, me gusta ser fuerte y poder proteger a mi familia, oh, también me gustan mucho los asados, en especial el de mi mamá, me gusta la lluvia, y oh, me gusta el color verde. — y con una sonrisa miró a Zeus. — Creo que podemos comenzar con eso.

— ¿Y en lo íntimo?

— ¿Eh?

— Somos pareja, ¿Qué te gusta de tus parejas?

— Ah...

— Tipo, que te gustan de las citas, tienes algo que te guste de tus parejas como, que te tomen las manos, que caminen y te sujeten la cintura, que te den besos en las mejillas, no sé, lo que sea que te guste, lo haremos en público para que todo esto sea más creíble.

— Yo nunca he tenido pareja. — confesó Kintoki encogiéndose de hombros. — Así que no sé. Mejor hagamos lo que tú quieras y te seguiré.

— ¿Nunca has tenido pareja? ¿Me quieres ver la cara de idiota? — rio Zeus incrédulo. — Es imposible, realmente imposible.

— No lo es, estoy siendo sincero, nunca he tenido pareja, no sé realmente sobre todo.

— Eres sexy, Kintoki. — comentó el dios supremo interrumpiendo a su esposo. — Jodidamente sexy, incluso un ciego podría verlo, y vienes aquí a decirme, que tú, como adulto, no has tenido nunca una pareja, es imposible eso.

— ¡Pues es verdad! ¡No todos saltamos de cama en cama como tú!

Kintoki rápidamente llevó sus manos a su boca, mirando la expresión sorprendida de Zeus, y después como el dios comenzó a carcajearse mirando al humano. Kintoki por el nerviosismo y ver lo divertido que estaba el dios, también comenzó a reír, soltando fuera aquella timidez y dándole un golpecito en el hombro al dios.

— Okey. lo acepto. — respondió Zeus. — Soy... muy promiscuo. Por lo tanto, no sé si debamos hacer lo que me gusta a mí.

— ¿Por qué? — preguntó Kintoki.

— Porque me gusta besar a mi pareja siempre que pueda, acariciarle el cuerpo, no sé, no trato mucho con eso de relaciones de pareja, pero las veces que tengo a una diosa a mi lado, suelo hacer eso.

— ... podemos besarnos, eso se verá real.

— ¿Quieres que nos besemos?

— No como usted lo hace, pero podemos hacerlo en público, como si lo saludara o esas cosas, como mi madre lo hace con mi padre.

— ¿Y eso cómo es?

— Oh bueno...

Kintoki miró al dios, que le miraba algo confundido, para acabar por suspirar y acercarse a besarlo. Fue un simple beso dulce, uno rápido donde se acercó a sus labios y los juntó con los suyos, Zeus no dijo nada ante eso, le sorprendió la rapidez, pero aún más la calidez de ello.

— Algo así, ¿estarías bien con eso?

Zeus no dijo nada más, se acercó a besarlo, no quería ser brusco pero su cuerpo se movió solo, más cuando le había gustado ese insignificante beso, así que quería más, seguir besando esos dulces labios, probar el sabor exquisito que tenían por mucho más tiempo, un sabor que lo hiciera feliz como aquel pequeño beso.

Fueron segundos para él, pero Kintoki estaba apretando los puños cuando sintió al dios posicionarse encima de él, no quería golpearlo, y muy dentro de él estaba disfrutando aquellos besos, pero no quería, no quería que Zeus le tocara. Así que, aunque no quería ser violento, lo fue, acabó por golpear al dios hasta fuera de la cama de un puñetazo.

Allí fue cuando Zeus reaccionó, mirando el rostro molesto de Kintoki, y supo que lo había arruinado.

— Lo lamento, si está bien hacer lo que quieras. — comentó el dios tomando su almohada. — Qué tengas buena noche.

Y así acabó por meterse en el baño y suspirar.

No iba a ser el que perdiera todo el juego de Hades, no iba a volver a llevarse por sus impulsos, al menos no ahora, no hasta que comience la siguiente fase del juego, tenía que ser paciente y esperar, esperar y esperar al momento exacto.

— No por algo soy el bastardo más grande de la historia. — se dijo a sí mismo.

Sería una noche cansada para el dios ese día.

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Para Jack, el contacto físico era algo que no le interesaba, trataba de mantenerse lejos de él, porque siempre que recordaba unas manos recorriendo su cuerpo, recordaba aquella fatídica noche, donde fue forzado a desnudarse mientras alguien le tocaba sin su permiso. No quería en absoluto volver a pasar algo así, por lo tanto, se dedicó más a disfrutar de las cosas que le gustaban y menos en pensar en una pareja. Estaba bien con ello, era feliz con su familia, y podía hacer las cosas que quería.

Entonces, ¿por qué estaba dejando que ese dios estuviera devorándolo a besos, mientras desliza con delicadeza su ropa?

Ni siquiera reaccionó cuando ya se encontraba desnudo bajo las sábanas con Hércules besándole tan exquisitamente. Recordaba que habían entrado, y él mismo, por su voluntad, se había acercado a besar al dios, y este le correspondió, donde una cosa llevó a otra, y acabaron en la cama, se supone que solo para besarse, pero la ropa se fue perdiendo poco a poco, la de él principalmente, y podía sentir los labios del dios deslizándose por su cuello, besando su blanco pecho, sus pezones rosados que se hacían rojizos con la lengua del dios engulléndolos.

— ¡Ah! Sir.

Podía sentir los labios de Hércules deslizándose por su abdomen, sacándole jadeos sin más, podía sentirlo acariciar sus piernas, mientras hacia un camino que peligrosamente se acercaba a su pubis y...

— ¡Sir Hércules, espere! — gritó el inglés parando de los hombros al dios. — Ah, no siga.

— ¿Hice algo que te molestara? ¿Te lastimé? — preguntó el dios, sujetando las manos del humano. — ¿Qué pasa, Jack?

— Paremos aquí, Sir. No, no me siento listo para esto. — confesó Jack.

Estaba algo nervioso de cómo reaccionaría Hércules, si se portaba incomprensible, tenía el arma de él cerca de la cama, le rompería el vaso de agua en la cabeza distrayéndolo para poder tomar el arma y golpearlo, si con eso no lo soltaba, tendría que matarle, no habría de otra.

— Esta bien, ¿quieres que te acerque tu ropa y pijama? —dijo el dios griego sonriéndole, retirándose de encima para levantarse, dándole la espalda. — ¿La dejaste en el armario verdad?

— Si, allí se encuentra.

— Bueno toma.

Para el humano era increíble que el dios se mostrara tan comprensivo con él, no pensó que con solo decir un no, el dios lo comprendería y retiraría sus manos sin golpearlo, sin amenazarlo, sin tratar de violarlo. Pero, le pareció algo gracioso que siguiera dándole la espalda, Hércules aún usaba su pantalón, así que no cubría su desnudes.

— Sir Hércules, ¿por qué me da la espalda?

— No quiero ser grosero, pero, es algo vergonzoso estar...

— ¿Estar?

— Estar... erecto. — dijo con mucha dificultad el griego rascando su nuca. — Creo que voy a ducharme antes de volver a la cama.

— Sir...

— Descansa y vístete, prometo no despertarte si estas durmiendo cuando salga del baño.

— Hércules, mírame. — comentó Jack.

La voz que había usado era algo mandataria, como si le exigiera que le mirara, y eso hizo estremecer un poco al griego, quien se dio la vuelta, usando un poco sus manos para cubrirse con vergüenza, pero, no estaba haciendo un buen trabajo, porque el inglés se sonrojó al ver ese bulto sobresalir del pantalón. Después de ello no dijo mucho, se acercó al dios quien apartó la mirada de golpe, al ver el cuerpo más hermoso caminar desnudo hacia él, y acariciarle el abdomen, para después deslizar sus manos a aquel bulto adolorido por estar apretado en ese pantalón.

— Jack, no...

El inglés desabrochó el pantalón del griego, liberándole de la presión, hacer a este jadear un poco, para después guiar de nuevo al dios amante de la justicia a la cama. No dijo nada en absoluto, su mirada decía lo que quería, así que el dios captó el mensaje, terminando por desnudarse, y besando en nueva cuenta al humano.

— ¿Qué es lo que quieres? — susurró Hércules, dándole suaves besos en las mejillas a su ahora esposo.

— No quiero hacerlo, pero, me gusta sentir tus manos en mí, Hércules, tóqueme Sir.

El ex asesino sintió su piel comenzando a estremecerse cuando las manos de Hércules se deslizaron por su pecho, su abdomen, hasta llegar a aquel erecto miembro que le hizo jadear con el más simple de los toques.

— No pares... — dijo Jack, replegándose ante el dios, abrazando una almohada.

— Detenme cuando quieras.

Para el humano era una nueva experiencia, sentir aquella mano masajeándolo lentamente, más cuando Hércules sacó algo de lubricante del cajón y dejo caer un poco en la punta del miembro de Jack, haciendo que este soltara un gemido ahogado contra la almohada. Él se había masturbado antes, lo había hecho, pero no se sentía en absoluto así, no cuando esa mano lo hace tan bien, y puede sentir otra acariciándole los pezones, haciendo que su espalda se arquee por el placer.

Ni siquiera el mismo se dio cuenta cuando comenzó a gemir, sin miedo y pudor, ante las caricias del dios que no podía apartar la mirada del rostro de placer de su esposo. Hércules estaba memorizando cada jadeo, cada gemido, en como Jack muerde su labio para no gemir sin éxito, en cómo le tiemblan las piernas, en cómo debe ser delicioso estar entre ellas.

Estaba perdiendo la cordura, Jack tenía la habilidad de hacer locos a todos, era tan exótico y único que solo quería verlo gemir más y más. Así que aumentó la velocidad, sintiendo como su esposo reaccionaba, sus jadeos eran más estruendosos, sus gemidos más ruidosos, la forma en la que se retorcía de placer, rasguñándole las manos al no saber qué hacer con las propias, le encantaba, le encantaba a morir esa vista.

No pudo resistirlo así que se acercó a besarlo, a derretir sus labios con los suyos, a fundirse con él, quería sentir los jadeos y gemidos de Jack de cerca. Y fue bien recibido por su esposo, quien se aferró a él, a su enorme espalda mientras seguía los besos y las manos de Hércules hacían lo suyo.

— ¡Ah! ¡Yes Darling, yes! ¡Right there!

Hércules se tomó el atrevimiento de posicionarse entre las piernas del pequeño inglés, y ante la sorpresa de Jack, tomo su miembro con el de su esposo, frotándolos entre sí, sacándole un grito de sorpresa a Jack, quien no lo empujó, solo se dedicó a gemir y jadear, postrando su vista en esa acción. No quería admitirlo, pero mirar el miembro de su dios, de su dear god, le provocaba una sensación de necesidad en el vientre, además de cosquilleos en su entrada, que nunca admitiría en voz alta.

— ¡Ah! Faster, please.

Jack no tenía la mente al 100%, se estaba dejando llevar por su propio placer, hasta que ya no pudo aguantarlo y acabó por abrazarse de Hércules, soltando el primer chorro de semen sobre su abdomen, manchando la mano de Hércules quien veía orgulloso como Jack disfrutaba de ese orgasmo, lo lindo que se veía gimiendo, de cómo sus piernas temblaban como locas y trataba de ocultar su rostro entre las cobijas.

Lo dejó disfrutar hasta que el efecto comenzaba a pasar, y en ese momento, se inclinó para besarle, sintiendo la dulzura de Jack volver, besándolo mientras le abrazaba con cariño, queriendo que pegaran sus cuerpos mientras seguían en aquel dulce acto de amor.

Si, en definitiva, se había casado con la persona correcta.

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Para Raiden, lo que estaba haciendo era el paraíso.

No sabía que Shiva había sido literal con eso de incluirlo en sus deberes conyugales, pensó que solo estaba jugando, que nunca dejaría que otro hombre tocara a sus esposas, y pues que pasaría la noche solo descansando. Incluso, había pensado en que película ver mientras le daba sueño, pero no, nada de eso era posible. Cuando ellos se dirigieron a descansar, al entrar en su habitación, vieron a las tres mujeres ya en la cama.

Shiva le dio unas palmadas en la espalda, comenzando a desnudarse mientras con señas le decía que le siguiera. Y bueno el resto es historia de lo que pasó a continuación.

Tenía a Durga montada encima de él, moviendo sus caderas de manera exquisita, sintiendo la estreches de su cuerpo con cada pequeño sentón que hacia encima de él. En definitiva, estaba amando la vista, la piel morena de la mujer, la forma en la que el sudor resbalaba por sus preciosas curvas, los pechos rebotantes ante el placer exorbitante que ambos sentían, era una poesía.

Y no solo era eso, era disfrutar los besos de Kali, que le dejaban sin aliento, más cuando atontado en el deseo, la diosa de la muerte se subía a su rostro, dejando caer su cuerpo para que el humano pusiera a trabajar su lengua, cosa que Raiden en ningún punto se negó. Amaba ser usado como un juguete sexual, eso era obvio, más con su potente estamina y su capacidad de seguir el paso de los demás.

Se estaba deleitando con los jugos exquisitos de la diosa, encendiendo más su deseo y penetrando con mayor fuerza a Durga quien gemía en lo alto, disfrutando del enorme humano que ahora mismo se había unido al harem.

Tal vez pasaron horas donde los cuatro intercambiaban posiciones, algunas veces las mujeres sujetaban sus manos, pegaban sus labios, se frotaban entre ellas, todo para tentar a Shiva y a Raiden en ese momento y que siguieran la faena sexual de la mejor forma. Pero, entonces, el dios Shiva iba a entender, que las casualidades no existen.

No había sido algo planeado, fue accidental, en el momento que tenían a Parvati y a Kali entre ellos, que sus rostros quedaron muy cerca cuando las diosas disfrutaban de las embestidas de ambos. Raiden sonrió al dios, pasando una mano por su cabello continuando su trabajo, pero, Shiva estaba curioso de algo, de algo que no había probado hace mucho tiempo, no desde su época juvenil.

Así que jaló el mentón de Raiden para besarlo, haciendo que este se sorprendiera de tal acto. El humano quedó en shock, mientras sentía los besos del dios indio, sin saber cómo reaccionar ante ello. Así que decidió no pensar, y solo dejar que su instinto hiciera el trabajo, ya que sus manos soltaron a la diosa y viajaron al cuerpo del dios, quien soltó un jadeo al ser jalado de forma brusca al cuerpo del humano.

Ninguno de los dos sabía porque diablos estaban disfrutando besarse entre ellos. En el caso de Shiva, no entendía porque disfrutaba las manos de ese gigante recorrer su cuerpo, la forma en la que ambos acababan por frotarse entre ellos al estar tan juntos, y en el caso de Raiden, no entendía porque los labios de Shiva sabían tan bien.

Raiden llevó sus manos peligrosamente al trasero del dios, apretándolo y abriéndole las nalgas, cosa que hizo que Shiva le detuviera, apartándolo un poco.

— Ja, fue divertido, regresemos a lo nuestro. — dijo el dios con una sonrisa.

— Si. — respondió Raiden rascando su nuca.

Pero, en ese momento, ambos hombres mientras se dejaban derretir con las tres diosas, sintieron un cambio en sus mentes. Shiva había sentido una descarga eléctrica al sentir las manos de Raiden encima de él, y Raiden había sentido la necesidad de querer tocar a Shiva con más fervor.

Tal parece que el matrimonio estaba dando más vueltas de lo que ellos esperaban.

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