MOVIMIENTO DE REINA



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La reina siempre tiene diferentes movimientos que aplicar dentro de un juego de ajedrez. Es por ello que se considera una pieza muy importante en el tablero.

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SIGLOS ATRÁS...

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Solo se necesita una oportunidad.

Un día escuchando a Atenea, la diosa le mencionó algo curioso cuando era pequeña. La poderosa diosa griega le mencionó que, si un día juntaran a todos los dioses del conocimiento, saber y estrategia, en una sala, donde el primero que venza a los demás en un juego sería nombrado el ganador, lo más seguro es que pasarían siglos y siglos mirándose unos a los otros, esperando pacientemente una oportunidad. Cuando la pequeña Perséfone preguntó sobre porqué nadie hacia nada, Atenea rio, y después simplemente contestó lo obvio.

"En un juego, lo que menos quieres es que los demás lo descubran. Y cuando estás jugando con maestros, sabes que cualquier movimiento, desde el mínimo frote de manos, hasta un respiro, puede darles una debilidad. Por lo tanto, lo mejor es esperar una oportunidad, algo, lo que sea. Si quieres conseguir algo, tienes que tener el corazón y la mente más fuerte, y aprender a arriesgarlo todo sin arrepentimientos."

Una oportunidad es todo lo que se necesita para crear un caos.

Eso se le había quedado guardado en la memoria, mientras pasaba en su jardín la mayor parte de su vida. Desde su nacimiento, siempre se había sentido en una jaula, una jaula hermosa, pero al fin de cuentas era una jaula. Después de su polémico concebimiento, entre Zeus y su madre, su nacimiento fue turbio. Deméter no la dejaba sola en ningún momento, la sobreprotegía, haciéndola incapaz de conocer el mundo real, solo flores, solo flores y flores por doquier.

"Mi linda Perséfone, mi hermosa hija, no dejaré que nadie te toque, nadie podrá dañarte, nadie. Te protegeré de todo mal, arreglaré todo para que solo felicidad exista en tu vida."

Cuando su madre le dijo eso, se sintió más como una sentencia que realmente un acto de amor. El trauma de lo que había pasado tiempo atrás hacía que Deméter repudiara que cualquier hombre se acercara a su hija, no había tiempo en la que Perséfone no estuviera rodeada de flores, flores que eran como cámaras que permitían a Deméter conocer todo de ella. Se resignó a eso, porque, ya parecía algo normal. Si naces con un cuerno, lo consideras normal, aunque las demás personas no lo tengan. Así que, si había nacido siendo vigilada 24/7, era normal para ella.

Podía memorizar cada fase de cada flor de la existencia, podía nombrar que tipo de hierbas había en el mundo, que ciclo necesitaba cada flora, sabía todo sobre plantas, lo sabía, no había más, solo eso era su vida. Se suponía que se haría cargo de la estación de la primavera, ayudándole a su madre, si era necesario, sería una diosa de la primavera, pero, no podía hacerlo, no cuando se sentía como un títere que su madre le decía que hacer, como hacerlo y cuando dejar de hacerlo.

Estaba tan protegida, que nunca había conocido algo fuera de las historias que Hestia, Hera, Atenea o Artemisa le contaban. En su biblioteca solo había cosas respecto a la primavera, no más, cuando ayudaba a su madre en el mundo mortal, no tenía permiso de soltar su mano, solo realizaba su trabajo. Así que así creció.

Eso hasta que un día, en una reunión, su madre cometió un minúsculo error.

Y fue llevarla con ella a esa reunión de los dioses griegos. Porque, aunque no pasó nada, ella vio algo exótico entrar por la puerta. Era Hades, con ese bello cabello blanco, esos ojos violetas, ese rostro perfecto. Hades es tan perfecto como siempre, en esa época usaba una túnica hermosa y larga, digna del rey del inframundo, con esa corona que puedes notar si lo vez de espaldas color negro, simplemente la presencia de Hades era única, siempre de blanco, siempre blanco y pulcro, como un ser divino, resaltando entre sus hermanos.

Pudo apreciarlo, en cómo se le hacen hoyuelos al sonreír, en como acaricia el cabello de sus hermanos sin importar lo mayores que sean. Adamas suele reír con él y buscar mimos, en el caso de Poseidón, es al único dios que le mira a los ojos, y deja que le acaricie el cabello. Con Zeus, prácticamente el dios supremo griego se vuelve un niño ante la atención de Hades. De parecer atemorizantes, si Hades está presente, sus hermanos se comportan tan amables con él, que le sorprendió como un dios puede cambiar todo solo con su presencia.

Y no solo era eso. Cuando se acercó a Hera, la diosa retiró esa expresión furiosa que siempre tiene y saludó con gusto a Hades, platicando normalmente, en cuanto a su madre, Deméter, llegó saludando con una sonrisa a lo que el dios griego besó las manos de sus hermanas, y estas le abrazaron. Parecía una reunión familiar, y lo fue aún más cuando Hestia llegó abrazando por detrás a Hades, quien rio cargándola y ambos murmuraban cosas sobre ser los hermanos mayores.

Era una familia, teniendo una conversación amena con cada uno. Hades brillaba como un pilar manteniendo a todos unidos, incluso, su madre reía junto a su padre, era impresionante la libertad que demostraban.

Entonces lo vio, Hades por un momento se apartó de ellos, y fue sujetado por el brazo de su hermana Hestia, a lo que ambos sonrieron caminando hacia los jardines, con una copa de vino mientras reían un poco. Sintió ansiedad en su pecho, quería seguir mirando a ese dios que logra liberación en su camino, pero, ella no tenía que apartarse del área que Deméter le delimitó, esa área con flores donde se sentía una estatua que su madre había traído para presumir. Así que cometió el primer atrevimiento, y dejó ese lugar con los nervios hasta la punta, corriendo detrás de donde vio a esos hermanos caminar.

Tenía que verlo, aunque sea una última vez antes de su encierro, quería grabarse su rostro, quería verlo sonreír, con eso estaría satisfecha, con solo eso.

Entonces lo vio, de nuevo, sentado junto a su hermana enfrente de una fuente, donde ambos hermanos parecían tener una conversación amena, y donde Hestia le daba un regalo a su hermano. Era al parecer un libro, uno muy viejo por lo desgastado que estaba, pero había hecho a Hades sonreír maravillado.

— El monstruo más fuerte que hay... Poseidón y Adamas amaban esa historia, como tú igual la amabas. — dijo Hestia recargándose en el hombro de su hermano. — Hades... ese día...

— No importa, están bien todos ustedes, cuidaste de ellos incluso con lo que hizo Cronos después, y Zeus logró su destino, él nos salvó, y ahora somos esto. Me siento feliz de tener a mi familia conmigo, ¿no lo sientes así?

— Me encantaría tenerte más tiempo fuera del Helheim. — sonrió Hestia abrazándolo, a lo que Hades correspondió. — Me encantaría que vivieras conmigo. Quisiera mimarte y darte la vida que mereces.

— No creo que te gustaría, ¿qué tal si babeo por las noches? — sonrió Hades.

— Tonto, eres demasiado perfecto, no babeas. — rio la diosa.

— Hestia, tú también mereces recibir todo lo que no te tocó. — dijo el rey del inframundo acariciando el cabello de su hermana. — Sería como un ciego cuidando a otro ciego. Quiero que seas libre y vivas tu vida por ti, no que la dediques a cuidarme. Yo puedo cuidarme solo, lo he hecho en los últimos siglos.

— Pero estás solo allí abajo.

— No es tan malo, lo he arreglado, un poco, le estoy dando mi toque.

— Solo dime si necesitas algo, incluso si es por tu problema de babear la cama.

Y ambos dioses rieron, a lo que Hades besó la frente de Hestia, abrazándola, y la diosa Perséfone se vio satisfecha con la imagen que había visto del dios, para después retirarse, lamentablemente, acabó por resbalar debido al lodo que se había acumulado con la tierra húmeda después de una pequeña lluvia, manchando su vestido, pero, eso no era lo importante, lo importante fue cuando vio de golpe los ojos violetas mirándole preocupado, estirando su mano a la diosa, diciendo solo una frase.

"¿Te encuentras bien, Perséfone?"

En ese momento, en aquellos ojos, vio una oportunidad.

Además de las diosas, era el único dios que conocía su nombre, ni siquiera su padre se había tomado la molestia de aprenderlo, pero él, un sujeto que ni siquiera vivía en el Valhalla, lo sabía y se había preocupado por ella. Él, aquel sujeto tan divino, tan único.

— Lo lamento... — dijo la diosa mirándolo. — No miré por donde caminaba.

— No lamentes eso, es un accidente. — sonrió Hades.

— Oh dios, estás muy sucia, tranquila, te conseguiré nueva ropa Fone, espera con Hades, ahora vuelvo. — mencionó Hestia.

— Ah, pero... es que yo...

— No le diré nada a Deméter, tranquila, disfruta un poco. Hades, por favor, cuídala.

— Claro. — sonrió su hermano, sentándose a lado de Perséfone.

La diosa solo podía tener un rostro rojo, estaba sucia, llena de lodo y mojada, a lado de un dios que viste de blanco y es perfecto. Era como basura a lado de la divinidad misma. Pero, miró de reojo hacia el dios, y se encontró con su mirada haciéndola sonrojar una vez más. Estaba a punto de decirle que sentía haberle arruinado su momento con su hermana, pero...

— No, ni lo pienses, no digas perdón, no has arruinado nada, no debes avergonzarte. — sonrió Hades.

— Pero...

— Perséfone, no tienes que pedir perdón por cada cosa que ocurre en tu vida, no le debes perdón a nadie. Mejor cuéntame, ¿cómo has estado? Yo, recuerdo tener una foto tuya de bebé, me la compartió Hestia, has crecido bastante, te has convertido en una fuerte diosa de la primavera, me alegra.

Lo quería.

Simplemente lo quería a su lado.

Quería seguir esos ojos violetas siempre, al final, él la liberaba de la jaula en la que estaba. Lo quería cerca, lo quería toda su vida, quería al dios que le sonreía con tanta amabilidad para toda la eternidad.

Hades se quedó con la diosa, platicándole sobre cualquier cosa, haciéndola reír y conociéndola. Compartían cosas en común, a pesar de que Perséfone era alguien reservada, era muy lista, y tenía muchas aptitudes que haciéndolas explotar, podría convertirse en una poderosa diosa, además de que su actitud hacia él no era nada sumisa, porque al parecer se sentía liberada a su lado y podía expresarse, cosa de la que Hades quedó encantado.

Y fue una pregunta lo que sentenció el destino de una de las historias de amor mejor conocidas.

"¿Puedo buscarte en otra ocasión?" preguntó Hades, sellando su destino.

Se amaron más que nada, se adoraron, todo, Hades era vida pura, incluso para ser un dios del inframundo, Hades era libertad, Hades era todo, Hades era su vida. Pero los siglos iban pasando, ella iba teniendo poder, ella iba siendo independiente, y era hermoso ser fuerte, pero acabaron por descuidar el amor que habían cultivado. No era idiota como para no culparse de la infidelidad, al igual que Hades no fue idiota para no culparse de la suya, al final, ambos estaban pasando por un momento difícil, y no pudieron unirse para controlarlo.

Pero ella estaba dispuesta a salvarlo, así que trabajó y trabajó, aunque no sirvió de nada, porque en el momento que el Ragnarök pasó, la mirada brillante y profunda de Hades, quedo enganchada de un humano, lo vio mientras caminaba con él por los pasillos, ambos como matrimonio vieron a un humano atravesar la pared, diciendo algo como que se había equivocado de lugar y caminando en dirección contraria.

Miró hacia su esposo en ese instante, como si el destino le dijera que mirara su rostro, y solo una sonrisa apareció en él. Hades parecía maravillado con ese humano. Sintió un mal presentimiento, pensó que se trataba de la muerte de Hades en el Ragnarök, pero, cuando Hades al regresar llegó con ella, lo único que pidió fue un divorcio. No preguntó nada, no se alegró al verla, nada en absoluto, solo de manera amable pidió el divorcio sin dar ninguna razón. Tuvieron una discusión muy acalorada en su habitación, en donde se gritaron de todo, y Hades le comentó que sólo lo dejará liberarla del Helheim, a lo que ella se negó huyendo del rey.

Pensó que, con el tiempo, sus corazones se volverían a reunir de nuevo, pero supo que todo se había acabado, cuando le llegó la noticia que el rey del Helheim iba a contraer nupcias con un humano.

Y su oportunidad, así como su cordura, se esfumó.

Ahora estaba condenada a regresar con Deméter, donde su madre la volvió a tener como su muñeca de porcelana, tan sobreprotegida que el único lugar donde era libre era esa jaula de flores, donde se la pasaba sentada y sentada, en busca de una nueva oportunidad.

Y la oportunidad llegó entrando galantemente con Qin Shi Huang buscándola para pedirle ayuda.

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ACTUALIDAD

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Solo tenía que cerrar los ojos.

Su cuerpo había dejado de ser suyo, así que simplemente dejó de luchar. Siendo lógicos, no podía luchar, no podía escapar, no había razón para forcejear cuando ni siquiera tiene fuerzas. Supo lo que estaba pasando cuando sintió como su ropa dejaba su cuerpo, y como sintió ese veneno clavarse en él. Así que solo cerró los ojos, enviando su mente a un lugar tranquilo en lo que todo pasaba.

Se recordaba en su jardín, con Qin recargado en su pecho mientras ambos disfrutaban solo la brisa, mirando el árbol de granada en lo que se dicen alguna u otra palabra o intercambian una risa. O lo más simple del mundo como disfrutar el silencio entre ambos, dejando que sus almas se conecten. Recordaba en su mente como el cabello de su reina se mueve con la brisa, en como Qin a pesar de que el frio no es su favorito, si le gusta al poder acurrucarse con él. Le gusta el dulce aroma de su reina, en como Qin suele acariciarle el pecho con cuidado, mientras ambos disfrutan de simplemente existir.

Se encerró allí, hasta el punto que tuvo que abrir los ojos de nuevo.

Su cuerpo se había dejado de mover, había dejado de sentir gotas de sudor caer en él. Y ya no tenía a la diosa encima. Podía sentirla jadeante recostada a un lado. Era claro, no esperaba sentir una violación de nuevo, estaba furioso al estar indefenso en su propio reino, pero realmente ahora no quería pensar en ello. No es como si verse débil fuera lo que le doliera, lo que le dolía era haber sido tocado por alguien más que no fuera su reina, le quemaba el solo pensar que Qin le rechazaría si se enteraba de esto.

La violación se veía opacada por la incertidumbre, si perdía a Qin por esto, no sabía que haría, ¿su esposo lo quería perdonar aún? Quién sabe. Decidió sacudir esos pensamientos por el momento, y analizar lo que acababa de pasar. Perséfone había entrado al tártaro, no fue detenida por ningún Shinigami, y la dejaron sola dentro de su celda. Perséfone le apuñaló y envenenó, haciendo que su cuerpo se entumeciera y logrando provocarle una erección que usó para poder autosatisfacerse a costa de su cuerpo. Eso era lo extraño. Perséfone no era así, podría ser apasionada y algo intensa, pero nunca le haría daño a nadie, no de manera intencional, nunca lo haría, la persona que tenía tocándole el cuerpo no parecía ser la mujer con la que se casó, ni la mujer que buscaba su amor.

— Sigues siendo tan sexy, Hades. — dijo la diosa, recostando su cabeza en el pecho del dios. — Tocarte siempre es lo más bendito que hay. Extrañaba esto. Tú y yo, así, solo nosotros, disfrutando la paz después del sexo, solo sintiéndonos los dos cerca.

— Perséfone. — dijo el rey del Helheim, mirando hacia el techo, sintiendo asco por esas palabras. — ¿Por qué estás haciendo esto? No divagues, tú eres una mujer fuerte que consigue cosas por su propio esfuerzo, nunca en la vida, harías algo como esto. Nunca en la vida serías capaz de cometer algo tan vil como una violación.

— Tomé una oportunidad. — dijo la mujer, levantándose un poco, caminando con su desnudes hasta la gabardina del rey del Helheim, usándola. Cosa qué provoco enojo en él, ya que solo Qin podía usar su ropa de esa forma. — Tomé la oportunidad que se me presentó en sueños.

— ¿Sueños? — comentó Hades mirándola de golpe.

— Estaba tan devastada, volver a esa jaula de flores, estar atada a Deméter por toda la Eternidad, no ser más que un trofeo bonito que nadie puede tocar. Estaba asustada de que eso fuera mi vida, buscaba una salida, lo que fuera, Hestia estaba ayudándome, pero, una oportunidad se presentó frente a mí, en el reino de los sueños, Hypnos apareció dándome lo que quería.

Fue como una mecha en la mente de Hades, sentir la rabia subir de golpe al escuchar que un dios lo había traicionado. Y no solo traicionado, estaba haciendo un plan en su contra. Allí estaba la respuesta de todo, Hypnos controla a todos sus hijos, seguramente controló a Morfeo para que este no pudiera ver los pensamientos incriminatorios de los humanos, y Morfeo no pudiera avisarle de ello. Seguramente él igualmente estaba detrás de...

— ¡Shinigamis!

No importaba si comenzaba a sangrar, usaría sus poderes para evitar que esto continuara. Y así lo hizo, los Shinigamis aparecieron en su celda. Pero, había algo raro en ellos, sus ojos estaban cerrados. Estaban sus cuerpos despiertos, pero las mentes de sus dioses de la muerte estaban dormidas.

— Sabes, las personas subestiman a los sueños. — sonrió la diosa. — Tus Shinigamis te responden por la energía del Helheim, pero ni siquiera el Helheim, tiene autoridad sobre el reino de los sueños. Así que Hypnos me ayudó a mantenerlos así, dormidos y como marionetas que controlas. Sin poder decir nada, sin poder hacer nada, el control de los Shinigamis total.

— ¡Suéltalos!

— Oh por favor Hades, muchos de ellos son más como animales de mascota, no todos los Shinigamis tienen conciencia, solo te siguen como perros porque los alimentas de tu energía y comen las almas que haces llegar al Helheim.

— No hables así de ellos, son importantes, son fieles y nunca lastimarían a nadie a diferencia de una diosa que piensa que con todo esto me atará a ella.

Perséfone hizo una mueca a lo que Hades suspiró, lo sabía, Morfeo nunca pudo hacer nada, incluso aunque viera las mentes de los humanos en sueños, si Hypnos estaba detrás de esto, controlaba a Morfeo sin que se diera este cuenta, y bloqueaba las cosas que no quería que su hijo le comunicara a él. Eso respondía porque Hypnos no pudo evitar que los humanos tomaran el poder, pero, aún había una interrogante. ¿Por qué Hypnos le había traicionado?

— ¿Por qué?

— ¿Eh?

— ¿Por qué decidió ayudarte? ¿Qué fue lo que te dijo? — comentó el rey.

— ¿Cómo cae un rey, Hades? — sonrió la mujer viendo el rostro confundido y furioso de su ex esposo. — ¿Cómo un rey pierde su corona?

— ... ¿Qué diablos te propuso? — cuestionó con enojo.

— Un reino se trata de un juego, el rey tiene que demostrar ser un líder, porque ante el más mínimo error que cometa, se puede hacer de enemigos, y esos enemigos, pueden estar en cualquier lado, y puede ganarlos incluso por la más mínima cosa. Por ejemplo, un rey que rompió el castigo que un padre impuso a su hijo.

— ...

El rey del Helheim solo pudo apretar los dientes furioso. ¿Esto era por haber ayudado a Morfeo? ¿Era eso? ¿Era por volverle a dar un cuerpo físico? ¡No iba a dejar a Morfeo siendo arena para toda la eternidad! ¿Fue eso? ¿Solo fue por eso? ¡Imposible! Debe haber algo más, algo que no ha visto. Hypnos es testarudo y aferrado, pero esto supera cualquier cosa, él nunca les daría a los humanos el poder, aunque fuera solo por joderlo, él no lo haría nunca, los aborrece. Así que solo los ignora, es por eso que Morfeo se hace cargo del sueño humano, Hypnos simplemente no lidia con ellos. Entonces, ¿por qué? ¿Qué fue lo que hizo que el dios consideró una ofensa que lo hizo traicionarlo?

— Por tu rostro deduzco que te estas preguntando qué fue lo que rompió tu relación con él. Realmente fue tu actuar Hades, Hypnos en un punto dejó de confiar en ti, dijo que no actúas como lo haces naturalmente, que eres diferente, que no te conoce, siente que eres otra persona, por lo cual su confianza se esfumó, y lo único que quiere es acabar contigo antes de que te vuelvas un problema. — mencionó la mujer, montándose encima del rey, mirándolo de cerca. — No solo fue lo de Morfeo, desde que comenzaste este plan, dejó de confiar en ti. Para un dios como tú, el más confiable, supongo que es un golpe duro. Él me dio una oportunidad. Me dijo que me ayudaría en lo que planeara, si llegaba a tener una idea, me dijo que me apoyaría en todo. A decir verdad, sentí asco de que alguien te traicionara, nadie puede dañarte, Hades, te protegería por cielo, mar y tierra por toda la eternidad. Pero fue entonces, cuando tu puto humano llegó a mí.

— ¡No te atrevas a insultar a Qin! — gritó Hades, ante la sorpresa de Perséfone. — Él no tiene nada que ver en las malditas locuras que tú e Hypnos están planeando.

— Oh, mira, solo un pequeño insulto hacia él y te pones iracundo. Oh vaya. — dijo la mujer besándole la mejilla. — Extraño cuando reaccionabas así por mí.

— ¡Perséfone!

— ¡Vi una oportunidad cuando tu humano llegó a mí! ¡En busca de mi ayuda! Era todo lo que necesitaba. — dijo la mujer sosteniendo el rostro de Hades. — Solo necesitaba esa vulnerabilidad que tiene, y poderla manipular a mi antojo como lo he hecho estos últimos días. Mostrándome amable con él, ayudándolo cuando el maldito casi se suicida, haciendo y enseñándole lo que necesita, poco a poco logrando que me sonría con cariño y me considere alguien cercano. Tu reina esta frágil del corazón y mente debido a todo lo que pasó, así que antes de que vuelva a conectarse con él mismo, tenía que aprovechar esa grieta.

— No te acerques a Qin, voy a asesinarte si tratas de hacerle daño, no creas que este maldito collar va a detenerme.

— Va a detenerte. — sonrió la mujer. — El collar te matará antes de que puedas hacer algo.

— ¡Él vendrá a verme pronto! ¡Él dijo que vendría a buscarme!

— Lo sé, el tiempo corre y solo tengo una semana. — sonrió la mujer. — Pero, una semana es todo lo que necesito. Qin ha dejado de ser tu reina, ahora mismo se desempeña como el rey del Helheim, y eso es lo más estúpido que pudo hacerse.

— ¡Basta!

— Dejar de ser una reina, es el movimiento más estúpido que pudo hacer Qin Shi Huang. — sonrió la mujer, dándole un beso en la frente a Hades. — Un rey tiene limitado su movimiento, justo como tú ahora mismo. Eres el perfecto ejemplo de ello. Demasiada responsabilidad en tus hombros que apenas te dejan moverte, pero, una reina puede avanzar como desee, crear lo que quiera, y destruir sus estorbos. Qin Shi Huang, perdió en mi tablero al momento de dejar de ser la pieza de la reina y convertirse en un rey.

— ¡No te atrevas!

— La ley del Helheim acabará con él, ni siquiera tengo yo que intentar matarlo, él mismo se pondrá la soga al cuello.

— ¡PERSÉFONE!

— Según la ley del Helheim, todo aquello con sangre del gran Hades, rey del inframundo, rey de todo de este mundo, el Helheim lo venera sin discusión. Por ello al momento que Qin Shi Huang comió de las granadas, es que el Helheim ahora lo tiene protegido, más aún, cuando le cediste tú título, al punto que los Shinigamis responden a su presencia, los demonios se inclinan ante sus pies, los ángeles le tienen respeto, los pecados, los anillos del infierno, todo se inclina ante Qin Shi Huang. ¡PERO! ... Hay una manera de arrancarle todo, de golpe, y hacer que el Helheim deje de responderle, porque ese humano es tan estúpido en temas del inframundo, que no se da cuenta de los miles de reglas y contratos de este mundo.

Hades miró esos ojos verdes y comenzó a removerse iracundo, al saber que era lo que estaba pensando la diosa por hacer, haciendo que la balanza cambiara a su favor.

— ¡No te atrevas!

— Lo único que podría alterar realmente al Helheim, lo único que has cuidado meticulosamente a lo largo de tu existencia, es tener un heredero. — sonrió la mujer, ante la ira de Hades. — Por eso todos los dioses de la muerte pueden controlar si son estériles o no, que la muerte haga vida es un proceso sumamente delicado, la cantidad de poder y energía para romper su ciclo natural es lo que hace que los dioses de la muerte tengan una fortaleza única. Por eso nunca has tenido un descendiente hasta el momento. Ni siquiera yo fui digna del rey del Helheim, pero hay alguien con quien, si consideraste el volverte fértil, y volverlo fértil al mezclarlo con esa valkiria. Todo este plan, Hades, era para tener a tu heredero. Conseguiste al fin a un sujeto digno de ti, y creaste una locura a su alrededor...

— No rebajes mis sentimientos a algo tan animal como el de reproducirme. — interrumpió el rey del Helheim furioso, haciendo sus ojos completamente negros con ese violeta brillante. — Mi amor por Qin, nunca ha involucrado el que tenga un hijo mío. Lo amo por su mera existencia, él es mi todo.

— Pues tu todo, va a tener un hijo. — mofó la mujer. — Sabes, podría convertirme en hombre con ayuda de algunos dioses y cogérmelo para preñarlo. Pero por supuesto, eso no funcionaría, el Helheim sigue a tu control, y apenas está aceptando a Qin. Además de que el humano aún sigue asimilando a su valkiria, no tiene los órganos, ni el cuerpo aún de concebir. Sería una pérdida de tiempo. Pero... antes de que él descubra su propia esterilidad por ser un dios del inframundo, tengo que conseguir que ponga un bebé dentro de mí.

— ¡NO LO TOQUES!

— Tranquilo, no pienso realmente esperar que ese humano me embarace. Este es el plan, me tarde mucho en robar esto de Afrodita, pero una vez que te de este elixir, dejarás de protegerte y haré que pongas un bebé dentro de mí, después, haré creer a tu tonto humano que es de él, recibiré todos los mimos de él hasta el nacimiento de nuestro pequeño hijo o hija, y allí, cuando el Helheim vea nacer a un heredero. El mismo Helheim dejará de proteger a Qin, y protegerá al bebé, lo que me permitirá matarlo sin repercusiones. Serás de nuevo rey, yo seré tu reina, y viviremos felices como debió ser toda nuestra vida. Ahora solo queda hacer que ese idiota piense que me ha dejado preñada. Tendré que hacer el sacrificio de acostarme con él, pero no será fácil, en su alma y corazón solo existes tú, por lo cual, tal vez debería usar eso como ventaja... creo que es momento de que uno de mis venenos le provoque alucinaciones que se parezcan a ti, y amanecer en su cama esta noche. Así que, buena noche Hades, volveré para que acabemos el proceso y pongas tu semilla dentro de mí. Tranquilo, destruiré a Hypnos cuando llegue el momento, no será un problema cuando todo pase.

— ¡Él va a asesinarte si descubre que estas traicionándolo, esto es para destruirme, no para darme poder!

— ¡JA! — rio la mujer. — Descuida, se cuidarme la espalda.

La diosa le sonrió, vistiéndose y acabando por salir de su celda, mientras el rey del Helheim apenas podía comenzar a sentir sus piernas y dedos, el efecto estaba pasando, no podía hablar con los Shinigamis y estaba apartado de todos. No importaba, no importaba nada, sabía que su reina era listo, sabía que Qin nunca se dejaría engañar por Perséfone, él sabía que su reina haría un movimiento único que evitaría que un desastre ocurriera.

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Podía ver los movimientos de la diosa mientras preparaba los instrumentos para hacer la preparación de dicho té. Su hermano Nikola miraba atento haciendo las anotaciones de todo el proceso, mientras Hela les explicaba la preparación del té del árbol de granada. Primero, era fundamental entender, que no cualquiera tiene acceso al árbol de granada, y no responde de la misma forma a todos. En primer lugar, si Hela o Thanatos, por poner un ejemplo, querían tomar algo de él, el árbol no les respondía. La fruta se volvía polvo apenas se ponían en contacto con ella, las hojas por igual, como cenizas. Podían tocar el tronco, pero no era más que un árbol común y corriente a su toque.

En el caso de humanos, si Nikola Tesla lo tocaba, el árbol se volvía un árbol común, con la única diferencia que el humano ni usando su fuerza, podría arrancar un fruto u hoja de él. Es así como las granadas que crecen en él, están protegidas por el Helheim. No cualquiera puede intentar tocarlas, ni un dios, ni un humano, solo aquellos que el corazón de Hades elija como pareja, pueden acceder a él. Por eso Perséfone pudo tomar las granadas, y por supuesto, por ello Qin, pudo comer de él.

— Es sencillo, mi señor. — dijo Hela, que lucía dulce en ese mandil rosado con flores que le había conseguido Nikola, ya que tuvieron que improvisar algo para que la mujer no manchara su ropa, así que usar el mandil de Eva fue lo primero que se les ocurrió. — Ahora que ha recolectado algo de raíz y de hojas, colóquelo en el mortero. Hare el procedimiento con raíces y hojas de otro árbol para evitar que se hagan cenizas. Ya que, si yo intento hacer el té con mi mano, se arruinará.

— Entiendo, Nikola, toma nota, esto es importante. — sonrió Qin divertido, usando otro mandil de Eva, mientras el científico rió.

— Sigan el procedimiento, estoy haciendo anotaciones. — dijo Tesla jalando una silla para sentarse junto a ellos.

— Me siento en las clases de cocina con Jack y mamá. — dijo divertido el ex emperador, compartiendo una risa con su hermano. — Disculpa Hela, pongámonos serios, continúa.

— Bien, lo primero que debe de hacer, es aplastar y triturar la raíz hasta que suelte el jugo, en este caso, es sangre de Hades combinada con esencia del Helheim, es un líquido rojo, aplaste la raíz hasta estar seguro que le ha sacado lo suficiente, de esta forma. — dijo Hela mostrándole como aplastar el producto.

Qin sonrió, le recordaba a cocinar junto a Eva, o escuchar a Jack mientras le mostraba como hacer los mejores tés. Así lo hizo, aplastó la raíz sorprendiéndose del jugo que parecía más sangre que un líquido rojo, y el aroma que soltaba era algo parecido al aroma del azufre. Aplastó y aplastó hasta que en el pequeño mortero quedó la raíz flotando en el líquido.

— Bien, ahora puede retirar la raíz de allí. — señaló Hela. — La raíz le recomiendo que la devuelva a la tierra del árbol de Granada, servirá de abono y el mismo árbol la tomará de nuevo.

— Lo haré. — comentó Qin, retirando la raíz, colocándola en un recipiente. — ¿Cuál es el siguiente paso?

— Bueno, ahora, prepara la tetera, en ella, tiene que verter el líquido de la raíz, con un poco de miel y las hojas, haga el proceso natural que haría con cualquier té. Dejé calentar y listo, está listo para beber. El sabor realmente es agradable, al menos eso mencionó Lord Hades. Pero bueno, Lord Hades solía pensar que la tierra sabe bien, así que puede que su sentido del gusto este algo afectado.

— Es porque no tenía más que comer... — suspiró Qin.

— ¿Eh? — dijo Hela confundida. — ¿De qué habla?

— ¡Ah! No, nada, jajá, bromeo. — sonrió Qin. — Muchas gracias Hela, te debo una. ¿Hay algo que deba saber sobre este té?

— Si, solo debe tomarlo usted. No trate de compartirlo con nadie, en especial sus hermanos humanos. Una sola gota de ese té los pondrá en un estado peor al que usted vivió. La razón por la que sobrevivió es porque su alma está unida a la de Lord Hades, su protección, si uno de sus hermanos lo toma, al no estar unidos con el rey del Helheim, morirían en segundos. Sea muy cuidadoso, no deje que nadie se acerque o trate de hacer el té por usted. Ya se lo he dicho, solo usted puede tocar esto. También, no aparte la mirada del té nunca. El árbol de granada es un tabú en el Helheim, muchos demonios y dioses quieren tenerlo, aunque sea una muestra para estudiarlo y sacar de él el poder de Hades. No se los permita, proteja el legado de Lord Hades.

— ... Hipotéticamente, si un científico... uno muy bueno y confiable, uno que prácticamente ha hecho de mano derecha del rey del Helheim. — interrumpió Nikola de golpe, rascando su nuca, con algo de sonrojo. — Uno brillante que iluminó a la humanidad. Que ha llenado de tecnología el Valhalla, que incluso está desafiando el Helheim a su corta edad...

— ¿Te faltó humilde? — rio Qin.

— Y humilde, quisiera una muestra para analizar, ¿podría tenerla? — sonrió Nikola.

— No. — respondieron al unísono Hela y Qin.

Y después compartieron una risa. El ambiente en el Helheim estaba relajándose al igual que en el Valhalla, todo estaba tomando orden de nuevo. Y en la mente del emperador, solo esperaba por escuchar a los Shinigamis decirle que Hades quiere hablar y bajar al tártaro. Pero como prometió, si el rey no lo hacía, el bajaría en una semana y lo vería quisiera o no.

Solo un poco más de tiempo, y estaría juntos, incluso si el rey del inframundo se negaba. Porque, aunque quisiera, Qin Shi Huang tenía su corazón con él, y se había condenado a amarlo por toda la eternidad.

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Era algo difícil.

En un inicio, Shiva siempre estaba a su lado en caso de que tuviera alguna duda, lo ayudaba con cualquier cosa, desde la más grande hasta la más pequeña. Pero eso no era posible ahora. La última vez que se vieron, fue algo doloroso, ambos no se insultaron de ninguna forma, solo les dolía verse a los ojos. Shiva solo le dijo algo, además de pedir su perdón, le pidió dos cosas, cuidar del panteón indio y cuidar de su familia, en especial de su pequeño Ganesha.

"Raiden, eres un hombre bueno, eso siempre lo supe. Por favor, el panteón indio necesita el cuidado de alguien fuerte. Parvati, Kali y Durga, te ayudarán a sobrellevar las tareas, igual puedes pedir apoyo de Ruda. Y Ganesha es un niño pequeño, pero, es listo, sabrá cuando no debe molestarte, aunque seguramente quiera jugar todo el tiempo. Por favor, cuida a mi familia, es egoísta lo que estoy pidiendo, es lo más egoísta sabiendo lo que te hice, lo lamento, lo lamento tanto Raiden, no me opondré a lo que decidan, si he de sufrir la ira de los humanos está bien, que así sea, pero por favor, te imploro, dales el amor que no puedo darles ahora."

Había visto al dios llorar ante él, y sintió su corazón aplastarse.

Así que lo único que hizo en ese momento, fue lo que su corazón le dijo que hiciera, se acercó a él y simplemente le besó en los labios, para después acariciarle las mejillas. No dijo nada más, solo miró sus ojos para después suspirar y soltarlo. Aun no tenía las agallas de volver al tártaro. No cuando no tenía los pantalones para decirle lo que lo hizo sentir en ese momento, porque egoístamente, incluso viendo el daño que causaron los dioses a sus hermanos, lo único que quería Raiden escuchar de Shiva, era que se amaban. Porque era estúpido, ilógico, en cómo se había enamorado del dios, en cómo se moría estar con él.

Pero no podía, su familia era primero, lo mismo que con Shiva, y tenía que protegerlos, incluso si eso significaba ser infeliz.

— ¡Raiden!

Esa pequeña y linda voz la escuchó, haciéndolo salir de sus pensamientos mientras caminaba por las calles del panteón indio. Y entonces lo vio, al pequeño Ganesha correr hacia él con una sonrisa en el rostro, alzando sus manos, a lo que el humano entendió de golpe y cargó, dándole vueltas en el aire, mientras escuchaba la risa del pequeño, para acabar abrazándolo y llenarlo de besos.

— Raiden, hoy aprendí como conocer y ponerme en contacto con mi chakra. — sonrió el pequeño mirando al humano. — El tío Buda me enseñó.

— Eso es porque soy el tío más genial del panteón indio. — Sonrió Buda llegando y saludando.

Para Shiva la educación de Ganesha era importante, así que los dioses más importantes del panteón hindú, le daban clases de diferentes formas, por lo que Buda se había convertido en un maestro para el pequeño, y para que este perdiera un poco el miedo de hablar con extraños, Ruda le dijo que todos eran sus tíos, así que, si el pequeño pensaba que eran su familia, se veía más abierto a interactuar con los demás.

— De eso no hay duda. — saludó Raiden. — Gracias por seguir sus lecciones.

— No hay de qué, es un niño muy listo, será un mejor líder que su padre, eso es seguro. — rio Buda. — ¿Tú estás bien?

— Lo estoy, no te preocupes.

— Raiden. — sonrió Buda tomando una de sus paletas metiéndola a su boca. — Creo haber dicho que la única forma de encontrar felicidad, es hacerla, ella proviene de ti mismo. Tienes que liberar tu corazón y comenzarte a amar, sin importar nada, porque no importa en qué plano, en el cielo y en la tierra, solo tú debes ser el único honrado. Si sigues cuidando de los demás antes de a ti mismo, nunca lograrás cuidar de nadie.

— Es que...

— Ganesha.

El humano no pudo parar, porque vio a sus prácticamente tres esposas caminar hacia donde se encontraban. Las tres le saludaron, tanto a él como a Buda, a lo que Durga cargó a Ganesha. Las mujeres besaron la mejilla de Raiden, cuando este se inclinó, y después por respeto, dejaron que continuara su plática con Buda. No sin antes Parvati, sujetarle las manos.

— Gracias por cuidar el panteón indio en nombre de Shiva. — sonrió la diosa. — Pero, para dirigir un panteón, tienes que tener un corazón fuerte, Raiden, cada día tu corazón se hace débil, tienes que sanarlo. Lamento no poder ayudarte más en este camino, pero si sientes lo mismo que yo siento con respecto a Shiva, es momento de que ayudes a tu corazón a sanarse y dejes de retenerlo.

— ¿Cómo?

— Lo siento, cariño. — sonrió la mujer. — Esa respuesta solo puede venir de ti.

— ¿Por qué los dioses del panteón indio son tan autosuficientes e independientes y tan...?

— Te empujamos a lograrlo por ti mismo. — dijo Buda mordiendo la paleta. — Como la vida misma, no nos gusta endulzar las cosas.

— Así es, lo que dijo Buda. — rio la mujer. — Siento que ya tienes una respuesta, pero tienes miedo de decirla en voz alta. Relaja tu mente, piensa en ti mismo, se tú, eso es todo lo que necesitas para saber qué hacer.

La diosa acabó por sonreírle, acariciándole el pecho para después dejarlo con Buda. Era verdad, si tenía una respuesta a la interrogante que golpeaba en su mente una y otra vez, pero, tenía miedo de decirla, porque al momento de decirla, tenía que enfrentarse con sus hermanos. Y el corazón del Edén debe latir como uno, tenía que hablar con ellos, antes que nada.

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Estaba harto.

Desde eso que había ocurrido en la oficina de Zeus, estaba completamente harto.

No podía dormir, sus pensamientos y sentimientos eran un desastre, no sabía cómo controlar lo que sentía en ese momento, no podía, no sabía qué hacer, que decir, como ayudarse a sí mismo a salir de esta incertidumbre que su corazón había causado. Así que decidió ponerle fin a todo, cuando le pidió a Qin entrar al Helheim y su hermano se lo concedió. Cuando se abrió paso para que le dejaran entrar al tártaro y entró de golpe a la celda de los dioses, donde ignorando los comentarios de los demás, llegó frente a la celda de Zeus, mirando como el dios le miraba sorprendido.

— Gracias por ayudar con lo de mi hermano Qin. — dijo Kintoki mirándolo. — Sin tu rayo, y la forma en la que nos explicaste como usarlo, no hubiéramos tenido la energía que todos necesitábamos para hacer que funcionara todo. Gracias por eso.

— Kin...

— Antes de que digas algo, quiero decirte que sé que lo sabes, lo que pasó con Hera, y quiero decirte que no me arrepiento de nada. — sonrió el humano con malicia. — No me arrepiento porque al menos, por solo un puto momento, te pude hacer sentir una minúscula parte de lo que tú me hiciste sentir a mí. Porque a diferencia de ti, yo... yo si... yo...

— Kintoki...

Se gritaba en sus adentros, se suponía que solo iba a burlarse y reírse, pero su corazón le ardía, y su voz estaba comenzando a romperse. ¡Maldita sea! El amor apestaba para el humano, no podía creer lo que estaba sintiendo.

— No, espera, déjame terminar. — se quejó el humano apretando los labios viéndolo. — Sabes, todo lo del amor me es irrelevante. Nunca me interesó, no es que sea asexual o algo así, o un ser sin sentimientos, solo que nunca me interesó tener una pareja, tengo otros intereses, me gustan muchas otras cosas, tener una pareja era algo que si llegaba estaba bien, y si no, estaba bien igual. No era algo fundamental en mi vida, por eso cuando me elegiste aquel día, realmente no me importó, si lo que tenía que hacer para proteger a mis hermanos era solo estar a tu lado, era un trabajo simple que podía hacer. Pero... el problema llegó cuando comencé a sentir cosas por el más grande bastardo del cosmos.

— ¡Grítalo, patrona! — dijo Loki. — ¡Dile sus verdades!

— Al fin lograrán que quite ese rostro idiota que siempre tiene. — suspiró Susanoo.

— A decir verdad, me alegro, eres un bastardo inútil. — comentó Poseidón.

— ¡¿Quieren callarse?! — gritó Kintoki. — ¡Estoy hablando de manera privada con el estúpido de mi esposo!

— Aun te considera su esposo, es un avance. — dijo Beelzebub estirándose en su celda.

— Maldita sea, Zeus, eres un egoísta, sátiro, narcisista, orgulloso... — Kintoki comenzó a lagrimear, apretando los ojos para tratar de aliviarse. — Joder eres todos los malditos males en persona. Tú tratas a todos como un maldito adorno o un consolador, no hay más. No hay más que tú en tu tonta y estúpida mente, así que me alegró dañarte en tu orgullo, porque al menos sentirías una pizca de lo que yo sentí al saber que solo me manipulabas, y joder, yo lo sabía, no sé qué diablos esperaba al tratarse de ti. Y, aun así, no te odio, solo mi estúpido corazón te sigue queriendo. Así que al carajo todo, el amor es una maldita maldición, ódiame todo lo que quieras, ya no me interesa, si sales de estos barrotes y vas a matarme por tocar a Hera, no me importa, al menos te daré una pelea que puedas presumir, y tener en tu colección de trofeos de nuevo.

— Kintoki. — dijo Zeus mirándole.

— ¿¡Qué!? — gritó el humano limpiando sus mejillas. — ¿Vas a decirme cómo vas a matarme? ¡Hazlo! Porque ni creas que será fácil, yo primero te mato antes que tú a mí.

— Luces hermoso. — dijo el dios mirándolo con cariño. — Luces más hermoso de lo que recordaba. Moría de ganas de verte, no se lo dije a tu hermano, no quería sonar patético, pero, estaba olvidando tu rostro, olvidando los lunares que tienes cerca del cuello, el pequeño lunar que tienes en la clavícula, quería verlo.

— ¿Eh? ¿Qué dices? ¿Por qué no estas gritándome? ¿O tratando de castigarme? ¡Deberías odiarme! ¡Toqué a Hera!

— No te odio, nunca lo haría. — sonrió Zeus. — Sakata Kintoki, eres el único en todo el maldito cosmos que se atrevió ser mi pareja sin siquiera dudarlo, o sentir miedo o asco. Desde el inicio, siempre me respetaste, y me quisiste con el paso del tiempo. Me escuchaste, quisiste ayudarme y estar pendiente de mí. Kintoki, nunca en la vida había sentido amor de esa forma. Quitando a Hades de por medio, nunca nadie había mostrado un amor sin intereses, sin nada obligado, sin nada más que solo amor puro queriéndome por lo que soy, es por ello, que no me importa que ocurrió, no me importa si me odias, no me importa si me dejas. Lo comprendí, la razón por la que sufro tanto por tu ausencia, es que a pesar de que decidas seguir tu camino sin mí, yo nunca podría dejarte, te amaré toda la eternidad, estés a mi lado o no.

— Pero... yo...

— Nada de lo que hagas va a cambiar mis sentimientos por ti. — sonrió Zeus. — Eres lo único que quiero. Puedes colgarme con cadenas de oro desde el cielo, y me quedaría allí esperando a que fueras por mí. Tal vez suene asqueroso viniendo de mi parte, y lamento si eso te causan estas palabras viniendo de mí, pero, te amo, te amo Sakata Kintoki.

El humano solo se quedó pasmado, comenzando a lagrimear sin poder hacer nada más que mirar al dios. Para acabar por acercarse y acariciarle el rostro. Zeus en su versión joven era mucho más alto que él, así que tuvo que ponerse algo de puntas para lograr alcanzarlo, solo sintiéndolo, y después no decir nada, solo pegar sus frentes a través de los barrotes.

En ese momento era lo único que ambos necesitaban.

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No podía creer lo mal que lo estaba haciendo.

Desde que había tomado el lugar de Odín, se dio cuenta de lo malditamente complicado que era mantener los 9 mundos. Estos jodidos planos existenciales trataban de conectarse con él, y su mente humana no podía soportar la información de ni siquiera uno. Era demasiada información que sus neuronas se harían polvo apenas intentaran procesarla. Su mente era como un computador con una memoria estándar, a la cual se querían conectar servidores tan pesados que de milagro no explotaba.

Y eso estaba causando demasiados estragos, ya que los 9 mundos al no poder recibir la conexión de alguien fuerte, estaban causando que no pudieran alinearse, y, por ende, el panteón nórdico estaba bajo de energía.

Escuchó la puerta abrirse de la sala donde se encontraba, pero decidió ignorarla. Realmente no tenía tiempo para nadie, solo quería estar solo para entender cómo podía solucionar su mente tan difusa. Porque en el fondo, sabía que realmente no era su principal preocupación los 9 mundos, había algo más que no quería decir en voz alta.

— Veo que aun tienes muchos problemas con la conexión de mundos. — comentó la diosa Frigg, ex esposa de Odín, una mujer bella, de carácter fuerte y a la vez dulce, acercándose a él. — Es muy difícil ser el líder del panteón nórdico. Te lo había comentado desde antes.

La diosa Frigg, la ex esposa favorita de Odín, había sido una gran guía y ayuda con mantener el panteón nórdico en orden, más cuando la mayoría de dioses se oponían a él. Si no fuera por ella y por Thor, hubiera sido una masacre, pero, supo imponerse y ahora todo estaba yendo de maravilla, o al menos así le hacían creer a todos.

— Solo necesito volverme más fuerte, lo lograré. — dijo el humano mirando a la diosa.

— Leónidas, si me permites hablar, creo que eso no es lo que te está molestando.

— ¿Eh? — dijo algo molesto el rey. — ¿De qué hablas?

— Estos últimos meses hemos sido compañeros, te he enseñado del panteón en nombre de nuestra gente. Somos conocidos que se volvieron colegas.

— ¿A dónde quieres llegar con esto?

— Que, como tú, que aprendiste que me gustan las frambuesas frescas y me regalaste hace unos días una canasta llena de ellas, que, por cierto, te agradezco de nuevo. — sonrió la mujer. — Yo aprendí que esto sobre el panteón nórdico sin la suficiente energía no es lo que te molesta, no eres idiota, sabes que no tienes la fuerza de un dios, y ya has encontrado algo de solución a ello, solo que no tienes aún las agallas de decirlo en voz alta.

— Se cuidadosa con lo que vas a decir ahora, Frigg. — dijo el espartano levantándose.

— No le tengo miedo a Esparta, así que te lo diré a tu cara, como debe hacerse siempre. Lo que te mantiene estresado y preocupado no es el panteón nórdico, o hacer un buen trabajo, lo que te tiene así es porque estás preocupado por Odín. Y tú y yo sabemos que es lo que te preocupa de él.

— Pudiste decir cualquier cosa, y decidiste decir estupideces.

— Sigue mintiéndote a ti mismo, Leónidas, como tu amiga solo te apoyaré, pero, deja de hacer todo este teatro y solo acéptalo.

— Nunca en mi vida había tenido ganas de golpear una mujer, pero tú me estás poniendo al límite.

— Inténtalo, siento que tu rostro bonito va acabar estampado en el suelo, antes que el mío. — sonrió la diosa poniendo una posición de combate. — Escuché que las mujeres espartanas son de carácter fuerte y con fuerza descomunal. Pero las nórdicas somos fuertes y salvajes, quiero ver si puedes con una. Inténtalo, vamos, trata de golpearme, rey espartano.

— ... Mierda, solo déjame solo. — comentó el espartano molesto y con algo de sonrojo, no tenía idea porque eso le dio un golpe de excitación. Ah, estaba condenado, le gustaban demasiado los tipos o tipas que son unos hijos de puta que no se dejan de nadie.

No necesitaba escuchar más a Frigg, no quería que le recordaran lo que pasaba en su mente, porque era claro lo que tenía. Así que decidió salir y vagar por los pasillos, no quería seguir esa plática.

Desde que Odín le contó sobre sus jaquecas, no podía dejar de pensar en ello, en como el collar le suprimía los poderes, entonces, debe estar torturándose a cada hora al no poder mantener su mente serena. Le pesaba pensar en que, en algún punto, Odín podría estar sufriendo una tortura constante.

Siguió su camino, se relajaría en los jardines nórdicos un rato antes de ir a entrenar con su ejército, pero, entonces lo vio. Estaba de rodillas sosteniendo su cabeza mientras Shinigamis y miembros de su ejército lo rodeaban. Si, el gran Odín, haciendo una expresión fuera de su rostro estoico normal, sin poder controlar el dolor, mientras los 9 mundos al tenerlo en tierras nórdicas, trataban de conectarse desesperadamente con él, provocándole un dolor agudo.

— Mi rey, lo lamentamos, ya nos llevábamos al dios Odín de regreso al tártaro, pero...

— ¿Cuánto tiempo lleva aquí? — dijo Leónidas mirando preocupado a Odín.

— Tarda alrededor de 3 horas en completar su trabajo y de allí regresa a su celda.

— Quiero que me dejen con él, ahora, váyanse a cuidar otro lugar, es una orden, tanto para ustedes como para los Shinigami.

— ¿Qué? — sus hombres le miraron sorprendidos. — Pero...

— ¿Acaso están desafiando una de mis órdenes?

— ¡No, mi rey! — dijeron todos al unísono, retirándose, llevándose a los Shinigamis con ellos.

Solo pudo ver el rostro pálido de Odín mientras pensaba que su rostro joven le gustaba, pero igual le encantaba más su rostro maduro, le pediría que regresara a ese cuando todo esto acabara. No dijo nada, solo acabó por sentarse a su lado, donde el espartano acercó su mano al collar, y usando el control dado por Nikola, se lo quitó, liberando al dios supremo, que poco a poco, jadeante, quedó recostado, aliviado del dolor, mirando hacia el techo. Mientras el espartano encendía un cigarrillo, comenzando a relajarse a su lado.

— Gracias...

— No me agradezcas eso, idiota. — comentó Leónidas.

— Hijo de puta, te estoy dando las gracias, al menos acepta eso.

— No aceptaría nada de ti solo para hacerte sentir mejor.

— Idiota...

— ... te extrañé. — comentó Leónidas. — tu presencia insoportable hace falta aquí. Veré que puedo hacer para que el collar no te bloquee tanto e impedir que ese dolor te impida vivir. Lo lamento, has soportado más de un mes así. Ahora entiendo porque le pediste ayuda a Zeus para escapar, no querías imponer tu voluntad, solo querías ser libre del dolor que el mismo panteón nórdico te provoca. Eso te pasa por ser tan poderoso, hijo de puta. Mucho poder incontrolable es lo que te provoca eso.

— No tengo idea de que acabas de decir, mi mente dañada solo alcanzó a oír "te extrañé." Y solo con eso me quedo por ahora. — suspiró Odín. — Yo también lo hice, te extraño cada día.

El rey sonrió a la nada, soltando el humo de su boca, quedándose a lado del dios supremo que comenzaba a recobrar su color, relajando su mente, sin intentar escapar de Leónidas o algo parecido. Era un momento donde ambos dejaban su acto y simplemente respiraban la paz del lugar.

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No sabía qué hacer con los regalos a este punto.

Había llevado la mitad de ellos a casa, en especial los regalos que eran para Carelia. Si era un regalo que su bebé disfrutara con gusto los aceptaría. Pero esto ya era demasiado. Cuando estaba en el palacio de Apolo, apenas Adam lo dejaba solo por un rato, aparecía Eros saludándole, y ofreciéndole diferentes regalos, además de quedarse para platicar con él. Admitía que era un tipo encantador, sabia como hablar y era divertido, pero realmente ya le estaba cansando verlo diario.

Pensó que al no mostrar interés el dios lo dejaría en paz, pero no fue así. Por lo tanto, lo estaba obligando a ser directo, y en este caso, había recordado que Lü Bu le había dicho que cuando era directo era demasiado frio, como la nieve, a lo que le dio gracia al recordar sus memorias y si, su vida siempre ha estado relacionada con la nieve.

— Eros. — dijo el finlandés mirándolo. — Me has hecho reír mucho, ha sido una plática agradable.

— ¿Sí? — sonrió el dios alado. — Me alegra que disfrutes tu tiempo conmigo, es un honor, príncipe.

— Quiero decirte algo. — comentó el humano poniéndose enfrente del dios, mirando hacia arriba para mantener contacto con su mirada. — Primero, quiero agradecer los detalles que has tenido conmigo, me han gustado, pero me gustaría que pararas. Los regalos no son necesarios, y nunca te los he pedido, por favor, deja de dármelos.

— Es que quiero consentirte. — dijo el dios. — ¿No crees que es normal querer consentir a la persona de la que estás interesado?

El finlandés pudo sentir la mano del dios en su cintura. A decir verdad, le gustaba el atrevimiento que se había dado, tenía agallas, pero, no le interesaba, sus manos sin el efecto del alcohol se sentían raras en su cuerpo, el calor que le brinda no era de su agrado. Tal vez Artemisa tenía razón, y simplemente no le gustaba el contacto físico, menos el sexual.

— No lo hagas. — respondió el humano. — Segundo, quiero que me dejes en paz, si quieres una amistad, podemos tenerla, pero no estoy interesado en una relación romántica o sexual. En la fiesta, como sabrás, estaba haciendo mi parte en el plan de mis hermanos para desenmascarar a los dioses, por lo cual me mostré más abierto en ella, pero ese no es mi verdadero yo, solo una versión ebria y loca de mí que tuve que hacer para que funcionará todo. Eres atractivo, carismático y siempre me has tratado con respeto, así que quiero tratarte con el mismo respeto y rechazarte de manera formal. Necesito que me dejes en paz sobre este tema, lo lamento, pero tú amor no es compatible con el mío, no es el complemento de mi casi inexistente interés por él.

— Simo...

— Ahora mismo he acabado mis tareas, y me voy a casa. — respondió el humano. — Estaré aquí mañana, y si tienes algo para decirme puedes hacerlo, te escucharé como tú me escuchaste ahora. Pero ya me he terminado la poca energía social que me queda, y quiero estar solo. Hacerme hablar tanto debería ser crimen de estado.

— Okey, lo entiendo. — dijo el dios soltando una pequeña risa. Simo era gracioso sin quererlo. — Lamento haberte molestado, pero me alegra haber transmitido mi interés hacia ti. Quiero que seamos amigos, y si quieres un día cambiar eso por algo más, quiero que sepas que estoy dispuesto a ello.

— No me molestas, solo que quiero dejar las cosas claras desde el inicio. Ten una linda tarde, yo igual quiero seguir siendo tu amigo, con permiso.

El finlandés se notaba cansado, se sentía un poco mal al decirlo de esa forma, pero era lo mejor para evitar malos entendidos con Eros. Así que caminó para tomar su mochila, su padre le dijo que lo esperaba para comer, así que debía apurarse y ayudar, Adam le había confiado el ya no esperarlo y dejarlo que se tomara el tiempo en acabar sus deberes y aunque llegaban juntos, salían a horas diferentes.

Pero, por un momento algo lo cautivó.

A lo lejos escuchaba una melodía suave, si, era el sonido de un piano. Trataba de recordar si Artemisa estaba en el palacio, pero recordaba bien que le había mencionado que hoy estaría con el grupo de mujeres, así que no podía ser ella. ¿Un intruso? Pensó de nuevo, mientras se acercaba e iba preparando su rifle, que, tenía balas divinas, dadas especialmente para protegerse en caso de emergencia, capaces de dañar a un dios.

Era el templo de Apolo, ningún dios debería estar merodeando su hogar, así que no iba a dejar a alguien estar tocando las cosas del dios sin el permiso de este. Aunque tocara una hermosa melodía.

Pero, se sorprendió al abrir la puerta con discreción, y ver al dios Apolo en el piano, comenzando a tocar. Al parecer había terminado su trabajo obligatorio, y por como los Shinigamis estaban alrededor de él con miembros del ejército de Lü bu, parecía ser que el dios había pedido un momento para tocar. Simo acabó por entrar en la habitación con discreción, escuchando la melodía hermosa que salía de la mano del dios, hasta escuchar la última nota, donde sonrió.

La melodía se sentía como una suave brisa de invierno golpeando su rostro. Le recordaba la nieve y su vida pasada. Le recordaba estar jugando con Carelia, el seguir a su capitán Aarne por la nieve, donde veía al rubio caminar y él tenía ese sonrojo en las mejillas. Abrió los ojos, oh, si había sentido atracción por alguien antes, solo que nunca lo dijo y realmente nunca le puso atención a ese sentimiento. Era cálido, y mantenía su cuerpo tibio en el frio invierno de Finlandia.

— ¿Simo? — dijo Apolo notando su presencia. — Ah... lo siento, pedí que me dejaran un momento, no se suponía que tenía que estar aquí cuando tú estás.

— Es una melodía hermosa. — respondió el humano, ignorando lo que había dicho Apolo. — Me relaja, me hace sentir en Finlandia de nuevo, me hizo recordar a cuando sentí atracción por alguien.

— ¿Eh? — dijo Apolo frunciendo el ceño. — ¿Qué? No hables del hombre que te conquistó ante mí.

— ¿Por qué piensas que es un hombre? Pudo ser una mujer.

— Oh por favor, claro que no.

Simo acabó por girar los ojos y soltar una pequeña risa. Cosa que hizo que su cubre bocas se desacomodara y el rápido lo acomodara en su lugar. Apolo suspiró, sabía que, si se acercaba, los Shinigamis y el ejército intervendrían, así que decidió hablar.

— No deberías esconder más tu rostro con eso. — dijo Apolo. — Esa cicatriz es parte de ti, y es hermosa, todo lo que te conforma es hermoso Simo, porque todo te moldea y te convierte en lo que eres ahora. Eres hermoso porque te conoces a ti mismo, sin miedo a nada, sabes lo que quieres. — Sonrió el griego. — En cuanto a la melodía, aún no está acabada, pero me alegra que te hiciera sentir algo, yo, pedí esta oportunidad para volver a conectarme conmigo y volver a reconocerme.

— Dado que no he escuchado una estupidez salir de tu boca en esta pequeña plática que hemos tenido, creo que lo estás logrando. — dijo el humano, retirándose el cubre bocas. — Me gusta más este Apolo. Es el que detectaba algunas veces en los mensajes que me enviabas.

— ¿Te gusta como soy? — dijo el griego mirándolo.

— Claro que me gusta, es imposible no sentirse atraído a una persona que demuestra lo que es conocerse a sí mismo y deja de ser un idiota.

El griego enrojeció sus mejillas, mientras el finlandés sintió algo de sonrojo en las suyas, era curioso las cosas que ocurren con una mente tranquila, ves cosas que no ves a primera vista, eso pensaba el finlandés. Acabó por despedirse, y regresar a casa con su rifle en la espalda. Sintió la necesidad de cubrir de nuevo su rostro al salir del palacio de Apolo, pero, las palabras del dios griego resonaban en su mente, así que, decidió que no iba a ser el fin del mundo si regresaba sin él, al menos por ese día.

La brisa golpeando su rostro se sentía refrescante, eso le encantaba.

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Desde que se había hecho un dios del Helheim, esa era la primera vez que salía de él, pisando de nuevo el Edén. Esta vez no estaba visitando a su familia, sino, quería visitar a alguien cercano a sus sentimientos. Así que decidió visitar a su ex harem, en busca de una charla, pero no esperó ver lo que vio. El hogar donde Vivian las chicas estaba modificado, era más grande y lucia muy acogedor, como un verdadero hogar. Ya no era algo del estilo del emperador Qin Shi Huang, sino tenía un toque femenino, uno cálido, uno que le gustaba.

Tocó la puerta y para su sorpresa, fue Fei quien la abrió. No habían hablado desde el incidente cuando supo la verdad, así que la mujer no pudo resistirse y acabo por abrazarlo con cariño. No se dijeron mucho, quedaron abrazados a lo que la mujer le invitó a pasar, y platicaron normalmente, hablaron de su vida pasada, de lo que recordaban ambos ahora, a lo que Qin igualmente le contó los cambios en su cuerpo, de cómo ahora era parte del Helheim. Por supuesto que Fei le regaño al ser tan descuidado como para matarse en busca de poder, pero que no le sorprendía viniendo de él.

— Es un lugar acogedor el que has construido, Fei. — comentó Qin. — Es hermoso, no sabía que tenías talento de esta forma.

— Qin. — sonrió la mujer. — Nunca lo hubieras conocido de no ser por esta nueva vida.

— Okey, estoy comenzando a sentirme atacado. — rio el emperador. — Pero vamos Fei, ¿no te sientes enojada de que nos quitaron las memorias?

— Siendo sincera, cariño. — dijo la mujer mirándolo. — No, en absoluto.

— ¿Qué? — comentó el emperador mirándola confundido.

— Lo único que me dolía era que te habían lastimado, fuera de eso. Qin, en mi antigua vida, no era más que algo de tu propiedad, mi trabajo no era más que adorarte, tener a tus hijos y "vivir" una vida "feliz" a tu lado, junto a muchas mujeres más. No tenía un propósito real además de ese, tú eras un hijo de puta, un verdadero hijo de puta que nadie podía tocar. Eras como Poseidón.

— Oh dios, no puedo creer que caí tan bajo. — dijo Qin con disgusto. — Yo lo siento, Fei. Por todo lo que hice en mi vida original, me merezco el repudio de todas las almas que perecieron bajo mi mano.

Eso era otra cosa que no dejaba su mente tranquila. El solo recordar su vida pasada y todas las atrocidades que hizo. Se suponía que debía haber tomado el camino de Hades, que incluso con la horrible vida que él había tenido, tenía que evitar que cualquiera de su pueblo sufriera de esa forma. Ser lo que es ser un rey, un verdadero rey, pero no lo hizo, acabo destruyéndose y corrompiéndose con el paso de los años.

— No te culpo, hiciste lo que tenías que hacer, y el pasado es el pasado. Pero, incluso cuando no era más que una incubadora. Me alegra haber estado a tu lado.

— ¿Eh? — confundido expresó el emperador, saliendo de sus pensamientos.

— Gracias a eso, Hades me trajo aquí contigo, y mira lo que estoy logrando por mi cuenta. — sonrió la mujer emocionada. — Estoy estudiando medicina, me va muy bien, además que estoy aprendiendo más idiomas, y, el hogar, decidí hacerlo crecer para que sea un lugar seguro para mujeres y hombres que necesitan ayuda. Quiero ayudar a las personas, siempre me ha gustado, es por eso que me gusta cuidar a las chicas. — rio la mujer. — Me siento capaz de lograr todo, tan libre e independiente de cumplir mis propios objetivos, dios, de tener la libertad de tener objetivos, metas, sueños. Ya no soy la concubina o la emperatriz de Qin Shi Huang. Soy Fei Liú, dueña de la futura clínica de ayuda en el Edén. Quien tiene hermosas hermanas que tienen sueños por sí mismas, que las apoyará y las verá crecer para ser lo que ellas siempre han querido. No sé cómo decirlo, me siento al fin libre de ser propiedad de alguien. No quiero decir que odié ser parte de tu harem, solo digo que, al fin soy más que solo ser algo tuyo, tengo una identidad y la amo, Lord Hades en sus engaños, logró algo bueno, y creo que es eso, darnos la libertad de ser nosotros.

El emperador solo pudo sonreír mirando a la mujer, viendo como se le hacían hoyuelos al sonreír, como sus ojos brillaban, como su cabello lucía sensacional, como se volvía más hermosa al hablar de sus metas. Solo podía sonreír al verla tan feliz.

— Fei, nunca te habías visto más hermosa, que cuando hablas de tu crecimiento y tu felicidad. — sonrió Qin. — Me alegra que seas feliz, que todas sean felices.

Solo pudo sentir los brazos de la mujer alrededor de él, mientras en su forma, se despedían de todo, de su pasado y de su relación, para evolucionarla a un punto donde ahora solo era amistad. Era lo mejor, siempre se han tenido el uno para el otro, y eso seguiría igual, pero era tiempo de enterrar el pasado, y crecer como los buenos amigos que son. Aquella mujer tan fuerte y valiente, delicada y poderosa, tenía que soltarla y dejarla crecer, todos tenían que construir su propio camino.

— Qin, ¿puedo preguntarte algo?

— Claro.

— ¿Has llenado el vacío que sientes?

— Realmente estoy perdido. — comentó Qin. — Le dije a Hades que aclarara su mente, y que me contactara, no le daré más que una semana. Si no me contacta yo iré por él. Fei, no sé qué es lo que quiere mi corazón, mi mente. Ya soy rey del Helheim, y aun así estoy vacío. Creo que cambiaría todo por volver simplemente a estar de nuevo en esa silla, recargado en mi esposo, solo relajándonos en un lugar tranquilo, sin que nadie nos moleste. Pero al mismo tiempo, siento que soy egoísta, sin pensar en el daño que les provocaron a mis hermanos, a los humanos en general, y que, realmente no castigue a los dioses como merecen.

— Siento que tienes que volver a conectarte contigo mismo, Qin. — dijo la mujer. — Tienes que tomarte un tiempo para volver a recordar lo que eres, y tómalo como un consejo, pero, creo que es tiempo que, si quieres volver a ser tú, vayas con la mujer que te hizo reaccionar y te volvió el emperador Qin Shi Huang, aquella que te dio seguridad, aquel Qin antes de caer en la locura, tienes que ir con Chun Yan.

El emperador sonrió, para después asentir. Fei tenía razón, en este momento, aunque le doliera, Eva ni Adam podían ayudarle, la única que podía hacer que su corazón se reconectara con él, con su verdadera esencia, era aquella mujer que le protegió hace siglos atrás, y que daría su vida por él.

Necesitaba a su madre, Chun Yan.

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Caminaban juntos de regreso.

Había sido encantador conocer los mares en el panteón chino, había hecho amigos, y Anfitrite le había presentado muchas personas. Caminaban por el palacio, donde Kojiro le había ofrecido a la diosa quedarse a dormir. Había hecho que prepararan una recamara para su invitada. Incluso, la cargaba en su espalda, mientras tenia los tacones de la diosa en su mano, bromeando mientras estaban por los pasillos.

— No tienes que hacer esto, Kojiro. — rio la mujer. Se había cansado de dichos tacones, y el espadachín le había cargado mientras la llevaba con él.

— No es problema, mi madre igual se cansa con ellos a veces, y solemos cargarla. No quiero que te lastimes tus pies, no es bueno. — sonrió el samurái siguiendo su camino. — ¿Te gustaría un pequeño snack antes de dormir? Sé que ya cenamos, pero, algo pequeño no hace daño a veces.

— Si quieres hacer que rompa mi dieta, lo has conseguido, si tengo antojo de algo más.

— Bien, entonces rompámosla juntos.

— Eres muy encantador. — sonrió la diosa, disfrutando en recargarse en la espalda del japonés.

La espalda del samurái era cálida y ancha, tenía un cuerpo hermoso, lo podía sentir, además la trataba con tanta delicadeza y respeto que sentía que su corazón reventaría de tanta atención. Solo podía ocultar su sonrojo mirando los adornos y la profundidad de los mares por los ventanales. Cuando comenzó la amistad con Kojiro, solo quería asegurar que no le quitaran el título de algo a sus hijos, tenía miedo del humano, pero, solo con su sonrisa le hizo ver que no había ningún peligro.

Kojiro era esa clase de persona, que te daba seguridad solo con verlo, que se metía en tu corazón por como lograba escabullirse en las profundidades de los mares para alcanzar un lugar en él.

— Espérame aquí, ahora vuelvo. — dijo Kojiro de golpe, sacándola de sus pensamientos.

— Sí, sí, claro. — respondió rápido la diosa.

El humano había dejado a la diosa en un pequeño sofá de una de las salas, con sus zapatos, para ir por alguna botana en lo que la mujer se relajaba, pero, en el momento en el que el humano se retiró, fue cuando se vio rodeada de diferentes ninfas de golpe. Ninguna le miraba con buenos ojos mientras la diosa se encogía de hombros.

Sentía pequeños flashbacks, realmente cuando salió del palacio de su ex esposo, no había sido de la mejor forma, y su gente le tenía rencor, ya que, al provocar a Poseidón, no solo ella acabó por sufrir las consecuencias, todas sus ninfas a cargo de su cuidado habían sido castigadas, que eran las mismas que estaban frente a ella.

— Anfitrite, tienes agallas por seguir mostrando tu rostro aquí, ¿qué haces tan cerca de nuestra reina? — comentó una de ellas, con una cicatriz cruzando su rostro, lo sabía, había huido cobardemente y las había dejado atrás, tenían todo su repudio, lo merecía. — Poseidón te echo de aquí, no me digas, ¿intentas volver a tener la corona al ofrecerte a nuestra reina? Que descaro de tu parte. Nuestra Reina no necesita a una cobarde como tú en este hogar.

— No estoy haciendo eso, Kojiro es mi amigo. — dijo la diosa avergonzada.

— ¿Kojiro? ¿Cómo te atreves a hablarle tan casual a la reina de los mares? — dijo otra de ellas. — Aprende tu lugar, no eres más que un accesorio de los dioses supremos. Recuerda lo que Poseidón te dijo que hicieras, solo se sumisa y mantente callada en todo momento. Ya que cuando abriste la boca fue cuando fuiste desterrada de aquí. ¿No lo recuerdas? En como abriste la boca e hiciste que todos pagáramos las consecuencias mientras tu huías sin importarte nada. Dejándonos a la merced de él.

— Déjenme en paz.

— Tú, haciendo una escena de celos al ver a tu esposo en la cama con otras mujeres. — dijo la ninfa. — Aún recuerdo el sonido de la bofetada que te dio Poseidón para después desterrarte de aquí. Te quitó tu título, tu corona y a tus hijos los apartó de ti, ya no deberías estar aquí, no intentes aprovecharte de la amabilidad de nuestra reina. Él necesita una pareja fuerte y valiente como lo es él. No a una reina que abandona su pueblo para proteger su propia cabeza.

La diosa apretó los puños mirando a las ninfas, pero antes de decir algo, antes de gritarles lo que tenía en mente, una voz interrumpió toda esa discusión.

— Lo que hizo Poseidón, merecía un reclamo de Anfitrite. — dijo Kojiro, entrando en el lugar, haciendo que todas las ninfas se arrodillaran. — Las acciones que hacemos a veces rompen lo que se espera de nosotros. Anfitrite se equivocó al dejar a su pueblo atrás, Poseidón se equivocó al pensar que podría seguir atormentando a su pueblo de esa forma. Mi esposo está pagando su karma en el tártaro por todo lo que hizo, Anfitrite lo está pagando al ser desterrada de los mares, alejada de sus hijos, y sin un título como diosa. No podemos cambiar el pasado, lo único que podemos hacer es aprender de él.

— Mi reina... — dijo la ninfa apretando los puños. — Fuimos fieles a ella y... nos dejó detrás...

— Entiendo el dolor, pero el dolor no se repara con violencia. — dijo el samurái, acercándose a la ninfa, tomando sus manos y haciendo que dejara de arrodillarse, para acabar por limpiarle las mejillas y acariciarle el cabello. — Es momento de comenzar a sanar, ya no eres una ninfa que tiene que arrodillarse, eres fuerte, cuidas a todas y me ayudas mucho con mantener el orden aquí, incluso Proteus lo reconoce. Gracias por seguir siendo tú, incluso después de todo lo malo que ha pasado.

Kojiro no se esperaba que la ninfa le abrazara, pero solo acabó por sonreír abrazándola de vuelta. Realmente ni siquiera había que preguntar por qué todos los habitantes del mar estaban encantados con su reina. Kojiro era ese sol que llegaba a lo profundo de los mares y veían felicidad en sus vidas gracias a él, al terminar con la era de la tiranía.

— Mi reina... lo siento...

— Está bien, está bien. — sonrió Kojiro acariciándole el cabello. — El primer paso es reconocer tu error, y después solo queda pedir disculpas. Todos merecen respeto, y es lo correcto para seguir avanzando.

La diosa solo pudo mirar al samurái, incluso no escuchaba las disculpas de las ninfas, ya que, era la primera vez que alguien había hecho algo por ella de esa forma. Los dioses de los mares suelen ser algo reservados ya que cargan el mar en sus adentros. Los mares son tan profundos que suelen provocar en ellos cambios en su personalidad, los vuelven serios y retraídos a otros, ya que nadie puede llegar al fondo. Nadie puede tocarlos o lastimarlos, pero, Kojiro atravesaba tan fácil los mares como una filosa espada hasta tocar el fondo que la diosa solo podía verlo impresionada.

Entendía a Poseidón, entendía porque estaba tan enamorado de Kojiro, entendía porque le miraba de esa forma, desde que luchó contra él. Solo pudo sentir sus mejillas llenarse de sonrojo.

Después de ese momento, solo charlaron durante la noche, y no podía ser más maravilloso, Kojiro realmente era un hombre perfecto, muy atento y caballeroso, como divertido. La había hecho reír y sonreír tanto que le dolían las mejillas. Pero también no podía ocultar ese sonrojo y la forma en la que su corazón latía al mil por hora al estar al lado del samurái.

— Kojiro...

— ¿Si?

— Eres perfecto. — dijo la diosa mirándolo. — Muy perfecto.

— ¿Eh?

— Kojiro...

Ni siquiera lo pensó, actuaba por instinto, era todo o nada. Ni siquiera notó el rostro de sorpresa y en shock del samurái al sentir a la diosa sentarse en sus piernas. Menos notó el rostro sorprendido y enrojecido del japonés, al momento que la diosa, desató con delicadeza los tirantes de su vestido, haciendo que este se deslizara por sus hombros y cayera hasta si cintura, dejando su pecho desnudo.

Tomó la mano del samurái llevándola a ella, quería sentir el toque de él, y cuando lo sintió, su cuerpo parecía feliz. El tener las manos del samurái en su pecho la hizo feliz, estaba siendo tocada por el hombre que quería que la tocara, no había nada mejor. Pero Kojiro acabó por apartar sus manos echo un tomate, y apartar la mirada avergonzado.

— ¿No te gusta? Puedo pedir unos favores y tener un cuerpo masculino si lo prefieres. — mencionó la mujer. — Aunque veo que reaccionas muy bien aquí. — mencionó la diosa, al sentir el miembro endurecido del samurái bajo sus ropas.

— No es eso, no me importa si es hombre o mujer... Anfitrite, por favor, vístete. — mencionó Kojiro profundamente avergonzado. — Por favor, también retírate de encima.

— Kojiro yo... quiero estar contigo, no me importa si mañana no me diriges la palabra, solo quiero estar contigo ahora.

— Anfitrite, eso es imposible. — dijo el espadachín. — Yo no soy la clase de hombre que se acueste con alguien solo porque sí.

— Pero...

— Eres una mujer asombrosa. — mencionó el japonés, con todo su esfuerzo en ser respetuoso, tomando los tirantes de la ropa de la chica subiéndolos para cubrir su pecho desnudo. Y volviéndolos a amarrar. — Pero no tengo esa clase de interés en ti, lamento si te hice creer lo contrario... Además...

— Kojiro, a mí me gustas mucho y...

— Yo amo a Poseidón. — respondió tajante el humano, bajándola de sus piernas con delicadeza para sentarla en el sofá. — No importa si mi cuerpo reacciona a algo, no podría hacerlo, no eres... no eres él, y mi corazón le sigue amando sin importar que, yo... no puedo engañarte con eso, y no pienso acostarme contigo. Te aprecio como mi amiga, y me gustaría que nuestra relación continuara así, aunque claro que entiendo si quieres terminarla después de esto.

— Lo lamento. — dijo rápidamente la mujer.

La diosa no dijo nada más, solo acabó por correr rápidamente de allí, alejándose lo más rápido que podía. ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Por qué Poseidón tenía a un hombre tan perfecto a su lado que le ama? ¿Por qué alguien tan horrible como él lo tenía a su lado? ¿Por qué Kojiro lo prefería? ¿Por qué? ¿Qué era? ¿Cómo lo había conseguido?

¿Por qué Poseidón era recompensado con un paraíso inalcanzable cuando no era más que un demonio de mar?

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Había acabado de ayudar dentro de la entrada del panteón griego.

Ya se había vuelto una rutina sosa. Llegaba, ayudaba y volvía al tártaro. Para Hércules ya nada importaba, simplemente hacia lo que le decían y eso era todo. Había terminado algo tarde, el cielo estaba obscurecido así que simplemente siguió a los Shinigamis. Como Hércules era un sujeto que actuaba como zombie, solo los Shinigamis vigilándolo era más que suficiente.

Y la razón de ello era Jack. Provocarle tanto dolor a su esposo lo había hecho entrar en una locura sin control. Fue el único, fuera de los dioses supremos como Zeus u Odín, que se le tuvo que poner un collar extra, al momento que reaccionó y por poco hace del tártaro, un montón de cenizas. La ira de Hércules es algo que nadie debe presenciar ni estar cerca si llega a ocurrir. Su fuerza es impresionante, y podría doblegar a cualquier dios incluso siendo solo un semidiós. Así que, al tener los dos collares, y el dolor en su pecho, se hizo más un zombie que nada. Que seguía las ordenes y no hablaba, hacía rato que Hércules había dejado de hablar con los demás.

Porque, ¿cuál es el fin de hablar si la persona que quieres que te escuche te repudia?

¿Cuál era el fin de todo? ¿De su vida? Los humanos solo deberían matarlos una vez que los separen y acabar con todo, merecen la muerte al prácticamente escupir en la justicia. No creía que merecía un perdón, era consciente de que él mismo había aceptado ese plan, incluso si era porque quería que Jack tuviera una buena vida, le mintió vilmente y nunca lo librero de esa mentira, tarde o temprano se vería la realidad.

Pero en su mente, sin poder evitarlo, aún tenía ese sentimiento egoísta de volver a verlo. Quería verlo y sentir sus caricias en su rostro, sentir su sonrisa y en como suele hacer de su vida un paraíso de colores. Quería a Jack, pero no era merecedor de tenerlo a su lado.

— ¡Hércules! ¡Sir! ¡Espere!

Era la primera vez que una descarga de adrenalina llegaba a su cuerpo, cuando volteó y vio a un Jack agitado por correr, mirándolo. Llevaba su traje que usualmente usa, había perdido su sombrero y lucía my agitado, al parecer había corrido un gran camino hasta llegar a él.

— Cuando supe que estabas aquí, tenía que llegar antes de que te llevaran lejos. — dijo Jack recobrando su aliento. — Sir...

Apenas estaba a punto de decir algo, cuando los sonidos de unas campanadas se escucharon, y los Shinigamis comprendieron la hora, para comenzar a jalar las cadenas de Hércules camino de regreso al Helheim. Pero no pudieron seguir con ello, ya que el humano se interpuso jalando las cadenas al lado contrario.

— ¡No! No voy a dejar que se lo lleven, suéltenlo. Yo me haré cargó de él.

Los Shinigamis tenían la instrucción de no desobedecer a los hermanos del nuevo rey del Helheim, así que soltaron las cadenas y se esfumaron, dejando al humano junto al dios. El antiguo asesino solo pudo voltear, mirando esos ojos azules que tanto le gustaban, tomando la mano del dios con él para caminar sin decirse nada, tembloroso de lo que su mente y corazón pensaban, hasta llegar a un lugar que el dios reconoció. Era su antiguo hogar, aquel que compartía con Jack después de casarse.

— No. No puedo entrar allí. — dijo Hércules, siendo las primeras palabras que decía después de su voto de silencio. — No.

— Es nuestro hogar, por favor, sir. — dijo el humano siguiendo el camino y entrando en la mansión. — Por favor, necesito un lugar seguro para sentirme bien y no acabar... no acabar teniendo un episodio. Por favor, acompáñeme.

Hércules acabó por entrar y se sorprendió al ver lo acogedora que se encontraba su casa, lo limpia y pulcra que estaba, parecía que alguien estaba viviendo allí, incluso la chimenea estaba encendida, manteniendo cálido el hogar para el frio de la noche.

— La mantuve limpia, era mi pasatiempo. — dijo Jack. — Yo, vine aquí muchas veces, me gustaba estar aquí, mi mamá me acompañó todo el tiempo. En algunas ocasiones simplemente me gustaba dormir aquí, en otras, no pude evitarlo y acababa por destruir las flores que sembramos juntos. Yo... yo no he asesinado a nadie en esta vida, yo... sir, listen, yo... yo soy alguien que no merece estar en el Valhalla, ni en el paraíso del Edén, por todo lo que he hecho, pero... intento ser feliz en esta vida. Con mi familia, conmigo mismo, y... Yo... tenía el plan de verlo en el tártaro, pero, lo pensé y supuse que, si entraba en el Helheim sin protección de Qin o alguien, los demonios de las personas que asesiné me perseguirían y no me dejarían hablarte. Sir yo...

El humano solo pudo sentir como unos fuertes brazos le rodeaban las piernas, ya que el dios de golpe estaba de rodillas aferrándose a él comenzando a sollozar. Para Jack Smith, era impresionante ver a un dios tan enorme a sus pies, llorando de esa forma, comenzando a rogar por su perdón, sentía sus manos temblar, no sabía qué hacer, Eva le dijo que si se sentía nervioso solo calmara su respiración, pero, eran muchas emociones de golpe al tener a Hércules así. Por lo cual solo pudo darle unas palmaditas en la cabeza mientras sus mejillas se comenzaban a llenar de sus propias lágrimas.

— Hércules...

— Jack, lo siento tanto, nunca en mi vida podré reparar mi error, nunca. Y estoy siendo demasiado egoísta al desearte a mi lado, sin ti mi vida ya no tiene sentido, no puedo ser el dios que apoya la justicia cuando cometí una en contra de ti y tú familia, no puedo, no puedo levantar mi cabeza, y no debería estar pidiendo tu perdón cuando no lo merezco, pero no puedo evitarlo. Deseo tu perdón, deseo tenerte conmigo, deseo regresar a nuestra vida de nuevo, solo tú y yo, solos nosotros haciendo nuestra vida.

— Yo... igual lo deseo, Sir.

Ambos acabaron por mirarse y acercándose con lentitud hasta darse un beso inocente, uno pequeño, uno dulce, uno donde ambos comprobaban que era real que estaban frente el uno al otro. Acabaron por abrazarse, quedando así, recostados en la alfombra en los brazos del otro, mientras aún sollozaban bajo, buscando las caricias del otro, disfrutando de nuevo su aroma, su calidez, solo eso querían, solo eso.

Para un asesino que tenía una oportunidad, y un dios que cumplía su primer pecado, el estar abrazados de esa forma se había convertido en su paraíso personal.

No se dijeron más, solo se acurrucaron entre ellos, aferrándose al otro como si tuvieran miedo que desaparecieran de su lado. Solo así, fue que sonrieron ambos, y respiraron con tranquilidad de nuevo, algo que no habían hecho en este tiempo. Y de golpe, después de ese gran golpe de emociones, ambos quedaron dormidos, en los brazos del otro, cansados de llorar y lamentarse, solo siendo egoístas y seguir su corazón de nuevo.

— Si están aquí, quiere decir que todo salió bien... volvamos a casa.

Eva sonreía mientras comenzaba a caminar acompañada de los Shinigamis a su hogar. Había acompañado a Jack, cuando este de golpe se levantó y dijo que tenía que ver a Hércules ya, que su corazón no aguantaba más. Decidió correr junto a su hijo al lugar, y claro que vio el reencuentro. Se aseguró que su pequeño estuviera bien y supo que era momento de retirarse cuando vio a los Shinigamis llegar a su lado.

Ya no era momento de que ella interviniera. Jack estaba sanando a su modo y ritmo.

Y eso era un proceso que tenía que hacer solo desde ahora.

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Aplastar hasta sacar el jugo.

Retirar la raíz.

Colocar las hojas con el jugo y miel en la tetera con algo de agua.

Esperar que llegue al punto y disfrutar el té.

El emperador seguía practicando el té. Al menos una taza más, no debía de excederse de dos tazas de té. Quería mostrarle mañana a Hela que lo había logrado, por alguna razón, quería el reconocimiento de uno de los dioses de la muerte, y Hela era la más amigable de todos, así que le gustaría comenzar a tener amigos allí. Y ser amigos de la diosa podría ser un gran inicio. Sonrió para sí mismo, pensando en que seguramente Hades le prepararía el té para él, y seguramente le daría mimos mientras ambos tienen sus momentos a solas cuando no están trabajando. Seguramente Hades cocinaría para él, y le haría sentir tan...

— Es algo asqueroso ver a un humano con el título del rey del Helheim. Hades cayó muy bajo, pero lo merece, Hades no es Hades.

Rápidamente el emperador hizo aparecer el bidente arrojándolo detrás de él, pero el dios del sueño Hypnos simplemente se hizo humo para aparecer en otro lugar. El dios lo veía con desdén, mientras el humano empuñaba el arma tomando una posición de ataque.

— Al fin muestras tu cara maldito hijo de puta. — comentó Qin. — Veo que decidiste tener bolas y enfrentarme, no seguir escondiéndote en sueños.

— No eres más que una hormiga en el Valhalla, no me interesas. Muy pronto veré tu caída. — suspiró el dios del sueño. — Junto a la de Hades, por supuesto.

— ¿Qué? ¿No se supone que son amigos?

— Corrección, Hades es amigo de mi hijo. Yo al ser la personificación del sueño, tengo una cierta unión con la muerte, por lo cual, el sueño eterno de los muertos se une con el rey del inframundo en cierto punto. Nos respetamos mutuamente, pero, he dejado de confiar en él, y ahora solo quiero ver su caída.

— Tendrás que pasar sobre mí, hijo de puta.

El emperador estaba frustrado, no podía darle, era como tratar de golpear el aire, no había forma de tocarlo, no importaba cuanto trataba de darle, el dios lo esquivaba con facilidad. Ni siquiera apuntando a los puntos clave que podía ver con sus ojos, no podía darle. Gritó frustrado haciendo retumbar el Helheim, e Hypnos acabó por soplar arena en él, haciendo al humano toser mientras lo veía desaparecer de golpe.

— Qin, ya me voy, he terminado por hoy, te dejé las notas que querías en tu oficina. Si quieres léelas y mañana podemos practicarlas. — dijo Perséfone entrando en la habitación del emperador.

La diosa tuvo que esquivar de golpe el vidente de Hades cuando el emperador lo lanzó contra ella, mientras seguía tosiendo de golpe, sosteniéndose la garganta.

— ¡Idiota! ¡Casi me matas!

— ¿Perséfone? ¡Él estuvo aquí! ¡Él!

— ¿Quién?

— ¡Hypnos! ¡Hypnos estuvo aquí y...! — solo podía seguir tosiendo mientras la mujer rápido tomó un vaso de agua acercándolo al emperador que lo bebió. — Me, me lanzó algo de arena.

— ¿Arena del sueño? — dijo la mujer revisándole las ropas. — ¿Quieres que le hable a Tesla'

— ¡Sí! ¡Sí! Trae a mi hermano aquí, por favor. — comentó Qin, sintiendo sus ojos pesados. — Shinigamis...

Y aparecieron, esos Shinigamis frente a Qin, quienes tenían los ojos abiertos. El humano se sintió seguro, acabando el vaso de agua, mientras los dioses de la muerte resguardaban su seguridad.

— Por favor, ve por Nikola.

— Ahora vuelvo, no te muevas de aquí. — dijo la mujer saliendo.

Su garganta se aclaraba al ya no sentirla seca por la arena, y podía comenzar a volver a abrir los ojos, mientras veía a los Shinigamis resguardándolo. Era triste pensar, que esos Shinigamis no eran más que criaturas dormidas que estaba controlando Hypnos, y que las arenas estaban haciendo que Qin los percibiera despiertos y atentos. También, las arenas del sueño lo habían encerrado en esa ilusión, donde el vaso de agua que sostenía, no era agua, era un líquido color azul que la diosa le dio, y que el emperador había bebido sin problemas, mientras se encontraba tranquilo sentado en la silla de Hades.

Escuchó la puerta abrirse, y pensó en ver a su hermano, pero lo que vio fue algo que lo dejó en Shock. Pudo ver a Hades entrando, quien iba acompañado de otros Shinigamis. Al fin, después de todo, Hades había decidido venir a decirle lo que sentía, a arreglar todo. Al fin. Sonrió como tonto, levantándose mientras Hades le sonrió acercándose y acabar por abrazarle.

— Hades, dios... amor. — dijo Qin abrazándole. — Amor...Shinigamis, por favor, déjenos solos. — ordenó el humano, haciendo desaparecer a los dioses de la muerte.

— Mi amor, perdón por tardar, ya estoy aquí. — comentó Hades.

— Hypnos me atacó, tengo miedo de que lo que me hecho me haga daño o me quiera lavar el cerebro. No voy a dormir, no dormiré desde ahora. Sé que tú sabes cómo detenerlo, por favor, ayúdame, él puede arruinar todo.

— Mi amor, tranquilo, estoy aquí, está bien. — comentó Hades acariciándole el cabello. — Quedémonos despiertos por hoy, no puede hacerte daño si no duermes y...

El emperador se lanzó a los labios del dios griego, besándole con pasión mientras este le correspondía de igual forma, sujetándole las mejillas para besarle más, siguiendo los besos donde ambos quedaron recostados en la silla. Besándose con más pasión. El corazón de Qin se sentía tranquilo con Hades, era él, solo él lo que necesitaba, el vacío que sentía se esfumaba si Hades estaba presente. No había nada más. Bajaba toda su defensa, se quedaba vulnerable si Hades era quien lo sostenía con tanto amor y cariño.

— Hn... quiero montarte. — dijo el emperador, comenzando a desabrochar el pantalón del rey del Helheim. — Hades...

— ¿No quieres cambiar de papeles hoy? — dijo el rey, besándole el cuello. — Se el activo hoy, tómame.

— ¿Seguro? — dijo Qin besándole más.

— Seguro, quiero sentir a mi rey dentro de mí. — sonrió Hades besándole la frente. — Mi dulce reina, solo dejaría que tú me tocaras de esa forma.

— Hades...

Era cruel, lo era.

Como el rey del Helheim gritaba en desesperación, atado con cadenas divinas en su celda, sin que nadie lo escuche, mientras podía ver todo lo que ocurría con su reina, gracias a que Hypnos lo estaba dejando ver todo en vivo y a color, como su reina estaba siendo controlado, haciéndole creer a Qin, que quien tenía en brazos era él.

Este juego se había salido de control, y tenía que buscar una forma de destruirlo.

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Y se acabó.

Solo hago el recuerdo, que Checkmate tendrá un final agridulce. No es un final feliz, y tampoco es un bad ending. Es un final que te deja un sabor raro en la boca, creo que así podría describirlo.

Ya casi se va a acabar este fic. Ya que el pasado vi que lo consideraron muy largo, pensé que eso puede volverse tedioso, así que hice ahora que los momentos entre los hermanos y lo que viven fueran más cortos, ya no escribir mucho sobre cada cosa. No se si les agrade más así. Aun así creo que quedó muy largo. jaja. 

Nos vemos en la próxima actu, muchas gracias por comentar y leer. 

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