EXTRA - VIDA DESPUÉS DEL JUEGO



La vida después del juego.

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Podría destruir todo el mundo y condenar mi alma a un dios de tierras lejanas, si con eso consigo hacerte feliz en cada una de tus versiones. Obsesión, amor, créeme que ya no veo la diferencia desde que te volviste la razón por la que respiro.

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Año 247 A. C.

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Las cuerdas raspando su piel no le molestaban, ni tampoco le molestaba ser arrastrado por el piso por esos soldados. No cuando sabía que rostro vería cuando le quitaran la bolsa de tela en su cabeza. Tal vez había sido descuidado de ser apresado tan pronto, y la verdad había sido un pequeño desliz. Tal vez había calculado todo, para que diera un resultado satisfactorio, pero, lo malo del futuro, es que es cambiante, una mínima acción cambia todo el resultado. Así que, al haberse distraído cuando descansaba por los árboles, acabó siendo apresado junto a otros humanos, hombres y mujeres que se los llevaban delante de ese sujeto.

— Mi emperador, le he traído algo exótico para la vista. — había dicho el comerciante que le había apresado. — Es un forastero, pero creo que le interesará verlo, antes de que decida qué hacer con él.

Fue rápido el cómo se le quitó la bolsa de tela de su cabeza, y se le empujó para caer de rodillas en un piso de mármol. Uno hermoso y perfecto. Ya no era tierra, sino un hermoso piso, que ahora se sentía mal de ensuciarlo con su ropa entierrada, y su presencia tan sucia al haber sido capturado hace 3 días sin oportunidad de hacer más, que solo ser llevado como peso muerto. Acabó por alzar la mirada y fue cuando vio ese rostro que tanto añoraba, que su alma gritaba por ver.

Delante de él, el gran emperador, Qin Shi Huang.

Lo vio con su venda, y lo vio con esa vestimenta típica y perfecta, de hermosas telas, que solo resaltaban su belleza. Lo vio levantarse, y lo vio acercarse a él. Claro, lo sabía, sabía que el humano también debía sentir esta conexión, lo sabía, sabía que no importaba si era mortal, él...

Y una enorme patada a su rostro por parte del emperador llegó. Para después poner un pie en su cabeza, manteniéndolo sometido al suelo con él.

— ¿Cómo te atreves a levantar la mirada sin mi permiso? — sonrió Qin. — Veo que eres diferente al resto de sirvientes que me han traído. Esa piel blanca, cabello y ojos, en definitiva, eres algo nuevo que ver. Pero tu sangre es roja, no hay nada más especial en ti que solo la apariencia. ¿Dónde lo encontraron?

— A unas tres ciudades de aquí, mi emperador.

— Este hombre no es chino, es un extranjero, aunque no puedo deducir de que parte. — suspiró el emperador con algo de fastidio. — ¿Cómo logró entrar tanto en el reino sin ser descubierto desde los límites de mi reinado? Bao, ¿podrías explicarme eso?

El albino pudo ver apenas a un hombre acercándose, un hombre nervioso que no tenía idea como explicar lo que acababa de pedir el emperador. Nunca podría explicarlo, ya que el ex dios, había creado un cuerpo mortal para estar en la Tierra, y se había hecho aparecer por arte divino dentro, magia más allá de la comprensión de un simple humano.

— Mi emperador, no tenemos ningún registro de este hombre entrando, hemos vigilado incansablemente todo el territorio. — respondió el general.

— Oh... — el albino cerró los ojos cuando escuchó los golpes, su reina era despiadado, si, y a decir le gustaba mucho ese lado de él, pero excitarse por ello mientras estaba sometido en el suelo no era lo mejor. — Quiero un reporte militar de las actividades que se ven en las fronteras, y quiero esos reportes mañana en mis manos.

— ¡Si, mi emperador! — gritaron los soldados al unísono.

— Lleven a Bao a la enfermería. — comentó Qin.

— Si, mi emperador. — respondieron los soldados tomando a su general, arrastrándolo de allí.

— Bien, tomemos decisiones. — dijo Qin, caminando de regreso a su trono. — Lleven a las mujeres a donde corresponde, ya saben cuáles son las que tienen que apartar y a cuáles dejar de servicio. En cuanto a los hombres... — dijo el emperador, tomando asiento en su trono. — Acaben con todos, no necesitamos más bocas que alimentar.

Entonces, sintió que los soldados le tomaron, mientras veía la silueta del hombre que ama, sentado en ese hermoso trono, a lo que sonrió. Había una cosa que quería su adorada futura reina más que nada, y solo él podría dársela, solo él podría hacerlo feliz.

— La juventud y vitalidad no dura para siempre, pero, yo puedo ayudarle si es lo que quiere, puedo hacerlo inmortal. — dijo Hades, siendo arrastrado por los guardias. — O puede disfrutar su vejez, seguramente lucirá igual de bien que ahora.

Había dicho al aire, sabiendo que, si su destino era morir, no importaba, lo intentaría de nuevo, al final, solo moriría su cuerpo terrenal, el aparecería en un dos por tres en el Valhalla de nuevo. Pero estaba bien, no iba a pelear la decisión de su reina, si lo quería muerto, lo tendría muerto, nunca le diría que no, así que, recibiría a la muerte con los brazos abiertos, cosa que le pareció graciosa, porque seguramente Thanatos le diría que hace nadando en el rio de almas cuando destruyan su cuerpo.

— ¡Esperen! — gritó el emperador.

Eso había sido... interesante. Ese gritó había sido interesante.

Verlo acercarse para después mirarle de cerca, incluso con la venda, sabía que tenía esa dulce mirada azul con estrellas en él, para después suspirar, y dar la orden que enviaran al "extranjero" a otro lugar, sin la pena de muerte. Había sido llevado primero a un lugar que parecía un baño, y había sido limpiado para después darle una ropa simple y aunque estaba atado, fue llevado a una habitación limpia, donde se le indicó que permaneciera allí.

Fueron tal vez tres horas antes de que delante de él, el emperador Qin Shi Huang se presentó. No se dijeron mucho, el emperador caminó alrededor de él y acabó por sentarse en una enorme silla, mientras le pedía a los demás retirarse y dejarlo con el extranjero encadenado.

— Vaya manera de librarte de tu destino. — dijo el emperador mirándole. — ¿Hay rumores de mis deseos a las afueras de mi imperio?

— No fue por eso, realmente creo que puedo ayudarlo en lo que desea. — sonrió Hades. — Además, no hay ningún rumor, solo que pensé, que usted quiere eso por cómo se presenta.

— ¿Cómo me presento? — dijo con cierta burla el emperador.

— Cubre sus ojos para no ver la verdad, supongo. — Mentira, sabía la razón, pero era bueno molestarlo. — Los días pasan, usted envejece, no es eterno. Tarde o temprano, dejará ser el emperador donde todo comenzó, y no será más que un simple recuerdo en el futuro. Y usted odia eso, no quiere ser un pensamiento, quiere ser un emperador por toda la existencia, porque el simple pensamiento de tener que perder su estatus lo aterra.

Solo una risa escapó de los bellos labios del humano, para después suspirar, mirando al albino, por supuesto, sin retirar la venda.

— Me da curiosidad tu altanería. — rio el emperador. — ¿Cómo planeas ayudarme?

— Primero lo primero emperador, para que pueda hacerlo inmortal, primero debo tener su cuerpo aun viviendo. — dijo el griego mirándole. — En mi camino aquí vi a su oposición, planean atacar el flanco norte de su posición. Tiene que reforzarlo.

— ¿Crees que voy a creerle a un extranjero antes que a mis generales? — sonrió Qin. — No me han reportado nada aún.

— Los humanos no tienen magia para traerle las noticias rápido. — rio el griego. — Tendrá que poner todo en juego, su majestad. Todo o nada, o confía en mi palabra, o ambos morimos al ser atacados desprevenidos, usted decida.

— ... ¿No es humano acaso?

— ¿Parezco humano?

— ... quien lo diría, un loco en mi palacio. — sonrió el emperador. — Que locura, solo duérmete, veré como te mato mañana.

— Será un honor morir a sus manos... — sonrió Hades.

— ... Desquiciado. — sonrió Qin. — ¿Nombre?

— ¿Eh?

— ¿Cómo te haces llamar, albino?

— Hades.

— Hades... — rio el chino. — ¿Cómo el dios griego?

— Cómo ese mismo.

— Que divertido. La muerte prometiéndome vida eterna. ¿Eres acaso el verdadero Hades?

— Bueno, solo la muerte tiene vida eterna, es irónico, ¿no cree? — rio el griego. — Si le dijera que lo soy, ¿me creería?

— Nunca.

— Bueno, entonces no importa si lo soy o no, antes sus ojos solo soy un humano desquiciado. Entonces, solo seré eso, un humano desquiciado.

— Eso me agrada. — comentó el emperador abriendo la puerta. — Me agradan los sujetos obedientes.

Podía jurar que vio una sonrisa traviesa en el rostro del emperador al irse. Eso era todo lo que quería.

Para el emperador Qin Shi Huang, había sido interesante que alguien tuviera tal actitud con él. Generalmente después de poner alguien en su lugar, se vuelve sumiso, o lo insultan hasta su muerte, pero el albino no le dio nada de eso, en cambio, lo hizo emocionarse, y, además, tenía una belleza que no había visto, había sentido un escalofrió en su espalda baja al verlo, un cosquilleo. Uno que no dejó de sentir con los días siguientes, uno que iba creciendo con cada minúscula interacción de ese forastero que había llegado a su tierra.

Poco a poco dejó de ser un forastero, y se volvió su consejero, el consejero del emperador. Le vistió de las telas más hermosas, le acompañó a todo lugar, incluso el emperador lo hizo tan cercano a él, que, en los brazos de Hades, pudo estar su joven heredero. Su hijo en los brazos de Hades lucía bien, lucía protegido, sabía que Hades con esos fuertes brazos nunca dejaría que nada le pasara a su pequeño.

Hades...

Se regañó internamente, era una maldición, una blasfemia, ver a un hombre de esa manera, era una humillación a su persona. Pero el albino era alguien tan perfecto para su personalidad, que el emperador no se dio cuenta que poco a poco iba cayendo como un máximo pecador en el infierno.

Hasta tal punto, que el emperador había jurado que fue un desliz.

Solo estaba compartiendo algo de beber con Hades, alguien que se había vuelto su consejero, alguien tan cercano, era normal compartir cosas con él, era normal hacerlo, pero...

Pero...

Acabó por acercar su cuerpo a él, acabó por verlo de cerca, acabó por sentir la caricia de Hades en sus mejillas. Debía levantarse, debía volver a su dormitorio, debía estar con su emperatriz, debía... Pero no lo hizo, porque lo único que hizo fue acercarse aún más, entre risas, hasta que el griego les miró a los ojos, ya no necesitaba la venda, quería apreciar esos ojos violetas, quería sentirlo cerca, al punto, que el griego se inclinó y acabó por sentir los labios de ese hombre sobre los suyos.

Y eso había sido la mejor sensación que había sentido, por lo cual, no se detuvo.

Siguió con los besos, mientras el hombre le recostaba con cuidado en aquella habitación que solo servía para compartir un poco de té, ahora, el albino había apartado la mesa, y recostado con sumo cuidado al rey para seguir los besos, mientras desataba poco a poco su ropa, retirándola con la suya, sintiendo las manos del chino acariciándole la espalda, acariciándole los brazos, el abdomen, estaba curioso de tocar un cuerpo masculino.

— ... Hades...

— Puedes tocarme, mi emperador, soy suyo. — dijo el griego, besándole las manos. — Todo China y lo que hay en él, es de su propiedad, por ende, soy suyo, simplemente suyo. — comentó el griego, besándole el cuello al emperador, escuchándolo gemir.

— E-espera... espera... Hades, para, esto es...

El albino no paró, deslizó sus labios por el pecho descubierto de su emperador, dejando marcas en su camino, no dándole tiempo de pensar, hasta llegar a su miembro, comenzando a chupar sin más, haciendo al emperador gemir, cubriendo su boca al sentir la vergüenza de ser complacido por otro hombre. Su mente como emperador, le decía que tenía que parar eso, pero, sus dedos enredándose en esa cabellera blanca, la forma en la que estaba gimiendo y embistiendo contra la boca de ese sujeto, lo tenían hipnotizado en el placer.

No se dio cuenta cuando sus piernas se abrieron más, no se dio cuenta cuando sintió humedad en donde no debería sentirla. La intromisión de los dedos de ese hombre en su cuerpo lo hizo experimentar algo que no había sentido nunca, menos que lo harían jadear y gemir de esa forma. Nunca se pensó que sería parte de aquello que era repudiado, que practicarían con él la sodomía y aún peor, que la disfrutaría.

Se vio aferrándose a la espalda de ese hombre, a aquella espalda blanca de piel perfecta y músculos únicos, la cual desgarraba con sus uñas con el sentir de las embestidas de esos dedos contra él. No podía ocultar su voz, se sentía pequeño, pero cálido, en las manos de Hades, el sentir sus besos recorriendo su cuerpo y provocándole placer. Tal vez, incluso si solo fue un segundo, tal vez, deseaba seguir pasando sus días en los brazos de ese hombre que lo hacía gritar de placer.

— Hades...

— ¿Confías en mí, Qin? — dijo el griego sujetándole el rostro. — ¿Confías en mí, mi emperador?

— Si, confió en ti hasta mi muerte. — dijo el chino jadeante. — Hades...

— ¿Confías en que nunca te haría daño? — cuestionó nuevamente el griego, moviendo sus dedos para tomar algo de aceite y utilizarlo, siguiendo con la lubricación.

— ¡AH! Espera...

— Qin, mi reina, ¿confías en mí?

— ¡SI! — gimió el emperador sin notar como le había llamado el albino. — ¡Ah!

Pudo sentir al mayor abrirle las piernas y colocarse entre ellas. Pudo sentir sus besos devorándolo, dejándolo sin aliento mientras sentía esos fuertes brazos sosteniéndole. Y sintió ese fino dolor al sentir como poco a poco su interior se abría ante el hombre que tenía encima de él. Era Qin Shi Huang, podía detener al albino si quería, podía noquearlo, podía matarle, pero no. No hizo nada de eso, solo se dejó llevar, sintiendo dolor con las primeras embestidas, pero después fue sintiendo un placer que no conocía, uno que quería seguir experimentando toda la vida.

Pero.

Siempre hay un, pero.

Solo fue un momento, en el que sintió una mirada ajena, y pudo ver por el rabillo de su ojo que habían sido descubiertos. Alguien vio como Hades le sujetaba las manos y embestía contra él. Si esa noticia se llegaba a divulgar, si alguien mencionaba algo de lo que estaba pasando, todo lo que construyó se vendría abajo, nadie seguiría a un maldito sodomita. ¡Nadie!

— ¡SUELTAME! — gritó apartando al griego con una bofetada, sintiendo su alma romperse con lo que estaba a punto de hacer. — ¡GUARDIAS! ¡GUARDIAS RAPIDO!

No hubo que pensar, tenía que actuar como debía hacerlo. Sería como quitar una venda de una herida, sería rápido, causándole dolor, pero después se despejaría y podría seguir su vida, sería rápido. Se lo repetía una y otra vez. En el momento en el que sus guardias sometieron al griego de rodillas frente a él, en el momento en el que dejaron que arreglara sus ropas, en el momento que sus soldados le pusieron una espada en las manos.

— Ese hombre abusó de nuestro emperador. — dijo uno de los sirvientes. — Lo tenía sometido debajo de él.

— Mi emperador. — dijo uno de sus generales. — No se moverá, está todo listo.

— Qin... — dijo Hades alzando la mirada como podía al ser sometido. — Qin, diles...

Rápido.

Sin dolor.

Rápido.

Y lo hizo.

Acabó por empuñarla y cortar a lo largo del cuello del griego. Lo hizo con todas sus fuerzas de golpe, sintiendo los chorros de sangre salir, hasta que sintió la cabeza de su consejero, y la persona que le gustaba en sus pies. Tragó saliva y encajó la espada en el suelo, arreglando su ropa, afortunadamente su Yukata había evitado que estuviera desnudo todo el tiempo.

— Quiero... que limpien esa sala, y no quiero un comentario de lo que pasó. — comentó el emperador.

— Si, mi emperador. — respondió su gente al unísono.

Y sin decir más, acabó por retirarse.

Pero, cuando llegó a su habitación, y vio a su emperatriz durmiendo, se desplomó, comenzando a sollozar, despertando a la mujer, quien se acercó cautelosa, y con lentitud, sin saber que tenía así a su esposo, pero, acabó por acariciar la cabellera de su emperador, mientras este comenzaba a llorar en su regazo.

— ¿M-mi emperador? — dijo Fei, temerosa de alguna represalia. — ¿Está bien?

— Hades... hades... lo siento... — sollozaba el hombre. — Hades, lo siento... Hades, regresa, eres el dios de la muerte, tienes que regresar, Hades....

La mujer no dijo nada, solo acarició y consoló a su esposo, dejándolo llorar sin más.

Sin saber, que, desde ese momento, la vida en China sería un tormento mayor, con la llegada de una brutal tiranía de golpe por parte de Qin Shi Huang hasta el día de su muerte.

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ACTUALIDAD – 2 AÑOS DESPUES DEL TÉRMINO DE CHECKMATE

Abrió los ojos de golpe.

Algunas veces soñaba con esos momentos, con los universos fallidos en donde su "feliz para siempre" no servía. Y si no servía para él, no servía para nadie, incluso cuando su familia o amigos parecían conseguirlo bien. La cosa era simple con Hades, si él no tenía a Qin, no importaba si sus hermanos conseguían lo que querían, no dejaría que esa opción viera la luz si no tenía él a su amado en sus brazos.

Por ejemplo, Poseidón con Sasaki en la era donde este está en búsqueda de mejorar su técnica, realmente no salió tan mal. Sasaki Kojiro pensaba que era un hombre extraño, que quería hacer un "juego de niños". Al perseguirlo de esa forma, pero al final había cedido.

— ¿Eh? ¿Qué dices? — comentó el samurái viendo al extranjero rubio frente a él. — ¿Pareja? Jaja, somos hombres.

— No importa. — comentó Poseidón.

— Eso es solo para niños, chico, regresa a tu casa, ya no es tiempo de...

Hades bufó, bueno, el samurái había sido violado por su hermano, y le había hecho desarrollar un síndrome de Estocolmo potente al japonés para no apartarse de su lado. Funcionaba, aunque sería romper un poco las reglas, se suponía que no podían hacerles daño, y seguramente si descubrían a Poseidón, Caos llegaría al ver que no se cumplió el tratado. Lidiar con dioses supremos de ese nivel lo dejaba muy en desventaja de sus planes, era mejor que esa opción de viajar con ellos a sus eras, no existiera.

Al final, no importaba, si él no tenía a Qin, no podía dejar que ese fuera el futuro.

Acabó por suspirar, mientras sintió algo removerse a su lado. Puedo sentir a su reina, usando su pecho como almohada, mientras su cuerpo desnudo y cálido le abrazaba. Sonrió y cubriéndolo con las finas cobijas para después besar su frente. Se tomó un momento para apreciarlo, acariciándole su cabello, viendo lo perfecto que era Qin Shi Huang, y mejor aún, saber que estaría al fin por toda la eternidad con él.

— Qin... — dijo su nombre casi en un suspiro, abrazándose de él para volver a dormir, si su reina no había despertado, no había motivos para obligarlo a despertar. — Mi reina, mi todo...

— Hn... despertaste antes, te toca preparar los desayunos hoy. — suspiró Qin abrazándolo, adormilado al sentir la calidez de Hades cerca. — Estas tan calientito, me gusta.

— Que bueno mi reina. — sonrió el dios sonriente. — Prepararé un delicioso desayuno. — comentó Hades besándole los hombros, haciendo al emperador gemir suave, gustoso de la sensación. — Todo para que tengas una asombrosa mañana.

— Ya la tengo si te tengo en mis brazos. — sonrió Qin, jalando a su esposo para que se pusiera encima de él. — Me gusta más así, me gusta tenerte encima de mí. Mis piernas tiemblan al sentir tu cuerpo cerca.

— Oh... — sonrió Hades. — Será que mi reina se levantó con ganas de jugar un poco por la mañana...

— Tengo muchas ganas de ser consentido por la mañana, sí. — respondió el emperador, besándole el mentón. — Mis piernas ya se encuentran abiertas mi rey, no hagas esperar a tu reina.

Ambos acabaron por soltar una risa, mientras Hades besaba su cuello, sintiendo las dulces caricias de su emperador en su espalda, el cual recorría aquellos rasguños dejados la noche anterior, y besaba los labios del dios cuando los tenía cerca, aferrándose con sus piernas a él. El simple toque de Hades le excitaba, el volvía loco, solo quería seguir sintiéndolo hasta que muriera.

— Hn...

— Qin, recuerda lo que prometiste hoy. — dijo Hades, bajando lentamente a su pecho, apresando un pezón, para sacarle un gemido a su esposo.

— ¡AH! Hn... puede esperar, todo puede esperar... es solo...

— ¡QIN! ¡LEVANTA TU TRASERO! ¡PROMETISTE AYUDARME CON LA REUNIÓN!

Ambos dioses del inframundo pararon los besos, cuando voltearon y pudieron ver a una pequeña valquiria entrar en su habitación, habitación que ya debería tener llave, pero la verdad, olvidaban en ponerla porque cada vez que entraban porque estaban desesperados en desnudarse que lo olvidaban. La valkiria Alvitr acabó por sonrojarse, al notar la mirada de sorpresa de Hades en ella. Se sintió avergonzada de golpe bajando la cabeza.

— Ah... Qin, tú prometiste...

— Hoy es el día en el que le ayuda a mi pequeña tomboy a arreglar todo para su reunión con sus hermanas. — rio Qin, soltando un suspiro. — Dame un momento, Alvitr.

Y sin más, el emperador tuvo que zafarse de los brazos de Hades y caminó desnudo por su habitación, buscando con la mirada su ropa.

— Amor...

— La destruí anoche, amor, usa mi bata para cubrirte, prepararé tu ropa en un momento. — comentó Hades, enredando una sábana en su cuerpo, levantándose.

— Okey.

Qin Shi Huang tomó la bata y después le arrojó una nueva a su esposo para que pudiera cubrirse con ella y dejará la sabana de lado. Al final, estar desnudo frente a Alvitr no era problema, como para ninguno de sus hermanos. Al final, las valkirias habían pasado tanto tiempo fusionadas con su humano, que ya se veían como uno, lo mismo que sucedía con Sasaki Y Hrist, ya no había pudor en verse desnudos. No había vergüenza, no era más que verse a sí mismos desnudos.

Pero.

— ¿Te gustaría desayunar con nosotros, Alvitr? — preguntó Hades, inclinándose un poco para verla mejor. — Puedo prepararte los ricos panqueques que te gustan, solo tomaran unos minutos.

— Ah... — la valkiria miró el rostro perfecto del dios.

— ¿Qué dices?

— Lo siento, L-Lord Hades, no quise importunar...

— No tienes que disculparte. — rio el dios del inframundo acariciándole el cabello a la pequeña valkiria quien se hizo un tomate al sentir las manos del rey en su cabeza. — Tú siempre serás bienvenida aquí.

— Y-yo...

— Qin realmente es olvidadizo. — le susurró Hades a la valkiria, con esa perfecta voz. — Gracias por cuidarlo siempre.

— ¡AH! — la valkiria se estremeció apartándose. — ¡NO! ¡DESAYUNARÉ CON MIS HERMANAS! ¡QIN TE ESPERO EN EL SALÓN! — gritó la valkiria huyendo de allí.

Ambos dioses solo pudieron ver a la mujer salir corriendo en lo que Qin soltaba una pequeña risa y Hades suspiraba, al parecer no les agradaba a las valkirias aún. Aunque realmente no era eso, eran los miles de recuerdos de Hades haciéndole el amor a Qin en la mente de la valkiria, que la hacían correr lejos del dios. Al final ella estaba dentro del cuerpo de Qin, y era como si ella igual se estuviera acostando con Hades. No podía ver al dios griego sin acabar sonrojada, menos cuando recuerda perfectamente como somete a Qin y lo hace llorar de placer.

— Creo que es por lo que te dije de las memorias. — dijo Qin, acercándose a su esposo. — Sobre que recuerda todas las veces que tú y yo...

— Les dije que Morfeo está dispuesto a borrarles esos recuerdos. — rio Hades, besando la frente de su esposo. — Así no tiene que sufrir cada vez que me ve.

— Esa rompe hogares, claro que no quiere borrar de su memoria tenerte desnudo. — se quejó Qin. — Hablaré con ella, pero se parece mucho a mí, así que no creo que pueda convencerla de nada. Quiero que le quede claro que tú solo eres mío.

— Bueno eso es cierto, nadie puede convencerte de nada. — sonrió el rey abrazando la cintura de su reina, para depositarle besos en el cuello y hombros. — Quiero tenerte todo el día.

— Me tienes toda la eternidad, no solo un día. Pero, mi rey... — sonrió el ex emperador tomando el rostro de su esposo. — Por ahora dejémoslo aquí, te veo en la reunión de panteones. Te amo, ten buen día hoy.

— Te amo mucho más. — contestó Hades. — Ten buen día.

Ambos reyes se miraron, sin tener el deseo de separarse, pero, al final acabaron por ceder, dándose un último beso, y continuar con su rutina mañanera, en donde Hades preparaba el baño para su reina y él, su ropa al igual que su desayuno, y Qin preparaba diferentes papeles y ponía en orden el trabajo de ambos, para hacer de su día algo más relajado. Ambos reyes estaban en perfecta sincronía y es algo que amaban al máximo.

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Qin Shi Huang había cumplido.

Ayudó en preparar todo para ese desayuno en los jardines del Edén. Había diferentes bocadillos, bebidas, además de tener un hermoso lugar donde las hermanas podían relajarse. Una a una las valkirias fueron tomando asiento en sus respectivos lugares, desafortunadamente, no todas las valkirias pudieron asistir, pero, estaban felices de al menos ver más de una en ese desayuno.

Fue cuando Brunhilde tomó asiento que todas comenzaron a guardar silencio.

— Geir está en el tratamiento con Morfeo. Está siendo acompañada de Sigurd, así que no podrá asistir, aunque por lo que veo, no es la única hermana que no asistirá. — dijo Brunhilde. — ¿Sabemos porque no todas están aquí?

— Nuestras hermanas están ocupadas, muchas no dejan a su Einherjar solo. Pasamos casi todas sus vidas con ellos, nos sentimos algo raros separarnos de ellos, incluso ahora, yo extraño a Kojiro, quiero ir a visitarlo. — comentó Hrist. — Pero, podemos empezar, creo que todas sabemos que queremos decir.

— Queda abierto el grupo de autoayuda al post trauma de haber vivido en el cuerpo de esos humanos. — se quejó Hlökk. — ¿Cómo te sientes Brunhilde?

— Del asco. — respondió sincera la valkiria. — Somos nórdicas, tener a Odín encima de nosotros todo el tiempo, es normal, al final es el dios supremo de nuestro panteón. Seguimos sus leyes, y obedecemos sus mandatos en la mayoría de ocasiones. Además, tenemos su sangre en nosotras. — Comentó la primera valkiria tomando algo de té. — Pero, el tener que presenciar como coge con Leónidas, es algo que quiero borrar de mi mente, de simplemente mencionarlo, me provoca escalofríos en el cuerpo. Desafortunadamente Morfeo solo puede trabajar una por una, e Hypnos solo rio en mi cara y dijo que no le interesa ayudar. Y dado a que no puedes obligar al sueño personificado, tenemos que tomar turno con Morfeo. — suspiró la valkiria. — Es algo que quiero borrar ya de mi memoria.

— ¿Al menos se movía bien el viejo? — rio Hlökk sosteniendo su estómago. — ¡Por Odín! ¡Debió ser horrible!

— Es la peor película de terror, no quiero recordarlo. — comentó Brunhilde. — No sé qué me causa más pesadillas, si Odín, o Leónidas pidiendo por más. — suspiró la mujer sintiendo escalofríos. — Siempre supe que era un maniaco, pero no tan maniaco.

— ¡Por dios, que risa! — carcajeó Hlökk.

— Te ves my sonriente hermana. — comentó Brunhilde. — ¿Cómo la pasaste tú? Te he visto evitar a Hércules durante este tiempo, ¿no quieres mirar a los ojos a nuestro hermano Hércules de nuevo?

— ¡Cómo si pudiera! — gritó Hlökk. — No puedo mirarlo sin que pase en mi mente como quiere partir a Jack en dos cada vez que se meten a una cama. ¡Me dan ganas de golpearlo! Debe ser considerado con el pequeño cuerpo de Jack, pero no, se deja ir como si nada. ¡Si no fuera por mi Jack estuviera muerto ya! Además, estoy molesta con él. ¡¿Cómo pudo hacerlo sufrir tanto!? Solo quiero golpearlo cada vez que lo veo.

— Creo que es mejor que te borren la memoria. — suspiró Thrud. — Hércules no se merece tener que lidiar contigo enojada.

— ¿Qué me dices de ti, Thrud? — comentó Hlökk tomando la mano de su hermana. — Raiden...

— Estamos juntos. — sonrió de golpe la valkiria a lo que todas las hermanas se sorprendieron.

— Pero, pero él no ha roto su relación con Shiva, pensamos que...

— Oh, bueno, creo que debí explicarlo. — sonrió Thrud. — Es el amor de mi vida, no es como si lo fuera a dejar. Solo que ahora, tenemos un dios hindú al cual metemos a la cama por igual.

— ¡Qué divertido! — rio Randgriz. — Me alegra que seas feliz hermana.

— Lo soy, es una relación que no pensé que fuera posible, pero, Shiva dijo que para él es común compartir su amor, así que estamos bien. — sonrió la valkiria. — ¿Qué me dices de ti Randgriz?

— Yo no tengo problema con mis memorias, no hay necesidad que se borren. — suspiró la mujer. — Debo admitir que es raro ver a tu padre tomar a Lü Bu en mis recuerdos, pero nunca me ha molestado, Lü Bu y yo somos similares en ese aspecto, no sentimos alguna vergüenza por el sexo, lo consideramos natural. Él mismo me lo preguntó y le dije que no me importaba, era feliz mientras lo hacía, así que no tengo ningún problema.

— Concuerdo con mi hermana. — Mencionó Göndul. — No quiero borrar de mi memoria los recuerdos de Tesla. Si Nikola se hubiera metido con alguien que no es hermoso, tal vez lo hubiera querido borrar, pero, aunque no me agrada del todo, Beelzebub es atractivo, y solo dejo que personas atractivas estén cerca de mí, así que no tengo ningún problema, además... — sonrió la valkiria. — Era divertido dominarlo y ver que no puede hacer nada ante nosotros, ni Satanás ni él.

— Eres algo sádica Göndul. — dijo Brunhilde, tomando de s té.

— ¿Lo soy? Tal vez mi mentalidad se mezcló un poco con Niko y por eso hicimos todo ese desastre en nuestra noche de bodas.

— Ya que estamos dentro de ellos desde que nacieron, puede que sí, al final Hades lo dijo, se mezclaron nuestras almas, y ellos adoptaban cosas de nosotras.

— Eso explica porque también tengo sentimientos por Shiva ahora. — comentó Thrud.

— Y eso explica porque amo a los Einherjar. — dijo Regnlelf con una sonrisa en el rostro. — Estar dentro del padre de la humanidad, me hizo verlos de todas las formas, y su amor de padre se quedó en mí, realmente son hijos adorables, aunque a veces también me sacaron de quicio. Además, tener a la madre de la humanidad como mi pareja, solo me reafirmó mi amor por las mujeres.

— Suerte la tuya. — suspiró Hrist. — Brunhilde, no lo resisto, lo siento, pero iré después de Geir. ¡NO PUEDO TENER EN LA CABEZA A ESA MALDITA ESCORIA VIVIENTE!

— Lenguaje, Hrist. — dijo Regnlelf.

— ¿Lenguaje? ¿Lenguaje? ¡Con una mierda! Tener a ese hijo de puta queriendo meterse en los pantalones de Kojiro, y después cuando Kojiro es más idiota que un idiota, lo deja y mi infierno comienza.

— Pero es muy atractivo. — comentó Göndul.

— ¡Me vale si es el próximo Adonis! — gritó Hrist. — Me dan ganas de matarlo cada vez que se me viene a la cabeza ese idiota, y lo peor, lo peor...

— Lo peor es que Kojiro te compartió sus sentimientos por él y ahora sientes un poco de aprecio por ese sujeto. — rio Brunhilde.

— Alguien láveme el cerebro, por favor. — suspiró Hrist. — No soporto no poder matarlo. La única forma en la que no lo maté de nuevo, fue porque Koji me lo impidió. Si pudiera lo destruiría a él y a todo su maldito palacio. Además, que necesito enviar a Kojiro a terapia, y todos sus hermanos me apoyan, Kojiro debe ir a terapia.

— Es muy enemys to lovers su relación — dijo Thrud con una sonrisa.

— ¡Enemys to lovers mi trasero! Esto es síndrome de Estocolmo y manipulación vil en su máxima expresión.

— Hmmm... — Brunhilde rio. — Pero por parte de Kojiro. Esa manipulación fue por parte del samurái, no del rey de los mares.

— ¿Qué?

— Piénsalo. Poseidón solo quería someterlo, pero, Kojiro le dio algo que sabía que Poseidón no podría procesar. Le dio amor. — rio Brunhilde tomando de su té. — Kojiro le daba muestras de amor puro que Poseidón no entendía como procesar, poco a poco se metió en la mente de Poseidón de la misma forma en la que lo hizo en el Ragnarök, haciendo que Poseidón de nuevo cayera ante él. Poseidón no sabía qué hacer, así que buscaba alejarlo, tratarlo como una simple incubadora, hasta que no pudo más, y cuando cayó, cuando ya no podía estar más amarrado a Sasaki, fue cuando le abrió las piernas. Después de ello lo tenía comiendo de su mano. Si hubo una manipulación, pero fue por parte de Kojiro, no de Poseidón. Puede que Kojiro solo quisiera sobrevivir al tratar bien a Poseidón y hacerlo sentir bien como su esposo, pero al final, esas acciones hicieron que se enamorara ese idiota, y Kojiro cayó ante él por igual.

— Lo único que dejaría en mi mente es el recuerdo de verlo arrastrándose, pidiendo perdón, joder, lo repito en mi mente una y otra y otra vez. — sonrió feliz la valkiria.

— Tu situación es fácil de solucionar, solo pídele a Morfeo que borre los recuerdos íntimos y que te deje ese. — comentó Brunhilde. — Otra que tiene una simple solución eres tú, Alvitr. ¿Por qué no has ido a que borren tu memoria?

— No puedo. — dijo la valkiria cubriendo su rostro.

— ¿Qué? ¿Por qué? — cuestionó Thrud.

— Es que es Hades... — dijo Alvitr.

— ¿Y eso qué? — preguntó Göndul.

— Me gusta... — susurró la valkiria dando un bocado.

— ¿Qué dijiste? — preguntó Hlökk.

— ¡Me gusta, sorda! — gritó Alvitr llenándose de sonrojo.

— ¿Eh? — dijo Brunhilde. — ¿Por qué?

— ... ¡Es imposible no enamorarse de LORD HADES! — Gritó la valkiria. — Es demasiado perfecto, una parte de mi quiere borrarlo, pero otra grita que no lo haga. Qin no deja de decirme que me borre a su esposo, y le digo que él no decide mi vida, y comenzamos a discutir, hasta que acabo por decirle. "Toxico de mierda" y él me grita "maldita gata rompe hogares". Y después reímos y seguimos igual.

— Oh Alvitr. — suspiró Thrud.

— Me voy a borrar la memoria, pero no porque Qin lo dice, sino porque realmente no puedo ver a Lord Hades a la cara. Cada vez que lo veo, solo viene a mi memoria todos esos encuentros con Qin y conmigo y no puedo formular una palabra, me tiemblan las piernas.

— Creo que será lo mejor, debes borrar tus memorias. — dijo Brunhilde.

— Lo haré. — suspiró Alvitr. — Voy a extrañar mucho recordar los mimos de Hades, y como es tan perfecto que deberían hacer copias de él... pero bueno, ¿qué dijeron nuestras hermanas respecto a eso?

— Dijeron que realmente no tienen que borrar, dado que sus Einherjar no tuvieron encuentros íntimos con sus dioses. Aunque puede que nuestra hermana este algo enojada de no poder ver a Susanoo desnudo. — rio Hrist. — En cuanto a las demás, dijeron que fueron encuentros muy suaves, que no les importa tenerlos.

— Afortunadas. — suspiró Hlökk.

— En fin... — Brunhilde suspiró. — Es raro esto, estamos de nuevo todas, y somos felices, hicimos grandes amigos, y todo está en paz de nuevo. Sigurd está libre, y todo parece que se arregló, me siento en paz.

— Es un sentimiento mutuo. — respondieron al unísono las valkirias.

Al final, la paz estaba reinando, no solo en la Tierra, que era libre de la ira de los dioses, sino en el Valhalla, que parecía que, por primera vez, en mucho tiempo, al fin todos podían relajarse sin más de las cosas cotidianas que sucedían.

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Era raro.

Caminar por el Olimpo como un dios, estaba en el panteón que ahora era parte de él, como la nueva reina del inframundo. Sentía las reverencias de diferentes dioses menores, de hermosas mujeres y hermosos hombres a su paso. Esta era la primera vez en que aceptaba reunirse en el Olimpo con los demás, y eso se debía a que estaba asimilando sus poderes. Además, que muchas de estas juntas se cruzaban con fechas especiales, como los cumpleaños de sus hermanos, el nacimiento de sus hermanitos, los primeros pasos de los gemelos, todo.

Así que hoy era el día definitivo.

Y que mejor, si delante de él veía una Yukata negra con bufanda roja, mientras caminaba algo perdido dentro del Olimpo. Si, su hermano Kojiro igualmente estaba presente por primera vez. No era un dios, pero porque Poseidón lo exigió, pidió a su reina con él.

— ¡Koji! — gritó Qin abrazándolo por la espalda. — Me alegra ver un rostro conocido.

— Qin — sonrió Kojiro acariciando el cabello de su hermano. — Esto es extraño, no sé porque yo debo estar aquí.

— Próximamente serás un dios, es bueno que estés conociendo todo sobre el Olimpo.

— Ah, sobre eso... — suspiró el japonés. — No sé si quiero eso... ¿no crees que es mejor vivir y morir como tenemos estipulado y...?

— No es opcional. — dijo Qin, sosteniendo el rostro de su hermano de golpe. — Perdón por comportarme como un emperador de nuevo, pero, si tengo que ver morir a alguno de ustedes, me asesino. No voy a poder hacerlo, así que vas a ser un dios y te va a gustar, Koji. Los necesito a mi lado, si ninguno de ustedes estará conmigo, me voy a hacer mortal y matar.

— Seguro... — sonrió Kojiro apartando las manos de Qin. Sabía que no podría contra un Qin enloquecido por ello. — Esta bien, no digo que no quiera hacerlo, solo me preocupaba hacer eso y que no tuviera a nadie más.

— ¡Me tendrás a mí!

— Bueno, eso no es garantía de felicidad. — sonrió Kojiro.

— ¡Oye! — gritó Qin.

— Te amo mucho, Qin. — dijo de golpe el japonés. — Aunque seas un idiota sin remedio. La única razón por la que ya no tengo miedo es por ti, si estás en mi futuro, no tengo miedo de enfrentarme a lo que venga.

— Koji...

— Incluso cuando me provocas dolores de cabeza. — rio el samurái.

— Pero aun así me amas. — rio el emperador, sujetando el brazo de su hermano. — Yo te amo más, Koji.

— Nos amamos. — rio Kojiro. — Por cierto, ¿cómo está Perséfone?

— Como decirlo. — dijo Qin, siguiendo el camino con su hermano. — Esta bien, ella ha sonreído de nuevo, no sé cómo ponerlo en palabras, pero, se siente diferente, no digo que sea una persona nueva, sino que, la he visto ser ella misma, poder defenderse por su cuenta e incluso la última vez que la vi, me dio sugerencias sobre las flores que deberían adornar el rio de almas. Fei le está haciendo bien, se volvieron amigas, y no es como decirlo, pero me atrae esta Perséfone. Me gustan las mujeres fuertes, decidías, y ella lo está siendo, así que entiendo aún más a Hades cuando se enamoró de ella.

— Me alegra que se encuentre mejor. — comentó el japonés. — Por favor, no intentes nada raro con ella.

— No digo que lo haré, solo que entendía porque mi esposo se enamoró de ella. — dijo el chino. — Ahora mismo solo soy de Hades, solo me gusta su verga, y me emociona su cuerpo.

— No necesitaba tanta información. — comentó Kojiro.

— Nunca puedo ganar una contigo, Koji. — suspiró el emperador. — Vamos, se nos hace tarde.

Ambos acabaron por entrar en la enorme sala. El lugar era impresionante, había estatuas de los dioses griegos principales, al igual que sus tronos, cada uno personalizado al gusto del dios. Que decir que el trono más grande e imponente que había era el de Zeus. Pero, no les impresionaba eso, sino que había un trono con decoraciones parecidas justo a la derecha, en donde estaba sentado su hermano Kintoki, mientras Zeus platicaba con él. Simplemente les sorprendió a ambos hermanos verlo, lucia imponente y hermoso, mientras se notaba su autoridad sobre los demás. Al final, al estar casado con Zeus, su estatus dentro del panteón griego era abismal.

— ¡Kin, Kin! — gritó Qin saludando.

— ¡Qin, Koji! — gritó el humano, acercándose a ambos apara acabar por abrazarlos. — Mis hermanos, me alegra verlos por primera vez en una reunión como esta.

— No sabía que asistías también a estas reuniones. — dijo Qin, dejándose mimar por su hermano menor.

— Bueno, he asistido a esto desde el inicio. — comentó Sakata, acariciando el cabello de Qin. — Zeus realmente odia hacer su trabajo, así que lo comencé a ayudar desde que nos casamos. Al principio como sabrás, solo fue por apariencias, pero ahora realmente lo disfruto, es divertido.

— Increíble. — sonrió Kojiro. — Te queda muy buen el trono.

— Gracias, hermano. — rio Kintoki. — Como pueden ver, sus tronos se los prepararon sus esposos, se encuentran a lado de ellos. Hermes y yo arreglamos la reunión de hoy, así que espero no la consideren tan pesada. Tengo pensado en reducir el tiempo de...

— Oh así que están aquí también.

Esa voz hizo a los tres hermanos voltear cuando vieron a un joven finlandés y a un inglés elegante sonreírles. Si, allí estaban sus hermanos, Simo y Jack acercándose. Les sorprendió a los tres verlos, principalmente a Kintoki que no tenía idea que asistirían hoy, pero, comenzó a tener sentido cuando dos tronos, uno parecido al de Apolo y uno parecido al de Hércules, entraron en la sala para ser acomodados.

— ¡Jacky! — gritó Qin. — ¡Simmy!

— No me digas así. — comentó Simo dejándose abrazar por el efusivo emperador. — Vine porque Apolo me lo pidió... Qin, estás tocándome demasiado, sabes que...

— Solo un poco más. — sonrió el emperador besándole las mejillas. — No me dejas mimarte desde bebé, quiero disfrutarlo.

— Tú sabes porqué. — contestó Simo sonrojándose, queriendo apartarlo. — Kojiro...

— Qin. — dijo el japonés apartando a su hermano. — Simo no disfruta tantos los mimos.

— Esta bien. — respondió el emperador suspirando. — Lo siento, solo me emocionó verlos.

— Es la primera vez que acompaño a Sir Hércules, así que me alegra saber que están ustedes por igual aquí. — comentó Jack, ahora siendo víctima de los mimos de Qin, pero, dejándose, al final, el emperador solo quiere mimarlos, increíble que sea el mayor entre los hermanos presentes.

— Es un placer verlos. — comentó Kojiro con una sonrisa. — Sé que es una reunión de dioses, pero me alegra que poco a poco el Edén haga presencia.

— Kojiro, mi reina. — la voz de Poseidón retumbó, más cuando le abrazó por detrás, sorprendiendo al japonés. — Tu asiento es a mi lado, vamos, esto está por comenzar.

— Oh, bueno, con permiso chicos. — dijo el samurái, siguiendo a su esposo.

Los cuatro hermanos claro que tenían que fingir que no vieron esa mirada de culo que tiene Poseidón a cualquiera que se acerque a Kojiro. Todos dieron un suspiro, no importa el tiempo que había pasado, Poseidón seguía siendo territorial con Kojiro, pero al menos, no le prohibía nada, Kojiro salía hasta por días y el dios del mar no lo detenía, aunque claro, era obvio que lo seguía a todos lados, aunque el samurái no se diera cuenta.

— Si ese idiota pudiera, le pondría cadenas a Kojiro para que no se separara de él. — susurró Qin a Kintoki.

— Si pudiera, no lo dejaría salir de su palacio. — rio Kintoki.

— Creo que sir Poseidón necesita una bofetada, con un martillo, para poder aprender otra lección. — comentó Jack.

— Déjalo, cuando Kojiro se dé cuenta, estará de rodillas llorando a que no lo deje, solo espero poder grabar eso esta vez. — rio Qin.

— Que malo eres con mi hermano, mi reina.

Las mejillas de Qin se sonrojaron, al ver a Hades llegar a su lado. Iba a quejarse de que lo sorprendiera de repente, pero, verlo vestido con un traje completamente negro, le hizo temblar las rodillas, joder, su esposo era muy guapo, y con esa sonrisa que solo quería besarle.

— Lo siento. — dijo Qin, sintiendo la mano de su esposo en su cintura.

— No importa, vamos a sentarnos. — sonrió Hades. — Oh, Kintoki, Simo, Jack, bienvenidos, si necesitan algo no duden en pedirlo, por el momento, me robo a su hermano mayor a su asiento.

— Gracias, Sir Hades. — respondió Jack.

— Gracias, Hades. — Respondieron Kintoki y Simo.

Al final, los tres hermanos tomaron asiento en sus lugares para dar inicio a la sesión. La junta había sido resumida, Kintoki tenía un gran control sobre los temas, lo que ayudaba a no hacer la junta tan innecesariamente larga para los demás, daba los objetivos y todos los dioses compartían su opinión. Una junta que solía durar hasta tres horas, el humano la había logrado recortar a 1 hora. Ahora, con el tiempo libre, Kintoki estaba recogiendo los papeles, quería invitar a sus hermanos a comer algunos snacks y pasar una tarde con ellos, pero, Zeus decidió hablar antes de que se retiraran todos.

— Oye, Poseidón, me llegó el reporte de tu hijo, me sorprende que siga vivo. — dijo Zeus. — Yo pensé que ya estaría muerto, siendo comida de peces.

— ¿De qué hablas? — preguntó su hermano, el cuál por primera vez, le puso realmente atención.

— ¿Eh? ¿No lo sabes? — dijo Zeus confundido.

— Terminó la reunión, amor, vamos. — trato el humano jalando el brazo de su esposo. Al notar a un tenso Kojiro tratando de jalar a Poseidón. — Poseidón y Kojiro tienen cosas que hacer, vamos, regresemos, te cocinaré algo rico.

— Poseí, vamos, dijiste que hoy la pasarías conmigo. — comentó el japonés jalando a su esposo.

— Kojiro, deja de jalarme. — dijo el dios del mar, mirando a su hermano. — ¿Qué cosa hizo Tritón?

— Zeus... — susurró Kintoki. — No vayas a...

— Tu hijo trato de llevarse a su cama a tu reina. — rio Zeus, tomando la mano de Kintoki. — Y no fue el único, Anfitrite también trato de hacerlo. Pero descuida, Kojiro no lo acepto, por eso ambos desocuparon tu palacio y Kojiro tuvo que hacer todo el trabajo él solo. ¿Verdad Hermes?

— Así es, ese es el chisme. — comentó sonriente el dios. — Alégrate, tío Poseidón, tu reina es 100% fiel a ti.

Kojiro solo pudo sonreír nervioso mientras todos los griegos notaron esa aura negra alrededor de Poseidón. El japonés daba pasitos hacia atrás y con la mirada le pedía asilo a Qin por unos días, el cuál asintió y captó la petición de golpe.

— Ah, Koji, hermano, ¿te gustaría quedarte en el Helheim unos días? Nikola estará feliz de verte. — sonrió la reina del inframundo.

— Claro que s...

Sasaki Kojiro nunca tuvo miedo de nada, es más, le gustaba enfrentarse a problemas, ya que no tenía miedo a perder y aprender de ellos, pero, cuando su esposo lo cargó sin darle oportunidad de huir, sintió que era un problema que no iba a poder solucionar con sus habilidades, menos cuando lo estaba cargando como princesa y le había lanzado una mirada de que estaba dispuesto a matar a todos si trataba de huir.

— Nos retiramos, con permiso. — dijo Poseidón desapareciendo con Kojiro, sin darle la oportunidad a nadie de objetar.

— ¡Te dije que no dijeras nada! — gritó Kintoki a su esposo. — ¡Mi hermano está en peligro!

— No lo está, Poseidón no le hará nada a Kojiro, aunque tal vez tengamos que hacer dos funerales para dioses del mar... — pensó Zeus mirando a su hermano mayor. — Hades...

— No habrá funerales, no dejaré que Poseidón haga otra locura. — comentó el mayor. — Confiemos esta vez en Poseidón.

— ¡Hades! — gritó Qin. — Si toca a Kojiro...

— Será porque Kojiro quiere ser tocado, amor. — sonrió el rey del Helheim. — No le hará nada, tranquilos todos.

Hades acabó por suspirar, no es como si pudiera decir, "desde que supe lo de Tritón y Anfitrite, use el espejo de Tezcatlipoca para conocer las acciones de mi hermano, por eso sé que no les hará nada." Pero no era bueno decirlo, era mejor dejarlo así. Sabía que su reina estaría de mal humor hasta saber que Kojiro está bien, no importaba, haría que se comunicara con su hermano y así relajarlo.

— El tío Poseidón realmente es divertido sin quererlo. — rio Apolo estirándose. — Bueno, ya que todo esto acabó, nos retiramos, gracias por la reunión.

— Gracias por venir todos. — sonrió Zeus. — La sesión queda terminada.

Apolo sonrió, acabando por tomar la mano de Simo, y llevarlo con él por el Olimpo. Era su oportunidad de mostrarle diferentes cosas. Después de los dos años que habían pasado, su relación se basó en conocerse, después se hicieron amigos, después realmente se hicieron mejores amigos, al punto donde Simo solía pasar más tiempo con él, o se quedaba a dormir, bajando la guardia. Dejaba que Apolo le acariciara el cabello, se dejaba ver sin su cubre bocas, solía ir con él a las fiestas, claro, Simo se aburría a los 15 minutos, es por ello que siempre en esas fiestas solía tener un piso solo para ellos, donde se relajaran. Artemisa de vez en cuando los acompañaba y se divertían entre los tres.

A decir verdad, las fiestas siempre le habían gustado, pero con Simo eran mejores, y lo fueron aún más cuando Simo rechazó a Eros frente a él.

Ese día hizo una fiesta total. Solo pudo reír y besar al humano, lo que le costó un enorme golpe en el rostro, pero valía la pena, la diferencia es que Simo no lo había rechazado ninguna vez, y a Eros sí, por lo cual, él podía vivir con ello.

Pero, incluso ese día no fue de sus favoritos, su día favorito fue cuando caminaba con Simo por sus jardines, y bromeaban de la película que habían visto. Era un día común, no había nada en especial en él, no había sucedido algo significativo, nada, solo habían pasado el día juntos, pero, al final, cuando se despedían el uno del otro, Simo le había tomado la mano, y le había jalado la ropa, para hacerlo inclinar y besarle. No fue un beso especial, o relativamente único, no fue un beso que dijera muchas cosas, solo fue un beso porque le nació al humano hacerlo. Y eso había sido lo único que necesitaba. Se quedó como piedra tras de eso, mirando al humano partir. No sabía que un beso tan simple le pudiera provocar tantas cosas.

Después de ello, comenzaron a hacerlo más seguido, un beso por aquí y por allá, un beso esporádico, uno porque querían. Al punto que los besos en algún punto no fueron suficientes.

Habían acabado su noche de películas, habían tomado algunas sodas y solo estaban compartiendo opiniones, pero, un beso llegó. Un beso en su habitación, lejos del Edén, lejos de Adam, lejos de sus hermanos protectores, lejos de todos, lejos de Artemisa, lejos de Eros, lejos de Leónidas.

Simo estaba acurrucado entre sus piernas mientras ambos disfrutaban de ver la pantalla y comer palomitas, pero, llegó el momento en el que se besaron, y siguieron haciéndolo sin parar, hasta que sus manos comenzaron a recorrer el cuerpo del finlandés, deslizando poco a poco su ropa fuera de su cuerpo.

— ¿Es aquí? — preguntó Apolo, tragando saliva, con Simo entre sus piernas, de espaldas hacia él.

No tenía idea como diablos lo había conseguido, el punto de abrirle las piernas al finlandés, y tenerlo en interiores en su cama, o mejor, tener su mano en la entrepierna de este masajeándola, viendo los pequeños gemidos que producía. Sentir los suspiros y jadeos de Simo tan cerca lo estaban volviendo loco, pero se estaba controlando. Solo seguía moviendo sus manos para seguir masturbando al humano, sobre sus interiores.

— Pensé... que esto no... iba a reaccionar. — dijo Apolo tratando de controlarse.

— Hn... que no me interese el sexo, no quiere decir que no siento placer o no puedo hacerlo, idiota. — dijo Simo. — E-es... espera... Apolo, se siente muy intenso, Hn... quiero... quiero vestirme.

— Que lindo. — sonrió Apolo, masajeando por encima de su ropa interior. — Se sentirá mejor sin ropa, el roce será más directo.

— ¡AH! E-espera...

Tenía que controlarse, acabó por parar sus movimientos, viendo el bello rostro de Simo, estremecerse, más cuando tenía ese temblor en las piernas, y como trataba de controlar su respiración. Acabó por deslizar sus dedos, un poco más lejos, probablemente acabaría por recibir una bala entre ceja y ceja, pero moriría feliz. Al momento que hizo presión entre las nalgas del finlandés, todo con tal de llegar a rozar su entrada.

— ¡HNG! ¡Basta! Es... es suficiente. — dijo el humano, temblando de placer. — B-basta... ah...

— No puedo dejarte así, deberías correrte. Es peligroso en los humanos sabes, debes cuidar tu salud.

— Apolo... ¡E-ESPERA!

Fue egoísta, pero no podía parar sus manos, no cuando se deslizaron debajo de la ropa del finlandés, y comenzó a masajear ese miembro arriba y abajo, dándole dulces besos en el cuello a su humano. Solo pudo escuchar los dulces y fuertes gemidos del finlandés, y como se abría más de piernas, para después escucharlo jadear su nombre aferrándose a él, hasta que al fin lo vio correrse en sus manos.

Trago saliva de nuevo, tratando de grabar en su memoria dichos gemidos benditos. Gemidos que lo acompañaban en otras noches, cuando se encontraba solo, sin poder dejar de pensar en lo hermoso que se había visto de esa forma. Aun se debatía en su mente qué diablos era lo que más le gustaba de Simo. En definitiva, su mirada era la que iba a la delantera, ya que, si esos hermosos ojos se postraban en ti, era como un hechizo, no podías hacer más que obedecerle en todo. También le gustaban muchos sus comentarios, o la manera en la que estando alrededor todo se vuelve pacifico.

Y...

— Mi cuerpo se siente extraño. — dijo el finlandés. — No lo entiendo.

— ¿Te duele algo? — dijo Apolo, besándole la nuca, amarrándose mentalmente con cadenas, para evitar comerse al finlandés allí.

— Mi vientre, se siente raro, me hace cosquillas, las veces que lo he hecho por mi mano, nunca sentí esto. — dijo el humano mirando a los ojos al dios. — Apolo...

Solo pudo sentir una gota de sudor recorrer su frente. Entre sus piernas, se encontraba el humano más hermoso y perfecto que había, con un calor ferviente en el vientre, listo para ser llenado por él, sin saber que su cuerpo le exigía sexo. ¿Tomaría la oportunidad? ¿Qué diablos haría?

— ¿Apolo? ¿Me estás escuchando?

La voz de Simo lo sacó de sus pensamientos de golpe. El finlandés le miraba y tomaba su mano, mientras caminaban por el jardín del panteón griego. El humano señalaba una flor con un rostro de curiosidad, mientras veía al dios.

— ¿Si?

— Preguntaba por su nombre. — dijo el humano viéndolo. — ¿Estás bien? Te disociaste hace poco.

— Oh, lo siento, me quedé pensando en lo de mi tío Poseidón. — rio Apolo mirando la flor. — Es Ciclamen, es la flor nacional de Grecia.

— Es hermosa, tan brillante y divina. — dijo el finlandés. — No la vi en mi vida en la Tierra nunca, aunque claro, no es como si hubiera vacacionado, estaba en guerra, y después de ello, solo me dedique a estar en mi casa, es todo. — rio levemente el humano. — Pero, hay algo que no puedo dejar de pensar. ¿Tú estás bien? Luces muy distraído, cuando fue tu plan el venir aquí.

— Lo siento, me distraje un poco contigo. — mencionó Apolo.

— ¿Conmigo? ¿He hecho algo que ha llamado tu atención?

— En realidad has hecho muchas cosas que me han llamado la atención, pero principalmente es que usas abrigos, incluso en lugares cálidos como este jardín. — rio Apolo. — ¿Qué con eso?

— No me gusta sentir muchas cosas tocándome, las sudaderas o abrigos, o incluso camisetas de manga larga protegen mi piel. — respondió Simo. — Mi cuerpo es sensible, incluso el más mínimo roce hace que sienta escalofríos o mi piel se tense. Es por ello que, durante la guerra, podía detectarlos, el simple movimiento, el olor, el sonido, todo. Tengo una habilidad que mis hermanos llaman "instinto de caza." Todo para mí, es muy abrumador si no lo controlo.

— Tus 5 sentidos desarrollados al máximo. — comentó Apolo, sorprendido. — El tacto, por eso puedes sentir las vibraciones de personas a lo lejos, y es por eso que eres tan sensible. El oído, puedes escuchar todo a tu alrededor. La vista tan aguda como un halcón, el olfato al máximo y el gusto, por eso eres claro en las cosas que te gustan comer y no, por eso no tienes problemas en lamer o probar cosas nuevas.

— Si. Por eso maté a tantas personas sin una mirilla y sin que me encontraran, aunque claro, fui herido, pero seguí vivo.

— Increíble. — rio Apolo.

— Mi cuerpo no será tan atlético como el de mis hermanos, pero, es superior en otras cosas. — sonrió Simo. — No necesito musculo ni entrenamiento para acabar con alguien. Solo enfoco mis sentidos de caza, es todo. Jack dice que ese instinto animal que tengo, puede ayudarme a salirme con la mía, me hace reír, no usaría mis instintos para provocar una desgracia a alguien.

— De saber eso antes, dentro del Ragnarök, me hubiera ahorrado muchas heridas. — rio Apolo. — Y cicatrices.

— Pero henos aquí, ahora salimos. — sonrió Simo. — Somos pareja.

— ¿No crees que eso es raro? — cuestionó el dios.

— ¿Por qué lo dices?

— Pensé que para entonces ya te hubiera aburrido. No soy... no soy un dios tan grande, como los demás, siempre he trabajado para tener las cosas que tengo. Trato de sacar la belleza de lugares que nadie miraría, y me esfuerzo tal vez hasta el triple para poder caminar a lado de aquellos bendecidos desde su nacimiento.

— Y por eso eres el mejor. — dijo el finlandés, retirando su cubre bocas. — Eso es lo interesante de ti. Luchas por ti y tu brillo Apolo, eso es interesante. Podría interpretarse de mala manera, llamándote ególatra o narcisista, pero, es muy equivocado ese juicio. Tú luchas por poder brillar como todos, te levantas del suelo y continúas tu pelea. Eso me gusta de ti.

El dios acabó por sonreír, para acercarse y recaer su cabeza en la cabeza del humano, inclinándose y soltando un suspiro. Ah, esta era la paz que le encantaba sentir, era la paz que siempre necesitaría en su vida.

— Vaya, no pensé nunca que saldrían esas palabras de ti. — sonrió Apolo besándole la frente a su novio. — Perdón, prometí no besarte sin previo aviso.

— No tienes que disculparte por eso. — sonrió Simo abrazándolo, ante la sorpresa del dios. — Oye...

— ¿Si?

— ¿Puedo quedarme a dormir hoy? — dijo el humano alzando su mirada para ver a los ojos al dios.

— ¿Quieres hacer una pijamada? — sonrió Apolo. — ¿Hay alguna nueva película que te interesa ver?

— Quiero que me hagas el amor, en realidad. — respondió Simo. — Quiero estar toda la noche haciéndolo contigo, aunque realmente no sé si se deba hacer toda la noche, no soy muy consciente de la duración del sexo.

— ¿Qué?

El dios sintió como si le hubieran dado un cubetazo de agua fría mientras el humano le miraba con su expresión sería de siempre, y le abrazaba esperando una respuesta. Joder, que sus ojos son hermosos, es imposible decirle que no a esa mirada, pero, lo había tomado de sorpresa su petición.

— Realmente nunca me había importado, pero... me gustaría ser tocado por ti. — sonrió el humano. — Solo si quieres, no hay problema si no deseas hacerlo. Solo me dio curiosidad, y creo que no está mal probarlo, aunque sea una vez en mi vida. Pero no quiero que te sientas obligado si...

— ¡Si quiero! — gritó el dios. — Simo por el Olimpo, nunca te diría que no a una de tus peticiones.

— Entonces... ¿puedo quedarme a dormir hoy? — dijo el humano.

— Es un sí rotundo.

Ya vería que le inventaría a su padre.

Tal vez le pediría ayuda a Qin, pero ahora, solo tenía curiosidad desde ese cosquilleo que tuvo en el vientre, y el dios que le sostenía con tanto amor, le había despertado cosas que no pensó sentir. Así que seguiría el consejo de su hermano, y simplemente tomaría todo, hasta que se cansara, aunque, estaba seguro, que tal vez, nunca se cansaría de esto.

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Leónidas tenía la vena de la frente a punto de reventar, al ver al maldito dios nórdico demasiado pegado a su lindo hermano menor Lü Bu.

Claro que miraba como la mano de Thor se posicionaba en las piernas de Lü Bu, no de una forma erótica, pero si tratando de marcar territorio. También notaba esos besos discretos en su mejilla. Le había enseñado a Lü Bu el cómo golpear a un dios si se pasaba de listo, pero su hermanito no hacía nada de eso, disfrutaba los mimos del dios. Odín le dijo que sus hermanos toman sus propias decisiones, y sabía que debía dejar de sobreprotegerlos, pero, igual su mente estaba viendo cómo podía matarlo, sea como sea, quería hacerlo. Pero, tenían que terminar la reunión en el panteón nórdico. Odín estaba hablando, y acariciaba su pierna en señal de que ya iban a terminar, cosa que Leónidas agradeció el aviso, le diría al menos una que otra cosa al dios del trueno.

¿Era hipócrita dejarse mimar por el dios mientras planea matar a un dios por lo mismo? En la lógica de Leónidas, no, no lo era.

El plan de desaparecer a Thor seguía en pie, aunque claro, eso se fue al caño de golpe, cuando apenas Odín estaba por decir que la reunión había acabado, que las enormes puertas del salón nórdico se abrieron. Y pudo ver a su pequeño hermano Michel Nostradamus entrar con un papel en la mano, molesto a morir, caminando hacia la mesa principal, incluso subiéndose en ella, para quedar parado, estirando el papel que tenía en su mano frente a Loki quien lo veía confundido.

— ¿Michel? — dijo Loki mirándolo. — ¿Qué diablos haces?

— Tengo 18 años ya. — dijo su hermanito mostrando el papel, que por lo que veía, era un acta de nacimiento. — ¡Tengo 18 años ya!

— ¿Michel? ¿Qué pasa? — preguntó Lü Bu.

— No, no, cállate Lü Bu, ahorita no es contigo, y ni siquiera se te ocurra decir algo Leónidas, no quiero verlos a ustedes, esto es entre este idiota dios y yo.

— ¡Michel! ¡No puedes...!

— ¡SI PUEDO! — gritó el menor haciendo retumbar el lugar. Si, esa fuerza con la que había casi destruido el Bifröst, se estaba manifestando en su hermano.

Michel había crecido, ya era un poco más alto, y su voz era más gruesa, dejando la infantil detrás. Además, su ropa, aunque seguía la moda francesa, era más moderna, y su cabellera era más larga que hace años, poco a poco sus facciones se hacían suavemente más masculinas, pero, seguía teniendo ese aire andrógino.

— ¡Por Odín, cálmate! — gritó Loki. — ¿Qué pasa? ¿Qué con que tengas 18 años?

— ¿Cuándo? — dijo el rubio apretando sus puños.

— ¿Eh? — comentó Loki confundido.

— ¡Cuando me vas a coger!? ¿Qué no lees lo que esta aquí! ¡Es mi certificado de nacimiento! ¡Ya tengo 18 años! ¡Los cumplí! ¡Ya basta de jueguitos de manos! ¡Cógeme!

Hubo un silencio descomunal en la sala después de eso.

Ningún nórdico podía decir nada, ni siquiera sus hermanos podían decir algo, acabaron en blanco tras esa declaración. Incluso Loki, quedó estupefacto ante tal petición del más joven. Ese silencio hizo que hasta Odín suspirara cubriendo su rostro, este era drama que iba con los griegos, no los nórdicos.

Antes de que el dios supremo del panteón nórdico hablará, fue el rey de Esparta quién golpeo la mesa para ver a su pequeño hermano, llamándole la atención.

— ¿Juegos de manos? — dijo Leónidas mirando a Michel.

— Tú sabes a que me refiero, tonto espartano. — respondió el rubio haciendo que la paciencia de Leónidas quedara cada vez más delgada que un cabello.

— Michel, quiero vivir... — susurró Loki.

— Michel, si sigues con esa actitud... — dijo Leónidas. — No verás el sol en mucho tiempo.

— Como si te tuviera miedo. — sonrió el más joven. — Es más, para que te enojes más, ese tipo de allí, si, este dios, se ha metido en mis pantalones, me ha masturbado, lo he dejado jugar con mi entrada con sus dedos, dejado que acaricie y bese mi cuerpo, además que adoro como chupa mis pezones. Pero el idiota no tiene las bolas para cogerme.

— ¡No, claro que no, nunca he hecho eso! — gritó Loki, mirando al espartano. — Esta loquito porque seguro tiene sueño, Michel, retírate, hablemos luego.

— ¡No me voy a ir! — replicó Nostradamus. — ¡Ten pantalones y reclámame o me iré con otro dios!

— ¡Qué no! — gritó Loki. — ¡Hablemos después!

— ¡Terminamos! ¡No voy a esperarte! — dijo el joven enojado. — ¡Suerte en conseguir algo más hermoso que yo!

— No, espera. — comentó el nórdico sujetándole un tobillo al rubio. — Hablemos después, iré contigo, por favor.

— ¿Irás? ¿Lo prometes? — comentó Michel viendo al dios de las mentiras con esa mirada fría.

— Lo prometo. — respondió Loki.

— Si no vas, te acusaré con Hela, y ninguno de los dos te vamos a hablar. — sentenció Michel. — Le diré a Hela que me presente a Thanatos y nunca me volverás a ver en tu maldita y eterna vida.

— ¡BASTA YA! — Gritó de golpe Leónidas.

Michel no pudo mantener el equilibro cuando el espartano rompió la mesa de un golpe sujetándole de la playera, mirando como su hermano menor se encogía de hombros.

— Michel. ¿Cómo diablos osas interrumpir una junta importante como esta con tus malditas peticiones?

— Es que...

— ¡ES QUE NADA! — Gritó el espartano. — No tienes ni siquiera los pantalones para gritarme, así que aprende tu lugar. Nos vamos a casa, ahora. Prepárate para no salir en meses, tonto idiota caliente.

— ¡Leo, suéltame! — se quejó Michel. — ¡Leo! Por favor... — dijo el rubio abrazándose de su hermano.

— Ni creas que eso va a funcionar. — comentó Leónidas. — Ya no eres tan lindo y pequeño para que me causes ternura.

— ¡Idiota!

— Prepárate para pasar tus días con papá sobre ti sin dejarte salir para nada. — rio Leónidas. — Nos vamos a casa, Lü Bu, tú también vienes.

— ¿Por qué?

— Necesito un testigo. — comentó Leónidas sin soltar a Michel. — Odín, te veo después.

— Llega a la cena. — comentó el dios supremo. — Si necesitas de mí, solo llámame.

— Esta bien. — comentó Leónidas, acercándose para besar a su esposo. — Te veo en la cena, nos vamos.

El espartano solo podía llevarse cargado a su hermano mientras este pataleaba buscando libertad. Y más a un Lü Bu molesto, quien besó a Thor y se levantó siguiendo a su hermano hasta salir de la sala. Loki no pudo aguantarse y comenzó a carcajearse a lo que tanto Odín como Thor suspiraron.

— Parece que, tendré que escabullirme en el Edén para divertirme. — rio Loki. — Que lindo, no pensé que quería hacerlo conmigo ya. Quería seguir molestando su lindo rostro más tiempo.

— Loki, no hagas que te maten. — dijo Thor. — Y no traigas tus problemas de pareja a las reuniones.

— Creo que no podré ayudarte con eso, Thor. — rio el dios de las mentiras. — Me toca secuestrar esta noche a uno de los bebés del Edén, se lo prometí, tengo que cumplirlo.

— Si Adam te mata no te ayudaremos. — comentó Odín levantándose.

— Descuiden, sé que hacer, ese bebé del Edén será mío esta noche. Adam no puede hacer nada si decido tenerlo a mi lado ya.

Y con una sonrisa, el dios de las mentiras no podía ocultar la alegría que le causaba, que el humano estuviera igual de deseoso y queriendo estar con él, como él lo estaba. Había pasado estos últimos meses, poco a poco, haciendo crecer el deseo de Michel hasta que explotó, y eso era algo que iba a disfrutar en grande.

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Desde que había llegado al mundo, sabía que significaba ser hijo del tirano de los mares.

Realmente su crecimiento fue sin pena ni gloria, el amor que recibía de su madre era suficiente, y, a decir verdad, tenía el mismo carácter que su padre. Lo odiaba, odiaba ser su heredero, odiaba tener relación con él, y odiaba que tuviera gran parecido a ese hijo de puta, pero bueno, no podía hacer mucho con ello. Agradecía que al menos su padre era atractivo.

Además, no tenía mucho que hacer con él. Después de que su padre le mostrara lo que tiene que hacer, le entrenará y lo dejara libre de su maldita mirada constante, fue feliz. Le gustaba mucho estar en su reino, y disfrutaba tener parejas por doquier. Ha decir verdad, le gustaba disfrutar del placer como buen griego, en diferentes lugares.

Pero entonces, le conoció.

Mirar esos ojos caramelo, ese cabello largo, ese cuerpo. Necesitaba a Sasaki Kojiro en su vida. Era honesto, lo primero que le llamó la atención de él fue ese bendito cuerpo que se dejaba ver apenas bajo esa ropa ligera. Lo segundo, fue esa enorme sonrisa que le apretaba el corazón, tan hermosa y llena de felicidad, y tercero, fue su carácter. Le gustaba el japonés por cómo podía tocar el corazón de todos.

Siendo un dios del mar, se enfrentaba con "la maldición de Poseidón", o así lo llamaban todos. Los dioses de los mares, ocultan su corazón en el fondo del océano, tan lejos que nadie puede realmente tocarlos o dañarlos de manera sentimental, tal vez solo otro dios del mar. Como lo que pasó con su padre y madre, pero, el humano, como si fuera una espada atravesando las aguas, fácilmente se deslizaba en todos los corazones, tomando lugar, volviendo el frío fondo en algo cálido y acogedor.

Es perfecto, Sasaki Kojiro era perfecto para cualquier dios del mar.

Es por ello que lo quería con él. Lo haría su reina, tendría a su descendencia, y podría siempre sentir esa dulce calidez que el samurái comparte con todos. Ese era el plan, solo debía conquistarlo, no debía ser algo tan difícil, si su padre lo había conseguido, él lo conseguiría en la mitad del tiempo.

Pero no, no pudo, no estuvo ni cerca. El samurái le rechazó una y otra vez cualquier intento de acercamiento romántico, sexual o casal. Y eso solo lo hacía desearlo más, pero, sabía que tendría que ocupar otra técnica, lo que fuera. O al menos ese era el plan... ese ERA el plan...

— ¿Qué pasa, Tritón? ¿No piensas entrar al agua?

La voz calma de su padre a orillas del mar, frente a su castillo lo estaba llenando de miedo. A unos metros, parado frente a él, estaba su padre, mirándole, mientras el permanecía en Tierra, sin querer tocar el agua. ¿Por qué le tenía tanto miedo al agua en este momento? De golpe, estaba leyendo en su castillo, y de pronto sintió un escalofrió que lo hizo salir a la parte de la superficie, salir de su castillo y llegar a Tierra, alejándose del mar. Porque delante de él, estaba su padre, mirándole, mientras la brisa marina movía ese cabello rubio y sostenía ese tridente con fuerza.

— Tritón...

— ¡Basta, Poseidón! — gritó Anfitrite. — ¡Déjanos solos!

— Anfitrite, Tritón, métanse en el agua. — sonrió suave Poseidón. — ¿Por qué tienen miedo?

— Basta... — dijo la mujer. — Sasaki nos rechazó, no nos hemos acercado a él en absoluto, basta.

— Entren en el agua.

— ¡Poseidón!

— Saben, yo soy el agua. — sonrió el dios, haciendo las olas crecer detrás de él, que el agua pareciera un titán rodeando a su ex esposa y a su hijo. — Les estoy dando la oportunidad de meterse, porque saben que, si quisiera, solo subiría la marea tanto, que no habría más tierra en el Valhalla, la subiría hasta cubrir el mismo cielo de agua. Así que, entren en el agua.

— ... vete. — dijo Tritón, sintiendo sus piernas temblar. ¿qué diablos? ¿Por qué estaba temblando? ¡Él también controlaba los mares!

Trató de concentrarse, queriendo mover el agua como podía, como lo hacía siempre, así su padre no haría nada y dejaría de molestarlos, así protegería a su madre, pero...

— ¿Qué pasa, Tritón? — dijo Poseidón. — ¿El agua no te obedece?

— ...

— Claro que no te va a obedecer, soy yo quien no le está dando permiso. — sonrió el tirano. — Ultima vez que lo digo, entra en el agua. Ten dignidad y hazlo.

Sintió su cuerpo extraño, más cuando poco a poco daba pasos hacia delante sin quererlo, mientras Anfitrite lo detenía, sujetándolo para que no siguiera la orden.

— El cuerpo se compone igual de agua, se me olvidó decírtelo. — rio Poseidón. — Que triste, un dios de los mares con miedo al mar.

— ¡Déjalo en paz! — gritó Anfitrite. — ¡Si vas a matarnos, hazlo ya, maldito idiota!

— No voy a matarlos. — comentó Poseidón. — No tocaré ni un cabello de ustedes.

— ¿Eh? — dijo Tritón mirando hacia su padre. — ¿Qué has dicho?

— Si los tocara, tendría a Kojiro odiándome, no puedo darme el lujo de eso. — suspiró el dios de los mares mirándolos. — Esto es solo una advertencia, no se acerquen a Kojiro. Al menos no en forma romántica. Si descubro que quieren hacerlo, ustedes saben que el mar tiene sus propios accidentes naturales, a veces incluso hasta un dios de los mares puede morir en ellos. Así que la próxima vez que quieran tomar algo mío, recuerden, que el agua soy yo, y estoy en todos lados, no pueden huir de mí, los encontraré, y haré que perezcan hasta que no encuentren nada de sus cuerpos.

Después de ello, el mar se relajó, mientras su padre se retiraba de la orilla y desaparecía en las aguas. Sintió un escalofrío al escuchar el oleaje mientras su madre se abrazaba de él asustada. Si, nunca había sentido miedo al mar, era parte de él, nunca había tenido miedo a nada.

Pero ahora.

Le aterraba entrar en el agua, al menos estos días, no quería estar cerca de ella.

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Era peligroso.

No importaba si estaba a meses de cumplir 18 años.

Se habían vuelto cercanos, se conocían mejor, y siempre habían respetado su espacio personal. Pero, el joven lo había vencido en una pelea, y cuando pensó celebrárselo, acabó sin poder levantarse, ya que el chico se había sentado en su regazo, y ahora mismo no dejaba de romper la distancia entre ellos. No importaba como trataba de detenerlo, el joven no dejaba de acercarse y buscar sus labios. Se quitaba o rechazaba los abrazos sosteniendo sus manos, pero no podía quitárselo de encima, o más bien, tal vez no quería.

Porque en el fondo estaba disfrutándolo, disfrutaba la atención que el menor le ponía, y disfrutaba sentirlo cerca, ese dulce aroma que tiene, disfrutaba todo de él.

— Okita, quítate. — dijo Susanoo viéndolo. — No debes sentarte en el regazo de las personas sin su permiso.

— Solo estoy a unos meses de ser mayor de edad. — dijo el joven sonrojado, mirándolo. — Solo unos, ¿no sabes lo difícil que ha sido para mí?

Había estado rechazando al joven desde que tenía quince años, y era por su bien, a decir verdad, si él quisiera, podía haberlo tocado, pero, seguramente solo provocaría problemas. Decidió que una relación de amistad era lo mejor, pero el tiempo pasaba, y poco a poco se hacían más cercanos sin quererlo.

— Soji...

— Tengo que imaginar que eres tú cuando uso esos dildos. — susurró el joven, haciendo sonrojar de golpe al dios. — Cuando perfectamente podrías ser tú, no sabes lo difícil que es pasar por la etapa donde estoy caliente todo el tiempo y no puedo hacer nada... tuve que pedirle ayuda a Nikola, y eso fue muy humillante.

— ¿Qué te hizo tu hermano? — dijo Susanoo confundido. ¿Eran esa clase de hermanos? ¿Cómo los griegos?

— Me construyó dildos para mi uso. — respondió el japonés. — Dildos y consoladores... me dijo que decidiera que me gustaba más, y fue satisfactorio estimularme, pero disfruté aún más cuando me estimulaba por detrás.

— Dios...

Susanoo sabía que el joven era así. Directo, no se guardaba nada y no tenía miedo a decir lo que piensa, lo que era peligroso, porque ahora mismo estaba tratando de no imaginarse al menor tocándose él mismo.

— Susanoo... — susurró el menor deslizando sus manos por su pecho.

— No, no, no. — dijo el dios rápido, apartándolo. — Ni lo pienses...

Pero no pudo.

El joven se lanzó a besarlo.

No un beso dulce o juguetón como solía siempre tratar de robarle, ahora en definitiva había aprovechado en meter su lengua, pegando su cuerpo a él. Trató de apartarlo, pero no pudo, o tal vez no quería, estaba débil ante los besos del humano que ha intentado, realmente intentado, apartar de él desde siempre.

En el Ragnarök, le intereso aquél sujeto que se hacía llamar el destaza humanos, aquel que se hacía llamar el mejor en el kendo cuando esos títulos pertenecían a él totalmente. Pero ahora, tenía a ese mismo sujeto, besándole, que ya quería olvidar todo su autocontrol.

Y lo hizo.

O al menos lo estaba haciendo por como lo había posicionado debajo de él, mientras el menor aprovechó en rodearlo con sus brazos, para no dejarlo ir, pegando más su cuerpo al del mayor.

— Paremos. — dijo el dios, rompiendo el beso. — Soji... paremos, solo nos meteremos en problemas.

— No. — sentenció el menor besándolo más. — Ni lo pienses. Si me sueltas ahora, nunca más volverás a verme.

Tal vez fue la amenaza, o que sabía que Okita no se iría o pararía solo por unos besos, así que en su atontada mente pensó, ¿qué sería lo mejor para dejarlo calmado al menos unos meses más? Al menos hasta que realmente pudiera cortejarlo. Así que lo hizo, deslizo una de sus manos por el abdomen del joven, sintiendo como este se estremecía, pero le dejaba avanzar. Hasta llegar a su miembro comenzando a masajearlo.

— ¡AH!

— Tranquilo...

El menor solo podía aferrarse a él mientras sentía las manos del dios acariciarle, más cuando sin miedo abría sus piernas esperando más. No le importaba si ya había humedecido sus interiores al soltar tanto presemen como un adolecente virgen, no quería que esa mano parara, quería más, deseaba más. Trató de desnudar al dios, pero este lo impidió, sabía que el chiquillo no se la dejaría fácil así que deslizó sus dedos a esa pequeña y apretada entrada para comenzar a masajear. Cosa que el japonés rápidamente se tensó, pero se dejó acariciar, abriendo aún más sus piernas, dándole una linda imagen al dios.

De ser un demonio con la Katana, a ser un lindo gatito, que incluso vestido lucía tan devorarle.

Tal vez eso lo hizo comenzar a introducir un dedo, sintiendo como el humano gimoteaba aferrado a él. Podía sentir la respiración jadeante del menor en su oído, por lo fuerte que se estaba abrazando a él. También, en como sus piernas temblaban ante el contacto, y ese pequeño movimiento de caderas.

— Susanoo...

Dijo casi en un suspiro el menor para después gemir más, al sentir la intromisión de otro dedo. Al final había caído, por lo fuerte que daba esas embestidas con sus dedos, quería ver las expresiones de ese joven que se la pasa día y noche tentándolo, ahora verlo gemir su nombre entre lágrimas, aferrándose a él. No pensó que sería un paraíso dedear a alguien, pero lo era, más cuando el humano se aferraba a él y podía sentir esas piernas temblorosas que solo quería abrir más y más. Se había vuelto codicioso, deseaba tener al japonés como suyo, deseaba hacerlo su pareja, deseaba que se quedara siempre a su lado.

Siguió tal vez unos minutos más, hasta que escuchó ese grito, acompañado de jadeos, y como los interiores se sentían más mojados. Si, su pequeña pareja acababa de correrse mientras experimentaba por primera vez un orgasmo al ser solo estimulado por detrás.

— Eso fue rápido. — sonrió Susano, viendo al joven.

— I-idiota. — dijo un Okita con el rostro carmesí.

— ¿Podrías esperar solo unos meses más? — preguntó el dios mirándolo. — Solo unos meses más, te lo pido.

El dios acabó por besarle la frente, a lo que él humano le abrazó, colgándose de él como un koala para que no se apartara. Se quedaron abrazados un rato, en lo que el dios le mimaba con suaves besos que el humano disfrutaba, abrazándose más de él.

— Esta bien. — respondió al fin el joven. — Esperaré.

— Gracias. — respondió el dios besándole las mejillas.

Ya había esperado años, unos meses no parecían ser tanto. Al menos eso pensaba el humano, al final, si quería el dios, solo tenía que escabullirse del Edén cada que pudiera.

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En realidad, le agradaba esto.

No lo consideraba tan malo el tener esas arenas en su piel. Parecían tatuajes, pero seguramente tendría que ocultarlos o su padre no dejaría de mencionarlo una y otra vez. Porque realmente llamaban la atención, más por el área de las caderas y cintura que era donde se encontraban principalmente, también en los muslos internos.

Se sentía algo adolorido, había sido una decisión al azar, simplemente quien tuviera más experiencia lo hacía, y tal vez él era más sexualmente activo, pero el dios llevaba siglos de serlo. Era una clara diferencia en experiencias, así que se dejó, y lo había disfrutado más de lo que pensaba disfrutarlo.

Tal vez, sería al revés en una próxima ocasión, no estaba seguro, pero igual, tampoco le molestaría volver a hacerlo con el dios egipcio y ser el de abajo si así se le requería.

— Se quitarán en unos días. — comentó Anubis mirando al ruso. — No te preocupes, solo no andes desnudo y nadie lo notará.

Rio el dios, acariciándole las mejillas mientras ambos se estiraban en la cama del chacal. A decir verdad, le gustaba estar allí, hacer esto en el Edén era imposible.

— Descuida, no me preocupa. — rio el humano. — De todos modos, mi ropa nunca ha sido de puta como la de Qin, que enseña todo, yo soy más recatado.

Estaban relajándose después de una sesión de sexo. Últimamente el humano se la pasaba casi todo el día en el panteón egipcio. Y gracias a Qin, solía quedarse en el Helheim con Anubis, en su hogar, cosa que sacaba de quicio a Adam, pero como Eva le dijo que ya era un muchacho de 21 años, ya podía tener más libertades. Aun así Adam le pedía reportarse si se quedaba a dormir o no. Era molesto, pero al menos lo dejaban libre de hacer lo que quisiera.

— Grigori. — dijo Anubis mirándolo, mientras ambos se acurrucaban entre ellos.

— Dime. — suspiró el humano, disfrutando la calidez de su pareja.

— Sé que, como humano, siempre odiaste ser llamado "el inmortal" Grigori Rasputín, el sujeto que venció a la muerte. Nadie podía matarte. — dijo el dios del inframundo mirándole. — Pero... me gustaría que lo fueras de nuevo.

— ¿Quieres que regrese a Rusia y me deje herir? — rio el humano.

— Quiero que seas eterno, para que te quedes a mi lado toda la eternidad. — comentó el dios sorprendiendo al humano. — Es una petición egoísta, pero, no creo que vuelva a probar esta clase de felicidad con alguien más si te vas. Quiero que te quedes siempre conmigo. Es raro que yo te pida que abandones tu mortalidad, pero quiero que lo hagas.

El humano solo pudo soltar una pequeña sonrisa, y acercarse al dios para besarlo. No era un beso apasionado o algo por ese estilo, solo era un beso de cariño, mientras ambos comenzaron a mimarse con caricias, volviendo a pegar sus cuerpos para quedarse relajados un momento. Aunque tenían el deseo de un segundo round, el humano quería dejar cosas en claro.

— ¿Realmente quieres eso? — preguntó el humano mirándole.

— Si, lo deseo.

— Que curioso, yo igual lo quiero. — sonrió el ruso sorprendiendo al dios. — Al fin el poder de sanación que me impide morir, tendrá significado.

— Quiero que seas mi reina, conviértete en un dios y...

— Alto, cachorrito. — rio el humano. — Si quiero todo eso, pero, me gustaría tener un cuerpo más maduro antes de parar mi crecimiento. No lo sé, tal vez cuando tenga unos 25 o 28 años. No quiero verme tan juvenil como lo soy ahora.

— Esta bien, esperemos.... Esperaré lo suficiente si eres el premio que obtengo.

— No esperarás demasiado, lo prometo.

Y ambos se sonrieron, mientras disfrutaban de la paz que tenían, besándose el uno al otro para después comenzar de nuevo con los besos, y dejarse enredar entre las sabanas, comenzando de nuevo su faena de amor.

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Había estado así los últimos dos días.

Poseidón estaba molesto con él, había sido claro, y le dolía que esta vez tenía la razón.

"No me importa lo que hicieron ellos, me importa que no me lo dijiste a mí. ¿Por qué no confías en mí, Koji? ¿Por qué me ocultaste esto? ¿Realmente pensaste que iría a matarlos?"

A decir verdad, si lo había pensado. Y es que, cuando sucedieron las cosas, era otro Poseidón, tenía miedo que en un arranque de ira matara a su hijo y a su ex mujer. A decir verdad, si pensó en decírselo, pero acabó olvidando el detalle, y como su relación era más importante, simplemente lo olvidó de golpe.

Pero ahora no sabía cómo arreglarlo.

Quería disculparse, pero, Poseidón solía tener su rostro molesto todo el día, lo que era imposible. Le había pedido un consejo a Qin, y no ayudó mucho, solo dijo. "Has que el maldito se arrastre por ti, no te disculpes por nada, está loco, era obvio que le ocultarías algo así. Que vaya de rodillas a rogarte tu atención, ¡no cedas, Kojiro!"

Bien, okey, si seguía ese consejo, y hacia que Poseidón lo persiguiera como perro. ¿Cómo diablos lo haría? Cuando le preguntó a Jack en cómo podría tener al dios griego persiguiéndolo, el inglés solo soltó una sonrisa mientras bebía de su té.

"Creo que es my simple, brother. Solo tienes que seducirlo, eso hace que cualquier hombre caiga a tus pies, porque los hombres son simples y piensan más con la cabeza de abajo que con la de arriba. En especial los griegos."

Había reído después de escuchar eso de Jack, pero tenía un punto. Así que suspiró, está bien, lo intentaría, la cosa es que Poseidón huía de todo. Sintió mucha vergüenza usar esa clase de ropa debajo de su capa y bufanda, y todo para que Poseidón dijera que no llegaría esa noche porque Tritón se rehusaba entrar en el agua y tenía que arreglar algo con los mares. Bien, era por trabajo, así que lo aceptó.

En otra ocasión, preparó una habitación, que no fuera la suya, para que Poseidón no se diera cuenta, pero, llegó Hestia de visita y lo peor, Poseidón le dijo que podía quedarse en la habitación de huéspedes. El samurái nunca había corrido tan rápido y quitar velas, pétalos y todas esas cosas "románticas" de una habitación. Lo hizo tan rápido que acabó sin aliento y algo mareado, pero logró que no lo viera Hestia.

Y ahora estaba frustrado.

Solo podía estar boca abajo en su cama. Nada le estaba saliendo bien y ya eran dos días que no dormía con su esposo, lo extrañaba. La primera sabe que fue por trabajo, y la segunda, Hestia se la pasó hablando con Poseidón y como los dioses no necesitan dormir, él cayó rendido dormido y cuando despertó ya estaba en su cama, con su pijama, pero solo. No le gustaba despertar solo, quería despertar con su esposo.

Acabo por suspirar y levantarse, mientras retiraba su ropa, tomaría una ducha y se metería en la cama, el día había acabado, mañana intentaría algo más. Comenzó a desnudarse, soltando su cabello, hasta quedar en interiores, mientras caminaba así por la habitación en busca de su bata. No esperaba que la puerta se abriera y entrara Poseidón mirándolo sorprendido. El japonés no era de los que andaban en ropa interior en todo lugar, generalmente siempre usaba ropa y pijama, pero ahora estaba allí, a metros de su esposo.

— Poseí...

— Koji... — dijo el dios del mar viéndolo de los pies a la cabeza.

El samurái se dio cuenta que tenía la atención de su esposo, y aunque una parte de él quería cubrirse de la mirada intensa azul, otra parte era como un pequeño demonio en su hombro, que por alguna razón se parecía mucho a Qin, que le decía que siguiera la corriente y lo hiciera.

Así que lo hizo.

Tuvo que tragarse la pena y subirse en la cama, mientras el dios de los mares se acercaba, para acabar solo por hacer una acción, solo una. Y esa fue abrir sus piernas frente al dios, en señal de invitación, a lo que Poseidón ni siquiera lo pensó, en menos de medio segundo ya se encontraba lamiendo los muslos internos del japonés, rompiéndole los boxers para poder besar, lamer y morder al japonés que solo se dedicaba a gemir sujetándole el cabello.

No sabía que le gustaba más, si la lengua de Poseidón o sus dedos entrando en él, preparándolo para lo que deseaba. Ese cosquillo en su vientre era notorio, tal vez nunca lo diría en voz alta, pero, estaba deseoso por tener al dios de los mares dentro de él.

O al menos eso pensó.

— Creo que eso será suficiente. — dijo de golpe Poseidón, lamiéndose los labios, cargando al japonés hacia el baño.

— Hn... Poseí. — se quejó un poco el japonés abrazándolo. — Cama, quiero hacerlo en la cama.

— No, no será allí.

No se esperó, sentir los dedos de su esposo de nuevo entrando en él, mientras se aferraba entre suspiros y suaves jadeos a Poseidón, tratando de no caerse de los brazos de su esposo. Podía escuchar agua correr, pero solo quería volver a la cama, se sentía ansioso, y se notaba por como besaba el cuello del dios y este soltaba una sonrisa complacido de ver al japonés muriéndose por su atención.

Al menos eso hasta que entraron en la bañera.

— Poseí, hazlo, mételo. — susurró el japonés aferrado a su esposo y este sonrió.

— ¿Seguro? — comentó el griego. — ¿Puedo meterlo a mi gusto?

— Sí, sí, hazlo.

— Koji... — soltó una suave risa el rubio. — Date cuenta, que este es tu castigo.

El japonés supo de que hablaba el griego, cuando dejó caer un poco sus caderas y sintió dos cosas rozando su retaguardia. Y no solo eso, al voltear, notó una larga cola de tritón que salía de la bañera. No, no era posible, Poseidón estaba en esa forma, lo que significaba, que esas dos cosas que sentía en su retaguardia eran... "eso".

— ... Es tu castigo. — comentó Poseidón, besando al samurái, para acabar por morderle el labio. — Quiero meterlos, al mismo tiempo. Hazlo, y quedamos a mano.

— ¿Eh? P-pero... se suponía que...

Sus hermanos estaban equivocados, este era el peor resultado de haber seducido a Poseidón. Maldeciría desde hoy el nombre de Qin y Jack hasta que muriera. Solo pudo mirar hacia abajo, y los vio. Esas cosas eran enormes, y tenían una forma no humana, parecían tentáculos, pero, sin ventosas, gruesos y por lo que se veía, de una consistencia viscosa, si, algo parecido a los miembros que tienen las criaturas marinas, de un color rosa pálido. Solo sintió sus mejillas enrojecerse al mil, y trató de huir, pero su esposo lo sujetó de sus caderas evitando su huida.

— ¡Esto no es humano! — gritó Kojiro, a lo que Poseidón soltó una suave risa. — ¡AH!

— Shhh... — sonrió el dios. — Tu entrada esta lista para recibirme, vamos, si quieres que te perdone, hazlo.

El japonés solo podía sentir esas cosas rozando su trasero, se sentían raro, algo viscosas, como si estuvieran cubiertas de lubricante, además que se sentían cálidas y era extraño ambas sensaciones. Más extraño era que no le daba realmente miedo, y no quería decirlo, pero, tal vez si le daba algo de curiosidad saber cómo se sentían por dentro. ¿Era acaso una clase de masoquista fetichista? Tal vez lo era.

— Es... es raro Poseí... — dijo el japonés. — Su forma...

— Tranquilo, no te lastimarán, y ... Hn... pareces curioso al tocarlos. — dijo el dios al sentir la mano del japonés tocándolos. — Lo sabía, eres más pervertido de lo que dejas ver...

— Yo no...

— Pescadito pervertido. — dijo con cariño el dios de los mares.

El japonés no dijo nada, y eso le encantó al dios, porque con el silencio Kojiro admitía las cosas. Acabó por palmear su trasero, abriéndole las nalgas, para rozar ambos miembros con la entrada de Kojiro. El samurái entendió el mensaje, comenzando a bajar sus caderas, acomodando uno primero. Era algo diferente, aunque podía deslizarlo más fácil, era de mayor tamaño y grosor, sentía algo de dolor, pero le gustaba, no era algo desagradable. Metió hasta la mitad, pero, no podía más, así que comenzó a montar a su esposo, no podía negar que la sensación era placentera, esa cosa era... era... dios, se sentía tan bien.

Poseidón se dio cuenta que su esposo lo estaba disfrutando, así que puso el otro a rozar tan cerca, que el japonés entendió el mensaje, lo intentaría, pero, apenas sintió las dos puntas queriéndose abrir paso, sabía que sería imposible.

— No puedo... — dijo el japonés lagrimeando. — Pose... me duele, no quiero.

— Esta bien, sabía que no lo harías, aunque estoy halagado que lo intentaras. — rio el dios de los mares.

El humano estaba a punto de quejarse, pero el dios del mar soltó una risa y una sonrisa real, no había visto eso desde hace algún tiempo. Poseidón no es de las personas que ríen, o que suelen sonreír tan abiertamente, pero, lo estaba haciendo, y era una hermosa imagen que el japonés se estaba guardando en la memoria. No pudo evitarlo y se inclinó a besarle, mientras Poseidón aceptaba esos dulces besos gustoso, volviendo su cuerpo a la normalidad, acariciando las mejillas de su Kojiro, pegándolo a él.

— Bueno, dijiste que querías hacerlo en la cama, vayamos a la cama. — sonrió el dios, cargando a su esposo fuera de la tina.

— Hn... no me sueltes hoy. — exigió el japonés, abrazado de él.

— No pensaba hacerlo.

Era momento de complacer a su reina como siempre lo hacía, haciéndolo gemir hasta que se agotara. Al final, tal vez hades tenía razón en algo, el trabajo de un rey, si era perder la cabeza por su reina.

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Nikola no estaba del mejor humor últimamente.

En especial por algo importante. Aunque hayan pasado dos años, Qin aún no era muy bueno para deslindar su unión con el Helheim cuando tenía encuentros sexuales. Así que algunas veces podían sentirse algunas cosas en el ambiente. No habría ningún problema si fueran cosas casuales, que suceden cada cierto tiempo. Pero, su hermano era un maldito adicto al sexo que no descansa ni un día, y seguía sin tomarse la molestia de aprender a controlarlo, incluso cuando Hades le ha mostrado como.

Y hablando de Hades, era otro desconsiderado. Debería darle lecciones a Qin diciéndole algo tipo como "No tendremos sexo hasta que aprendas a controlarlo." El maldito le había prometido que se haría cargo, pero Qin le dice "Hola", y de inmediato el rey del Helheim esta como un perro de rodillas ante él. Y su única justificante es, "Lo siento, soy débil ante mi reina, trataré de arreglarlo"

Estaba harto, si esto seguía así, seguirían interrumpiendo sus investigaciones y su tiempo con Beel.

Todo porque su tonto hermano mayor le vale aprender a controlarlo. Qin es súper inteligente, puede aprenderlo en horas, pero no, solo quiere disfrutar su propio placer antes de pensar en los demás.

— Niko, luces estresado, más de lo normal. — dijo Simo comiendo a su lado. — Tienes ojeras, ¿está todo bien con Beelzebub?

O era verdad, el científico se había distraído en sus pensamientos. Estaba reunido con sus hermanos, con todos, en un pequeño picnic que había organizado Raiden en uno de los jardines del panteón indio. Justo ahora estaban disfrutando una rica comida hindú hecha por la diosa Parvati con ayuda de Raiden. Sabía deliciosa, su hermano no mentía cuando le decía que la diosa era excelente en la cocina, y que había estado aprendiendo de ella.

"Simo me preguntó algo." Se dijo en su mente Nikola, despertando de sus pensamientos de nuevo.

— Estoy estresado. — respondió el científico con una suave sonrisa. — Con Beelzebub está todo bien, nuestra relación realmente solo está mejorando. Somos esposos y nos tratamos como tal.

— ¿Qué te tiene así, tan ido? ¿Le hicieron algo a tu laboratorio? — preguntó Grigori, sirviéndose más comida en su plato.

Era verdad, estaba algo ido, no había dormido bien, y, a decir verdad, estaba algo frustrado sexualmente. Cosa que era sorprendente, porque nunca le interesó el sexo, pero, cuando comenzó a tenerlo, sentía la necesidad de hacerlo con frecuencia. Y ahora que no ha podido dado que Beelzebub igual está cansado, era horrible.

— No, mi laboratorio e inventos están bien. — suspiró Nikola, pasándose una mano por el cabello. — Es solo que Qin no deja de fornicar diariamente, y es idiota, así que no controla su unión con el Helheim provocando diferentes estragos. Lamentablemente el hogar de Beelzebub es cercano al enorme castillo de Hades, lo que me hace susceptible a mi estúpido hermano y su deseo de sexo.

Todos los hermanos se quedaron en silencio, y de golpe voltearon a ver al rey del inframundo quien se ahogaba con su bebida tras escuchar a su hermano revelar eso, cuando le dijo que no les dijera. El rostro de Qin se fue llenando de sonrojo, mientras Michel trataba de controlar las risas, pero no pudo, explotó riendo y Leónidas suspirando de coraje.

— ¡Traidor! ¡Te dije que no dijeras nada! — gritó Qin. — ¡Qué no le dijeras a ellos!

— Estoy harto de no poder dormir bien o no poder disfrutar mi tiempo con Beel. — se quejó Nikola. — No son la única pareja en el Helheim, ten consideración.

— ¡Te dije que aprenderé a controlarlo! — gritó Qin. — ¡Solo dame más tiempo!

— No lo haces, solo lo ignoras y sigues detrás de Hades. — refutó Nikola. — Me tienes harto, se acabó, te encerraré en la prisión de dioses hasta que demuestres que puedes controlarlo.

— ¡Lo haré! ¡No me encierres! — dijo Qin, súper rojo. — ¡Ash! ¡Tonto inven...!

— ¡Zhèng! — dijo Leónidas de golpe. — ¿Cómo osas molestar a Nikola de esa forma? Eres un hermano mayor, Nikola no ha hecho más que ayudarte en todo, le debes la vida a él, no voy a permitir que lo insultes solo porque te sientes expuesto, se acabó. No solo vas a estar encerrado, te quedas en el maldito Edén hasta que aprendas a controlarte.

— ¿Qué? — dijo el emperador. — ¡No puedes hacerme eso!

— Hasta que aprendas a controlar tu conexión, no puedes volver a dormir con Hades, y de eso me aseguraré yo.

— Gracias, Leo. — sonrió Nikola victorioso.

— Por caliente. — rio Michel, recibiendo un zape de Grigori. — ¡Auch!

— ¿Por qué soy el único reprendido? — se quejó Qin, suspirando frustrado.

— Eres el único que ha llevado el sexo a este límite, castigado, nada de ello para ti. — comentó Lü Bu. — Estás provocándole problemas a Nikola, se acabó.

— ¿Él único que lo ha llevado a este límite? — dijo Qin mirando a sus dos hermanos mayores, tanto Leónidas como Lü Bu. — Que hipócritas son todos.

— Qin, solo quieren que aprendas a controlarlo para que Nikola pueda descansar, hazles caso. — suspiró Kojiro.

— ¿Tú vas a hablarme de controlarme? — rio Qin, a lo que el samurái sintió un escalofrió en la espalda. — Yo me controlaré, cuando tu aprendas a controlarte con Poseidón, al menos yo no me cojo a Hades en su forma monstruosa, porque si, Kojiro, te cogiste a Poseidón en su forma de tritón, maldito fetichista Monster Fucker. ¿Por qué no lo castigan a él también?

El rostro del japonés era un enorme poema carmesí de golpe. Se había quedado en shock después de esa declaración. ¡Maldito chino de mierda!

— ¡Me prometiste que no dirías nada! — gritó Kojiro. — ¡Lo prometiste!

— ¡Me prometiste a mí que me ayudarías con lo de Nikola! — gritó Qin. — ¡Me dejaste morir solo!

— ¡Ambos son irritantes! — gritó Nikola.

— Entonces es verdad... — dijo Michel mirando al samurái. — Diablos Kojiro, que guardadito te lo tenías, maníaco sexual.

— ¡NO! — dijo el japonés cubriendo su rostro, tratando de esconderse en su bufanda. — ¡El único maniaco sexual aquí es Kintoki y sus miles de fetiches!

¿Había vendido a su hermano para cubrirse a él? Sí, lo había hecho, pero era necesario, tenía que hacerlo para poder seguir viviendo y no morir de vergüenza.

— ¡La decepción! ¡La traición hermano! — gritó Sakata. — ¡Te dije que no dijeras nada!

— ¡Si yo caigo, todos caen conmigo! — gritó Kojiro, estando más rojo que su bufanda.

— ¡Y se quejaban de mí! ¡Leónidas igual castiga a esos dos! — gritó Qin.

— ¡Nadie me va a castigar! Al menos yo no soy furro como Raiden y Grigori. — gritó Kintoki, señalando a sus hermanos.

— ¡Mal nacido! ¡Te dije que no dijeras nada! — gritó Grigori, comenzando a sonrojarse.

— ¡Grigori se cogió a Anubis en su forma de chacal! ¡Lo sé! ¡Lo vi! — dijo Kintoki. — ¡Fue lo malditamente más traumante que he visto! ¿¡Cómo mierda te entró esa cosa!?

— ¡Cállate! — gritó Grigori.

— Que rico. — comentó Raiden tomando de su copa.

— ¡Por dios cállense! — dijo Leónidas avergonzado de sus hermanos.

— Que asqueroso, Grigori. — dijo Michel, él ya estaba castigado, no tenía nada que perder. — Tengo hermanos sin clase, que horrible.

— Al menos yo no ando rogando con la cola parada a que me cojan. — sonrió el ruso, mirando a Michel. — "Ya tengo 18 años, cógeme" que urgido te escuchaste.

Michel se llenó de sonrojo para después levantarse y darle un golpe a su hermano, a lo que Lü Bu tuvo que separarlos antes de que comenzaran a pelearse de verdad.

— ¿¡Yo!? ¿¡Pero qué hay de Soji!?, ¡dejándose dedear por Susanoo y montándosele apenas tiene oportunidad!

— ¡MALDITO TRAIDOR! — gritó Okita levantándose. — ¡Voy a matarte! ¡Dijiste que no dirías nada! ¡Tú me aconsejaste que lo hiciera!

— ¡BASTA YA! — gritó Leónidas, suspirando. — ¡Por dios! ¡¿No podemos tener un almuerzo tranquilo, malditos maniacos sexuales?! ¡Solo siéntense y coman! ¡Qin, estas castigado, Kojiro, estas castigado, Kintoki, Grigori, Michel, maldita sea, todos están castigados! ¡Me vale que sean adultos! ¡Nadie hoy regresa a su panteón! ¡Nadie!

— Pero... — dijo Nikola y Jack.

— ¡Nadie dije!

— Buen trabajo Sir. — dijo Jack mirando a Nikola. — Tenia que abrir la boca.

— Tenía que conseguir justicia. — comentó Nikola.

— Bueno, si hablamos de maniacos sexuales, Niko, no te quedas atrás. — comentó Jack. — ¿No eres tú quien realiza sesiones de BDSM con Beelzebub? Y no solo eso, construyes diferentes aparatos sexuales que pruebas junto a tu esposo y después vendes. Que pervertido.

— Maldita sea. — dijo Leónidas.

— ¡JA! ¡También te toca el castigo, tonto! — gritó Qin.

— Me siento una víctima aquí, no es ser un fetichista, todo es por la ciencia. — comentó Nikola con una sonrisa. — Tengo que investigar todo hasta estar en la epitome del conocimiento. Es mi juramento como científico.

— Nikola, cállate. — dijo Lü Bu. — Estás castigado también.

El finlandés solo podía ver a sus hermanos rojos de vergüenza mientras comían, en lo que él terminaba su plato y tomaba más de su bebida. En definitiva, parecía que el sexo era un problema, pero para él no lo fe, tener sexo había sido algo nuevo, fue lindo y se sintió bien. Pero no es como si fuera a hablar de ello con alguien, tal vez solo con Jack.

— Am, ¿también estoy castigado por ser un maniaco sexual? — preguntó Simo mirando hacia sus hermanos.

— No, tu no copito de nieve. — dijo Leónidas comiendo de su comida. — Tú eres lo único decente de esta familia, disfruta tu libertad.

— Gracias. — comentó Simo sirviéndose de comer.

— Excuse me. — comentó Jack. — Yo tampoco he hecho nada.

— Tampoco estás castigado, Jacky. — dijo Lü Bu. — Ambos son libres.

Ambos hermanos dieron una suave sonrisa, al parecer, no estaba en el futuro de los Einherjar tener una comida tranquila, pero eso es lo que hacía divertidas estar reuniones, siempre acababan peor de como empezaban.

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Los dioses iban listos para la batalla.

Sabían que, al entrar en la casa del Edén, Adam estaría listo para destruirlos, se habían preparado, incluso hasta habían anotado como devolvérsela al padre de la humanidad, pero al entrar, sabían que no necesitaban preocuparse, porque vieron al padre de la humanidad persiguiendo a dos gemelos rubios, mientras trataba de arreglarles la ropa.

El imponente padre de la humanidad, los estaba ignorando épicamente porque perseguía a dos niños pequeños que corrían algo torpe por la sala.

— Caín, Abel, vengan con papi. — dijo Adam viendo a esos pequeños niños de dos años corriendo por la sala. — Tengo que arreglar su ropa.

— Bienvenidos. — sonrió Eva, siendo esta vez ella quien los recibiría. — Lo siento, los gemelos están algo inquietos. Desde que supieron que sus hermanos vendrían, no han dejado de estar emocionados.

— Gracias por invitarnos de nuevo, madre de la humanidad. — comentó Hades con una sonrisa. — Con permiso.

— Se cómo ayudar ma. — comentó Qin dándole un beso en la mejilla a su madre. — ¿Dónde están mis hermosos hermanos? ¿Han visto a los gemelos más hermosos del Valhalla por aquí?

El emperador fingía estar buscando a sus hermanos, mirando a todos lados, a lo que los gemelos notaron su presencia. Fue aún mejor cuando todos los hermanos se unieron a fingir que buscaban a los pequeños y estos reían corriendo hacia ellos. Era una escena que muy probablemente Eva como Adam iban a grabarse en la memoria. Ver a los gemelos correr torpemente hacia sus hermanos, y después siendo cargados y mimados por estos, mientras les llenaban de besos y caricias.

Para los dioses fue algo tierno ver como sus parejas se comportaban con bebés. A más de uno le llegó el pensamiento de ver así a sus parejas con sus futuros hijos, principalmente ese pensamiento llegó a la mente del rey del Helheim. Había cuidado siempre su fertilidad, simplemente haciéndose estéril para evitar accidentes, pero, era algo que podía activar o desactivar a conciencia, y, a decir verdad, ver a Qin cargar a uno de los gemelos, llenándolo de mimos mientras el bebé ríe ante las caricias, es algo que le gustaría ver en su futuro.

— Dios Abel, siempre quiero comerme tus mejillas. — dijo Qin, llenándolo de besos, haciendo que su hermanito menor riera.

— Gracias bebé. — rio Adam, aprovechando a que tenían a los gemelos cargados, para arreglarles la ropa. — Listo, quedaron perfectos.

— De nada. — sonrió Qin. — Papá... ya estamos aquí todos. Lo prometiste...

— Bienvenidos, dioses. — sonrió Adam, está bien, lo había prometido. — Pasemos a la mesa, hemos preparado una rica cena para ustedes.

Los dioses no sabían que los impresionaba más, la comida deliciosa, o que Adam los estuviera tratando decentemente. Pero, sabían que el padre de la humanidad seguramente había sido regañado por sus hijos, y estos les habían pedido una cena tranquila. Al final, ya eran familia, quisiera o no el humano.

La comida había sido tranquila, realmente todos estaban conviviendo de manera respetuosa y cálida, incluso los gemelos estaban tranquilos, más cuando Hércules se puso a jugar con ellos, haciendo que todo el ambiente fuera un escenario familiar. El griego les cargaba y los gemelos estaban felices de colgarse de él, mientras el inglés miraba a su esposo, era lindo como Hércules podía hacer que cualquiera sonriera.

— ¿Te gustan los niños? — dijo Jack, sentándose a un lado de su esposo, mientras Hércules sostenía a los gemelos que estaban empeñados en subirse en sus hombros.

— Me gustan. — rio el griego. — Siento que son adorables.

— ¿Has querido tener alguno? — tras esa pregunta las mejillas del dios griego se colorearon de rojo mirando hacia su esposo. — ¿Eso es un no?

— Si he pensado tener uno. — comentó el griego. — Pero...

— ¿Pero? ¿No has podido convencer a una doncella?

— No es eso. — declaró Hércules. — Es que Jack...

— ¿Sí?

— Si no eres tú con quien los tenga, no quiero nada. — comentó Hércules. — Solo quiero tener una familia contigo.

— Oh... — las mejillas de Jack se sonrojaron, para después soltar una pequeña sonrisa, no lo quería admitir, pero, él también estaba pensando lo mismo. — No puedo darle una respuesta ahora Sir, pero, tal vez en el futuro, me gustaría formar una familia con usted. Aún hay mucho que quiero disfrutar solo contigo.

Hércules solo miró los ojos de su pareja y se inclinó a besarle, pero, acabó por sentir una pequeña manita impidiéndole eso. Al sentir como Caín le cubría la boca. Y después acabó por reír. En definitiva, los gemelos eran igual que Adam.

— Creo que no puedo hacerlo frente a tus hermanos. — rio Hércules.

— Esta bien, hagamos mucho de esto cuando volvamos a casa. — sonrió Jack besándole la frente.

Hades de golpe comenzó a hacer sonar su copa, llamando la atención de todos, principalmente la del padre de la humanidad. Mientras los demás dioses ponían atención como los humanos. Hércules y Jack aprovecharon para ir con los gemelos de nuevo a la mesa y sentarse para escuchar el anuncio.

— Padre de la humanidad, Adam. — dijo el dios del inframundo. — Debo confesar que mis colegas y yo hemos venido con una doble intención hoy.

— ¿Eh? — dijo el humano mirándolo. — No me salgas con más problemas, Hades.

— Le aseguro que no es nada malo. — replicó Hades.

— Bien, te escuchamos. — comentó Adam.

— Sus hijos nos han traído felicidad, una felicidad que nunca conocimos en eones de vida. Es por ello que les expresamos a cada uno nuestro deseo de pasar la eternidad juntos. — dijo Hades. — Así como yo y mi reina, aunque, lo nuestro fue más un accidente, pero, hablando con mis hermanos y mis compañeros dioses, realmente le hemos hecho la propuesta a sus hijos de convertirlos en dioses, para siempre estar juntos.

— ¿Qué? — dijo Adam levantándose impresionando. — Pero... ellos no pueden...

— Es sencillo. — comentó Odín. — Al ser dioses supremos, es sencillo reclamarlos como nuestras reinas y darles el poder que queremos que tengan, al final somos dioses. Podemos hacerlo realidad.

— Entiendo ese punto, pero mis hijos...

— Padre. — comentó Qin, tomando su mano con cariño. — Es algo que mis hermanos y entre nosotros hemos hablado. Lo hemos decidido, queremos permanecer juntos, y es nuestra decisión.

— Así es. — comentó Leónidas. — Cada uno habló con su pareja, y cada uno tomó la decisión, al final, al parecer ninguno de nosotros queremos separarnos, y queremos siempre tener a nuestros hermanos con nosotros. Nunca tenerle que decir adiós a nadie.

— En cuanto a nosotros, los más jóvenes. — comentó Simo. — Hablamos de esto, y queremos que el proceso sea cuando seamos más grandes, ya que queremos meditarlo bien, antes de embarcarnos en lo que conlleva convertirse en un dios.

— Realmente lo hemos pensado, father. — replicó Jack. — Es nuestra decisión.

El padre de la humanidad solo pudo sonreír. Una sonrisa lenta mientras miraba a sus dulces hijos. Al final, no importaba cuanto quisiera protegerlos de todo. Al final, simplemente sabía que tenía que dejarlos ir, y dejar que ellos tomaran sus propias decisiones de ahora en adelante.

— Si esa es su decisión, entonces, la respeto. — suspiró Adam. — Al ser el primer humano y estar en el Edén, mi existencia es eterna, al final, soy un reflejo de los dioses junto a Eva. En cuanto a Caín y Abel, al ser los primeros hijos, tengo entendido que...

— Si, son eternos en el Valhalla. — replicó Hades.

— Gracias por aclararlo. — respondió Adam. — Tenía miedo desde que supe la verdad de su origen, de que en algún momento los perdería mientras siguieran creciendo. No debería decirte esto, pero, me alegra por un momento que hayan cumplido el capricho de un dios, porque no sé qué haría si perdiera a uno.

Todos los humanos acabaron por correr a abrazar a su padre y madre, disfrutando ese momento de paz. Ya no necesitaban palabras, ya todo estaba arreglado, solo necesitaban ese momento sincero en sus corazones.

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EN EL NUEVO MUNDO

Estaba algo fastidiado, y era porque su hermano no había salido en meses de su templo. A decir verdad, Quetzalcóatl con su boba sonrisa y su curiosidad por todo, hacían falta en las reuniones del panteón mexica. Al no tenerlo, muchos se preguntaban por la salud y condición de la serpiente. Al final, lo último que habían sabido de él, era que había sido apuñalado por un humano. Tezcaltipoca les había dejado claro que nunca podrían matar a Quetzalcóatl con algo tan básico, pero los dioses no dejaban de hacer preguntas.

Es más, a él no le dejaban de cuestionar.

"¿Por qué cancelaste el ataque al viejo mundo?"

Esa maldita pregunta rebotando una y otra vez en su cabeza. Más porque Huitzilopochtli estaba iracundo que lo detuviera. Soltar a Huitzi dentro del nuevo mundo hubiera sido un caos total, y seguramente Hades hubiera dejado todo al descubierto, tal vez no le importaba que dejaran traumado a Quetzalcóatl, pero si importaba su reputación, si se llegaban a enterar que se quitó el penacho frente a uno de esos dioses, o peor, que había dejado su espejo en el viejo mundo para molestar, o peor aún, que, a decir verdad, le tenía cariño al rey del inframundo, iba hacer un caos en el nuevo mundo.

Así que iba a arreglar el problema. Y eso era, sacar a la serpiente deprimida de su agujero.

Al entrar al templo, vio que todo estaba bien, lleno de oro y riquezas, y todo estaba sorprendentemente limpio. Pero al fondo, solo podía ver una pequeña bolita cubierta de telas preciosas, si, Quetzalcóatl estaba cubierto en totalidad como tamal, hecho bolita en su cama. Al menos estaba en su forma humana, en su forma de nahual hubiera sido más difícil acercarse.

Acabó por rodearlo y recostarse junto a él, abrazando esa bola mientras trataba de pensar que se suponía que tenía que decir para volver a tenerlo feliz.

— ¿Sigues dolido por los humanos? — preguntó Tezcaltipoca.

— Entiendo sus acciones, pero, me odian a morir, no pensé que los humanos me odiaran tanto. — sollozó Quetzalcóatl. — ¿Mi amor no fue suficiente? No pude proteger a mis hijos.

— Esos no son tus hijos, Quetza.

— No me importa, todos los humanos son queridos por mí, son hermosas criaturas que solo quiero proteger de todo, y fallé. — se quejó la serpiente. — Y...

— ¿Y?

— ...

— Oh vamos, soy tu hermano, tu dualidad, soy tú en versión negro, dime, ¿qué hace sufrir a tu alma? ¿Qué es?

— ...

— Prometo guardar el secreto.

— Solo usarás mi dolor en mi contra, como si no te conociera. — se quejó Quetzalcóatl.

— Prometo no hacerlo. — comentó Tezcaltipoca. — Lo juro, es más, haré un contrato contigo. Vamos, dime...

— Extraño a Jesús.

El dios mexica no supo que decir, solo acabó por descubrir a Quetzalcóatl y vio ese enorme sonrojo en las mejillas de su hermano albino, para después comprender todo al ver esa mirada en la serpiente. Oh no, no, no, no... Bueno, tenía algo de sentido, desde que se conocen, ambos dioses de la creación, se regalan su sangre, cosa que ni Jesús, ni Quetzalcóatl, harían aunque fuera el fin del mundo, pero ellos lo hacían, se regalaban cosas como si nada, y cuando él comenzó a intervenir, para evitar que los separaran, Jesús dio la propuesta que le podía dar su sangre a él, cosa que por supuesto acepto, por un momento solo pensaba que eran tontos dioses de creación jugando a ser tontos juntos... pero...

— ¿Tenían esa clase de relación? — preguntó Tezcaltipoca.

— No. — respondió Quetzalcóatl. — Tengo un voto de castidad y él también.

— Eso no quiere decir que no puedas... tener pareja. — comentó Tezca, acariciándole el cabello a su hermano.

— Me bastaba con verlo. — comentó la serpiente. — Platicar con él y eso era todo lo que necesitaba, pero ahora debe odiarme, debe pensar que lastime a un humano, debe estar tan decepcionado de mí, y no tengo como decirle que es un error, nunca lastimaría a los humanos, nunca le haría daño a una de sus creaciones.

¡Bingo! Allí estaba la razón de porque Quetzalcóatl le interesaban los humanos del viejo mundo. Los considera hijos de Jesús, claro que iba a querer proteger a los hijos de su crush. Era sorprendente, Quetzalcóatl no había sentido interés en una persona o dios desde Mayahuel. Y ahora, tenía interés por un dios del viejo mundo.

— No creo que te odie, el corazón de Jesús es my grande para odiar a alguien. — comentó Tezcaltipoca. — Aunque no puedo asegurar que te amé... bueno, que te amé como tú lo amas a él.

— No me importa si Jesús no siente nada por mí. — comentó la serpiente. — Nunca tuve un deseo de que lo sintiera. Su presencia me calmaba y complementaba, era solo eso lo que quería, incluso cuando nunca pudiera revelar estos sentimientos, no era como si esperara algo.

— Entiendo.

— ¿Realmente no puedo ir al viejo mundo? — preguntó la serpiente.

— No, hice el juramento que ningún dios puede ir. — comentó Tezcatlipoca. — No puedes Quetza.

— Pero...

— No.

La serpiente solo acabó pro envolverse en sus cobijas, mientras veía las pequeñas construcciones de madera que había en su templo. Eran un banco, una mesa, figuritas, incluso una mini iglesia de juguete que Jesús le había regalado. Todos los regalos eran apreciados en el templo y hogar de la serpiente, así que el Tezcatlipoca mayor solo se sintió mal, y suspiró.

— Pero... puede que pueda ayudarte. — sonrió.

— ¿En serio? — dijo con ilusión la serpiente mirándolo. — ¿No estás bromeando verdad?

— No lo hago, tal vez... sé que no pueden verse, pero, seguro pueden escribirse, veré que le llegue tu mensaje. De alguna forma u otra.

— ¡Tezca!

No se esperaba sentir el abrazo cálido de su hermano, pero lo sintió, así que lo aceptó. Era algo muy raro en él, pero, vería como convencía a Hades de que Jesús y Quetzalcóatl tuvieran al menos comunicación por cartas, solo con eso la serpiente estaría de mejor humor, y los dioses del nuevo mundo se relajarían si ven a la serpiente de nuevo volando por los cielos.

Tendría que hablar con el rey del Helheim después.

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Era una ceremonia privada, dentro del panteón japonés.

Okita Soji, de 27 años ya cumplidos, caminaba junto a Susanoo hacia una especie de jardín con una enorme fuente en medio. El humano tomaba de las manos a su pareja, para después entrar en el agua de una enorme fuente que se encontraba allí. Era la ceremonia de Okita, nuevo dios japonés del Kendo, rey de los truenos, mares y destrucción. Digna pareja de Susanoo.

Era el último de los hermanos, sin contar a los gemelos, en ser transformado en dios. Todos estaban presentes en la ceremonia, donde la mano del dios del inframundo sujetaba la de su reina, para recargarse en él, sabiendo que serían eternos y jóvenes para siempre.

— Han sido maravillosos años, y no hay límite para esa felicidad. — dijo Qin. — Eres lo mejor que me pasó en mi vida.

— Mi amor, tu eres lo mejor que pasó en la mía. — contestó Hades. — Te lo dije la primera vez, te lo repito ahora, para mí es un honor llamarte mi reina, sea como sea, te seguiré por todos los universos para estar juntos.

— ¿En verdad? — rio Qin.

— Qin, créeme cuando digo, que destruiría el mundo solo para tenerte feliz. — dijo Hades, besándole la frente. — Cambiaría la historia, tendría de rodillas a un dios poderoso, solo para hacerte feliz mi reina.

— ¿Me cumplirías todos mis caprichos? — sonrió el emperador.

— Cada uno de ellos. — respondió Hades. — Pídemelo y se hará realidad.

— Entonces, quiero uno. — sonrió el emperador. — Quiero que me cumplas un nuevo capricho.

— ¿Cuál es?

— Quiero que esta noche, dejes dentro de mí un bebé. — comentó el emperador, recargando su cabeza en el hombro de su pareja. — Necesito descendencia, y sería maravilloso tener un niño con tus ojos corriendo de un lado a otro en el castillo, o tal vez una princesa con mis ojos, sea como sea, lo quiero. ¿Podrías darme un bebé?

El rostro de Hades se iluminó tras la propuesta del emperador, y acabó por sonreír, besándole la mano, pegando a él. Que increíble había sido la vida y su plan con él. Ahora tenía lo que quería, una bella reina y un futuro heredero en el camino. Era todo lo que había deseado en su vida.

— Será un honor, mi reina, que mi heredero tenga tu sangre. — comentó Hades, besando la mano de su pareja. — Deseo un bebé tanto como tú, tengamos una familia.

El rey del Helheim solo soltó una sonrisa de golpe, solo podía imaginar a un pequeño niño o niña gateando por el Helheim, mientras su hermosa reina se llenaba de felicidad, si, en definitiva, este había sido el juego de ajedrez más divertido que había jugado, y ahora, solo se encargaría de cosechar los frutos de su victoria.

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Y fin del extra.

Puse en si en este extra lo que pidieron, como les dije, eran cositas pequeñas asi que todas cupieron en un extra jsjsjsjs.

Agregué parte de Quetza, porque una de mis amigas lo shippeaba con Jesús jaja. (sin miedo a la funa)

Si les quedó una duda de algo, pueden preguntarla aquí

La parte de Poseidón y tritón, es una clara referencia a EPIC: El musical, a esta canción, lit en el musical es Poseidon quien la canta jaja, la encontré con animación, asi me imaginé al Posei todo loco amenazando a su hijo y ex esposa:

Ahora sí, lo siguiente es la historia omegaverse, será publicada en este mismo libro, porque sí.

¡Saluditos! 

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