ESTRATEGIA


Posiblemente pasaban muchos pensamientos en la mente de Leónidas, pero ninguno era acerca de Odín, al menos no en ese momento. Desde que se le fue entregada el arma del dios supremo, se decidió a ver su efectividad, era una lanza enorme, fina, perfecta, la podía lanzar con toda su fuerza sin ser dañada, además que al toque desintegraba todo a su paso.

Le agradó tener esa arma en sus manos, manejable, adaptable, que podía absorber toda su fuerza y lanzar un ataque que podría destruir ciudades, además de que Hugin y Munin, los cuervos de Odín, le habían permitido estar en el área de entrenamiento del dios supremo.

Se estaba divirtiendo, esa lanza estaba hecha para él, de eso no había duda, pero escuchó la puerta y dio una mirada de reojo al dios que acababa de entrar. Rápidamente los cuervos que estaban acompañando al humano, volaron hasta estar en los hombros de Odín.

— Leónidas, mi señor Odín ha llegado. — dijo uno de los cuervos.

— Ah, bienvenido. — respondió el espartano, lanzando esa lanza contra su objetivo, destruyendo todo a su paso.

— ¡Leónidas, tienes que presentar tus respetos ante el grandioso Odín! — gritaron ambos cuervos al mismo tiempo.

— ... ¿Por qué haría eso? Sólo presento mi respeto a aquellos que se han ganado mi respeto, no a idiotas que suponen que por su posición yo los respetaré.

Los cuervos alborotaron sus alas ante dicho comentario, pero, la voz de Odín pidiendo que se retiraran los hizo volar lejos de esa habitación. Odín dejó caer su capa, su ropaje, hasta solo quedar con su pantalón y una camisa de manga larga color negro debajo. No se quejó, ni dijo nada hacia el comentario de Leónidas, solo ingresó al ring de entrenamiento, alzando su mano derecha para que aquella lanza volviera a él.

— Oye...

— Si vas a empuñar a Gungnir, tienes que aprender a cómo hacerlo. — comentó Odin, dejando su cabello suelto por primera vez, era largo y negro, sin estar peinado, sí, lucia más como un dios vikingo, cercano a Thor, pero más maduro. — La idea de esta lanza es no usar tu energía, es comandarla.

— ¿Comandarla?

— Tiene vida propia. — respondió Odín. — Utiliza tu presencia y energía para dirigirla y hacerla fuerte. De esta forma. — la mano del dios la hizo flotar, y la lanza acabó por lanzarse sola contra cada uno de los objetivos, donde el dios apenas se movió.

El espartano estaba sorprendido, la lanza era un ejército andante, era capaz de destruir todo a su paso, donde aquel que la empuña no tiene que hacer nada en absoluto.

— Supongo que, para la mente de un humano, eso es demasiado conocimiento. — comentó Odín.

— Tú maldito hijo de puta. — respondió Leónidas sujetando la lanza apenas esta volvió a manos de Odín. — Esto ya no es tuyo, es mío, y yo la manejo como quiera.

— Que estúpido manejo.

— ¿Qué has dicho?

— Trato de enseñarte y no quieres aprender, pensé que te gustaban los espartanos, y pensando en eso, pensé que te gustaría aprender de batallas y luchas.

— Me gusta, me gusta aprender de guerreros poderosos, no de idiotas que se creen superiores a todos. — comentó Leónidas dándole un codazo a Odín, caminando hacia la salida.

O al menos eso esperaba hacer el espartano, porque el dios respondió de la misma manera, dándole un empujón, y con el temperamento de ambos, acabaron por arrojarse el uno al otro comenzando a forcejear, no se golpeaban, lo que era impresionante. Odín porque estaba curioso de seguir el plan de Hades, y Leónidas porque prometió a sus hermanos no buscarle pelea a Odín, pero el tipo era insufrible así que no podía evitarlo.

Esta era una batalla de fuerza, donde ambos trataban de tumbarse el uno al otro, pero bueno, Odín tenía la ventaja de algo. Este era un Leónidas sin su memoria de ser un espartano, entonces el hábil peleador solo tenía potencial de serlo, pero aún no lo era, no como antes. Así que fácilmente pudo derribarlo, pero el ex espartano no pensaba dejársela fácil, lo jaló con él al suelo.

Leónidas sonrió, le pareció divertido ese enfrentamiento infantil, le recordaba a cuando jugaba contra Lü Bu o Raiden, era divertido, se le había olvidado porque estaba molesto. Las batallas las disfrutaba, le recordaban a su yo de niño, mientras Adam batallaba contra ellos, haciéndolos fuertes. Al principio solo era eso, hacerlos fuertes, pero desde el primer enfrentamiento, Leónidas consideró eso su vida, la pasión de la batalla, el dirigir un ejército, el volverse más fuerte, todo eso era algo que quería en su vida.

— Sí tú eres el más fuerte, creo que me queda conquistarte para probar mi superioridad sobre ti. — comentó el rey espartano, mirando sin temor los ojos de Odín, teniendo su rostro tan cerca, su aura tenebrosa. — Incluso el más fuerte de los guerreros tiene una debilidad en su mirada.

Los ojos de Odín se abrieron de la impresión, no pensó nunca, volver a escuchar esas palabras de nuevo del espartano. La última vez que escuchó la frase, "Incluso el más fuerte de los guerreros tiene una debilidad en su mirada", había un hombre delante de él, fuerte, repleto de sangre, y aún así con una mirada determinada a acabar con él. Ahora tenía la misma mirada, pero en un joven, que poco a poco se convierte en ese hombre que lo desafió en aquella arena, avivando la profecía dada para él.

Odín morirá en el Ragnarök.

No pudo evitarlo, acabo por inclinarse a besarle, y hubo forcejeos, por supuesto el espartano nunca le aceptaría, pero, después de ese forcejeo, pudo sentir los brazos del humano rodeándole, al igual que sus piernas rodeándole la cintura, mientras apasionaba aquel beso. Cuando ambos quedaron sin aliento, se separaron, mientras notaba la mirada rebelde e incontrolable del rey Leónidas mirándole.

— ¿Eso es todo lo que tienes? Incluso en besos robados eres malo, anciano. — y el espartano sonrió, empujando al dios lejos de él. — Tal vez deberías hablar con mis pasados amantes y doncellas, te enseñarían cosas sobre mí.

— ¿Has estado con tantos? — preguntó Odin levantándose.

— Soy joven, es mejor aprovecharlo. — respondió el humano. — Creo que eres el más fuerte, creo que eres atractivo, me gustan los tipos como tú, pero, al mismo tiempo, esa actitud, me da ganas de molestarte. Has atrapado mi mirada con tu fortaleza, ¿podrás conservar mi atención con tu batalla en esto que llaman amor, idiota anciano?

Y una sonrisa fugaz pasó por Odín, no esperaba esa clase de respuesta, de mirada, de confianza, sí, era el mismo jodido espartano que lo enfrentó, el orgullo de Esparta, la creación perfecta de los dioses de la guerra, allí, el imparable Leónidas. Tal vez Hades no estaba tan equivocado con su petición, batallar contra él en un combate mental iba a ser divertido.

— Tenemos que ver cosas de la boda. — comentó Odín caminando a la puerta. — ¿Te gustaron algunas de mis opciones de vestuario?

— No pienso vestirme como tu puta, si voy a hacer esta falsa boda, quiero usar algo en particular.

— Me derribaste, así que te daré la oportunidad de tomar esa decisión por tu cuenta.

Leónidas acabo por golpearle el brazo a Odín, riendo, pero aceptando el hecho, era algo divertido para entretenerse, además que sintió un cosquilleo en sus labios cuando le besó. Eso había sido interesante.

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Para Thor era grandioso lo que estaba viendo, ver de nuevo a Lü Bu listo para un duelo, le hacía sentir una descarga eléctrica cayendo en su espalda, una que le excitaba, que le hacía feliz. Desde su muerte, no había podido sentir nada que lo hiciera remotamente feliz, todo era solo un ciclo de depresión en su vida, nada había sido igual después de conocer a Lü Bu. Incluso, aunque nunca lo admitirá, si estaba del lado de los humanos, por algo dejó a las valkirias llevar sus planes a cabo, dejar a Brunhilde hacer todo ese plan junto a Geir para que los rescataran y la humanidad prevaleciera, porque si, sabia el plan de las valkirias por un descuido de Brunhilde al momento de estar a solas con Geir.

Y tenía dos opciones, dejarla seguir, o contar la verdad a los dioses, había sido obvia su respuesta, no dejaría que una oportunidad para sentir algo más que aburrimiento se le escapara de las manos, es por ello que había dejado que todo el Ragnarök ocurriera, incluso, por ello había participado.

Solo que no había nunca esperado, que, en esa arena, se fuera a encontrar a su mitad, a su complemento, a su alma gemela. Y nunca habría pensado que comenzaría a desarrollar amor hacia él. Al principio fue solo amistad, admiración, alegría, pero conforme pasaban los momentos, después de la muerte de Lü Bu, se iba dando cuenta de cómo sus sentimientos no morían, incluso, comenzaban a crecer más y más, hasta tal punto donde ya no pudo aguantar su agonía.

Afortunadamente cuando esto pasó, cuando ya no podía más, cuando su vida se rompía. Es que el Ragnarök terminó, y los humanos ganaron. Y eso le dio algo de satisfacción, ya que sentía que la victoria humana era algo bueno, podía imaginar la sonrisa de Lü Bu. Pero entonces sucedieron los deseos de los humanos, y en donde su mirada fue directa a ver a un Lu Bu dormido en el suelo, recién resucitado, donde sintió su corazón golpear a más no poder.

Lo sabía, ya no podía ocultarlo, era amor.

Y ese amor estaba acabando con su mente en estos momentos, porque ver a la persona que quiere rodeado de hombres que se les ve un interés en él, le molestaba a un punto que no creía que podía estar molesto.

Más cuando ve a Lü Bu hablando con ellos, como si quisiera calmar todas las preguntas que estos tienen. Desde que está con él, el "ejercito" de Lü Bu han tratado de ingresar a su castillo, por lo tanto, había decidido dejarlos entrar, pero, ahora no sabe si esa había sido una buena idea. Se supone que cuando él había mencionado que sus amigos podían ayudarle a elegir que vestir en la ceremonia, ellos solo estarían para dar su opinión. Pero no, lo seguían a todos lados, le alimentaban, y lo que más odiaba el dios era ver como lo tocaban.

Ese tal llamado Narciso tocaba y acariciaba los brazos de Lü Bu cuando hablaba con él, aquel que llamaban Sun Jian de vez en cuando le tocaba los abdominales, que decir de la obsesión de Dong Zhuo de luchar por su atención, y dios, el peor de todos, Chen Gong que no se le despegaba en ningún momento.

Lo tenían molesto, pero nada le molestaba más, el ver el rostro de Lü Bu transformándose en un cachorrito cuando un sujeto llamado Lu Shang, llegaba con él. Lü Bu hacia la misma expresión que hace con Adam, ese sujeto era como un segundo padre para él, y sabia la razón, por más que Hades los había alterado, al final, los vínculos que formaron en su vida pasada, se repetía en esta nueva vida, y ahora, aunque Lu Shang no era su padre, Lü Bu por dentro le amaba de la misma forma.

Demasiados hombres interesados por su general.

— Lü Bu. — habló Thor, acercándose en donde su futura reina se encontraba con todos esos humanos, mientras ellos les mostraban armaduras. Al momento que vieron al dios cerca, se alejaron de Lü Bu en señal de respeto. — ¿Has elegido tu atuendo, mi reina?

— No me digas así. — respondió Lü Bu mirando las armaduras. — Todas son muy buenas, creo que quiero preguntarte algo primero.

— Hazlo. — respondió Thor.

— ¿Cómo irás vestido tú? — comentó Lü Bu acercándose al dios, para tocar la ropa que usaba en ese momento. — Qin dijo que sería lo mejor ir coordinados con los dioses.

Lü Bu era un hombre alto e imponente, pero a su lado, era pequeño, y eso le encantaba, podía ver a su general y apreciarlo completo.

— Si quieres que vayamos parecidos, acompáñame hoy. — comentó Thor mirándole. — Haremos que tus ropas sean iguales a las mías.

— Esta bien.

— Pero mi señor Lü Bu. — dijo Chen sujetando la mano del ex Einherjar. — Debe representar muy bien su estilo de lucha y capacidad de liderazgo, verse imponente incluso en su boda.

— Lo hará.

El dios no pudo evitar jalar a Lü Bu junto a él, llevándoselo de allí, tomándolo del brazo mientras lo hacía alejarse de esos humanos, sintiendo diferentes cosas en su pecho. ¿Qué era ese sentimiento amargo? ¿Qué era? Ya había estado casado antes, si, había sido por conveniencia, pero al final, respetaba a su ex esposa, era una fuerte guerrera como Lü Bu, era fuerte y decidida, pero, nunca sintió la necesidad de alejarla de sus amistades, de exigirle su atención, de algo.

— Suéltame. — comentó Lü Bu jalando su brazo, zafándose del dios. — Es un matrimonio falso, no sientas que esto es una relación real.

— Es real. — dijo Thor, sintiendo los celos al mil por hora en su cabeza. — Para todos fuera de tú y yo, que no saben que esto es falso, es real, así que es mejor que nos comportemos como tal.

— La única manera en la que dejaría que me mandaras, es si puedes derrotarme en un enfrentamiento, así que vamos, déjame ver que tiene un dios en su arsenal.

Y una sonrisa inevitable cruzó en el rostro de Thor. Si, el Lü Bu delante de él era más joven del que conoció primero, pero, esa mirada, esa sonrisa, ese ánimo por la batalla, era el mismo, y eso le encantaba, le hacía sentir la misma emoción que esa vez despertó en el Ragnarök.

— Si yo gano, pasarás más tiempo conmigo. — comentó Thor.

— Si ganas, prometo no dejarte nunca. — respondió Lü Bu sonriendo ante la sonrisa de Thor. — Eres bastante bueno, es lo que todos dicen, quiero ver eso.

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Tal vez eran sus caderas, o como su cintura era perfecta para sujetarla, tal vez era ese vestuario atrevido que usa, digno de un rey, tal vez era todo y a la vez nada, pero Hades estaba encantado de ver a Qin caminar hacia él. Le había pedido mediante una carta que se reunieran dentro de los jardines del Helheim, el ex emperador había aceptado, y ahora lo veía acercarse hacia él, claro, con la venda que lo caracteriza en sus ojos.

Se puso de pie para recibirlo, a lo que vio una fugaz sonrisa del chino escapar, mientras ambos se daban un saludo cordial. Hades por su parte, al sujetar la mano del humano, besó esta, en señal de respeto y cariño a su futura reina, dando una leve reverencia ante él.

— No esperaba tal galanura de tu parte, rey del inframundo. — rio Qin, aceptando tomar asiento a su lado, en ese hermoso lugar. Donde una mesa los separaba un poco, y bocadillos de diferentes aspectos había en ella.

— Tal vez sea falso el matrimonio, pero, ya que ambos nos estamos ayudando mutuamente, y ambos tenemos intereses en común, me gustaría actuar como el esposo que mereces. — sonrió Hades.

— ¿Y ese es?

— Un caballero que admire cada paso que das, mi reina.

La sonrisa de Qin se hizo amplia, mientras un sirviente se acercaba y les servía vino a ambos, un vino que va más allá del sabor mortal, uno divino y único que el emperador tenía el honor de probar.

— Wow...

— Las mejores bebidas, por supuesto están en el inframundo. — aclaró Hades. — Creo que te divertirás mucho aquí.

— Me da ganas de realizar una fiesta con mis hermanos después de probar esto. — comentó. — Deberías ver a Nikola borracho, es lo más gracioso del mundo.

— Posiblemente lo vea. — rio el gobernante del Helheim. — En nuestra boda servirán muchas bebidas, será divertido pasar tiempo con tu familia.

— Me encantará ese momento. — respondió Qin.

— Mi reina.

— ¿Por qué me llamas así?

— Bueno, aún no me ha dado permiso de llamarlo por su nombre, mi reina. — respondió Hades. — Y no puedo negar que se forma una sonrisa en mi cuando te llamo de esa forma.

— ¿Te gusta llamarme tuyo como si fuera de tu propiedad? — dijo Qin tomando de su copa.

— Para nada, no es posesión. — respondió Hades. — Es honor.

— ¿Honor?

— Llamarte "mi reina" delante de todos, es un honor divino. — comentó Hades tomando con delicadeza la mano de Qin. — Tener el honor de tener a alguien tan fuerte como para ir contra todos los dioses por su padre, tan valiente, como para tomar la culpa o castigo por sus hermanos, tan amoroso, como para protegerlos contra todo mal, además de un líder nato, para ser el más apto de tomar el lugar de Adam cuando este decida retirarse como líder de la humanidad. Estar a un lado de una persona así, y que esta me llame su esposo, es un completo honor que tendré la gracia de presumir y alardear lo más que pueda en este trato que tenemos entre los dos. Incluso si es falso, me parece un regalo divino poder tener al hijo prodigio del padre de la humanidad a mi lado.

Las mejillas de Qin se maquillaron de rojo carmesí después de esas palabras, no las esperaba, más cuando Hades ni siquiera estaba tratando de ser romántico, era directo con sus pensamientos, el rey del inframundo siempre era directo en lo que pensaba y decía, había aprendido eso de él, por lo cual, eso lo tomó aún más en sorpresa. Por un momento deseó tener a Jack a su lado, que le dijera que sentimiento veía ahora mismo reflejado en el corazón de Hades, necesitaba saberlo, necesitaba saber si él también sentía su corazón comenzar a latir tras unas palabras dichas de esa forma.

— Te debería llamar mi rey desde ahora. — dijo Qin, sintiendo la mano de Hades sobre la suya, sin sentir incomodidad, o sentir que debía retirarla. — Si tienes la valentía de decir eso a la cara, te considero valiente, por lo tanto, admiro eso para tenerte cerca de mi como mi rey.

— Estoy honrado. — sonrió Hades.

Debería ser ilegal decir palabras tan buenas y directas a un humano, los corazones de los humanos son frágiles, no tan fuertes y duros como los de los dioses. Y claro que el rey del inframundo se aprovecharía de esa debilidad humana.

— Mi reina, ¿podría ser egoísta una vez?

— ¿A qué te refieres? — preguntó Qin, saliendo de sus pensamientos.

— Quisiera ver tus dulces ojos. Me muero por verlos. ¿Me podrías dar ese honor, aunque sea cuando estemos solos?

— Oh...

Qin no solía hacer eso, no solía quitar de su rostro la venda al menos que estuviera en el Edén. Con su habilidad, era imposible no resultar dañado, pero, al mismo tiempo, deseaba ver los ojos de Hades en vivo y a todo color. Así que la retiró, con delicadeza, siendo lo primero que vio aquellos ojos violetas del peli blanco, mirándole de vuelta. No había necesidad de palabras, si se estaban diciendo muchas cosas ante sus miradas. Mientras uno apreciaba las profundidades del violeta frio y cálido a la vez del rey del inframundo, el dios se dedicaba a apreciar las estrellas ocultas en aquellos ojos hermosos del emperador.

Después de ello, solo fueron suaves coqueteos, y una rica comida entre ambos. Al acabar, Hades ofreció su brazo, para caminar con su prometido por los jardines, escuchando las palabras que su próxima reina tenía para decir, disfrutando además de las historias que le contaba, las risas que compartían, los suaves toques que se daban entre ellos, la diversión y paz que les causaba estar juntos, conociéndose, disfrutando del otro como una nueva aventura que descubrir.

No pasó mucho tiempo en el que Qin sujeto la mano de Hades jalándolo con él a su habitación, cosa que sacó un poco de su tranquilidad al rey del inframundo, cuando cosas eróticas llegaron a su mente, y cierto nivel de excitación llegaba a sus mejillas, sí, no debería pensar que por ir a la habitación se refería a eso, pero, era casi imposible cuando tienes a alguien tan hermoso a tu lado.

— ¿Ha qué me has traído, mi reina? — preguntó Hades, sentado en el lugar que le había indicado su humano, mirando hacia un Biombo blanco, donde podía ver la silueta de su reina cambiando su ropa.

Le pareció jodidamente erótico mirar como esa simple silueta retiraba la ropa, sabiendo muy bien que del otro lado se encontraba ese cuerpo desnudo. Tragó grueso, y relajó sus pensamientos, no podía estar mirando a su futura reina tan pronto de esa forma, él mismo se estaba metiendo el pie en su propio juego, debía mantener la compostura.

Pero, era imposible, casi un pecado tenerla, cuando Qin salió y usaba un traje griego, blanco y con escote pronunciado en la espalda, dejando ver su pecho, ajustado en puntos específicos, mostrando que es un guerrero y líder, pero igual dejando ver lo exótico que es, combinando en el traje cultura china con la griega, se veía tan sensual que el dios del inframundo cruzó sus piernas evitándose a sí mismo reaccionar ante dicha imagen divina.

— Pensé, que esto sería adecuado para nuestra boda. — dijo Qin. — Los sirvientes me comentaron que usarás un traje acorde a los colores que escogí, y quería representarnos a ambos en mi vestuario. Como futuro gobernante del Helheim a tu lado, y heredero directo de mi padre al trono del Edén, quiero que cuando todos me miren, entiendan que su emperador ha llegado ante ellos.

— Me encanta. — comentó Hades. — Luces tan perfecto, que pensarán que eres una divinidad en lugar que un humano.

— ¿Te gusta como muestro mi piel? — sonrió el emperador acercándose al dios. — Cómo acentúe mi figura, destacando mi cuerpo, mis atributos, todo para que...

Y el humano se inclinó a centímetros del rostro del dios.

— Para que...

— Para que vean lo que te puedes comer en la noche de bodas y ellos solo en sueños podrían pensarlo.

Agradeció a toda la divinidad cuando Qin se acercó de más a besar sus labios. Él había dado el primer paso, dándole luz verde al dios para corresponder, cosa que hizo, comenzando a seguir el ritmo del humano, hasta que sintió la lengua del chino introduciéndose en su boca, por lo tanto, consideró eso una invitación, una que lo llevó a llevar sus manos a aquella cintura, jalándolo a la cama, posicionándose encima para apasionar el beso, haciendo una danza con sus lenguas, queriendo ambos más del otro mientras se quedaban sin aliento.

No desaprovechó la oportunidad de acariciar ese cuerpo, de colocar sus manos en su abdomen, pecho, cintura, caderas, todo lo que tuviera al alcance mientras los besos apasionados continuaban. Y no era el único, el humano deslizaba sus manos tocando el cuerpo del dios, apretándole los pectorales, acariciando con lujuria el abdomen, manoseándole los brazos, todo. Ambos eran igual de atrevidos él uno con el otro, como si quisieran reclamar de una vez por todas que ese cuerpo les pertenecía.

O al menos era así hasta que el dios se fue posicionando poco a poco entre las piernas del humano, dando un suave roce entre ambas entrepiernas, haciendo soltar un jadeo del emperador.

— Hng... ¡Espera! — mencionó Qin, colocando una mano en la boca de su prometido. — Espera, no ahora.

— Mis disculpas, mi reina. — respondió Hades, regañándose por dentro, él mismo se descontroló, en definitiva, Qin en una sola acción había acabado con una jugada en su tablero tan fácil. — Me dejé llevar.

— Yo lo hice de igual forma, el traje. — comentó el chino avergonzado. — Debo retirarlo, y... ¿te gustaría cenar hoy fuera?

— Me encantaría. — comentó Hades, retirándose de encima, acomodando sus ropas, mientras el humano avergonzado caminaba a cambiarse. — Creo que conozco un lugar.

— Si es algo nuevo, me encantará verlo.

Hades terminó por suspirar, esperando a que su reina estuviera lista, no podía volver a caer tan fácil en las caricias del humano, él mismo iba a arruinar todo si no se controlaba, se suponía que esto era un plan a largo plazo, para poder pensar cada movimiento. No pensó tener un beso del humano tan pronto, y peor, no pensó que le provocará tal reacción.

Esto se estaba volviendo un juego peligroso.

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Beelzebub estaba algo harto con todo esto de convivir con humanos y preparar su boda, una boda que no quería, con una persona que no le interesaba. Eso se lo había dejado claro a Hades, pero este parecía no creer en sus palabras. ¿Por qué no creía que no le atraía Tesla? Ese humano era lo que menos le gustaba, demasiado risueño, demasiado curioso, demasiado molesto.

— Beelzebub. — al escuchar la voz del humano el dios maldito volteo a verle. — Ya vine, ¿qué necesitas?

— Usaremos negro, en la boda, así que he preparado diferentes atuendos que pueden quedarte, hazme el favor de probártelos, el que te quede mejor, es él que elegiremos.

— Esta bien. — sonrió el humano.

El dios maldito miró al humano seguir a los sirvientes a la habitación, mientras él esperaba en el laboratorio. Tesla no estaba interesado en él, no de la forma romántica, lo único que hacía a Tesla hacer mirarlo, es cuando hablaban de ciencia y experimentos. Eso le molestaba un poco, aunque no estaba seguro porque, él se supone que quiere lo mismo, que él humano no se le acerque más de la cuenta, pero, ahora mismo, estaba golpeando a su ego, que realmente Tesla no tenía ni el más mínimo interés personal en él. Aceptó seguir con este plan por su familia, y cuando él le había mencionado que podía hacer lo que quisiera, y esto sólo era algo falso, donde solo en público deben actuar, él científico no tuvo problema, y se la pasó en su investigación, leyendo las del dios, y platicando con sus amigos.

No sabía que le molestaba más, si es que las sonrisas de Tesla no eran dedicadas a él, sino para ese montón de científicos humanos, amigos, hermanos, etc. O el hecho de que su subconsciente estaba pidiendo algo de atención por parte del humano.

— Debería al menos saber cosas de ti para poder responder si me llegan a preguntar algo. — se dijo a si mismo Beelzebub molesto, mirando las anotaciones que Tesla había dejado en el pizarrón. — Maldita sea.

Molesto, caminó a la habitación, abriendo la puerta, en donde no esperaba ver esa imagen. El humano se encontraba mostrando su torso desnudo, mientras los sirvientes acomodaban su pantalón, haciendo marcas de los lugares a ajustar, y preguntándole al humano si lo sentía cómodo. Beelzebub pudo ver a aquel científico al fin lejos de sus ropas y gabardina, notando el buen cuerpo que oculta, notando lo atractivo que es. Entonces sintió la mirada azul verdosa del humano en él, y después una sonrisa amable.

— Creo que me gusta este. — dijo Tesla. — La parte de arriba me queda algo apretada, así que la ajustarán, pero siento que me queda bien.

— Tu cuerpo...

— ¿Qué tiene?

— Es atractivo.

— Lo sé, soy atractivo. — sonrió el humano. — ¿Eso es un problema?

— No, no. — respondió Beelzebub. — Eres un científico, un hombre de ciencia y evolución, ¿por qué tienes un cuerpo tan trabajado?

— Oh, cuido mucho mi salud, para poder aguantar las jornadas de trabajos y experimentos. Además, soy hijo de Adam, no importa si prefiero usar mi mente para resolver problemas, nos enseñaron a pelear por igual, así que estoy en forma por ello.

— Ya veo... me gustaría verte con los otros si no te molesta.

— En absoluto, me los probaré.

Tal vez Tesla no lo notaba, o tal vez sí, pero no le importaba. La mirada de Beelzebub recorría su cuerpo sin ninguna vergüenza. Le miraba de arriba abajo, más cuando el humano quedaba solo en interiores y le ponían otro traje, le arreglaban y le vestían al gusto de Beelzebub. Tragó grueso cuando sus miradas se volvieron a cruzar, ese verde azulado mirándole, y soltando una sonrisa, haciendo que un suave sonrojo en Beelzebub surgiera.

— ¿Cuál es tu favorito? — preguntó el humano.

— El que elegiste, te queda muy bien, creo que elegiremos ese. — comentó el dios, dando la orden a sus demonios de trabajar en terminar ese modelo y dejarlo listo. — Retírenle los trajes y déjenos solos.

Eso había tomado por sorpresa a Nikola, quien después de volver a su ropa normal, esta vez solo estando con su chaleco, sin la gabardina, se quedó parado frente a Beelzebub mientras los demonios se retiraban, no sin antes agradecer por su ayuda. El dios maldito había hecho eso por impulso, lo sabía, más cuando no se le ocurría que decirle a Tesla cuando al fin estuvieron solos.

— Miré tu pizarra. — comentó el dios mirándolo. — Tus cálculos son impresionantes, pero creo que puedes mejorar el hecho de volar, si dejas de pensar en algo exacto y comienzas a ver más allá.

— ¿Más allá? — comentó Tesla.

— Buscar la respuesta en lo imperfecto. — respondió Beelzebub. — Creo que te concentras en que todo sea exacto, y es natural, eres un científico, todo es prueba y error hasta que salga todo como debe ser. Pero, ¿qué tal si en ese error está la respuesta?

— ¿Una anomalía que de un resultado positivo? ¿A eso te refieres?

— Exacto. — sonrió con suavidad Beelzebub. — Tal vez podemos descubrirlo juntos.

— Me encantaría, trabajemos juntos. — sonrió Nikola estirando su mano, para que él dios la estrechara, este lo hizo después de unos segundos, y acabó por asentir. — Quisiera proponer algo.

Esa sonrisa de Tesla sorprendió a Beelzebub, más cuando el humano se acercó e invadió su espacio personal. Pudo sentir al científico de cerca, era más alto, más fornido que él, imponiéndose sin quererlo, no se esperaba tal atrevimiento del humano al imponerse con su presencia.

— ¿De qué se trata?

— La boda será pronto. — comentó Tesla. — No soy tan bueno en ocultar mi curiosidad de boca. A veces por simple ciencia dejo escapar todas las cosas que considero conocimiento, por lo tanto, ¿cómo quieres que actué en público cuando estoy contigo?

— ¿Actúes?

— Se supone que seremos una pareja, así que me preguntaba, ¿qué te gustaba? Tipo, ¿quieres que seamos de esos matrimonios reservados? Dónde nos tomamos las manos y caminamos, no mostramos besos o afecto, pero si leves señales que nos unen. O ser un matrimonio afectuoso, donde pueda deslizar mis manos por tu cintura, replegar mi cuerpo a ti, darte un ocasional beso, darte incluso un apodo amoroso y disfrutar nuestro día. ¿Qué es lo que quieres?

— ¿Te interesa este matrimonio? — dijo Beelzebub sorprendido. — ¿Más que tu ciencia?

— Este matrimonio es ciencia, un experimento social del que soy partícipe, por supuesto que daré lo mejor de mí para tener el resultado más óptimo.

Una pizca de molestia despertó en Beelzebub, por un momento consideró que el súbito interés del humano se debía a él, pero no, solo era su inmensa curiosidad haciendo camino para este experimento.

— En la boda actuemos como si yo fuera lo que tú quieres a tu lado. — comentó Beelzebub. — Imagina a la persona que quieras en mis ojos, te será más fácil, y trátame como lo tratarías a él o ella. Si ven amor durante la boda, será más creíble, yo te seguiré el paso, lo prometo.

El humano se quedó un momento meditando, caminando alrededor de Beelzebub, mirándolo, como si estuviera analizando cada movimiento de él, todo, para después acabar por pararse enfrente y sonreír.

— Déjamelo a mí, seré un gran esposo.

Esa sonrisa tan grande, esa belleza, esa confianza y ese cerebro. Era algo que le atraía, le recordaba a cierto dios, a ciertos amigos, a cierta vida feliz antes de que su maldición hiciera camino. Pero más que nada, le provocaba curiosidad, ¿quién sería la persona que Nikola imaginaría al momento de verlo para hacer una actuación como su esposo?

Eso lo dejaría todo el día pensando.

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Jack siempre había sido muy hábil en diferentes cosas, además de las batallas, era astuto, podría engañar incluso a un dios del engaño con sus estrategias, con su facilidad de pensamiento, con su improvisación y preparación. Ni siquiera Qin le había derrotado en una batalla, y no porque sus hermanos no fueran buenos, es que Jack conocía sus debilidades, los estudiaba y planeaba la mejor estrategia para vencerlos, es por eso, que, aunque era pequeño a comparación de sus hermanos con mayor masa muscular, era peligroso.

Pero eso no valía nada a lo que se enfrentaba en ese momento. Hércules sentía las telas que le presentaban bellas doncellas griegas, mientras el humano se probaba diferentes atuendos. La delicadeza con la que Hércules le trataba, el amor que le daba con las palabras que le decía, la manera que le protegía. Parecía que era una persona que le amaba, sin importar nada, le amaba más que nada.

Y eso era extraño para él.

No que el amor incondicional nunca lo hubiera visto, el color más brillante siempre estaba en Adam y Eva. Pero, el color del dios, era algo diferente, un color brillante sin lugar a dudas, pero con unos destellos escarlata y rosados en ese bello dorado que no podía comprender a que se referían.

— ¿Qué te parece este, Jack? — comentó Hércules acercándole un bello traje. — Siento que la tela es suave, tu piel es albina, es más delicada que la de los demás, creo que además de protegerte del sol, podría ser cómoda para ti.

— Me gusta, Sir. — respondió Jack con una sonrisa. — ¿Le gustaría verme con ella?

— Creo que me interesa más saber si a ti te gustaría vestirla, lo que elijas me gustará a mí, usaré algo que este a juego con lo tuyo.

— ¿Me dejará a mí la decisión de que vestiremos en la boda?

— Creo que tienes más gustó que yo. — rio Hércules. — Yo solo uso mi ropa guerrera todo el tiempo.

— Si, no deja nada a la imaginación, Sir. — sonrió Jack. — Por eso creo que debería vestirse en nuestra boda.

— Oh, ¿qué te gustaría?

— Tal vez un traje, ¿conoce la moda inglesa? Me gustaría algo como eso. Y... — el humano deslizó sus manos por el cuerpo del dios, como si estuviera pensando en que ropa quedaría mejor con él, que telas, pero el dios solo podía verle, sintiendo como su piel sentía escalofríos con su toque. — Su cabello me gusta suelto, así que no haría nada con eso y...

Y Jack se sorprendió con ese color de nuevo, esos destellos rozados y escarlata brotando del dorado, y como el rostro del dios se sonrojaba, apartando la mirada. ¿Qué es ese sentimiento?

— Lo haré, usaré lo que me pidas... — sonrió Hércules. — ¿Pueden dejarnos un momento solos? Gracias por su ayuda.

Cuando las doncellas salieron de su habitación, Heracles tomó con delicadeza la mano e Jack, guiándolo con él al sofá, sentándose a su lado.

— ¿Pasa algo? — preguntó Hércules. — Tu rostro cambió de repente.

— Es... no sé cómo explicarlo, Sir. — comentó Jack mirando al dios. — Tengo una habilidad otorgada por los dioses, donde con este ojo. — dijo señalando su bello ojo color carmesí. — Puedo detectar las emociones de las personas, y cuando lo veo, veo un tremendo amor hacia mí.

— Bueno, soy un dios que ama a los humanos. — respondió Hércules con una sonrisa.

— De eso no me queda ninguna duda, pero, hay un color nuevo formándose en usted de vez en cuando. — comentó Jack a lo que Hércules le miró sorprendido. — Más cuando estamos así de cerca.

Y el humano se dejó llevar por la belleza de los colores mezclándose, acercándose al dios, hasta que en su inocencia quedó encima de sus piernas, tomando asiento para sujetar el rostro del semidiós y mirarlo de cerca. Sin darse cuenta que restregaba su cuerpo con él, de cómo las manos de Hércules instintivamente fueron a parar a su pequeña cintura, de cómo estaban tan cerca que el sonrojo de aquel dios era tal que comenzaba a combinar con su cabellera.

Los colores se volvieron aún más potentes, una mezcla de color que no conocía, que nunca había visto, o no recordaba verla, pero acabó por distraerse cuando sintió los labios del dios acercándose a él, y besarlo con delicadeza. Jack quedó inmóvil ante esto, él sabía lo que era un beso, claro que lo sabía, había visto a su padre darlo con su madre, a Qin con cualquiera de sus novias, y que decir de Raiden, había visto el afecto que se dan los humanos del Edén, pero no pensó que un dios estaría besándolo en ese instante.

Quería empujarlo, y a la vez no, lo sabía cuándo sus manos en lugar de empujar el pecho del dios, comenzaron a abrazarle, pegándose más a él, en donde al momento de cerrar los ojos, sentía miles de colores en sus adentros, explotando al sentir los besos de Hércules.

Hasta que se despegaron poco a poco, mirándose el uno al otro, y con tremendos sonrojos sonreírse.

— Lo lamento. — comentó Jack. — Yo me dejé llevar.

— Creo que yo igual debería decir eso. — rio Hércules. — Pero no puedo ser deshonesto, realmente quería hacerlo.

— ¿Yo te gusto? — preguntó el humano al ver el sonrojo del dios.

— Me gustas mucho.

— ¿Por qué?

— Bueno... — Hércules sonrió acariciándole su cabello. — Eres amable y educado, cuidas a diferentes mujeres y niños, apelas a la justicia, aunque de una manera muy extrema, pero, nunca le darías caza a nadie que no lo mereciera.

— ... ¿Cómo sabes eso?

— Puede que... — sonrió Hércules. — Haya conocido de ti desde antes, y como solías desempeñar tu papel dentro del Edén.

Jack se sorprendió ante tal declaración. Él también había pensado en Sir Hércules desde hace tiempo, desde la primera vez que lo vio, dos años atrás para ser exactos, donde fue el único dios que su padre permitió entrar al Edén, cuando este dejó un paquete en su casa. Era una noche de lluvia, así que se sorprendió al ver al dios empapado al llegar, pero, al momento de que hizo esa aparición, sintió como si la lluvia se secará, y un enorme sol saliera a relucir, ese color único, ese hombre ante sus ojos se había vuelto especial.

— Entonces somos dos. — comentó Jack. — También he investigado sobre ti por mi cuenta.

— Creo que nuestro matrimonio es ideal para conocernos al fin de cerca. — comentó el dios. — Me encantará dejar de escuchar historias y conocerte, Jack.

— Lo mismo digo, Sir Hércules.

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Había sido una pregunta.

Una simple pregunta la que en ese momento estaba levantando la discordia en el palacio de los mares. Incluso, había hecho que los sirvientes se retiraran por seguridad, del molestó dios quien caminaba de un lado a otro como un animal salvaje desde anoche. Kojiro incluso se sentía mal por las modistas que no podían huir mientras le preparaban sus ropas ante la mirada fría y profunda, además furiosa, de Poseidón.

La pregunta anoche había sido simple. "¿Has estado enamorado de alguien?" fue la pregunta que el humano le hizo al dios, a lo que este contestó en negativa, una respuesta que esperaba el humano, por lo tanto, no le sorprendió en absoluto, pero después de eso, cuando el dios realizó la misma pregunta por cortesía, porque no tenía más que decir y no quería romper la conversación con su reina, fue que la discordia se desató en su hogar.

El rostro de Sasaki Kojiro de pronto se comenzó a colorear de carmesí, poniéndose nervioso, apartando la mirada y soltando una suave risa y sonrisa, negando lo dicho.

— Yo, no, no sé qué es eso. — rio el japonés, sin mirar al dios. — Creo que no tengo experiencia con ello.

— ...

— Am... Deberíamos dormir. — respondió Kojiro, levantándose de su asiento. — Qué tengas buena noche.

— ¿Quién es? — preguntó el dios, tratando de controlar el enojo que sentía por dentro.

— ¿Quién es quién? — dijo el humano aún sin mirarle, arreglando su cama.

— ¿De quién estás enamorado?

— Yo no...

— No me mientas, eres terrible para mentir. — comentó Poseidón levantándose.

El humano sintió su piel erizarse cuando podía sentir la mirada de Poseidón apuñalando su nuca, era quedarse paralizado como un animal pequeño ante su depredador, sentía que sea lo que sea que dijera, no le iba a creer, solo la verdad la creería. Poseidón era muy listo, si él podía leerlo a la perfección, Poseidón podía intuir lo mismo de Sasaki, y eso lo estaba dejando en jaque ante el dios.

— Es algo imposible. — dijo el humano. — Incluso aunque tenga sentimientos, es imposible que ocurra.

— ¿Quién es? — preguntó nuevamente el dios.

— Tiene esposa, y espera un hijo próximamente, además de que es mi rival, no debería...

— Kojiro. — la voz de Poseidón le calaba en los huesos. — Deja de divagar y dame un nombre.

— ... no puedo.

Prácticamente Hades pedía demasiado con el temperamento de su hermano, porque incluso aunque Poseidón lo intentaba, Kojiro era la piedra en su zapato, era quien le despertaba emociones fuera de su control, era obvio que no en todo momento iba a poder controlarse como lo deseaba su hermano mayor. Acabó por empujar a Kojiro en la cama, sujetando ambos brazos por encima de su cabeza, teniéndolo sometido ante él, aunque el japonés trataba de separarse. Sintió las piernas del humano temblar, y un destello de lujuria se sembró en la mente del dios de los mares, al saber que estaba entre ellas.

— Suéltame. — dijo Sasaki mirándole. — Quítate de encima.

— Dame un nombre y me retiro de aquí, dejándote descansar.

— ...

— ¡Kojiro!

— Musashi... Musashi Miyamoto. — contestó el japonés con el rostro más sonrojado que había tenido en su vida.

— Él y tú... ¿Han tenido algo?

— No, solo rivalidad en peleas, y me ha enseñado a mejorar mi técnica con mi espada. — respondió. — Es un buen amigo.

Poseidón acabó por lanzarse a los labios del humano, ante la negativa de este, que le empujaba para que le soltara, pero el dios seguía tratando de reclamar la boca del japonés como suya, cosa que no debió hacer, menos cuando era Kojiro del que estábamos hablando. El humano sin miedo acabó por morder al dios, haciendo que este se apartara, sangrando de la boca.

Entre jadeos de lo que acababa de suceder, Poseidón acabó por salir de la habitación sin decir nada en absoluto.

Lo que nos lleva a la actualidad, dónde Sasaki estaba cansado de sentir la mirada feroz del dios en su nuca, mientras las modistas arreglaban su atuendo al gusto del dios. Era el más bello de los kimonos, en colores azules, adornado con diferentes joyas, y una larga cola bordada a mano, haciendo lucir al humano como una divinidad de un panteón japonés, cosa que hacia feliz al dios de los mares. Más cuando su futura reina era tan bello, tan atractivo y lleno de vida, en definitiva, ya quería que dieran ese paso para no darle la oportunidad a Sasaki Kojiro de huir de él.

— Creo que es hermoso. — dijo el humano captando la atención de todos. — Pero sabes, hay Kimonos para hombres.

— No me gustaron. — respondió Poseidón. — Usa eso.

— Como digas. — respondió fastidiado Kojiro. — Gracias por su trabajo, hicieron algo increíble.

Agradeció el humano con una sonrisa a las jóvenes doncellas modistas, quienes dieron una reverencia ante él.

— Es su trabajo, más vale que lo hicieran bien. — comentó el dios, haciendo que el ambiente se tornara tenso de nuevo.

— Reconocer el trabajo de los demás es importante, cómo rey de los mares deberías saberlo. — replicó el humano.

— Que tu bajes la cabeza por todos, no quiere decir que bajaré la mía por ellos.

Poseidón quería retirar lo dicho, al momento que notó el rostro de enojo y fastidio de Kojiro, si el humano se negaba por voluntad a no casarse, no solo se quedaría sin reina, Hades iba a matarlo con sus propias manos cuando le dijo que fuera amable y cordial con él humano.

— ¿Me pueden ayudar a retirarme esto? Creo que ya está perfecto para la ceremonia. — comentó Kojiro, hablando con las modistas.

Poseidón vio como las doncellas voltearon hacia su dirección, sin mirarlo a los ojos, pero esperando la aprobación del dios. Sabían que, si había algo fuera de las órdenes del temible dios, acabarían siendo alimento de las criaturas de las profundidades, así que cuando el dios les dio luz verde, acompañaron al humano a retirarle el vestuario, para que al final este saliera usando una Yukata color negro con rojo, acercándose al dios de los mares.

— Déjenos solos. — comentó Poseidón a lo que las modistas fueron libres y les dejaron solos en aquel salón.

— Ya son suficientes matrimonios, no tiene que haber uno más, aún estamos a tiempo de cancelar todo esto, tú serías libre de mi como yo de ti, y si tienes miedo de enfrentarte a Hades, yo mismo se lo diré, pero hombre, deja de ser tan odioso todo el tiempo. — comentó el japonés. — Le comunicaré nuestra decisión y...

— Quiero casarme. — comentó Poseidón mirándolo.

— ¿Por qué? No pareces un dios que le importe los demás, como lo hace Hades.

— Porque te tendré a ti.

— ¿Eh?

— Uno de los hermanos mayores del Edén, la espada de Adam, digno representante de la fortaleza de la humanidad, y un gran hombre. — comentó Poseidón. — Incluso cuando es un matrimonio falso, creo... que podría aprender cosas de ti.

— ¿Y entonces que es todo esto? ¿Qué fue eso de anoche?

"Denme paciencia, denme fuerza, denme todo." Se gritaba por dentro Poseidon al notar los ojos marrones sobre los suyos, si, él humano estaba escaneándolo por completo, no había paso para mentirle, sabía que no podía haber algo que Kojiro no notara.

— Celos.

— ¿Qué cosa? — de nueva cuenta, el rostro del humano fue un poema de confusión. No podía creer las palabras que acababa de escuchar.

— Solo debería existir yo en tu mente, no un hombre casado y con familia.

— Que me guste Musashi no quiere decir que tengo intenciones de destruir su familia o intentar algo. — replicó el humano. — Lo respeto y respeto su felicidad, tal vez deberías aprender eso.

— ¿No ha pasado nada entre ustedes? — preguntó Poseidón.

— Oh sí, claro, nos hemos agarrado a golpes y espadazos, me ha dejado sangrando y con cicatrices, y oh, también un día me dejó sin comer al comerse mi almuerzo, pero se disculpó al siguiente día trayéndome de comer.

— ¿Y eso te gusta? — dijo con una cara de disgustó Poseidón.

— No sé, tal vez soy masoquista o idiota, o ambas cosas. — dijo Kojiro. — Pero, también me gusta que es valiente, un guerrero, amable y un ejemplo para los demás, me gustan las personalidades fuertes que obtienen lo que quieren y se hacen leyendas para todos.

— ¿Y ese humano lo es?

— ¡Es el mejor espadachín de todos!

— ¿En serio?

— Lo es.

— Eres extraño en tus gustos. — comentó el dios de los mares.

— Tal vez lo sea, pero eso debería alegrarte, que me gusten esas cosas, tal vez me termines gustando porque eres igual de idiota que yo.

Y el humano sin querer comenzó a reír, porque le había parecido gracioso que lo que le atraía de Musashi eran simples cosas de fantasía de adolecente que tenía desde hace tiempo, y que, si le gustan tontos y fuertes, tenía al rey de ellos en persona. Poseidón no dijo nada en absoluto, solo vio la sonrisa de Kojiro y como reía para al final hacer una suave sonrisa apreciándolo.

Tenía que controlarse mejor, eso era seguro.

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Por supuesto que nunca se había esperado esto cuando le dijeron que tenía que casarse.

Ahora mismo, uno de los hermanos más fuertes del Edén estaba usando un Sari hindú, muy hermoso, eso no podía negarlo, pero se vería mejor en una doncella, no en él. Tenía tonos morados y dorados, y podía notar el trabajo que le había costado a las modistas, así que fue respetuoso y agradeció el atuendo, pero una vez que Shiva lo vio, y ambos se vieron, ambos comenzaron a carcajearse.

Y reían por lo mismo, Shiva porque decía que lucía ridículo, y Raiden también lo pensaba por igual, pero a ninguno les molestó eso, seguían riendo y dándose palmadas suaves mientras suspiraban. Si, ese no iba a ser el atuendo para la boda. Así que Shiva propuso a las modistas que hicieran para Raiden una Kurta elegante, que se viera bien con el ropaje que el dios iba a llevar, al igual unos pantalones que hicieran juego.

Las mujeres anotaron las peticiones del dios, y salieron del lugar dejándolos solos. A lo que Raiden acabó por cambiarse, usando unos pantalones ligeros con una playera común.

— Gracias por mejorar mi ropa para la boda. — comentó Raiden. — Aprecio el trabajo de las señoritas, pero no quedaba mucho en mí.

— Eso lo noté apenas verte. — rio Shiva. — Ven, quiero que conozcas a alguien.

— ¿Yo?

— Ven, tú ven. — dijo Shiva sonriente.

Guío al humano dentro del palacio hasta encontrarse con algo que no podía creer, allí, tres hermosísimas mujeres se encontraban en una habitación perfecta, llena de comodidades, viéndose como las diosas que son. Shiva se acercó a ellas, las cuales le recibieron con besos y caricias a su esposo, mientras este apreciaba los besos de cada una.

— Raiden, te presento a mis esposas, Parvati, Kali y Durga. — comentó el dios. — Ellas serán tus compañeras, puedes preguntarles lo que necesites una vez que seas parte de mi harem.

— ¿Eh?

— Serás mi cuarta esposa, un hijo del Edén, del cual tendremos una relación falsa, sí, eso es claro, pero, mis esposas te ayudarán dentro del panteón indio, te enseñarán lo que necesitas saber si tienes dudas, y bueno...

— Nos divertiremos mucho en la cama, Raiden. — comentó Parvati sonriente.

— ¿Cómo? — dijo Raiden confundido ante esa declaración.

— Oh, una orgía, por supuesto, solo orgías habrá en tu futuro, soy muy responsable con mis deberes como esposo de cada una de ellas, así que, una vez casados, te unirás a esto, y podremos complacernos entre todos. — comentó Shiva. — Además...

— Además que tienen deberes como padres.

La voz que interrumpió esa charla tan pintoresca fue del dios de las tormentas, Ruda, quien llegaba de la mano con un pequeño niño con cabeza de elefante, y aunque era algo que Raiden no pensó que vería, de alguna forma, le pareció adorable, como único, sí, eso pensaba, ese niño era único.

— ¡Papá!

— ¡Ven aquí, Ganesha! — Shiva estiró sus brazos, a lo que el niño corrió hacia él, lanzándose a ellos para acabar por cargar al pequeño, llenándolo de mimos. — Ganesha, quiero presentarte a alguien especial.

— Shiva... — Ruda quería detenerlo, pero, su amigo no lo escucharía.

— Su nombre es Raiden, será mi futura esposa. — comentó el dios sosteniendo a su hijo, mientras este miraba de arriba abajo al humano. — Dile hola.

— Hola. — dijo el niño, replegándose a su padre. — ¿Serás mi nueva mamá?

— Ah...

— No será eso, pero a Raiden si le encanta jugar, así que podrían ser amigos inseparables. — comentó Shiva con emoción, haciendo que esta emoción se contagiara en su pequeño. — ¿Qué dices? ¿No quieres un nuevo amigo para jugar?

— ¡Si quiero! — sonrió el pequeño.

— Entonces solo seremos una familia más grande. — sonrió el dios hindú.

— Será un placer jugar contigo, Ganesha. — rio Raiden, realmente le pareció surreal todo esto, no pensó que se cruzaría con este momento desde que llegó al panteón hindú, pensó que sería como un monstruo para ellos, que le trataría mal y lo aborrecerían, pero nada de eso pasó.

Lo que si pasó, fue que se divirtió platicando con las otras esposas de Shiva, ellas eran grandiosas, amables y divertidas. Cada una con su singular personalidad, lo hizo reír y disfrutar de vivir con ellos. Se estaban volviendo grandes amigos, y que decir de Ruda, en esas batallas por diversión podía sentir la fuerza del dios, mientras ambos se daban consejos sobre peleas, y conversaban bebiendo y comiendo diferentes comidas.

También disfrutó mucho jugar con Ganesha, le gustaban los niños, eran libres, además que, a su lado, sentía que podía vivir cosas que no vivió al inicio de pequeño, ya que, aunque se divertía a morir con sus hermanos, muchas veces tenia que actuar responsable al ser mayor que la mayoría. Pero, eso no detenía que se siguiera metiendo en problemas junto a Leónidas cuando hacían travesuras.

Y su diversión no solo era en el palacio, por fuera, los demás dioses del panteón le tenían respeto al ser la futura esposa de Shiva, y le daban consejos, así como ofrecían su amistad ante él.

¿Se podría pedir algo mejor de este matrimonio? Él no podría imaginarlo. Solo esperaba que sus hermanos estuvieran disfrutando por igual de sus relaciones.

— Raiden, tengo que dar la última invitación a la boda, ¿me acompañas? — comentó Shiva.

— Claro, vayamos. — respondió el humano siguiéndole el paso.

Entonces se encontraron en los más bellos jardines que habían visto, Raiden podía apreciar una belleza casi comparable al Edén, donde seguramente su madre amaría estar, pero eso no era lo más impresionante, lo que lo dejo sin aliento fue ver un enorme e imponente árbol arriba de un monte, el cuál caminaban para llegar a la cima, y una vez allí, se encontraron con aquel que solo había leído. Un sujeto de aspecto juvenil, con cabellera blanca y leves toques obscuros, ojos azules únicos, colmillos pronunciados, y un aspecto tan relajado, comiendo dulces.

— Buda, al fin te encuentro. — dijo Shiva. — ¿Cómo estás?

— Bueno, estoy relajándome después de comer los mejores postres de esta Tierra, así que estoy feliz.

— ¡Excelente! — comentó Shiva. — Oye, te quiero presentar a alguien, su nombre es Raiden, es un hijo del Edén, y será mi futura esposa. Hemos venido a entregarte la invitación a nuestra boda, que realmente no es solo nuestra, muchos dioses se casarán en...

— La unión con el Edén, lo sé, escuché a Zeus parlotear de ello. — dijo Buda, poniéndose de pie.

Miró al humano, y el iluminado sintió un pinchazo en su nuca, sentía que había visto ese rostro antes, bueno, era probable, conoció a los hijos del Edén cuando estos eran niños, así que era normal que lo viera familiar, pero, había algo más, algo que no entendía porque lo sentía.

Se acercó al humano sin quererlo, sujetándole el rostro, como si tratara de ver a través de él, sin poder notar nada, nada que le explicara el sentimiento que tenía en ese momento.

— ¿Buda? — dijo Shiva. — ¿Estás bien?

— ... Será un honor estar en su boda. — comentó el dios soltando una sonrisa, alejándose de Raiden. — Un placer conocerte, Raiden.

— El placer es mío, gran Buda. — respondió el humano algo confundido de lo que pasó.

Después de ello, ambos sujetos se retiraron de los aposentos del dios, y Shiva pasó una tarde genial con su familia y Raiden, pero, en el momento que Raiden se marchó a descansar, Shiva caminó a las afueras de su palacio, quedando recargado en una pared, mientras de las sombras el rey del inframundo hacia su aparición.

— ¿Cómo sentiste a Buda? — preguntó Hades, recargándose a un lado de Shiva.

— Normal, algo despistado, se le quedó mirando mucho a Raiden. — comentó Shiva. — ¿Crees que recuperó la memoria?

— No es posible. — dijo Hades. — El ojo que se le puso como remplazo al que perdió, me deja seguir controlando su mente gracias a los experimentos que Beelzebub hizo para mí. Su memoria sigue atrofiada, y con el control que tenemos sobre Zero, hace que sea aún más difícil que recuerde algo. Ambos están bajo nuestro control.

— ¿Estás seguro?

— Demasiado, si ese traidor quería estar de parte de los humanos, que sufra el mismo destino que ellos, una mente sin memorias y moldeable a nuestro gusto.

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