- Akabane.

El chico al que llamé en la mañana se acercaba hacía mi pupitre con el ceño fruncido.

- Así me llamo.

Rodó los ojos y se sentó en el banco de a mi lado.

- ¿Cuando dejarás de despertarme por las mañanas?

Simulé pensar sólo para fastidiarlo.

Pensaba en responderle que nunca dejaría de hacerlo, pero encontré algo mejor que decirle.

- Cuando te atraigan las mujeres.

- Eso no pasará. -respondió de inmediato.

- Exacto.

Soltó un bufido.

Luego de esa pequeña "charla" tuve que esperar hasta el receso del almuerzo para que él me ayudara o aconsejara con lo que le había dicho.

- ¿Entonces ese chico te gusta? -dijo de lo más tranquilo mientras llevaba un bocado de comida a su boca.

Siempre directo al punto, así es él.

- ¿Qué?

- Me escuchaste perfectamente y lo sabes.

La verdad lo oí bien, pero esa palabra salió sola de mis labios.

- Sí pero es que...¿gustarme? ¿Nagisa? ¿Hablas de gusto de gustar? ¿en serio?

- Vamos, no eres un niño como para tener que explicártelo. -me miraba de reojo.

- No me puede gustar. -respondí de inmediato con la mirada perdida.

Al darme cuenta de lo que dije lo observé, era algo obvia su reacción, tenía su ceño levemente fruncido, preparándose para abrir la boca y decirme algo.

- Y no tiene nada que ver con que ambos seamos hombres. -aclaré antes de que empezara a darme un sermón sobre la homosexualidad.

- ¿Entonces porqué no te puede gustar? No hay nada que te lo impida.

Sí que lo hay. Muchas razones que ni yo mismo entiendo. Razones que creo que hasta inventé.

- Itona, no nos conocemos en persona, ¿olvidaste eso?

- No lo he olvidado, sólo que no considero eso una..."restricción" -dijo haciendo comillas con sus dedos- puede gustarte de todas formas.

Horibe....no me ayudas.