Henri Charrière: Chocolate y azúcar

- Henri Charrièrre "Papillon" – dijo el director al doctor que se encargaría de dicho paciente.

- ¿"Papillon"?, ¿y cómo debo llamarlo, "papi"? – pregunto la doctora Gómez.

- Estoy seguro de que a él no le molestaría eso.

Fue entonces cuando entraron a la sala donde tenían a todos los enfermos y heridos. Ambos doctores se acercaron a la cama más cercana, dónde había un hombre de aspecto demacrado, él volteo hacia ambos.

- Sr. Charrièrre, ella es la doctora Lydia Gómez – presento el doctor Guzmán el director del hospital.

- Pensé que sería un doctor – fue lo único que dijo el paciente.

- Bueno... ella es la única que está en servicio a esta hora así que... dejare que se conozcan – y con eso se fue.

- Bien... - ella tomo la palabra y se sentó a su lado en la cama – el director me dijo que te encontró en una balsa hecha de cocos con unas botellas contigo.

- Sí – dijo el cortante.

- ¿De dónde viniste?, ¿cómo llegaste a parar a "Venezuela"? – ella dijo esto último con acento español y sonrió.

- Solo... deje que me llevara la corriente – aunque estaba siendo cortante, no estaba mintiendo.

- Me dijo también que te matas de hambre... - ella bajo la manta y subió su camisa (aun la de la prisión) revelando un estómago inexistente y algunas cortadas y heridas en la zona de las costillas – pero no menciono que eres algo salvaje también – dijo mirando lo grandes que eran las cortadas, entonces bajo su camisa – ¿no comes nada y te metes en peleas de bares o algo así?

- Algo así – dijo él volviendo a subir la manta.

- Las cortadas cicatrizaron pero dudo que algún doctor las revisara, ¿estoy en lo cierto?

- Sí.

- Aun no es tan tarde... debo hacer algo por esas costillas. Estás tan delgado que me duele el estómago – dijo y se levantó de la cama lista para irse, pero entonces volteo y le pregunto - ¿me esperas?

- ¿Te parece que tengo opción?

- Bien dicho – dijo y se fue con una sonrisa burlona en la cara.

Ya entrada la noche, Lydia se metió en la cocina, mientras algunos doctores recogían sus cosas listos para ir a casa con sus familias, los otros solo quedaban de guardia, y los pacientes dormían.

- Hola Wanda – saludo Lydia al entrar.

- Hola Lya, ¿Qué puedo hacer por ti?, antes de irme claro – respondió amable la contraria.

- ¿Dejarías que te robara?...

Papi seguía despierto, había una ventana un poco más allá de donde estaba, no dejaba de ver el cielo estrellado simplemente pensando, preguntándose si su amigo y colega estaría bien. Entonces escucho la única puerta de la habitación abrirse, giró hacia allá y vio a la doctora Gómez con algo en la mano.

- Me esperaste, oficialmente eres el único hombre que no me ha defraudado – dijo para volver a sentarse en la cama junto a él.

- ¿Y eso? – pregunto viendo la rebanada de pastel que ella trajo.

- Es para ti – dijo acercando el manjar hacia él – supuse que tendrías hambre.

Y sin más rodeos Papi tomo la rebanada y empezó a comerla.

- Si supuse que después de estar tanto tiempo a la deriva eso te llevaría al cielo... - quiso abstenerse de decir esto último, pero su curiosidad le gano – supongo que... en las prisiones no hay muchos postres.

Papi la miro como si supiera lo que estaba por venir.

- No diré nada si no intentas matarme – dijo tratando de apelar el sentido del humor de ambos, claro que no funciono - ¿cómo perdiste tanta carne?, ¿no daban comida?

- Dure varios días en el mar – respondió cortante otra vez.

No era ni una completa verdad ni una total mentira, pero sentía que era más fácil y rápido que explicarle todo.

- ¿Así? – por supuesto ella no le creyó - ¿y yo debo asumir que tu estadía en prisión no tuvo nada que ver?

- Solo si quieres que las cosas sean más fáciles – respondió él.

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Al día siguiente ella regreso y fue a visitarlo, con un regalo igual de bueno que el de la noche anterior.

- Buenos días – saludo ella sentándose nuevamente junto a él.

- Hola – respondió él.

- A veces en la mañana hace frío, y asumí que te gustaría algo caliente – dijo acercando una taza de chocolate caliente a él.

- ¿Estás intentando comprarme? – le intrigaba saber porque esta doctora se interesaba tanto por un ex convicto, pero a pesar de su duda, tomó el chocolate.

- Solo si está funcionando – dijo y sonrió, y por primera vez vio que él sonreía con ella – además no puedo darte nada dietético, si empiezo a darte ensalada y agua vas a desaparecer. Necesitas engordar, ¿y qué mejor forma de hacerlo que con chocolate y azúcar?

- ¿Dónde estabas estos últimos 7 años de mi vida? – pregunto mientras degustaba su café.

- ¿Esa fue tu condena, 7 años de cárcel? – pregunto ella al fin.

- No – y volvió a ser cortante.

- ¿Era más larga o más corta?

- Más larga.

- ¿Qué tanto?

- Acabo de conocerte y siento que me estas acosando.

- Solo una última pregunta. Si escapaste, ¿significa que eres peligroso?

- Si escape... significa que soy inocente...

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La relación de Lydia y Papi mejoraba con el pasar de los meses, y al cumplirse 5 meses de estar internado en ese hospital en Venezuela, llegó el momento de darlo de alta. Su cuerpo había recuperado la mitad de las calorías que había perdido gracias a la carne y proteína que le daban en el hospital, y también a la azúcar que Lydia se esforzaba en traerle y que a veces terminaban comiendo juntos.

Pero ahora existía la pregunta: ¿a dónde iría?, no podía regresar a Francia por obvias razones, y fue entonces cuando ella hizo algo, que jamás se imaginó haciendo.

- ¿Estás segura de que puedo vivir contigo? – pregunto Papi por milésima vez.

- Sí, digo... primero que nada somos buenos amigos y solo eso, y segundo, tú no tienes ningún sitio a donde ir, si no hago esto terminaras en la calle – dijo Lydia más para convencerse a sí misma de lo dicho.

Pero justo en eso, se encontraron con uno de los doctores más mañosos del hospital.

- Jorge – dijo ella al verlo.

- Lydia, y su afortunado favorito, ¿a dónde van?

- A casa, lo dieron de alta hoy – respondió ella.

- Creí que su casa estaba tras unos barrotes – dijo sin dejar de mirarlo, Papi dio un paso al frente dispuesto a golpearlo pero ella lo detuvo.

- ¿A ti que te importa, eh?, tenemos nuestros propios asuntos que atender, ve a ocuparte de los tuyos – le dijo Lydia.

- Mis asuntos son lo que le concierne a este hospital así que... - pero antes de que él hiciera su amenaza, ella se le adelanto.

- ¿El director sabe qué te acuestas con su mujer? – inquirió Lydia mientras se llevaba las manos a la cintura. Fue así como Jorge cerró la boca – quítate del medio y no se enterara por mí.

- Titubeo un par de veces, pero al fin dijo – si te mata – dijo volteando a ver a Papi – solo iré a tu funeral para decir: "te lo dije" – y con eso se fue.

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Se puede decir que ahora Papi está bien, su nueva patria es Venezuela. Logró contactar con su novia en Francia Nenèth, al saber que él seguía vivo viajo a Latinoamérica enseguida.

Decidieron casarse no mucho tiempo después, por supuesto Lydia estuvo invitada. Desde entonces Lya y los Chàrrierre han sido buenos amigos. Ambas, Nenèth y Lydia convencieron a Henri de escribir sus memorias y entregarlas en Francia. Su libro "Papillon" fue un éxito durante varias semanas, y gracias al cual él pudo regresar a Francia. Aun así, Lya y Henri nunca perdieron el contacto.

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