12. Yakgwa
Parte 12._ Yakgwa.
Galletas de miel.
El Museo Histórico de Seúl se alza majestuoso en el corazón de la ciudad, con su arquitectura moderna que contrasta con la riqueza histórica que alberga en su interior. Su colección de artefactos y exhibiciones simboliza un viaje en el tiempo, desde réplicas de antiguas viviendas hasta elementos utilizados en la vida cotidiana.
Cerca del final del cuatrimestre, el museo se prepara para abrir nuevas exposiciones temporales. Una de ellas se lleva a cabo en lo más profundo del recinto; un espacio normalmente tranquilo y poco transitado, pero que en los últimos días ha estado lleno de movimiento y sonido. Sin embargo, lo que sucedía en el interior del recinto estaba oculto por una alta y delgada valla de metal.
El misterio que desprendían esos lares generaba cierto interés en los visitantes, de los cuales algunos intrépidos se acercaban para averiguar más. Pero a pocos metros de distancia eran interceptados por un guía que amablemente les negaba el paso. El guía explicaba que pronto se inaugurará una exposición sobre jarrones antiguos, a la vez que la expresión de los visitantes se volvía confusa y a sus espaldas se escuchaba el sonido de aerosoles.
Detrás de la valla de metal, y por encima del escritorio de informes, sobre una pared negra, reluce el título de la exposición en letras doradas y elegantes: "Ecos de la Historia: Una Exposición de Jarrones Antiguos Coreanos". Y en letras más pequeñas se reconocía a algunos colaboradores, destacando al director y supervisor de la exposición: Kim Namjoon.
En un par de días será la inauguración y, por ende, el debut de Namjoon como curador. Los jarrones ya se encuentran en sus vitrinas, en compañía de las luces y las escenografías que resaltan sus siluetas y colores. Lo que falta por hacer es mínimo: estampar un par de anotaciones y finalizar el mural de la recepción. Este último es el objetivo a terminar hoy.
A un costado de la puerta, casi chocando con la valla de metal, un grupo de artistas urbanos trabaja en un vibrante y colorido mural que acompañaría a la exposición. Namjoon se encontraba allí, supervisando cada detalle con meticulosa atención, aunque una leve migraña lo aquejaba, probablemente causada por el intenso olor de la pintura.
Aunque los jarrones ya se encontraban resguardados en las vitrinas, Namjoon seguía experimentando una creciente ansiedad. Su perfeccionismo y exigencia lo llevaban a observar cada movimiento de los trabajadores con una mirada penetrante, buscando cualquier mínimo error que pudiera comprometer la exposición.
En ese momento, un estruendo metálico lo sobresaltó. Su cuerpo tembló y se alejó del origen del ruido, casi chocando con una de las artistas. Tras disculparse con la chica, dirigió su mirada hacia la persona que había provocado el ruido.
Gwangsu, el gerente del museo, se asomó por el lugar. Namjoon tragó en seco y dio un rápido vistazo al interior de la sala. Solo se le ocurría una explicación para la presencia del gerente: juzgar su desempeño a cargo de la exposición. Sabía que esta situación se daría y no se quejaba de ello, pero le hubiera gustado estar prevenido. Ugh, la sorpresa era tan desagradable como cuando tenía un examen sorpresa en el colegio.
Y si no bastaba con que los nervios se apoderaran de él, tenía que ser testigo del aura tranquila y pacífica del gerente Gwangsu.
—Hey, Namjoon, ¿cómo va todo? —preguntó Gwangsu, colocándose a su lado mientras daba un amigable saludo a los artistas.
Gwangsu tenía esa valiosa habilidad de enfrentar los imprevistos con una calma envidiable. Rara vez se exaltaba o apretaba los dientes. Tampoco era autoritario, sino que creaba vínculos cálidos con los trabajadores bajo su mando. Hacía bien su trabajo, así que le era inevitable admirarlo.
—Va bien, señor —respondió Namjoon, aunque su tono traicionaba su ansiedad—. Solo faltan algunos ajustes finales. —El volumen de su voz fue disminuyendo y su mirada se desvió hacia los artistas que seguían en su labor.
Namjoon sintió una incomodidad instantánea ante el contacto de Gwangsu, pero no hizo nada para apartarse. Miró de reojo al hombre mayor, notando los rasgos de su rostro marcados por el tiempo: las arrugas profundas alrededor de sus ojos y el cabello canoso. Sabía que se estaba organizando una reunión para festejar los quince años de servicio de Gwangsu en el museo; demasiado tiempo a consideración de Namjoon, pues representaba un poco más de la mitad de su vida.
Sin embargo, un pensamiento sombrío lo asaltó: ¿Y si el tiempo se iba como un parpadeo? ¿Y si esto era lo único que tenía? Lo inquietaba profundamente la posibilidad de quedarse estancado en el museo y envejecer como uno de los artilugios que se presentaban en las vitrinas. Se imaginó a sí mismo olvidado, despreciado, como las exposiciones que solo recibían la atención de alumnos obligados a asistir por sus profesores.
—Estoy seguro de que todo saldrá bien, Namjoon —dijo Gwangsu, interrumpiendo sus pensamientos—. Tu dedicación y atención al detalle siempre dan resultados excelentes.
Namjoon asintió lentamente, tratando de encontrar consuelo en las palabras de Gwangsu, aunque su mente seguía abrumada por las dudas.
Gwangsu, todavía notando el nerviosismo de Namjoon, le dijo suavemente:
—¿Cómo van las cosas con la exposición?
Un escalofrío descendió por su columna vertebral, dejando a su paso una sensación fría y paralizante.
—Las cosas van bien —comentó con voz temblorosa, que enseguida quiso corregir aclarando su garganta.
Disgustado por la actitud que estaba teniendo, Namjoon respiró hondo y se esforzó en dar una buena presentación. No sería tan diferente de defender su tesis: podía hacerlo. Después de una respiración profunda, argumentó: —La exposición está organizada en un orden cronológico y se divide en cinco partes que muestran el paso de la historia coreana. La escenografía que creó el equipo de arte es maravillosa; es como estar ahí.
Gwangsu sonrió, asintiendo con aprobación.
—Estoy entusiasmado por verlo —halagó el gerente. Namjoon supuso que en ese momento tendría que invitarlo a pasar a ver la exposición, pero Gwangsu tenía otra cosa en mente: —Vamos, acompáñame a dar una vuelta —sugirió, y se encaminó en sentido contrario al de la exposición.
Namjoon dudó por un momento. De nuevo miró hacia el interior de la sala, queriendo ir allí. Si el gerente estaba ahí para evaluar la exposición, era mejor que lo hiciera de una vez. No soportaría que desaprobara algo y tuviera que cambiarlo a última hora. Pero, ¿qué haría? ¿Se anteponía a la sugerencia de su superior para pedirle una evaluación que temía recibir? ¿Volvería a ser ese que pedía al profesor revisar la tarea porque no soportaba la incertidumbre?
El gerente Gwangsu ya se había puesto en marcha y Namjoon era incapaz de contradecir una solicitud de su superior. Dejó de lado la idea de la evaluación y lo alcanzó por el pasillo.
Al ir hombro con hombro, el gerente pronunció las siguientes palabras:
—Es bueno verte emocionado por la exposición. Estoy seguro de que será un éxito.
La expresión de Namjoon decayó visiblemente. Le gustaría sentirse emocionado de que estaba a días de presentar su primera exposición, pero no fue así. Todavía se preguntaba si ese trabajo se lo habían asignado porque no había nadie más.
Mientras continuaban caminando, pasaron frente al muro de noticias del museo, donde los becarios estaban preparando el mural del siguiente mes. El gerente se detuvo, observando a los jóvenes mientras trabajaban con esmero en el diseño.
Gwangsu se acercó al muro y tomó una nota impresa que estaba colgada. Sonrió y se la mostró a Namjoon.
—Mira esto —dijo, señalando el encabezado de la nota. En la foto se visualizaba a un hombre de tez blanca, ojos almendrados y rostro aplanado, junto a hombres de rasgos europeos—. Yoongi también está haciendo un gran trabajo.
Namjoon sintió un pinchazo en el pecho mientras leía la nota. Gwangsu continuó hablando con entusiasmo.
—Me llena de orgullo verlo crecer profesionalmente. Desde que los recibí por primera vez en el museo, sabía que iban a lograr grandes cosas.
Las palabras de Gwangsu resonaron en la mente de Namjoon, mezclados con una sensación abrumadora que se esforzaba por ahogar en su interior.
—Sí, Yoongi es increíblemente talentoso —dijo Namjoon, tratando de mantener un tono neutro, aunque su voz temblaba ligeramente.
Le alegraba que a Yoongi le fuera bien, pero no podía evitar compararse y salir perdiendo.
Gwangsu notó la incomodidad de Namjoon, pero jamás hubiera pensado que esto tuviera que ver con Yoongi: eran buenos amigos. Habían estudiado juntos ¡y hasta vivido juntos! Gwangsu siguió hablando sobre los logros de Yoongi y otros miembros del equipo, creyendo que esto animaría al más joven. No obstante, a cada una de sus palabras solo recibía gestos mecánicos y respuestas vagas.
El periódico se convirtió en un objeto incómodo de ver. Era insoportable estar ahí, así que se marcharon. Solo avanzando sin un propósito.
Namjoon intentó concentrarse en la conversación con Gwangsu y en los detalles de la exposición. Se recordaba a sí mismo que debía enfocarse en su propio trabajo y en los logros que había alcanzado, pero la sombra de la comparación seguía presente, como una constante en su mente.
—¿Estás bien, Namjoon? —preguntó Gwangsu, notando finalmente la expresión tensa en su rostro.
Namjoon se obligó a sonreír. —Sí, estoy bien. Solo un poco abrumado por todo. Pero estoy seguro de que la exposición será un éxito.
Gwangsu le dio una palmada en la espalda y asintió. —Lo será. Confío en ti, Namjoon. Has trabajado muy duro para esto.
Seguía sujetando su hombro y Namjoon hacía un gran esfuerzo en no quitarlo de encima
—Namjoon, tómate el resto del día libre. Lo mereces, sal a celebrar o solo descansa. Yo me encargaré de lo que queda.
Namjoon torció los labios.
—No lo sé, señor.
—No seas impertinente. ¿Acaso dudas de mi trabajo? —cuestionó Gwangsu, brusco. Namjoon se asustó y el hombre rió—. Tranquilo, estaba dramatizando. Pero sí tienes que aprender a relajarte. Sal con tus amigos, ve a un bar —de pronto, el hombre torció la boca—. Te aconsejo que no salgas de la ciudad, ya que todavía no sabemos qué día vendrán los críticos y periodistas.
Namjoon reaccionó con sorpresa.
—¿Voy a dirigir las notas?
La pregunta quedó suspendida en el aire, resonando en sus oídos mientras trataba de procesar lo que Gwangsu acababa de decir. Su corazón se aceleró, un torbellino de emociones se arremolinaba en su interior. ¿Cómo era posible que él, un joven que aún se consideraba un novato en comparación con sus colegas más experimentados, fuera el elegido para llevar una tarea tan crucial?
Gwangsu lo miró con una mezcla de incredulidad y paciencia. Su expresión era la de alguien que esperaba esta reacción, lo que fue un tanto ofensivo para Namjoon.
—Por supuesto, Namjoon. ¿Quién más si no tú? —El gerente sonrió, dejando claro que no había duda en su mente sobre la elección—. Además, estarás en la inauguración. ¡Es tu exposición!
El rostro de Namjoon reflejó una mezcla de temor y admiración. Se sintió como si una pesada carga hubiera sido colocada sobre sus hombros. Las cosas suceden, marchan bien, pero no se sienten como tal. Apenas experimenta una alegría que resulta nostálgica, como la añoranza de algo que fue.
Hay algo que lo bloquea, que no le permite alcanzar sus pensamientos ni emociones. Que reduce su mundo interior a una expresión apática y desanimada. Que resulta insoportable para quien intenta conectar con él y termina por alejarse. Gwangsu se alejó, mostrando cierta decepción e incomodidad, las cuales alimentan la percepción de que es desagradable e incomprendido.
Namjoon obtuvo sus cosas y salió del museo. Lo que se supone tuvo que haber sido una recompensa, el tiempo libre, rápidamente se volvió un agobio. Tenía la certeza de que el ocio no le hacía bien, mucho menos estar encerrado en el departamento.
Prefirió vagar cerca del río Han en búsqueda de algo de paz. Le gustaban los paisajes naturales, un poco más que la modernidad de la ciudad. La vista del río, el puente y el cielo le daba una sensación de amplitud y lo despejaba de aquella sensación de claustrofobia que lo invadía al encontrarse tan estrecho. Con el transcurrir del tiempo, fue alcanzando un estado de tranquilidad, aunque una ansiedad difusa seguía presente, sin una causa clara.
Después de un rato, su teléfono sonó con aquel tono especial que tenía para Jimin. Enseguida revisó el chat, encontrando tres documentos adjuntos. En el mensaje que los acompañaba, Jimin escribió una disculpa por mandar los boletos de su presentación hasta ese momento, y le pidió que mandara los otros dos a Seokjin y Taehyung.
Namjoon agradeció y envió los boletos de inmediato para evitar olvidos. Al entrar al chat de Jin, se percató que el último mensaje que tenía de él era de hace dos días y ni siquiera lo había leído. Sin embargo, no era trascendental, como lo habían sido sus anteriores conversaciones. Desde la última visita de Jin al departamento, nada había sido como antes.
Y aunque Jin había intentado comunicarse con él, Namjoon lo evitaba; decía estar ocupado o simplemente no abría el chat. Las respuestas cortantes y las conversaciones superficiales reflejaban una amistad que se marchitaba poco a poco.
Namjoon envió el archivo con los boletos y un breve mensaje indicando que Jimin y él esperaban verlos este viernes en el teatro. A los pocos segundos, la verificación del mensaje cambió a leído. Antes de que Jin pudiera responder, Namjoon salió del chat para fijarse en lo que Jimin le había enviado en ese instante.
Un vídeo se cargaba lentamente. A Jimin le gustaba compartir fotos o vídeos de lo que estaba haciendo, normalmente sin una descripción. Eran imágenes cotidianas: del transporte, de los edificios, del paisaje, sus compañeros o los salones de clases. De esta forma, compartía su mundo, aquellas pequeñas cosas que lo impresionaban, todo desde su propia visión.
El vídeo se reprodujo. En primera plana se mostraban los pies de Jimin, calzando las zapatillas de lona con las que solía bailar contemporáneo. Sacudía sus pies con emoción mientras su distintiva risa se oía a través de la bocina; frente a él y en el fondo, se notaba a una pareja ensayando.
La chica estaba sentada en el suelo con las piernas cruzadas, dando la espalda a un chico que sostenía sus brazos. Su larga y ondulada cabellera se mantenía ligeramente elevada mientras daba vueltas en el piso hasta quedar de pie, ahora frente a su pareja. Con una expresión que revelaba sorpresa y fascinación, con los pequeños ojos redondeados y los finos labios separados entre sí, la chica seguía los movimientos de su pareja como un espejo.
Era tan pequeña y tan delgada, que el chico logra moverla como si de una muñeca se tratara. Le daba la vuelta, la sostenía de los costados y la alzaba sobre su cabeza en un movimiento fluido y coreografiado. Empezaba a dar vueltas sobre su eje, y gracias a su vestimenta era posible admirar la musculatura de sus antebrazos y pantorrillas. A diferencia de Jungkook, el bailarín del vídeo se mantenía en forma sin adoptar una apariencia grumosa; al contrario, su fisiología era delgada, pero fuerte.
Namjoon observó el vídeo con atención, notando la habilidad y la gracia con la que los bailarines se movían. Repentinamente, la cámara se giró. Por un instante, se vio el rostro de otras chicas, hasta que apareció el rostro de Jimin.
—Considera esto un pequeño adelanto de la presentación. Si quieres ver más, tendrás que venir el viernes —finalizó con una amplia sonrisa que abultaba sus mejillas y empequeñece sus ojos.
El vídeo terminó y la pantalla del celular regresó al chat con Jimin, notificando dos mensajes sin leer.
“Kim Namjoon, ¿por qué estás tan pendiente del celular? ¿No se supone que deberías estar en el museo?”. Y el segundo: “Mucho cuidado, que en un descuido se podría romper uno de sus preciados jarrones”.
Namjoon soltó una suave risa y sus dedos comenzaron a deslizarse sobre la pantalla.
“Me honra ser merecedor de tus buenos deseos. Sabrás que si uno de esos jarrones llegaran a romperse, ni todas las cosas que tengo bastarían para pagarlos.
»Y para que sepas, he sido tan buen trabajador que mi jefe me dio el resto del día libre.
»¿Qué hay de ti? ¿Estás en descanso? ¿Ya comiste?”.
Jimin afirmó lo primero y negó lo segundo. Aclaró que olvidó comprar su típico dorisak antes de entrar y no puede salir porque pusieron a Hoseok a cargo de los ensayos hasta que los directivos regresen.
“Seguro que Hoseok lo entenderá si le dices que irás a comprar algo para comer”, comentó Namjoon.
Jimin respondió de inmediato: “Por supuesto que no. Es demasiado estricto y se molestaría mucho si alguien interrumpe sus ensayos. Es el coprotagonista y solo está prestando atención a sus escenas”.
Namjoon torció la boca en un gesto de desagrado. Apartó la mirada del móvil, maldiciendo entre dientes a Hoseok. Sus pensamientos se llenaron de la palabra “injusticia”.
Injusticia por quién se aprovechaba de su cercanía con los directores para imponerse ante los demás; injusticia por la existencia de alguien tan arrogante y autoritario como Jimin describe a Hoseok.
Soltó un largo suspiro y se apoyó sobre la baranda que divide la orilla del río. Al desviar su mirada, se dio cuenta de lo cerca que estaba del teatro. Tuvo la idea de llevarle comida a Jimin y decidió llevarla a cabo antes de que la rumiación lo detuviera.
No sin antes mandar un rápido mensaje a Jimin para avisarle que le llevaría comida y luego guardar su celular. En seguida, se puso en marcha hacia la explanada y la zona cultural.
Iba mirando varios locales de comida en búsqueda de algo que pudiera gustarle a Jimin. Esta vez quería darle el gusto, como una manera de disculparse por el disgusto que le dio con el jajangmyeon. Sacudió la cabeza, alejando el recuerdo de la salsa espesa yéndose por el drenaje.
En medio de su búsqueda, Namjoon descubrió un pequeño puesto de almuerzo atendido por una anciana. Solo era una mesita afuera de una casa, con varios dosirak y golosinas exhibidas. La mujer estaba sentada, mirando al final de la calle con una expresión preocupada.
—Buenas tardes —saludó Namjoon, sorprendiendo a la anciana. Le ofreció una sonrisa cálida mientras examinaba los almuerzos—. Todo se ve verdaderamente delicioso. ¿Podría darme dos de estos, por favor?
Señaló una fiambrera que contenía una porción de bulgogi (ternera marinada), fideos de batata salteados con verduras y pajeon (tortillas de cebolla verde).
La anciana sonrió, visiblemente complacida por la compra. —Claro, joven, será un placer —respondió, comenzando a empaquetar las fiambreras.
—¿Usted hace toda esta comida? —preguntó Namjoon, intentando entablar una conversación amistosa.
—Sí, todo hecho en casa —dijo ella con orgullo.
—Es un honor probar comida casera preparada por alguien con tanta experiencia —comentó Namjoon sinceramente—. Hace mucho que no disfruto de algo hecho en casa que tenga tan buena pinta.
La anciana rió, sus mejillas sonrojándose levemente. —Primero tienes que probarlo antes de halagarme tanto.
Namjoon sonrió en respuesta, tomando las fiambreras que ella le entregaba. Mientras guardaba su cambio, notó nuevamente la preocupación en su rostro.
—¿Está esperando a alguien? —preguntó con curiosidad.
La anciana suspiró, su expresión se volvió melancólica.
—Un cliente habitual. Trabaja en el teatro a unas cuadras de aquí, me dijo que era bailarín. De lunes a sábado viene a comprar su almuerzo aquí. Me preocupa que le haya sucedido algo, aunque mi hijo dice que probablemente solo se cansó de comer aquí.
Namjoon asintió, conmovido por la manera en que la anciana se expresaba. Seguramente era una mujer solitaria, desatendida por su familia y que encontraba consuelo en su cliente habitual.
—Conozco a alguien que trabaja en ese mismo teatro y es bailarín —dijo Namjoon, sintiendo un presentimiento, aunque necesitaba confirmarlo—. Si conoce su nombre o me describe a su cliente, podría preguntar por él y ver si está bien.
La mujer reaccionó con entusiasmo. —Es un joven atractivo, muy delgado y con el cabello rubio —soltó una risita—. Eso es lo más distintivo de él, ¡lleva el pelo rubio! Aunque con estas generaciones tan extravagantes, quizá eso ya no sea una novedad —se detuvo a pensar y su rostro se entristeció—. Lo siento, no recuerdo su nombre.
Namjoon esbozó una gran sonrisa. Por supuesto, solo su chico podría causar tal impresión con su gentileza y, no está de más decirlo, belleza.
—No es necesario, ya sé de quién habla. Su cliente habitual es Jimin —la mujer asintió, recordando el nombre. Namjoon rió por el gesto, que le pareció tierno—. Justamente voy a llevarle el almuerzo al teatro, ya que no pudo salir.
Namjoon se puso a revisar la mesa en búsqueda de algo en particular. Si ese era el puesto que Jimin acostumbraba, entonces también estarían las galletas de miel que tanto le gustan.
—Oh, qué muchacho tan trabajador. —La anciana empezó a moverse. Se asomó debajo de la mesa y tomó una bolsa con pequeñas galletas en forma de flor y de un hermoso color dorado—. Ten, llévale esto. Son de mi parte.
Namjoon se lo agradeció y también pidió que le vendiera una caja de estas mismas galletas que exponía en su puesto. Sería un regalo especial por el gran esfuerzo del bailarín.
—Por supuesto, aquí tienes. —La anciana le entregó la caja con una sonrisa—. Estoy segura de que le encantará.
Namjoon pagó por las galletas y se despidió cordialmente de la mujer, sintiéndose contento por la interacción. Tomó rumbo directo hacia el teatro, un tanto distraído por pensar en lo afortunado que era de tener a alguien como Jimin en su vida. Estaba conmovido al conocer la relación entre Jimin y la anciana.
Al llegar al teatro, Namjoon se encontró con las puertas cerradas y la taquilla en descanso. El edificio parecía desierto. Decidió dar una vuelta alrededor del teatro antes de llamar a Jimin. Mientras caminaba, vio a una mujer fuera de una puerta que parecía ser parte del teatro, sacando un cigarrillo de su bolso.
Namjoon se acercó con una sonrisa amigable. —Buenas tardes —saludó, sacando un encendedor de su bolsillo—. ¿Necesita fuego?
La mujer lo miró con desconfianza. Pasó su mirada de su rostro hacia el encendedor y aceptó con un ligero movimiento de cabeza. —Gracias —dijo, encendiendo su cigarrillo—. Muy amable de tu parte.
—No hay de qué —respondió Namjoon, guardando el encendedor—. Estoy buscando los salones de ensayo de baile. ¿Sabe si están por aquí?
La mujer asintió, exhalando una bocanada de humo. —¿Los salones de la compañía estatal de danza? Sí, están aquí mismo.
—Ah, perfecto. —Namjoon hizo una pausa, notando la curiosidad de la mujer—. Mi compañero de piso es bailarín y olvidó su almuerzo. ¿Cree que podría entrar a entregárselo?
La mujer se lo pensó por un momento, frunciendo el ceño. —No creo que sea posible dejar entrar a alguien así nada más. Las normas de seguridad son estrictas.
Namjoon se apresuró a añadir: —Su nombre es Jimin. ¿Podría hacer una excepción solo esta vez?
Al escuchar aquel nombre, la mujer se quedó pensativa. —¿Jimin? —repitió, y luego murmuró para sí misma—. Comida y Jimin, vaya dilema... —Finalmente, asintió—. Está bien. Ve y entrégale el almuerzo.
Namjoon sonrió ampliamente. —¡Muchas gracias! Si alguien me detiene, ¿debería decir que soy una entrega de comida?
La mujer negó con la cabeza. —No, eso está prohibido. Mejor solo ve directamente al cuarto piso. Sube las escaleras y a la derecha. Reconocerás el ruido de los ensayos.
Namjoon agradeció de nuevo y siguió las indicaciones de la mujer. Subió las escaleras rápidamente, escuchando cada vez más fuerte el sonido de la música y las pisadas sincronizadas. Al llegar al cuarto piso, giró a la derecha y vio una puerta entreabierta, de donde provenían los sonidos de los ensayos.
Se asomó con cautela y vio a Jimin, sentado en una esquina del salón con un grupo de chicas. Las reconoció como los rostros que solían aparecer en las fotos y vídeos que Jimin enviaba, incluso una de ellas era la del último video.
A los pocos segundos, Jimin lo notó y una amplia sonrisa iluminó su rostro. Namjoon levantó la bolsa de almuerzo, y Jimin se acercó rápidamente.
—¡Namjoon! No puedo creer que hayas venido hasta aquí.
—No podía dejar que te murieras de hambre, ¿verdad? —respondió Namjoon, sonriendo—. Además, conseguí tus galletas favoritas.
Jimin se rio, agradecido. —Eres el mejor.
Se notaba su esfuerzo por contenerse, ya que estaban en público. Sin embargo, sus brazos se fueron alzando, pidiendo permiso para compartir un abrazo.
Se oyó un coro de risitas a sus espaldas. Al voltear, Namjoon notó que la atención de la mayoría estaba sobre ellos. Las amigas de Jimin murmuraban entre ellas, riendo y sonriendo.
En ese momento, un chico de rostro alargado y cabello oscuro y desordenado se acercó. Namjoon lo reconoció de inmediato: era el mismo del video que Jimin le había mandado. Pensó que sería uno de sus cercanos, hasta que el chico se apoyó sobre el hombro de Jimin y fue clara su incomodidad.
No obstante, el chico ignoró sus expresiones. Sonriendo de manera coqueta, preguntó: —¿Quién es este? —Luego soltó una risa—. ¿Qué es de ti, Jimin?
Namjoon no supo qué responder. No habían establecido públicamente su relación y este no era un buen momento para hacerlo. Terminó diciendo: —Somos compañeros de piso.
—¿Solo eso? —preguntó el contrario, sugiriendo algo más.
Jimin se adelantó a decir: —Somos buenos amigos.
El chico hizo un sonido estridente—. Yaaah. Es bueno tener amigos tan atentos. —Se encogió de hombros y sonrió burlón por la tensión que había creado. Seguido de eso, soltó a Jimin y dio una ligera reverencia hacia Namjoon—. Me llamo Jung Hoseok. Soy el encargado aquí mientras la directora está fuera, así que tengo que revisar lo que traes. Y tal vez recibir una comisión.
Namjoon alejó la bolsa antes de que Hoseok pudiera tomarla. —Lo que hay dentro es de Jimin. Tendrías que pedírselo a él.
Le entregó la bolsa a Jimin, quien la abrió y echó un vistazo. Sacó la caja de galletas y levantó el rostro, visiblemente conmovido.
—Es un regalo —aclaró Namjoon—. Tus galletas favoritas.
Jimin sonrió, sus ojos brillando con gratitud. —Gracias, Namjoon. Realmente lo aprecio.
Hoseok observó la interacción con una mezcla de curiosidad y diversión. —Pensé que tus galletas favoritas eran los chocopie —dijo, mientras se asomaba a la bolsa y sacaba otra pequeña bolsa con galletas de miel en miniatura—. ¡Oh, estas galletitas pequeñas son tan tiernas! Tienes que darme una, por favor.
Namjoon aclaró—. Son un regalo de la anciana que vende los dosirak. La conocí hoy y dijo que estaba preocupada de que no hayas ido.
Jimin asintió lentamente, quitándole el paquete a Hoseok y abriéndolo. —Estoy evitando los chocopies. Es mucho chocolate y se me queda en los dientes, no es agradable —aclaró la duda de Hoseok—. Ahora me gustan más estas galletas de miel. —Abrió el paquete y le entregó dos galletas—. Comes mucho, Hoseok.
Había cierta aspereza en su tono, pero Hoseok lo tomó como una broma.
—Hay que comer bien para mantenerse fuerte, Jiminie —bromeó. Después se llevó ambas galletas a la boca para tener las manos libres y flexionar sus brazos, contrayendo sus bíceps.
El diminutivo de su nombre y la arrogancia de sus acciones causaron un evidente estrago en Jimin. Namjoon fue el único que notó su ceño fruncido antes de que pudiera disimularlo.
Hoseok, todavía con las galletas en la boca, agradeció a ambos. —Gracias por las galletas. Namjoon, puedes entrar si quieres.
Jimin lo invitó a hacerlo. Quería presentarlo ante sus compañeras. Namjoon accedió y siguió a Jimin hacia donde le indicaba, mientras Hoseok se dirigía al grupo de hombres que se mantenían de pie y bromeando entre ellos.
Namjoon pudo sentir una mezcla de emociones, pero la más fuerte era la de estar al lado de Jimin, apoyándolo y siendo parte de su mundo, aunque fuera por un momento.
Jimin lo condujo hacia un grupo de chicas que se estaban tomando un breve descanso.
—Chicas, este es Namjoon —dijo Jimin—. Él es mi compañero de piso y un buen amigo.
—Encantado de conocerte, Namjoon —dijo una de las bailarinas, curvando sus labios con una sonrisa breve—. Mi nombre es Yein.
La voz de la chica era baja y lenta, reflejando un carácter serio y nostálgico.
—Yo soy Raquel —al contrario, esta chica sonrió con tanto entusiasmo que su cuerpo dio un respingo—. Es muy lindo de tu parte traerle el almuerzo a Jimin.
—Sí, es un gesto muy dulce —añadió otra de las chicas tímidamente. Su piel extremadamente blanca se sonrojó mientras acomodaba un mechón de cabello detrás de su oreja.
—Hey, Mina, no te ilusiones —la reprimió otra chica de actitud más directa. Luego se dirigió hacia Namjoon—. Mi nombre es Yukyung.
Namjoon saludó a la chica con una ligera reverencia. Al mirarla de nuevo, tuvo una leve reacción de asombro. Reconoció a la chica de cabello ondulado como la que había aparecido en el vídeo. Era más baja de lo que había pensado. En realidad, la mayoría de las chicas lo eran. ¿Será un requisito en el baile? De ser así, es asombroso cómo en el escenario sus figuras se alargan y destacan bajo las luces.
Las chicas continuaron halagando a Namjoon por su gesto, y él solo atinaba a agradecer y repetir que "no era para tanto". Jimin, algo distante de la conversación, abrió la caja de galletas y comenzó a ofrecer dos a cada una. Aunque eso claramente lo dejaría con pocas galletas de la caja grande, todavía tenía algunas más de las miniaturas.
Mina aceptó las suyas con ojos brillantes, pues tenía hambre. Yein también recibió las suyas; las colocó sobre su regazo y comenzó a cortarlas en pequeñísimos pedazos para llevarse a la boca.
Por otro lado, Raquel se negó a recibir las suyas.
—No, no puedo aceptarlas —alzó el rostro y forzó una sonrisa—. Estoy en ayuno intermitente.
Jimin tensó su cuerpo. Fue una reacción espontánea y rápida; de esas que Namjoon se estaba volviendo hábil en descubrir. Sin embargo, Jimin aceptó los negativos de la chica sin protestar y ofreció las mismas galletas a Yukyung.
—Vamos, Rachel, no exageres. Yo también estoy a dieta, pero no me ves siendo grosera —alegó Yukyung, dando una fuerte mordida a la galleta, que se desmoronó sobre su ropa. La chica rió apenada y, mientras se sacudía el vestido, hizo una gran revelación—. Además, ¡son integrales!
De inmediato, Jimin regaló otra galleta a Yukyung y volvió a ofrecerle las golosinas a Rachel.
La chica seguía negándose, hasta que Namjoon intervino.
—Por favor, guárdalas. Y más tarde, cuando sea el momento, las comes.
Rachel no pudo negarse a la voz cálida y la sonrisa con hoyuelos que Namjoon le ofreció; así que finalmente aceptó las galletas.
Jimin actuó rápido y dejó las galletas sobre el bolso de la chica.
—Será mejor que las comas ahora, o se te puede llenar de hormigas —comentó entre dientes.
El tono brusco de su voz llamó la atención de los presentes, sumergiendo el momento en un silencio tenso. Había una variedad de reacciones entre los oyentes: desde las miradas recelosas de Yein y Yukyung, hasta la preocupación de Mina y la ignorancia de Rachel.
En cambio, para Namjoon predomina la confusión. Se preguntaba qué podía tener a Jimin irritado y una variedad de opciones se desplegó ante él. No obstante, las risas que estallaron en el salón le hicieron destacar uno de los principales problemas de Jimin: Hoseok.
Al voltear, observó cómo Hoseok y los chicos demostraron sus habilidades en la danza, imitando los pasos típicos de las chicas con una exageración divertida.
Jimin se acercó a Namjoon y le susurró—. Hoseok siempre es así de presumido y arrogante.
—¿Recuerdas la primera vez que te hablé de él? —preguntó Jimin, con una nota de molestia en su voz.
—¿Lo de la salida a beber el martes? —cuestionó Namjoon.
Aturdido, Jimin negó.
—No recordaba eso —comentó, deteniéndose a divagar—. Me refería a la segunda ocasión en que te hablé de él. El día que llegué al departamento después de clases y tuve un “quiebre” —aclaró Jimin y Namjoon lo miró con atención—. Hoseok había evitado que hiciera una cargada porque no creía que era lo suficientemente fuerte, y esa cargada fue lo que le dio a Hoseok el papel protagonista.
—Eso es tan injusto.
Jimin asintió con frustración—. Y no es solo eso. Siempre está haciendo comentarios y tomando decisiones que me desmoralizan frente a los demás.
Namjoon apretó los labios, sintiendo la injusticia de la situación. Quería hacer algo, pero sabía que no podía intervenir directamente en el ámbito profesional de Jimin sin causar más problemas.
Su mirada se mantuvo sobre Hoseok, con una punzada de desagrado. El bailarín reía escandalosamente hasta doblarse sobre su estómago. Le era difícil controlar su risa, incluso durante su turno de demostrar la longitud de su Grand Jeté.
De manera inesperada, Namjoon hizo una sugerencia a Jimin: —¿Sabes qué? Vamos a disfrutar de este almuerzo.
Namjoon comenzó a caminar rápido, con una dirección equivocada hacia la puerta de salida. Por un instante sintió el agarre de Jimin, antes de que su cuerpo impactara violentamente contra el de otra persona.
Hoseok actuó rápido y sostuvo a Namjoon para evitar que sufriera el menor impacto, incluso siendo aplastado por su peso cuando cayeron.
Tras el impacto, el lugar quedó en silencio, con una conmoción evidente. Namjoon fue ayudado a levantarse por otros bailarines, mientras una chica y un chico se agachaban a la altura de Hoseok. Hoseok se disculpó con Namjoon, muy arrepentido. En medio de su disculpa y su intento por levantarse, exclamó un quejido y se sostuvo el muslo. Una de las chicas le preguntó si esa no era la lesión que tenía.
—Es el mismo punto, pero esa lesión ya la había tratado —aclaró Hoseok, restándole importancia.
Jimin jaló a Namjoon, lo sacó del salón y se alejaron por el pasillo. Encontraron un banco en el jardín de la explanada y se sentaron. Ninguno de los dos había hecho un comentario al respecto; Namjoon temía que Jimin se hubiera enojado con él. Observaban al bailarín con ojos entristecidos mientras este abría el recipiente con los dosirak.
—Lo hiciste a propósito —dijo Jimin, mirando a Namjoon con una sonrisa traviesa.
—¿Qué? —respondió Namjoon, fingiendo sorpresa—. ¿De qué hablas?
—Chocaste a propósito. Siempre te he dicho cómo se comporta Hoseok conmigo. Lo hiciste para darle una lección, ¿verdad?
Namjoon se encogió de hombros, sonriendo —Tal vez.
Ambos se rieron, recordando la expresión de Hoseok durante el incidente. El ambiente se volvió más relajado mientras disfrutaban de su almuerzo en silencio. Sin embargo, Namjoon no pudo evitar notar que Jimin estaba deshaciendo la comida con los palillos, sin realmente comer.
—Jimin, no has comido nada. Vamos, es realmente rico.
Jimin negó con la cabeza—. No tengo hambre.
Namjoon insistió. —Vamos, solo un bocado más. Preparé esto para ti. Por favor, come, solo así aceptaré tu agradecimiento.
Jimin suspiró, finalmente cediendo. Abrió su boca y aceptó la comida que Namjoon le ofreció.
—Gracias —dijo Jimin, masticando lentamente—. De verdad, gracias por todo.
—De nada —respondió Namjoon con una sonrisa. Al menos por un momento, había aliviado un poco su carga.
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