11. Jajangmyeon
11._ Jajangmyeon.
Fideos negros.
A pesar de todos sus inconvenientes e incomodidades, salir a correr juntos se está convirtiendo en rutina para Namjoon y Jimin. Como dice el dicho popular: "El ser vivo se puede acostumbrar a lo que sea, menos a no comer"; incluso Namjoon se ha acostumbrado al ceño fruncido de Jimin y sus silenciosos gestos de molestia.
Al entrar a la recepción del edificio, Namjoon observa que Jimin lo espera frente al elevador. Nota su ceño fruncido y los labios tensos, mientras se desliza a través de la pantalla de su reloj. Curioso y un tanto receloso, se pregunta qué tanto revisa ahí.
Intenta averiguarlo. Se acerca sigilosamente y, aprovechando su distracción, lo sorprende al abrazarlo por la espalda. Un "oh" escapa de sus labios ante la sensación de "el abismo de ropa" que sus manos perciben antes de poder tomar algo. Lo más desconcertante es que ya ni siquiera siente la firmeza de los músculos, sino un estómago hundido y blando.
-¿Qué sucede? Te has quedado frío -pregunta Jimin, con sospecha.
Namjoon puede percibir cómo el cuerpo entre sus brazos se tensa. No puede saber lo que sucede por la cabeza de Jimin, pero por la actitud que ha asumido, es posible que no sea agradable.
En una muestra de afecto y compasión, Namjoon reposa su cabeza sobre el hombro del más bajo. Su mano abandona la cintura de Jimin y traza un camino por su abdomen hasta rodearlo por completo.
-Perdóname, había quedado pasmado por lo maravilloso que eres. Me conmueve que siempre me esperes y lamento tanto que tengas que cortar tu ruta porque yo no puedo seguir. -Hace una pausa, deposita un beso sobre la cabellera del bailarín, donde las raíces negras comienzan a asomarse, y sigue con cautela: -Me pregunto si, te gusta el tiempo que pasamos juntos, a pesar de los inconvenientes.
Jimin guarda silencio, una pausa que pesa como plomo en el ánimo de Namjoon. Cada segundo sin respuesta se convierte en un eco ensordecedor de incertidumbre y temor.
Con el corazón pesado, Namjoon busca consuelo en el calor que emana del cuerpo de Jimin, apretando su agarre. Cuando Jimin se revuelve entre sus brazos, la desesperación de Namjoon se hace más profunda; pensar en el rechazo es un dolor insoportable. Cuando cree que lo mejor es alejarse, Jimin se vuelve hacia él.
En ese momento, el mundo pareció detenerse. Con delicadeza, Jimin envolvió los labios de Namjoon con los suyos. Fue un beso lento, cargado de intención y pasión contenida, como si quisiera que cada instante fuera una eternidad.
Cerraron los ojos, dejando que el tiempo se desvaneciera a su alrededor, mientras la sensible piel de sus labios entrelazaba los sucesos con el reino de los sentidos.
Cuando Jimin se alejó, una gran sonrisa iluminó sus labios, justo cuando la puerta del elevador se abrió. Ante los ojos de Namjoon, Jimin era la razón por la que aquel pequeño espacio de metal parecía llenarse de luz. Su mirada mostraba la completa fascinación que sentía hacia el bailarín.
Namjoon no se avergonzaba de ser descubierto por el mismísimo Park Jimin, quien se burlaba de su expresión con un aire arrogante. Al contrario, deseaba fervientemente que Jimin se diera cuenta de lo importante que era para él; con eso estaba satisfecho por el momento. Después, cuando las condiciones fueran las ideales, expresaría su deseo de establecer una relación romántica. Solo tenía que esperar un poco más.
Sentía que pronto las cosas mejorarían. Su ilusión se aferraba a los pequeños cambios de hábitos que Jimin había adoptado en los últimos días. Tomar el desayuno, correr menos por las mañanas y mantenerse en contacto por mensajes eran partes del proceso. Por otro lado, Namjoon seguía haciéndose cargo de la cena, complaciendo a Jimin en lo que quisiera.
-¿Qué deseas cenar esta noche? -preguntó Namjoon, sintiendo un apretón en su mano antes de que Jimin lo soltara al llegar al departamento.
-Bibimbap -respondió en un eco y sin mirarlo.
Después de lo que pareció un trance, Jimin se puso en marcha hacia la isla de la cocina. Tomó su celular y se concentró en revisar algunas notificaciones.
Namjoon tomó su propio rumbo hacia la cocina. Se hincó frente a uno de los gabinetes, del cual sacó dos botellas de agua: una para él y otra para Jimin. Al ponerse de pie, tenía una expresión pensativa.
-¿Estás seguro de eso? -cuestionó Namjoon, en un instante de valentía-. Ayer cenamos Sigeumchi-namul y la vez anterior Gimbap. Hacer Bibimbap sería lo mismo, pero sin el condimento o el alga. -Observó a Jimin, esperando una respuesta. Al darse cuenta de que esta no llegaba, Namjoon reprochó: -Puedo comprar carne en algún restaurante, por si te preocupa que la queme o no quede bien.
Namjoon observaba a Jimin, notando el leve movimiento de su cabeza. Sus negativas parecían más un movimiento mecánico que una respuesta. La expresión perdida en el rostro de Jimin lo preocupaba; no era bueno que se absorbiera entre sus pensamientos.
-Preguntaste qué deseaba, y un plato de Bibimbap es lo que deseo -dijo Jimin, tratando de añadir una pizca de ironía a sus palabras, aunque no lograba ocultar del todo la molestia que lo embargaba.
Namjoon se mordió el labio inferior, reflexionando sobre la situación. Sabía que Jimin estaba evitando los carbohidratos, y no podía evitar sentirse decepcionado por esto.
Tristemente, terminó por acceder a la petición de Jimin. Será la resignación o el sentimiento de culpa, que Namjoon aceptaba que de vez en cuando podía permitirle a Jimin ciertos "alivios" de su trastorno. Además de que prefería resignarse a comer insípidas verduras una vez más, antes que entrar en una discusión con el bailarín.
Con una leve sonrisa en los labios, Jimin se inclinó hacia adelante y depositó un breve beso en los labios de Namjoon. Un gesto que pretendía ser dulce, pero que terminó por ser insípido. Luego de ese momento fugaz, Jimin se dio la vuelta en dirección a su habitación. Tenía que prepararse para irse.
Al escuchar el clic de la puerta cerrándose, Namjoon se dejó caer pesadamente sobre el sofá. Sus músculos estaban fatigados y una fina capa de sudor cubría su piel; probablemente debería darse una ducha, pero se sentía demasiado exhausto para siquiera considerarlo en ese momento. Todo lo que quería era un momento de paz para recuperar el aliento.
El ejercicio le resultaba agotador después de años sin hacer un esfuerzo de esa índole; de hecho, dudaba siquiera haber hecho ejercicio desde que salió de la preparatoria. A pesar de tener un objetivo claro, aún enfrentaba dificultades para comenzar. La mayoría de las veces, preferiría seguir durmiendo en lugar de salir a correr. Casi estaba por rendirse cuando recordó el juramento que hizo a Jimin, y eso lo impulsó a continuar.
Pero incluso con el cansancio y la falta de condición física, finalmente se estaba poniendo en forma. Una sonrisa de satisfacción se dibujó en su rostro; esto también era un avance para él.
Namjoon permaneció recostado en el sofá, simplemente descansando. Mantuvo la mirada fija en frente, observando la pintura de la pared, los muebles y otros adornos, mientras escuchaba el sonido de las aves y la ciudad que llegaba a sus oídos. Respiró hondo y suspiró, sintiéndose en paz como hacía mucho no lo estaba. Y eso era inquietante, porque no se sentía como él: tenso, nervioso, siempre agobiado y pesimista.
De repente, el teléfono de la casa sonó, tensando cada uno de los músculos de Namjoon. Dudoso, se estiró para alcanzarlo.
-Buen día, dígame -respondió con voz firme.
Al otro lado, se oyó el balbuceo de una mujer consternada.
-Emm... Estoy buscando a Park Jimin, mi hijo.
La mente y el cuerpo de Namjoon se congelaron, su corazón latía y retumbaba con fuerza.
Por el silencio, la mujer agregó: -Disculpe, creo haberme equivocado.
Pero antes de que pudiera colgar, Namjoon intervino.
-No se ha equivocado. Jimin vive aquí. Soy Kim Namjoon, su compañero de piso.
El enfado iba creciendo en él, un tipo de recelo que resultaba extraño. Era como estar frente al villano de una serie, al que aunque no fuera tangible, le tomabas odio por lo que había hecho.
La cólera lo incitaba a reclamar y la injusticia a cuestionar las razones detrás de su cruel trato hacia Jimin. Sin embargo, Namjoon entendía que no sería apropiado confrontar a la mujer, además de que sería algo que a Jimin le molestaría. Había límites, y era mejor no rebasarlos por más molesto que pudiera estar.
-Deme un momento -dijo Namjoon, poniendo la llamada en silencio.
Tomó aire, agarrando valor. Tenía el terrible deber de dar la noticia. A Jimin no le gustaría saber que su madre estaba al teléfono, así que se acercó con el sigilo que demandaba la situación.
Notó la puerta entreabierta. A medida que se acercaba, alcanzó a mirar a Jimin en el interior de la habitación. La peculiaridad de la escena lo dejó consternado e incapaz de interrumpir lo que aparentaba ser un momento íntimo. No obstante, se quedó observando, pasado desapercibido por Jimin, quien estaba sumido en la imagen que le regresaba el espejo.
Sus manos huesudas se aferraban a la tela de la sudadera, subiendo la prenda más allá del diafragma. Mientras con una mano se aferraba a la tela, la otra se acercaba sigilosamente a su cuerpo, con tanta precaución como si el tacto doliera.
Los músculos, una vez fuertes y definidos, parecían haberse disuelto; mientras que la piel pálida se adhería a sus huesos, destacando los huesos de la cadera como contornos puntiagudos. El pantalón, del mismo color que la sudadera, caía por debajo de sus caderas, revelando el cintillo del boxer. En su rostro, la mirada perdida.
A Namjoon lo invadió la tristeza. Notaba el disgusto y la insatisfacción en Jimin, y desesperaba por enseñarle lo bien que se miraba ante sus ojos. Su cuerpo apenas era el recipiente de la maravillosa persona que era: un medio por el que su alma tan conmovedora lograba interactuar con el mundo.
De manera inesperada, se oyó un tintineo. La madre de Jimin había colgado la llamada. Ante el sobresalto, Jimin se dio la vuelta, quedando desconcertado al encontrarse con Namjoon.
Namjoon tartamudeó sin saber qué decir.
-Lo lamento -alcanzó a decir, y antes de que Jimin dijera algo, agregó: -Tu madre llamó, pero acaba de colgar.
A Jimin se le aflojó la mandíbula. De su boca salió un ruidito ahogado que le bloqueó la garganta.
-¿Qué te dijo? ¿Hablaste con ella? -preguntó Jimin, pasmado.
-No -respondió Namjoon, su voz como un eco-, solo le dije que vivías aquí y le pedí que me diera un momento para contactarte.
La reacción de Jimin pasó a ser de preocupación. Su corazón era tan grande que incluso albergaba compasión hacia su madre, con quien tenía tantos roces. Aceptó el teléfono con manos temblorosas.
Se extendió un leve agradecimiento, y Jimin fue cerrando la puerta poco a poco.
Namjoon regresó a la sala. Sus pasos demostraban la ansias de encontrar un asiento y sopesar la situación. Pero en vez de encontrar la paz, la ansiedad lo acechaba; lo envolvía y lo hundía entre los cojines.
Namjoon permaneció enterrado en el sofá, sin poder hacer más que escuchar. En un par de minutos, las voces se alzaron. Surgen gritos, maldiciones y reproches; Jimin está teniendo una acalorada discusión con su madre al otro lado del teléfono.
Debería irse del departamento; es indebido presenciar lo que ocurre. Pero no puede moverse. Su cuerpo está encriptado, tenso, se siente como si estuviera a punto de lanzarse sobre una presa. Su instinto decidió luchar. Si se levanta no irá hacia la salida, sino hacia la habitación de Jimin para protegerlo del mal.
La razón es quien tibia la ira. Tanto es su empeño, que transforma lo que oye en un caso de interpretación histórica. Rescatan lo que sabe y lo que acaba de descubrir, para crear una aproximación a los hechos.
Namjoon sabía que la madre de Jimin estaba incapacitada, y al parecer ha empeorado. La mujer le pide que Jimin cuide de ella, que regrese a Busan. No le interesa la obra que está por estrenarse ni los demás planes que tenga, tiene que devolverle lo que ella hizo por él.
Hay un momento en que Jimin queda tan desconcertado, que solo murmura "no". Y una y otra vez, esa es la única respuesta que puede dar.
¿Qué lo detiene de irse?
La costumbre de su nueva vida: Es la primera vez que Jimin se muda, que está lejos de la casa de su madre. Ha probado otra dinámica, ha demostrado su autonomía.
Pero pese a eso, volvió a caer en la anorexia. Siendo incapaz de alimentarse a sí mismo.
El desarrollo profesional: Le está yendo bien en su profesión, todavía no tiene roles principales, pero es elogiado por su disciplina. Tiene sueños que alcanzar dentro del baile.
El mismo rubro que le exige y lo martiriza. Que lo pone a la expectativa de logros incansables en cuanto a imagen y esfuerzo; mismos que lo tienen restringiendo su alimentación y aumentando su esfuerzo físico.
Los vínculos sociales: Quien le abrió las puertas de su casa y le ofreció un apoyo en un lugar nuevo. Más allá de compartir un espacio, han compartido risas, suspiros y caricias.
Que prometió brindar un apoyo, que le sirve la cena cada noche. Y horas más tarde, Jimin vomita en el baño.
Lo asfixia.
Lo restringe.
No es suficiente.
Se oye una puerta ser golpeada. Jimin salió de su habitación, cargando su maleta. Miró a Namjoon, trató de hablar, pero no pudo. Cruzó rápido y se fue.
Namjoon se quedó en el sofá, luchando contra la crisis que lo acechaba. Recordó las reglas que estableció al involucrarse en la enfermedad de Jimin; no presionar a Jimin y no olvidarse de él. Se quedó ahí, con la culpa creciente, pero tratando de convencer a la voz en su cabeza que le gritaba cobarde.
Quien evita caer en el impulso como si se pusiera una camisa de fuerza, está cada vez más cerca de perder la cordura.
(...)
El tiempo pasa, entre parpadeos y suspiros. ¿Cuántas horas han transcurrido así? Ya son cerca de la 1:00 p.m., y en dos horas Namjoon tiene que estar en el museo. Es mejor que empiece a prepararse para irse. Sus músculos están tensos y contraídos. Sus huesos crujen con cada uno de sus movimientos, como si hubiera pasado años sin moverse.
No tiene hambre, pero sube a la cocina para calentar las sobras del día anterior. Es preferible forzarse a comer a que el hambre le llegue mientras está ocupado en el trabajo.
El sonido de pasos resonaba en el suelo de madera, cada uno más pesado que el anterior.
El zumbido del microondas cortaba el aire, interrumpiendo el silencio con su insistente llamado. Cada clic, cada giro de la perilla, resonaba en la mente como un eco lejano, alimentando la paranoia que se apoderaba lentamente de la habitación.
Y luego, el aroma a comida llenaba el espacio, dulce y tentador al principio. Pero se volvía sofocante con cada bocanada. Come, porque es lo que corresponde hacer.
A pesar de que no había nada fuera de lo común en esa habitación, cada elemento se combinaba para crear una sensación de inquietud, como si algo estuviera al acecho en las sombras, esperando el momento propicio para revelarse. Es esta la manera en que lo cotidiano se vuelve aterrador.
El sonido del timbre del teléfono lo espanta.
Namjoon buscó el teléfono, siguiendo el sonido por el pasillo hasta la habitación de Jimin. Detrás de la puerta, se lo pensó antes de entrar. Tras convencerse de que no sería nada importante, soltó la manilla de la puerta y dio un paso atrás.
El timbre se detiene y comienza la grabación de voz. La voz del gerente se hace oír, con un tono ronco y dudoso, incluso se limpia la garganta antes de comenzar. El hombre es un sujeto simpático, que sonríe y escucha a sus inquilinos. Si lo tratas bien y eres puntual con los pagos, él te trata bien. Pero si al contrario, eres un problema, no dudará en hacértelo saber.
Namjoon frunció el ceño, evidenciando su preocupación. La incertidumbre lo asaltó y lo impulsó a entrar en la habitación de Jimin. Por poco, Namjoon fue golpeado por la puerta cuando rebotó con la ropa que estaba apilada detrás de esta, un primer vistazo del caos que reinaba en el interior.
Al adentrarse en la habitación, Namjoon quedó impactado por el desorden que se extendía por todas partes. Ropa y zapatos estaban tirados por el suelo, la cama estaba deshecha y había envoltorios de dulces esparcidos por doquier.
La escena era impactante y abrumadora. Este desorden era un fuerte contraste con la personalidad ordenada y disciplinada de Jimin. Generaba un nudo en la garganta y un revoltijo en el estómago, era desagradable.
Namjoon avanzó por la habitación, esquivando los obstáculos en el suelo. Encontró el teléfono inalámbrico sobre la mesa de noche, entre envoltorios de choco-pie y uno de los dos vasos sucios dentro de la habitación.
Para ese momento, el gerente del edificio ya había colgado. Buscó entre el historial de llamadas y marcó el número. Después de tres tonos, alguien respondió.
-Buenas tardes, Kim Namjoon al habla. ¿En qué puedo ayudarlo, señor? -saludó con voz solemne y un tanto baja. Hizo a un lado una bolsa sobre la cama para tomar asiento.
El gerente se quedó en silencio un instante, procesando la sorpresa. Donghyun era un hombre cercano a la vejez, sencillo y abierto a la comunicación. Su filosofía era sencilla: si no causas problemas, él no te traerá problemas.
Tras un murmullo, Donghyun saludó de vuelta y comenzó su discurso.
-He recibido algunas quejas de los vecinos con respecto a ciertos ruidos que parecen provenir de su departamento -comenzó con una voz temblorosa, que anticipaba las palabras contundentes que vendrían a continuación-. Me dijeron que han llegado a oír gritos, llantos y golpes a medianoche -la bocina tembló por un suspiro fuerte. Después de una breve pausa, Donghyun se hizo oír con un tono más fuerte y puntual-. Señor Kim, si estos problemas persisten y no se toman medidas al respecto, me temo que podríamos tener que suspender el contrato de arrendamiento.
Namjoon asintió levemente, consciente de lo que están hablando. Él también ha sido testigo de ello. Desde su cuarto, puede escuchar a Jimin vagar por el departamento, yendo de un lado a otro, corriendo o saltando. En ocasiones se tropieza con las cosas; se frustra, se queja y maldice. Da la impresión de estar ensayado, o huyendo del terror que lo acecha y lo desquicia.
-Estoy al tanto de los ruidos y estoy trabajando en resolverlos. Deje que me explique: últimamente he sufrido de terrores nocturnos debido a un trastorno postraumático, por lo cual estoy tomando medicamentos para abordar el problema lo más rápido posible. Lamento mucho los inconvenientes que hayan podido surgir -mintió Namjoon, haciendo referencia a una época pasada de su vida, de la cual ya no tenía cabida en el presente.
El gerente chasqueó la lengua y asintió con comprensión. De estar hablando frente a frente, habría notado la mirada compasiva que extendían sus ojos.
-Espero que lo soluciones pronto.
Sus palabras, aunque bien intencionadas, se sienten como un puñal clavado en el estómago. Las náuseas lo asaltan al imaginarse recibiendo estas palabras cuando se sentía culpable de no haber podido salvar a aquella compañera de clases que fue empujada a las vías del metro.
En su mente, el rostro juvenil de colegiala se convierte en el semblante desanimado de Jimin. Namjoon le resulta desgarrador pensar cómo sería si contara la verdad sobre lo que realmente sucede con Jimin. Enloquecería de saber que culpa a Jimin de sus problemas alimenticios, como si todo se redujera a una cuestión de comer, o no comer.
Donghyun hace una anotación más, soltando una exclamación como si apenas pudiera recordarlo.
-Le recuerdo que no están prohibidos los animales, siempre y cuando sean gatos o perros pequeños. Sin embargo, debe informarme al respecto.
-No señor, no tenemos mascotas -respondió Namjoon rápidamente.
El hombre continuó, mencionando que los vecinos también han reportado escuchar sonidos como de un animal tragando.
Namjoon se mordió el labio, sintiendo un nudo en el estómago.
-Deben de haberse equivocado, esos sonidos deben provenir de otra parte. Si eso es todo, me despido -respondió, su voz apenas conteniendo el nerviosismo, y colgó rápidamente.
Namjoon se quedó en la habitación de Jimin, rodeado de basura. La alarma de su celular sonó desde el comedor, ya era momento de irse hacia el teatro. Suspiró pesadamente y, con un gesto cansado, se puso de pie, recogió el teléfono inalámbrico y las envolturas rojas que estaban sobre la mesa de noche; listo para deshacerse de ellas.
(....)
Después de que la exposición de jarrones fuera aprobada, Namjoon se embarcó en la exhaustiva labor de supervisar el montaje de la misma. Desde el mediodía, sus nervios estaban erizados, exaltándose por cada tintineo de la porcelana; la responsabilidad de manejar piezas tan delicadas pesaba tanto como los jarrones Moon.
Dirigir un extenso grupo de trabajadores era abrumador, sobre todo cuando estos eran descuidados y desinteresados. O al menos así lo percibía Namjoon, frustrado por cada mínimo detalle que se salía del plan.
Al final de la jornada, Namjoon estaba completamente abrumado y con dolor de cabeza. El horario era terrorífico: desde la entrada, que era un punto crítico del día, hasta la salida, que ya estaba bastante entrada la noche. No tenía tiempo para hacer la cena cuando llegaba al departamento, ni tampoco las ganas suficientes para cocinar, pero sí el dinero para pedir que alguien más lo hiciera.
A pesar de haberle dicho a Jimin que habría bibimbap para la cena, la idea de comer más verduras le resultaba intolerable en su estado de agotamiento. Namjoon contradijo lo que apenas esa mañana había establecido sobre ceder a las peticiones alimenticias de Jimin, argumentando que era inaceptable que siguiera consumiendo platillos de baja retención calórica. En su antojo y venganza, optó por pedir una cacerola grande de Jajangmyeon.
Cuando Jimin finalmente llegó, treinta minutos más tarde de lo habitual, su rostro mostraba los estragos de los ensayos extenuantes. A pesar de su fatiga, se esforzó por ofrecer una sonrisa a Namjoon. Sin embargo, la mirada de Jimin se desvió hacia el plato, y su gesto perdió fuerza.
Namjoon notó el cambio en la expresión de Jimin y sintió una punzada de culpa. Pero no dijo nada al respecto, ni tampoco cambió de parecer. Se levantó de su asiento con determinación, sintiendo la necesidad de reconfortar a Jimin ante su expresión abatida. Se acercó a él, tomó su maleta, y le ofreció una sonrisa cálida y un beso en la mejilla como gesto de apoyo. Jimin respondió con una suave risa, y ese sonido fue suficiente para llenar el corazón de Namjoon de alegría.
Sin poder contenerse, Namjoon atrapó a Jimin por la cintura y lo estrechó entre sus brazos, disfrutando del calor de su cuerpo y la familiaridad de su presencia. Se besaron con pasión, dejando que el mundo desapareciera a su alrededor mientras se abrazaban.
El beso se convirtió en caricias, las manos explorando cada centímetro de piel con devoción y ternura. Compartieron una plática tranquila sobre su día, con sus frentes unidas y el aliento del otro acariciando sus labios.
-¿Cómo fueron los ensayos hoy?
-Agotadores, como siempre. Pero creo que estamos avanzando en la coreografía. ¿Y tú, cómo estuvo tu día en el museo?
-Fue bastante intenso. Tuvimos que ajustar algunos detalles en la exhibición, pero todo parece estar en su lugar ahora.
-Me alegra escuchar eso. De verdad aprecio todo el esfuerzo que pones en tu trabajo.
-Gracias, Jimin. Pero sé que también has estado trabajando duro en tus ensayos. ¿Te sientes más seguro con la coreografía?
-Sí, un poco. Todavía hay algunos movimientos que me cuestan un poco, pero estoy trabajando en ello.
-Estoy seguro de que lo harás genial. Eres increíblemente talentoso.
-Gracias, Namjoon. Sabes cómo levantarme el ánimo.
-Siempre estaré aquí para apoyarte, Jimin. Somos un equipo, ¿recuerdas?
-Sí, lo sé. Y te lo agradezco mucho.
Namjoon sintió la tensión en los hombros de Jimin disiparse lentamente bajo sus manos, y se sintió lleno de gozo al verlo relajarse. Sin embargo, la satisfacción no fue suficiente. Había un anhelo compartido de más, de profundizar en su conexión de una manera más íntima.
Cuando Namjoon sintió que la pasión comenzaba a desbordarse, decidió detenerse, recordándole a Jimin que era hora de comer primero. Aunque ambos estaban hambrientos, Jimin pidió un momento para cambiarse antes de unirse a la cena.
Namjoon lo esperaba sentado en la mesa, jugando con los palillos sobre el bol de fideos. A medida que pasaban los minutos, daba pequeños bocados hasta que casi estaba por terminar. Lo hacía de manera inconsciente, y al darse cuenta de que estaba a punto de terminar, sintió náuseas. A pesar de salir a correr por las mañanas, había estado subiendo de peso en los últimos días.
No le agradaba eso. Temía volver a sus días de universidad, donde sentía que los pupitres le quedaban chicos, que ocupaba demasiado espacio y estorbaba al resto.
Pensó en retirarse de la mesa, pero al voltear al frente, hacia el asiento de Jimin, recordó que este no había comido.
Sin poder contenerse, Namjoon atrapó a Jimin por la cintura y lo estrechó entre sus brazos, disfrutando del calor de su cuerpo y la familiaridad de su presencia. Se besaron con pasión, dejando que el mundo desapareciera a su alrededor mientras se abrazaban.
El beso se convirtió en caricias, las manos explorando cada centímetro de piel con devoción y ternura. Compartieron una plática tranquila sobre su día, con sus frentes unidas y el aliento del otro acariciando sus labios.
-¿Cómo fueron los ensayos hoy?
-Agotadores, como siempre. Pero creo que estamos avanzando en la coreografía. ¿Y tú, cómo estuvo tu día en el museo?
-Fue bastante intenso. Tuvimos que ajustar algunos detalles en la exhibición, pero todo parece estar en su lugar ahora.
-Me alegra escuchar eso. De verdad aprecio todo el esfuerzo que pones en tu trabajo.
-Gracias, Jimin. Pero sé que también has estado trabajando duro en tus ensayos. ¿Te sientes más seguro con la coreografía?
-Sí, un poco. Todavía hay algunos movimientos que me cuestan un poco, pero estoy trabajando en ello.
-Estoy seguro de que lo harás genial. Eres increíblemente talentoso.
-Gracias, Namjoon. Sabes cómo levantarme el ánimo.
-Siempre estaré aquí para apoyarte, Jimin. Somos un equipo, ¿recuerdas?
-Sí, lo sé. Y te lo agradezco mucho.
Namjoon sintió la tensión en los hombros de Jimin disiparse lentamente bajo sus manos, y se sintió lleno de gozo al verlo relajarse. Sin embargo, la satisfacción no fue suficiente. Había un anhelo compartido de más, de profundizar en su conexión de una manera más íntima.
Cuando Namjoon sintió que la pasión comenzaba a desbordarse, decidió detenerse, recordándole a Jimin que era hora de comer primero. Aunque ambos estaban hambrientos, Jimin pidió un momento para cambiarse antes de unirse a la cena.
Namjoon lo esperaba sentado en la mesa, jugando con los palillos sobre el bol de fideos. A medida que pasaban los minutos, daba pequeños bocados hasta que casi estaba por terminar. Lo hacía de manera inconsciente, y al darse cuenta de que estaba a punto de terminar, sintió náuseas. A pesar de salir a correr por las mañanas, había estado subiendo de peso en los últimos días.
No le agradaba eso. Temía volver a sus días de universidad, donde sentía que los pupitres le quedaban chicos, que ocupaba demasiado espacio y estorbaba al resto.
Pensó en retirarse de la mesa, pero al voltear al frente, hacia el asiento de Jimin, recordó que este no había comido.
Namjoon esperaba que Jimin se levantara y abandonara la mesa después de su enfrentamiento, pero para su sorpresa, Jimin permaneció en su lugar, con una expresión indescifrable en su rostro. Esta inesperada continuidad lo dejó confundido y desconcertado.
Observó cómo Jimin tomaba los palillos entre sus dedos y comenzaba a revolver los fideos en su plato con movimientos mecánicos y sin mirar realmente lo que estaba haciendo. Llevó los fideos a su boca, pero antes de probar un bocado, se detuvo.
-¿Crees que exagero? -preguntó Jimin.
-¿Perdón? -Namjoon fue tomado por sorpresa por la pregunta-. No, no creo que exageres. Todos tenemos derecho a la privacidad, y me siento culpable de no haber considerado cómo te ibas a sentir.
Jimin asintió ligeramente ante la respuesta de Namjoon, pero el gesto parecía más resignado que convencido. Con un suspiro pesado, finalmente probó un bocado de los fideos, aunque su expresión mostraba poco interés en la comida.
Namjoon, por su parte, siguió comiendo con pequeños bocados, aunque ya no sentía apetito. Cada mordisco parecía un esfuerzo, y su mirada se desviaba constantemente hacia Jimin, como si buscara alguna señal de cómo continuar la conversación.
El ambiente entre ellos se mantenía tenso, como si el conflicto anterior aún estuviera presente en el aire que los rodeaba. El sonido de los cubiertos chocando contra los platos era lo único que rompía el incómodo silencio que se había instalado entre ellos.
Namjoon observó a Jimin con una mezcla de sentimientos encontrados. Recordó la expresión de decepción que vio en el rostro de Jimin al ver el plato de comida que Namjoon había pedido para ambos. Sin embargo, ahora observaba cómo Jimin comía con completo gusto, aparentemente disfrutando de cada bocado de los fideos.
Jimin sorbía los fideos y bebía agua con cierta prisa, como si estuviera ansioso por terminar cuanto antes. Su cuerpo se encorvaba sobre el plato, como un animal que protege su alimento.
Namjoon trató de encontrar las palabras adecuadas para aliviar la tensión, pero cada intento parecía caer en el vacío. La comida se volvía un pretexto para evitar enfrentar el verdadero problema que había entre ellos, y el silencio pesado que los rodeaba se volvía cada vez más opresivo.
-Sabes, hoy en el trabajo... Bueno, parece que algunos de mis colegas simplemente no valoran el esfuerzo que pongo en cada proyecto. Me siento como si estuviera luchando solo, sin apoyo ni reconocimiento -confesó Namjoon, su tono cargado de desilusión.
Jimin asintió con empatía. En sus labios había rastros de salsa de judías.
-Lo entiendo perfectamente -dijo con un suspiro resignado-. En mi equipo de baile, algunos parecen no comprender lo que realmente significa trabajar en armonía. Hay momentos en los que me siento invisible, como si mi esfuerzo no fuera reconocido.
Namjoon frunció el ceño, compartiendo el sentimiento de Jimin. -Es frustrante, ¿verdad? Sentirse incomprendido, como si estuviéramos luchando solos en un mundo que no nos entiende.
Jimin asintió con tristeza. -Exactamente. Pero al menos, tenemos el uno al otro para apoyarno -dijo, buscando consuelo en la mirada de Namjoon.
Namjoon le dedicó una sonrisa reconfortante.
Jimin sonrió con dulzura mientras veía a Namjoon comer, insistiendo en que comiera más. Con un gesto gentil, le ofreció un poco de su propia comida, alimentándolo con ternura como si quisiera transmitirle su apoyo y cariño a través de cada bocado.
-Namjoon, realmente aprecio todo el esfuerzo que pones en tu trabajo -dijo Jimin con sinceridad, su voz suave y reconfortante-. Has estado trabajando tan duro últimamente y estoy muy orgulloso de ti.
Namjoon se sintió abrumado por el elogio sincero de Jimin, una cálida sensación de gratitud llenando su pecho
-Gracias, Jimin -respondió Namjoon con una sonrisa suave, dejando que las palabras reconfortantes lo envolvieran.
Jimin se levantó se su asiento, llevando el plato al fregadero; Namjoon imitó su acción y se acercó a él. Cuando estuvo detrás del bailarín, este se sobresaltó. Llegando a dar un rápido giro, mientras se apoya sobre la isla.
Ante la mirada de sospecha, Jimin soltó una risa y alargó su cuerpo para alcanzar a besar a Namjoon. Sus manos caen sobre sus hombros, se deslizan por sus brazos y ante brazos, hasta llegar a sus manos y sostenerlas entre las suyas.
-Quiero pasar más rato contigo. Vamos a la sala. -Jimin jalón a Namjoon para guiarlo hacia el destino encomendado.
Pero antes de irse, Namjoon pudo ver el rastro espeso que deslizaba por el drenaje del lavabo. Le advirtió a Jimin que el drenaje podría volver a descomponerse si seguía tirando comida.
-Si eso pasa, yo lo pagaré. No hay problema -dijo, buscando disipar los temores de Namjoon.
Namjoon asintió con la cabeza, pero la sombra de duda persiste en su mente. ¿Por cuánto tiempo más podrían seguir fingiendo que todo estaba bien antes de que la realidad los alcanzara? La incertidumbre se instaló en su corazón, recordando que la fachada de normalidad que habían construido podría desmoronarse en cualquier momento.
Soltó la mano de Jimin. Quedó desarmado ante su mirada, incapaz de hacer algo más además de negar con la cabeza. Entonces, se fue. Namjoon se encerró en su habitación.
(...)
Namjoon escuchó con horror los sonidos que provenían del comedor, una cacofonía de ruidos que parecían más propios de un animal devorando su presa que de un ser humano comiendo. El sonido se mezclaba con el llanto y la desesperación, creando una sinfonía de angustia que resonaba en los oídos de Namjoon.
De repente, se oyó como Jimin se ponía de pie y corría hacia el baño. Tiró la silla y se estampó con la pared antes de llegar.
Dudoso, Namjoon se levantó de la cama. Arrastrando los pies, salió de su habitación y se adentró en la oscuridad del pasillo. A medida que se iba acercando, fue capaz de percibir el sonido tintineante de la porcelana del escusado. Oyó arcadas, mezcladas con llanto y jadeos que eran muestra de una lucha por obtener aire.
Namjoon se acercó tambaleante hacia la puerta del baño. Sin embargo, no pudo soportar la idea de asomarse y presenciar el tormento de Jimin.
-Por favor, Jimin, haz menos ruido -suplicó Namjoon, tratando de contener las lágrimas que amenazaban con desbordarse-. Nos van a echar del edificio si sigues así.
Por un momento, el caos pareció calmarse, y Namjoon se retiró a su habitación con un sentimiento de impotencia abrumador. Sabía que no podía salvar a Jimin de sus demonios internos, pero rezaba para que algún día ambos pudieran encontrar la paz que tanto ansiaban.
N/A:
Hago aviso de que tengo una cuenta en Inkspired y AO3, me pueden encontrar con el mismo usuario: Tametzona09. También estaré creando redes sociales para la cuenta.
Como sabrán, Wattpad cambió sus políticas de contenido. Debido a que estás son confusas, no estoy segura si está historia podría verse afectada. Me preocupa los capítulos que viene a continuación, pero tampoco quiero censurarme. Por eso, más vale prevenir que lamentar.
Sería todo, nos vemos en otros 9 meses.
Con amor, Tamet. 🌙
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