07. Tteokbokki.

7._ Tteokbokki.
Pastelitos de arroz en salsa roja.

Sentado en la mesa del comedor, Namjoon irradiaba impaciencia: uno de sus pies golpeaba rítmicamente el suelo mientras sus ojos recorrían frenéticamente la habitación. Observaba las manecillas del reloj, luego los ingredientes alineados sobre la isla de la cocina, y finalmente, al técnico agachado frente a la tubería del lavabo.

La mañana aún envuelta en sombras, Jimin había tocado a su puerta para informarle sobre una fuga de agua que descubrió en la cocina. Con el bailarín apresurado por cumplir con su apretada agenda, Namjoon, aún medio adormilado, asumió la responsabilidad de lidiar con el problema. Minutos más tarde, llamó a la gerencia del edificio para reportar la incidencia, recibiendo la promesa de que alguien sería enviado para solucionarlo pronto. Sin embargo, el concepto de "pronto" parecía distante, extendiéndose desde la mañana hasta bien entrada la tarde, hasta que finalmente el plomero hizo su aparición en la puerta del departamento. Entre idas y venidas, lo que inicialmente se consideró un "problema menor" había consumido varias horas de su día.

Con el atardecer tiñendo el ambiente con tonos dorados, Namjoon se preocupaba por terminar la cena a tiempo para la llegada de Jimin. Era irónico, pensó para sí mismo, admitir su impaciencia por meterse en la cocina, él que tantas veces había manifestado su aversión hacia esa actividad. Pero la sola idea de reunirse con el bailarín hacía que se sintiera ansioso por picar, mezclar y freír.

La interrupción del técnico lo sacó de sus cavilaciones.

—Listo, la tubería está como nueva —anunció el hombre con una amplia sonrisa de satisfacción, evidenciando el esfuerzo del trabajo—. Solo asegúrense de dejar que el material se asiente durante una hora, y por favor, eviten arrojar restos de comida al lavabo.

Namjoon asintió, agradecido por el aviso que compartiría con Jimin. La sospecha de que su compañero no limpiaba adecuadamente los platos antes de lavarlos se cruzó por su mente. ¿Podría ser esa la causa de la obstrucción en la tubería? No tenía certeza.

Una vez que el técnico se marchó, Namjoon procedió a llenar un formulario y firmar los documentos necesarios, antes de ponerse manos a la obra en la cocina para preparar la cena.

Como lo prometido en su nota, Jimin trajo la cena la noche anterior: un delicioso Samgyeopsal comprado en uno de los restaurantes cercanos al centro de la ciudad. La jugosa panceta de cerdo al vapor era simplemente incomparable, posiblemente lo mejor que Namjoon había comido en días.

Para esta noche, Namjoon se había propuesto superarse a sí mismo, convirtiendo la elección de la cena en un juego personal. Consideró opciones como el Budae jjigae o el Tteokbokki, ambos platos explosivos en sabor y considerados indulgencias culposas por su contenido calórico.

Finalmente, descartó hacer el "Estofado del ejército" debido a la cantidad de embutidos y fideos que contenía, lo cual despertó sentimientos de culpa en él. Optó por los pastelitos de arroz en salsa roja, considerándolos un poco menos calóricos y, por ende, la mejor elección.

Aunque la receta de Tteokbokki se consideraba fácil según la web y sus visitas, para Namjoon resultaba más complicada de lo esperado. Lo más difícil para él era mantener el orden y la limpieza en la cocina, con ollas, sartenes, cuchillos y cucharones yendo de un lado a otro constantemente. Cada vez que intentaba limpiar algo, algo más lo interrumpía, ya fuera una salsa burbujeante o simplemente recordar que aún debía picar algo.

Su habilidad con el cuchillo seguía siendo deficiente, aunque esta vez logró cortar las verduras en juliana de manera aceptable, en lugar de convertirlas en un puré. Después de reflexionar al respecto, Namjoon concluyó que gran parte de sus dificultades para manipular el cuchillo se debían al tamaño de sus manos. Sus palmas anchas dificultaban sostener correctamente la cebolla y el mango del cuchillo, y sus dedos gruesos complicaban pelar los huevos cocidos sin causar un desastre.

Cocinar seguía siendo el momento más estresante y tenso de su día, con su cabeza pulsando incluso en medio del caos. Sin embargo, se aferraba a su promesa con determinación. Aunque ya no ansiaba el final del proceso, lo veía como una ilusión de que eventualmente se volvería más fácil.

Porque sabía que, a pesar del desastre que consideraba su esfuerzo culinario, se encaminaba hacia un final agradable: sentarse a la mesa, aspirar el aroma tentador de los alimentos y contemplar a Jimin frente a él. El chico rubio que se había convertido en una presencia cotidiana desde que se mudó con él hace unos meses, y que superaba con creces todas sus expectativas. Vivir con Jimin no solo era fácil, sino también verdaderamente agradable.

Namjoon apagó la estufa y dejó reposar el estofado. Revisó su celular y notó una notificación de un mensaje que había pasado por alto: Jin le había preguntado si podía llamarlo hace media hora. Se sintió sumamente arrepentido por no haber escuchado el celular, y se apresuró a disculparse con Jin.

"No te preocupes por eso", respondió Jin de inmediato. Minutos después, llegó otro mensaje: "Terminé mi agenda temprano y no tengo nada que hacer. ¿Puedo llamarte?"

Con pesar, Namjoon respondió que no tenía tiempo, ya que aún debía limpiar el departamento y arreglarse antes de la llegada de Jimin. Jin aceptó, le deseó lo mejor y pidió que le diera sus saludos al bailarín. Mientras Jin seguía escribiendo otro mensaje, Namjoon dejó el celular a un lado para atender un peculiar sonido que provenía del balcón, descubriendo que había comenzado a llover.

De inmediato, pensó en Jimin y lamentó que pudiera mojarse. Por un momento, consideró ir al teatro para llevarle un paraguas. Aunque le dio vueltas al tema, al final decidió quedarse y continuar limpiando el departamento.

Con el paso del tiempo, la lluvia se volvió más intensa y Jimin aún no llegaba. Namjoon finalizó sus labores y esperó frente a la puerta con impaciencia, evitando que los malos pensamientos invadieran su mente y empeoraran sus nervios.

Minutos más tarde, unos ruidos tras la puerta lo sobresaltaron. Se levantó de un salto y se acercó, sus pasos mezclándose con el sonido de la lluvia. En ese momento, escuchó la voz de Jimin acompañada de la risa de otra persona.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Namjoon, erizando su piel. El nerviosismo lo invadió. Nunca le habían gustado las visitas inesperadas, y mucho menos presentarse ante nuevas personas.

El "click" del cerrojo lo hizo saltar. Rápidamente se dio la vuelta y se alejó. Escuchó la puerta abrirse detrás de él y a Jimin llamarlo con cierta extrañeza.

Namjoon respiró hondo. Forzó una sonrisa y se dio la vuelta, preparándose para enfrentar la situación.

—Jimin —pronunció con alivio, soltando una risa burlona al verlo empapado—. ¿Qué tal el camino de vuelta a casa?

Jimin estaba empapado de pies a cabeza, con la ropa pesada y el cabello rubio más oscuro debido a la humedad. Pero a pesar del frío que pudiera sentir, irradiaba alegría.

Y todo gracias a su compañero: un hombre alto y esbelto, de cabello oscuro y grandes ojos; con el que compartía sonrisas y risas jocosas.

—Namjoon, él es Jungkook, mi entrenador de gimnasio. Ambos veníamos por el mismo rumbo cuando la lluvia se volvió más fuerte —aclaró Jimin, acercándose a él—. Recuerdo el acuerdo que hicimos acerca de las visitas, pero esto fue una situación inesperada: afuera es un caos con la lluvia y el tráfico, y a Jungkook todavía le queda un largo camino antes de llegar a su departamento. ¿Podría quedarse hasta que la lluvia se calme?

Desde que había establecido las reglas de convivencia tras adquirir el contrato de arrendamiento, y considerando las malas experiencias pasadas en sus mudanzas, Namjoon había sido estricto en su cumplimiento. En cuanto a las visitas, estas solo eran permitidas si se anunciaban con al menos un día de anticipación, y debían irse antes de las 11 p.m. Ambas condiciones parecían no aplicar en este caso, si aceptaba que Jungkook se quedara.

Un sentimiento de culpa pesó en su pecho al ver los ojos brillantes y llenos de ilusión de Jimin. En su interior, debatió entre fallarse a sí mismo o fallar a Jimin; una lucha que lo agotó como si hubiera durado horas, pero en realidad solo fueron segundos antes de dar una respuesta.

—No hay ningún problema —murmuró entre dientes, apartándose y dirigiéndose lentamente hacia la sala.

Detrás de él, escuchó:

—Pasa, no te preocupes por las huellas, luego las limpio.

Su impecable piso quedó manchado, pero Namjoon se sentó en el sofá sin protestar. Por el rabillo del ojo, vio las manos entrelazadas alejarse por el pasillo hacia la habitación de Jimin.

En su pecho sintió un pinchazo, una sensación sofocante y estremecedora. El acto le pareció demasiado íntimo, y se preguntó en dónde lo dejaba eso a él. ¿Acaso había malinterpretado los sentimientos de Jimin?

La imagen de Jungkook se presentó en su mente. Un chico atractivo y atlético, lo que cualquiera desearía. Alguien que se veía bien al lado de Jimin.

Desvió la mirada rápidamente, como si hubiera visto algo prohibido, y se concentró en uno de los modelos a escala de Yoongi, exhalando el aire que había contenido.





Namjoon estaba abrumado, con una inquietud que lo perforaba hasta los huesos. Tenía un mal presentimiento acerca de Jungkook, recordando las largas jornadas de entrenamiento y los suplementos que llenaban los anaqueles. No podía evitar relacionarlo con un estafador o maníaco de la vida fitness, aquellos que promueven conductas de riesgo en cuanto a la relación con la comida y el físico, algo gravemente perjudicial para alguien como Jimin, que tenía un pasado de luchas contra los trastornos de la conducta alimentaria.

En ese momento, Jimin apareció frente a él. Sus ojos brillantes se convirtieron en una advertencia de un potencial ruego. Y detrás de él, apareció Jungkook; caminando lentamente, con los brazos pegados al torso, parecía un gigante tímido y un tanto torpe.

—Namjoon, ¿podrías prestarle ropa a Jungkook? La mía no le queda.

¿Existía la posibilidad de negarse? Podría hacerlo, pero eso dejaría en evidencia su despecho. ¿Estaba despechado? Ni siquiera se había tomado el tiempo de pensar en sus sentimientos acerca de Jimin. ¿Se hubiera abierto a la posibilidad de verlo de una manera más romántica? La respuesta ya no importaba.

Namjoon hizo un movimiento de cabeza y de inmediato se puso de pie para dirigirse a su habitación. Una vez allí, se agachó frente al armario en busca de una prenda holgada y vieja que no le importara perder.

Jimin entró a la habitación y se agachó junto a él.

Namjoon tembló ante su cercanía. Su respiración hacía cosquillas en la parte posterior de su cabeza. ¿No se daba cuenta de lo incómodo que le ponía su presencia?

Quería pedirle que se alejara, pero su boca dijo otra cosa.

—Tú también deberías cambiarte, podrías enfermar.

Jimin sonrió.

—Creo que ya estoy enfermo, así que no importa.

La mirada de Namjoon se entristeció al pensar que había transfigurado aquella genuina amabilidad de Jimin en algo más.

Jimin era naturalmente amable, y parecía esforzarse aún más por serlo con Jungkook. Recordaba que en alguna de sus cenas le había dicho que el pelinegro era menor que él, por lo que su atención podría deberse a algún afán de ser su hermano mayor. Eso quería creer Namjoon.

Namjoon sacó del fondo del cajón un jogger que llevaba años sin usar y una camiseta que la universidad le había obsequiado el día de su graduación. Desdobló la camisa y se sorprendió de lo amplia que era; malos recuerdos llegaron a su cabeza. El final de la universidad fue un período de mucho estrés en su vida, que lo llevó a comer de manera desmedida y, por ende, a subir bastante de peso.

Arrugó la prenda y se la extendió a Jimin, alejando su mirada de aquella camisa que empezaba a inquietarlo.

—De nuevo, muchas gracias. De verdad que me apena causarte tantos problemas —murmuró Jimin.

Namjoon, sin mirarlo, negó.

—Es tu amigo, así que también es el mío.

Namjoon comenzaba a extrañar la actitud de Jimin. Presentía que se venía un interrogatorio, pero fue más incómodo el hecho de que Jimin tan solo se levantara y se fuera.

Aunque fuera una trivialidad, Namjoon admiraba la agilidad con la que Jimin se levantó. Por el contrario, él presentaba dificultades para hacerlo. Estar en cuclillas, aunque fuera por un rato, cansaba sus piernas. Debía colocar su rodilla en el suelo y apoyarse en los muebles para levantarse.

Esto le recordó que debía empezar a ejercitarse, aunque nunca lo olvidaba. Seguido, había algo que se le reprochaba, ya fuera una situación o un reflejo en el espejo. Pero había demasiadas cosas de por medio: demasiado trabajo y estudio.

Volteó su rostro, encontrándose con su propia imagen: demasiado fofo para no preocuparse por bajar de peso.

Negó con la cabeza, huyendo de aquellas ideas que se formaban en su cabeza. Se dio la vuelta y con grandes pasos salió de la habitación para adentrarse en la sala.

Sus pies se clavaron en el piso y sus ojos se abrieron con sorpresa. En medio de su sala, sin pudor alguno, Jungkook se había sacado la camisa. El rostro de Namjoon se sonrojó, no estaba acostumbrado a esas libertades, y por más que quisiera desviar la mirada, no podía hacerlo, era como si estuviera hipnotizado.

La luz y la sombra de cada músculo revelaban la compleja y fascinante interrelación del cuerpo humano. Además de eso, la combinación entre la musculatura de sus hombros, el grosor de sus brazos y la expansión de su caja torácica contrastaba con la estrechez de su cintura y el mínimo porcentaje de grasa.

Namjoon observó la interacción entre Jimin y Jungkook, sintiendo un incómodo nudo en el estómago. ¿Por qué se sentía tan fuera de lugar en su propio hogar? La camaradería entre los dos parecía natural, como si él fuera solo un espectador en su propia vida.

—¿Por qué eres tan descarado? Ten un poco más de decencia, por favor —se burló Jimin, a la par que enrollaba la camisa que le había dado y golpeaba con esta a Jungkook en el estómago.

Aunque el golpe pudo afectarlo, Jungkook no parecía molesto. Compartió risas con Jimin, y su devoción por el bailarín se reflejaba en la forma en que lo miraba y la gentileza con la que lo trataba. Estaban inmersos en su mundo, ajeno a la presencia de Namjoon.

—Qué más da, si en el gimnasio todos se cambian así —respondió Jungkook, entre bromas, mientras secaba su torso con una toalla.

—Pero no estamos en el gimnasio —se acercó Jimin a él, cambiando la toalla por la camisa—. Puede que a Namjoon le incomode.

En ese momento, recordaron la presencia de Namjoon y voltearon hacia la puerta de su habitación, sorprendidos de encontrarlo allí.

—No importa, los tres somos hombres, estamos constituidos de la misma forma —se encogió de hombros Namjoon, evitando sostener la mirada.

Sí, podían estar constituidos de la misma forma en términos físicos, pero entre la fisionomía de Jungkook y la suya, había una gran diferencia que se reflejaba en la iniciativa para ejercitarse, o la falta de ella.

—Namjoon no se decide si entrar al gimnasio, o no —comentó Jimin, intentando fomentar la conversación.

—¿Y por qué no lo haría? —extrañamente, Jungkook se dirigió a Jimin en lugar de a él—. Al fin y al cabo, es algo que se hace por el bienestar de uno mismo.

Finalmente, Jungkook se puso la camisa, la tela cayó sobre su cuerpo como un amplio manto. Jungkook tomó los bordes y volteó a ver a Jimin con una gran sonrisa sobre los labios.

—Mira, seguro que tú también cabes aquí dentro.

Jimin mantuvo una expresión firme y solemne. Jungkook pasó de una expresión alegre a una de confusión, para luego ponerse pálido mientras Namjoon se acercaba.

Pasó a su lado con una aura sombría; no era necesario intercambiar miradas ni roces para intimidar. Sin embargo, no tenía intención de pelear, al menos no físicamente. Consideran que era más inteligente que él.

Namjoon se esforzó por mantener la calma, recordando que buscar conflicto no ayudaría a nadie, especialmente a Jimin. Decidió restar importancia al asunto y tratar de aliviar la tensión en el ambiente.

—Por más que esté decidido a hacerlo, el tiempo me queda corto —volvió al tema anterior, sin mucho interés en profundizar; simplemente esperaba que esto aliviara el ambiente.

Jungkook no se lo dejaba fácil.

—Pienso que siempre se puede hacer un espacio de tiempo, todo es cuestión de saber organizarse —intervino Jungkook, mostrando su opinión con firmeza.

Tanto Jungkook como Namjoon eran de opiniones contundentes y con un claro afán de hacerse oír, lo que podría llevar a la explosión de un conflicto si ambos insistían en tener la razón.

—Puede que tengas razón —respondió Namjoon, deslizando suavemente el dedo por la pantalla de su celular, revisando sus mensajes sin leer.

—Namjoon trabaja en el museo a la vez que hace su maestría, de verdad que está ocupado —intervino Jimin, como tratando de justificar la situación.

Namjoon se sorprendió ligeramente: ¿Jimin trataba de defenderlo? ¿Con qué intención? ¿Por qué la necesidad de hacerlo?

Prefirió no enojarse con Jimin y en su lugar desviar su incomodidad hacia Jungkook, quien parecía robarle la atención de Jimin y romper la confianza que habían construido con tanto esfuerzo.

—¿Y cómo es trabajar en un museo? ¿No es tedioso? —preguntó, intentando cambiar de tema.

Una leve señal de malestar se reflejó en su rostro al ver que Jungkook tomaba asiento en el sofá frente a él.

—En ocasiones, puede serlo —respondió Namjoon, entre dientes, antes de sentirse obligado a continuar—. Es un lugar tranquilo y silencioso, donde cada detalle está cuidadosamente coordinado para contar una historia que no deja lugar a segundas interpretaciones. Supongo que por eso a la mayoría de las personas no les gusta, ya que deben dejar de ser protagonistas para que otros lo sean.

Namjoon se dio cuenta de que disfrutaba de los museos porque en ellos su propia voz no era relevante, lo cual le resultaba reconfortante. Jungkook tenía un gesto extraño en el rostro, con la boca tensa como si estuviera a punto de hablar. Namjoon lamentó haberse extendido tanto, temiendo haber provocado una reacción negativa.

—Yo no podría soportar estar tanto tiempo quieto ni en un espacio tan silencioso —añadió Jungkook, rompiendo el silencio con su comentario.

Namjoon asintió con obviedad. Tenía la impresión que Jungkook era una persona de pocas luces.

—¿Solo te dedicas a ser entrenador? —preguntó, tratando de indagar más sobre la vida de Jungkook.

El joven, visiblemente incómodo en su asiento, respondió:

—Y también soy atleta, levanto pesas y practico boxeo —añadió con una risa forzada, mientras sus manos apretaban el borde de la camisa—. Pero no solo soy un adicto al gimnasio, también trabajo como dependiente en una farmacia de medicina natural.

Namjoon se sintió abrumado por la cantidad de actividades que Jungkook realizaba.

—Eso suena agotador, ¿no te sientes fatigado? —preguntó Namjoon, preocupado por el bienestar del joven.

Jungkook tardó unos segundos en procesar la pregunta, luchando contra la incomodidad que sentía.

—No —respondió con gravedad y firmeza. Luego, su mirada se suavizó al dirigirse a Jimin—. Lo que realmente es impresionante es Jimin. A pesar de sus talleres para perfeccionar su técnica y sus horas de ensayo, todavía encuentra tiempo para venir al gimnasio y pedirme que aumente su rutina. Realmente es un atleta de alto rendimiento.

Jimin rió tímidamente.

—No es para tanto —dijo, mientras preparaba la mesa en el comedor.

Antes de que Jungkook pudiera continuar, Namjoon intervino.

—Lo es —dijo Namjoon con una sonrisa, intercambiando miradas con Jimin. En ese momento, solo ellos dos importaban—. Todavía espero que me invites a alguna de tus presentaciones, ¿cuándo podré verte bailar?

La sonrisa de Jimin se amplió, mostrando sus dientes.

—El próximo mes, como te lo dije antes —respondió, aunque su expresión se volvió seria de repente.

Namjoon también dirigió su mirada al mismo punto en la cocina, tratando de identificar qué estaba causando la expresión seria de Jimin, pero no encontró nada que pudiera explicarlo.

—Les conseguiré boletos a ambos, y también a Jin, ojalá pueda asistir —dijo Jimin, volviendo al presente.

—Habrá que preguntarle, sabes que por las grabaciones es complicado que tenga tiempo libre —añadió Namjoon.

—De acuerdo. Ahora, ven a comer, o la cena se enfriará de nuevo. Jungkook, ¿te gustaría quedarte a cenar? —preguntó Jimin, extendiendo la invitación.

Jungkook negó con la cabeza de inmediato. —Estoy a dieta, gracias. Además, ya debería irme, voy a pedir un taxi.

Con la aprobación de Jimin, Jungkook sacó su celular y comenzó a buscar un taxi. Mientras tanto, Namjoon se levantó y se sentó en su lugar habitual, donde lo esperaban los cubiertos que Jimin había puesto para él.

Namjoon observó cómo la olla de Tteokbokki se colocaba en medio de la mesa, rodeada de sus complementos. Cada uno comenzó a servirse mientras Jimin agradecía.

—Se ve delicioso, muchas gracias, Namjoon —dijo Jimin, probando uno de los pastelitos con los palillos y disfrutando cada bocado—. ¿Seguro que no quieres, Jungkook?

Jungkook, un tanto confundido, se acercó a la mesa cuando Jimin le ofreció una porción, pero se negó.

—¿Es harina de arroz? —preguntó, analizando la comida.

Namjoon rodó los ojos, sabía a dónde iba la conversación y no le agradaba.

—Sí, así se preparan los Tteokbokki —respondió con ironía.

El karma llegó cuando Jungkook probó la comida y frunció el ceño con desagrado.

—Un poco aceitoso y demasiado condimentado, ¿eso comes todos los días? —cuestionó, desconcertando a Jimin.

Namjoon soltó sus palillos, frustrado por la actitud de Jungkook.

—Un poco de grasa no hace mal, se necesita para tener energía —intervino, tratando de calmar la situación.

Jimin se encogió ante la pregunta de Jungkook, mientras Namjoon continuaba argumentando.

—Hay formas más saludables de obtenerlo —insistió Jungkook, provocando la ira de Namjoon.

—¿Te refieres a los suplementos? Esos suelen ser tan concentrados que perjudican el sistema gástrico —respondió Namjoon con una sonrisa ladeada—. Y esto sí te lo puede decir un médico de verdad.

La tensión en la habitación aumentó, y Namjoon se sintió aliviado cuando Jungkook decidió marcharse.

—Gracias por la hospitalidad, esperaré mi taxi en la recepción —anunció Jungkook antes de dirigirse hacia la puerta.

Jimin lo acompañó hasta la puerta, intercambiando unas palabras con él. Namjoon revolvió la comida en su plato, sintiéndose satisfecho por haber defendido su punto de vista.

—¿Por qué dijiste eso? —reclamó Jimin al regresar a la mesa, visiblemente molesto.

Namjoon se encogió de hombros, lamentando haber causado discordia.

—Es por su bien. Con esas ideas se está haciendo más daño de lo que cree —explicó Namjoon, rogándole a Jimin que no se dejara influenciar por Jungkook.

Jimin se negó a mirarlo, perdiendo el apetito.

—Se me ha quitado el hambre, gracias —dijo, levantándose de la mesa.

Namjoon deseó poder arreglar las cosas, pero se sintió demasiado cobarde para enfrentar la situación. Cada escena pasó por su mente como un "hubiera", lamentando no haber sido más valiente para merecer la compañía de los demás.


🌙;

Tengo un pequeña anécdota. Esta semana fui por primera vez a un restaurante de comida coreana, y al revisar el menú estuve recordado cada uno de lo capítulo de esta historia. Quería probar el Tteokbokki, pero me dijeron que ese platillo tarda entre unos 30 minutos, 10 minutos más que el platillo que había ordenado la amiga con la que fui. No la quise hacer esperar tanto tiempo, así preferí pedir Bimbibap.

Me sorprendió el sabor tan singular de la sala picante y dulce, tampoco esperaba que el Kimchi fuera tan picante y ácido... Jsjss

Igualmente, todo fue muy rico, aunque me quedé con las ganas del Tteokbokki.

Es todo, sigan disfrutando de su día y nos leemos pronto. ^.^

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