03. Japchae

Parte 3._ Japchae.
Panceta de cerdo con fideos cristal.


>> Estoy en un descanso en la filmación, ¿puedo llamarte ahora?

La notificación de un mensaje deslumbra en la pantalla de la computadora, interrumpiendo su escritura, y a medida que lo lee, su ánimo crece. De inmediato cerró el portátil y alcanzó su celular para llamar al número más frecuente entre sus contactos.

La voz suave y agradable de Jin se hizo oír al otro lado de la línea, junto con un risueño saludo que Namjoon compartió. En el último mes, y desde que Jin dejó el departamento, Namjoon ha incorporado a su rutina diaria las largas conversaciones que mantiene al teléfono con su antiguo compañero de piso.

Sus charlas se amoldan a la disponibilidad de tiempo del actor, ya que su horario de trabajo depende de las necesidades del rodaje. Por esto, Namjoon jamás sabe a qué horas va a llegar aquel mensaje que le pregunta si puede hablar en ese momento, solo tiene la seguridad de que llegará y podrán ponerse al tanto de cómo les va en su vida.

Namjoon no tiene mucho que contar, a diferencia de Jin, quien se lamenta de que nada ha sucedido como pensó que lo haría.

—Suhee, la chica que hace de la protagonista, pidió que se volviera a grabar una de sus escenas porque otro de los actores hablaba muy fuerte y la distrajeron, ¿y sabes lo que hicieron los directores?

—Supongo que nada —adivinó Namjoon, considerando el descontento del otro.

—¡Exacto!, ¡no hicieron nada! —exclamó, para luego quedarse callado. Tras una pausa, Jin continuó, susurrando a la bocina—. Los directores le dijeron que 'no era para tanto', su frase de siempre, y pidieron que se pasara a la siguiente escena. Para colmo, les hice notar que había unas cosas en el set que estaban fuera de lugar, pero tampoco quisieron corregirlas.

Namjoon escucha con atención, mientras sus labios permanecen tensos y su barbilla sobresale. Por su mente cruza la promesa que hizo de no decir nada negativo sobre la producción en la que participa su amigo, pero considera que es algo que Jin debe saber.

—Te lo dije, hyung, ese trabajo no era de fiar, y la premisa ni siquiera era buena —menciono con obviedad—. Te deslumbró la oportunidad de ser protagonista, debiste haberlo rechazado y esperar otro llamado. Tal vez, y hasta te perdiste la oportunidad de tomar aquel papel que daría un salto a tu carrera.

Su boca se detiene y siente su corazón golpear con fuerza en su pecho. Medita la posibilidad de haber hablado de más, mientras que espera con asfixiante incertidumbre la reacción de Jin.

Después de un rato, Jin responde:

—Sí, puede que lo haya hecho —la decepción sale de sus labios en un profundo suspiro—, pero ya me metí en esto, incluso firmé un contrato. Si salgo, la empresa me puede demandar por más de lo que tengo y jamás volveré a ser contratado.

El silencio repentino preocupa a Namjoon; poco después, sus sentidos se ven sacudidos por un repentino grito.

—¡Carajo! No lo había pensado antes: Si pierdo el contrato, también pierdo la habitación en el piso. Namjoon, sabes que no tengo ningún otro lugar a donde ir.

Al oír su nombre, un escalofrío subió desde su vientre hasta su garganta, para luego convertirse en aquel impulso que lo hizo articular sin pensar.

—Si así fuera el caso, puedes volver al departamento—. Sus mejillas se tiñen de rojo.

Habla desde el corazón, con una gran ilusión de por medio—. Mientras yo viva aquí, tú siempre tendrás tu habitación.

—Gracias, pero ese cuarto ya no me pertenece, es de Jimin —recordó Jin, con una voz suave—. Estaré bien, seguiré con la producción: sabía que no iba a ser fácil. Me quejo porque estoy en mi derecho de hacerlo y porque tú te ofreciste a escucharme. Después de esto, regresaré al set y volveré a intentarlo.

Namjoon rueda los ojos, comenzando a sentirse frustrado. Por más admirable que sea la gentileza de Jin, a veces piensa que cae en los extremos: su confianza es tanta que corre el riesgo de salir lastimado.

—Concéntrate en solo entregar tu parte, que es actuar, e ignora lo demás: a los directores, al resto del elenco, a Taehyung.

—No, no haré eso —La sugerencia de Namjoon no es bien recibida por parte de Jin—. Ignorar mi entorno me parece un trabajo demasiado sofocante, del que terminaré agotado al anochecer. Todavía estaré aquí por mucho tiempo y no quiero pasarla tan mal. Tengo un objetivo: mejorar el ambiente aquí, y el primer paso será arreglar las asperezas con Taehyung: lo voy a invitar a cenar y yo haré la comida.

—Siempre quieres solucionar todo con comida, tienes suerte de tener un talento para eso.

Jin interrumpe, un tanto ofendido. —Entiendes mal, no solo se trata de servir una buena comida y ya, sino que también pones el ambiente. Una cena es ideal para conversar, ya que al comer bajamos la guardia, nos sentimos satisfechos y nuestras palabras salen con más naturalidad.

A Namjoon le cuesta entender la pasión con la que Jin explica su punto, hasta que recuerda aquellas noches en las que permanecían en la mesa del comedor, charlando por largas horas. La nostalgia lo inunda al pensar que las conversaciones telefónicas jamás podrán reemplazar esos momentos. 

—Si lo pones así, suena bien —ríe ante la idea que cruza su mente—. Debería hacer lo mismo con Jimin, invitarlo a cenar para charlar más.

Eso ya lo había planeado desde antes, incluso debería empezar pronto, pero quería escuchar la opinión de Jin. Deja la computadora a un lado y se levanta del sofá para dirigirse a la cocina. 

La risa de Jin lo detiene antes de abrir el refrigerador.

—¿Y qué harás? ¿Ramyeon? ¿O tu famosa pasta con ajo?

Namjoon aprieta la manija del refrigerador.

—Hablo en serio, hoy cenaré con Jimin —dice mientras saca los ingredientes que compró temprano en el día—. Tengo antojo de Japchae.

—De acuerdo, suena bien. Conozco un restaurante que hace entregas a domicilio, te paso el contacto.

Namjoon abre la bolsa y saca las tiras de panceta congeladas, que fueron bastante caras en la tienda de conveniencia.

—No es necesario, lo voy a cocinar yo —declara, mientras busca una tabla para picar y un cuchillo.

—¿Estás seguro de eso? La panceta de cerdo suele ser difícil de cocinar, necesita mucha atención y un trato gentil.

"Trato gentil", lo dice como si fuera una pieza de porcelana, cuando en realidad es un bloque de hielo duro.

—Hyung, lo estás adornando demasiado, solo es seguir una receta y ya está. ¿O acaso dudas de que ni siquiera pueda hacer eso?

La mesa tiembla y fragmentos de hielo vuelan.

—No, claro que no. Eres la persona más inteligente y capaz que conozco.

Un golpe más fuerte y el bloque de panceta de cerdo se desmorona.

—Tengo que irme, hablamos mañana.

Namjoon cuelga, sin darle la oportunidad a Jin de despedirse. Deja el celular a un lado y recoge las tiras que estén lo más enteras posible. Luego, las coloca en una sartén con aceite. Quería evitar que el aceite lo salpica, así que prende la estufa al último.

También se ocupa de preparar los fideos de cristal, que solo deben ponerse en una olla con agua y dejar reposar a fuego lento. Una vez listo esto, se dispone a cortar las verduras.

Para el Japchae, la guarnición de verduras se prepara en un wok que, a su vez, requiere cortes finos y alargados (en juliana); sin embargo, su pésimo manejo del cuchillo ha resultado en tiras irregulares y demasiado gruesas. Una catástrofe que tiene por música de fondo el chirriante sonido de la panceta al freírse.

Su plan para evitar que el aceite salpique tampoco había funcionado y, por el contrario, salta aún más de lo que había visto nunca; con pinzas, y lo más alejado posible, le da la vuelta a las tiras. Su cometido es logrado con una que otra quemadura minúscula.

De regreso a las verduras, no está conforme con sus cortes y decide hacer las tiras más finas. Las puntas de sus dedos empujan la cebolla hacia el cuchillo que tiembla en su mano. La cabeza le duele al trabajar con cosas tan pequeñas y al hacer movimientos tan precisos.

El sonido del aceite es cada vez más escandaloso, pero Namjoon lo ignora para concentrarse en hacer los cortes en juliana.

El cuchillo se le resbala y aplasta la cebolla. Namjoon se lamenta por el puré que ha creado: se endereza, cierra sus ojos y suspira. Su cabeza pulsa como una bomba a punto de estallar.

La mitad de esa cebolla ya no sirve, la tira. Toma la otra y comienza a picar: de forma brusca y descuidada, ¡da igual! Uno tras otro se oyen los golpes en la tabla, tan fuertes que opacan el tambaleo de la sartén. Una y otra vez, la cuchilla se clava, se desliza y corta.

Se clava, se desliza y corta.

Su cabeza no está donde debe estar. Huele la cebolla, pero no huele aquello que se quema.

Se clava, se desliza y corta.

El filo del cuchillo corta su piel.

Un fuerte dolor en su mano lo hace estremecerse. El cuchillo cae sobre la encimera y sobre la hoja metálica, un par de gotas rojas: sangre. 

Sangre brota de su dedo y mancha la encimera.

Su cuerpo reacciona antes que su cerebro, lo lleva al lavabo, pero hay tantos platos sucios que debe correr al baño. Poco a poco, y con cada paso, su mente despierta. La adrenalina sube, su corazón late rápido y su respiración se vuelve más breve.

Entra al cuarto de baño, se para frente al lavabo y abre la llave. Baja el chorro de agua, la sangre se limpia y revela una larga herida alrededor de su dedo. No es tan profunda como para alarmarse, ni siquiera para quejarse, aun así, Namjoon se lamenta y lloriquea. Ni siquiera podía cortar una cebolla sin salir herido.

Tal vez, Jin tenía razón y quiso hacer algo muy difícil.

Niega con la cabeza, le es imposible convencerse de eso. ¿Demasiado difícil? ¡Diablos! Solo era freír la carne, cocer los fideos y preparar los vegetales, ¿qué tan difícil puede ser eso?

El problema no es el Japchae, sino él. Él es el problema.

Su cabeza no está donde debe estar. Y no oye a quien está al otro lado de la puerta, hasta que entra al departamento.

—¿Namjoon? —Jimin está aquí, una hora antes de lo normal.

Cierra la llave y se apoya sobre el lavabo; está por responder, cuando el sonido de algo cayendo lo sobresalta. Jimin soltó un jadeo que puso sus vellos de punta.

—¡Fuego!

De inmediato Namjoon salió del baño. Jimin corría hacia la cocina, donde una nube de humo gris se elevaba. El tiempo parecía pasar en cámara lenta, a pesar de la adrenalina, Namjoon se acercó con temblorosos pasos. Estaba atónito, la idea de que solo iba a estorbar lo incapacita y lo dejaba congelado.

Por otro lado, el chico que siempre había visto con una actitud tranquila y cuidadosa, se movía de un lado a otro, histérico. Jimin apagó la estufa, se estiró para tomar una toalla de tela y sofocar el fuego con esta.

El fuego se apagó, pero el humo permaneció ahí. Jimin empezó a toser de manera compulsiva. Namjoon corrió a abrir el balcón y tomó una revista para abanicar el humo hacia la intemperie.

—¿Te encuentras bien? —preguntó Namjoon, y Jimin asintió.

—¿Qué pasó? ¿Dónde estabas? —su voz sonaba rasposa, por lo que carraspeó para abrir su garganta.

Namjoon desvió la mirada y abanicó más fuerte.

—Preparaba la cena, y de pronto todo se salió de control.

—Preparaba la cena, y de pronto todo se salió de control.

Se giró y se encontró con Jimin a escasos centímetros de él. Antes de que Namjoon pudiera reaccionar a la cercanía, Jimin lo tomó de la muñeca para mirar su mano. 

—Te cortaste.

Los pequeños dedos sostuvieron su palma; le desagradaron las cosquillas que le provocaba su tacto, así que retiró su mano bruscamente.

—No fue para tanto.

Su respuesta fue recibida con una mueca de descontento, y sin previo aviso, Jimin se alejó. Namjoon se alarmó y cuestionó en silencio lo que estaba pasando. Había dejado de abanicar y el humo lo envolvía mientras observaba las acciones de Jimin.

Jimin recogió su maleta deportiva, la puso sobre la isla y buscó algo en su interior. Segundos después, sostenía una caja de curitas frente a su pecho.

—Ven acá, acércate.

Namjoon obedeció, sus pies se movieron por sí solos, llevándolo hacia Jimin. Se detuvo frente a él, demasiado cerca. Le entregó su mano cuando Jimin se la pidió.

—¿Siempre cargas con eso? —preguntó, mientras Jimin le ponía la curita.

El más bajo frunció los labios y, sin mirarlo, respondió:

—Nunca lo sacó de la maleta —enseguida, explicó: —Cuando ensayas demasiado, suelen salir ampollas en los pies. Te pones una de estas y ya no duele tanto al volver a pisar. —Jimin terminó de envolver su dedo, cerró su palma y su mirada subió hacia él, acompañada de una amigable sonrisa—. Por favor, ten más cuidado la próxima vez.

Namjoon asintió, sus miradas permanecieron juntas, una tensión que lo hizo sentir sofocado. Queriendo escapar de la asfixia, se dio la vuelta y regresó a la cocina. 

—La carne se quemó por completo, parece carbón —pronunció con enfado, mientras que raspaba la superficie del sartén con una espátula  rasgada.

Jimin se acercó.

—Lamento que se haya arruinado tu cena.

A la par, y casi como si huyera de él, Namjoon se alejó para tirar la carne en el cesto de la basura. 

—En realidad, era para los dos. ¿Olvidaste lo que te dije ayer?

Al dar un vistazo sobre su hombro, Namjoon se da cuenta de que Jimin realmente olvidó lo que le había dicho la noche anterior. El bailarín se revolvía incómodo, mientras mantenía las manos en la bolsa de su sudadera. 

Jimin se acercó, lo que hizo que Namjoon se pusiera tenso, pensando que se dirigía hacia él. Sin embargo, su corazón se calmó cuando quedó claro que Jimin únicamente se había acercado para tirar los envoltorios de choco-pie en el cesto de la basura.

—Esperaba otro plato de ramyeon —confesó Jimin, dándole la espalda mientras se alejaba.

—Hubiera sido mejor, pero creí que podía hacer Japchae. —La incomodidad del momento impulsó a Namjoon a movilizarse, a hacer lo que sea: tomó la sartén y la dejó en el fregadero.

Inesperadamente, Jimin preguntó:

—¿Sobró panceta?

Namjoon revisó la bolsa, algo desconcertado.

—Sí, muy poca.

—Bueno, entonces serán más como ensalada—. Jimin se remangó las mangas de la sudadera, mostrando sus antebrazos delgados.

Seguido de eso, puso en el wok lo que Namjoon ya había picado, para luego agarrar el resto de verduras y ponerse a picar. Namjoon se paró a su lado, frente al lavabo; ambos se miraron, para darse una sonrisa que decía que estaban para ayudar al otro.

Por un rato, solo se oía el sonido del cuchillo y del agua corriendo. De nuevo, esa lejanía que les impedía sentirse confiados.

—¿Por qué llegaste antes? —preguntó Namjoon, con el objetivo de iniciar una conversación y romper la tensión.

Jimin frunció los labios y respondió:

—Los ensayos del teatro se pospusieron porque los directores y algunos actores iban a participar en un evento. Entre nosotros, los que estábamos libres, ensayamos un rato, y luego quisieron ir a beber.

—¿Y tú por qué no quisiste ir con ellos?

—Creo que hay que medirse y no consumir tanto.

Namjoon recordó la vez que Jimin se emborrachó en el balcón, entiende que el bailarín no es buen bebedor y prefiere evitarlo. Continuó con el tema:

—Salir a beber el martes por la noche parece excesivo, ¿de quién fue la idea?

—Jung Hoseok —aclaró Jimin, con molestia—, uno de los bailarines principales de la academia, ha estado ahí desde los 16 años.

Namjoon suelta una suave risa que lo hace ganar una mirada por parte del contrario.

—No te agrada, ¿cierto?

Jimin niega rápidamente, ofendido.

—Jamás dije eso.

Es evidente lo complicado que es para Jimin hablar mal de alguien, y aunque no puede compartir ese principio, a Namjoon le parece admirable y propio de una persona buena.

Decidió no insistir, y cada uno se dedicó a su labor. Jimin no tardó en terminar de cortar los vegetales en julianas mucho mejores que las que Namjoon había hecho. Puso todo en el bol, lo marino y revolvió.

Al terminar de lavar y secar la sartén, Namjoon quiso adelantar el proceso y puso este sobre el fuego lento. Jimin interfiere antes de que pueda poner el aceite.

—Es mejor hacerlo al vapor, deja que yo lo haga. El aceite es malo, hay que disminuir su consumo, es algo que me recomendó Jungkook, mi entrenador del gimnasio.

Namjoon asiente, aunque con ciertas dudas, ya que nunca había considerado cocinar la panceta de esa manera. Sin embargo, decide darle una oportunidad, sobre todo si es por comer más saludablemente.

—Si Jungkook se dedica al gimnasio, supongo que es sabio seguir sus consejos.

—Jungkook sabe mucho. Se acercó a mí los primeros días y me dio algunas recomendaciones para mis ejercicios, luego se ofreció a ser mi entrenador. Tiene un físico impresionante y dice que aún está trabajando para alcanzar su objetivo: quiere participar en un concurso de fisicoculturismo.

Namjoon hace una mueca, no es fan de esos concursos, pero prefiere no expresar su opinión para mantener la conversación en marcha. Hace algunas preguntas sobre Jungkook para mantener el tema vivo, aunque en realidad no le interese tanto.

Después de limpiar, ponen la mesa. El delicioso aroma de la panceta llena el departamento, y Jimin apaga el horno antes de sacarla y cortarla en tiras más finas.

Pronto, los fideos, las verduras, la carne y las botellas de soju están dispuestos sobre la mesa.

—Yo también debería ir al gimnasio, me gustaría perder algo de peso y ponerme en forma —comentó Namjoon, quién se había guardado aquel pensamiento durante toda la conversación hasta que finalmente se animó a expresarlo.

Jimin responde con simpleza, sin siquiera mirarlo, concentrado en acomodar su plato y cubiertos sobre el mantel.

—Cuando quieras podemos ir juntos —ofreció sencillamente.

Y, aunque sus palabras son amables, a Namjoon se le amarga el paladar. Él hubiera preferido que lo mirara y le dijera que ‘no necesitaba ir al gimnasio, que así estaba bien’. Acaso, el ofrecer acompañarlo era una confirmación de que necesitaba ponerse en forma.

—El trabajo me lo pone difícil —murmura entre dientes, y los fideos resbalan de sus palillos a la mesa.

Sabe que no puede culpar a Jimin por no decir lo que quiere escuchar. Luchan contra esos sentimientos, pero mientras más reclamos llegan a su cabeza, más culpable se siente.

Tira los fideos que se le habían caído antes y regresa a la mesa. Sus ojos se desvían hacia Jimin de forma natural, notando que él revuelve la comida en su plato antes de dar un bocado.

Los pequeños ojos de Jimin se encuentran con los suyos y se achican en medias lunas.

—Hicimos un gran trabajo.

Namjoon asiente, fallando en ocultar su falta de convicción. A su perspectiva, Jimin había hecho la mayor parte; él solo lo arruinó. 

Un largo suspiro sale entre sus labios mientras toma asiento en la mesa. Jin había dicho que la cena era un buen momento para conversar, y puede que lo sea, pero con Jimin, se siente extraño. A pesar de la ayuda y la gentileza, hay algo que no está bien.

Deja de darle vueltas y da un bocado a la comida. La panceta sabe insípida, ahora entiende por qué la preparación estelar era con aceite. Roció una gran cantidad de aceite de soja para darle sabor, segundos después —y tras echar un vistazo al plato de Jimin— se arrepiente de hacerlo al darse cuenta de que ha arruinado una preparación que se suponía sería más saludable al agregar un aderezo bastante aceitoso.

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