- Uno: Inicio de Una Guerra Lejana -
Extendió sus brazos para que las mujeres terminarán de hacer los ajustes a su traje, terminaron de coser sus mangas mientras la hacían girar, una de ellas fue hasta el ropero sacando una elegante capa con bordados en oro y pedrería en los hombros simulando una caída. La joven sonrió de lado al ver la capa que ha sido considerada una reliquia familiar finalmente ser de ella. Con ayuda de otras mujeres la colocaron en su cuello, ajustándola, su cabello lo acomodaron para que cayera por un lado, otra mujer abrió una caja sacando unos guantes rojos escarlata de terciopelo, estiró sus manos para que se le fueran colocados y luego, por encima de este, en su dedo anular se deslizó la otra reliquia familiar, un anillo con el emblema de la familia grabado, con una enorme zafiro rodeado por pequeños diamantes.
— Luce preciosa —. Dice una de las damas que la visten.
— ¿Te he dado permiso de hablar? —. Responde la joven con tono autoritario — Aún cuando sea para halagarme, si no te doy permiso, cállate.
— Lo siento, señorita.
— Ah ah, sin hablar —. Vuelve a decir.
La mujer asiente apenada, sigue acomodando la cauda, y las otras terminando de arreglar su cabello, cuando golpean a la puerta, entrando un hombre de mediana edad, las mujeres agachan la cabeza. Y la joven le sonríe avanzando a él, este solo le sonríe con orgullo, ella da unas vueltas para presumir de su atuendo.
Un pantalón negro ajustado en su cintura para remercar su figura, un top negro por encima de una camisa blanca de botones con varios olanes en su cuello y mangas estilo farol, y su cauda roja reliquia familiar atada a su cuello. Luce imponente, poderosa. El tocado dorado en su cabeza asemejando espinas y rosas le agregan algunos centímetros de altura, en sus orejas puntiagudas han colocado unas arracadas de oro pequeñas.
— ¿Y qué tal, padre?
— Luces como la próxima gobernante —. Responde con orgullo.
— Por supuesto, seré el orgullo familiar, me convertiré en la primera mujer en ganar, nadie es un digno rival —. Continúa hablando con gran confianza — El poder fluye en mi sangre, será solo un espectáculo más.
La sonrisa de su padre se fue borrando ante la seguridad de su hija. Por supuesto que tiene razones de las cuales alardear, es decir, las últimas tres generaciones de la familia Vrista ha resultado vencedores, siendo gobernantes por tres generaciones seguidas. En un mundo donde el gobierno sucesor es elegido en una ardua batalla cada cuarenta años entres todos los primogénitos de cada familia que ha llegado a gobernar alguna vez, el exceso de confianza podría ser la perdición.
Y su querida hija mayor peca de ello, ha crecido rodeaba de lujos, mimada, sabe que ha entrenado para la batalla de la elección, sin embargo no lo ha hecho como él cuando fue su turno.
— Viltra, vienes de una familia poderosa, pero tú linaje no hará todo —. Advierte.
Ella ríe volviendo hacía el espejo para admirar su traje creado únicamente para esta ocasión, con las reliquias familiares, ve a su padre en el reflejo con una expresión seria.
— Mi bisabuelo resultó vencedor después de más de cuatro generaciones sin tocar el trono, mi abuelo heredó su poder, siendo también vencedor, padre, tu heredaste su poder y fuiste vencedor —. Hace una pausa viendo el anillo en su dedo — Los Vistra han vuelto a ser bendecidos, he heredado el poder de los vencedores y no el de mi madre y su familia perdedora, no encuentro ningún problema en anticipar mi victoria. Tu mismo lo has dicho, luzco como la futura gobernante.
Su padre suspiró profundamente. Temía por su hija.
Y su miedo se hizo realidad en cuanto la vio en la arena completamente derrotada, llena de heridas graves, de su boca la sangre escurría al punto de tener que estarla escupiendo, su vista se torno en tonos carmesí debido al enorme corte en su frente. Está mareada viendo todo en doble, le cuesta trabajo respirar, quizás tiene dos o tres costillas rotas.
¿Cómo es posible que el primogénito de la familia honoraria estuviera ganando?
No tenía ningún sentido, no podía ser él ganador, es un donadie en comparación a ella, y sin embargo, es él quien permanece en pie casi intacto viéndola con gran recelo mientras partículas emanan de su cuerpo preparado para el siguiente ataque si es que se logra poner en pie. No hay ni un solo atisbo de compasión, vulnerabilidad, no hay nada, está decidido a acabar con su vida y proclamarse vencedor.
Viltra ha puesto fin a la dinastía de los Vrista, no puede pensar en otra cosa que no sea la decepción por fallar, y él ver a su padre retirarse de la audiencia solo confirma su creencia. Ha fallado para lo que se supone que entrenó toda su vida.
Escucha a los espectadores gritar con euforia que acabe con su vida, todos esperan el deceso de Viltra y así el fin al largo gobierno de los Vrista, gritan con gran fuerza alzando sus puños. Y en el joven hijo de la familia honorable de esta batalla sonríe con burla mostrando sus colmillos preparándose para dar el golpe de gracia, concentra su energía en materializar una guadaña. Los gritos se vuelven más intensos.
Viltra comienza a temblar, está paralaziada, siente frío, sus músculos no le responden, no entiende, jamás se había sentido así, no sabe de qué es lo que sucede con ella. Su cuerpo tiembla aún más fuerte, pero sus piernas no responden, y luego, un charco se va formando por debajo de sus piernas. La sonrisa en el joven se vuelve más amplia, Viltra está experimentando el miedo por primera vez en su vida.
La guadaña va bajando con gran rapidez hacia su cuello, va a decapitarla, y antes de poder tocarla, Viltra con toda la adrenalina del momento logra activar su poder una última vez al ver su mediocre reflejo en la hoja de la guadaña logrando desaparecer de la arena, escapando así de su inminente muerte.
Corre arrastrando uno de sus pies tomándose el costado, su respiración es irregular y al entrar el aire duele su interior. Tiene que escapar, no quiere morir, ella no va a morir así, no puede aceptar esa derrota menos a manos de un donadie. Es algo inaceptable, así sin más. No puede aceptar que su nombre aparecerá en el libro de la familia como quien perdió la corona, no es así como ella imaginó, es una vergüenza, la decepción de la familia.
Escucha el motor de los deslizadores acercándose. Hay desplegado el escuadrón de búsqueda, empieza a maldecir tratando de apurarse, voltea de un lado a otro buscando con desesperación alguna superficie reflejante en la que pueda esconderse o usar como conducto de escape sin éxito alguno.
Vuelve a correr, o un intento de, cuando escucha un disparo que esquiva apenas. Voltea, los buscadores están pisandole los talones, la han alcanzado más rápido de lo que esperaba, vuelven a disparar. rozando uno de sus brazos. Entonces se da cuenta de la pequeña placa en el pecho de los miembros del escuadrón reflectiva. Esa misma placa que ella entregó con su padre como reconocimiento a la unidad, era ahora su ruta de escape.
Cambia de dirección corriendo hacia ellos, esquivando como puede las balas hasta que finalmente logra dar con ese pequeño cuadro reflectivo en sus uniformes, se mueve entre uno a otro mientras que los buscadores arrojan las placas al suelo disparandoles para destrozarlas y a su vez hacerla volver y poder llevarla ante la corte.
— ¡Que no escape!
— Viltra de la dinastía Vrista es la traidora al imperio.
Las placas se quebran en numerosos pedazos, una a una, están desesperados por atraparla, y ella se aferra a escapar, hasta que es quebrada la última placa y todo se vuelve negro.
Para cuándo volvió a ser consciente de si misma, fue estando en una habitación blanca con varias máquinas conectadas a su cuerpo. Trato de moverse pero de inmediato apareció una enfermera que la detuvo.
— ¿Qué es esto? —. Pregunta apenas.
— Tranquila, te encontraron a las fueras de la ciudad, es un milagro que sigas viva con esas heridas.
Viltra la miró de arriba abajo.
— ¿Ciudad? ¿Qué ciudad?
— Ciudad Ninjago; llamaré al doctor para que venga a revisarte.
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