Día 7 - Bromas/Confesiones (Pranks/Confession)
Chara se levantó con el corazón en la garganta.
En si, levantarse casi era un eufemismo. No había dormido en toda la noche, con su corazón latiendo con rapidez. Había estado toda la noche en vela, pensado demasiado en nada.
Quizás eran los recuerdos de rutas pasadas que no parecían más que malas películas en su cabeza. Estas le reprochaban elecciones que había o no decidido, causando, a su paso, nada más que cenizas y polvo de cadáveres enterrados bajo árboles.
Quizás era porque su máscara era demasiado antigua, que, quebradiza por el uso, comenzaba a tener fisuras enseñando a una Chara que nunca debería salir a la luz, que, había perdido su derecho a ello.
Quizás era por el sentimiento de pavor por todo lo anterior: de volver a repetir rutas con un Bad Ending, de mostrar su yo perdida, rota.
Y todo empeoraba cuando pensaba quien era el causante de aquello, el estupido esqueleto.
¿Porque tenía que perder su sueño pensando en él?
Lo odiaba.
Lo odiaba a él.
Se odiaba a sí misma.
Durante esas noches de insomnio, que cada vez eran más frecuentes, no importa como empezase que siempre terminaba pensando en el esqueleto, en que había podido hacer él para convertirla en algo que desconocía.
¿En qué momento había pasado de resolverlo todo por su cuenta cualquier problema que hubiese, a pensar que Sans sabía lo que estaba ocurriendo por detrás?
¿De amar la soledad a añorar las discusiones con él? ¿De necesitar sus chistes malos o si no, sentirse vacía durante todo el día?
Era completamente desagradable.
Dio vueltas en la cama pensando cómo había terminado así de patética, convertida en algo irreconocible.
¿Eran sus chistes? Eran divertidos y todo eso, juegos de palabras curiosos y algunas veces, demasiado enrevesados para que la mayoría lo entendiera a excepción de Toriel y ella.
Pero, Chara también sabía hacerlos, y lo tenía clarísimo, ella no se amaba a sí misma. Por el contrario, se odiaba como nunca había odiado a nadie.
¿Era por aquella inteligencia escondida? Sans era un enigma, complicado e intrigante, que, aunque había tardado su tiempo, con cuidado, ella había conseguido desenredar, eso debería ser todo ¿no? Pero seguía enganchada a él, como un juego que, por mucho que lo superases, seguías dándole al reiniciar, empezando una nueva partida que sabes cómo va a terminar pero eso te daba igual.
Sans era una adición, que, cada vez que se encontraban, a Chara le apremiaba la necesidad de sacar algo nuevo de él, incluso si era siempre lo mismo.
Ella estaba colocada por la inyección de adrenalina que era estar a su lado. El riesgo de que Sans le arrancase sus máscaras, el riesgo de sentir algo más que un gris entumecimiento, aunque fuera el color negro del odio.
¿Qué sensación era aquella?
¿De, todos los días quererlo ver, de querer hablar con él?
¿Por qué no abandonaba su cabeza? ¿Por qué su corazón latía con fuerza?
Chara temía la respuesta.
Ella tenía sus propias sospechas, que, desgraciadamente, tenía que ver con la explicación de Toriel y a lo que ella llamaba amor.
Se revolcó entre las sábanas furiosa. El solo de pensar en ello hacía que la enfermase, de sufrir fiebre y escalofríos. Su corazón se atoró en su garganta y ella quiso llorar.
Ella no podía sentir amor, ¡no podía!
Algunas personas nacían para ser amadas, otras nacían para amar, pero ella no se encontraba en ninguna de estas.
Abandono la cama con el miedo zumbando en su cabeza, escalofríos que recorrían todo su cuerpo. Comenzaba a tener frío de nuevo.
Chara no se molestó en cambiarse, en tan mal humor se encontraba ayer que terminó por acostarse con la misma ropa.
Con el pelo arreglado, porque se negaba de a posteriori tener que esforzarse más por arreglar los enredos, salió por la puerta de su habitación. No se encontraba deprimida, y aunque así estuviera, no había ningún mal que el chocolate no pudiera quitar.
La casa de Toriel estaba vacía. Cada uno -Toriel per se, Frisk y Asriel- habían tenido un plan diferente ese día, dejando la casa sumergida en una profunda afasia. Era una suerte a la vez que una maldición. No tenía que fingir, ni siquiera esforzarse en un mantener una sonrisa plana, pero, también, no había nadie que la librase del bucle de sus pensamientos.
Tardo en llegar a la cocina. Se sentía encadenada al suelo, cansada como si Sans le hubiera contagiado la pereza. Todo se le hacía demasiado complicado. Él lo hacía complicado. Ella... ¿se estaba complicando?
Levantó la vista a la alacena, cansada. Miraba el chocolate replanteándose sus elecciones de vida, bueno, vidas.
Al estar frente a frente con el dulce, el hambre se le quitó de golpe. Era una tableta que le recordaba a los Dreemurrs, de aquellos días en su juventud, en la ruta la cual una vez se encontraron por primera vez; tenía un sabor completamente amargo, de chocolate negro puro, aquel que podía ser tanto un gran dulce como un sufrimiento para algunos. Chara siempre se acordaba de a la primera vez que los Dreemurrs hicieron algo por ella. Era extraño. Nunca había probado el chocolate hasta el momento, y, en ese día, ella sintió como el azucarado aroma del pastel se mezclaba con sus lágrimas saladas. Casi había llorado cuando lo probó, casi no le hubiera importado, casi lo hubiera preferido. Pero, ahora, no podía evitar vacilar al comerlo, no quería envenenar esos agradables momentos con su agrio malestar.
¿Era una tontería? Si, pero, ella realmente atesoraba esos recuerdos y prefería morir antes de contaminarlos.
Quiso golpearse contra la encimera. Quiso coger el cuchillo y...
Se estaba desviando ya.
Se desplomó sobre la superficie de cuarzo falso molesta. Estaba aquí para cambiar su cara, arreglar su máscara, no para deprimirse aún más. Aunque, no estaba deprimida.
Miró de nuevo hacia arriba. Había otro tipo de chocolate, chocolate con leche, demasiado suave para ella, aun así, lo sacó de allí. Le dio vueltas a la tableta mirándola con pereza. ¿Se lo comía o no?
De la nada, Chara comenzó a reírse. Se dio cuenta de que a veces, preguntas tan inocuas como esa era más difícil que la de matar o perdonar.
¿Dónde estaba Flowey cuando se necesitaba una flor para deshojar?
Volvió al chocolate algo más animada. Flowey, Asriel, quien sea que fuera esa pequeña flor había sido un gran compañero de aventuras, lástima que solo uno pudiera llegar al final. Después de todo, solo ella podría ir contra el esqueleto.
Se decidió. No quería comer el chocolate así, juntaría ambas tabletas y haría bombones. No eran tan complicados de hacer como otros dulces, y, tenía ganas. Además, si consiguiera cocinarlos en forma de flores podría aparentar que se estuviera comiendo a Flowey o simplemente, las flores doradas que tanto ella amaba. ¿Quizás pudiera también añadir estas últimas a la mezcla? No por el color, sería imposible tornar esos bombones chocolates en dorados, si no por el sabor que el veneno daría al dulce; quizás, hasta al final podría descansar en paz.
Chara pensó bastante en esa idea mientras daba vueltas por la cocina buscando los materiales necesarios. No era una fanática de la cocina, por ella, ni siquiera comería, y eso fue uno de las grandes ventajas que recordaba de ser un fantasma, pero, el chocolate siempre había sido una excepción, al igual que lo era el esqueleto.
No se molestó en mirar la receta, esta estaba clavada a fuego en su cabeza. Había hecho bombones mil y una veces junto a Toriel y su hermano, muchas otras, solo había sido un mero espectador, pero allí estaba, fantasma o no.
Tardo poco en obtener todos los ingredientes, que, junto a los cuencos y vasos, hacían un completo desastre en la mesa.
Despacio, comenzó a fundir el chocolate amargo, sencillo, hasta que, de la nada, este se pegó a la cazuela. Chara gruñó en silencio, era difícil de despegarlo del fondo y las cocina se había llenado de un desagradable olor a chocolate quemado.
Golpeó la mesa, y la harina, que no era necesaria pero se había interpuesto entre ella y una de las cucharas de plástico blando, se abrió, derramándose en la mesa. Ella terminó espolvoreada también, con los cabellos nevados y su sudadera manchada.
¿Se podía saber porque todo estaba saliendo mal?
Chara limpió la mesa, tirando la harina desperdiciada al suelo. Para que no le pasase otra vez, terminó guardando el saco, buscando más chocolate para empezar de nuevo.
Quizás el otro, el quemado, podría utilizarse de cobertura, o podría enfriarlo en láminas y hacer con ellas los pétalos de Flowey. Sin embargo, todos sus planes quedaron en nada cuando se dio cuenta que, su alijo de chocolate estaba vacío.
"¿Dónde estaban todas las cosas? Nada está en su lugar..."
La chica no lo entendía, Toriel mantenía siempre las cosas en el mismo sitio y con ello, les había enseñado dónde colocarlas. Los tres, Asriel, Frisk y ella misma, nunca se atreverían a recibir una regañina por no colocar las cosas en su lugar.... ¿Quién más había entrado en casa? El maldito Comediante y su hermano el Descabezado....
"... Si él tiene algo que ver con esto." Pensó, ella no lo iba a dejar pasar.
Furiosa, cerró con fuerza las estanterías. No solo odiaba que tocasen sus cosas, que las movieran y las cambiaran de lugar, sino que ... ¡Lo había hecho Sans! ¡No solo la molestaba en su cabeza, ahora en la realidad! Pero, ese Comediante no se libraría, él no era una pesadilla que no pudiera matar.
Se alejó de la cocina hacia el sótano. Segura de que Toriel tendría que guardar más chocolate en algún lado.
Ensimismada, Chara no se dio cuenta, como, a sus espaldas, el esqueleto se colaba dentro de la casa, aunque, teniendo las llaves, poco se podría considerar de allanamiento.
Estaba raramente callado. No porque hubiera dormido mucho y estuviera todavía con el sueño pegado, sus horarios eran inexistentes, simplemente, su cabeza estaba echa un desastre. Por eso estaba allí, buscando a Toriel para que le ayudase a despejarse, ella sabría como podría entretenerse para no pensar en nada ni en nadie.
Cuando irrumpió en la casa, supo que no encontraría a la matriarca. Olía a comida quemada, chocolate en cenizas, que solo podía ser de Chara. Sans sonrió al pensar en ello, no por ella. La chica era terrible cocinando, al nivel de Papyrus aunque eso no lo admitiría.
Se dirigió a la cocina, muy lentamente. Nunca quería encontrarse con ella, una asesina de su calibre, alguien molesta, desagradable, que rebuscaba en su alma para hacer de ella su casa.
Y le odiaba.
Y la amaba.
Era una conclusión espantosa, horrible, aterradora, que había llegado de la nada, inadvertida, al igual como había llegado Chara. Pero, no estaba allí para hablar de sentimentalismos, no era esa colase de monstruo.
Al llegar a la puerta, Sans se asomó para haber si estaba dentro. Estaba vacía la habitación, pero el olor era cada vez más intenso. Las risas volvieron. La cocina estaba hecha un desastre, harina, azúcar y chocolate por todos los lados, aún así, en la encimera quedaba un cuenco relleno de una masa semilíquida de colores marrones, el culpable de todo ese potente olor.
Era una lástima que no hubiera podido ver la cara de la Genocida. Tenia muchas ganas de burlarse de ella.
Y no iba a dejar escapar la oportunidad.
Comenzó a silbar en cuanto la idea se le paso por la cabeza. Esperaba que la chica no encontrase donde había escondido todo su chocolate, todo ello, desde los que había en la cocina -dejando un par de ellos allí, para aparentar que todavía quedaba- y los del sótano. Todo su queridísimo chocolate había desaparecido en lo que se dice un chás. La magia de teletransportación era muy útil a veces ¿eh?
Entonces, si ella quería comer algo, solo quedaba esa asquerosa masa marrón. Una sonrisa divertida se formó en sus labios. Aún podría ser peor, ¿sabes? No solo estaría el sabor a quemado, sino, por algún casual, por cosa del destino, podría... no sé... ¿él que podría saber? ¿Quizás...? ¿Quizás podría arder?
Burlonas sonrisillas lo acompañaron en su travesura. De su bolsillo, y con un poco de ayuda mágica, sacó un pequeño bote de salsa picante.
Sin esforzarse en lo más mínimo, desenrosco el tapón con una única mano, vertiendo varias gotas de su contenido en la desagradable comida. La batió, y ya estaba todo hecho, solo falta esperar a que viniese el personaje principal.
Sans no pudo evitar cómo sería la expresión de Chara disgustada. ¿Quizás se le escaparían lágrimas? ¿O sacaría la lengua como si de un niña chica se tratase? Aún mejor, ¿se volvería roja, con las mejillas aún más sonrojadas y el sudor acariciándole la cara? ¡Sería tan divertido!
Todo se fastidio cuando, en medio de sus risas, Chara llegó. Ella estaba enojada, con sus ojos brillando en sangre, y, encontrarse con el Comediante, que apareció de la nada, riéndose como un loco que hasta lágrimas derramaba, pues, no ella no era el Descabezado para no llegar al resultado de que, sumar dos más dos, es cuatro.
-¡Tu! ¡Saco de Huesos! ¿¡Donde lo has escondido!?
-¿Mmm...? ¿Esconder el que, Genocida?
La chica se cruzó de brazos, mientras que Sans, simplemente levantó los hombros. Ambos sabían que el esqueleto había sido el culpable, era tan evidente, que, fingir, no serviría de nada. Pero, otra cosa era que lo admitiese, entonces, no sería divertido.
Aunque, por ahora, ella no sabía la guinda del pastel.
Las risas continuaron, locas. Y, generalmente, Chara las seguiría, pero, una cosa era meterse con los demás y otra era meterse con sus dulces.
-¿¡De que te ríes!?
-¿Quién sabe?
Asi, tal como apareció, él desapareció. Chara gimió molesta por ello. ¡Ese maldito Comediante! Si bromas quería hacer, bromas tendría. Era una provocación literal, ¿por que no aceptarla?
Dos podrían jugar a quien tenia la patata picante.
Porque si, lo había visto echar la salsa en la masa, lo había visto como se reía y como creía que nadie lo vería.
Tiempo después, Chara haría lo mismo que Sans, colándose en su casa en silencio.
Allí, dejaría una bonita caja de regalos, envuelta con muchísimo cuidado y lazos. Dentro, habría algunos bombones, de esos en forma de un pequeño corazón de chocolate, quemado como era su actual relación, ardiente en furia como no podían ser más que ellos.
Quizás lo probaría, o no. Eso no era lo importante, sino el devolverle el ojo por ojo al Comediante.
Y quizás, podría esconder una estúpida declaración de amor. Esperaba que, con aquello, sus tontos sentimientos la dejasen dormir. Después de todo, ella ya se había confesado, ahora faltaba la respuesta de su querido enemigo.
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¡Y aquí estamos! ¡Último día de este increíble reto!
He llegado un poco tarde a estos últimos días, pero, mejor antes que nunca.
Muchas gracias a todos por los comentarios, que, aunque no respondo -ejem ejem ansiedad social ejem ejem- ¡me ha encantado leeros!
No puedo decir que vaya a publicar más cosas en estos próximos días, la pereza habla por mi, y, bueno, ya sabéis cómo va la cosa. Un día lo dejas y al siguiente la idea se ha ido como si nunca hubiese existido. Pero, aquí vamos, tengo un montón de borradores que, espero, que poco a poco vaya terminando.
Nos veremos por ahí, ¡que sepáis que no os olvido!
Espero que os haya gustado estos pequeños one-shot y os estaré leyendo por los comentarios.
Pd: ¿Cuál os ha gustado más? ¿Y el peor?
Si queréis mi punto de vista, el mejor que me he pasado escribiendo ha sido el día 4 ¡Amo las sirenas! Y el que menos, bueno, ¿quizás este último? Se me da fatal escribir confesiones de amor :n
¡Nos vemos en la próxima!
SPAM: https://www.tumblr.com/acnologiaheart/716974038578233344/%F0%9D%94%BB%F0%9D%95%92%F0%9D%95%AA%F0%9D%9F%9F%E2%84%82%F0%9D%95%99%F0%9D%95%92%F0%9D%95%9F%F0%9D%95%A4%F0%9D%95%8E%F0%9D%95%96%F0%9D%95%96%F0%9D%95%9C%F0%9D%9F%9A%F0%9D%9F%98%F0%9D%9F%9A%F0%9D%9F%9B?source=share
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