Día 3 - Vacaciones/'Enfermedad' (Vacation/Sick day)

Habiendo pasado toda su vida en soportando la temperatura helada de Snowdin, Sans podría afirmar que acostumbrado estaba al frío y a la nieve, pero, mañanas como esas, le hacia replantearse por completo que tanto podría alguien vencer a la naturaleza.

Eran pensamientos demasiado enrevesados para estar recién levantado, con el sueño todavía pegado a sus párpados, y una fiebre inminente que luchaba por hacerlo vomitar.

No recordaba que tan mal había estado el tiempo los días anteriores, centrado en otras cosas -de rojos ojos y sangre-. Podría haber estado a la intemperie, dentro de las heladas tan características de su zona, con vientos huracanados y nieve como tormentas, podría haber ocurrido todo lo contrario y que el tiempo haya sido bueno, con suaves corrientes de aire templado y diminutas nevadas; fuese cualquiera el caso, el frío había colado hasta el interior de sus huesos. Y ahora él lo estaba sufriendo.

Quiso levantase, pero, nada más intentar erguir el cuerpo, su cabeza giró y sus ojos se oscurecieron, se ahogaba, tanto que pensó que ya no estaba en su cama, si no que se había caído a las profundas aguas de Waterfall.

Cogió una fuerte bocanada de aire cuando sintió que ya no vomitaría por los giros que daba su cabeza.

No ayudo, aunque Sans fingió que si lo hizo.

En días normales, podría pensar que cualquier excusa para quedarse en la cama sería buena, pero, en aquellos momentos, cuando se encontraba mal, entumecido por un sueño inducido por la fiebre, necesitaba quitarse de las sábanas, huir de la cama. Lo necesitaba tan obsesivamente, que, el solo pensar de en quedarse allí, le revolvía más el estómago que la enfermedad de por si.

Tenía que irse de allí.

Rápidamente...

Alguien...

Por favor...

Su corazón temblaba en su pecho, y sus ojos enrojecieron. Las lágrimas se empañaron su visión, el ruidoso bombeo de su sangre, taponaba sus oídos.

En esos momentos pensaba el porqué debería de sentir eso, porque debería sentir algo que ni fuese más que su alma y huesos,

Sans dio vueltas por la cama, destintado y roído por el tiempo el colchón era incómodo en cualquier posición de que se encontrase, y eso era lo que estaba buscando. Los afilados muelles podrían salir del colchón como icebergs en el mar mientras que las abolladuras de su superficie. Lo hundían hasta el fondo, arrastrándole con fuerza, hasta los recuerdos que el más luchaba por olvidar.

Lo odiaba.

Su mente se agitó cuando de nuevo la inconsciencia se asomaba por las sombras. Rápida y alarmada, su mente gritaba -porque eso era lo que estaba escuchando, gritos de auxilio y temor, llantos que hablaban en su oído- por un intento de bombear, a su alma que no dejaba de destrozarse en pedazos.

Sans intentó levantarse. Inútil. Sus brazos eran completamente inútiles.

Huesos delgados que no podían sujetar su esqueleto de cemento, que titiritaban sin fuerza, como si un títere hubiera sido rechazado por su titiritero.

Era tan doloroso.

Odiaba despertarse de esa manera.

Odiaba despertarse así, cada vez que se enfermaba.

El ruido en el salón, lo despejo de su horrible adormecimiento. Sonaba opacado a través de la sangre en sus oídos, pero, era suficiente.

Su respiración se fue calmando, aunque no a niveles normales, seguía agitada y seca, rasposa cundo atravesaba su garganta y asquerosamente húmeda al salir de su boca, pero, podría considerarlo como una mejora.

Suspiró, Sans dudaba que Papyrus supiera lo que podía conseguir solo estando allí, ruidoso y alegre, incluso si su cabeza estaba completamente enfadada por los estruendosos sonidos.

Cogió aire y luchó por poner una media sonrisa. No le gustaría preocupar a su hermano, por cables entrecruzados de su cabeza.

Se ahogó cuando una carcajada rota escapó de él.

Se estaba volviendo loco.

Sans sabía que no solo la fiebre era causante de sus malestares, enfermedades tan comunes como aquel tonto destemplado no solía llegar a su alma, pero ahora estaba arrasando con él.

Todo era culpa de esa Genocida.

El pensamiento infantil de vencerla -incluso si sólo fuera una Genocida imaginaria, una pelea virtual entre la fiebre y la Genocida vs el mismo-, término por aligerar un poco el peso de su corazón. Todavía estaba la ansiedad, los temblores, el dolor... pero, mientras tuviera un objetivo, podría ignóralos por el momento, como siempre lo había hecho.

Con los pies fuera del colchón, contó hasta tres para tocar el frío suelo. El cambio radical entre su piel ardiendo y el suelo, permitió aliviar un poco del dolor tan tonto que estaba sintiendo.

Sans gimió de alivio cuando una pequeña corriente de aire traspasó su camiseta sudada, enfriando su piel y despejando su mente.

Quiso tirarse al suelo, descansar allí -descansar, no dormir, por nada del mundo quería volver al mundo de los sueños-, si ya se estaba sintiendo mejor el solo apoyar las plantas de los pies, ¿se recuperaría por completo si estuviese su cuerpo íntegramente pegado al piso?

Ignoro ese pensamiento por el momento. Si Papyrus lo encontrase en ese hipotético estado, sabía que terminaría asustándolo demasiado.

Camino a paso lento por el pasillo, arrastrando los pies y utilizando las paredes como soporte. Iba muy lento, parándose a descansar cada pocos movimientos, el mundo giraba a su alrededor y él temía por caerse al suelo sin darse cuenta.

Al ver las escaleras, Sans se quejó con angustia; todavía quedaba un largo camino por recorrer hasta alcanzar a su hermano.

Llegando al primer escalón, cogió una gran bocanada de aire. A su paso, le araño la garganta y aplastó sus costillas de dentro hacia fuera. Incómodo, pero conseguía disminuir su temperatura más y más y más.

Con un poco de suerte, al encontrarse con su hermano, sería capaz de volver a fingir que están bien.

Que pensamiento tan inútil fue.

Nada más mirar por donde debería estar escalera, el brillante patrón de suelo -azul y violeta en zigzag-, lo hicieron marear, hasta tal punto, que, al intentar escapar de vértigo, confundió delante con detrás, dando un paso hacia la escalera.

Claramente, no hubo suelo en que apoyarse, y el supo que terminaría estrellado contra el piso, con muchos moretones.

Al parecer había echo demasiado ruido pues, antes de caer, Papyrus se había dado cuenta del resbalón de Sans, corriendo hasta alcanzarlo para sujetarlo con los brazos.

-¡Sans! ¡Hermano! ¿¡Que te ha pasado!? ¡Estás ardiendo!

Los escalofríos volvieron ha hacer de los huesos de Sans, su patio de recreo. Paseaban de arriba a abajo, de abajo a arriba, por todo su cuerpo, y el sintió como su mirada se tornaba borrosa.

Aún así, se alegró de que Papyrus hubiera lo hubiera cogido, el estaba agradablemente frío. No tenía su tan característica bufanda roja-naranja, y el contacto con su pechera perlada podría ser incómodo, pero, mejor eso a terminar adolorido.

-¿Hermano...?

Sans quiso responderle, mas, de su garganta no salía ni una palabra. Se ahogó y hubo toses, muchas toses, pero, nada.

Demostrando su fuerza, Papyrus consiguió llevarlo hasta el sofá.

La televisión estaba encendida, tendría un volumen bastante suave para lo que solía tenerlo su hermano, sin embargo, para él, eran como martillos golpeando su cabeza; realmente preferiría que Papyrus empezase ha hablar sin parar, incluso la voz de la Genocida sonaría agradable... Olvídalo, eso era la fiebre la que hablaba.

-¡Sans, no te levantes de aquí! ¡Vuelvo rapidísimo! Antes de que digas ... umm... ¿pasta? No sé, no creo..., algo sé me ocurrirá cuando vuelva, ¡no te muevas!

Casi gruño cuando simplemente Papyrus dejo de tocarlo, el calor volvió, y las ásperas telas verdosas del sofá desgastado se pegaron a sus huesos. Luchó por mantener los ojos bien abiertos.

No sabía como ella fue capaz de aguantar tantos días en ese estado, con su brillante sonrisa y sus labios agrietados. Hablando sobre nuevas historias, hablando sobre nuevas aventuras que ella, y todos, sabían que nunca se iban a cumplir.

Como aguantaba hablar, respirar, incluso, darle esa mirada con los ojos tan brillantes como rojos luceros.

Si el se sentía morir con esa clase de fiebre, ¿que clase de infierno estuvo pasando ella detrás de su sonrisa alegre?

¿Por que no le habría dicho nada a él?

Eran amigos, los tres, y, después de eso, solo quedó él.

Casi estuvo a punto de llorar cuando se dio cuenta que se había quedado unos momento dormido.

¿¡Su cuerpo no sabía que odia caer dormido así!?

Sans quiso vomitar.

¡Lo sabía!

¡Lo sabía!

¡Lo sabía!

¡Las pesadillas vendrían siempre que quedase inconsciente!

Ya las había probado mínimamente, no quería volver.

Papyrus llego a su lado antes de que cállese en bucle de nuevo. Su cabeza giraba, y se sentía tan asqueado que luchaba por no expulsar las tripas.

Aún así, puso la mejor sonrisa que pudo para su hermano, y se odio por ello; ella había hecho lo mismo.

El esqueleto más alto trajo consigo una pequeña gasa húmeda y una manta bastante ligera.

Con un montón de disculpas ajetreadas, apago la televisión en cuanto escucho un ruidoso sonido salir de esta. Las gasas terminaron sobre su frente, estaban pegajoso por el agua, pero, Sans no pudo evitar soltar aire de alivio cuando su temperatura volvió a bajar. Además, pensó, si tenía esas gotas de agua constantemente cayendo de su frente, tenía menos oportunidades de caer rendido por el sueño.

Fue más incómodo cuando Papyrus colocó la manta sobre él. No iba a quejarse, Paps la había traído con tan buena intención que él decidió mantenerla unos instantes, aunque, cuando su hermano diese media vuelta, el la tiraría al suelo directamente.

A lo lejos, Sans escuchó como Papyrus seguía cuestionándole sobre su estado, que quería, como se encontraba... demasiadas cosas.

Cuando, entre sus ruidosos latidos y respiraciones profundas, le pareció oír de nuevo a Papyrus, se concentró en él.

-¿Hermano...? ¿Vas a estar bien...?

Al instante Sans odio la pregunta. Se imagino volver a esos tiempos, donde, la voz de Papyrus sería la suya, y donde, el mismo, sería una pequeña Genocida.

Pensó el dolor que él sintió al verla en ese estado... odiaba que Papyrus lo viera de esa manera.

Tembló por los recuerdos, por la fiebre, por el dolor, ¿¡que importaba!? Tembló y no pudo parar, ni siquiera cuando respondió a Papyrus, que todo estaría bien mediante tartamudeos.

-No te preocupes Paps. Estaré bien.

Èl lo miró como si no le creyera, dudoso en si seguir insistiendo o no. Tenía una cara graciosa, y si no fuera porque le faltaba el aliento, Sans se estaría riendo.

Cuando Papyrus se decidió dejarlo descansar en el sofá, en comenzó a marcharse, despidiéndose con in buenas noches, que mucho sentido no tenia a esas horas del día. No pudo comentar nada al respecto -quizás hubiera pegado un chiste sobre el tiempo, sobre cómo no era un buenas noches sino un tardes-, pues, al sentirse abandonado por la falta de contacto físico, un terremoto intermitente de temblores destrozaron su cuerpo.

Cerró los ojos, se mordió la boca, y tiró de la manta como para esconder su sufrimiento. Quería que Paps volviera, que lo distrajera, quería disociase de ese tonto resfriado que tanto le había fastidiado.

Sans odiaba caer enfermo. En esos momentos, cuando su mente no daba a más y él no podía evitar quedarse dormido, él recordaba... le recordaba a ella, a Chara.

La recordaba en la cama, pálida, con su cabello chocolateado completamente peinado.

Y ella nunca era así.

En la cama, ella estaba cubierta grandes mantas -como él ahora- hasta los hombros, solo dejando ver la cabeza de su suave peluche en forma de oveja, del Príncipe, si tenía que suponerlo.

Además, también estaban las flores.

Las malditas flores doradas que acabaron con ella, con él, con todos. Chara perdía las fuerzas, y con ellas, Sans perdía sus ganas de poner una sonrisa.

En esos tiempo no era capaz de reír, incluso cuando ella le aseguraba que todo iba a solucionarse.

-Voy a estar bien....

Ella va a estar bien...

Ella va a estar bien...

Ella va a estar bien...

Pero ella nunca se mejoró.

Las lágrimas cayeron del rostro de Sans mientras estaba en el mundo de los sueños.

Tembló. Y un grito mudo murió nunca salió de su boca.

Siempre, cuando Sans se quedaba dormido enfermo.

Él pensaba si se despertaría de nuevo. ¿O no?

¿Sería su último día vivo?

Como lo hizo Chara, que un día cerró los ojos para no volver a mirar.

Recordaba con claridad ese mañana. Chara había dejado de sonrojarse por la fiebre -esta del un blanco enfermizo pues-, había dejado de respirar con dificultad -había dejado de respirar por compañero-.

No se quejó cuando le quitaron las mantas, ni cuando perdió poco a poco todas su pertenencias, incluido el collar rojo que tanto guardaba con esmero, el peluche que con tanta delicadeza trataba.

Terminó en un ataúd hermoso de madera, con las mismas flores que la mataron. Estaba recubierta por tiras de oro, decoraciones de flores y hojas; limpiado por los llantos de todos.

Él no lo sabía...

Él no lo sabía...

Él no lo sabía....

Él no sabía si moriría.

Realmente quería verla.

———————————————

¡Día 3! ¡Hecho!

Ummm... como ha terminado creo que no debería poner las exclamaciones ¿no? Bueno, ahí se quedan.

Desde el primer día que leí el prompt, directamente supe lo que quería hacer. Y además, con la tontería, de todos los días, fue el primero que pensé que iba a hacer.

¡A empezar la casa por el tejado!

Juegos a parte, ¿Que tal soportasteis un poquito angst?

Puede parecer bastante dramático pero ha decir verdad, lo que piensa sans se hacer a bastante a mis pensamientos, la primera parte principalmente.

Yo siempre me he puesto súper mala con los resfriados, o con cualquier tipo de enfermedad -incluyendo las queridísimas vacunas COVID-.

Tan horrible me sentía, que, cuando era pequeña, mi primer pensamiento era si iba a sobrevivir.

Y quizás un poco lo empeoró la serie del Cuerpo Humano, que, aunque era súper entretenido, educativo y tal, tengo grabado a fuego ese capítulo en donde la niña pequeña se enfermaba tanto que iba al hospital y yo pensaba que moriría.

Entonces, encontrarme tan mal, bueno, era un simil a esa situación ¿sabéis?

Así que, aquí estamos, una analogía a ese capítulo del cuerpo humano y a mis pensamientos de cuando yo era más pequeña.

Dramático ¿verdad?

En cualquier caso, espero que os haya gustado, y si os hecho entristeceros un poquito, mejor que mejor, para eso está el angst ;)

¡Nos vemos mañana! 

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