Champagne Problems
Los personajes de Miraculous no son de mi propiedad así como la canción y las imágenes aquí utilizadas, sin embargo lo escrito si es de mi autoría.
Habían abordado el tren por la noche, cuando el manto oscuro y las estrellas parecían ser lo único bueno y apreciable de la ciudad. Era ameno para ella el salir de la rutina, el sentirse alejada de tantos problemas superficiales que le ahogaban como tomar los tragos al licor de las fiestas de juventud.
Comenzaba a amanecer y veía correr el humo y las aves volando en dirección opuesta a su transporte, donde el calor se mantenía a pesar de las bajas temperaturas pronosticadas en los medios. Félix yacía dormido frente a ella, con el abrigo sobre su pecho y el cabello un poco desordenado.
Sonrió, era una fotografía que deseaba guardar en su mente por la eternidad. La botella de agua que a su derecha estaba, vibraba por el ritmo de la máquina.
Aún faltaba un rato para que llegaran a su destino, se habían prometido descansar de esa agobiante vida que cargaban, ella quería sumergirse entre los árboles de su viejo hogar, disfrutar la comida casera y las pláticas naturales entre su familia y el resto de conocidos en ese pueblo.No podía dormir de la ansiedad, esperaba lo mejor de ese viaje.
Se sacó los calcetines intentando oxigenar su cuerpo, la manta que llevaba le cubría muy bien, pero no era lo que ella quería, la verdad deseaba saltar de su lugar, gritar e insistirle al conductor porque apresurara la marcha. Se insistió internamente cerrando los ojos, imaginando el sabor de su café y las galletas de la nana de Félix. Los rayos de luz comenzaron a picarle la piel, el ruido de la máquina no la arrullaba, era peor que el tic toc de su reloj de muñeca. Se acurrucó aún con la manta puesta sobre sí y se deleitó con el camino oscurecido a medias. Miró al varón removerse en su sitio, de no ser por el frote de su cabello contra el cristal, luciría tan perfecto como siempre.
Un silbido lejano se escabulló por sus oídos, volvió la vista al vidrio encontrándose con los recibidores de la detención, gente en el andén de espera, otros tantos que llegaban corriendo y las aves volando espantadas lejos de los tejados del sitio. Chloé viró encantada, nunca había visto cosas tan adorables en París, no desde que los trenes de vapor habían dejado de estar en función y las películas románticas de su agrado habían dejado de usar ese recurso, pero su viaje a Londres había sido como una adorable regresión. Sus pies tocaron una parte fría del asiento y le lampareó la llegada a la nueva estación. Había escogido un viaje en tren, nocturno y en una vieja locomotora, sólo a Félix se le podía ocurrir secundar ese plan, no le desagradaba su aprobación, en lo absoluto, pero le parecía extraño viniendo de él.
Ensimismada sólo pudo volver a sí cuando escuchó el segundo silbido, la salida fue anunciada y el movimiento se sintió de nuevo, la siguiente era su parada y el final de aquél antiquísimo recorrido. De pronto, como si tuviera dentro alguna alarma, Félix se despertó, acomodó por impulso su cabello rubio dando un ligero bostezo. La estudió a ella y brindó una cálida sonrisa.
─Pronto llegaremos─ dijo ella con emoción.
─Lo sé, por eso he despertado, eso y que creo que me he lesionado la espalda─ comentó con su natural seriedad.
La rubia tomó sus calcetines y se los puso con rapidez, después sus zapatos y como pudo su chaqueta, a decir verdad su parte de la cabina era todo un desorden comparado con el de su pareja, sonrió divertida por ello, bajando su pequeña maleta de la rejilla para prepararse a su llegada.
El silbato volvió a chillar y llegaron a la parada, nada ostentosa, digna del pueblo de Norwich, en el condado inglés de Norfolk. Félix tomó ambas maletas, estaba bien arreglado, como acostumbraba le sonrió galante y descendieron del tren con un poco de prisa. Adrien, el primo de él los esperaría fuera de la estación para llevarlos a la casa Graham de Vanily. Junto a la puerta del auto estaban el rubio de ojos verdes y su ahora esposa, Marinette. Le hizo gracia lo diferentes que eran Adrien y Félix y a su vez lo parecidos que se veían. El cabello de su novio estaba bien peinado y sus ojos verdes casi grises reflejaban tanta seriedad, su familiar llevaba una apariencia más despreocupada, con el cabello revuelto que pareciera estar quebrado, y sus ojos del color de las arboledas y las plantas, vivaz, alegre. Y la chica a su lado que brillaba como si el resto no importara más que él y su compañía. Lo vio enderezarse ante la presencia de ambos. Se abalanzó sobre Félix en un abrazo cálido, transmitiendo tanto entusiasmo por verle, como si no lo hubiera hecho hace mucho. La de cabello oscuro fue más reservada y saludó de lejos a los recién llegados.
─¿Podrías ayudarme con las maletas y luego intentar asfixiarme, Adrien?─ mencionó el Graham.
─Es un gran día, primo, no me cortes la inspiración.
─¿Ha bebido?─ preguntó la rubia a la otra.
─No, él es así de entusiasta─ burló─¿Qué tal ha ido su viaje?─ se inmiscuyó.
─Largo─ respondió Chloé por inercia─ Sigo sin entender por qué ha decidido tomar el tren nocturno.
─Es porque a Félix le gusta apreciar el amanecer─ informó Adrien cerrando la cajuela tras guardar el equipaje.
─Pues yo hubiera preferido la tarde─ mencionó la rubia acompañando al resto al interior del auto.
Félix se fue junto a ella en la parte trasera, tomó su mano con delicadeza mientras ella admiraba el recorrido del auto, a las orillas de los ríos y las zonas boscosas y espesas que alegraban un poco el mes. Como si Midas viniera y posara su mano sobre el cielo e hiciera todo simplemente más bello. Se le fue el aire por un momento, entonces el viento comenzó a entrar por el espacio que había dejado Marinette en la ventana abierta, y Chloé soltó a Félix para acariciar su mejilla que se le había helado. Era tan idílico como él le había contado tantas veces. Escuchaba a los primos tener una conversación sobre los cambios del pueblo, la gente que con los años había dejado el lugar y otros tanto que habían muerto.
Había vivido por mucho tiempo en una burbuja, gozando de los privilegios de ser la hija del alcalde, de la más grande crítico de modas en la ciudad y ella misma una modelo ocasional de revista, su vida giraba en torno al espectáculo, de ser entretenimiento para las masas, una imagen que todo el mundo podía manipular a su gusto y dar la interpretación que quisieran. Un día como el resto, conoció a Félix, modelo inglés y primo hermano de uno de sus más grandes amigos. Era que comprendía su mundo, o que le hizo bullir como no había sentido.
Los medios los llamaron la pareja ideal, hicieron de su intimidad tema a discusión, como si para eso hubiesen venido al mundo. No le importó, porque se sentía bien estando con él, porque podía escucharle y ser un poco más sincera con ella misma.
El rubio le proporcionaba una sensación cálida con su compañía, sus palabras de conforte y el sinfín de bromas que daba para hacerla sentir mejor. Era bueno estar a su lado.
•••••••••••••
Se escuchó otro tintineo de copas cerca de donde estaban, ella no lo sabía, pero la casa Graham daba una cena anual en honor al cumpleaños de su patriarca y esa noche todos vestían de gala celebrando y conversando con gente pudiente que se había atrevido a ir al pueblo donde la familia gustaba refugiarse.
La nana de Félix, una vieja grácil con la que el resto compartía, no era solamente la nana, era de la familia, una mujer que había entregado su vida entera por los jóvenes de esa casa. Le servía más bebida aún si ella no lo pedía, era servicial y atenta por inercia, Chloé sintió pena por ella, merecía un poco de libertad, vida para vivir.
─Antes de que ellos llegaran ésta era una casa de cuidado, las personas ricas del pueblo traían a ésta mansión a sus seres queridos que habían perdido la razón. Aquí los cuidaban y ayudaban a recuperar, claro que les dio mala fama, decían que era una casa de locos─ relató la señora a la rubia.
─El lugar perfecto para mí─ se burló un poco de ella misma.
La mayor no dijo nada, quedó mirando a Chloé sorber lo que restaba de su trago, estiró el vaso para servirle nuevamente, pero ella la detuvo con ligereza.
─Será mejor que vaya a indicar a los meseros los siguientes aperitivos─ anunció para después retirarse.
Estaba más seria de lo que recordaba, por un instante se cuestionó si su pequeño chiste realmente había sido de mal gusto. Toda su vida había tratado su ansiedad con pinzas hasta que un día descubrió que en realidad era algo natural, algo que le pasaba a muchas personas y en lugar de enfrascarse en su desdicha, lanzaba chascarrillos de vez en cuando para liberar la tensión.
─Al fin te encuentro, creí que habías vuelto a París─ Escuchó a su costado.
─Imposible, las galletas de tu nana me tienen enamorada, no me iré hasta terminar con ellas─ respondió mirando a su novio que vestía un lindo chaleco negro con decoraciones doradas muy sutiles.
─Créeme, si por mí fuera, te daría todas esas galletas─ soltó seguro bebiendo de su copa. Ella le miró confundida─ Son unas ricas galletas, pero son muy dulces, no van conmigo, en cambio las de avena con nueces de la india..
Chloé hizo una mueca de desagrado.
─Paso─ atinó a decir, dejando su copa vacía en una de las bandejas que pasaban entre los meseros.
Félix imitó su acción, tomando finalmente su mano al escuchar una nueva melodía empezar. Harry Waters Jr junto al bajo y la guitarra comenzó a cantar una canción que le remontaba a su infancia. Cuando su madre y su padre parecían ser felices, cuando se sentaban al sofá a ver películas de antaño, disfrutando de los soundtracks clásicos. El preludio del fin, pensó ella.
¿En qué cabeza cabía que disfrazar un tormento de relación la haría fuerte cuando todo el teatro se disolviera? ¿Por qué se culparía menos? ¿Por qué no habría de doler? Sintió un nudo en su garganta, había vivido una farsa para mantener en ella la esperanza, pero sólo había logrado detestar más toda esa institución, todo lo que conllevaba. Bailaba al ritmo que Félix lo hacía, con el compás tatuado en la mente, intentando esconder nuevamente sus miedos.
Los giros en sus brazos le recordaron la ceguera ocasionada por los flashes, los reflectores, las lámparas del nuevo hogar. Se sentía sola todo el tiempo, aún si estaba acompañada, aún si ponían a sus pies todo lo que pidiera, se sentía incompleta. Veía a su novio a los ojos, pero no se encontraba ahí realmente, y lo sabía. Sonrió como pudo, y recibió una sonrisa sincera de él, esa que tanto le gustaba, esa que tanta paz le brindaba. Pero todo era tan frío a su alrededor, desvió la mirada, Adrien y Marinette estaban cerca, había emoción en su rostro. La madre de Félix, con quien apenas había cruzado palabra, les miraba atenta y el abuelo y jefe del hogar sonreía desde su sitio. Félix Graham de Vanily le dio una vuelta más, pero no volvió a posar su mano en su cintura enfundada en ese vestido negro de funeral, escuchó por ahí. Eran los únicos bailando en la pista, la única pareja. Él se acercó a ella con quietud, aspirando y exhalando aire caliente en su mejilla.
─Earth angel, please be mine─ murmuró al ritmo de la música, imitando al vocalista de esa balada─My darling dear, love you for all time...─ terminó. Se alejó aún tomando su mano, dando un paso hacia atrás, decidido y sin quitarle los ojos de encima.
Ella soltó su mano por primera vez, sintió su calidez marcharse, el tiempo se detuvo y un trago amargo como de hiel corrió desde su garganta hasta al fondo de su estómago en forma de peso muerto, crudo y lastimero. Todo quedó en silencio, miró a su alrededor, los rostros que antes brillaban con júbilo, ahora parecían manchas grises, borrosas, inhumanas. Incluida la de Félix, quien hincado terminaba de sacar lo que llevaba en el bolsillo de su chaleco.
Se desmoronó en el aire, como sacarse una venda pesada de los ojos, de pronto no todo lo que brilla es oro, y no todo lo que es de oro resulta precisamente bueno. Llevó sus manos una sobre otra a su pecho, no sentía su palpitar, sus manos temblorosas apenas pudieron permitirle parecer serena. El resto de los acompañantes les viraban, algunos contrariados, otros tantos ahora formaban muecas y dolor en sus rostros. Adrien llevaba una botella de champagne fino sin abrir.
─No.
Félix no dejaba de mirarle y ella simplemente no podía verlo a él, no cuando una celebración así se había vuelto a aire fúnebre, no cuando a ojos del resto había tomado su frágil corazón y lo había estrellado contra el suelo, volviéndolo un millón de pedazos de nada. Polvo insignificante, como ella en esa habitación.
¿Por qué lo había hecho ahí frente a todos? ¿Por qué no guardó eso para ellos solamente? ¿Por qué si a él nunca pareció importarle? O eso pensó.
Se encontraba en duda, eso era muy triste, pero aquellos lo hacían peor.
Nunca sabes lo que dirás, a veces piensas que lo sabes, pero no es hasta que ves el anillo de la familia frente a ti, que te cuestionas sobre qué es lo que realmente esperas de la vida.
¿Estás preparada? Para siempre es mucho tiempo ¿Qué haría a ésto diferente de todo lo demás que has vivido? Te amo, pero quizá no lo suficiente.
Nadie celebra, la serpentina se vuelve dagas con sus palabras, ¿Cómo debería decir "Lo siento? Si en realidad no siente nada.
Se escuchan los murmullos de las mujeres mayores, pero él con su fortísima elocuencia parece estar derribado, como muerto, anclado en ese bucle trágico y al cuál todos parecen darle más importancia de la que merece.
¿Culpa? Quizá, en un principio. Cuándo parecía ser el fin del mundo.
No deberías juzgar a alguien por las decisiones que toma respecto a su propia vida.
Brindaron por la abundancia, por la unión familiar, ¿Por qué no pueden brindar por su libertad?
¿Por qué él no puede estar feliz por ella?
Entonces lo ve levantarse, perdido entre los sonidos de una alegría rota, nadie celebra como pensó, pero para él parece ser como su sepelio, son solamente problemas superficiales. Gira sobre sus talones, con el anillo en el puño y sus nudillos níveos. Su espalda se vuelve lejana, marchándose por un pasillo, que ella sabe, hipócritamente adornarán cuando vuelva a casa.
─Es tan bonita─ escucha por lo bajo─Qué pena que sea tan tonta.
─Está mal de la cabeza─ secundó alguien.
Pero ellos no tenían la razón, y aún así no podía sentirse bien, ¿Cómo es que le afectaban esos problemas tan superficiales? Tan insignificantes para la gigantesca mancha que era la realidad en que vivían. Sintió una mano cálida tomar la suya y guiarle lejos de ahí, otro cuerpo los acompañaba resguardando de lo que podrían o no decir. Llegaron a su recámara donde la vista del frío lago en la residencia le hacía sentir aún peor.
─Ellos no saben lo que dicen, no tienes que preocuparte por ello─ Mencionó Marinette sentándose con ella en la mullida cama.
─Quiero ir a casa─ murmuró.
─Te llevaré a mi casa, mañana podemos volver a París.─ reconfortó Adrien sin acercarse del todo a ellas.
─Quiero irme ahora...por favor.
─Heló anoche, no creo que haya viajes hasta mañana o quizá el lunes, hazle caso a Adrien, ven con nosotros y todo estará bien─informó la morena.
─¿Por qué es tan difícil, por qué tuvo que decirle a todos? ¿Por qué se ahogan con todo esto?─ replicó repitiéndose más para ella.
─Fel es el primogénito de los Graham, es natural que todos quisieran meterse─ contó el rubio.
─Soy una mala persona, Dios, soy terrible.
─No, cariño, no es así, tú eres muy valiente y cortés después de todo, esa presión social de su parte fue malísima, yo les dije que no funcionaría.─ declaró Marinette mirando a su esposo con recelo.
─¿Cómo lo supiste tú?─ preguntó ya con la voz quebrándose ─ ¿Cómo supiste que era él con quien querías estar toda la vida?
Marinette se detuvo a ver a su esposo, le sonrió con calidez, estirando su mano para que él se acercara y la tomara. Así lo hizo, y se sintió como una manta caliente en el crudo invierno. Chloé intentó sonreír, pero no podía.
─No conoces la respuesta hasta que alguien se arrodilla y te pregunta, entonces actúas según te dicta el corazón. No lo piensas demasiado, simplemente llega como una epifanía, misticismo y gloria, no necesitas preguntártelo mil y un veces, sólo lo sabes que eres feliz, y que lo serás por siempre─ musitó la mujer...
─Chloé, la gente aquí puede ser muy cruel, son personas con principios más viejos que los nuestros, con costumbres que nos resultarían anticuadas. Pero que sepas que a pesar de todo lo que ellos digan, lo que realmente importa es lo que sientas tú, que sepas que no debes ni puedes ser tratada como objeto o algo que se puede presumir en una fiesta─ suspiró ahora sin verle, quizá por pena─ Eres, después de mi esposa, claro, mi mejor amiga en el mundo, eres una persona a la que le confiaría mi vida y por quien la daría también, y tu felicidad es lo único que me interesa, incluso si no es junto a mi primo.
─ No me gustaría que ésto resulte mal...
─No lo hará, por eso tú irás ésta noche a casa con nosotros ¿Vale?
La blonda asintió.
─No─ escucharon los tres en la puerta, miraron al sitio encontrándose con Félix cubierto de humedad en la boina y el abrigo de franela fina─Me gustaría hablar con ella primero.
La pareja aceptó retirándose velozmente de la habitación para cederles privacidad.
─Volveré a París con ellos, y me mudaré del apartamento en cuanto llegue─ informó la chica a su acompañante.
─Me es difícil procesar todo ésto─ mencionó él ignorando un poco lo que ella dijo─ ¿Sabías que ésta casa era un hogar para...
─Gente poco cuerda, sí─ lo interrumpió─ Me lo contó tu nana─ le sonrió─Perdóname, no estoy preparada para ésto.
─No estás lista para mí, pero está bien, porque sé que encontrarás alguien más, y lo amarás y vivirás por y para él, y él lo hará por ti, y eso es lo único que deseo. Lamento haberte hecho pasar éste mal rato, lo creí todo tan seguro y por un instante pensé que estaba hecho para ti...
Tomó su mano y sus ojos añil se pusieron aguados en un instante, como si su voz fuera una melodía triste en el piano, repetitiva y taladrante, pero que es así porque así fue creada, no por alguna mala manía. Todo a su toque se volvía dorado, como mágico, pero ella ya no sentía nada, y eso dolió.
─ Vas a encontrar lo que mereces, Félix y ella va a arreglar todo lo que yo arruiné.
él sonrió algo dolido.
─No digas eso...
─Es verdad, ella seguirá bailando esa bonita canción sin que su pasado le atormente, y tomará tu mano, no te dejará ir cuando le ofrezcas el anillo de tu madre, y vas a estar bien─ Sollozó.
─Te quiero mucho, Chloé Bourgeois.
─Y yo a ti, Félix Graham.
Él tomó el tren por la noche nuevamente, odiando el silencio, o quizá el excesivo ruido, no estaba seguro, sólo contemplaba su dolor reflejado en el vidrio empañado por su propio calor. Llevaba su foto en su billetera y el deseo de cumplir sus nuevas promesas. Ella iba en el auto, sin sentirse ahogada aún teniendo la ventanilla abierta, y tomó un vuelo preciso a casa, donde le esperaba una nueva vida, plagada de soledad y sano amor, un amor propio.
Un día volverán a encontrarse, y ella estará feliz, podrá verlo a la cara, y él habrá encontrado la gloria en su vida, alguien que supusiera más que compañía y coincidencia en un par de sus ideas. Serán felices y todo aquello un recuerdo entre ambos, un secreto a voces, una cicatriz sin forma. Beberán champagne de una botella olvidada y lo que vivieron serán solamente problemas insignificantes.
Canciones mencionadas
Éste era mi especial de año nuevo pero bueno jajajaj.
Feliz año nuevo, es la primera vez que escribo en meses, creo. Han sido tiempos difíciles, odio la universidad en línea y odio la idea de que todo empeora con el paso del tiempo. Bueno, escribí ésto con mucho ánimo(Ajá) y me tardé mucho porque no sé, supongo que no estoy aún al 100.
Me siento muy cansada la verdad y mi cerebro no anda bien, como que no puedo plasmar nada, entonces espero el os me sirva para echar a andar los engranajes un poco.
Es todo.
Bye, bye y nos leemos a la próxima. <3
─La Cj, harta de la vida.
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