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Recuerdo muy bien.

Era media noche, la velada se había alargado. Estabas frente a mi, con tu costoso traje y tu sonrisa de millón de dólares. Sostenías mi cintura mientras bailábamos al son de la música, tú palma se sentía suave a pesar de ser callosa; me sentía tan pleno entre tus manos.

Sabiendo que me amabas. Con todo el corazón.

Que a pesar de ser alguien insignificante en nuestra sociedad; viniendo de un orfanato y teniendo un trabajo de paga mínima, tú me querías, me amabas. A pesar de todo eso.

Lo hacías.

A pesar de que no era el más inteligente, a pesar de que no supiera leer, a pesar de que haya sido yo.

Me amabas.

Aunque fuese insuficiente para alguien como tú, Jungkook.

Sonreía mientras me hacías girar en la pista de baile, recordando cómo nos conocimos; en un mismo baile, yo trabajaba de camarero mientras servía champagne a los alfas y omegas de clase alta, sonreía por lo bajo siendo amable con todos ellos, fuiste el único que me hizo conversación aquella noche. El único que me dijo que mis ojos azules eran lindos y no raros.

Dios, solo él sabe lo bien que me hiciste sentir aquella noche.

Mi cabeza recostándose sobre tu hombro mientras tú aroma inundaba mi nariz, se sentía bien, sentirme tan seguro a tu lado. Callabas todas las voces dentro de mi. Las voces que me decían lo insignificante que me debería de ver a tu lado bailando debajo de la luz nocturna.

Luego, pasó aquello, la música se detuvo y tú también, sonriendo tomaste mi mano y te arrodillaste frente a mi. Mi corazón cayó a mis zapatos, no podía oír nada más que el palpitar de este en mis orejas. Atormentándome.

"Park Jimin". Dijiste, con esa sonrisa hermosa. "Te he amado por tres inviernos y quisiera amarte por más, eres el amor de mi vida, tú...Park Jimin ¿Quieres casarte conmigo?"

Nunca fui suficiente, no para alguien de tu talla. No para el gran Jeon Jungkook.

Muchas personas lo decían, que yo era solo una distracción para ti hasta que encontraras a tu verdadera pareja. Porque solo era un pequeño huérfano que no sabía leer que estaba perdido y que encontró refugio en tus brazos.

Sí, lo que ellos decían era cierto. Yo creía que era así.

Que tú encontrarías a alguien mejor que yo, que podrías ir por alguien de tu talla. No alguien insignificante como yo.

Porque merecías más que al pobre huérfano que era.

Y qué soy.

Por eso me solté de tu agarre, por eso dije que no, por eso me negué a empezar una vida a tu lado. Por eso te deje ir.

Porque no era alguien que te mereciera, no era alguien que podría sostener tu mano en el funeral de tu padre o que sonreiría a pesar de las malas bromas de tu madre, porque no podría aceptar a qué algún día encuentres a alguien mejor en uno de tus viajes a Berlín.

Nunca fui el mejor omega, no se porque te fijaste en mi.

Aquella noche te di la espalda, soltando tu mano y pidiéndote que conservarás el anillo de tu madre. Aquella noche me volteé con la mirada perdida y me hice pasó entre las personas que veían la escena asombrados; nadie podía creerse que el huérfano haya rechazado al gran Jeon.

Ni yo lo podía creer.

Solo me di cuenta de ello cuando estaba a mitad del pueblo y había chocado con una carretilla.

A las semanas siguientes escuché que aquella noche fría lloraste en los brazos de tus hermanas hasta que tú cabeza dolió, que aquella noche te plantaste en medio del salón mientras sostenías el anillo de gema, que aquella noche tú alma se rompió en cuanto me vio salir por la puerta principal.

Cuando me reuní con Seokjin en la misa del día domingo, él, con cierto rencor en sus ojos me dijo que enfermaste por un mes, que realmente temían por tu vida, lamento mucho haberte causado eso; lamento haberte lastimado en alma y corazón.

Por cuchicheos y murmullos me enteré que muchos pensaban que yo aceptaría el casarme contigo, que en verdad nuestros cachorros serían preciosos y que hubiera sido una belleza vernos a ambos con las cadenas de oro envueltas en nuestros hombros. Que hubiéramos sido una bonita pareja, lo decían a mis espaldas a pesar de haber dicho que tú encontrarías a alguien más.

"Que pena que haya huido del compromiso." Dijo una de ellas mientras yo tomaba las manzanas para mi pastel.

Pasaron tres meses del día en el que rechacé estar contigo, por las calles decían que te habías ido a Berlín, porque no soportabas el verme por las calles como si nunca hubiésemos sido un todo. Viajaste de noche en un tren, tus hermanas fueron a despedirte mientras que tus amigos te deseaban un buen viaje, escuche todo aquello por los cuchicheos de la gente.

A pesar de todo el daño que logré causarte, de aquellas espinas nacieron bellas rosas blancas.

Estuviste exactamente unos tres años en Berlín, había perdido tu rastro desde el día en el que te di la espalda. Y han pasado tres años desde aquella noche donde te día la espalda, a ti y a tu amor, a ti y al futuro a tu lado.

Porque ahora desde una banca en la plaza principal puedo verte en la iglesia, tomando la mano de una bella mujer; de cabellos castaños y ojos redondos, desde mi lugar puedo ver tu sonrisa y la de ella, como se miran con tanto amor.

Cómo alguna vez tú solías mirarme.

Puedo ver cómo ambos se levantan del piso, tú levantando su velo y acariciando sus mejillas, todos se levantan y aplauden, con un beso sellan su promesa de amor.

Ella te mira con tanto amor, con tanta felicidad y hace que yo sonría. Porque siempre mereciste a alguien que te mire con toda su alma y no solo con una parte de ella, siempre te mereciste a alguien de tu talla.

Y no hablo de la talla social, sino de la del alma. Tú siempre fuiste tan alegre y positivo, obligándome a bailar a media noche y besándome debajo de los sauces llorones, siempre diciéndome que yo era la única persona que te importaba, que nunca habría alguien más.

Siempre fui muy inseguro, crecí con la mirada gacha mientras tú barbilla siempre estuvo alta, mirando a las estrellas mientras la mía miraba las rocas.

Pero ahora, ella, una chica granjera y huérfana como yo sostiene tu mano como si fueras su faro de luz, ella te mira como si fueras un ángel y en su dedo anular se encuentra el anillo de tu madre. Ella te sostendrá en las noches y bailará contigo en las madrugadas. Ella te besará bajo los sauces y ella podrá ver las estrellas contigo.

Porque ella nunca te dejará plantado en el suelo y jamás te dará la espalda. Porque ella no tiene los problemas insignificantes que yo cargo en mi espalda.

Porque ni siquiera recordarás la parte pequeña que formé en tu vida.

Ni siquiera recordarás todos mis problemas insignificantes.

Porque ahora sostienes la mano de alguien más mientras su vida se une.

fin.

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