Un día normal
Esa mañana hacía un frío espantoso. Y a pesar de que a él le encantaba ese clima ( porque le dejaban comer más galletas de lo usual, e incluso le servían una taza de leche caliente) , ese día decidió quedarse en cama, arropado por la calidez. No muy a lo lejos escuchaba los continuos golpes del paciente número... ¿treinta y cuatro? ¿setenta y ocho? Ya no se acordaba. Seguramente los enfermeros se habían cansado de tratar de hacer que comiera el desayuno. Suspiró, proponiéndose la misión de dormir. Ese día no se sentía ni con la mitad de ganas habituales, por lo cual dejaría menos trabajo a los enfermeros y se limitaría a dormir todo el día, hasta que alguien viniera a darle sus medicinas y pastillas.
Pasadas unas horas, escuchó la puerta de su habitación cediendo ante alguien. Observó a la persona, y se dio cuenta de que se trataba de la doctora de siempre.
—Jack, ¿te sucede algo? No has ido a comer. —preguntó ella. Jack sonrió. No era mentira para nadie que a él le encantaba tener atención.
—Solo tengo frío. Y me dio mucha pereza levantarme de la cama.—explicó con cierto desgano, mientras se removía entre las sábanas y abrigadas frazadas, para quedar sentado en la cama. La joven mujer contrariada, torció el gesto en una clara señal de reproche. Jack sonrió tratando de pedir perdón con los ojos.
—Debes comer el almuerzo.—Jack asintió riendo apenado.—Debes tener algo en el estómago antes de ingerir tus medicinas.
—Sí, sí. Ya iré a comer. — trató de tranqulizarla. La chica suspiró. Las ojeras bajo sus ojos evidenciaban que había tenido problemas con algún paciente. Jack se preguntó internamente si acaso alguien ya había llegado al límite de la locura limpia y terrorífica. Se estremeció de solo pensarlo, obteniendo más ganas de dormir.
—...Jack. ¿En la noche tú...?—el ambiente se puso incómodo. Jack disfrazó sus tensiones con una gran habilidad, haciéndose el distraído.
—Dormí. La noche era terrible como para ver al cielo.—explicó. Aunque sabía que era mentira. La mujer pareció estar muy aliviada con eso. Le despeinó un poco los castaños cabellos, y se dirigió a la puerta, haciendo sonar los tacos de su calzado por toda la habitación callada. Solo con su cansado andar, se podía notar lo extremadamente exhausta que estaba, además de notar las manchas de café que seguramente había derramado en un descuidado intento por mantenerse despierta. Nadie podía culparla. Ser una psicóloga en un centro psiquiátrico tan alejado de la ciudad debía ser un tema complicado.
—Oh. Por cierto.—dudó unos instantes en seguir hablando. Se llevó una mano a la boca, como contemplando la posibilidad de quedarse callada. Jack la observó sin muchos ánimos, distrayéndose al notar que no había guardado algunos de sus juegos, y que los dados de su monopolio y algunas piezas de madera del yenga se encontraban esparcidos por la habitación—Sé que extrañas a Corona.—Aquello terminó por asustar a Jack. La mención de Rapunzel se había dejado de lado hacía ya muchos meses. Automáticamente la mirada de Jack se iluminó. Quizás ella había vuelto por él.—Hoy ingresarán a un nuevo paciente.—Aquello fue como un balde de agua fría. Jack bufó por la repentina ruptura de sus ilusiones, auto insultándose por ser tan ingenuo. —es un poco mayor que tú, según el informe. Podrías...Ya sabes. Formar una linda amistad con él.
Jack la miró un rato con sus ojos castaños, analizándola sin mucho apuro. Desde sus cabellos dorados, pasando por sus despintados labios rosados machados de labial rojo, hasta sus ojos negros y amables. La mujer se quedó tensa, sin saber bien si marcharse o quedarse a esperar una respuesta. Quizás no debió mencionar a Corona, la paciente número veintinueve. Ella bien sabía que Jack y aquella muchacha rubia habían forjado un gran lazo de amistad, casi rozando la dependencia. Pero cuando Corona se enamoró de aquel muchacho que alguna vez trabajó en las instalaciones, llamado Eugene, todo cambió. Jack probablemente aun seguía sensible, a pesar de haber pasado tanto tiempo luego de ese acontecimiento.
—Oh. – terminó por romper el silencio Jackson.—No, mejor no. Estoy bien con mis juegos y galletas.—hubo una pequeña pausa, en la cual la doctora se vio realmente decepcionada. Así Jackson nunca saldría de allí.—¿Ya van a comenzar las vacaciones?
—¿Eh?
—Las vacaciones. Las vacaciones de invierno.
—...Eh...Sí, comenzaron la semana pasada.—la mujer se acomodó los lentes, sin saber bien a qué venía la pregunta. Jack sonrió animado, como si antes no hubiera estado callado, analizándola casi como una estatua.
—Genial.—y con eso, el chico dio por terminada la charla, recostándose de nuevo en la cama y dándole la espalda a la joven. Ésta se quedó solo un segundo observando la figura del muchacho. Era deplorable, casi una tragedia. El cuadro triste y desolado de la habitación de paredes grises y vacías, haciendo contraste con los juguetes coloridos cuyo dueño descansaba sobre una cama con ataduras listas para retenerlo por si tenía algún ataque le daba, oprimió su corazón. Lo más probable es que Jack nunca se mejorara.
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Ya sé que valgo madre creando nuevos fanfic cuando tengo tantos abandonados. Perdónenme :'( Me viene la inspiración y yo cedo. Ya mejor me mato (?)
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