Certeza

     El mago murmuró unas palabras ininteligibles ante el muro que les cortaba el paso, y un tenue contorno violáceo se dibujó frente a él y su discípulo. Ambos franquearon la puerta.

     —Recinto aislado y sin ventanas... paredes sólidas sin acceso visible... ¿Una celda, tal vez? —planteó el mago.

     —Veo arañazos... y sangre —advirtió el acólito—. Más bien se asemeja a una cámara de tormento. Maestro, no creeréis que...

     —¿Que alguien ha empleado este lugar para torturar y asesinar a otras personas? No, no lo creo —de repente, una extraña sonrisa apareció en el rostro del mago—. ¡Lo sé!

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