Especial: Esta okey.

La nieve caía con dulzura, adornando ese paisaje tan hermoso de su país, estaba en el metro peor aun así la nieve se podía ver a lo lejos, calentó sus manos con el vapor de su boca y después las froto, tenía puestos esos guantes color rosa, al igual que un gorro del mismo color, se había cortado el cabello, esté se escapaba de entre el gorro y caía elegantemente por sus hombros, tenía un lindo broche sosteniendo parte de este para que no le estorbará. Temblaba, sus piernas estaban demasiado frías pensé a que tenía esas mallas térmicas, unas botas para la nieve y ese gran abrigo que la mantenían en calor.

"Próximo tren a Niigata llegará en cinco minutos"

Anunciaron por los micrófonos, no era una estación subterránea, era una de las más viejas de Tokio, pero aun así la favorita de Amai.

—¡Bah!, ¡Ya no soporto este frio! ¿Por qué no le pedimos a la fundación que nos lleve en helicóptero? —Todos miraron hacia Joseph, quien no paraba de estornudar y frotarse los brazos con las manos, podían pedir eso cuando quisieran más Amai se negó.

—Este es el recorrido que Noriaki y yo hacíamos hasta Niigata, así que haremos lo mismo al pie de la letra. —Le recalcó Amai, tenía una sonrisa en su rostro, Polnareff tomaba el café caliente de lata, Jotaro simplemente no decía nada. Eso le traía recuerdos a la pelirroja, cada año, sin falta hacia ese recorrido con su mejor amigo Noriaki, casi siempre los acompañaban sus padres, pero cuando cumplieron quince lo mejor fue dejarlos ir solos, solían quedarse en un hotel cerca del centro y recorrían la ciudad solo para comer Taiyakis en aquel viejo puesto de postres tradicionales japones. Claro, cuando los dejaron salir solos por primera vez no dejaron pasar la oportunidad para hacer una que otra cosa sucia en el hotel... El sonido del tren se escuchó a la lejanía.

—¿Por qué no tomamos el tren bala? Es mil veces más rápido que la chatarra que está por llegar. —Se quejo otra vez el más senil ahí.

—Viejo, ahora se hace lo que Amai dice, guarda silencio que ya estoy harto de escucharte. —Ante lo alterado y fastidiado que lucía Jotaro se quedó finalmente en silencio, Amai lo miro y sonrió, después tomo su mano. Tenía la nariz, orejas y mejillas rojas por el frio, nadie más estaba en la estación que ellos, en esa vieja estación, parecía un milagro que aun circulara. Polnareff se acercó a ellos y tomo la mano libre de la más pequeña, obviamente ella, su 1.65 era peligroso. Jotaro solo gruñó al ver esta acción.

—No me dejen fuera de la diversión y cómo decimos en mi amada Francia, las relaciones funcionan de tres. —Bromeo, esto hizo reír a la pelirroja, pero al Kujo no le hacia el más mínimo de gracia. Antes de que este le pateara el trasero el tren llegó, inmediatamente subieron, se sentaron los cuatro juntos, en esos asientos para dos personas que están frente uno del otro. Se lo preguntaran, ¿Jotaro y Amai estaban saliendo?

Para nada, solo reforzaban la amistad besándose y paseándose de hotel en hotel como conejos y... Bueno si estaban saliendo, pero decían que no.

Miraba el paisaje por la ventana, la nevada ya estaba pasando y solo podía apreciarse esa blanca imagen que le tranquilizaba, el viaje de Tokio a Niigata era bastante largo, tal vez unas ocho o nueve horas y más en ese viejo tren, pero era lo divertido de este, llegarían a ese hotel tradicional, se meterían a las aguas termales y ellos se divertían, ella siempre entraba sola al de mujeres, casi nunca había nadie pero el turismo ahí en invierno era impresionante aunque no lo pareciera. Niigata era famosos por sus aguas termales y había bastantes lugares de estos porque no era sorpresa que algunos estuvieran vacíos, había por montones ahí. Saco una baraja y comenzaron a jugar para matar el tiempo, charlaban, de lo más normal del mundo, como amigos, el señor Joestar no paraba de contar sus aventuras con ciertos semi dioses Aztecas, parecía una locura, pero siendo sinceros todo era una locura.

Finalmente llegaron y fueron al hotel que habían reservado, Amai fue directo a los baños, se dio un regaderazo, y limpio bien su cuerpo antes de entrar, camino desnuda hasta hundirse en este y relajar por completo sus músculos, amaba esa sensación y a la vez la repudiaba, le recordaba por completo a él, cada cosa que hacía le recordaba a él, y la tenía deprimida casi todos los días, tal vez el único momento de tranquilidad que sentía era durmiendo, aunque no dudaba que soñaba con Noriaki pero no lo recordaba con certeza. Paso sus manos por aquella cicatriz, donde la piel se tornaba de un color rosado y se sentía más extraño el cambio de suavidad, se levantó tomo asiento en la orilla de aquellas aguas, despertaba con ella cada mañana, siempre que se metía a duchar o se vestía le recordaba toda la sangre que se derramo por un estúpido idiota que se negaba a morir.

Aun cuando habían pasado casi dos años de aquellos hechos, seguían marcados, como un trauma, que le recordaba constantemente lo inútil que fue al no salvar a sus amigos, estaba sola en ese lugar y nunca volvería a estar con ellos, así lo sentía, demasiado deprimida. Su corazón no soportaba una ausencia más. Rápidamente tomo sus cosas y se fue a su habitación, para llorar y tratar de calmarse.

—Los extrañas, ¿Cierto? —Seco sus lágrimas, y amarro más su yukata.

—No deberías estar aquí, Jotaro. —Le dio la espalda. —Soy una chica que está casi desnuda, vete o pensaran mal.

—Ya te he visto desnuda. Yo también los extraño. —Bueno, claro que no era la única, pero ¿Cómo aparentar que no los extrañaba? —Ya pasaron dos años, ¿Cuándo vas a dejar de hundirte?

—¿Quién sabe? —Se quedaron en silencio. Jotaro la acorralo contra la pared, se tuvo que agachar para besarla.

—Te besaré hasta que se te olvide. —Le dijo, antes de siquiera decir algo volvió a besarla.

—¡Jotaro, Amai! ¡La cena esta lista! ¡AY SANTO CIELO! ¿¡QUÉ HACEN!? —Entro Polnareff a la habitación, solo chasquearon la lengua a la vez y se separaron, miraron a Polnareff acusadoramente. —¡No me vean así!, ¡No es mi culpa de que ustedes dos siempre estén calientes! —Jotaro lo arrastro hasta afuera y cerró la puerta, Amai simplemente se puso el pijama, y fue al salón principal para cenar, ellos eran los únicos huéspedes. Comían todos en silencio, al Polnareff y Joseph se les dificultaban mucho los palillos, a Amai le divertia. Se acerco a su novio y le susurró.

—"Quiero un trio con Polnareff" —Bien, esto saco de contexto a todos, lo había dicho tan alto como para que toda japón lo escuchara, ese susurro no fue para nada silencioso, el nombrado se quedó pasmado ante lo que dijo su amiga, el señor Joestar simplemente quedo en blanco. Para ese punto todos sabían que Amai era capaz de todo, si compraba revistas para adultos y las leía frente a ellos, la creían capaz de hacer lo que fuera que pasara por su cochina mente. —Bromeo. —Aclaró, pues era una terrible broma, Jotaro volvió a gruñir, celoso y enojado, no le gustaban ese tipo de bromas.

—¡Deja de hacer eso! —Chilló el platinado, volvió a reír asintiendo mientras continuaba comiendo las Katsudon que tenía enfrente. —¿Quieres que Jotaro me asesine por tu culpa?

—Deja de ser tan quejumbroso, además, tienes novia ¿No? —Le recordó, bebió el sake que tenía al lado, caliente, era lo mejor que le caía a su estómago; Pol bajó la mirada.

—Sobre eso... ¡Ah maldición! ¡Ella me termino!, ¡Dijo que buscaba a alguien mejor! —Sollozo, eso era lamentable, solo había durado... ¿Un mes? —¿Cómo carajos consigo una novia para siempre?

—Enamorarla es la base, no saltar siempre a la acción. —Dijo sabiamente la pelirroja, bebió más de su alcohol y Jotaro se lo arrebató, odiaba que bebiera y más si se ponía de cariñosita con todos, cómo cierta vez en Egipto. —Tú eres demasiado impaciente, a las chicas nos gusta que nos aguanten, aunque sea un poco más de lo que nosotras mismas nos soportamos.

—Jotaro no tiene paciencia. —Recalcó.

—Bueno... Hay excepciones y... ¡Ese no es el punto!

—Señorita, ¿Esta vez no viene con su amigo? —Interrumpieron, todos miraron hacia la dueña de esa voz, era una anciana, su cabello blanco y largo denotaba en pasar de los años y su piel arrugada. Tenía una sonrisa fina mientras dirigía la mirada a la pelirroja. Su amigo, ella se refería a Kakyoin, ya que era costumbre anual ir a ese hotel. —Ya sabes, el guapo pelirrojo y demasiado amable.

—Oh... Él... Bueno... —Desvió la mirada incomoda, se volvió melancólica, Jotaro tenía razón, ¿Cuándo dejaría de hundirse apenas lo mencionaran? —Falleció. —Le sonrió tratando de calmarse, la vieja mujer simplemente mostro sus respetos y después de recordarles a qué hora sería el desayuno se marchó volviéndolos a dejar solos en aquella sala donde continuaban cenando. —Bueno, ¿Quieren algo de la tienda? —Se levantó sonriendo. —Yo invito.

—Ah, te acompaño. —Se levantó Polnareff, los dos estaban en pijama. —Pero está nevando, ¿No?

—Uy nenita, la tienda está enfrente, será rápido, además ahí está calientito. —Sonrió para después caminar hacia la salida, echo una última mirada a Jotaro y al viejo Joseph, ambos amigos salieron del hotel. —Te mentí, está a dos cuadras. —Polnareff le iba a reclamar, pero ella comenzó a caminar por la nieve, tenía esas botas amarillas especiales para no resbalar, el cargaba unas igual y la siguió. Miro su muñeca, tenía una pulsera plateada en esta, con una placa donde su nombre estaba grabado junto al suyo, era uno de los regalos de Pol cuando ella estaba... En ese coma inducido.

—Veo que cuidas bien la placa. —Le comentó, le había regalado tantas cosas que no recordaba para nada en concreto.

—Claro, es un regalo tuyo, las demás cosas las tengo bien guardadas en una caja de madera. Incluso las fotos de mi borrachera. —Rió, las luces de Niigata eran pocas, y eso que apenas eran las once, a esa hora en Tokio todos estaban a fuera. —Aunque mi regalo favorito es... Ya sabes, la foto donde estamos todos juntos. Me gusta mucho. —El frio ya le calaba en los huesos a ambos, aunque no caía nieve no tenían la ropa adecuada para salir a esas bajas temperaturas.

—Amai yo... —No supo que decir, el también no dejaba de pensar en eso, era su primer pensamiento en la mañana y el ultimo antes de dormir; ninguno podría olvidar todo eso, irónicamente, aunque ganaron lo habían perdido todo, se aferraban a lo último que les quedaba, lo que les importaba, y se derrumbarían si se los arrebataban.

Por qué son débiles, no pueden con todo eso, no estaban ni están listos, no importaba si lo superan, ahí estará siempre en ellos; cada cosa que les pueda recordar aquel viaje de cincuenta días, cada pequeña sensación que sienten en su corazón, el más mínimo picor en su nariz les recordará por ello siempre. Pol recordaba siempre a Iggy y Avdol, incluso había perseguido a perros de la misma raza de Iggy por la calle gritando ese nombre, no podía ni siquiera comer pollo frito por que rápidamente se ponía a llorar; demoro meses en volver a cocinar le solo sin que el fuego de la estufa le recordara a él. No podía ni observar a alguien vestido de verde sin que le recordara a Kakyoin, lo mismos para todos, era algo que compartirían para siempre; la jodida desgracia los unió y la jodida desgracia los separaría.

Miro a su amiga, incluso aunque no tuviera nada que ver ella le recordaba a Sherry, a su hermana, y quería protegerla por ello. Quería decir tantas cosas, pero ninguna le salía de la boca, lo que sentía iba más allá que simples palabras. Que su entendimiento, ninguno de los dos lo comprendía con totalidad. Vivian atrapados en una epifanía constante. Buscaban algo, pero terminaban con cosas completamente diferentes, el querer salir de ese agujero los hundía más. La constante presión de olvidarlo los hacia recordarlos cada vez.

"No pienses en ello". Dirán muchos, pero, el simple hecho de no pensar en ello los hacía sentir culpa. Tal vez algún dejaría de dolerles el hecho de que ya no estaban ahí, eran muertos, les había tocado, todos sabían que estaban en ese lugar, en esa hora, en ese preciso momento bajo su propio riesgo. Lo tomaron incluso sabiendo que las estadísticas estaban en su contra, pero ¿Cómo olvidar a alguien con el cual compartiste tantas risas? El cual te apoyo en todo momento, el que estuvo ahí como un hermano, como un padre. Para Amai, él prácticamente estuvo toda su vida, no había cosa que no hicieran juntos, porque lo amaba, desde lo más profundo de su corazón, deseaba con toda su alama tenerlo ahí en frente, aunque fueran un par de minutos. Quisiera estar ahí para decirle lo mucho que lo quería, que lo iba a extrañar, odiaba a la muerte por ese motivo, era tan repentina y podía pasar en cualquier segundo, el no poder despedirte de alguien, que pese a que peleaban lo querías con todas tus fuerzas, era tu mundo, el centro de tu universo. Por quien moverías hasta la roca más pesada o matarías por ir a ver si estaba bien, quien, hacia rugir tu interior de maneras indescriptibles, claro, Amai estuvo enamorada de Noriaki casi toda su infancia, hizo mover su corazón, ser un idiota y seguirlo a ese viaje. Aunque ahora mismo tuviera una... ¿Relación? Con Jotaro, no quitaba el hecho de que lo amaba.

Era quien muchas veces le quito el sueño, con quien compartió toda su infancia, quien supo valorar las estupideces que hacía, quien aguantaba sus pucheros y por supuesto quien la hizo cambiar lentamente hasta ser lo que era hoy un día, no una adulta por completo por que ha de admitir que hacía boberías que ni a un niño de preescolar se le ocurrirían.

Una vez le pregunto a al señor Joestar que si se quitaba la mano de noche como si fueran unas gafas para dormir, o que, si podía ver sentir con ella, cosa que luego confirmó que no podía hacer. Tuvo que preguntarle a su esposa Suzie Q ¿Qué era lo que sentía con esa fría mano metálica cuando hacían cositas para adultos?

Era la curiosidad de un niño, pero la mente tan puerca como un degenerado, era parte de su encanto, suponía.

Bien, para ella, Noriaki fue el primer, de todos sus amigos y un pilar en su vida que se derrumbó de un segundo a otro, aunque fuera sostenida por miles más él era uno de los principales, la construcción, aunque se mantendría en pie se hundiría poco a poco por ese pilar faltante.

Había perdido a más, cierto, Avdol e Iggy, por supuesto también le dolía con el alma, más para una niña incrédula que no conoce más allá de su familia y su mejor amigo era la prioridad. Su cuerpo clamaba por sed de venganza enormemente, incluso con DIO muerto, quería ir a buscar todas sus cenizas, devolver el tiempo con una gema del infinito y patear su cadáver hasta que este simplemente se esfumará de tanta patada. Y para eso repetir el proceso cada mañana con una dosis completa de asco y odio.

—Supongo que se quedaran con nosotros incluso muertos. —Hablo la chica, entro a la tienda y vago por los pasillos echando cosas a la canastilla, Polnareff tomo más cosas y las echo, de igual manera ella iba a pagar todo. Fueron a caja, el chico atendía mientras bostezaba, estaba totalmente cansado, entrego sus cosas y les dijo su total, Amai pago, espero su cambio. —Pol, ¿Estas llorando? —Se burlo la pelirroja.

—¡No, no! Es solo que, me entro una basurita a los ojos. —Lo había visto por el reflejo de ciertas cosas de metal, después de todo era el más sentimental ahí. Salieron de la tienda después de entrar más en calor, ambos en silencio nuevamente. —Quisiera saber...

—¿Qué quieres saber? —Se giró a ver a su amigo que venia detrás de ella, el platinado paso saliva con rudeza y apretando los puños.

—Trabajaré para la fundación, buscando más usuarios Stand, quisiera saber... ¿Si me acompañarías a una nueva aventura?, Solo los dos. —Desvió la mirada, con la cara completamente roja.

—Sabes que no puedo hacerlo Pol, no he terminado siquiera la universidad, pero si necesitas ayuda, puedes llamarme cuando quieras, iré ahí sin importar el qué, ¿No se los dije en Egipto? —Polnareff se acercó, la tomo por los hombros y la miro fijamente a los ojos.

—Me dejaré de rodeos, se que esto puede sonar extraño, y tomando en cuenta de que estas saliendo con Jotaro y que siempre digo las cosas demasiado tarde y me arrepiento de ello... —Tomo aire con fuerza, la pelirroja estaba comprendiendo por donde iba, si es que no se equivocaba. —Me gustas, ¿Okey? Me gustas mucho, y cuando te veo me pongo todo menso. —La pelirroja después de unos segundos en total silencio soltó una carcajada, acaba de herir el corazón de la pulga.

—Ay, lo siento, estoy muy nerviosa. —Se limpiaba las lágrimas de los ojos, sus manos temblaban y no por el frio. —No te lo tomes a mal Pol, pero pienso que te mereces a alguien mejor que yo. Mírame, soy un desastre, no puedo ver cualquier cosa por que me la paso llorando todo el día.

—¡Eso no me importa! ¡Solo quiero que me acompañes! Necesito tu compañía, incluso si no llegamos a nada más que amigos esta bien, acepto vivir con ese constante dolor y eso esta okey. —Eso me estaba asustando, jamás había escuchado o imaginado una respuesta así. —Incluso si te casas con Tom Cruise o te gusten las mujeres yo estaría okey, por que estarías a mi lado.

—Oye Pol... Trata de calmarte... —Retrocedió, miro hacia todos lados, la gente encendía sus luces, estaba alzando la voz.

—¡Entonces! Solo júrame que, aunque no vengas conmigo estaremos en contacto. —Le gritó, los vecinos comenzaron a salir. —¡Que me visitarás y nos pondremos al día siempre! —Amai no lo aguanto más y comenzó a arrastrarlo mientras se disculpaba con los vecinos por tal espectáculo. —¡Júralo!

—¡Sí, sí! Lo que tu digas, ¡Solo cállate! —Finalmente se dio cuenta de que su amigo estaba completamente ebrio.

.

.

.

.

—Bien, es aquí. —Señalo el local sonriente, era tan pequeño, pero si que olía bien. —Pediré siete.

—Solo somos cuatro. —Ante la aclaración de Polnareff le dio una patada, parecía muy molesta con él, desde esa mañana no dejaba de golpearlo. —¡Ay esta bien! —Le entregaron los postres en una bolsa de papel, pago y regresó con sus amigos, extendió la bolsa a cada uno y estos tomaron un panecillo en forma de pez. Todos lo comieron, excepto la pelirroja, solo observaba los restantes que había en la bolsa, totalmente inerte, quien solo su pareja actual lo noto, la rodeo con su brazo y le dio una mordida al panecillo.

—Ya comételo, se va a enfriar. —Ante el comentario de Kujo solo asintió y le dio una mordida al suyo. —¿Quieres ir al templo?

—No, ellos de seguro están disfrutándolo. —Ante tantas preocupaciones lo único que pudo hacer fue suspirar de alivio, debería dejar de preocuparse tanto por ellos, deben estar en un grandioso lugar, solo importaba vivir por ellos. Finalmente... Dejo de llorar. Lo estaba superando. Todos lo hacemos en algún momento, cuando dejamos de aferrarnos a algo que ya no esta con nosotros, podemos sentir que el peso de nuestros hombros de desvanece y solo queda vivir con los hechos. Ya no están, pero jamás los olvidaran.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top