Cerezas

One year later.

Bien, un maldito año, un maldito año y los medicamentos habían dejado de suministrarse hacía meses, ¿Qué diablos le pasaba? Estaba ahí, en la misma posición desde que entró, los reflejos la movían solo un poco, pero ya estaba completamente bien, todo cicatrizado y hasta había recuperado el color de sus labios solo tenía que abrir los ojos y estaría como... Casi nueva.

Ese mismo día, ahora con su estilo de moda en blanco se quedó con ella, su padre había estado en la residencia del viejo quedándose, puesto que no tenía lugar donde quedarse y un hotel salía muy caro, pensar que había pasado un año completo... Incluso ya tenía dieciocho, al igual que ella. Abrió otro libro para leer tranquilamente, estudiar, puesto a que acaba de ingresar a la universidad relativamente hacía semanas y los exámenes estaban a la vuelta de la esquina, venia cada semana a verla sin falta, Polnareff había regresado a Francia meses atrás pero no dejaba de recibir cartas molestas de él al igual que llamadas. Su madre estaba en japón y el venía a estudiar a Nueva York biología marina, se sumergió tanto en el libro que todo sonido era ignorado a su alrededor.

Abrió los ojos, su respiración era calmada, se sentó como pudo y examinó el lugar donde estaba, su vista viajo en aquel hombre de blancas ropas, quien leía tranquilamente un libro en el sofá, no lo quiso molestar así que miro a la ventana, después de minutos de apreciar el cielo, las esponjosas nubes, suspiró. Miró sus piernas, estaban entumidas al igual que la mayoría de su cuerpo, no parecían querer mover en ese momento al igual que sus acalambrados dedos. Se aburrió rápidamente, ¿Qué no tenía bien la visión periférica ese hombre o qué?

Lo analizo por completo, claro, era Jotaro, solo que, a su parecer con su característico sentido de la moda, si no fuera por la gorra y el negro de su cabello no lo reconocería ni en pintura. Miro a su lado, había una pluma y una tablilla, tal vez con su expediente, extendió su mano para tomarla, pero simplemente no pudo doblar sus dedos para tomarla, lo tiró todo al suelo. No pasó desapercibido para Jotaro, quien al bajar la revista simplemente se quedó pasmado.

—Dime que no pase cuatro años dormida y ya estas casado y con hijos. Porque si lo estas, te juró que te asesino, yo debía ser la dama de honor maldito gigantón. —Sonrió, esa ruda cara le sonrió mientras soltaba un bufido de diversión. La enfermera entro de inmediato con el doctor, al verla se apresuraron a hacerle los chequeos médicos correspondientes. Estaba devuelta. Dijeron que le traerían de comer inmediatamente para recuperar energías, aunque le habían dado de comer por tubos hacia su estómago ahora estaban seguros de que podría comer bien, aunque sus reflejos motores fallaran un poco, le ayudarían a practicar.

Al llegar la comida suspiró, tomo la cuchara, pero siempre se la caía, Jotaro solo miraba fijamente sus movimientos, ¿recordará lo que paso o simplemente se está haciendo la tonta?

—¿Me ayudas? Tengo un montón de hambre. —Dudo unos segundos más se levantó y dejó su libro de lado para acercarse y sentarse en la cama, tomó el plato y los cubiertos en mano para comenzar a darle de comer a su amiga en silencio; termino el plato completo minutos después, su mirada se volvió vacía después de eso, se recostó con cuidado y parecía querer llorar. —Ah rayos, dije que no lloraría... Pero las lágrimas solo salen.

—Así que lo recuerdas... —Murmuró, ella sonrió mientras asentía.

—No lo entiendo... ¿Porque yo, una idiota no murió, pero en cambio ellos sí? —Su Stand estaba afuera, jugaba con su mano, parecía tener conciencia. Esa muñequita saltaba demasiado y escalaba la ropa de su usuaria para abrazarla. Apretó los puños ahora comenzando a llorar. —Si tan solo no hubiera sido tan inútil... Yo debí morir, no ellos. Ellos no... —Sus sollozos se hicieron un poco fuertes, la muñequita parecía querer calmar a su usuaria, Jotaro estaba incomodo, jamás supo que hacer en esos casos, mucho menos ahora. Secaba sus lágrimas a cada segundo y eso ponía mal a Jotaro, quien solo miraba su cara empapada y tratando de mantener una sonrisa que no podía. —Parezco una niña pequeña. —Rió, no había nada de gracia en eso. Comenzó a inhalar y exhalar con calma para calmarse, conto del diez hacia atrás, cuando llego hacia cero estaba mejor, al menos su rostro.

Yare yare daze. —Bajo su gorra también suspirando, evitaba mirarla a los ojos para no incomodarla, Amai se lanzó a abrazarlo para continuar llorando.

—¡Maldita sea! ¡Cómo extrañe escucharte decir eso!, ¡Era tan aburrido escuchar a Polnareff y mi padre llorar! ¡Y tú simplemente estabas en silenció!, ¡Solo escuchaba como cambiabas de página!, Me preguntaba que estabas leyendo. —Se aferraba a su estómago mientras exclamaba cuando extraño a todos. Se veía más feliz, pero especialmente él sabía que tardaría en aceptarlo por completo. —¿Y que es ese estilo en blanco?, ¿Ya no te dejaron usar el uniforme escolar? Bueno, para ser tú, te queda demasiado bien. ¡Debemos ponernos al día! ¡Invítame un café!

—No puedes tomar nada que no te den las enfermeras. —Le recalcó.

—Ay no importa, tu solo mételo, no creo que digan nada. —Esa sonrisa socarrona, sinceramente Jotaro también la extrañaba. —Quiero comer hamburguesas.

—No puedes ni tomar una cuchara, ¿Crees que lograras tomar un café tan fácil? — Continuaron charlando, Jotaro le decía en sus cortos diálogos que había ingresado a la universidad, pero al ver la emoción de su amiga también termino hablando mucho más de lo esperado. El escándalo llegó cuando le contó como derroto a DIO.

—¡¿Puedes detener el tiempo?!, ¡Hazlo!, ¡Hazlo!, ¡Hazlo!, ¡Hazlo! —Le exclamó.

—Requiere mucho esfuerzo físico, además solo lo puedo detener tal vez unos dos segundos. —Sus ojos brillaron aún más, parecía mucho más emocionada que antes, ¿Qué paso con la Amai que estaba tranquila siempre a su lado? En silencio Jotaro lo detuvo, noto que su stand seguía a fuera, Bravery Voice estaba ahí, también saltando de emoción, la tomo con cuidado y la puso en sus manos al retomar el tiempo simplemente miraba su cara, con la alegría al cien por ciento.

—Eso es... ¡Asombroso Jojo! —Saltó en la cama feliz. —¿Sabes cuantas cosas podrías hacer con eso? Mira, ve por una hamburguesa, paras el tiempo y la traes para comerla.

—No.

—Pero...

—No.

—Solo es una...

—No. —Frunció los labios mientras se cruzaba de brazos y arrugaba su nariz, de verdad parecía una niña pequeña. Jotaro al ver esto suspiró, simplemente no sabía que más decir, sus temas de conversación no eran muchos y podía contarlos con los dedos de una sola mano. —Es hora de que me vaya, llamaré a tu padre para que venga. —Miro su reloj, Amai le sonrió, tan pacíficamente, como esas sonrisas que le dedicaba en su viaje esas sonrisas que le hacían ver a la buena persona que tenía enfrente.

—Buena suerte en tus exámenes, rezaré para que saques la nota máxima. —Sin decir nada cerró la puerta tras de sí, Jotaro se quedó unos segundos detrás de la puerta, escuchó sus sollozos; tenía razón, estaba destrozada y no quería que la vieran tan frágil, se marchó después de eso.

Las visitas continuaron, charlaban y ayudaba a su amiga pelirroja con sus entrenamientos motores, al menos ya podía escribir con crayolas.

Finalmente salió del hospital, se quedarían unas pocas semanas en Nueva York antes de volver a Japón, Amai quería quedarse, junto a Jotaro, puesto a que era el único que estaba a su lado y era su mejor amigo, si se iba era muy probable que no volvería a verlo, no quería eso, no se separaría del ahora que lo tenía ahí, el único recuerdo de sus amigos, lo único que le importaba; su razón de vivir. Si lo perdía lo lamentaría mucho.

Seguía llorando, y mucho en las noches hasta quedarse dormida, quería superarlo, pero simplemente no podía, esos cincuenta días se quedarían grabadas en su mente, le recordarían constantemente lo que perdió, y jamás se marcharían.

Se quedaría con el viejo Joseph, en su enorme pent-house, bueno, en uno de los pisos, puesto que todo el edificio era de la familia Joestar. Tenía envidia, pero si, ellos eran unos malditos millonarios, incluso Jotaro tenía un papa hiper famoso y vivía prácticamente en una mansión. Se apoyo en la pared, su padre la sostenía firmemente, caminaba muy bien, pero a veces sus piernas fallaban al igual que sus manos, miro con detalle todo, las decoraciones en tonos rosados, un color que sinceramente le gustaba cuando tenía seis años, ahora mismo no tenía un color favorito, pero, aun así, era lindo. El pastel en la mesa y por supuesto... Regalos. Estaban ahí sus amigos, incluso Pol estaba ahí, Joseph, Jotaro, Suzie Q, una tortuga... Bueno, al menos caras conocidas.

Sus piernas temblaron mucho, camino hasta Polnareff, se cayó dos veces, pero se levantó sin ayuda hasta abrazarlo, comenzó a pegarle y a reclamarle del por qué tardó tanto en llegar.

—Bien, bien, lo siento. Deja de pegarme. —Le lloriqueó demasiado hasta calmarse.

.

.

.

Suzie Q sonrió, me hizo sentarme en la silla donde estaba más cerca el pastel, ella sí que tenía bastante ánimo.

—El pastel te va a encantar, es de cereza, lo pedí especialmente para ti. —Cerezas.... A Noriaki le encantaban las cerezas... Yo las odiaba. Sentí el picor en mi nariz, las lágrimas se asomaron por mis ojos, Miré a mi padre, quien solo suspiraba, sabia lo mucho que no me desagradaban gustaban esas cosas, Jotaro también lo sabía, de hecho, todos menos Suzie Q lo sabían. Jotaro le dijo que a mí no me gustaban. —¡Santo cielo! ¡Cuánto lo siento! Pediré otro. —Mire el cuchillo a mi lado, lo tome en mis manos y corte el pastel, me serví un enorme trozo. Las odiaba, totalmente, su dulce sabor me era asqueroso, jamás comprendí del por qué Noriaki le encantaban las cerezas...

"Me gusta el color de tu cabello... De color de las cerezas".

"¡Mira Amai! ¿No es bonito el color de las cerezas? Es de un rojo único".

Es lo que siempre me decía cuando éramos niños, lo comprendía ahora... ¿Por qué nunca me di cuenta? ¿Por qué hasta ahora?

Tome el tenedor, corte el pastel y después lo metí a mi boca, las lágrimas se me saltaron, empaparon por completo mi cara, metí cada trozo de pastel a mi boca, ni siquiera lo masticaba, después de tener mis mejillas llenas como una ardilla y acabar el trozo lo tragué. Me serví más.

Rompí en llanto, mis sollozos era lo que inundaba la habitación en ese momento, mi corazón se estrujo. Con la cara de Noriaki en mi mente y la voz quebrada dije:

—Creoque ahora son mis favoritas. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top