8
—¡Mamá! ¿Compraste lo que te pedí? —Corrió hacia su madre al ver que había llegado de las compras, simplemente saco aquella botella llena de rojas cerezas y se las entregó a su hijo.
—¿Desde cuando te gustan las cerezas? —Le preguntó mientras ponía la despensa en sus respectivos lugares, su hijo no era fanático de frutas tan fuertes como las cerezas, incluso le hacía mala cara a las manzanas y a cualquier cosa un poco acida que se le cruzara.
—Me gustan desde que me acostumbre al color de cabello de Amai. —Quizá... Y solo quizá... Esa era la inocencia de un niño.
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Íbamos en un pequeño auto todo terreno, nos habíamos encontrado a Ann y no paraba de hablar. Estaba sentada sobre mi mientras yo iba recargada en el brazo de Jotaro casi dormida; ni me había dicho que era una molestia así que no me quite para nada. Me acurruque para solo bostezar, mi cabello estaba hecho un desastre y tenía ojeras de lo poco que había dormido la noche anterior y la noche anterior a esa. Me he desvelado mucho desde que partimos, Claro; había dormido demasiado, pero cambiar horarios de dormir no está bien.
Polnareff hablaba con el señor Joestar mientras Avdol y Kakyoin permanecían en silencio, Ann quería hablar con Jotaro pero este no le contestaba. Pobre chica, estaba tan enamorada de alguien como Jotaro, no es que fuera malo; pero creo que se está engañando a sí misma y no estar con gente que siempre atrae al peligro.
El auto me movía de un lado a otro, escuchaba como Pol se quejaba de un auto que no lo dejaba avanzar por ir como tortuga y no le dejaba si quiera pasar. Ignore todo mientras me acomodaba más sobre el cómodo y musculoso brazo del Kujo, Ann se revolcaba incomoda sobre mis piernas y estoy segura de que estaba celosa de que Jotaro me dejara descansar plácidamente casi sobre él, yo prefería dormir sobre Kakyoin en el buen y mal sentido si es que saben de lo que hablo.
— ¡Oye Amai!, ¡Deja de dormir y mueve el trasero! — Hablo un irritado Polnareff, desde que le había dicho que era mi amigo y que lo protegería no dejaba de actuar como una mamá molesta que no deja hacer cosas a sus hijos porque no está bien, como dormir en los brazos de alguien incomodándolo. Todos estaban abajo del auto menos Jotaro, Ann y yo, el primero esperando a que moviera el trasero para poder levantarse y la segunda para asegurarse de que no me quede pegada a su príncipe azul. Fruncí el ceño mientras me alejaba y bostezaba para después bajar del auto, me mire en el espejo del auto y efectivamente mi cabello parecía un nido de pájaros, lo cepille con mis dedos para que volviera a su estado original; termine llevándome unas hebras en el proceso de peinado por lo feo que estaban hechos nudos.
El viento y el polvo no ayudaban y tenía el cabello pegado en la cara y de seguro había tierra y muchas cosas más impidiendo que se mantuviera estable; me harte y agarre mi cabello y me hice un moño improvisado que, por supuesto no salió para nada bien, fui a con el molesto de Polnareff. — ¿No ves a alguien sospechoso? — Habíamos parado en un lugar para descansar de tanto conducir, o al menos eso yo pensaba; aunque si me decía de alguien sospechoso, eso me llevaba a deducir que no pediríamos comida.
— ¿Para eso me despertaste?, Solo para que continúes tu absurda pelea con el tipo del auto. Ahora comprare algo allá adentro y tú me vas a dar el dinero. — Extendí mi mano hacia él esperando el dinero, pero paso de largo. Regresé al auto molesta y me senté en medio cruzada de brazos, poco rato después regresaron y entraron, ahora todos parecían molestos, nos acomodamos como estábamos antes y esta vez no me volví a recargar sobre el Kujo. Había entendido la razón del por qué estaban enojados y yo también me moleste un poco.
Polnareff giro bruscamente sobre la peligrosa carretera para que después nos chocara un auto rojo, al yo no poseer agarre (Y Anne estar con el señor Joestar) Me fui de cara hacia delante y después fui jalada bruscamente hacia atrás por el Kujo; casi me ahogo del susto. Bien, el de ese auto tiene algo contra nosotros.
Comenzó a chocar nos una y otra vez con intención de que cayéramos al barranco y tal vez morirnos, Polnareff al conducir no lo dejaba o podríamos caer. Después de intercambiar unos cuantos choques terminamos balanceándonos por la barranca; inmediatamente bajamos del auto.
Escuchar a Ann gritar a la lejanía y corrí hasta ella inmediatamente.
— ¡Voy a morir!, ¡JoJo!, ¡Sálvame! — Los chicos estaban escalando para escapar, Ann se quedó abajo, pero en lo que gritaba ella podía huir y me desagrado totalmente esa escena. La tome por el cuello de la camisa y la lance hacia arriba para que Kakyoin o Jotaro la atraparan el cual este último hizo.
— Yare Yare Daze. — Comencé a escalar y apenas al subir unos pocos metros la piedra en la que me apoye no estaba fija y por lo tanto resbale y caí unos cuantos metros antes de ser atrapada por Hierophant green y subida a la cima.
— Tan descuidada como siempre. — Me dijo Kakyoin, desvíe la mirada avergonzada.
— Gracias por ayudarme. — Podría ser orgullosa pero no sería grosera. Él sonrió y a partir de ese momento volví a quedarme a su lado.
Después de una aburrida batalla (Aunque algo difícil), descubrimos al usuario que manejaba el auto, Pol enojado saco unas cadenas y después de golpearlo lo ato alrededor de una piedra en una pose muy incómoda y solo en calzoncillos. Yo sólo lo miraba aguantando la risa.
— Oye, Polnareff, creo que tengo papel en mi mochila. Hay que ponerle no molestar estoy meditando. — Al de plateados cabellos le gustó la idea así que me puse a escribirlo. arranque la hoja y puse el cartel bien fijo para evitar que se volara con el viento. El choque con el chico riendo, después de chocarlas dimos un apretón giramos y chocamos caderas con una sonrisa, era nuestro saludo. Habíamos practicado un poco después de tomar un descanso conduciendo; había valido la pena totalmente.
Regrese al nuevo auto esta vez mas despierta; Kakyoin cepillo mi cabello con sus dedos y era realmente bueno haciéndolo ya que me quedaba muy suave: tenía dedos mágicos en otras palabras. Charlamos un poco y especulamos si ya habrían puesto letreros de se busca o habríamos salido en televisión; nos sentimos un poco mal por salir sin avisar y preocupar así a nuestros padres o compañeros. Le dije a Kakyoin que quería llamar a mi padre, pero me dijo que no, o no solo los usuarios nos buscarían, sino que también la polvea de los países y seguramente él, correría peligro, me parecía obvio y deseaba poder llegar al Cairo pronto.
Tomé su mano y comencé a jugar con ella, a acariciarla y a rasguñarla un poco con ambas manos. Me gustaban las manos de Kakyoin, eran grandes, suaves y al tener capacidades artísticas se movían de manera delicada y única.
— ¿Porque hay tanta niebla? — me asome para no ver nada por culpa de la niebla, estaba frustrada por no poder ver nada, mire a cada uno de los presentes quien también se encontraban confundidos. — Hay un pueblo abajo, hay que hospedarnos ahí. —Sugirió el platinado. Todos aceptamos ya que realmente necesitábamos un pequeño descanso. Mientras más bajábamos con el auto hacia aquel pueblo extrañamente ubicado, mis nervios aumentaban. Mi instinto me advertía de que algo andaba mal.
Estacionó el auto y decidimos bajar para continuar a pie nuestro trayecto en busca de un hotel, no era por juzgar, pero la gente de ahí era bastante extraña. Se movían muy lentamente como si fueran ancianos y no respondían nada cuando les pregunta as algo, era escalofriante, pero no había que descartar la idea de no podían entender nuestro dio a o era su costumbre típica, ya saben los pueblos siempre odian a los extraños.
Después de hablar con el vendedor de una tienda nos dijo la ubicación del hotel en el que nos hospedaríamos si es que había lugar. Nos encontramos con una ancianita que atendía ahí, muy anciana... MUY anciana; parecía tener entre de sesenta y pie en la tumba, no se calcular edades.
Tenía la piel arrugada y demacrada que la hacían ver como si fuera una pasa. Por suerte (O desgracia para la anciana) tenía todas las habitaciones libres por lo que no dudamos en alquilarlas. Todos pusieron sus nombres en la agenda y noté que no eran los reales, entendí lo que querían hacer así que yo también puse uno falso, ahora era el famosísimo José Estrella... Nah mentira soy Nigai Megami. Tomamos nuestras llaves para ir a las habitaciones, todos charlábamos mientras cada quien iba quedándose atrás por llegar a la habitación; llegue a la mía y solté mis cosas en la entrada para lanzarme a la cama que estaba más dura que una roca, pero no importaba con tal de que pudiera dormir, aunque sea una hora.
Me resulto imposible hacerlo así que fui a la habitación de Kakyoin y entre sin avisar, estaba dibujando y me fui de fisgona; los detalles de quien dibujaba eran impresionantes. Estaba dibujando a Jotaro, o al menos lo sombreaba, se encontraba fumando un cigarrillo y estaba apoyado contra la pared; mis ojos se posaron en su camisa donde en el dibujo se marcaba su musculatura que realmente era impresionante de ver para mí. Me jactaba con la figura escultural del hombre que siempre me daba mala espina y me decía perra, sé que en el fondo me ama; ese besote que me diste en el barco lo comprueba; me amas y quieres llenar de fruta la piñata.
Patee lejos esos pensamientos indebidos y me concentre en Kakyoin, ya había firmado el dibujo y por ende estaba finalizado. Le arrebaté la libreta y me fui viendo los dibujos anteriores a este. El señor Joestar, Avdol, Polnareff... Holly... Y yo no.
—¿Y yo que, estoy pintada o qué? — Fruncí el ceño ligeramente fingiendo indignación.
Kakyoin se levantó con una sonrisa y se acercó a mí, se agacho a mi altura y me tomo por los hombros.
— Guardo lo mejor para el final. — choca sus labios violentamente contra los míos besado lascivamente estos, no puedo evitar seguirle mientras acaricio y despeino su cabello. Comienzo a desabotonar el uniforme, pero mis brazos son retenidos por Hierphant Green en el acto; los levanta para ponerlos sobre mi cabeza de una manera excitante.
Antes siquiera de que me pueda tocar abro los ojos y me encuentro a Kakyoin y Jotaro intentando despertarme.
Los miro más que avergonzada, sabía que yo hacía ruidos durmiendo y no me gusta la idea de que tal vez haya gemido o jadeado de placer.
Malditos sueños húmedos.
Me explican la situación y partimos del pueblo, no les vuelvo a dirigir la mirada en el trayecto por pena.
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