27

¡Aún tiene pulso!

¡Santo cielo!, Este muchacho...

¡Fundación Speedwagon!, ¡Nosotros nos encargaremos!

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Las puertas del quirófano fueron abiertas, aun presentaba señal de vida, un leve pulso que la mantenía con vida, la transfusión de sangre estaba siendo operada con éxito, ahora el problema era ver que tan peligroso era esa herida en la parte abdominal que tenía, un fino agujero del tamaño de una mano extendida, no tan grande como el otro chico si no sumamente más pequeño, pero aun así peligroso. Habían insertado todo tipo de anestesia, incluso adrenalina por el estado de su paciente, ahora la sangre debería ser suficiente para que no muriera. Comenzaron la operación, revisaban por completo las radiografías, su señal cerebral y demás estudios para saber hasta el más mínimo detalle sobre su cuerpo. El equipo más profesional y de alto nivel la atendían y llevaban a cabo la cirugía, restaurar los tejidos para su cicatrización, revisar su algún órgano fue afectado y atenderlo de inmediato, todo parecía estar completamente bajo control.

Debemos inducirla a un coma. — Fue la sentencia del cirujano, rápidamente suministraron los medicamentos controlados para ella dejando a Amai en aquel coma, en aquel estado inerte y a la vez consciente.

—¡Amai! —Lo escuchó, la voz de su padre, pero el sonido era muy lejano, vio a la luz de sus ojos ahí, sus labios secos, su piel tan pálida, cada raspón en su cuerpo, sin dudarlo levanto la bata de su hija para ver aquella venda cubrir su estómago manchada de sangre. Al menos ya estaba fuera de todo peligro y solo faltaba que despertara del coma que se le había inducido, la pregunta es... ¿Cuándo seria eso? —Eres una boba, pero sé que te importa en lo más mínimo... Holly, la mujer por que la que fueron... Esta completamente bien, supongo que te gustaría saberlo, ¿Sabes lo mucho que me tenías preocupado? —Tomo su mano y la acarició con cuidado, como si fuera una muñeca de porcelana a punto de romperse, su voz comenzó a titubear y las lágrimas se le venían encima, pasaban tantas cosas en su cabeza, del solo imaginar lo que tuvo que pasar simplemente no podía creerlos. Su bebé sí que se metía en problemas junto a su ahora fallecido amigo Noriaki. Odio ser él quien le diera las noticias a su familia, habían dejado flores para Amai, pero sin más sus restos fueron entregados a ellos y se le dio digna cremación, a la que, por supuesto no asistió, sabía que su pequeña lloraría mucho cuando despertará, incluso estando dormida, no querría ver a nadie y dejaría de comer. No quería verla así, había sufrido lo suficiente para cargar con todo ese peso.

—¿Puedo pasar? —Escuchó la puerta, de inmediato miro a quien pertenecía esa voz, su platinado cabello y su musculatura prominente lo hicieron recordar, lo había visto vagar por los pasillos, tenía vendajes en sus manos y se apoyaba en una muleta, en sus manos resaltaba aquella delgada caja, decorada con un papel rosa pastel, para nada envuelta con cuidado, la cinta adhesiva estaba en lugares que no debían, había un bulto enorme de papel como si no lo hubiera cortado, y como olvidar ese horrendo moño color rojo que estaba amarrado como cualquier cinta de zapatos y pegado con un montón de tiritas de cinta transparente. Había más regalos de ese tipo en la mesita de noche, todos envueltos de la misma forma y parecía que ese que tenía en manos era le mejor intento. Ichiro asintió ante la pregunta, no dijo nada y solo observo cómo camino y dejó la caja junto con las otras, se sentó en una silla opuesta a él y tomo su mano, le dio rabia.

—¿Los demás son tuyos? —Preguntó, él miro todos los regalos que tenía a su lado, en su mayoría eran suyos, pero había uno que no, ese peluche, cuidadosamente puesto sobre todas las cajas que tenía debajo, ese moño color rosa pastel envolviendo lo que parecía ser la panza del peluche, no necesito deducir mucho para saber de quién era ese peluche de delfín.

—El peluche no es mío. —Y no dijeron nada más, se quedaron en silenció durante unos segundos, Polnareff tenía sus ojos rojos, seguramente había estado llorando, apretó sus labios para decir. —Oye tarada, más te vale despertar, porque no me pienso ir de Nueva York hasta que estés recuperada. —Su mirada se afligió, sus labios se fruncieron a un más y sus ojos se volvieron llorosos, su voz se rompió. —Si tan solo no te hubieras separado de Jotaro y de mi... Avdol e Iggy estarían muy orgullosos de ti, cuando te lanzaste a protegerlo la verdad es que pensé que yo era un inútil, hacías cosas que yo simplemente imaginaba... Aun sabiendo que Vainilla Ice podía usar su stand para asesinarte en un instante. Y no pensaste para nada en ti, me lanzaste lejos del peligro... Tu solo querías vernos bien a todos... Pese a tu herida, subiste diez pisos de un edificio por las escaleras para llegar a Kakyoin, cuando te encontré pensé que habías muerto... Pero heme aquí contigo ahora... A pesar de todo tú... —Chasqueo la lengua, desvió la mirada mientras mordía sus labios con fuerza, Ichiro solo lo miraba, incomodo y sin entender nada. —Así que... ¡Cuando despiertes!, ¡Te juró que te llevaré a Italia y te compraré la caja del vino más caro! ¡Aunque me quede sin piernas te llevaré!

—La hora de visitas terminó. —Entró su enfermera, quien al escuchar el ruido se molestó que no dejaran descansar a su paciente. Saco a ambos hombres de ahí sin importarle quien fueran, después de cambiar las sabanas y bañar a la chica salió de ahí y cerró la puerta con cuidado. Ichiro entro a la habitación nuevamente, revisando que la enfermera no se diera cuenta de su presencia, camino de puntillas hasta su niña y beso su frente rápidamente.

—Dulces sueños mi Luna y estrellas.

—¡Nada de visitas! —Escucho a la enfermera detrás de la puerta, rápidamente salió disculpándose por los problemas que estaba causando. Amai por reflejo, sonrió.

De noche, totalmente a oscuras en ese cuarto, los hospitales en la noche eran aterradores, y es donde más accidentes pasaban en la gran manzana, además de que tenía estrazados a los internos, los pacientes solían salirse de control, un código amarillo por aquí y por allá, cirujanos dormidos en medio de los pasillos por la alta fatiga que tenían de no dormir por días completos.

Eso no le impidió para nada entrar, de todas maneras, su cara decía que los asesinarían si lo molestaban, entro a la habitación sin cuidado alguno, estaba cansado y solo quería dormir. Su amiga ya llevaba tres semanas dormida, y cada día aparecían más cajas mal envueltas a su lado, cubriendo su regalo, un peluche que había ganado en una máquina de garra, quería quedárselo, pero le pareció mejor que ella lo tuviera. Su brazo ya se encontraba mejor, y su madre estaba igual de escandalosa que siempre, ahora mismo estaba con su abuela Suzie Q seguramente cansada de tanto comprar en Nueva York despilfarrando la fortuna del viejo.

Tomo una revista y comenzó a leerla, de vez en cuando y analizaba su rostro y no sabía cómo definirla, ¿Aferrándose a la vida o sufrimiento por vivirla? Cualquiera de las dos sonaba espantoso, había leído de los comas inducidos, solían durar semanas e incluso meses para que despertara mientras la suministración de medicamentos se reducía; los doctores decían que la pérdida de sangre fue tanta casi al borde de morir, fue una suerte salvarla y que esa profunda herida que la atravesaba no dañara ni un solo órgano, parecía hecho apropósito de esa manera. También dijeron que podía despertar con menos capacidades motrices, ya sea no poder controlar bien un lápiz o levantar cosas, podría afectar su rendimiento de aprendizaje, pero estaba la posibilidad de que no, esperaba que fuera así, después de todo era su amiga, un poco molesta a veces, pero le gustaba mucho que respetaba su espacio y no hacia un escándalo cuando esta con él, se controlaba porque lo conocía. En menos de cincuenta días ella logró analizar por completo lo que le gustaba y como era su personalidad, suponía que eso le agradaba de ella, pesé a volverse loca con Polnareff cambiaba su actitud al estar con diferentes miembros del grupo acorde a lo que ella pensaba con quien estuvieran más cómodos, ese carisma que podía hacer que cualquiera le agradará. Como su abuela que tenía su abuela Suzie, tenía la capacidad de hacerse amiga de todo el que quisiera, pero para él era bastante ruidosa, en cambio Amai; se adaptaba a cualquiera.

Se volvió a concentrar en su revista, hablaba sobre el océano, ya estaba pensando seriamente en estudiar biología marina puesto que tenía gran pasión por el mar, bien; le quitaría el peluche de delfín y tal vez lo cambiaría por un elefante o cualquier otro que ganará en la maquina; finalmente se quedó dormido en el sofá. 

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