19
—¿Qué creen que podría estar haciendo longevo el poder de ese usuario con Amai? — Ella jugaba detrás de ellos con Bravery Voice y unos cuantos muñecos que le compraron en un puesto de por ahí.
—¿Durará más el efecto con las mujeres? — Todos los hombres hablaban, estaban sobre el tren más veloz que había en esos momentos y se dirigían al Cairo. Polnareff saltó ante esta declaración.
—Es imposible, hubo otra chica afectada y volvió a la normalidad al mismo tiempo que nosotros. — Dijo algo... ¿Arrepentido?, Jotaro puso la mano en su hombro a manera de comprensión, algo que solo ellos entendían en ese momento.
—¿Entonces que podría estar ocasionando este... Retardo? — Se cuestiono Avdol. — ¿Alguna característica especifica? — Miro a Amai con detalle. — ¿Algún otro factor del enemigo?
—¿Tipo de sangre?, ¿Cercanía?, ¿Color de ojos? — Analizo Joseph. — No lo sé es tan difícil.
—Podrías tener razón en la distancia, todos los que fuimos afectados por su sombra estábamos a unos diez metros de él, pero Amai... Al querer ayudarlo se quedó a unos escasos centímetros de ese tipo... Si es eso, el efecto no debería tardar en desaparecer. Tal vez para mañana ya está devuelta a su edad normal. — Dedujo Jotaro mirando fijamente a la niña que jugaba con sus muñecos.
—Fantasmita, debes de levantar el meñique al beber el té — Acuso a su stand quien solo asintió y "bebió" té elegantemente.
Pocas horas después se encontraba dormida, la gabardina del señor Joestar la cubría y a su lado Iggy descansaba; llegarían a El Cairo en breves momentos y nuestros héroes se encontraban fatigados, agotados, cansados y cuanto más sinónimo cabe en la palabra. Había sido un largo viaje, que ya estaba en su recta final, pronto acabarían con Dio y regresarían a sus vidas normales y estaban seguros de que regresarían todos juntos.
Amai, Jotaro y Noriaki estarían juntos, como amigos; muy buenos amigos. Y bueno Amai se casaría con Kakyoin y Jotaro tal vez con un delfín o algo por el estilo.
Llegaron a la estación del metro, el señor Joestar tan paternal cargo a Amai en sus brazos cuidando de que no se despertara, subieron a una camioneta para buscar primero por alrededores, Iggy seguía muy pegado a la pequeña niña, Polnareff se quejaba del por qué ellos ocupaban casi toda la camioneta y del por qué una niña no se despertaba con los sacudones de la arena. Hacía unos minutos casi se quedan atrapados en deslave de arena y no se movió para nada; cómo la vez del avión. Estaban cerca del hotel y aprovecharían para descansar más de lo que ya estaban, habían investigado alrededores por si había indicios de la mansión, Amai no despertó hasta que Polnareff lo hizo.
Se tallo sus ojitos y bajo del auto, sin soltar aquellos baratos muñecos, camino adormilada y tomo la mano del primer gigante que miro por el rabillo: Jotaro. Comenzaron a caminar así sin que este se molestara para nada, Polnareff los miraba y parecía que Jotaro soportaba más a Amai que él mismo francés, pagaron las habitaciones de hotel y la pequeña niña seguía pegada a él y no parecía tener indicios de querer soltarlo.
—¿Puede Amai pedir helado? — Ella levanto su muñeca mientras hacía más aguda su voz. — Señorita caramelo, es de mala educación hacer eso. — Le regaño. — Pero Amai dijo que quería Helado. — Imito a la ¿Señorita caramelo? — Señorita caramelo, no se nos permite comer helado después de las seis. — Jotaro la arrastró y les dijo a todos que ya volvía, se acercó a un puesto de helados y le compro uno, tal vez así la callaría, ella comía su helado embarrándose toda la cara. — Esta vez ganas. — le sacó la lengua a la muñeca. Jotaro miraba atento sus movimientos, no importaba por donde la viera, era una niña en todos sentidos, saco sus cigarrillos para fumar un poco.
—Dame un respiro... — Murmuró, el olor a cigarro perturbo a la niña, quien solo frunció el ceño tapándose la nariz.
—Fumar está mal. Mi papi dice que la gente que fuma se morirá pronto, ¿Usted se va a morir pronto? — Miro a la niña, le dio una calada al cigarrillo e intencionalmente lo expulso en la cara de la pelirroja; Amai se enojó más. Desvió la mirada y se levantó para sentarse en el banco de frente. — Yo jamás fumaré, porque no me voy a morir pronto. — Jotaro suspiro nuevamente, era una niña muy extraña, ¿Por qué diablos le daba tanta risa?, Comparando a la Amai que conocía ella ahora podría estar fumando como loca o leyendo revistas para adultos frente a él, además de dedicarle chistes sin sentido cómo también sonrisas demasiado... Empalagosas a su parecer, era una mujer extraña.
Amai seguía comiendo su helado, le había quitado la cereza y la puso a su lado sobre una servilleta pensó que era para comerla al final, pero su sorpresa solo la tiro a la basura en el bote que estaba a su lado.
—Ya terminé, podemos volver. — Y se levantó para ir otra vez al hotel, la niña saltaba y correteaba por todos lados, ahora entendía del porque le había dicho a la muñeca que no se le permitía comer helado después de la seis... Ahora no dormiría, a veces le sacaba sustos por que cruzaba la calle sin fijarse o comenzaba a pelear con perros que venían con sus dueños, su risa era lo más llamativo, tan alta e infantil, pues era una niña; muy molesta. La tuvo que cargar en sus hombros para que se estuviera quieta o terminaría llegando sin niña al hotel y el viejo se lo fregaría por llegar sin ella. Al llegar al hotel fue peor, no dejaba de saltar entre las camas y muebles jugando a que el piso era lava, los demás estaban ya dormidos por lo que tuvo que quedarse con ella.
—¡Amai! — La niña paro de saltar, se asustó. — A dormir. — Ella hizo puchero con la cara, y se fue a la cama como un perro regañado, quejándose de Jotaro, en poco rato se quedó dormida dejando descansar a nuestro querido gigantón de casi dos metros y antes de quedar dormido tomó la decisión de jamás tener hijos.
La mañana siguiente fue igual, todos estaban desayunando, Amai no lo hacía con muchas ganas pues anoche gasto la mayoría de sus energías.
—Seguiremos buscando a los alrededores — Dijo el viejo Joestar, miraba a la pequeña curiosa, ¿Aun no se iba el efecto?, aunque se miraba un poco más grande que la vez anterior — Amai, ¿Quién es Kakyoin? — Ella dejo de comer y miro al mayor.
—Mi mejor amigo. — Polnareff se levantó de la silla y la señaló.
—¡Ayer no lo conocía! — Exclamó
—Entonces está dejando de hacer efecto... — Supuso Avdol mientras tenía una mano en la barbilla. — Se mira más alta que ayer y también parece que su cabello creció. Tal vez pronto regresé a su edad original. — Amai no tenía idea de que hablaban ¿Qué querían con su mejor amigo?
—Kakyoin los golpeara con su fantasma si me hacen algo. — Bueno, eso se seguía manteniendo en pie, el golpeaba al que fuera que se metiera de mala manera con su mejor amiga. — O yo los golpeare con el mío si le hacen algo. — La niña siguió comiendo, no se preguntaba del por qué le tenían confianza si eran prácticamente completos extraños.
—Tendremos que llevarla con nosotros, no se puede quedar sola en el hotel. — El señor Joestar quería a cada uno de ellos ahí, además no había que dejar a una niña pequeña sola.
Y fue así que se la llevaron, aun investigarían a los alrededores, la pelirroja no dejaba de cantar canciones a lo que todos menos Jotaro continuaban cantando, estaba peleando por la vida de su madre, no iban de excursión. Pararon en lo que parecía ser una ¿Cantina?, Se acercaron al barman y le tendieron la foto.
Le mostraron la imagen de la mansión de DIO, ese fue el lugar al que la llevaron. No sabía dónde estaba, así que no podía ser de ayuda por el momento. Pararon una local y preguntaron por el edificio, aunque tuvieron que pagar unas bebidas para que el hombre les dijera que no había visto nunca algo como eso, molestos y aburridos dieron media vuelta listos para irse, Amai sostenía ahora una pelota, que obviamente el señor Joestar le había comprado de camino ahí, la rebotó y fue a parar hasta un hombre, que repartía cartas de la baraja inglesa, la paro con su pie, Amai corrió hasta él esperando que le devolviera la pelota.
—Yo sé dónde está esa mansión. — Todos miraron a ese lugar, donde la voz hablaba, la pequeña solo recogió su pelota del mismo color que su cabello y miro a todos confundidos. — Apostemos.
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