Capítulo 4
IV
Mi amor es como una rosa roja.
Sí, puedo tener un delicioso aroma,
pero entre más te acerques, más saldrás lastimado [...]
Si quieres mi corazón, también debes arriesgarte a tomar mi dolor.
Pues algún día mis espinas se clavarán en ti.
No confíes tanto en mí, aún no me conoces tan bien.
—Eres todo un caso.
La voz de mi amigo voló por el espacio con suavidad, seguida de un suspiro. Hundido en la comodidad del colchón, lo vi fijamente, percibiendo el olor del gel aún impregnado en el almohadón. Estábamos en silencio, muy serios, siendo alumbrados por la lámpara del buró. Por algún motivo, noté cierta decepción en su mirada. Ni siquiera nos hallábamos enredados en las mismas sábanas, circunstancia por demás extraña entre nosotros.
—¿Por qué dices eso? —inquirí con genuina inocencia—. ¿Estuvo tan mal?
—No. Bueno, sí. Bueno... no, no sé. —Baekhyun hizo una de esas muecas que no sabía si pretendían ser un puchero tierno o el producto de un golpe en el dedo pequeño del pie.
—Yo sé que no es lo que esperabas —comencé mi defensa, rascando con nerviosismo el edredón, como si deseara extinguir mis de por sí casi inexistentes uñas—. Tampoco yo lo hacía. Es diferente, sí, pero... —guardé silencio, inseguro.
—¿Pero qué?
—Creo que Jongin es un chico encantador. Quizás me esté precipitando y, vamos, un romance con él evidentemente no tiene futuro, pero... deseo intentarlo. Nuestra amistad. Es un compromiso que inicia desde hoy.
—Supongo que tienes razón. Las cosas pasan por algo y, no lo sé, tal vez su encuentro posee algún objetivo. Podrías estarle salvando la vida a alguien. —Baekhyun se enderezó, apagando la lámpara. Se había rendido—. Después me acompañarás al centro comercial, ¿verdad?
—Sí —asentí no muy convencido.
—Entonces descansemos ya. Deja de darle tantas vueltas al asunto, que tu cerebro se incendiará en cualquier momento. Buenas noches.
—Buenas noches.
Madrugadas, querrás decir...
Una vez el bonito esqueleto me hubo dado la espalda, decidí ignorar (como de costumbre) sus consejos y revivir la segunda parte de nuestra noche. Olores, imágenes, susurros, sensaciones. Mi pecho ardió.
—Entonces... ¿tienes muchos amigos? —inquirí con imprudencia justo al bajar del autobús. Y digo imprudencia no por pronunciarlo mientras desesperadamente corríamos hacia el techo más cercano, resguardándonos de una feroz lluvia; sino porque la respuesta resultaba demasiado predecible... y dolorosa.
—No —dijo mirando al suelo, cuidando quizá que sus zapatos no se arruinaran por el lodo—. Es gracioso que lo diga, pero no tengo ni uno. A que es difícil concebir que exista alguien así, ¿verdad? —comentó andando delante de mí, guiando nuestro camino sobre el asfalto. Yo miré sus hombros desnudos, la bonita nuca y el perfil sonrientemente miserable, iluminado por las luces citadinas. En mi mente respondí: No, Jongin, creo que es más común de lo que imaginas—. Amantes tengo muchos, no lo voy a negar. Sin embargo, a quien consideraba mi amigo partió hace dos años con su pareja. ¡Realmente te envidio por tener a Baekhyun!
—Ya... veo —dije avergonzado, a punto de disculparme—. Yo...
—¡No hay problema! —Se apresuró a decir, mientras nos adentrábamos a un callejón desconocido para mí. Oscuro, solo yacía iluminado por un farol—. Si te incomodo, deberás notificármelo en seguida. Ya sabes, de pronto siento como si pudiera contarte cualquier cosa... me inspiras confianza, aunque quizás yo no te la inspire a ti. De igual forma, ya me viste en mis peores circunstancias. Puedo dejar de hacerme el interesante.
—No termino de entender —dije procurando ir a su lado. De pronto el lugar, con sus aceras desiguales, me generaba desconfianza.
—¿Qué es lo que no entiendes? —replicó formándose en una pequeña fila. Supe que era la entrada al local por un pequeño y gastado anuncio neón rojo que recitaba: Red Lips.
—¿Por qué te "haces el interesante"?
Jongin, por milésimas de segundo, miró a la nada con una expresión molesta. Bueno, tal vez esa no sea la palabra correcta... fue como si pensara: Qué idiota es este Kyungsoo.
—¿No lo has descubierto? —dijo sonriendo de lado, mirándome con esos ojos penetrantes y juguetones—. Me prostituyo. Cobro por mis servicios.
Aquellas últimas frases funcionaron como un balde de agua fría o una bofetada súbita a media noche. Pudo pasar un auto, empaparme entero el culo y aun así alterar menos mi ánimo que esa declaración. ¡De pronto todo cobraba sentido! El maquillaje, la personalidad cambiante que pasaba de tierna criatura a cazador despiadado... y luego comprendí avergonzado mi imagen limpia, que aparentemente no pretendía ser un cliente potencial; al menos ante sus ojos. Mis pocos (nulos) dotes conquistadores le permitieron ver en mí a un compañero. Yo no representaba un hombre para él.
—¿Qué pasa? ¿Por qué esa cara? —dijo al instante en que un guardia nos permitía el acceso.
—Nada, es solo que... pensé que venías a estos sitios por placer.
—¿Eh? —sonrió, mientras descendíamos por unos estrechos escalones alumbrados con luz escarlata. Podía escuchar el golpeteo de la música—. ¡No! Bueno, puedo darme el lujo de escoger a mis clientes; eso lo hace divertido, de vez en cuando. Sin embargo, ¿qué no daría por un mejor trabajo?
—Oye, pero... —antes de pronunciar palabra, sentí su fino dedo suavemente sobre mis labios.
—No tengo ánimos de platicar al respeto, ¿vale? Mejor tomemos una copa mientras me hablas sobre ti.
Honestamente, el sitio no distaba mucho del que habíamos visitado en anteriores ocasiones. Y es que casi no presté atención; las personas, la música, las luces, las bebidas... todo parecía tan simple, tan aburrido y gris cuando conversaba con Jongin, que solo me dediqué a disfrutar de su compañía. Tuve que lidiar con las manos temblorosas, y apresurarme a tomar en el aire los horribles corazones que brotaban de mi sonrisa para que no se percatara del inminente poder que tenía sobre mí de manera tan sencilla, sin siquiera conocerlo. Era tan triste, hermoso y fugaz a la vez...
Estuvimos, quizá, una hora sentados en la barra, hablando sobre mil tonterías. Le expliqué en qué consistían mis estudios, y él comentó lo mucho que disfrutaba bailar. Entre sonrisas propuso: "¡Ya sé! Vayamos al centro; allí tú tocarás un instrumento, ¡el que sea! Y yo danzaré al ritmo de éste. ¿Qué tal suena, eh? ¡A que saldremos de la pobreza juntos!" Yo le seguía la corriente, festejaba sus malas bromas. De alguna forma, una sensación agridulce comenzó a instalarse en mi pecho.
Yo lo sabía, sabía que él no podía ser una mala persona. Vi en su semblante de ángel dorado que la brújula se le había extraviado; yéndose tras ella la cordura, el reloj y la decencia también. Vi en él a un chico perdido y delirante; sin educación, resignado a un camino que probablemente creía como único. No conocía su situación completa, pero esa noche sentí muy en el fondo que estaba sentado en el lugar indicado; que mis puertas para Jongin yacían abiertas, y que con el tiempo conseguiría descifrar el misterio de sus labios disfrazados.
No obstante, en aquel momento todo eso pasó por mi mente como una ráfaga ligera. Cuando nos dirigimos a la pista, el tiempo se detuvo. Todo perdió importancia.
Quedamos frente a frente, entre un grupo de personas, si no asfixiante, al menos lo suficientemente numeroso como para tropezar y rozar alguna extremidad ajena de vez en cuando. Él había colocado sus brazos sobre mis hombros, en una posición por demás adorable, íntima y seductora. Me miraba justo a los ojos y se relamía los labios, juguetón. Toda la bonita silueta se balanceaba con gracia; ese pantalón negro, ajustado y rasgado podía despertar el apetito carnal más intenso aún en alguien satisfecho; robaba las miradas de múltiples sujetos, quienes poco a poco comenzaron a acercarse. Ellos eran como gatos cuyas pupilas ámbar brillaban en la oscuridad.
Sin prestar mucha atención, en ese instante juro haber rozado el cielo, porque él estaba solo ahí para mí. Yo sabía que su actitud sugerente no era más que un juego, una manera de hipnotizarme para que no le dejara y, de paso, llamar la atención de los danzantes; pero, de alguna forma, me aferré a la fantasía de su seducción. Me aferré a la musa multicolor que suspiraba y cuyo sudor escurría por la frente, mojaba su cabello y moría en la manzana de Adán.
No sé si logré honrar las fabulosas clases de danza impartidas por Baekhyun, pero al menos me animé a moverme, tratando de seguirle el ritmo al tiempo que admiraba la belleza de Kai. Ciertamente, en algún momento me vi tentado a tocarlo, como quien desea acariciar con sus dedos el nirvana, pero el pacto recién realizado me lo impedía. Si quería intentar una relación con él, si deseaba obtener algo más, debía conformarme con las migajas o acaso manjares que él decidiera depositar en mi boca con sus dulces manos. Era su amigo. Sí, amigo.
—Lo siento, Kyungsoo. —En algún instante que no vi venir, susurró a mi oído rozando con sus labios mi pómulo izquierdo; y, acto seguido, se volvió para bailar con alguien más.
La reciente cercanía me dejó aturdido, con el corazón siendo víctima de romántica violencia. No obstante, aquel sentimiento fue como la flor que brota magnífica de la tierra, e inmediatamente es arrancada. Una vez más me hallé arrumbado... ya no en una esquina solitaria, sino en plena pista de baile.
Para no quedar como un estúpido, disimulé bailando con dos chicas. Pero, venga, seguía sintiéndome con ganas de morir, casi tan humillado como el día anterior. Todas mis emociones chocaban entre sí, se revolvían con las luces, se tornaban en sombras y me asfixiaban con sus largos dedos.
Verlo por ahí, moviendo sus caderas para alguien más con la misma naturalidad que conmigo, me enfermaba. Susurraba cosas a su oído, sonreía y permitía que posaran las manos sobre él. Y yo no quería ser prejuicioso, juzgón o inmiscuirme en problemas ajenos; pero, es que... ¡¿por qué a fuerza debía ejercer ese oficio?!
La víctima que al parecer había mordido el anzuelo aquella noche, después de un momento se atrevía a jugar con sus cabellos, abrazar su cintura, buscar más y más contacto... pronto me hallé tan solo de pie, perdido, siendo un ridículo espectador de toda aquella situación. Tomé aire. Intenté relajarme y dejar de ser tan absurdo con mis emociones. Los colores giraban, un vértigo quizá causado por mi semi-estado etílico terminó por nublar mi juicio.
Me retiré a la barra otra vez. Jongin había dejado su preciado bolso a cargo de la bartender, quien parecía ser su conocida, por lo que no tardó en aproximarse hacia nosotros. Reclamó lo suyo, arrastrando a un moreno altísimo de la mano, y volvió a susurrar a mi oído: Me iré con él, te hablo mañana. Gracias por todo.
La sonrisa amable que llegaba hasta los ojos, su manera de abordarme y el apretón de hombro que recibí, lograron completar el hechizo. Yo no podía odiarlo o rechazarlo, porque su dulzura, fuera falsa o genuina, conmovía mi corazón como ningún ente lo había logrado antes, en cuestión de tan pocos encuentros, y en medio del caos.
Yo me limité a asentir con la cabeza, devolverle una sonrisa opaca y despedirme con un ademán. Los vi alejarse entre la gente, conversando animados. Pensé en cómo terminaría la noche para él... y preferí descartar dichas imágenes solo por respeto a nuestras personas.
Anduve cabizbajo hasta la parada de autobús. Una suave brisa mojaba mi cabello, la chamarra y el rostro. Una vez tomado el transporte, recargué mi cabeza contra el cristal y observé el reflejo. Sonreí. ¿Eso era posible? ¿Era correcto decir que Kai me gustaba a la tercera noche? Evoqué las conversaciones, sus gestos, la piel, sus labios, el aroma... y me encontré eufórico, herido, amante.
Debo estar loco.
Pensé en su figura, en lo que él representaba y el problema en que me había inmiscuido tan torpe y alegremente. Él dijo: Te hablo mañana. Eso significaba, sin duda, que la aventura continuaría. Me sentía tan lleno de incertidumbre, como cuando te ofrecen droga y la aceptas, aun sabiendo que es dañina. Después, al despertar en un amanecer púrpura, sabes que quieres más... que deseas probarla otra vez; vas, lo haces, y tu agonía inicia, pero lo único que puedes hacer es dar de vueltas con los brazos abiertos, con cara de idiota. Sabes que dolerá, que morirás... pero no importa. Está bien si es placentero también.
Así me sentí, mientras acariciaba la humedad de mi cabello, pensando en el dulcísimo crack Jongin. Con ansias esperaría su siguiente llamada, sí, y pediría a Baekhyun arreglarme como esa noche y darme más lecciones, ahora de seducción y autoestima. Las necesitaba muy seriamente.
Hablando de mi amigo, cuando llegué al cuarto, éste se lanzó a entrevistarme. Revoloteó a mi alrededor, gritó, me zarandeó... pero al final, me dio la espalda y se durmió. De alguna forma lo entendía, a mí no me habría hecho feliz en absoluto ver nuestros papeles invertidos. No obstante, tenía fe. No podía anticipar las cosas.
Y, una vez más, medio herido y medio embelesado, me entregué al sueño.
Notita casual de la autora: Yo sé que no merezco su atención y amabilidad, pero... ¿les gustaría un fanfic de NCT? Necesito emplear en algo útil este repentino crush que tengo hacia Johnny, por todos los cielos xD.
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