Capítulo 3


III

Golpea mi ventana, toca mi puerta.

Quiero hacerte sentir hermoso.

Sé que tiendo a ser tan inseguro...

Ya no importa más.

—¡Y uno, y dos, y un, dos, tres! —La animada y estruendosa voz de mi amigo probablemente hizo volar a todas las palomas del vecindario. Eso además de los altos, constantes brincos que daba por la habitación completa, haciendo vibrar nuestra alacena.

Yo me encontraba en una esquina, agotado, sudoroso e indefenso. Incluso asustado, pensando en que los platos colocados en la parte superior del mueble cercano a Baekkie podrían suicidarse (o, mejor dicho, ser asesinados indirectamente) en cualquier momento. A Baekhyun poco le importó. Me tomó del brazo y me obligó a moverme a su ritmo... o al menos a intentarlo, tal como me lo estuvo enseñando. Viéndolo así, en pants grises y playera blanca con la cara de Chewbacca estampada; portando una banda rosa en su frente y todos los oscuros cabellos hechos un desastre, no pude evitar pensar en las señoritas que salían haciendo ejercicios matutinos en la televisión.

Oh, amigo, si no triunfas como diseñador, ya sé a qué te podrías dedicar...

—¡Mueve las caderas, Kyungsoo, sin miedo!

Bah.

Así transcurrió la mañana del sábado tras mi tragedia vestida de cuero. Aprovechamos que afuera el cielo lucía nublado, corría viento frío y la lluvia amenazaba con desmayarse sobre nuestra ciudad temporal; además de que la casera había viajado a no-sé-dónde, para encerrarnos y pasar en pijama el día entero. Sin presiones, sin inhibiciones. Baek insistió en darme lecciones de baile, incluso aunque lo único que yo deseaba era hacernos bola y ver un maratón de películas gore. Dijo que no toleraría verme fracasar en la seducción siendo que compartía sábanas con el maravilloso Baekkie... o algo así. No sé cómo demonios ocurrió, pero los planes terminaron de la siguiente forma: En la mañana, danza. En la tarde, películas violentas siempre y cuando incluyeran algo de romance. ¡Ah! Y el nuevo largometraje animado infantil... para quitar el mar sabor de boca, ¿no?

Bah x2

En fin, que el tiempo transcurrió entre bromas, brincos y las canciones pop favoritas de mi amigo. Llegado el medio día, nos tumbamos bocarriba sobre una de ambas camas, mirando al techo. Nuestros pechos subían y bajaban.

—Deberíamos hacerlo más seguido —sonrió satisfecho—. Tu progreso es mejor de lo que imaginé.

Antes de replicar palabra, mi estómago habló por mí. Me rendí, pues.

—Tengo hambre —informé con una mano en el abdomen.

—Yo también —asintió.

—¿Ramen instantáneo?

—Sip.

—También deberíamos ducharnos...

—¡Vamos entonces!

No tengo permitido hablar respecto a lo que ocurrió después (he decidido censurarlo por mi bienestar). Sin embargo, en algún momento Baekhyun terminó aplicándose cremas en el rostro y quién sabe qué otras cosas, mientras yo permanecía afuera preparando nuestro ramen. Sí, los estudiantes pasamos por ese tipo de circunstancias; entonces compartíamos el refrigerador y una pequeña estufa con los muchachos de las otras tres habitaciones. De fortuna nadie se hallaba ocupándolos, entonces decidí tomar aire fresco (como para pescar un buen resfriado o dolor de espalda) al tiempo que aguardaba el momento para verter los condimentos.

De pronto, escuché el tono de mi celular. Baekhyun se hallaba secándose el cabello, con el artefacto a un metro de distancia. Sin pensarlo mucho, simplemente lo tomó (al igual que en numerosas ocasiones) y replicó como toda una diva:

—Alóóóóóó.

Yo me reí por lo bajo. Mi amigo solía no medir el volumen de su voz, y quien fuera que se encontrara al otro lado de la línea seguro había sentido su tímpano vibrar. Ojalá sea mi padre. Deseé malvadamente, aunque en segundos comprobé que no era así. No estaba llamándolo padre, Señor Do; tampoco era madre. Sus palabras me desconcertaron.

—No, no soy Kyungsoo, pero sí su secretario. ¿Quién habla?

Silencio tortuoso... Baekhyun se puso de pie, avanzando lentamente hacia la puerta, con ese porte gatuno que anunciaba estar alerta. Tuve un mal presentimiento.

—¿Kai? ¿Cuál Kai? ¡Ah, ya sé, el cretino que lo hizo llorar anoche!

—¡NOOOOOOOO, BYUN BAEKHYUN DAME ESOOOOO!

No importó cuánto me esforzara, la velocidad con que esquivara la estufa y corriera hacia nuestro cuarto con el objetivo de arrebatarle el móvil. Vi en cámara lenta cómo mi odioso compañero, el de los reflejos estrella y sonrisa diabólica, azotó la puerta en mis narices, justo cuando yo llegaba a empujarla.

Por cierto, había dejado mi llave adentro.

—¡Baekhyun! —grité desesperado, golpeando frenéticamente el portón—. ¡Baekhyun, por favor! ¡Baekhyuuuuuuuuuuuuuuuuun!

Pero fue inútil, solo escuchaba palabras que no podía procesar por lo nervioso que me encontraba. ¿Romper el cristal es una opción factible? ¿Cuánto cuesta una puerta? Pasándome las manos por el cabello, dando de vueltas en un mismo lugar, decidí tranquilizarme y dejar de ser tan imbécil. En cambio, tomé aire y pegué mi oído a la puerta.

—Sí, puedo conseguirte una cita con él... Con la condición de que le pidas una disculpa.

Estoy frito.

Decidí retirarme y no escuchar más. Es decir, aquello era absurdo. Yo no iría de nueva cuenta con ese loco, aunque se arrodillara. ¡No y no! ¡¿Por qué rayos el tipo asqueroso (y ardiente como el infierno) insistía en hablarme?! ¡¿Por qué en el mundo Baekhyun tenía que atender la llamada y decirle que me hizo llorar?! ¡¿Por qué me olvidé de bloquearlo o cuando menos apagar el celular?! Jalándome los cabellos caminé de un lado a otro.

Oh, demonios, la sopa.

Muy triste, vi cómo nuestro ramen se consumía. Apagué el fuego, moví la pasta. Entonces, mientras mis pensamientos tomaban forma de fideos, con cautela, la puerta se abrió. La habitación estaba en silencio otra vez.

Me las vas a pagar. Fue lo primero que pensé, avanzando decidido en busca de Baekhyun. Abrí la puerta de una patada, como película de acción.

—¡Tú! —Le señalé con el dedo, dispuesto a abordarlo violentamente—. ¿Cómo te atreves a...?

Antes de siquiera rozarlo, una bofetada me sacó del ring.

—Cállate y escúchame. —Yo le miré indignado, sobándome la mejilla, con los ojos bien abiertos—. Anoche me permitiste conocer una parte de ti que jamás me hubiera imaginado encontrar: Te veías miserable a causa de un hombre. ¿Y sabes qué? He decidido que debes darle una última oportunidad. No por él, sino porque sé que lo deseas. Por ti. Aún puedes obtener algo suyo.

—Baekhyun —suspiré, serio y verdaderamente molesto—. Ahora sí te excediste. Tú quieres verme humillado, ¿verdad? ¿Es que no te has detenido a pensar en mi dignidad?

—¡Te equivocas! En primer lugar, no tienes pretexto, acabo de darte unas buenas lecciones de baile que no puedes desperdiciar. En segundo lugar, el pobre estúpido prometió disculparse contigo. Por una extraña razón, continúa hablándote aún después de presenciar lo aburrido que eres. ¡Algún interés debe tener en ti!

Guardé silencio unos instantes, negando con la cabeza.

—No importa lo que alegues, ¡no voy a ir! —dije con determinación de acero—. ¡No iré y no iré! Nuestro plan era quedarnos a ver películas, no voy a dejarte por tonterías como esta. Ve sacando de una vez tu laptop, pon el estreno animado. Yo voy por los platos.

—Kyungsoo...

—¡He dicho!

¿Quién se creía para interferir en mi vida, mi madre o qué?


Eran las diez de la noche cuando salí del cuarto, con un peinado hiper-moderno (cortesía de Baekhyun, por supuesto) y una camisa azul prestada. Además de la chamarra de cuero, para estar a su altura.

Mientras caminaba por el asfalto mojado, no dejaba de pensar en las palabras de mi amigo:

Dijo que te esperaría en la parada de autobús de la calle XXXXXX. Mencionó abordarlo a tu lado para acudir a un antro diferente: Red Lips, «donde todos los pecados son rojos». No olvides mis consejos, ¿vale? ¡Si regresas virgen, te mato!

Suspiré. ¿Cómo se suponía que debía dirigirle la palabra? Estaba demasiado avergonzado como para siquiera caminar con la cabeza en alto. ¿No podía simplemente abrirse la tierra y tragarme como quien se pasa el pequeño hielo sobreviviente de la bebida? Todavía podía mandar al carajo todo e ir a un puesto de comida rápida para atragantarme de hamburguesas y de paso ensayar la gran sonrisa con que debía llegar al día siguiente. ¿Acaso Yifan me debía un favor? ¿O era mejor acudir con Jongdae para que me permitiera pasar la noche en su casa? Ir con Chanyeol no resultaba factible, siendo el amante de esa personita molesta a quien quería burlar. Entonces, ¿qué hacer?

Y es que, aunque diese de vueltas o pretendiera huir como el más ruin de los cobardes... había algo. Esa necia e imprudente alimaña que suele retorcerse tras las voluntades de acero; la que hace dudar en el altar, la que provoca regresar corriendo bajo la lluvia, la que empuña el cuchillo: Esa, la de los verdaderos deseos. Aunque intenté pelear contra ella, ciertamente terminé acercándome a la bonita silueta de quien llamó al medio día. De aquel que me arrojó una cajetilla de cigarros como si fuese un pobre perro fumador.

Le vi con discreción, llegando al lugar indicado, para cerciorarme de que se tratase de él. Portaba pantalones ajustados, con uno que otro agujero deshilachado que permitía admirar la piel de sus muslos. También llevaba una suerte de blusa. Cuando digo blusa, es que me refiero a un corte femenino; era negra, holgada y permitía ver sus hombros desnudos. Debajo traía una camiseta de tirantes del mismo color. Bolso pequeño: sí, bolso, adornado con brillantes. Anillos, pulseras. Esperaba paciente bajo el casi inexistente techo de la parada de autobús, como una chica cuyo novio demora en llegar. Se abrazaba a sí mismo debido al frío. De vez en cuando, acomodaba mechoncitos de cabello tras la oreja.

Con el corazón latiéndome a mil por hora, me detuve a su lado. No mencioné palabra, solo miré a la brisa que caía sobre los autos transitando.

—No sabía que tuvieras secretario —escuché su murmullo.

—No, ni yo.

Fufu. Dejó escapar una risilla traviesa. La atmósfera, aunque distante, se tornó cálida.

—Él... ¿es tu amigo?

—Sí —asentí con la cabeza, aún sin dirigirle la mirada—. Mi compañero de cuarto.

—¡Ah, cierto, que la gente normal estudia! —Posición tambaleante, el necio flequillo cayendo sobre su frente—. Él me odia, ¿verdad? ¿Qué le dijiste anoche?

Silencio incómodo. ¿Jongin acababa de confesar que él no estudiaba o estudió? Tampoco respondería a esa interrogante, por supuesto.

—Pronto vendrá el autobús. Lo abordaremos —explicó después de un rato, al comprender mis (no) intenciones.

—¿Por qué me citaste aquí? —inquirí, percatándome de la incoherencia—. Pudiste haberlo hecho directamente en el antro, como ayer. ¿Para qué viajar dos veces?

—Quería zafarme de ese idiota. —Por primera vez me atreví a mirarle a los ojos, debido a la naturalidad de su contestación. Eran profundos, y se encontraban finamente delineados—. Además, ¿qué tal si no dabas con el local? Está un poco escondido. Es eso.

No volvimos a pronunciar palabra. Claro que me percaté de que la verdadera respuesta era la primera. Permanecí pensando: ¿a qué idiota se refiere? ¿Por qué hoy luce tan diferente que ayer? ¿A qué sitio de mala muerte me llevará? ¡Dios! ¿Habrá sido una buena idea venir?

Como fuera, abordando el autobús no había vuelta atrás. Subí los escalones, tambaleante, siguiendo la esbelta silueta. Nos sentamos del lado izquierdo; casi no había gente dentro. Él corrió hacia el asiento de la ventana, como si fuese una necesidad que debía cubrir inmediatamente. Se miró en el cristal, inspeccionó el maquillaje y el cabello al tiempo que el autobús partió. Del pequeño bolso sacó un labial brillante, que se aplicó de la manera más vanidosa que hubiese visto en la vida. La diva Baekhyun se quedaba corta, ¡¿eso era posible?! Decidí no mirar más. ¿Qué clase de persona era, con precisión? ¿Por qué debía comportarse así? Siendo honestos, estar a su lado implicaba recibir miradas despectivas.

Después de (ignorarme) un rato, Jongin volteó a mirarme. Él estaba ahí, como listo para una pasarela, con sus labios gruesos brillando cual jugoso fruto. Me veía de esa forma, penetrante; me sentí despojado, agredido sexualmente solo por sus ojos profundos.

—Kyungsoo —llamó, consiguiendo erizarme hasta los vellos de la nuca—. ¿Puedo hacerte una pregunta? Y que la respondas con sinceridad, por supuesto.

Yo asentí, casi asustado.

—¿Tú crees que yo... sea hermoso?

—¿Eh?

Viendo en retrospectiva, puedo decir que el tiempo se detuvo. Incluso aunque en ese momento lo único que noté fue a mis mejillas ardiendo estúpidamente.

—Guapo, lindo, atractivo, lo que sea... ya sabes.

De verdad no supe qué hacer. Su pregunta me confundió. No, mejor dicho, fue el motivo por el cual la hubiera formulado. ¿Por qué tan de repente? ¿Por qué a mí? Peor aún, su expresión seria y anhelante ante mi respuesta era para salir corriendo. Tomé aire, me recargué contra el respaldo, enterré las uñas en el asiento. Activé, pues, mi ojo crítico. El sujeto resultaba excéntrico, sí, en medio de los ciudadanos promedio de Corea. Pero el rostro, el cuerpo, eran dignos de un modelo, tan bonitos como para matar y morir. ¿Cómo decir aquello? ¿Cómo confesar que su belleza me intimidaba?

—Sí, eres muy guapo —emití por fin el tan esperado juicio, como si no lo hubiese pensado nunca antes.

¡Qué va, Kyungsoo! Tú lo supiste desde el primer día. Eres un buen actor.

—¿En verdad lo crees?

—Sí —volví a asentir, despacio—. Pero también pienso que te maquillas demasiado.

Venganza.

—¡¿Eh?! —Mi comentario pareció alterarlo más de lo que esperaba. Rápido, se llevó las manos al rostro, como una doncella desesperada—. ¿En serio? ¿Se ve muy mal?

—No —negué suavemente, frunciendo el ceño ante su curiosa actitud—. Pero ese labial, en vez de resaltar tus labios, los exagera. Pareces una muñeca.

Sí, dos hombres jóvenes hablando sobre cosméticos en un autobús. Esos éramos nosotros. Él se miró una vez más en la ventana, examinando con detenimiento el detalle que mencioné. Parecía de verdad bastante preocupado por su aspecto.

—Tienes razón —dijo muy serio—. ¡¿Cómo no me percaté antes?!

Acto seguido, hizo un ademán con la terrible intención de pasarse la manga por sus labios, mas en medio de algún raudo reflejo que hubiese deseado tener al medio día, le detuve antes de cometer semejante torpeza.

—¡Espera! Lo arruinarás y será peor.

Pronto me descubrí tomándolo con brusquedad de la muñeca, y a él mirándome, abriendo bien los ojos. Esa expresión rozaba la ternura de tan sumisa que parecía. Y recordando a la cruel belleza del día anterior, me pregunté: ¡¿Es que dos personas distintas viven dentro de un mismo cuerpo?! Noté su labio inferior trémulo, la piel de gallina debido al frío. Suspiré. Nos soltamos, creando otra vez ese trecho abismal a pesar de yacer uno junto al otro. Él volvió a abrazarse, frágil, negando con la cabeza. Vi el perfil dorado, las luces de la ciudad como estrellas fugaces. El fondo ideal de una película decadentemente romántica.

Y mi corazón volvió a latir.

—¿Por qué me llamaste? —inquirí porque de verdad quería saberlo. Es decir, no le hallaba sentido a nuestra reunión, siendo dos chicos tan opuestos. Ni siquiera podíamos tener una conversación fluida. Me gustaba, sí, mucho; quizás por lo mismo nuestro encuentro parecía tan irreal. No sabía nada de él, y lucía como la persona más misteriosa que hubiera conocido en la vida. No obstante, mi duda brotó de manera hostil sin que pudiese evitarlo, y aquello terminó sonando como un reproche.

El muchacho que cabizbajo continuaba contemplándose en el cristal, se encogió aún más e hizo un amargo mohín.

—Quería hacerte una pregunta —confesó—. Otra, además de la anterior.

—¿Cuál?

Cuando alguien me decía ese tipo de cosas no podía evitar sentirme nervioso. ¿Qué tantas dudas tenía? Vi a mi alrededor, a las personas aburridas como zombis en un día soleado, y quise intercambiar mi vida por la de cualquiera de ellas.

—¿Por qué me ayudaste esa noche? —dijo con una sonrisa de lado, triste—. ¿Fue por lástima?

Oh, pregunta emocional a la vista.

—No —mentí—. Simplemente quise hacerlo.

—Pero, ¿por qué? Aquella ocasión estaba perdido y... —miró a la nada, temiendo, quizá, pronunciar el resto de la oración. ¿Qué malvada imagen le hizo temblar así?— Gracias, gracias de verdad.

—Ya me lo habías agradecido, no hay problema —pronuncié con frialdad. Por algún extraño motivo, esos sentimentalismos me molestaban. Me fastidiaba ablandarme ante él con tanta facilidad.

Guardamos silencio, una vez más. Mis ansias solo aumentaban, mientras jugaba con mis dedos. Pensé en lo retirado que debía estar el bar para no bajarnos aún.

—¿Quieres iniciar desde cero? —Entonces, de la nada, escuché su amable voz—. Seguro has de pensar que soy un bicho raro, voluble o yo qué sé. —Se enderezó, pasándose una mano por su sedosa cabellera—. Tú conoces esta faceta mía, que los demás no. ¿Te gustaría ser mi amigo?

Y me miró a los ojos. Por más que lo odiara, por más que deseara no haber oído eso jamás, me encontré sonriendo por primera vez en la noche. Su propuesta sonaba cálida, casual, como la de un niño que te tiende su manita en el patio escolar. No había malicia, incluso noté en sus ojos una mirada ingenua, anhelante. Comprendí entonces que Jongin y Kai eran dos personas distintas.

—¿Hablas en serio? —dije—. Ayer me corriste para tener sexo con un tipo en la calle y hoy me pides que seamos amigos.

—Ah, eso... ¿te enojaste? Baekhyun me dijo que te pidiera disculpas, porque habías llorado y...

—No importa —volví a mentir, interrumpiéndolo.

Si antes el chico se había exaltado, volvió a acurrucarse en el asiento.

—Últimamente me siento muy solo, quizás es por eso que te lo pido —suspiró—. Pero la verdad es que me caes bien, incluso si ayer no lo demostré. Estuve pensando sobre eso en la mañana. Debí portarme muy grosero. Lo siento. Comprendo si no quieres tener relación alguna conmigo, no hay problema, no serías el primero... aunque entonces tendría que volver a esperar toparme con un hombre que no me vea y trate como una puta. A menos de que... ¿para ti soy una puta?

—¿Qué? No, no, ¿por qué?

Mi corazón se aceleró por alguna razón. 

—Nada. Nos bajaremos a cuatro cuadras.

Todo lo relacionado a él me parecía tan raro, ¡tan complejo! Es decir, si yo en un principio deseaba liarme con la belleza sentada a mi lado, después de esas palabras me veía éticamente imposibilitado a hacerlo. ¡Jongin necesitaba un amigo! Y me lo estaba pidiendo a mí... ¿Qué debía hacer entonces? ¿Por qué se insultaba a sí mismo de esa manera? ¿Tendría problemas de autoestima o ese tipo de mierda por la cual yo también atravesaba? Pronto faltaron tres cuadras, dos...

Oh, aquí vamos, friendzone.

—Seamos amigos —propuse ofreciéndole la mano.

Él pestañeó varias veces, pareciendo incrédulo. Le dediqué una sonrisa, para brindarle confianza y empujarme a mí mismo a la aventura. Fue solo en ese instante que le vi sonreír de forma genuina. El gesto era increíblemente dulce, por lo que mi corazón suspiró de ternura. Experimenté una sensación cálida muy parecida a la felicidad.

—Está bien.

Y sin dudarlo más, cogió mi mano.

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