Capítulo 1: El Despertar de la Sultana
La noticia de la muerte de mi padre, el sultán Selim, me dejó atónita. Nunca me había preparado para asumir el trono, y mucho menos en un momento tan crítico. Las lágrimas llenaron mis ojos mientras contemplaba la noticia. La vida que había conocido hasta ahora había llegado a su fin, y una nueva responsabilidad pesaba sobre mis hombros.
Ibrahim, mi leal consejero y confidente, estaba a mi lado, pero su expresión de tristeza y preocupación reflejaba la magnitud del desafío que teníamos por delante. Mi mente se llenó de dudas y temores, pero sabía que no podía quedarme atrás. El Imperio Otomano necesitaba un líder, y ese líder debía ser yo.
Sin decir una palabra, me levanté de mi asiento y me dirigí hacia mi tienda, donde mi padre ya no estaría. La sensación de vacío era abrumadora, pero debía seguir adelante. Me vestí con ropas adecuadas para una sultana, con una gran túnica y un velo que cubría mi cabello y rostro.
Ibrahim se arrodilló ante mí, una señal de respeto y lealtad hacia su nueva sultana. Apenas podía mirarlo, sabía que esto era un giro inesperado en nuestras vidas, pero juntos debíamos enfrentar el futuro incierto.
El eco de las palabras de Ibrahim resonaba en mi mente: "Su majestad, su excelencia la sultana Ceren Kan, la gran dinastía otomana y todo el dominio otomano la aguardan." Esa aguarda no era solo de expectación, sino también de desafíos y responsabilidades inmensas.
Me puse de pie y asentí con determinación. Era hora de enfrentar mi destino y tomar las riendas del imperio. No había tiempo que perder.
Salí de la tienda, acompañada por Ibrahim y un grupo de leales seguidores. Mientras avanzaba por el campo militar, escuché a lo lejos el grito que anunciaba mi llegada: "¡Atención, la Sultana Ceren ha llegado!" Era un recordatorio constante de la responsabilidad que ahora recaía sobre mis hombros.
Al llegar a la capital, enfrentaría desafíos, intrigas políticas y expectativas elevadas. Pero en ese momento, mientras caminaba hacia mi destino, me preparé para asumir el trono y liderar el Imperio Otomano con sabiduría y fortaleza. El legado de mi padre y de la gran dinastía otomana descansaba sobre mí, y no podía permitir que se desmoronara. Era hora de despertar como sultana y enfrentar mi nuevo papel con coraje y determinación.
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