Capítulo 7. ¡Adelante, Cracker!

Un día tranquilo en el apartamento. Un domingo. Un día que la gente no tiene ganas de hacer nada. Katakuri estaba acostado en el sofá observando la serie de todos los días. Dio un largo bostezo porque se estaba quedando dormido hasta que escuchó un portazo por parte de su hermano, que venía de la habitación. Katakuri asomó la cabeza para ver qué estaba pasando.

—¿Por qué tanto escándalo?

—¡Hoy voy a tener una cita con Amélie! —exclamó con mucha alegría.

Ah, se acordó.

—¿Para eso tienes que hacer tanto ruido? —volvió a preguntar.

—¡¿No puedo expresar mi alegría?! —Su ceño quedó fruncido—. Además, he pensado que esta sería tu oportunidad de salir con esa tsundere.

Katakuri abrió los ojos de golpe ante ese comentario. Él no dio el paso de pedir una cita a Len. El peli-granate se sentó en su sitio causando que Cracker riera por lo bajo.

—¿Ves? ¿A que te he animado?

—Eres un tipo inteligente y peligroso —recrimina, levantándose del sofá para dirigirse con rapidez a la habitación.

—¡De nada! ¡Yo ya me voy! ¡Qué me está esperando!

—¡No hagas ninguna tontería!

Él lo sabía de sobra. Cracker salió de la puerta y ya se puso nervioso, y eso que no estaba enfrente de la puerta. Caminó con pasos pequeños hacia el apartamento de enfrente. Con las manos se arreglaba o sacudía sus ropas por si tenía alguna mota de polvo. Luego soltó un suspiro y tocó con suavidad el timbre.

Se esperaba que iba a salir Amélie, pero para su mayor sorpresa era Len. La chica cruzó los brazos dedicándole una mirada de pocos amigos. Sí, definitivamente a Len no le agradaba la idea de que Cracker salga con su amiga Amélie.

—Buenos días —saludó con educación el hermano de Katakuri.

—Buenos días —devolvió el saludo a regañadientes.

—¿Está lista Amélie?

—¡Amélie! ¡El idiota de Cracker está aquí!

¿Y ese insulto tan gratuitamente? Como odiaba tener la idea de que Katakuri esté loco por ella. De pronto, la chica con síndrome de Asperger hizo acto de aparición. El corazón de Cracker se le iba a salir de la boca porque era bonita en todos los sentidos del mundo.

—Si este idiota te hace algo, no dudes en llamarme para darle un puñetazo.

—Cracker es un buen niño —lo defendió—. Él cuidará de Amélie.

¡Claro que lo hará! Él no se atrevería por nada en el mundo a crear situaciones incómodas hacia la chica. Len dejó marcharse con Cracker y la pareja fue al ascensor directamente. La chica estaba a punto de cerrar la puerta, pero Katakuri salió de su casa apresuradamente.

—¡Buenos días, Len! —exclamó, llegando a tiempo.

—¡Buenos días, grandullón! —Su rostro malhumorado cambió a uno de simpatía.

—Te quería preguntar si tenías planeado algo.

—Quedarme en casa viendo una dichosa serie curiosa y divertida —dijo.

—¿”Big Bang Theory”?

—¡¿Tú también lo estás viendo?! —Casualidades de la vida.

—De vez en cuando. Paso unos buenos ratos.

—¡Sheldon me encanta! De hecho, a veces hago comparaciones con Amélie —ríe dulcemente—. Seguramente no habrás venido para ver la serie conmigo.

—Te quería proponer una salida —dijo, mirando a un lado un poco avergonzado.

—¡Encantada! ¿Quieres entrar? Me demoraré un poco en prepararme.

Él asintió. Ya entró en la casa, cuando la ayudó aquella vez con las cajas. No obstante, esta vez era diferente porque el lugar ya tomó forma. Un sitio acogedor para dos chicas jóvenes. Katakuri se sentó en el sofá no dejando de mirar su entorno. Sus oídos se agudizaron al escuchar los maullidos del gato de Amélie.

Mr. Pickles se subió al sofá para olfatear al nuevo miembro de la casa. Katakuri no movió ningún dedo porque no quería asustarlo, sin embargo, el gato cogió mucha confianza porque no percibía ninguna maldad en él. El felino empezó a ronronear y rozaba su cabeza en el muslo del hombre queriendo recibir atención. Katakuri no se lo negó, así que acarició con suavidad su cabeza.

Es un animal que está acostumbrado a la presencia de las personas y tenía un don especial para calmar y ayudar a las personas discapacitadas. Un gato especial. De pronto, escuchó a Len salir de la habitación y ver el panorama. No evitó reír por lo bajo.

—Eres muy confiado, Mr. Pickles —dijo a lo que tomó el gato en sus brazos.

—¿Hace cuánto que lo tiene?

—Desde que era una cría. Unos dos años aproximadamente. Este gato está ayudando mucho a Amélie.

—¿Hubo un momento en que el gato no pudo hacer nada? —preguntó, mientras se levantaba del asiento.

—Tristemente, sí. Recuerdo que estuvimos en el aeropuerto y Amélie se perdió. Se agobió tanto que tuvo que ponerse en una esquina. Mr. Pickles maullaba una y otra vez para calmarla, pero el ruido no ayudaba mucho —explicó.

—Entiendo, tiene que estar en una situación tranquila. —Len asintió. El gato se removió en los brazos de Len para saltar al sofá—. ¿Estás lista?

La chica volvió a asentir con una sonrisa de oreja a oreja. Hoy iba a ser un gran día para Katakuri.

🧠💪🧠 💪

Los rayos del sol se colaron en las ventanas de la habitación de Lucci. Golzy se quejó por lo bajo y se tapó con las sábanas no queriendo despertar. Ella no se dio cuenta que estaba sola porque Lucci se había levantado para darse un baño y preparar el desayuno porque hoy le tocaba trabajar. La vida de un policía era así.

El moreno se levantó con el pie derecho porque tuvo un encuentro sexual satisfactorio. Esa gótica era una chica sumamente peligrosa. Realmente no la dejaría escapar. Lucci estiró los brazos sintiendo el cansancio recorrer por todo su cuerpo. Necesitaba estar despierto todo lo posible para la ronda de esta noche.

Mientras el desayuno se estaba preparando, él se dirigió a la jaula donde estaba Hattori para abrir su jaula y la paloma se posó en su hombro. Ya tenía la costumbre de hacer eso y lo hacía porque el hábito de Lucci era poner la comida y el agua. Después la paloma volvió a su jaula para comer con tranquilidad.

Entonces, Lucci sintió unos brazos alrededor de su cintura y unos besos coquetos en su espalda. El moreno esbozó una pequeña sonrisa y se dio la vuelta para ver a la responsable. Golzy había decidido levantarse porque los cantos de los pájaros no la dejaban dormir con suma tranquilidad.

—Ven a la cama —suplicó. Ella estaba desnuda.

—Lo haría encantado, pero tengo que trabajar —dijo, palpando su cabeza unas cuantas veces—. He preparado el desayuno para que puedas comer algo.

—¿Eso significa que me dejas estar en tu casa? —cuestionó, causando que Lucci riera por lo bajo.

—Serías capaz de incendiar mi casa.

—¡Por los cuernos de Satanás! Nos estamos conociendo y ya sospechas de mí. —Ella se unió a la risa.

Los dos fueron directamente a la cocina. No de forma normal, sino más bien con besos durante el camino. Golzy estaba muy hambrienta, pero de ese hombre. Como se notaba que llevaba mucho tiempo sin tener relaciones sexuales. Lucci siguió el juego con control alguno porque no tenía tiempo. Ella se sentó en la silla teniendo unas vistas espectaculares de su trasero cubierto por una prenda.

—Oye, aquí tienes a alguien a quien esposar —incitó Golzy juntando sus muñecas—. Si lo haces, me tendrás a tu merced.

—Eres una chica peligrosa y juguetona —dijo, acercándose a la mesa poniendo los platos—. Tenemos todo el tiempo para jugar. Mi sueldo está en juego.

—¿Alguna vez lo has hecho en el coche, mientras conduces?

Esa pregunta sorprendió demasiado a Lucci.

—¿Tú quieres que tengamos algún accidente?

—Uhm, no porque tú estarías conduciendo y yo estaría chupando tu polla como una loca demente —respondió con un tono seductor. El vello de Lucci se erizó y no evitó ampliar más la sonrisa.

—Eso no suena nada mal —ronroneó. Los dedos de Golzy estaban en la entrepierna del hombre queriendo jugar un poco más. Él no resistió y se levantó para tomar a la chica para sentarla en la mesa—. Solo una ronda más.

Golzy se mordió el labio con satisfacción aceptando esa propuesta.

🧠💪🧠 💪

Tais estaba en la biblioteca observando con detenimiento los libros a ver si estaban bien organizados. Le gustaba ser ordenada. Y lejos de su ubicación estaba Menku estudiando para unos exámenes que tiene pronto en relación a su profesión. A ella le gustaba jugar al fútbol y Menku quería convertirse en una periodista de ese ambiente.

Un suspiro soltó la pelirroja cerrando el libro y decidió tomar un descanso de diez minutos para mirar con detenimiento el móvil. No había nada interesante, salvo fotos de famosos en Instagram. Oh, hay una cosa que detestaba eran las mujeres que se operaban en la cara o el cuerpo, o se ponían filtros gracias a ciertas aplicaciones. Uno nace, crece y envejece con el cuerpo que la madre naturaleza le otorgó. Eso sí, estaba a favor de las cirugías de estética de personas que tuvieron malas situaciones. Ya sea quemaduras de tercer grado, pechos deformes… A esas personas si merecen la pena ayudar.

De pronto, ella vio de reojo como alguien se sentaba a su lado. Seguramente será alguien que todavía no encontró sitio. Al alzar la mirada se dio cuenta de quién era. Sus mejillas se sonrojaron al momento y no evitó esbozar una pequeña sonrisa.

—Hola, Drake —saludó bajito.

—Hola, ¿interrumpo algo?

—No, estaba tomando mi descanso —dijo, dejando el móvil a un lado—. ¿De guardia?

—Bueno, más bien acompañar a Spandam.

El nombrado estaba en la esquina del pasillo observando con detenimiento a Tais. El hombre no negaba que estaba interesado en esa chica. Tuvo que poner una excusa para ir a la biblioteca para comprar un libro y Drake no se lo creía porque ya conocía el suceso de aquella vez. El peli-lila se estaba preguntando si acercarse o no. Debe tomar valor.

Spandam se arregló las ropas y se acercó con el pecho inflado demostrando que era un verdadero hombre. Y una desgracia sucedió. Spandam no vio una baldosa un poco levantada y su pie chocó, causando que este cayera y su cara se estampara en el suelo. Tais se asustó y miró a su izquierda lo que estaba sucediendo. Pudo reconocer a la figura y tuvo que acercarse apresuradamente.

—¿Estás bien? —preguntó con suavidad.

—¡Estoy bien! —gruñó. Tais estaba esperando a que él rechazase su ayuda. Esperó unos segundos. Luego lo ayudó, viendo que él no dijo nada—. Gracias.

—¿Puedo saber qué hace aquí?

—De guardia —respondió, tocándose la nariz.

Ahí Tais se quedó callada porque no estaba segura que preguntar. Ella dio un pequeño suspiro y decidió ponerse de pie para seguir con lo suyo. Los ojos de Spandam estaban fijos en ella. El hombro rodó los ojos preguntándose si esto era correcto o no.

—¿Necesitas ayuda?

Tais detuvo sus pasos y miró al hombre. Por lo que estaba escuchando ayer, él era un arrogante en todos los sentidos del mundo.

—... ¿De verdad está bien?

Spandam estuvo a punto de gritar y no lo hizo porque se dio cuenta que estaba en un sitio público. Chasqueó la lengua y miró hacia otro lado con mucha molestia.

—¿Acaso no tengo derecho a preguntar y a ayudar?

—Toda persona tiene derecho —respondió la peli-miel—. No le juzgo por ello.

Esa respuesta provocó que Spandam se relajara completamente y Tais tomó la decisión de que el hombre la ayudase con la organización.

Mientras esos dos estaban en aquel pasillo, volvemos con Drake y Menku que estaban teniendo una conversación agradable. Drake era un hombre un poco tímido con las mujeres, pero con la pelirroja se sentía agusto. Tal vez sea por las ropas que llevaba. Eso lo relajaba bastante.

—Periodista de deportes, ¿eh?

—Es mi pasión —rio con suavidad.

—Entonces debes practicar algún deporte —pensó.

—Fútbol femenino —dijo—. Llevo bastante tiempo jugando.

—Oh, tienes que ser muy buena.

—Bueno, eso dicen mis amigas y mi equipo —rio—, pero no niego que disfruto jugando y demostrando mis habilidades a mis contrincantes.

—Me gustaría verte jugar. —Drake se estaba imaginando a la chica haciendo pases y movimientos chulos con la pelota.

—La próxima semana juego, así que estás más que invitado.

Drake esbozó una sonrisa aceptando aquello. Entonces vio a Spandam aparecer, sacudiendo sus ropas y acompañado por Tais. Ya sabía él que no solamente iba a comprar un libro.

—Nos vamos —dijo Spandam a regañadientes.

—¡Espera! —Menku tomó el brazo de Drake—. Quisiera… tener tu número de teléfono, si es posible. —Ella se sonrojó un poco, al igual que el chico.

—Claro.

Tais tenía cierta envidia en su amiga porque consiguió el número de un chico apuesto. Ella agachó la mirada sabiendo que no tendría la oportunidad. Sin embargo, notó la mano de Spandam tomar la suya, pero para entregar algo sin que Drake se percatase de ello. Cuando se fueron, Tais disimuladamente vio el papel y se sonrojó abruptamente porque era el número de Spandam.

Ella también pescó.

🧠💪🧠 💪

La pobre Amélie estaba quieta en su sitio mirando un paso de peatones color amarillo. Odiaba ese color. No quería pasar ahí. Cracker se dio cuenta de ello y tuvo que buscar otra opción para que la joven no se pusiera más tensa de lo normal. Entonces él suavemente rozó sus dedos con los de ella esperando a que Amélie aceptase su mano. Solo cinco segundos para que la chica la tomase con fuerza.

Un paso positivo. Luego Cracker guio a Amélie a otro camino distinto. Ahí el hombre se dio cuenta que la mano de Amélie estaba fría, como si nunca hubiera recibido cariño alguno. En cambio, la morena estaba sorprendida ante la calidez de Cracker. Un súper héroe le vino a la cabeza. Él representaba a la Antorcha Humana, uno de los Cuatro Fantásticos.

Ya lejos del lugar, Cracker miró a la joven dedicando una pequeña sonrisa transmitiendo paz y tranquilidad hacia la chica. Iba a hacer una pregunta, pero en el libro le decía que ellos odian las respuestas cortas, ya sea sí o no. Entonces se le ocurrió otra forma.

—Ya estamos a salvo —le dijo—. Veo que estás muy tranquila.

Ella no dijo nada. Eso preocupó demasiado a Cracker. El siguiente movimiento sorprendió mucho al peli-violeta. Amélie estaba abrazando con fuerza al hombre. Él se quedó quieto porque no quería hacer ningún movimiento brusco que la asustase porque era una chica delicada.

—Cracker es una estufa humana —comentó, olvidando la frase de antes—. Amélie está calentita.

¿Sabéis cómo tiene la cara Cracker? Roja cual tomate maduro. Nunca pensó que la chica se atreviera a abrazarlo debido a su condición. Poco a poco él iba correspondiendo, rodeando los brazos en su pequeño cuerpo. Se veía tan diminuta a su lado. Internamente estaba gritando de mucha felicidad y no quería separarse de ella.

—¿Vamos al restaurante que te mencioné o quieres que estemos así?

No obtuvo respuesta. Parece que Amélie estaba a gusto así. Cracker también, pero hizo reserva en el sitio y no quería llegar tarde.

—En el restaurante te puedo seguir abrazando.

—¡Amélie quiere seguir abrazando a Cracker!

¡No! ¡De verdad! A Cracker le iba a explotar el corazón con tanta ternura.

—Si quieres, puedes seguir agarrando mi mano —le ofreció—. Así seguirás sintiendo mi calor corporal.

Amélie procesó un poco la información y lo entendió perfectamente. Le gustaba esa idea, así que tomó con suavidad la mano de Cracker nuevamente y dejó que el hombre la guiase hasta el sitio. Solo tiene que tener paciencia porque su mente es de una niña pequeña que sentía curiosidad en todo. Debe protegerla en todo momento.

Los dos llegaron al restaurante sin ningún tipo de percance. Amélie no quería separarse de Cracker. Ella temía que él desapareciera en cualquier momento. El mesero los atendió en buenas condiciones dando la bienvenida. Él los guio hasta la mesa reservada que tenía unas vistas panorámicas del parque de Grand Line. Amélie estaba asombrada.

Cuando Cracker se sentó, se percató que Amélie seguía de pie admirando las vistas. Él tiró con suavidad para llamar su atención y ella reaccionó. Se fijó que la silla libre daba enfrente a Cracker. Eso significaba que tenía que soltar la mano de Cracker. Ella apretó con fuerza el agarre y el peli-violeta entendió esto perfectamente. El mesero no tuvo problema en mover la silla para colocarla a su lado. Al fin, Amélie se sentó.

—¿Qué te apetece tomar? —preguntó con suavidad.

—¿Qué va a tomar, Cracker?

—Lo mismo que pedirás tú.

—... Amélie quiere agua.

El mesero llamó a un camarero para que tomase nota y Cracker le sugirió que trajesen la especialidad de la casa. Los ojos chocolate de la niña estaban fijos en el paisaje sin dejar de soltar la mano de Cracker. Se sentía a gusto. Luego el camarero llegó con el agua. Cracker se ofreció a llenar el vaso de agua.

—¿Está fría? —preguntó Amélie.

—Vamos a ver. —Él tomó un pequeño sorbo de su vaso—. Está un poco fría.

—No quiero que se me congele el cerebro. —Ese comentario le hizo mucha gracia.

—Tranquila, eso solo ocurre si comes mucho helado o bebes rápido un batido.

—¿A Cracker se le congeló el cerebro?

—Una vez de niño y más nunca lo haré —respondió. El camarero regresó con los dos platos de comida. Carne en salsa acompañado con los tres tipos de pimientos—. Por eso, hay que tener mucho cuidado.

Amélie ladeó la cabeza unas cuantas veces queriendo entender la información. El helado y el batido es malo si lo tomas rápido. Punto importante. Ella tomó el tenedor para empezar a comer, pero recordó las palabras de Len: «sopla primero». Tres largos suspiros hizo y lentamente iba abriendo la boca notando la comida caliente. Se lo metió rápido. No quemaba mucho, así que pudo masticar sin problema.

Sus oídos se agudizaron al escuchar un sonido, un ronroneo de un gato. Miró por todos lados pensando que había un felino por acá. No lo encontraba. El sonido seguía hasta que su mirada se fijó en Cracker. Es el responsable de esos ruidos. Era un gato grande. Entonces la cabeza de Amélie empezó a trabajar con mucha rapidez. Cracker podría considerarse un león que piensa proteger a una gatita inofensiva como ella.

Cracker se percató de la mirada de Amélie y giró la cabeza para ver qué estaba pasando. Los ojos chocolate de esa chica estaban brillando con cierta intensidad. Eso ponía un poco nervioso al chico.

—¿Ocurre algo? —preguntó.

No obtuvo respuesta. Amélie se acercó más para abrazar a Cracker y susurró un mote que dejó descolocado al chico y casi le da un paro cardíaco:

—Leoncito.

🧠💪🧠 💪

—¡Oye! ¡Has hecho trampas!

—¿Yo? Habló quien me puso la cerveza fría en mi espalda distrayendo.

Katakuri y Len estaban en la zona de juegos recreativos jugando al billar. Lo decidieron después de almorzar para aprovechar la tarde. La partida fue interesante porque ambos estaban empatados. Katakuri no pensó que tuviera una contrincante muy buena.

—Yo quisiera saber como has hecho ese movimiento —dijo la chica.

—¿Qué movimiento?

—Hacer que la bola blanca pase por encima de otra bola.

—No puedo revelar mis secretos —respondió, asegurándose que su mascarilla estaba bien colocada.

—No quiero entrometerme, pero ¿por qué tiene eso puesto? —preguntó, haciendo referencia a la mascarilla.

—Es que estoy enfermo.

—¿Cada vez que te veo, estás mal? —Una gota iba resbalando por su sien.

Katakuri no tenía el valor suficiente para revelar la gran verdad porque era bastante complicado. Un suspiro soltó.

—Deja que gane confianza contigo y podré contarte.

—Eso me gusta más —respondió con una pequeña sonrisa—, pero antes… —paró para asestar un golpe a la bola negra y meterla—. ¡Toma! ¡Gané!

—Has ganado porque me has distraído.

—Y yo pensaba que eras un hombre serio. —Ella sacó la lengua para molestarlo.

Si, pero él tiene la posibilidad de disfrutar y conocer con más profunidad a la chica. Su presencia le agradaba demasiado. Lo único que no le gustaba era cuando ella, consciente o no, se agachaba mostrando sus bragas a causa de tener una falda corta. Sí, esa fue su mayor distracción porque admitía que tenía buen trasero.

—Oye, me gustaría quedarme más tiempo —le propuso Len—, pero mañana tengo que madrugar para comprar material para las clases de mañana.

—Entiendo. Te quería proponer algo.

—Adelante.

—¿Te apetece cenar en mi casa el viernes que viene?

Len no evitó sonrojarse un poco ante eso. Luego esbozó una gran sonrisa.

—¡Claro!

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