Capítulo 5. Ya se han conocido
Una explosión se formó en la gran sala. Bibianne empezó a toser con fuerza, mientras abría la ventilación para que saliera el humo. Uno de los robots ha fallado. Otra vez. Un suspiro salió de sus labios, mientras limpiaba sus gafas con un paño húmedo. La verdad era que estaba teniendo mala suerte en cuanto a la creación de nuevos programas para el casino de Crocodile.
El nombre de ese hombre le provocaba cierto cosquilleo en su cerebro. Demasiado sexy para creerlo. Ojalá sus ojos negros profundos se fijaran en ella, aunque a veces notaba un comportamiento casi extraño en él. Bibianne acariciaba los rizos de sus cabellos recogidos por una cola de caballo. Era un sueño difícil de conseguir porque era demasiado atractivo y muchas chicas estaban detrás suyo. Un suspiro soltó y volvió con la tarea de arreglar uno de los robots.
Las puertas de aquella sala de investigaciones se abrió por cierta persona que ha estado pensando durante un rato. No se percató de su presencia porque estaba centrada en la tarea. Aquella persona se aproximaba lentamente a ella sin hacer el menor ruido posible. De pronto, cuando Bibianne se dio la vuelta, pegó un gran chillido causando que cualquier ser vivo se asustara con mucha facilidad. Se llevó la mano a su pecho.
—¡Crocodile-san!
—No era mi intención asustarte —dice el hombre aproximándose aún más.
—Yo sé que usted no lo hace a propósito.
—Por favor, Bibianne, no me tutees. Tampoco soy tan mayor —se molestó un poco, pero no demasiado.
—No quiero ser maleducada con usted —confesó.
—Lo puede entender. ¿Cómo vas con el robot?
—Me está dando problemas, Crocodile-san. Me demoraré un poco más.
—Mientras no sufras ningún daño, todo está bien.
La mano sana de Crocodile tocaba sutilmente la mejilla de la peli-turquesa. Ella se sonrojó con violencia viendo ese acto cariñoso por parte de su jefe. No. Era su forma de coquetear con las mujeres. Ya Bibianne lo vio en persona durante una fiesta que organizó él en su empresa. Todas insinuándose y él con una sonrisa de oreja a oreja. Celos sentía la chica nerd, pero se le pasaba dándose cuenta que no era su tipo.
—Te noto pensativa —habló, irrumpiendo sus pensamientos—. ¿Todo va bien?
—Sí, solamente estaba pensando en los cortocircuitos del robot —mintió para no crear sospechas.
—Seguro que lo conseguirás. Yo confío en ti.
«Claro, porque te produzco dinero, ¿verdad?», así se sentía muchas veces Bibianne con este hombre, pero no lo quería demostrar. Solo se conformaba tenerlo cerca para oler a puro habano mezclado con el perfume de la marca Paco Rabanne. La verdadera esencia de un hombre.
—Entonces te dejaré tranquila. —La mano se quedó apoyada en su cabeza y dio pequeñas palmadas—. Cuento contigo para sacar adelante el negocio.
—Sí, Crocodile-san.
Una dura realidad. ¿Qué hombre se fijará en una nerd?
🧠💪🧠💪
—¿Qué hacemos aquí? —preguntó Drake con la ceja alzada hacia su compañero.
—Nos llegaron informes acerca de un ladronzuelo de libros.
—Deberíamos estar haciendo guardia con Smoker.
—Pero él nos dijo de hacer esta tarea —escupió Spandam.
Lucci rodeó los ojos estando de acuerdo con Drake. Prefería mil veces estar de guardia que ir a una biblioteca. No iban a encontrar nada interesante. El moreno aún estaba frustrado por lo de aquella noche. No pudo disfrutar perfectamente la compañía de esa gótica llamada Rocksy Golzy. Se veía capaz de aceptar cualquier cosa a cambio de sexo. Lucci necesitaba una compañera que le satisfaga en cualquier momento.
La biblioteca estaba llena de estudiantes con los codos puestos en la mesa preparándose para el siguiente examen. Drake, Lucci y Spandam miraban en cada pasillo haciéndose los ignorantes para espiar a los chicos. Cruzaban los dedos para encontrar al ladrón y salir de este lugar.
Spandam miró por el rabillo del ojo a un chico joven que se estaba comportando extraño. Eso llamó su atención, así que empezó a acercarse sin que se percatara de su presencia. Pero al doblar la esquina se chocó con alguien. La chica cayó de culo e hizo un estruendo bastante importante. Spandam se iba a quejar, pero se detuvo de golpe al ver a la joven. Sus ojos miel al igual que su cabello destacaban demasiado.
—L-Lo siento —se disculpó con la cabeza agachada no queriendo mirar.
—La próxima vez deberías de mirar antes —se quejó casi alzando la voz.
—Y-Ya me he disculpado —repitió con cierta pena.
El peli-morado estuvo a punto de decir algo, sin embargo, sus ojos se centraron de nuevo en aquel chico. Vio que estaba cogiendo un libro y lo guardó en su mochila sin ser visto. «Hay que ser estúpido», dijo, mirando las cámaras. No apuntaban a ese lado. «Pero astuto», pensó. Tenía que capturarlo todo lo posible, pero una desgracia se cierne sobre él. Un cable levantado hizo que se tropezara y cayera al suelo.
—¡Joder! ¡Maldita sea! —empezó a quejarse porque le estaba doliendo la nariz.
—¿E-Estás bien? —La chica se aproximó para comprobar su estado.
Spandam alzó la mirada y vio a ese estudiante moverse con rapidez porque se puso nervioso. Está a punto de escaparse. El hombre de la máscara tomó el walkie talkie para comunicar a sus compañeros.
—El sospechoso va hacia la salida. Tiene una gorra azul y una capucha naranja.
—¿Por qué no lo has capturado? —preguntó Drake.
—... Tuve un percance de lo más estúpido.
—Tú siempre eres estúpido —le riñó Lucci—. Ya lo veo.
Entonces se escuchó un grito atroz, como si alguien le hubiera dado la paliza del siglo. Está claro que ese era Lucci usando sus habilidades aprendidas, cuando estaba trabajando en el Gobierno. En cambio, Spandam estaba siendo levantado por la chica y ella se dio cuenta de la placa que portaba.
—¡L-Lo siento, oficial! ¡N-No sabía que usted es policía!
—¡Ya lo sabes! —gruñó y se apartó de golpe de la chica—. ¡No necesitaba de tu estúpida ayuda! ¡Maldita sea! Como duele —masculló el dolor.
Spandam fue directamente hacia sus compañeros que estaban esposando al ladrón. Los dos miraron al cobarde. Drake no evitó reír por lo bajo.
—No nos dijiste que te ibas a dedicar al circo.
—¡Cállate! ¡No tiene puta gracia!
—Ya tenemos al ladrón de bibliotecas —informó Lucci inspeccionando su mochila—. Esta mochila está bien diseñada.
Spandam iba a decir algo, pero se percató de la presencia de su salvadora. Ella tenía la mirada fija en el chico. Una grata sorpresa se llevó y se aproximó un poco más.
—¡Alto! ¡H-Hay una explicación en todo esto!
—¿Lo conoce, señorita? —preguntó Drake.
—Yo trabajo aquí y siempre lo veo todos los días. Me explicó que sus padres están en la ruina y no tiene suficiente dinero para pagar cosas o alquilar libros. Yo le ofrezco los libros gratis, pero no pensé que llegaras a este punto, Matthew.
—L-Lo siento, Tais-san —se disculpó el chico—. Es que… no es justo aprovecharme de su amabilidad. ¡Y más si usted es una persona fea! ¡Sonrisa de acero!
Eso no se lo esperaba para nada. Ella se portó tan bien con él que le dio todo. Tais agachó la mirada aceptando aquella realidad. Ningún chico se fijará en ella por ser demasiado fea, y más aún con gafas y unos brackets. Se resistió a llorar, sin embargo, un grito la alertó y vio a Spandam cogerle de los cabellos al chico.
—Mira, yo me considero un hombre cruel y te lo pueden afirmar estos dos —dijo, apuntando a sus compañeros—, pero tú te aprovechaste de la amabilidad de esta chica. ¿Y fea? Como si fueras Johnny Deep o algo así.
Tanto Drake como Lucci no se esperaron tal cosa por parte del cobarde del grupo de amigos. Hasta se miraron entre sí preguntándose si era el mismo Spandam o que. Tais también estaba sorprendida. El peli-morado empujó al muchacho para que fuera a la salida siendo acompañado por sus dos compañeros y por Tais, aunque había gente curiosa asomándose.
El ladrón se subió al coche a regañadientes. Tais miraba con tristeza hacia el chico. Nunca pensó que fuera así. Sus ojos miel se quedaron fijos en Spandam. Se estaba preguntando el motivo de su defensa. Bueno, qué estúpida pregunta. En realidad, es un policía y era su obligación comportarse de esa manera. Se acercó un poco más para hablar con él.
—G-Gracias por defenderme.
—No agradezcas —gruñó.
—Es usted una persona amable.
Esa palabra la repudia demasiado Spandam, sin embargo, desvió la mirada con mucha vergüenza. Se le notaba en las mejillas que estaba sonrojado. Entonces sus oídos se agudizaron, cuando alguien se aproximó hacia Tais.
—¡Eh! ¡Fea! ¡Me enteré de la movida! ¡¿Se quemó la biblioteca?!
—¡Golzy! No quiero que se queme el lugar de mi trabajo.
—Mientras tú no estés dentro, mejor que mejor —dijo con mucha tranquilidad Golzy. Sus ojos grises se posaron en Spandam—. … Dime, por favor, que no estás ligando a este tipo horroroso y con una nariz rechoncha.
—¡¿A quién llamas nariz rechoncha?! —gritó.
—¡G-Golzy, es un agente de policía!
—¡Ja! ¿Este? Pero si este tipo tiene pinta de ser un cobarde y que no sabe follar bien la cama.
Un tic en el ojo se formó en Spandam no creyendo lo que acababa de escuchar. Estuvo a punto de sacar las esposas para enseñar la mala educación de esa gótica, sin embargo, cierto moreno hizo acto de aparición porque escuchó el jaleo formado. Lucci vio a Golzy. Ambos se miraban. Se preguntaban si era la misma persona de aquella noche. Sí, esa mirada perversa era única y exclusiva. El moreno no evitó sonreír.
—Vaya, Rocksy Golzy.
—Oh, pero si fue mi casi diversión aquella noche, Rob Lucci.
—¿Cómo? ¿Casi diversión? —Spandam estaba confundido.
—Oh, no, la ninfómana —susurró Drake. Spandam se quedó en blanco cuando escuchó eso.
—Pensaba que no te iba a volver a ver, gatito —ronroneó juguetona Golzy y juntó sus muñecas—. Y curioso, no sabía que fueras policía. Yo me dejaré ser esposada, si eres tú.
—¿No prefieres que te espose en la cama?
—Uf, eso me enciende.
—¡Golzy! —Tais estaba roja.
—¡¿Qué?! —exclamó—. ¡Llevo un año sin tener sexo desde que rompí con mi novio y no aguanto más! ¡Me haré vieja! ¡Mi deber es follar todos los días y no pienso perder esta gran oportunidad!
A todos menos a Lucci le resbalaba una gota por la sien. El moreno veía la desesperación en esa chica gótica. Él sacó su teléfono con la intención de grabar su número de teléfono. Golzy no desaprovecharía esa ocasión, así que le dio su número. Tais no podía creer lo que estaba viendo delante de sus ojos. Parece que Lucci representase Satanás y Golzy una seguidora dispuesta a hacer cualquier cosa.
La ninfómana consiguió un nuevo juguete.
🧠💪🧠💪
Yumel tenía la cara pegada al cristal de la vitrina. Sus ojos negros estaban viendo una maqueta de Iron Man, pero el problema era el precio. Era demasiado caro. No podía comprárselo. Quería llorar en una esquina. Esa maqueta quedaría bien como un trofeo en su estantería.
—Yumel, llevas diez minutos mirando eso. —Menku estaba a su lado y tirando de su camisa para que se moviera.
—Es que es super bonito —confesó a base de lloriqueos—. Y el sueldo que gano no basta para comprarlo.
—Tienes más.
—¡Tú no lo entiendes, Menku! —exclamó y empezó a mover los brazos—. ¡Es una maqueta exclusiva de Iron Man tamaño grande!
—Sí, yo no entiendo estas frikadas —dijo la pelirroja sin pelos en la lengua—, pero lo que yo entiendo es que no debes malgastar mucho dinero.
—Alguien se lo va a llevar y no tendré la oportunidad de tenerlo en mis manos.
Menku rodó los ojos y un suspiro soltó. Cuando Yumel se obsesionaba con una cosa, lo conseguía por todos los medios posibles. Una vez se atrevió a negociar con el vendedor y tuvo una sanción de no entrar a la tienda de maquetas más de dos meses. Eso a Yumel la destrozó por completo. Por eso, solo podía contemplar ver esas figuras desde la vitrina.
La chica de cabellos rubios platino se dio la vuelta para no observar más esa figura que la tentaba demasiado. Sin embargo, sus ojos vieron un puesto aparte de maquetas dedicadas a los barcos. Su curiosidad mató al gato. Con su amiga al lado se acercaron para verlo más de cerca. Se asombró demasiado el cariño y el esfuerzo que le dedicaron.
—Esta maqueta cuesta veinte berries.
La voz le resultó muy familiar a Yumel. Alzó la mirada para ver al responsable. Oh, grata sorpresa. Era el chico que le ayudó a sacar la caja de Baby Yoda.
—¡Eres tú! —exclamó Yumel con mucha felicidad—. ¡Me alegra volver a verte! ¡No sabes lo feliz que estoy por ayudarme otra vez!
—¡Oye! ¡¿Qué te dije acerca del escote?! ¡Estoy trabajando!
—¡Y aún sigues siendo tímido!
Menku no se enteraba de nada, pero parecía que Yumel conocía muy bien a este chico. Paulie estaba echando humo por las orejas porque nunca pensó volverse a encontrar a esa friki. Apretó más el puro controlando las ansias de quitarse la chaqueta y ponérsela.
—Paulie, no debes gritar a las clientas.
No obstante, la voz del presidente de la compañía Galley-La hizo que se detuviera por completo. Iceburg hizo acto de presencia junto con su mascota llamada Tyranosaurus Rex. A Menku casi le da algo al ver al ratón, sin embargo, Yumel no tuvo miedo sobre esa pequeña criatura. Quería tocarla.
—Sabes bien como soy… con eso —dijo Paulie señalando el escote de Yumel.
—A veces las mujeres tienen el poder de persuadir a los hombres. Es nuestra debilidad —confesó el peli-azul—. Y veo que ya la conoces.
—¡Mi nombre es Yumel! ¡Y esta es mi amiga, Menku!
—E-Encantada.
—Veo que te has interesado en las maquetas.
—Son espectaculares —confesó—. Quién hizo esto, tiene una habilidad impresionante.
—Esos son modelos pequeños en comparación con lo que estamos acostumbrados —dijo Iceburg recibiendo la atención de ambas chicas—. Compañía Galley-La.
—¡Ya decía que me sonaba su cara! —alzó la voz Menku—. Es usted el dueño de la creación de barcos grandes. Y su compañero es Paulie, el vicepresidente.
—Sí, pero aún sigo manteniendo un rol importante en la carpintería —se sinceró.
Yumel estaba asombrada de que su nuevo amigo fuese alguien importante. Ella siguió mirando los modelos de los mini barcos. Ella escuchaba la conversación. Iceburg pensó en un nuevo negocio de crear estas marionetas para cualquier coleccionista y están yendo poco a poco. Oh, se le ocurrió una idea.
—Paulie —lo llamó, recibiendo su atención—, ¿alguna de estas maquetas es tuya?
Esa pregunta lo sorprendió un poco. Entonces él estiró los brazos para mostrar aquella maqueta. A Yumel se le salen los ojos al ver lo bonita que era.
—Este es mi mayor orgullo porque se han contado historias horribles sobre este barco. Lleva un misterio bastante particular. Flying Dutchman, el Holandés errante.
—¡Me la quedo!
—¿Eh?
—¡Esto es una muestra de nuestra amistad!
Paulie iba a ser un rastrero en pedirle dinero. Sin embargo, ese rostro sonriente le indicaba que no podía hacer eso. Esa chica no se merecía tal cosa, aparte de que sea bonita en todos los sentidos. El pelirrubio dejó la maqueta en la mesa un momento para meterlo en una bolsa de burbujas y luego en una caja.
—¿Lo cuidarás bien? —preguntó.
—¡Como si fuera mi tesoro!
—No hables con esa voz tan ridícula de ese personaje. Da mal rollo —dijo Menku.
—¡Pero si Smeagol mola! Aunque, si no fuera por el hijo de puta de Gollum, se hubiera salvado.
—... Yumel —lo llamó Paulie con suavidad—, ¿te gustaría ir al cine conmigo?
—... ¡Claro que sí!
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