Capítulo 3. Poco a poco
—Paulie, llevas horas jugando al tragaperras.
—¡Solo un poco más, Crocodile!
Casino Arabasta. La gran fortuna que construyó Crocodile siendo uno de los millonarios más ricos de todo Grand Line. Su amigo Paulie se dedicaba a jugar todas las tragaperras para conseguir una gran fortuna. Era un ludópata en todos los sentidos. Lo conocía demasiado. Era difícil que cambiase.
—Ya has perdido una gran cantidad de dinero.
—¡Esta vez ganaré! —dijo con decisión.
—Paulie, no voy a permitir que te quedes sin plata. —En realidad, se estaba preocupando.
—Tengo que seguir jugando. Hice una apuesta.
Cuando decía eso, una gota de sudor resbalaba por su sien y una calada de humo liberaba de su puro. Crocodile sacó de su cajón un cheque y luego una pluma para escribir.
—¿Cuánto debes?
—... Un millón de berries.
—Eres un hijo de puta, ¿lo sabías? —escupió, importando poco—. Toma. Ve al banco para que te saquen esa cantidad. Como vuelvas a pisar este casino, te aseguro que no te dejaré entrar.
—¡No era necesario! —lo riñó.
—Mira, prefiero eso antes de que Smoker me eche la bronca por no hacer nada contigo. ¡Ahora vete!
—... Gracias.
Paulie agradeció antes de marcharse. Crocodile se apoyó perfectamente en el respaldo de su silla preguntándose qué debería hacer algo con ese ludópata. Tal vez una amiga le haría falta. De pronto, unos toques suaves llamaron su atención y se acomodó en su asiento.
—Adelante.
La gran puerta se abrió, dejando paso a una chica. Ella medía 170 cm y destacaba por su cabello turquesa recogido por dos colegas. Ojos rosas enormes que estaban ocultas por unas gafas. Esa mujer que entraba al despacho como si nada era la gran debilidad de Crocodile.
Su nombre era Nerddy Bibianne.
—Perdón por la interrupción, Sir Crocodile. ¿Se acuerda del problema que había con los robots del casino? ¡Lo conseguí! Era un problema de software. Solamente tenía que ajustar unos mecanismos, actualizar el programa y... ¡Eureka! ¡Los robots ya están en funcionamiento!
Toda una nerd. Le encantaba su inteligencia. No le gustaría tenerla como enemiga. No evitó esbozar una sonrisa escuchando esa gran noticia.
—Oh, maravilloso —dijo—. Este negocio está yendo bien, gracias a tus habilidades, Bibianne.
—G-Gracias por sus halagos, Sir Crocodile. —Como le encantaba ver sus mejillas sonrojadas.
—Por eso te considero mi mano derecha.
Él se levantó de la silla acolchada para acercarse a la joven. Ella no se movió, simplemente se quedó mirando a ese hombre tan atractivo. Solo se llevaban unos años de diferencia. Si tuviera todo el valor suficiente pues confesaría sus sentimientos y no lo hacía por el simple hecho de que habían mujeres mejores que ella. Dos personas que no se atrevían a decir nada. Solo se quedaban callados. Crocodile alzó el brazo para acariciar con cuidado sus mejillas. Arden. Le tentaba morder cual cerezas. Ojalá tener las dos manos, ¿verdad?
—¿Cómo se encuentra su prótesis?
—Oh, bastante bien —respondió. Perdió su mano ante un accidente que tuvo con un cocodrilo—. Estoy acostumbrándome a ella.
—No se esfuerce, Sir Crocodile.
—¿Preocupada por mí, Bibianne?
—Y-Yo solo venero su salud.
Él carcajeó por lo bajo viendo que la chica era demasiado directa. Ojalá ellos tuvieran la oportunidad de abrirse.
Por otro lado, Paulie estaba echando humo por las orejas. Era cierto que Crocodile le sacaba en apuros, pero no le gustaba que le diese dinero. Con el cheque tiene la oportunidad de saldar su deuda. O gastarlo en algún sitio. ¡No! Movió la cabeza con fuerza quitándose esa idea en la cabeza. No iba a defraudar a su amigo. Crocodile confiaba en él y eso hará.
—¡Oh, maldita sea!
Un grito de una chica llamó su atención. Ella se encontraba en las máquinas de gancho intentando capturar un muñeco de Star Wars. La chica era de cabello rubio platino y ojos negros. Su figura era pequeña, no demasiado, y de tez un poco morena. Estaba concentrada en sacar el juguete, pero se le escapaba de las manos. Golpeó la máquina con mucha rabia.
—¡Esto es una estafa! ¡Nunca conseguiré al pequeño Yoda!
Paulie tenía curiosidad en esa chica, tanto que no evitó acercarse a ella para averiguar si podía ayudarla.
—¿Necesitas ayuda? —preguntó con suavidad.
—Dime que eres bueno jugando a esta cosa. Me estoy gastando un dineral en conseguir ese muñeco.
Ahora que estaba cerca, se dio cuenta de que la camisa de Star Wars de la joven estaba escotada. Las mejillas de Paulie se tornaron rosas. El pobre se volvía tímido ante estas situaciones. Carraspeó la garganta. Paulie sacó una moneda de su bolsillo y la insertó en la máquina. La garra empezó a funcionar y poco a poco lo iba moviendo sin perder la concentración. Lentamente iba bajando, capturando aquel muñeco y luego salió del cajetín. Esa chica gritó tan fuerte que casi dejó sordo a nuestro ludópata.
—¡Gracias! —exclamó, abrazando al chico—. ¡Me has salvado la vida!
—¡E-Exagerada! ¡Y no te acerques más! ¡Estás enseñando más de lo debido!
—¿Eh? —No entendió a lo que se refería, pero agachó un poco la mirada ya entendiendo el motivo—. ¡Ah! ¿Así que eres de esos hombres tímidos? ¡Me gusta!
«Es sumamente rara», pensó Paulie con una gota en la sien.
—Me gustaría charlar contigo, ¡pero Aloy me espera! —gritó—. ¡Adiós y gracias, desconocido! —se despidió la chica dejando a solas al pelirrubio.
«Si estuviera aquí Cracker, pensará que es una loca más».
🧠💪🧠💪
En la casa de los Charlotte, Katakuri estaba viendo la serie junto con Drake y Lucci. Los cuatro iban a salir a dar una vuelta para ver si había alguna novedad en concreto, sin embargo, estaban esperando a Cracker que tardaba la vida en prepararse; es decir, su cabello es sagrado y le encantaba hacer diferentes peinados.
Drake dio un gran y largo bostezo acomodándose en el sillón. No estaba entendiendo nada de la serie, pero veía que Katakuri lo disfrutaba mucho. Miró por el rabillo del ojo a Lucci, que estaba centrado con su móvil. Un escalofrío recorrió por todo su cuerpo al ver imágenes de mujeres vendadas y amarradas con unas sogas. Este tipo era un peligro porque le gustaba el bondage. Una imagen le vino cuando pasaron de largo una tienda erótica y Lucci se pasó como diez minutos admirando un maniquí con un traje erótico.
—Está tardando demasiado, ¿no crees? —preguntó.
—Siempre igual —farfulló con molestia Katakuri—. ¡Cracker, termina ya!
El nombrado hizo acto de aparición con una trenza media hecha. Su rostro reflejaba mucha molestia porque los chicos no tenían paciencia ninguna con él.
—¡Estoy haciendo una obra de arte! —exclamó.
—Me la suda —dijo Lucci—. El día en que tengas novia, va a perder la paciencia contigo.
—No porque le hará los mejores peinados del mundo para que perdone mi tardanza.
Katakuri se imaginó una escena en que Cracker le estaba haciendo una mini trenza a Amélie. Se veían tiernos esos dos. Oh, sí, desde que se enteraron de la noticia, Cracker se desanimó un poco. No obstante, al llegar a casa se dijo así mismo que conquistará a la chica. Da igual si fracasa una y otra vez, lo hará porque era tierna y linda. Cracker tenía mucha determinación.
—Bueno, ya estoy. ¿A dónde iremos? —preguntó.
—Con tu tardanza, creo que iremos a un bar a tomar unas copas.
—¿Alguien más se apuntará?
—No —musitó Drake—. Smoker está con un caso policial junto con Spadam. Crocodile está trabajando y Paulie... resolviendo unas cuentas.
—Joder —masculló—. Siempre está liándola.
—Y nosotros le salvamos el culo muchas veces. —Katakuri apagó la televisión para luego levantarse seguido de los otros—. ¿Todo listo?
Los tres asintieron levemente. Katakuri tomó las llaves y abrió la puerta del apartamento. No había nadie en el pasillo. Cracker no paraba de arreglarse la camisa por si aparecía ella. Esto le hizo mucha gracia a Lucci.
—Oye, ya te arreglarás cuando lleguemos ahí.
—Calla.
—Oh, si tú supieras porque está así —dijo Katakuri.
—¡Onii-chan!
—Oh, y hablando de eso.
Las puertas del ascensor se abrieron y Amélie hizo acto de aparición con un ramo de petunias en sus manos. Cracker automáticamente se puso nervioso y se colocó con la mano en la puerta haciéndose el interesado. Katakuri, Drake y Lucci estaban con los ojos como platos viendo el comportamiento del chico. Él solo se limitaba a mirar a Amélie. Ella no parecía percartarse de su presencia. Solo caminaba en dirección a la puerta para abrir y luego entrar.
—... Amélie uno, Cracker cero.
—No me vio —dijo con un rostro triste—. No me vio, Katakuri.
—Ni se te ocurra lloriquear.
—¿Quién es? Es realmente bonita —comentó Drake.
—Sí, tiene una cara angelical. Dan ganas de pecar con ella.
—¡Eh! —les llamó la atención—. ¡Yo la vi primero! ¡Ninguno de vosotros me la quitará! ¡Y menos tú, Lucci!
—Es la amiga de Len. Se llama Amélie —informaba Katakuri, mientras bajaban por las escaleras—. Es una chica discapacitada.
—¿En serio? —preguntaron al unísono y luego miraron a Cracker.
—... ¿Qué? No tengo culpa de haberme enamorado completamente de ella. Y me da igual si es discapacitada. Es super bonita y la conquistaré de todas las formas posibles.
—Creo que tenemos cierta diversión —se rio Drake.
—¿Mejor que la de Smoker? Seguro.
—¡¿Queréis callaros de una vez?!
Katakuri ya lo predijo. Esto será demasiado divertido.
🧠💪🧠💪
Amélie fue un momento a comprar en la floristería un ramo de petunias para decorar la casa. Le encantaban las plantas y los animales. Son los únicos seres que nunca le harían daño. Bueno, salvo alguno que puede ser mortal para el ser humano. Su mente estaba procesando mucha información. Antes de entrar al edificio se quedó dudando si le faltó algo. Len compró ayer comida para Mr. Pickles. También suficientes galletas para merendar. No faltaba nada.
Entró al ascensor y tocó el botón. Se quedó pegada en la esquina con la mirada fija en el suelo, en caso de que alguien entrase. Odiaba tener contacto visual. También le disgustaba el color amarillo por un trauma que pasó en su infancia. Sus amigas hacían todo lo posible para que estuviera cómoda. Le preguntaban o le explicaban de una forma para que ella entendiera.
Las puertas del ascensor se abrieron y se percató de que había cuatro personas mirándola. Los ignoró. Solo quería entrar en la casa y estar segura. Recordó que Len le comentó que enfrente vivían dos vecinos. Se fijó que uno era un chico corpulento, pelo granate al igual que sus ojos y que portaba una bufanda. El otro un poquito más bajo, cabello largo y lila, y sus ojos son de color rosa. Él portaba una cicatriz horrible en el lado derecho de su rostro.
Katakuri y Cracker si no recordaba mal.
Ya estaba segura. Por poco le iba a dar un ataque de ansiedad, no obstante, Mr. Pickles fue a su rescate maullando a su dueña todo lo posible. Le encantaban los maullidos de su gato. Eran reconfortantes y podía calmarla. Tomó al gato para tenerlo en sus brazos y seguir escuchando sus ronroneos suaves. Mr. Pickles estaba entrenado para ayudarla.
Sus ojos chocolate se quedaron fijos en Len que salía de la habitación con el teléfono en la mano. Estaba hablando con alguien. ¿Quién será? Ladeó la cabeza con mucha curiosidad.
—Sabes bien que no puedo dejar sola a Amélie, Golzy.
Oh, Rocksy Golzy. La gótica y ninfómana del grupo.
—¿Llevarla al bar? Habrá mucho ruido. ¿También vendrá Menku? Espera, deja que pregunte. —Apartó un poco el móvil para mirarla—. Amélie, Golzy está proponiendo ir a un bar a pasar la noche.
—Habrá mucho ruido.
—Cierto, pero me dijo que pondrán música jazz.
—¡Yo quiero! —Los ojos de Amélie brillaron con intensidad—. A Amélie le gusta el jazz. Es relajante y puedo imaginarme tocar el piano.
—Perfecto —dijo con una sonrisa y volvió con la llamada—. ¿No te morirás de asco, Golzy? Ese tipo de música no te va. Oh, que buena amiga eres sacrificándote. Vale, nos preparamos y vamos para allá. Adiós.
—A Golzy le gusta el heavy metal y el rock&roll.
—Hará una excepción hoy. Voy a ayudarte a escoger un vestido.
—Amélie quiere el vestido que le regaló Robin hace un par de semanas. El vestido de flores estampados y que no muestra mis hombros.
—¡Eso está hecho! —exclamó con cierta alegría—. Oye, ¿por casualidad viste a Katakuri salir?
Amélie se quedó muda, intentando procesar la información. No obstante, los maullidos de Mr. Pickles la despistaron que solamente se centró en ellos. Len esbozó con ternura una sonrisa. No iba a echarle la bronca sabiendo perfectamente su condición. Probablemente el hombre estará en el apartamento.
🧠💪🧠💪
—¿Jazz? ¿En serio?
Los cuatro chicos ya estaban en el bar y pidieron unas copas para empezar la noche.
—Nunca imaginé que escucharas este tipo de música, Lucci —dijo Drake con una gota resbalar por la sien.
—Es relajante y sexy —susurró, tomando su copa de brandy.
—Lucci, por favor, si te vas a poner cachondo, vete a follar —le recalcó Cracker.
—Ojalá, pero no he encontrado a la chica idónea.
El moreno era un depredador activo buscando a la presa perfecta. Katakuri sabía perfectamente la personalidad de este hombre. Era frío sin ningún tipo de emoción, no obstante, disfruta cuando ve sangre o una chica coqueta con ganas de marcha. Sí, definitivamente necesita una compañera.
El peli-granate cerró los ojos para disfrutar el ambiente. El saxofón era un instrumento que provocaba ciertas sensaciones en su cuerpo. Empezó a imaginarse a Len bailando con él al son de la música. Era increíble lo que hacía el poder de la imaginación. Seguramente la chica estará haciendo sus cosillas.
Cuando sus ojos volvieron a abrirse, su mirada se centró en una chica que le resultaba muy familiar. ¡Era Len! Ostia, el poder de la imaginación resultó ser efectiva. Él parpadeó unas cuantas veces queriendo pensar que no era cosa de su cerebro. ¡Era ella! Estaba acompañada por Amélie y otras dos chicas más.
Katakuri estaba dudando si acercarse o qué, pero seguramente Cracker le suplicaría de todas las maneras posibles. Él se levantó, poniendo la excusa de que irá a por más bebidas. Cada paso que daba su corazón bombeaba con más fuerza que nunca. «Tranquilo», se decía así mismo una y otra vez. Ya estaba cerca.
Len lo vio y sonrió ampliamente.
—¡Grandullón! No me esperaba verte por aquí —alzó la voz para que se le escuchara.
—Lo mismo digo. Pensaba que no te iba estas cosas.
—Bueno, vine aquí por una amiga.
—Oye, oye. —Una chica morena y de ojos grises con vestimenta gótica, se acercó a Len para ver más de cerca a Katakuri—. Tsundere, no me dijiste que tenías un amigo buenorro. Oye, ¿eres bueno en la cama?
—¡Golzy! —le riñó.
Se sintió un tanto incómodo Katakuri ante ese comentario. Le recordaba un poco a Lucci. Un momento, esta sería una manera de que se unieran a ellos.
—Te quería preguntar si os gustaría uniros. Tenemos una mesa grande —propuso.
—Tendremos que preguntar a Amélie. Está centrada en la música —dijo.
—Sí, está modo zombie —rio una chica pelirroja.
—La mesa está cerca del escenario.
Esas palabras fueron mágicas para los oídos de Amélie. La chica se levantó automáticamente. Los cuatro se sorprendieron, pero eso significaba que le interesaba muchísimo. Katakuri las guio hasta la mesa de los chicos. Cracker al verlo se impactó muchísimo y se levantó de golpe.
—Chicos, ¿os importa que estén ellas?
—¡Para nada! —exclamó él.
—Len te presento a Rob Lucci y a Drake.
—¡Un gusto! Yo me llamo Len, y estas son mis amigas Amélie, Golzy y Menku.
—¡Yo me pondré con estos dos hombres! —alzó la voz la morena sentándose en medio de Drake y Lucci—. ¿Qué tal? Si necesitan a una chica mala en la cama, estaré a su disposición.
—... ¿Perdón? —Drake se puso rojo.
—Yo estoy a tu disposición. —A Lucci le gustó el carácter de la morena.
—Es una ninfómana —aclaró Menku poniéndose enfrente de Drake.
Amélie estaba lejos del resto porque prefería escuchar música. Lentamente Cracker se iba acercando no queriendo asustarla. Una mirada de disgustación recibió por parte de Len. Lo estaba acechando por si hacía alguna estupidez. Cracker estuvo leyendo ciertos libros sobre cómo tratar a la gente con Asperger. Solo tenía que comportarse sutilmente y no asustar a la joven.
Estaba a su lado manteniendo una distancia prudente. Esa mirada dulce le transmitía paz y ternura. Cómo le gustaría tocarla, pero ella lo odiará. Tendrá que mantener la calma y paciencia absoluta.
—Me gusta el hombre que toca el saxofón —dijo.
—A mí también. ¿Sabías que fue inventado por Adolphe Sax a principios de los años 1840?
—Curioso. No lo sabía.
—Si te fijas la palabra "sax" viene de su apellido. Fue un gran inventor.
—Cierto. El sonido es gratificante. Si cierras los ojos, puedes imaginar muchas cosas.
Amélie desvió la mirada sintiendo curiosidad a las palabras de Cracker. No lo miraba directamente a los ojos.
—¿De verdad?
—Yo ahora mismo me estoy imaginando que estoy en una piscina llena de galletas —rio con suavidad.
—¡A Amélie también le gustan las galletas! ¡Las galletas de avena son mis preferidas!
Casi a Cracker le da un ataque al corazón al saber su gusto y hablar en tercera persona. Definitivamente, era una persona linda en todos los sentidos y lo más inocente que pudiera encontrar en la faz de la tierra.
Len los observaba para no perder de vista las intenciones de Cracker. Se comportaba como una verdadera madre del grupo. Pero Katakuri estaba tranquilo porque su hermano solo quería conversar y estar más cerca.
—¿Preocupada?
—No quiero que la hagan daño.
—Descuida. Mi hermano no sería capaz.
—La consideramos nuestra hermana pequeña —interrumpió Menku—. Es una persona especial.
Drake se quedó mirando por un buen rato a la pelirroja. Era corto, estilo chico, y tenía un tono de color de cabello bastante llamativo al igual que sus ojos. Gris-violeta. Una combinación bastante curiosa. Las ropas que llevaba eran típicas de mujeres que les gustaba el estilo tomboy. Se podría decir que realmente era bonita.
Menku percibió cierta mirada en ella y giró su cabeza para ver quien era, pero Drake desvió la cara descaradamente. Aunque fue un grave error porque Lucci y Golzy no han perdido el tiempo. Se estaban besando de una manera pasional.
—¡Lucci!
—¡Golzy!
—Joder, ¿uno no puede besar a nadie? —preguntó con cierta molestia Golzy.
—¡Si quieres morrearte con alguien, vete a un motel! —le gritó Len con el ceño fruncido.
—Aburridas. Deberías trincarte al grandullón, tsundere. Mis sentidos me indican que tiene una polla increíble.
—¡No estamos aquí para follar! —Estaba perdiendo los estribos.
Lucci estaba riendo descaradamente. Le estaba gustando la actitud de la gótica. Una gota resbalaba por la sien de Katakuri sabiendo perfectamente cómo era el comportamiento de Golzy.
«Tal para cual».
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