Capítulo 11. La cita del viernes
Advertencia: este capítulo contiene contenido sexual. Si no te gusta este tipo de contenido, no sigas leyendo, aunque eso implique que perderás información de la historia.
Katakuri estaba solo en la casa porque Cracker iba a salir con el resto de los chicos. Él tenía una cita con Len en su piso y quería que todo estuviese perfecto. Él era perfeccionista. La mesa estaba lista junto con un mantel, dos copas, una botella de vino, los cubiertos y los platos, y un candelabro para dar un toque más romántico. Ahora solo faltaba una música idónea para el ambiente.
Además, estaba un poco nervioso porque iban a estar en un lugar donde puede ocurrir cualquier cosa. Se desajustó un poco la corbata porque sintió presión en su garganta. Los sudores se apoderaron un poco de él. Katakuri se mentalizaba una y otra vez que no debe ponerse en ese estado. No deseaba que Len pensara que él iba a por eso.
Entonces el timbre de la puerta sonó y se apresuró para poner música en su móvil con el Bluetooth activado junto con los altavoces inteligentes. Solo cuatro pasos fueron suficientes para estar enfrente de la puerta y abrir con suavidad. Len estaba espléndida con ese vestido largo negro de lentejuelas que enseñaba un poco de escote. Y, como de costumbre, peinada con un moño. Le hubiera gustado verla con el cabello suelto. Seguro que será hermoso.
—Espero no haber llegado un poco antes.
—No, está bien —dijo y se hizo a un lado.
Len asintió e iba entrando lentamente a la casa. El incienso se notó en el ambiente. Un olor agradable para todos los sentidos. La joven se iba acercando a la mesa para sentarse en la silla, pero Katakuri se adelantó para ayudarla. Len no pudo evitar reír bajito ante la caballerosidad de Katakuri.
—¿Estás nervioso, grandullón?
Una gota de sudor iba resbalando por su sien.
—No —respondió, mientras iba a la cocina para buscar la comida y rellenar los platos—, ¿me ves nervioso?
—Solo con ver que estás sudando, ya es suficiente.
—Solo tengo calor —dijo como excusa.
—Pues quítate la bufanda —le recomendó.
Sí, ese era el motivo por el que estaba nervioso. Aún Len no vio su verdadero rostro. Y él no sabe si está preparado para aquello. La joven ladeó la cabeza queriendo entender perfectamente a Katakuri. Len tardó unos segundos para comprender la situación.
—Si no estás preparado, no lo hagas. No soy quien para obligarte.
Aún así, Katakuri quería averiguar si ella lo temerá o no. Hará todo el esfuerzo posible. Ya con la comida preparada, Katakuri se sentó con mucha tranquilidad. Len lo miraba fijamente. No quería perderse cada detalle hasta tragó saliva porque sintió su garganta secarse.
La mano de Katakuri tomó la bufanda y se la iba quitando lentamente. Todo estaba pasando por cámara lenta. Los ojos de Len se abrieron ampliamente porque estaba viendo algo sorprendente. Dos cicatrices que nacen desde el nacimiento de pelo hasta la comisura de sus labios junto con unos dientes puntiagudos cual tiburón.
Los ojos granates del hombre se desviaron a un lado por miedo a ver un rostro desagradable e intentará hacerse el sordo. No quiere escuchar ningún tipo de comentario. Entonces unos dedos rozaron su mejilla con total sutileza. Avellanas y granates se conectaron al mismo tiempo. Katakuri se quedó embobado ante las caricias que le proporcionaba la joven.
—¿Por esto te preocupaba? —cuestionó.
—No muchos les agrada mi apariencia —se sinceró.
—... Eso me pasaba de niña, por mi personalidad —explicó.
—A mí me gusta.
—Y a mí me gusta tu rostro. Siempre mi mamá me decía esto para que se quedaran grabadas en mi cabeza: «Lo que para ti es horrendo, para mí es hermoso».
Una mujer sabia. Katakuri no se apartó porque le estaban gustando mucho sus caricias, incluso cerró los ojos para disfrutar un poco más. Una sonrisa hizo acto de aparición en Len al ver lo tierno que se veía así. Se acercó un poco más para besar su pómulo rosado. Humo salió por las orejas al hombre. Len rio con dulzura.
—Aparentas ser un tipo duro, pero en el fondo eres un trozo de pan —añadió—. ¡Qué aproveche!
«Maldita», Katakuri estaba rojo cual tomate porque no se esperaba tal comentario. Prefirió no decir nada y dar el primer bocado al trozo de carne. Durante la cena tuvieron pequeñas charlas respetándose el uno al otro, como siempre hacían. Len realizaba alguna otra broma a Katakuri y este no dijo nada. Sin embargo, le daban ganas de decir algún disparate.
Tranquilidad, que la noche es joven.
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Smoker terminó su turno nocturno y ya deseaba llegar a su casa para darse una buena ducha. Con tanto papeleo lo acabará matando. Su mano derecha, Tashigi, es un poco torpe. Eso no quita que sea una chica responsable e inteligente, con un gusto en particular con las espadas antiguas. Exhaló humo por su boca, mientras conducía con cierta tranquilidad.
Los chicos le dijeron de hacer algo juntos, pero él no tenía tiempo para esas cosas. Además, estaba cansado y necesitaba dormir. Smoker se dio cuenta que estaba yendo al puesto de trabajo de Rose. El hombre tuvo que aparcar a un lado preguntándose si Rose aceptaría tener una cita con él. Esa idea no le disgustaba demasiado.
Él estuvo a punto de salir del vehículo hasta que vio a Rose salir del lugar. Cierto. Su turno finaliza a las ocho. Una sonrisa surcó en sus labios porque iba a tener la oportunidad de hablar con ella, sin embargo, un hombre salió también y parece que están conversando. Ese tipo tenía el cabello rubio y con forma de piña. Rose parece divertirse con él.
Unos celos se apoderaron de Smoker. Nunca vio a esa chica divertirse con otro hombre. Con él no le dedicaba una sonrisa, sino una expresión de timidez y con los brazos encogidos. ¿Qué habrá hecho mal? ¿No es obvio que está dando todas las señales posibles para que se dé cuenta de que le gusta? ¿Estaba perdiendo el tiempo?
Al final, Lucci tenía toda la maldita razón. Smoker tardó demasiado. Ahora un hombre estaba aprovechando la ocasión.
¡No! Smoker se abofeteó mentalmente porque no iba a perder esta batalla. Fue él quien la vio primero. Fue él quien la aceptó tal y como es.
Rose se despidió de ese hombre —es Marco— y caminó en dirección hacia el coche de Smoker, mientras que él fue al otro lado. «Bien, vamos allá», se mentaliza Smoker. Con todo el valor del mundo, salió del vehículo y Rose se llevó una grata sorpresa.
—¡S-Smoker-san!
—No eleves la voz. Vas a despertar al vecindario —dijo—. Me gustaría saber si… quieres a mi casa.
La cara de Rose se tornó roja porque empezó a imaginarse todas las posibilidades con él. Sin embargo, las dudas se estaban apoderando. No estaba segura si ir o no. Mierda. Seguramente sus amigas le estarían diciendo que no sea boba y aceptase.
—C-Claro.
«¡Toma, piña desconocida!»
—Genial, entonces ve subiendo al coche.
Rose asintió con cierta prisa. Ella estaba nerviosa porque es la primera vez que iba a la casa de Smoker. Solo esperaba que no ocurriese nada porque Rose no estaba preparado para enseñar su cuerpo a un hombre, y más aún ante la persona que le gustaba muchísimo. Smoker inició la conducción con los ojos puestos en la carretera, pero, de vez en cuando, miraba de reojo hacia la muchacha.
De verdad, ojalá pudiera tocar su piel con sus dedos porque seguramente es suave. O tocar sus cabellos ondulados cobrizos que brillan ante la tenue luz del sol o de la luna. Se quedaría mirando por horas esos ojos verdes esmeraldas que tanto llamaron su atención desde que la vio por primera vez. Un tonto enamorado. Es la primera vez que le pasaba algo así porque es un hombre que está muy ocupado en su trabajo y no tenía tiempo para conocer mujeres.
Solo tardaron quince minutos en llegar a su hogar. Es un edificio casi similar al apartamento de Katakuri y Cracker, pero son menos pisos. Tres, para ser exactos. Rose se dio cuenta que él vivía a dos manzanas de la suya.
—¿P-Por qué no me dijiste que vivías casi cerca? —preguntó con timidez.
—Te lo iba a decir, pero no quería incomodarte. No vaya a ser que pienses que estaré espiándote todos los días.
Con ese comentario la puso nerviosa.
—¡T-Tampoco es eso!
Smoker rio con dulzura ante esa reacción. De verdad, ella se comportaba como una niña pequeña y le gustaba demasiado. Los dos salieron del coche. Smoker no tardó mucho en coger las llaves del bolsillo de sus pantalones para abrir la puerta principal. En este caso, en este piso no hay ascensor. Él está acostumbrado a subir por las escaleras. Rose no tendrá opción de hacerlo, pero lo hará poco a poco y sin prisa. No quiere demostrar que es débil.
¡Por fin! Están en la casa. Es bastante amplia y acogedora. Eso sí, olía perfectamente a la marca de habano que casi siempre consume Smoker. Tendrá que tener una estantería repleta de ellas. Rose se tensó al notar las manos del hombre tocar sus hombros. Ese gesto es para quitar su abrigo. Ella se dejó.
—¿Quieres tomar algo?
—Agua estaría bien —añadió.
—No te quedes ahí de pie que no vas a plantar un árbol —le dijo a modo de broma—. Siéntete como en tu casa.
Rose hizo caso ante la petición de Smoker. El sofá es acolchado y cómodo. La joven miraba a su alrededor con cierta intriga porque quería conocer un poco más al hombre. Percibió su presencia. Él tenía un vaso de agua a un lado y una botella de alcohol en la otra.
—Gracias —agradeció, tomando aquel vaso.
—¿Puedo saber quién era ese chico? Te veías feliz hablando con él. —Ahí empieza el interrogatorio.
—... Lo conocí hace un par de días cuando estaba en el jardín con Amélie. No esperaba verlo de nuevo. Es divertido.
Esa verdad le dolió un poco. No quería profundizar un poco más para no ponerla nerviosa. Sin embargo, las dudas estaban surgiendo en la cabeza de este hombre.
—Rose, no quiero que esto se convierta en un interrogatorio, pero ¿te gusta esa persona?
Esa pregunta sorprendió un poco a la chica de ojos verdes esmeralda. Pudo ver en la mirada de Smoker pánico ante la respuesta. Por alguna extraña razón, era sumamente preocupante.
—Recién lo conocí. No digo que no sea guapo, pero… y-ya me gusta alguien.
Por un lado, se alivió ante esa respuesta. Por otro lado, las dudas surgían ante él. ¿Quién es la otra persona?
—P-Pero sé que no seré correspondida por mi físico. Él es alto… robusto… le gusta fumar habano… y… siempre se preocupa por mi bienestar.
Smoker poco a poco iba mirando a la joven. Rose tenía la cara roja y con los ojos fijos en su vaso. Ya comprendió perfectamente.
—Tú me gustas, Rose —susurró. Ahora se atrevió a tocar levemente su mejilla que ardía cual fuego—. Eres tan diferente a las otras mujeres que he conocido. Nunca pensé que me enamoraría a primera vista.
—N-No te burles… por favor…
Ella estuvo a punto de llorar porque su vida siempre ha sido así. Una vida con engaños y con burlas. Sus ojos se abrieron de golpe cuando sintió los labios de Smoker posarse en los suyos. Un beso fue lo que recibió. Si tuviera la capacidad de sonrojarse aún más, ya estaría explotando cual volcán.
La falta de aire se hizo inminente y eso a Smoker lo fastidiaba porque tenía que separarse de Rose, pero no tuvo otra opción porque no quería matarla de asfixia. Sus labios se separaron, más no se alejó para apoyar la frente con la suya mirando detenidamente sus ojos verdosos que brillaban con fuerza, mostrando cierta ilusión.
—Tú me gustas de verdad, Rose. Yo jamás te haría daño —murmuró—. No sabes las ganas que tenía de besarte.
Ella se quedó callada porque no estaba segura qué decir. Solo quería comprobar que esto no fuese un sueño por lo que sus dedos rozaron con sutileza la cara de Smoker notando un poco de barba en su perilla. Es real. Rose quería morir en ese instante. Pero Smoker no se lo permitió porque volvió a besarla; en esta ocasión, con más furor que nunca, como si llevara tiempo deseando este momento.
Ante esos movimientos bruscos, Rose abrió inconsciente porque buscaba la forma de respirar. Grave error. Smoker aprovechó ese momento para realizar un beso francés que no se lo esperaba. Aquella lengua dominaba a la perfección su boca. Rose se agarró con firmeza a las ropas del hombre porque pensaba que se iba a desvanecer. Un hilo de saliva se formó ante la separación. Rose jadeaba cual muchacha inocente que nunca en su vida experimentó tal cosa. Incluso sus ojos estaban llorosos por la intensidad del beso.
En la mente de Smoker pasaban un montón de posibilidades con ella. En ese preciso instante se dio cuenta que Rose no tiene tanta experiencia en los besos. «Mierda», él no iba a perder el tiempo. Smoker se levantó del sofá y cogió en brazos a la chica sin ningún tipo de dificultad; ella solo gritó con sorpresa. Pero quería morir de vergüenza porque él la estaba guiando a su cuarto.
—S-Smoker… espera…
—No me pidas que espere —dijo, ya dentro de la habitación. La recostó con suavidad en la cama para luego ponerse encima. Solo creaba más nervios en ella—. Yo necesito demostrarte que de verdad me atraes.
—P-Puedes hacerlo en otro momento —tartamudeó. Sus brazos estaban a modo de protección; cubriendo su cuerpo ante la mirada del depredador.
—¿Tienes miedo? —susurró roncamente. Rose se tensó ante aquello, incluso no evitó tragar saliva—. No deberías —siguió. Un dedo posó en su nariz e iba descendiendo lentamente hasta llegar a uno de sus brazos y hacer pequeños círculos—. No muerdo. De momento.
—¡T-Tus comentarios no ayudan nada!
—Ni mi polla tampoco.
—¡Smoker! —gritó, pero tardó unos segundos en darse cuenta lo que dijo. Smoker rio con suavidad.
—Vaya, veo que tenemos a una principiante.
—Y-Yo nunca…
—No voy a forzarte a nada, Rose. No quiero ser un cabrón que vayas a recordar para toda tu vida. Solo… quiero que duermas conmigo esta noche.
—... ¿C-Cómo sé que… no harás nada durante la noche? —Rose no es estúpida.
—Veo que no confías en mí. —Smoker se quitó de encima para acostarse a su lado—. Estoy demasiado cansado para hacer el amor contigo. —La cara de Rose era el fuego mismo—. Tal vez… mañana…
Rose se levantó para decirle algo a la cara, pero Smoker cerró los ojos y empezó a roncar con suavidad. Pues sí que estaba cansado. En el fondo, Rose estaba gritando de alegría de que, por fin, los dos habían confesado sus sentimientos. Una sonrisa tonta de enamorada se formó en sus labios. Volvió a acostarse, pegándose un poco más al hombre.
Aceptará su petición.
🧠💪🧠💪
—¡Y le di una paliza tremenda a ese tipo por maltratar a ese niño!
Len ya estaba un poco tomada y se le notaba por sus mejillas rosadas. En cambio, Katakuri tenía mucho aguante. La comida fue estupendamente, solo que Len estaba abusando un poco del vino.
—Será mejor dejar esto —dijo, indicando el vino para luego cogerlo.
—Sí, creo que será mejor —murmuró—. ¿Sabes? Siempre digo que Golzy es una ninfómana, pero creo que también lo soy. ¡Un poco solo! —alzó la voz para que estuviera claro.
Esa información no se lo esperó para nada Katakuri. No sabe cuántas noches ha soñado en tener algún tipo de relación sexual con Len. La chica no paraba de jugar con su copa. El hombre tragó porque notó su garganta secarse a cada segundo que pasaba.
—¿A ti te va… el sexo duro?
—... Demasiado —respondió con voz ronca.
—Kata… debo confesar que… he tenido sueños eróticos contigo…
—Y yo también. —Len se aproximó un poco más. Se estaba creando una tensión sexual difícil de detallar—. No quiero negar ese hecho.
—¿Tú me quieres solo para follar? —preguntó. Un dato importante.
—No. Quisiera que tú y yo seamos más que amigos.
Ante ese hecho, Katakuri no esperó que Len se subiera encima de él para besarlo con cierta torpeza y pasión. Esto fue el detonante para el hombre porque la abrazó con tanta fuerza, deseando que no huyera. Sus lenguas danzaban entre sí buscando con desesperación el calor del otro. Las manos del hombre exploraban con ímpetu y deseo el cuerpo pequeño de la joven. La mezcla de alcohol y saliva se convirtió en afrodisiaco.
Katakuri no resistió más. Aquel vestido se deslizó entre los brazos de Len mostrando su pecho cubierto por un simple sostén. Ese hombre, pacífico y serio, tenía hambre. No tuvo problema en quitar el broche de aquella prenda y quedarse maravillado por unos segundos ante el bello busto. Se le hizo boca agua. No pidió permiso porque Len agarró su cabeza y la metió entre sus pechos. Él no evitó reír por lo bajo.
Un gemido dulce escuchó por su parte al empezar de lamer tortuosamente alrededor del aureola causando que el pezón se ponga duro poco a poco. Un gruñido gutural soltó porque los dedos de Len estaban sujetando con firmeza sus cabellos. La tortura terminó, pero hizo el mismo procedimiento con el otro. Se comportaba como un niño pequeño amamantando a través del pecho de su madre.
Katakuri se levantó con Len en sus brazos porque esa sesión la iban a continuar en el cuarto. ¿Qué mejor sitio para explayarse? Cuando la recostó, vio que Len se estaba quitando con torpeza el vestido. Esto le estaba haciendo gracia a Katakuri por lo que decidió ayudarla. Definitivamente es hermosa. Su cuerpo estaba bien trabajado por lo que estaba viendo en su abdomen.
Él no se quedó atrás. También se iba desvistiendo. Len no apartó la mirada en ningún momento porque estaba expectante a la figura bien trabajada de Katakuri. Le daban ganas de palpar con sus propias manos sus pectorales y su abdomen. No dudó. Sus dedos empezaron a quemarse por la exquisita sensación. Katakuri solo suspiraba, cerrando los ojos para dejarse llevar con la sensación.
Sin embargo, inclinó su cuerpo hacia adelante para volver a besar aquellos labios que lo dejaron exhausto hace un buen rato. Sus caderas estaban pegadas a las de Len creando cierta intimidad entre ambos. Los suspiros se estaban volviendo en una adicción para Katakuri. Necesitaba más de ella. Necesitaba escucharla.
Y sorpresa se llevó cuando Len se atrevió a acariciar por encima de sus calzoncillos su miembro viril. Pues sí que estaba excitada y un poco necesitada. Para compensar el asunto, él hizo lo mismo y Len reaccionó, abriendo más las piernas. Esto estaba siendo erótico para la pareja.
—K-Kata… fóllame… —suplicó.
—Yo también quiero eso, pero no quisiera hacerte daño —murmuró—. Ya estás comprobando que mi masculinidad es grande.
—Mi coño está húmedo, joder —insultó. Vaya, no se esperó que Len dijera esa palabra. ¿Cosas de alcohol? Probablemente. Len tomó su mano para que lo metiera entre sus bragas—. ¿L-Lo ves? Si metes los dedos comprobarás que… ¡Ah!
—Ups, veo que han resbalado sin querer —dijo con burla.
Len no se quejó, más bien estaba disfrutando mucho aquellos dedos que bombeaban su vagina. Pues sí que está bien húmedo. A lo mejor su feminidad se dilata mejor para estas situaciones, o tal vez sea por la excitación y el alcohol. Len suplicaba más y más, que no parase. Los dedos de Katakuri exploraban con creces su cavidad vaginal tocando aquellos rincones desconocidos.
Y la masturbación de su pene no se quedaba atrás hasta que Len bajó un poco aquella prenda para tomarlo con firmeza y hacer bien el labor. En cualquier momento, Katakuri explotará con tanto placer de por medio. Necesitaba hacerla suya.
Se alejó un poco de ella, no demasiado para no interrumpir la labor de meter y sacar los dedos. Fue en busca de la pequeña mesa que está al lado de su cama para abrir el cajón y tomar la caja de condones. Siempre hay que estar precavido en todo.
De pronto, Len agarró con tanta fuerza el brazo robusto del hombre que eso preocupó demasiado a Katakuri. Su espalda estaba un poco curvada y sus gemidos se volvían un tanto erráticos. Solo significaba una cosa y él movió con más rapidez sus falanges. Len, finalmente, explotó dando un grito de placer y todo su cuerpo se desplomó en la cama. Tuvo un orgasmo.
Su miembro estaba palpitando con cierto dolor porque, de alguna manera, eso le excitó demasiado. Mientras que Len recuperaba el aliento, Katakuri no perdió más el tiempo y se colocó el preservativo. No obstante, se llevó la grata sorpresa que Len lo empujó sin ninguna dificultad en la cama, colocándose encima suyo. Esta chica tendrá unas reservas bastante importantes. Ambos sexos se rozaron simultáneamente. Gemidos compartieron al unísono.
—Kata —lo llamó. Como le gustaba que le llamara de esa manera, cual mujer sumisa sumida en la excitación—, déjame seca.
—Justo te iba a decir lo mismo —dijo. Sus manos tomaron las caderas de esta para ayudarla a bajar. La presión de sus paredes era gratificante.
—¡E-Es grande! —alzó la voz. Sus manos estaban apoyadas en el pecho del hombre para poder moverse sin ningún tipo de problema.
—Y tú estás estrecha —añadió.
Los dos tenían razón. La sensación que estaban teniendo era bastante gratificante. Desde esa posición, los ojos de Katakuri estaban fijos en los pechos de Len que rebotaban. Un baile erótico. Casi hipnotizante. El cuerpo de Len empieza a acostumbrarse ante la invasión por lo que sus movimientos se vuelven un poco más rápidos y con estocadas profundas. Se estaba volviendo loca y se notaba en los gemidos que soltaba.
Uno fue muy destacable porque Katakuri se sentó no resistiéndose en tomar uno de los pechos de la muchacha devorándolo con ansias. Ya Len estaba sumamente delicada y los gemidos eran más altos que antes. Las manos de Katakuri descansaban en sus glúteos que los apretaba con firmeza y, en alguna otra ocasión, no tuvo reparos de azotarlos.
—E-Eres malo —gimió.
—¿Yo? ¿Por qué? Si te está gustando demasiado —dijo con cierta burla en su voz—. Ojalá tuviera un espejo en mis manos para que te vieses.
—¡N-No digas esas cosas, Kata!
—¿Lo que digo no es cierto?
—¡S-Sí, es cierto! ¡Me gusta! ¡Me gusta muchísimo, Katakuri!
Una sonrisa atrevida surgió en sus labios y no tuvo reparos en morder el cuello de la muchacha. Sus intenciones eran dejar marcas para dejar constancia de que estuvo presente en el acto. Len reaccionó, abrazando el cuerpo corpulento de Katakuri, mientras notaba como cierta corriente conocida iba descendiendo hacia su parte baja. Y no era la única.
Los dos llegaron al orgasmo al mismo tiempo.
Se entregaron.
Cayeron rendidos.
Se quedaron dormidos abrazados.
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